jueves, 28 de febrero de 2019

FE Y CONFIANZA


«El primer paso en la oración cristiana es la entrega de nosotros mismos a Dios, a su providencia. Es como decir: “Señor, tú lo sabes todo, ni siquiera hace falta que te cuente  mi dolor, solo te pido que te quedes aquí a mi lado: eres Tú mi esperanza”»
Francisco
Audiencia General 27-02-19
Viñeta: Leonan Faro 


Meditación: Marcos 9, 41-50

La sal es cosa buena; pero si pierde su sabor, ¿con qué se lo volverán a dar? (Marcos 9, 49-50)

El Señor explica lo que es el infierno para que sepamos que vale mucho más la pena soportar cualquier sufrimiento transitorio aquí en esta vida antes que padecer eternamente en el “lago de fuego”.

Pareciera decirnos: “El Reino de mi Padre está abierto para todos, pero ustedes deben estar atentos para que el pecado no les impida entrar. Por eso les digo que cuiden cada uno de sus sentidos y se alejen de las tentaciones que el mundo les presente. Aprovechen todos los sentidos para cumplir la voluntad de mi Padre, y compartir con los demás el regalo de la vida que han recibido. Que sus ojos procuren ver a los demás con amor y transmitan lo que ustedes llevan en el alma.”

Dios nos ha regalado cada uno de los sentidos que tenemos como dones que nos permiten admirar su creación, degustar los alimentos, disfrutar de una música armoniosa, percibir el aroma de los perfumes y palpar las texturas.

Sin embargo, muchas veces los sentidos se dejan dominar por los placeres pasajeros del mundo sin siquiera darnos cuenta y en lugar de acercarnos a Dios, nos alejan de él. Es una pena que haya cristianos que no quieran ver esta realidad. Es un gran triunfo del demonio, que procura convencernos de que él no existe, ni tampoco el infierno, para que nos olvidemos de Dios y vivamos según las corrientes pecaminosas del momento, el libertinaje sexual, la irresponsabilidad social, el abuso del alcohol y las drogas, la indiferencia ante Dios y otras prácticas dañinas.

Pero no hay duda de que Dios está allí presente, y el infierno también, “donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.” Pero, Jesús es infinitamente misericordioso. Por eso, muere en la cruz para salvarnos y nos perdona cada vez que nos arrepentimos y le pedimos perdón en el Sacramento de la Confesión. Pero no nos olvidemos de que si alguien ha cometido pecado mortal y no se arrepiente ni se confiesa, puede sufrir “la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene el poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno” (CIC 1861).
“Señor, te pido que me ayudes a ocupar cada uno de los sentidos y talentos que me has dado para amarte más profundamente a ti y a los que has puesto a mi cuidado.”
Eclesiástico 5, 1-8
Salmo 1, 1-4. 6
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Jueves por la mañana... 28022019

Acoge el nuevo día y pregúntale al Señor ¿Qué bien puedo hacer hoy Señor? ¿Qué esperas de mí? Ayúdame a ser signo de tu presencia entre mis hermanos y no obstáculo en sus vidas. “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, le iría mejor si le pusieran una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que lo echasen al mar.” (Mc 9,40-49).

Haz el bien, ayuda a quien te pide y ofrece en este último día del mes todo lo que vivas por la intención del Papa.
Padrenuestro...

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 9,41-50.


Evangelio según San Marcos 9,41-50.

Jesús dijo a sus discípulos: 
«Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.
Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible.
Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.
Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena,
donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Porque cada uno será salado por el fuego.
La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros».

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

“Si te induce a pecar, ¡córtatelo, sácatelo!” Vivimos tiempos muy duros de pena, desolación y tristeza por los pecados cometidos por miembros de la Iglesia contra víctimas inocentes, que ahora salen a la luz. Personas que abusaron de su autoridad y posición, para satisfacer sus pasiones e instintos más viles con menores. El Papa Francisco está haciendo todo lo posible por aclarar hechos, restituir en lo posible a las víctimas y establecer los mecanismos adecuados para que estas aberraciones no se repitan. Lleva años en esta encrucijada que ya comenzó el anterior pontífice y que le costó la renuncia al cargo, entre otras cuestiones.
El Señor es muy claro en el evangelio de hoy: “El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”. No seré yo el que condene a nadie, pues la misericordia de Dios actuará en el momento conveniente, pero no se encuentran palabras tan duras en labios de Jesús como estas que meditamos hoy.
Ninguno estamos libres de caer en el mal. Con la Palabra de Dios debemos confrontarnos nosotros, no los otros. Por ello, aunque haya pecados abominables en nuestra Iglesia que denunciamos con dolor, hoy nosotros nos palpamos la ropa y miramos a nuestro interior pidiéndole la gracia de no sucumbir jamás al pecado de ningún tipo contra seres inocentes.
El pasaje del Eclesiástico que meditamos hoy también es muy claro: “No digas: «He pecado, y ¿qué me ha pasado?», porque el Señor sabe esperar. Del perdón no te sientas tan seguro, mientras acumulas pecado tras pecado. [ ] No tardes en convertirte al Señor, ni lo dejes de un día para otro, porque de repente la ira del Señor se enciende, y el día del castigo perecerás.”
Oramos hoy por todas las víctimas que han sufrido estos criminales abusos y también por sus autores, por su conversión y arrepentimiento. Oramos por nosotros mismos, para que estemos siempre atentos y vigilantes para no sucumbir a ningún pecado que lesione la integridad física o moral de ningún pequeño/a. Dice el evangelio de hoy en su último versículo: “Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros” Que así sea Señor.

Nuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

LA SAL DE LA PENITENCIA


La sal de la penitencia

Todo cristiano debe seguir al Maestro, renunciando a sí mismo, llevando su cruz y participando en los sufrimientos de Cristo (Mt 16,24). Así, transfigurado a imagen de su muerte, se vuelve capaz de meditar la gloria de la resurrección. Igualmente seguirá a su Maestro no viviendo ya más para sí, sino por aquél que le amó y se entregó a sí mismo por él como también para sus hermanos, completando «en su carne lo que falta a los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia» (Ga 2,20; Col 1,24).
Además, estando la Iglesia íntimamente unida a Cristo, la penitencia de cada cristiano tiene igualmente una relación propia e íntima con toda la comunidad eclesial. En efecto, no es tan sólo a través del bautismo en el seno de la Iglesia que recibe el don fundamental de la metanoia, es decir, del cambio y renovación del hombre todo entero, sino que este don es restaurado y reafirmado por el sacramento de la penitencia en los miembros del Cuerpo de Cristo que han caído en pecado. «Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen el perdón de la ofensa hecha a Dios por la misericordia de Éste, y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que, pecando, ofendieron, la cual, con caridad, con ejemplos y con oraciones, les ayuda en su conversión» (Vaticano II: LG 11). Es, en fin, en la Iglesia que la pequeña obra de penitencia que se impone a cada penitente en el sacramento participa, de manera especial, en la expiación infinita de Cristo.

San Pablo VI
papa 1963-1978
Constitución apostólica «Paenitemini»

miércoles, 27 de febrero de 2019

VENCER EL MAL CON EL BIEN


«Debemos perdonar porque Dios nos ha perdonado y él siempre nos perdona. Si no perdonamos completamente, no podemos pretender ser completamente perdonados. En cambio, si nuestros corazones se abren a la misericordia, si el perdón se sella con un abrazo fraternal y los lazos de comunión se fortalecen, proclamamos ante el mundo que es posible vencer el mal con el bien»

Francisco
Ángelus 24-02-19
viñeta: Leonan Faro 


Miércoles por la mañana... 27022019

Bendice el nuevo día. Bendice a quienes encuentres, todo lo que hoy el Señor te regale. Acoge la vida con corazón sencillo como los niños que de todo se asombran.
“El que acoja a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoja a mí, no me acoge a mí, sino a Aquel que me ha enviado.” (Mc 9, 37-39).
Recibe a las personas que hoy encuentres y ofrécelas al Señor para que él las ayude a caminar, las acompañe y les haga sentir su amor. Ama con corazón abierto.
Padrenuestro.

Meditación: Marcos 9, 38-40

Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor. (Marcos 9, 40)

Alguien que no era de la comunidad usaba el nombre de Jesús para expulsar a los demonios. Juan dice: “Como no es de los nuestros, se lo prohibimos.” ¡En nombre de la comunidad impide que otro haga una buena acción!

Era la mentalidad cerrada y antigua del “pueblo elegido”. Jesús responde: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.” Para el Señor, lo importante no es que la persona forme o no parte de la comunidad, sino que haga el bien que la comunidad debe realizar.

Jesús, el Maestro, es el eje, el centro y el modelo de formación para los discípulos. Por sus actitudes, demuestra lo que es el Reino, él encarna el amor de Dios y lo revela. Muchos pequeños gestos reflejan este testimonio de vida con que Jesús marcaba su presencia en la vida de los discípulos, preparándolos para la vida y la misión. Era su manera de dar forma humana a la experiencia que él mismo tenía de Dios como Padre.

La formación de los discípulos no es, en primer lugar, la transmisión de verdades para aprenderlas de memoria; es la demostración de una nueva experiencia de Dios y de la vida que irradia de Jesús hacia sus discípulos. La comunidad que se forma en torno a Jesús es la expresión de esta nueva experiencia. El amor de Cristo hace nacer en los fieles una nueva conciencia respecto de la misión y respecto de sí mismos, y abrir sus ojos para darse cuenta de la situación de los menos privilegiados y los excluidos.

Jesús es el maestro por excelencia. Cuando forma a sus discípulos los involucra en la misión; cuando ellos se equivocan, los corrige con firmeza, pero siempre con amor y en el momento oportuno; los ayuda a analizarse y discernir qué es lo más conveniente; los prepara para el conflicto y la persecución que sufrirán; les enseña que las necesidades de la gente están por encima de las reglas rituales; les ayuda a aceptarse a sí mismos; es exigente y pide que lo dejen todo por amor a él. Eso es lo mismo que nos pide a nosotros, sus discípulos.
“Amado Jesús, concédeme la gracia de aceptar tus palabras y tu ejemplo, para ser un buen discípulo tuyo.”
Eclesiástico 4, 11-19
Salmo 119, 165. 168. 171-172. 174-175

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 9,38-40.


Evangelio según San Marcos 9,38-40.

Juan le dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros".
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí.
Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

“No es de los nuestros”, de nuestro grupo, de nuestra tierra, de nuestra raza, de nuestra ideología, de nuestra Iglesia… ¡Qué mentalidad tan mezquina y cerrada la de aquellos que ven en el otro una amenaza por el simple hecho de no ser de los suyos! Esta mentalidad se cuela con frecuencia en nuestras comunidades y poco tiene que ver con la praxis de Jesús que, precisamente por esto, reprocha hoy a sus discípulos esta actitud exclusivista.
La pregunta es ¿está contra nosotros? Si la respuesta es no, ¿por qué le impedimos que haga el bien, o le criticamos, aunque no sea de los nuestros? Precisamente nuestro mundo cada vez más universal necesita la cooperación de todos, el trabajo en equipo, en red. Muchas personas, afortunadamente, compartimos valores básicos del evangelio, aunque no todos lo hacen en nombre de Jesús. Trabajemos juntos, no sea esto un obstáculo. Muy posiblemente el que lleva una vida de entrega y altruismo hacia los demás acabará descubriendo a Dios en el amor que da y que recibe. No sería la primera vez.
¡Qué buenos los consejos del Libro del Eclesiástico de hoy hablando sobre la sabiduría! “La sabiduría instruye a sus hijos, estimula a los que la comprenden. Los que la aman, aman la vida, los que la buscan alcanzan el favor del Señor. [ ] Dios ama a los que la aman”.
En este día elevamos nuestra plegaria hacia el cielo pidiendo la Sabiduría para saber trabajar con el otro, con el diferente, con el que no es de mi grupo. Suplicamos la sabiduría de tener un corazón abierto y acogedor con todos, que no discrimina ni hace guetos. Invocamos el don de la Sabiduría que nos hace comprender que cada ser humano tiene algo que aportarnos porque también es hijo/a de Dios aunque sea distinto.

Nuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

¿ ACASO ES DE LOS NUESTROS ?


¿Acaso es de los nuestros?

Hoy desearía detenerme brevemente en otro de los términos con los que el Concilio Vaticano II definió a la Iglesia: “Pueblo de Dios” (cf. const. dogm. Lumen gentium, 9; Catecismo de la Iglesia católica, 782).
¿Qué quiere decir ser “Pueblo de Dios”? Ante todo quiere decir que Dios no pertenece en modo propio a pueblo alguno; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a formar parte de su pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios “quiere que todos se salven” (1 Tm 2, 4). 
A los Apóstoles y a nosotros Jesús no nos dice que formemos un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28, 19). San Pablo afirma que en el pueblo de Dios, en la Iglesia, “no hay judío y griego... porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 28). Desearía decir también a quien se siente lejano de Dios y de la Iglesia, a quien es temeroso o indiferente, a quien piensa que ya no puede cambiar: el Señor te llama también a ti a formar parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor. Él nos invita a formar parte de este pueblo, pueblo de Dios.
¿Cómo se llega a ser miembros de este pueblo? No es a través del nacimiento físico, sino de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a Nicodemo que es necesario nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el reino de Dios (cf. Jn 3, 3-5). Somos introducidos en este pueblo a través del Bautismo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que se debe alimentar y hacer crecer en toda nuestra vida. Preguntémonos: ¿cómo hago crecer la fe que recibí en mi Bautismo? ¿Cómo hago crecer esta fe que yo recibí y que el pueblo de Dios posee?

Papa Francisco
Audiencia general del 12/06/2013 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

martes, 26 de febrero de 2019

Mantener el foco









“Es necesario cultivar la disciplina de mantener el foco en lo que estamos haciendo, pues vivimos en la era de la dispersión. Hubo una ocasión en que Jesús estaba caminando, atravesando la Galilea. Era Su tierra natal, muchos lo conocían, pero el Evangelio dice que Él no quería que nadie supiese de eso, pues estaba enseñando a Sus discípulos. Jesús practicó esa disciplina de mantener la atención en las lecciones que Él estaba dando, en Su catequesis. Vivimos en un tiempo virtual en que se navega de una página a otra en internet, de aplicativo en aplicativo, de mensaje en mensaje y acabamos no profundizando las cosas. Caemos en un verdadero síndrome de dispersión. Procura mantener la atención en aquello que estás haciendo”

Cfr. Mc 9, 30-37
p. Joãozinho

«¡Creo, ayuda a mi poca fe!»

«¡Creo, ayuda a mi poca fe!» (Mc 9, 24)

La virtud que el Señor recompensa, la virtud que él alaba es casi siempre la fe. Algunas veces, alaba el amor, como en el caso de Magdalena. Algunas veces la humildad, pero estos ejemplos son raros. Es casi siempre la fe la que recibe su aprobación y su alabanza… ¿Por qué?… Sin duda porque la fe es la virtud, aunque no la más alta (la caridad le pasa delante), por lo memos la más importante, porque es el fundamento de todas las otras, incluida la caridad, y también porque la fe es la más escasa…

Tener fe, verdadera fe que inspira toda acción, esta fe en lo sobrenatural que despoja al mundo de su máscara y muestra a Dios en todas las cosas; la fe que hace desaparecer toda imposibilidad, que hace que las palabras de inquietud, de peligro, de temor no tengan ya sentido; la fe que hace caminar por la vida con serenidad, con paz, con alegría profunda, como un niño cogido de la mano de su madre; una fe que coloca al alma en un desapego tan absoluto de todas las cosas sensibles que son para ella nada, como un juego de niños; la fe que da tal confianza en la oración, como la confianza del niño que pide una cosa justa a su padre; esta fe que nos enseña que “todo lo que se hace fuera del agrado de Dios es una mentira”, esta fe que hace verlo todo bajo otra luz distinta ‑a los hombres igual que a Dios‑: ¡Dios mío, dámela! Dios mío, creo pero aumenta mi fe. Dios mío haz que ame y que crea, te lo pido por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Charles de Foucauld
Meditaciones sobre el Evangelio: a propósito de las principales virtudes

Pensamientos de Fuego # 251


Meditación: Marcos 9, 30-37

El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. (Marcos 9, 37)

¡Qué ejemplo más impresionante nos da Cristo en el Evangelio de hoy! Jesús, el Hijo de Dios, el Señor del universo, tomó a un niñito en brazos y lo mostró a sus discípulos. Con este simple gesto, Cristo estaba demostrando no solamente lo tierno y cariñoso que es, sino enseñando a los Doce la actitud que ellos mismos debían tener.

Jesús aprovechó este episodio para dar a conocer la gran diferencia entre el deseo humano de adquirir poder y prestigio y el deseo del Padre de que sus hijos estén dispuestos a aceptar y favorecer a los humildes y los indefensos. De hecho, Cristo hizo una declaración radical al identificarse con los débiles, los necesitados y los sencillos, diciendo que quien recibiera a un niño en su nombre lo recibía a él mismo.

Día tras día nos bombardean las noticias de lo que hacen los ricos y famosos, los poderosos y los privilegiados; la sociedad nos incita a imitar a los que están dedicados a conseguir más dinero, fama e influencia. Pero nadie se acuerda de los pobres y los débiles. ¡Esto es lo contrario de lo que enseñó Jesús! Él mismo vino al mundo sin pompa ni ceremonia, sino indefenso y humilde. Poco a poco, escuchando la enseñanza y viendo el ejemplo de Cristo, los discípulos fueron entendiendo que la idea de grandeza y liderazgo que él y el Padre tenían era radicalmente distinta. En efecto, la verdad de Jesús es absolutamente diferente de las imágenes que vemos en la televisión, el cine y en muchas “celebridades”. Los cristianos también tenemos que aprender a distinguir entre la vida nueva y verdadera del Reino de Dios y la vida aparentemente “buena” pero engañosa que nos ofrece el mundo.

Trata de mantener presente la imagen de Cristo con el niño en brazos y procura discernir qué te dice esta figura acerca de lo que es la grandeza ante los ojos de Dios y no la pierdas de vista al considerar cómo quiere el Señor que le sirvas. Esta imagen puede guiar tus pensamientos y tu corazón al buscar el camino de la grandeza en el Reino de Dios. Y mientras te imaginas a Jesús con el niño en brazos, piensa en aquello que quisieras pedirle al Señor para que tu actitud frente a él sea la misma del niño.
“Jesús, Rey y Señor mío, enséñame a servir como tú lo hiciste; a buscar a los débiles e indefensos para ayudarles en tu nombre. Abre mis ojos, Señor, para recibirte a ti en ellos.”
Eclesiástico 2, 1-11
Salmo 37, 3-4. 18-19. 27-28. 39-40

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Martes por la mañana... 26022019

Agradece el nuevo día y ofrécelo a Dios por la intención que Francisco nos encomienda. Únete a la Red de Oración que sigue rezando acompañada por los hermanos de Argentina que nos hacen llegar estas oraciones. Sirve rezando por los que necesitan nuestras plegarias.
“Entonces se sentó, llamo a los Doce, y les dijo: si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 29-36).
Reza y trabaja, lleva tu oración a la vida y tu vida a la oración. Sirve en esta Red de Oración.
Padrenuestro...

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 9,30-37.


Evangelio según San Marcos 9,30-37.

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,
porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará".
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?".
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

Durante esta semana, nos acompaña el libro del Eclesiástico en la primera lectura. El autor, Jesús Ben Sirá, del siglo II a. C, nos enseña y expone lo que es la sabiduría como don de Dios; sabiduría que se adquiere por la oración, y que se complementa con la que se adquiere por experiencia, observación y reflexión. Es la sabiduría que no tenían los discípulos cuando no son capaces de entender el anuncio que les hace el Maestro de la necesidad de que Él tenga que pasar por el rechazo, la burla y la cruz. “No entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle”, nos dice el evangelista Marcos. No sólo eso, sino que discuten por el camino quién es el más importante; todo lo contrario de lo que les quería enseñar el Señor. No entendían nada.
“Hijo, si te acercas a servir al Señor, permanece firme en la justicia y en el temor, y prepárate para la prueba”, nos dice el libro del Eclesiástico en el primer versículo que proclamamos hoy como Palabra de Dios. Nos cuesta comprender el misterio de la cruz, especialmente cuando nos toca a nosotros. Nos pasa lo mismo que a los discípulos, nos falta la sabiduría de Dios para leer los acontecimientos desde otra perspectiva. Todavía no acabamos de hacer nuestro que el más importante es el que más sirve y acoge.
En este día vengo a pedirte Señor la sabiduría que me ayuda a ver la vida de otra manera, a comprender más allá. Sabiduría que requiere de la reflexión y observación, pero también de mucha oración y amor. Ayúdame a ver mi vida y la vida de los otros con esta Luz que todo lo clarifica.

Nuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 260219


"Seamos el último de todos y el servidor de todos"

Respóndeles a aquellos que dudan de los estigmas de la Pasión en el cuerpo de Cristo y a quienes se plantean la cuestión: "¿quién es este rey de gloria?" (Sal. 23,8), respóndeles que es Cristo " fuerte y poderoso " (ibid), en todo lo que hizo y continúa haciendo… ¿Es acaso pequeño por el hecho de que se hizo humilde por ti? ¿Es despreciable por ser el Buen Pastor que ofrecía su vida por su rebaño, que vino para buscar la oveja descarriada, y que una vez la encontró, se la puso sobre sus hombros que habían llevado por ella la cruz, y la devolvió a la vida de arriba, y la puso entre las ovejas fieles que se quedaron al redil? (Jn 10,11; Lc 15,4)
¿Lo menosprecias por el hecho de que encendió una lámpara, su propia carne, y que barrió su casa, purificando el mundo del pecado, para buscar la moneda de plata perdida, perdiendo la belleza de su efigie real por su Pasión? (Lc 15,8s; Mc 12,16)… ¿Acaso lo consideras inferior porque se ciñe un delantal para lavar los pies de sus discípulos, mostrándoles que el medio más seguro para ascender, es descender? (Jn 13,4s) ¿Te quejas a Dios porque Cristo desciende, inclinando su alma hacia la tierra, con el fin de levantar con Él a los que caen bajo el peso del pecado? (Mt 11,28) ¿Le reprochas por haber comido con publicanos y pecadores para su salvación? (Mt 9,10) ¿Cómo acusar a un médico que estudia los sufrimientos y las heridas de los enfermos para aportarles la curación?


San Gregorio Nacianceno (330-390)
obispo y doctor de la Iglesia
Homilía para la fiesta de Pascua; PG 36, 624

lunes, 25 de febrero de 2019

QUIERO SER REALMENTE HUMILDE

Dios nos invita a vaciarnos de nosotros mismos. Que disminuya nuestra autosuficiencia, nuestra obra, nuestro ministerio. Aquí, disminuir no es ineficiencia. Juan Bautista fue tremendamente eficaz y humilde porque, desde el vientre materno, fue lleno de Espíritu Santo.

Dice la Palabra: “Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?. El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías». (Jn 1, 19-20) Ellos continuaron interrogándolo, diciendo: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia». (Jn 1, 25-27)

Si verdaderamente nosotros disminuyéramos, si fuéramos humildes y pobres como María, concebiríamos por obra del Espíritu Santo y daríamos a este país, el Salvador: Jesucristo. Ese es el plan completo del Señor: que seamos humildes y llenos de Espíritu Santo. Ese es el único modo de no ser malos operarios. Es necesario vaciarnos y pedir al Señor: 
“¡Vacíame! Retira de mi toda autosuficiencia, el confiar solo en mí mismo, retira toda presunción, todo sentimiento de que soy el mayor, el poderoso; Yo el que realizo, el que hago, soy el mejor, el más eficiente, aquel que siempre acierta en todo y, si no estuviera, la cosa no caminaría. ¡Retira todo eso, Señor! Yo quiero ser realmente humilde. ¡Vacíame de mi mismo!”
Tu hermano,
Mons. Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués

Lunes por la tarde... 250222019

Haz un alto en el día para calibrar el corazón y examinar el amor con que lo llevas adelante. ¿Cuánto has amado hoy? “El amor es concreto, está más en las obras que en las palabras” (Papa Francisco). 

“Dame gestos de amor para entregar a mis hermanos, que sea tu Corazón tierno el que los ame a través de mis manos y mis palabras. Sé tú Señor y no yo, el que se acerque a ellos. Que yo sólo sea una excusa para que ellos te encuentren a Ti”.
Relanza la segunda mitad del día deseando amar más.

«¡Todo es posible para quien cree!»

«¡Todo es posible para quien cree!» (Mc 9, 23)

«Si vuestra fe fuera como un grano de mostaza…, nada os sería imposible» (Mt 17,20). Todo lo podemos por la oración: si no recibimos es que hemos tenido poca fe, o que hemos orado poco, o que sería malo para nosotros que nuestra petición fuera atendida, o que Dios nos da alguna cosa mejor que lo que hemos pedido. Pero jamás dejaremos de recibir lo que pedimos por ser la cosa demasiado difícil de obtener: «Nada os sería imposible».

No dudemos en pedir a Dios incluso las cosas más difíciles, como es la conversión de grandes pecadores, de pueblos enteros. Pidámosle, pues, incluso aquellas cosas que creemos son las más difíciles, con la certeza de que Dios nos ama apasionadamente y que cuanto mayor es el don más desea hacerlo el que ama apasionadamente; pero pidámoslo con fe, con insistencia, con constancia, con amor, con buena voluntad. Y estemos seguros que si pedimos así y con mucha constancia, seremos escuchados y recibiremos la gracia pedida o una todavía mejor. Pidamos, con osadía, a nuestro Señor las cosas más imposibles de alcanzar cuando son para su gloria, y estemos seguros que su Corazón nos las concederá tanto más cuanto ellas parecen humanamente imposibles; porque dar lo imposible al que ama es agradable a su Corazón, y ¡cuánto nos ama él!

Charles de Foucauld
Meditaciones sobre el Evangelio: a propósito de las principales virtudes
«¡Todo es posible para quien cree!» (Mc 9, 23)

Meditación: Marcos 9, 14-29

Todo es posible para el que tiene fe. (Marcos 9, 23)

Al bajar de la montaña con Pedro, Santiago y Juan, Jesús se enteró de que los demás discípulos no habían podido expulsar al demonio de un muchacho poseso. Después de lamentar la falta de fe de sus amigos, echó al demonio y les dijo: “Esta clase de demonios no sale sino a fuerza de oración y de ayuno” (Marcos 9, 29), de lo que se desprende claramente que la fe y la oración son dos ingredientes vitales para presenciar la poderosa acción de Dios. Como lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:

“Tal es la fuerza de la oración, ‘todo es posible para quien cree’, con una fe ‘que no duda’. Tanto como Jesús se entristece por la ‘falta de fe’ de los de Nazaret y la ‘poca fe’ de sus discípulos, así se admira ante la ‘gran fe’ del centurión romano y de la cananea.” (CIC 2610)

Pero ¿qué es la fe? Así como el pajarillo percibe la luz que se aproxima y entona su trino para saludar la alborada cuanto todavía está oscuro, así también es la fe en Dios, que sabe que obtendrá lo pedido aun cuando parezca no haber esperanza. ¿Qué es la oración? Santa Teresita de Lisieux decía que es “un impulso del corazón; una sencilla mirada hacia lo alto del cielo, un grito de reconocimiento y amor, que acepta la prueba y el gozo al mismo tiempo.” En otras palabras, es tanto una humilde apertura y una confiada respuesta a la presencia y la voluntad de Dios.

¿Quieres tú experimentar libertad en tu vida? ¿Quieres ver que tu familiar o tu amigo recupere la salud por completo? Cree de todo corazón y ora con todas tus fuerzas, porque Jesús ha venido a liberar a todo su pueblo y no se alegra del sufrimiento de nadie. Cree que el Señor quiere curar y liberar a los que sufren y quitar el pecado que nos mantiene esclavizados. No dejes nunca de orar, ni siquiera hasta el último momento; más bien mantén una actitud de fe y confianza y sigue insistiendo. Ten la certeza de que, al poner la situación en manos de Jesús, el Señor prevalecerá según su sabiduría y su poder. Y lo mejor es hacer oración profunda y concentrada para obtener lo que pedimos, y mejor aún si lo acompañamos con ayuno, como lo recomienda el Señor.
“Jesús, Señor y Dios mío, te doy gracias por salvarme y librarme del pecado. Enséñame a creer más y a orar con más confianza. Señor, ¡quiero ver tu poder en acción el día de hoy! Amén.”
Eclesiástico 1, 1-10
Salmo 93, 1-2. 5

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Lunes por la mañana... 25022019

Recibe el nuevo día, el Señor te ama un día más y espera tu corazón abierto y dispuesto a amarlo. “Jesús le dijo: ¡Qué es eso de si puedes! ¡todo es posible para quien cree!” (Mc 9, 13-28).

Pon en manos del Señor todo lo que hoy vivas, confía en que Él hará fecundo tus trabajos, tus alegrías y tus dolores. “Señor aquí estoy con todo lo que soy y tengo. En tus manos lo pongo en ofrenda por la vida de quienes buscan consuelo en sus vidas”. Confía tu día al Señor.
Padrenuestro.

Buen día, Espíritu Santo! 25022019


HACER DISCÍPULOS

Vayan y hagan discípulos
Por Denise Bergeron

«Jesús se acercó a ellos y les habló así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”» (Mt 28,18-20).

¡Qué misión más bella fue la que Jesús encargó a los once discípulos en la montaña de Galilea! Quizá en su corazón usted se diga a sí mismo: «esto no es para mí». ¡Piénselo de nuevo! Sí, esta misión es para usted, para mí, para todos nosotros. Compartiré con usted algunos pensamientos sobre lo que significa ser un discípulo. Es sencillo. El discípulo es alguien que ha experimentado un encuentro personal con Jesús. Ha experimentado un encuentro profundo que cambia y da sentido a su vida.

Esta experiencia maravillosa de Pentecostés es una realidad perdurable. Este encuentro con Jesús vivo en el núcleo del ser lleva a examinar el ser interior y a acoger su renovación.

El Espíritu Santo le da:
▪ El descubrimiento de la belleza que usted tiene como hijo de Dios, el valor inestimable que usted tiene a sus ojos y la nueva libertad que posee, que viene de conocer su amor.
▪ Su docilidad. El Espíritu de Pentecostés entonces se manifiesta en su vida como un viento huracanado… como una presencia nueva que llena y fortalece, como un fuego que se propaga y da testimonio de Cristo resucitado.
▪ Sus dones y carismas. Son «brisas», mociones suaves y delicadas, persistentes y atractivas, que el Espíritu de amor, por su presencia, sopla sobre usted para darle el empuje, la valentía y la fuerza de servir a Dios fielmente.

El discípulo se empapa de la oración y de la Palabra de Jesús

Dedíquele tiempo al Señor. En esta etapa, dedique su tiempo no solo al servicio activo sino también a la oración. Jesús dijo: «cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6). Al acoger la Palabra de Vida, uno se encuentra con Jesús. Se descubren la compasión y la ternura del Padre, la Verdad de Dios y la verdad de nuestro ser. Todo el poder del apostolado se revela en este encuentro. Incluso cuando uno siente que no ha visto nada, que no ha entendido nada, un tiempo con Dios en intimidad, en el simple deseo de encontrarse con Él y entregarle el tiempo libremente, le hará descubrir cómo la Palabra se hace viva en su vida cotidiana.

El discípulo se compromete en fe y confía plenamente en Cristo
Siga el ejemplo de Pedro cuando Jesús dijo: «Rema mar adentro, y echen sus redes para pescar» (Lc 5,4). Es asombroso lo que Jesús le pide a Pedro. Sorprendentemente, Pedro, que cree en Jesús y decide confiar en Él, está dispuesto a intentarlo otra vez. «Maestro, hemos estado bregando toda noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes» (5). Entonces sucedió un milagro: «Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse» (6).

El Espíritu Santo modela en usted el corazón de un discípulo
El Espíritu Santo le hace un misionero. Le da preocupación por los demás y la necesidad de evangelizar el mundo de un modo u otro. Jesús difundió la ternura de Dios en el mundo. Para crecer y desarrollarnos, necesitamos esa ternura. Jesús experimentó el amor de Dios mismo. Experimentó un amor que lo rodea. La misión del discípulo de Jesús es traer la presencia y la ternura de Dios al mundo. El discípulo vive en obediencia al ejemplo de Jesús Jesús dice: «he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6,38), y: «mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4,34). En la devoción de Jesús vemos que su corazón tierno ha recorrido la Ley pero va mucho más allá de ella.

La obediencia a la que Jesús le invita no es una obediencia servil, infantil, que atrofia su crecimiento, sino más bien aquella que deja abierta la libre elección de complacer a su Amo. Es por eso que Jesús pone orden en su vida y le ayuda a tomar decisiones que nutran el amor y la confianza total en Él. Esta obediencia nunca coarta la libertad. Jesús fue libre, incluso cuando se sometió a la «orden» que había recibido del Padre.

Para convertirse en un discípulo de Jesús, usted necesita:
▪ Tomar el camino de la conversión —lejos del mal y la muerte— hacia Dios, la vida y la libertad.
▪ Profesar su fe a través del testimonio de vida, el carácter, la integridad y la caridad, sin importar cuál sea su circunstancia. Ser discípulo de Jesús significa estar en comunión:
▪ Comunión de oración. En la primera comunidad de Jerusalén, los discípulos «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hch 2,42).
▪ Comunión de fe: fe en la Iglesia, fe en la eficacia de la oración de intercesión en el Nombre de Jesús.
▪ Comunión de los sacramentos. El fruto de los sacramentos nos pertenece a todos. Un discípulo de Jesús permite que los dones espirituales y las riquezas recibidas en su bautismo den fruto al servicio de sus hermanos.
▪ Comunión de carismas. En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo «distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, […] para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia» (Lumen Gentium, 12). Sin embargo, «a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común» (1 Co 12,7).
▪ Comunión de caridad (cf. Rm 14,7). Jesús da una nueva perspectiva sobre la enfermedad y los enfermos. Insta a brindar compasión y sanación: «Y poniéndose en camino, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban» (Mc 6,12-13).

Que el Espíritu Santo le haga un discípulo con un corazón encendido por el Señor. Recuerde que la esencia de la misión de la Iglesia es mostrar la ternura de Dios.

fuente: Boletín ICCRs - Año 2012 numero 4

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 9,14-29.


Evangelio según San Marcos 9,14-29.

Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas.
En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo.
El les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?".
Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo.
Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron".
"Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuando estaré con ustedes? ¿Hasta cuando tendré que soportarlos? Tráiganmelo".
Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió,
y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos".
"¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree".
Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe".
Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más".
El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto".
Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie.
Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?".
El les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración".

RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

“Todo es posible para el que tiene fe”, contesta Jesús a la pregunta de si podía curar al niño que estaba poseído por un espíritu inmundo. El poder del Señor es eficaz, siempre lo utiliza para curar, liberar y ayudar a todo aquel que se lo pide y nunca lo usa para hacer exhibición de su condición de Hijo de Dios, pues bien sabía Él que ello podía alejar a la gente de verdadera imagen de Dios que quiere dar a conocer. Pero en esta liberación, Jesús nos enseña a confiar en el poder de la fe y en el poder de la oración cuando sus discípulos le vuelven a preguntar por qué ellos no han podido curar al niño. “Esta especie sólo puede salir con oración”, les dice.
Bastaría en nuestra oración de hoy meditar y repetir interiormente esta sentencia de Jesús: “todo es posible para el que tiene fe”. Y preguntarme en qué momento de mi vida estoy ahora; ponerme el termómetro de la fe para medir mi nivel de confianza en mi Dios y Señor, en Aquel que también quiere derramar su fuerza amorosa y su gracia en mí, para liberarme de aquellas ataduras que no me dejan ser libre, o que amargan mi existencia.

Nuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

TENGO FE, PERO DUDO, AYÚDAME


“Tengo fe, pero dudo, ayúdame”

Vienes a acercar tu oído y escuchar, vienes a abrir tus ojos y ver los prodigios que nos enseña la fe. Vienes a formarte una mirada nueva, vienes a crearte unos oídos escondidos. Estás invitado a oír cosas escondidas...; has sido llamado a ver realidades espirituales... Vienes a ver lo que todavía no eres y renovarte entrando en la nueva creación.
La Sabiduría estaba con tu Creador en sus obras primeras (Pr 8,22). Pero en la segunda creación es la fe la que estaba con él; en ese segundo nacimiento la fe le ayuda. La fe acompaña a Dios en todas las cosas, y hoy no hace nada nuevo sin ella. Le hubiera sido fácil hacerte nacer del agua y del Espíritu (Jn 3,5) sin ella y, sin embargo, no te hacer nacer al segundo nacimiento sin haber recitado antes el símbolo de la fe, el credo. Podía renovarte, y de viejo, hacerte nuevo y, sin embargo, no te cambia ni te renueva antes de haber recibido de ti, como prenda, la fe. Se exige la fe al que es bautizado, y es entonces cuando recibe del agua, los tesoros. Sin la fe todo es vulgar; cuando la fe viene, las cosas viles se manifiestan gloriosas. Sin la fe, el bautismo es de agua; sin la fe, los misterios que vivifican son pan y agua; sin el ojo de la fe, el hombre que ya era manifiesta únicamente eso que es; sin el ojo de la fe, los misterios son vulgares, y viles los prodigios del Espíritu.
La fe mira, contempla y considera secretamente el poder escondido en las cosas... Porque escucha: llevas en tu mano una parcela del misterio que, por su naturaleza, es pan vulgar; la fe lo mira como lo que es, el cuerpo del Único... El cuerpo ve pan, vino, aceite, agua, pero la fe obliga a su mirada a ver espiritualmente lo que no ve corporalmente, es decir, a comer el Cuerpo en lugar de pan, a beber la Sangre en lugar de vino, a ver el bautismo del Espíritu en lugar de agua, y el poder de Cristo en lugar de aceite.


Filomeno de Mabboug (¿-c. 523)
obispo de Siria
Homilía 3, 52-56

domingo, 24 de febrero de 2019

El Patio de María

En nuestra última luna, el patio de María se llena de ángeles para recordarnos la promesa de Dios:

"Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado.
Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él.
Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios."
Ex 23, 20-22

Un corazón semejante al corazón de Dios








«Un corazón humano, como el de Jesús, es un corazón divino… Está la gran calamidad del diluvio, está la gran calamidad de las guerras de hoy, donde la cuenta de la fiesta la pagan los débiles, los pobres, los niños, los que no tienen recursos para seguir adelante. Pensemos que el Señor está sufriendo en su corazón y acerquémonos al Señor y hablemos con él, digámosle: “Señor, mira estas cosas, yo te entiendo”. Consolemos al Señor: “Yo te comprendo y te acompaño”, te acompaño en la oración, en la intercesión por todas estas calamidades que son fruto del diablo que quiere destruir la obra de Dios»

Santo Padre Francisco
Homilía en Santa Marta 19.02.2019

Si tu trabajo no está impregnado de amor es inútil

«Haced el bien y prestad sin esperar nada» (Lc 6,).

Es posible que en tu apartamento o en la casa de al lado de la tuya, viva un ciego que se alegraría que le hicieras una visita para leerle el periódico. Puede ser que haya una familia que esté necesitada de alguna cosa sin importancia a tus ojos, alguna cosa tan simple como el hecho de guardarle su hijo durante media hora. Hay muchísimas cosas que son tan pequeñas que mucha gente no se da cuenta de ellas.

No creas que hace falta ser simple de espíritu para ocuparse de la cocina. No pienses nunca que sentarse, levantarse, ir y venir, que todo lo que haces no es importante a los ojos de Dios.

Dios no va a pedirte cuántos libros has leído, ni cuántos milagros has hecho. Te preguntará si lo has hecho lo mejor que has podido, por amor a él. ¿Puedes, sinceramente, decir: «He hecho todo lo que he podido»? Aunque lo más y mejor acabe siendo un fracaso, debe ser nuestro más y mejor. Si realmente estás enamorado de Cristo, por modesto que sea tu trabajo, lo harás lo mejor que puedas, con todo el corazón. Es tu trabajo quien dará testimonio de tu amor. Puedes agotarte en el trabajo, e incluso puedes matarte, pero en tanto que no está impregnado de amor, es inútil.

Santa Teresa de Calcuta, religiosa
Obras: Si tu trabajo no está impregnado de amor es inútil
No hay amor más grande.

Cuatro tipos de medidas

«Una medida generosa, colmada, remecida y rebosante» (Lc 6,38).

Nuestro Señor menciona cuatro tipos de medidas que se le darán al hombre: una medida generosa, una medida colmada, una medida remecida y una medida rebosante […] Comprended primero lo que es una buena medida. Consiste en que el hombre cumpla la voluntad de Dios, viva según sus mandamientos y los de la santa Iglesia […], que practique los sacramentos y sienta el dolor de sus pecados […], que ame a Dios y a su prójimo […] He aquí una vida verdaderamente cristiana […]; podemos llamarlo lo estrictamente necesario […] Cuando el hombre se inicia en la vida espiritual, se propone buenas prácticas exteriores, tales como oraciones, sacrificios, ayunos y otras formas particulares de devoción. Luego, esta es la medida colmada que se le da, a saber un ejercicio interior e íntimo, por el cual el hombre pone todo su celo en buscar a Dios en lo más profundo de su ser, porque es allí donde está el Reino de Dios (Lc 17,21). Hijos míos, esta vida es muy diferente de la primera, como correr es diferente de estar sentado. […]

Viene luego la medida remecida: es el amor desbordado. Este amor lo da todo, todas las buenas obras, toda la vida, todo el sufrimiento. Lleva en su vaso todo el bien que se hace en el mundo, por parte de todos los hombres, buenos o malos […]; todo está en la caridad […] El amor absorbe todo el bien que se encuentra en el cielo, en los ángeles y los santos, los sufrimientos de los mártires. Atrae hacia sí todo lo que hay de bueno en todas las criaturas del cielo y de la tierra, donde una gran parte se pierde o por lo menos parece que se pierde; la caridad no lo deja perder. […]

Viene luego la medida desbordante. Esta medida está tan plena, es tan abundante, tan generosa que se desborda por todas partes. Nuestro Señor toca con un dedo el vaso y enseguida se desborda de dones muy por encima de su capacidad […] Todo se esparce, se pierde en Dios y se hace uno con Él. Dios se ama a sí mismo en estos hombres, opera todas sus obras en ellos […] Así es como la medida de los corazones desbordantes se difunde por toda la Iglesia.

Juan Taulero, dominico
Sermón: Cuatro tipos de medidas.
Sermón 39, domingo 4º después de la Trinidad.