domingo, 31 de marzo de 2019

Ellos te hacen crecer




Siempre habrá alguien dispuesto a criticar; agradece tus críticos, pues ellos te hacen crecer. En aquel día, Jesús estaba rodeado de críticos, pero también de admiradores. Los publicanos, los pecadores admiraban a Jesús, querían oír sus palabras de sabiduría. Pero los fariseos, los maestros de la ley, los doctores, hacían críticas amargas: “Este hombre acoge a los pecadores, come con ellos”. Y fue entonces que Jesús contó la parábola del hijo pródigo o del padre misericordioso. Pero antes de contar la parábola El escuchó las críticas. Jesús oía los elogios de los admiradores, pero prestaba atención también a las críticas, aún cuando algunas veces fuesen por demás amargas.

Lc 15, 1-3.11-32
p. Joãozinho scj

DIOS QUIERE RENOVAR ESTA NACIÓN


Dios necesita miles de personas llenas del Espíritu Santo en todas partes, porque esa es la única manera de que nuestro pueblo sea transformado: a partir de hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, creciendo cada vez más en la gracia de este bautismo.
Aquellos que recibieron el Espíritu Santo, tomen en serio esa gracia. Dios quiere renovar esta nación, quiere realizar sanaciones, milagros y prodigios, quiere predicar Su Palabra. Él quiere transformar a la gente.
¡Es urgente, porque el Señor está cerca! "Esforcémonos por conocer al Señor: Su llegada es cierta como la aurora". Su venida es cierta como el sol de la mañana; entonces, esforcémonos por conocer al Señor.
No hay otra manera de llevar a Jesús a nuestros hermanos, llevarlos a la conversión, a una nueva vida, si no es a través del Espíritu Santo. No hay otra manera de cambiar nuestras familias, pues para que sean realmente familias cristianas es sólo por el poder del Espíritu Santo. ¡Ese es el secreto!

Tu hermano,
Monseñor Jonas Abib 
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués


El silencio como camino

"Una vida desprovista de un centro donde reinen el silencio y la tranquilidad fácilmente se vuelve engañosa. Si nos aferramos a los resultados de nuestras acciones como la única manera que tenemos de autoidentificarnos, nos volvemos posesivos, defensivos y dependientes de falsas identidades. En la soledad de la oración desenmascaramos paulatinamente el espejismo de nuestras dependencias y posesividades, y en el centro de nuestro propio yo descubrimos que nosotros no somos aquello que podemos controlar o conquistar, sino más bien aquello que nos es dado de lo alto para canalizarlo hacia otros. En la oración solitaria nos hacemos conscientes de que nuestra identidad no depende de lo que hemos logrado o poseemos, que nuestra productividad no nos define, y que nuestra valía no es la misma que nuestra utilidad".

Henri Nouwen

Meditación: Lucas 15, 1-3. 11-32

“Padre, dame la parte de la herencia que me toca.” Y él les repartió los bienes. (Lucas 15, 12)

En la conocida parábola del hijo pródigo, el hermano mayor siempre fue libre, pero actuaba como si fuera asalariado de su padre. Es cierto que no se fue lejos con parte del dinero de la familia, como su hermano menor, pero su falta de entendimiento le costó caro. Lleno de envidia y rencor le sacó en cara a su padre que nunca había podido dar una fiesta para sus amigos, pero sin darse cuenta de que su padre jamás le había negado nada. Si se lo hubiera pedido, habría tenido todo lo que quisiera. Pero la desconfianza y el orgullo le hicieron perder la oportunidad de amar y recibir amor.

¿A cuántos de nosotros nos sucede algo parecido? Dios nos ha dicho “Todo lo que tengo es tuyo”, pero no lo creemos y tratamos de ser mejores para “merecer” el favor de Dios. Nos portamos como asalariados, no como hijos ni herederos de Dios. Y por tener un concepto tan mezquino de nuestra propia vida, no llegamos a experimentar el amor inefable de nuestro Padre celestial.

¡Qué bueno sería darse cuenta de lo extremadamente generoso que es nuestro Señor! A veces uno piensa que a Dios solamente le interesan los “hijos pródigos”, que toda su misericordia y milagros se los tiene reservados a ellos y se olvida de los que han procurado ser fieles toda la vida. ¡Esto es absolutamente falso! El Padre ama de la misma manera a los que son “hijos mayores”.

Dios nos tiene reservada a todos una herencia eterna que viene con promesas y bendiciones que podemos empezar a aprovechar desde ahora mismo, en esta vida. Ya es hora de dejar de pensar que nuestra salvación depende de lo que hagamos con un sentido de deber o por temor, y entender que Dios nos ama sin reservas y que nunca dejará de hacerlo. Lo que a nosotros nos toca hacer es reconocer ese amor y alabar a Dios y compartir ese amor con los demás.
“Padre eterno, ¡qué maravilloso es tu amor! Te doy gracias porque me das todo lo que necesito, y te doy gracias por llamarme a tu lado para estrecharme entre tus brazos amorosos.”
Josué 5, 9. 10-12
Salmo 34(33), 2-7
2 Corintios 5, 17-21
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Celebración Penitencial 2019 # 2


Buen día, Espíritu Santo! 31032019


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.


Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.
El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'.
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'.
Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'.
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,
pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'.
Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.
Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

RESONAR DE LA PALABRA

La fiesta del perdón

En el camino de la Cuaresma, la conversión es uno de los elementos esenciales. Convertirse es dejar los caminos que nos llevan a la perdición y encontrar el camino correcto, el camino que nos lleva al Padre, que nos hace encontrarnos con los demás como hermanos y hermanas, que nos hace sentirnos en casa. Convertirse es volver a la casa del Padre.
La parábola del Evangelio de hoy nos habla precisamente de la conversión del hijo pródigo. Se había ido por otros caminos. Y, sin darse cuenta, se había extraviado y había derrochado lo mejor que tenía: el amor de su familia, el cariño de su padre, la seguridad que da el sentirse querido. Creyó que podía vivir por su cuenta. Estaba seguro de que con sus propias fuerzas podría conseguir todo lo que se propusiera. Y se encontró con el fracaso. Menos mal, que hundido en su pena, se dio cuenta de lo que tenía que hacer: volver a la casa de su padre. Su vuelta supuso reconocer su equivocación. 
Hay que notar que, cuando el hijo pródigo piensa en volver, prepara unas frases. Se las dirá a su padre para pedirle perdón: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. Pues bien, cuando el hijo llega a la presencia del padre, empieza a decir las frases que tenía pensadas. Pero el padre le corta. Lo que es más importante, no le deja terminar. Y así desaparece la última frase de las que el hijo pródigo tenía preparadas: “Trátame como a uno de tus jornaleros”. No sabemos si no la llegó a decir o si el padre no la quiso oír. Porque lo que prima en el encuentro entre el padre y el hijo es la alegría, el gozo del padre. 
A partir de ese momento, el protagonista de la parábola es el padre. El hijo es tratado como si no se hubiera llevado su parte de la herencia. Como si no la hubiera derrochado. Como si no se hubiese portado pésimamente con su padre y con su familia. Como si nada hubiera sucedido, el padre pide que se celebre una gran fiesta en la casa. Es la alegría del perdón, del reencuentro. Porque para el padre lo más importante es tener a la familia unida.
Para nosotros, Cuaresma sigue siendo una oportunidad para convertirnos. No hay que preparar muchas frases. Dios se va a poner muy contento de que volvamos a casa. Va a preparar una fiesta. ¿Por qué sentimos temor ante él? No hay ninguna razón. Él sigue saliendo todos los días al camino para ver si nos acercamos. ¿No estamos cansados ya de comer algarrobas pudiendo comer el banquete de amor y felicidad que Dios nos tiene preparado?

Para la reflexión

¿Qué significaría para mí en concreto convertirme, cambiar de vida? ¿Qué tengo que hacer para acercarme al Padre? ¿Soy capaz de perdonar a los que me han ofendido con la misma generosidad con que Dios me perdona y acoge?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 310319


«Me pondré en camino adonde está mi padre»

Si bien es cierto que no nos gusta la conducta de este joven, lo que nos hace horror es que se marchara de su casa: en lo que se refiere a nosotros, ¡no nos alejemos nunca de un padre como éste! Tan sólo la vista de este padre nos hace huir del pecado, rechaza la falta, excluye toda mala conducta y toda tentación. Pero, si ya nos hemos marchado, si hemos malgastado toda la herencia del padre en una vida desordenada, si hemos sido capaces de cometer cualquier falta o fechoría, si hemos caído en el abismo de la impiedad y en el hundimiento total, tengamos el buen momento de levantarnos y regresemos a un padre tan bueno invitados por un ejemplo tan bello. 
«Cuando todavía estaba lejos su padre lo vio y se conmovió, y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo». Os pregunto: ¿qué lugar hay aquí para la desesperación? ¿Qué pretexto para tener una excusa? ¿Qué falsa razón para temer? A no ser que se tema el encuentro con el padre, que se tenga miedo a sus besos y a sus abrazos; a no ser que se crea que el padre, cuando coge a su hijo por la mano, lo pone junto a su corazón y le aprieta con sus brazos, quiere tocar para recuperar, en lugar de recibir para perdonar. Pero si se diera un tal pensamiento que aplasta la vida, que se opone a nuestra salvación, es ampliamente vencido, ampliamente anonadado por lo que sigue: «El padre dijo a sus criados: Sacad enseguida el mejor traje para vestirlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado». Después de haber escuchado esto ¿podemos todavía demorarnos? ¿Qué esperamos para volver al padre?


San Pedro Crisólogo (c. 406-450)
obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Homilía sobre el perdón, 2,3

sábado, 30 de marzo de 2019

Meditación: Lucas 18, 9-14

Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador. (Lucas 18, 13)

El fariseo de esta parábola que nos narra Jesús en el Evangelio de hoy albergaba dos falsas ilusiones en su corazón: una, que él no era pecador, y la otra, que sus actos religiosos eran suficientes para ganarse el favor de Dios. Este hombre depositaba toda su confianza en lo que él hacía y le reclamaba a Dios su bendición.

En el otro extremo tenemos al cobrador de impuestos. Él no tenía ilusiones sobre sí mismo, sabía que su conducta no era la ideal; y no se autoproclamaba santo. Más bien, sabía lo muy necesitado de Dios que estaba y por eso suplicaba: “Dios mío, apiádate de mí que soy un pecador.” Aquello que no había en la oración del fariseo (humildad, reconocimiento de su necesidad y arrepentimiento) era precisamente lo que componía la plegaria del cobrador de impuestos.

Desde sus inicios, la Iglesia adoptó la oración de este cobrador de impuestos. En el Acto Penitencial de la Misa, rezamos “Señor, ten piedad”. Incluso en el canto del Gloria decimos: “Ten piedad de nosotros.”

Es más, en todo el mundo, los cristianos de diferentes tradiciones invocan el nombre del Señor y suplican su misericordia en la “Oración a Jesús”. Esta oración, que generalmente dice así: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí que soy pecador” es una perfecta profesión de fe, porque recoge lo esencial de lo que sabemos y creemos sobre el Señor. En estas pocas y simples palabras, confesamos nuestro pecado, suplicamos la misericordia de Dios y nos abrimos para recibir su perdón. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, esta oración es tan poderosa que, “el corazón está acorde con la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador” (CIC, 2667).

Intenta rezar la Oración a Jesús frecuentemente mientras haces tus actividades cotidianas: mientras conduces, durante los quehaceres del hogar, cuando haces una pausa en el día o cuando haces ejercicio. Rézala cada vez que venga a tu mente. Permite que las palabras de esta oración entren profundamente en tu corazón y te recuerden que el Señor siempre está dispuesto a ofrecerte su misericordia y su perdón. Permítele que te enseñe la misma humildad, confianza y apertura que tuvo el cobrador de impuestos. Luego, al igual que él, tú también podrás irte a “casa” en el cielo “justificado” (Lucas 18, 14).
“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros pecadores.”
Oseas 6, 1-6
Salmo 51(50), 3-4. 18-21
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Celebración Penitencial 2019 # 1


LOS FRUTOS CRECEN EN LA VULNERABILIDAD



"Hay una gran diferencia entre tener éxito y dar frutos. 
El éxito proviene de la fuerza, el control y la respetabilidad. La persona exitosa tiene la energía para crear algo, mantener el control de su desarrollo y ponerlo a la disposición de los demás en grandes cantidades. El éxito trae consigo muchas recompensas y muy a menudo la fama.
Los frutos, por el contrario, provienen de la debilidad y la vulnerabilidad. Y los frutos son únicos. Un niño es un fruto concebido en la vulnerabilidad; la comunidad es el fruto del fracaso compartido; y la intimidad es el fruto que crece en el roce de nuestras heridas. 
Recordémonos que el verdadero gozo proviene de los frutos y no del éxito".

Henri Nouwen
Pan para el viaje
LUMEN

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 18,9-14.


Evangelio según San Lucas 18,9-14.
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

La parábola que acabamos de escuchar en el evangelio de hoy contrapone a dos personas muy diferentes: uno, llamado fariseo, piensa que tiene ganada la salvación por su propio esfuerzo; el otro, llamado publicano, reconoce su condición de pecador y pide a Dios la gracia del perdón.
El fariseo le recuerda a Dios todas las cosas buenas que hace y le pide la paga. Y de paso desprecia al publicano, porque lo considera un hombre malo y se siente mucho mejor que él. Él no necesita nada de Dios y menos el perdón. El orgullo y la vanidad se han apoderado de su corazón: se cree bueno, pero está podrido.
Jesús desenmascara esta actitud y abiertamente declara que toda persona que delante de Dios se siente necesitada de amor y de compasión, vuelve a su casa perdonada. Pero el que se cree mejor que los demás y los desprecia, carga con el pecado más grave de todos.
En este tiempo de Cuaresma el Señor nos invita una y otra vez a acercarnos a Él con verdadero sentimiento de dolor por nuestras culpas y pecados –dice el evangelio que el publicano no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios ten compasión de mí porque soy un pecador”.
Las vidas de los santos nos ofrecen ejemplos maravillosos de arrepentimiento y conversión a Dios de verdad. Recordemos la oración de San Agustín: "Tarde te amé, hermosura tan antigua, y tan nueva, tarde te amé. Y he aquí que tú estabas dentro de mí, y yo fuera, y fuera te buscaba yo, y me arrojaba sobre esas cosas y personas que tú creaste tan bellas. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me mantenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Llamaste y gritaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti; te gusté y tengo hambre y sed de ti; me tocaste el corazón y me abrasé en tu amor".
San Agustín encontró a Dios y durante toda su vida experimentó su presencia. Fue el encuentro con la Persona de Jesús el que cambió su vida, como cambia la de cuantos, hombres y mujeres, en cualquier tiempo y lugar de esta tierra, tienen la gracia de encontrarse con Él. Pidamos al Señor que nos dé esta gracia y nos haga encontrar así su paz y su alegría.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 300319


“De la sobriedad en la oración”

Que el tejido de tu oración sea de un solo color. El publicano y el hijo pródigo se reconciliaron con Dios por medio de una sola palabra. Cuando ores, no busques palabras complicadas, mira que el simple tartamudeo de los niños a menudo ha tocado su Padre que está en los cielos. No busques hablar mucho cuando ores, tu espíritu puede distraerse buscando palabras. Una sola palabra del publicano apaciguó a Dios y un solo grito de fe salvó al buen ladrón. Ser locuaz en la oración dispersa seguido al espíritu y lo llena de imágenes, por lo que repetir una misma palabra ordinariamente lo dispone al recogimiento. Si una palabra de tu oración te llena de dulzura o de arrepentimiento, permanece en ella, pues eso significa que nuestro ángel de la guarda está allí, orando con nosotros.
Pide en la tribulación, busca por la obediencia y toca por la paciencia. Pues quién pide así recibe; quién busca encuentra, y a quién toca a la puerta le abren.
Quien mantiene sin descanso el bastón de la oración no tropezará. E incluso si cae, su caída no so será definitiva. Pues la oración es una tiranía piadosa ejercida sobre Dios.


San Juan Clímaco (c. 575-c. 650)
monje en el Monte Sinaí
La Santa escala (frm trad.evangelizo.org©)

viernes, 29 de marzo de 2019

Escuchar


Meditación: Marcos 12, 28-34

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12, 30-31)

Las enseñanzas de Jesús que leemos en el Evangelio son claras, sabias y no son complicadas; somos los humanos los que tendemos a complicarlo. Pensamos que si hacemos lo bueno y evitamos lo malo, ganaremos puntos para alcanzar el premio celestial. Sin embargo, por mucho que hagamos algo o no hagamos nada, probablemente estemos pasando por alto la esencia misma del Evangelio: Que Jesús simplemente nos llama a entregarnos de corazón a la gracia divina y al servicio de su pueblo. ¡Dos mandatos sencillos, pero eficaces!

Qué reconfortante es escuchar que, en lugar de tener que observar una larga lista de mandamientos y prohibiciones, lo que se nos pide es amar como Dios ama. Jesús simplificó la ley, pero sigue pidiéndonos una entrega total: “Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes” (Juan 15, 12). El mismo Jesús, llevando nuestros pecados en la cruz, demostró lo ilimitado que es su amor. Cuando esta revelación ilumina nuestro corazón, sentimos un deseo natural e irresistible de reciprocar el amor del Señor y reemplazar las actitudes de desconfianza y egocentrismo que siempre hemos tenido por una vida de entrega sincera y obediente fidelidad.

Milagrosamente, este “morir” con Cristo nos lleva a una vida totalmente nueva, en la que deseamos tratar al prójimo con el mismo amor que hemos recibido. Así, libres ya de la antigua vida de egoísmo, podemos amar a nuestros semejantes ayudándoles a llevar sus cargas (v. Gálatas 6, 2), orando por ellos y siendo instrumentos aptos para que ellos profundicen su relación con Cristo. Lo maravilloso es que cuando hacemos todo esto, escuchamos que Jesús nos dice a cada uno: “No estás lejos del reino de Dios” (Marcos 12, 34).

Si nos dedicamos a obedecer estos dos mandamientos, podemos tener la plena certeza de que Cristo nos llevará a una comunión más profunda consigo. No es necesario observar una lista de mandatos y prohibiciones, sólo tenemos que rendirnos de corazón al Señor y dejar que su amor nos llene por completo: “Él siempre procede con amor y verdad” (Salmo 25, 10).
“Jesús, Señor nuestro, ayúdame a amarte a ti y a tu pueblo con sencillez de corazón. Quiero complacerte y acercarme cada día más a tu Reino, siendo dócil a tu voluntad y procurando reflejar tu amor ante los demás.”
Oseas 14, 2-10
Salmo 81(80), 6-11. 14. 17

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 29032019


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 12,28b-34.


Evangelio según San Marcos 12,28b-34.
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

El encuentro con este hombre de buena voluntad, doctor de la Ley, y sobre todo buscador de la verdad, fue para Jesús una gran alegría. ¡Lo vio tan cerca del reino de Dios!
También en los tiempos de Jesús había una seria preocupación por conocer en concreto la voluntad de Dios, pues un número exagerado de disposiciones y normas impedía ver con claridad lo que era realmente importante y decisivo para encontrarse con el Dios del cielo.
La respuesta de Jesús se caracteriza por la claridad con que reconoce el buen deseo de este doctor de la Ley. Ha sabido unir el amor a Dios y el amor al prójimo. Jesús reforzará esta afirmación. Sólo el amor a Dios hace posible el amor al prójimo, y sólo cuando amamos de verdad al prójimo demostramos que es verdadero nuestro amor a Dios nuestro Padre.
Los santos nos enseñan con su vida y ejemplos esta verdad tan maravillosa del evangelio.
Decía santa Teresa de Calcuta:
"Yo creo en la relación de persona a persona. Para querer a una persona, hay que acercarse a ella. Si esperamos tener un buen número de personas, nos perdemos en los números. Cada persona para mi es Cristo, y puesto que hay un único Jesús, la persona que tengo delante es para mí la única persona en el mundo en aquel momento.
Además, como no podemos ver a Cristo, no podemos expresar nuestro amor por Él.
Pero al vecino podemos verle y podemos hacer por él lo que haríamos por Cristo si le viéramos.
Por eso para que nuestro trabajo sea fructífero y hermoso debemos hacerlo con mucha fe.
Con fe en Cristo que nos dice: "Tenía hambre, estaba desnudo, enfermo, sin casa, era extranjero... y me ayudaste”.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

AMAR A DIOS Y AMAR A SU PRÓJIMO


Amar a Dios y amar a su prójimo

La historia del amor entre Dios y el hombre consiste en el hecho que esta comunión crece con la comunión de pensamiento y de sentimiento, y así nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la voluntad de Dios ya no es para mí una voluntad extraña cuyos mandamientos se imponen desde el exterior, sino que es mi propia voluntad basada en la experiencia de que, de hecho, Dios me es más íntimo que yo a mí mismo (San Agustín). Es entonces cuando crece el abandono en Dios el cual pasa a ser nuestro gozo. (cf Sl 72, 23-28).
Así se nos revela posible el amor al prójimo en el sentido definido por la Biblia, por Jesús. Consiste precisamente en el hecho que, en Dios y con Dios, yo amo también a la persona que no aprecio e incluso que ni tan sólo conozco. Esto no se puede dar si no es a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que llega a ser comunión de voluntad y llega a afectar el sentimiento. Es entonces cuando aprendo a mirar a esta otra persona no solamente con mis ojos y mis sentimientos, sino según la perspectiva de Jesucristo: su amigo es mi amigo... Veo con los ojos de Cristo y puedo dar al otro mucho más que las cosas que le son necesarias exteriormente: puedo darle una mirada de amor de la que él tiene necesidad.


Benedicto XVI
papa 2005-2013
Encíclica «Deus caritas est» § 17 – 18

jueves, 28 de marzo de 2019

Interioridad

¿Cuál es el «lugar» en que cada uno de nosotros entra en contacto con el Dios vivo?
En sentido universal y sacramental este «lugar» es la Iglesia, pero en sentido personal y existencial es nuestro corazón, lo que la Escritura llama «el hombre interior», «el hombre escondido en el corazón». A esta elección nos impulsa también el tiempo litúrgico en que nos encontramos. Jesús en estos cuarenta días está en el desierto, y es allí donde lo debemos alcanzar. No todos pueden ir a un desierto exterior; pero todos podemos refugiarnos en el desierto interior que es nuestro corazón. «En la interioridad del hombre habita Cristo», nos ha dicho Agustín.
fray R Cantalamessa
2da. Meditación de Cuaresma - 2019

Entrad








«¡Entrad de nuevo en vuestro corazón! ¿Dónde queréis ir lejos de vosotros? Yendo lejos os perderéis. ¿Por qué os encamináis por carreteras desiertas? Entrad de nuevo desde vuestro vagabundeo que os ha sacado del camino; volved al Señor. Él está listo. Primero entra en tu corazón, tú que te has hecho extraño a ti mismo, a fuerza de vagabundear fuera: no te conoces a ti mismo, y ¡busca a aquel que te ha creado! Vuelve, vuelve al corazón, sepárate del cuerpo… Entra de nuevo en el corazón: examina allí lo que quizá percibiste de Dios, porque allí se encuentra la imagen de Dios; en la interioridad del hombre habita Cristo, en tu interioridad eres renovado según la imagen de Dios»

San Agustín

CURADOS PARA ADORAR, ADORAR PARA SER CURADOS


Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada». Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. (Mar. 5,21-29)Observa la fe de esa mujer que apenas había oído hablar de Jesús. Mi hermano, hoy, el Señor quiere levantar tu fe. Tal vez ya te has acostumbrado a Él; tal vez, ya no creas más. ¡Ahí está el desastre! La gran sanación que Dios quiere hacer en tu vida es la sanación de tu fe.Esta Palabra que estamos leyendo, aconteció con aquella mujer y está sucediendo hoy contigo. Mis hermanos, ella ni tocó a Jesús, sólo las orillas de Su manto.Jesús te está tocando, está tocando tus enfermedades. Entonces, tócalo a Él y cree que Él te está tocando. Mientras la mujer contaba al Señor su historia, llegó alguien con la noticia de que la hija de Jairo había muerto. ¡Imagínate lo que pasó en el corazón de Jairo! Al escuchar la noticia, Jesús le dijo a Jairo: "No temas, cree solamente."

Tu hermano,
Monseñor Jonas Abib 
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués


Meditación: Lucas 11, 14-23

Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. (Lucas 11, 17)

El amor, la paz y la unidad son características del Reino de Dios; pero en el mundo de la incredulidad y la desobediencia, lo que sucede es todo lo contrario. Lo grave es que muchos niegan la existencia del diablo y hasta dudan del peligro de la condenación eterna, porque consideran que Satanás no existe o no tiene importancia en el drama de la salvación. Pero no es así como Jesús lo explicó.

Satanás es sin duda un personaje verdadero empeñado en desvirtuar, retorcer y pervertir la creación de Dios. Por ejemplo, una de las estrategias más frecuentes y eficaces que usa es sembrar la duda en la mente de las personas, a fin de que desconfíen del amor de Dios y busquen el placer y la satisfacción en otras relaciones. En efecto, ¿cuántas personas se han visto atrapadas por el falso amor de la promiscuidad sexual? Satanás procura hacernos dudar de que Dios provee para nuestras necesidades, a fin de que busquemos un malsano sentido de autosuficiencia. Baste pensar en aquellos que han alcanzado la cima del éxito financiero, pero que han pagado el enorme precio de la destrucción de sus matrimonios y familias. El demonio quiere hacernos dudar de la misericordia y el perdón de Dios, a fin de mantenernos atrapados en la cárcel de la desconfianza, el remordimiento y la inseguridad.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Poner toda nuestra confianza en las promesas de Dios. Cada vez que tengas la tentación de dudar del amor del Padre, recuerda que nada ni nadie te puede separar de su amor (Romanos 8, 35-39); cuando sientas el impulso de dudar de la providencia del Señor, recuerda que Dios cuida de las flores del campo y las aves del cielo y que se complace más aún en darte todo que necesitas (Lucas 12, 22-34). Siempre que dudes del perdón de Dios, recuerda que el Señor es rico en misericordia y lento a la ira (Efesios 2, 4; Salmos 103, 12). ¡Estas son verdades sobre las que puedes afianzar tu vida! Recuerda: El que está en ti es más grande que el que está en el mundo (1 Juan 4, 4). Además, el Señor nos dejó el Sacramento de la Confesión, en el cual, si nos arrepentimos de verdad, él nos perdona y nos sana.
“Gracias, amado Señor Jesús, porque me has hecho partícipe de la gracia de tu victoria por el Bautismo; por eso creo firmemente que nada me puede separar de tu amor.”
Jeremías 7, 23-28
Salmo 95(94), 1-2. 6-9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 28032019


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,14-23.


Evangelio según San Lucas 11,14-23.
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada,
pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.
Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras,
pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

“Si yo expulso los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros”, dice Jesús en el evangelio. Toda su vida revela que actúa con el poder de Dios para hacer que el bien reine en este mundo. Pero algunos no quieren de ninguna manera que Dios reine, por eso levantan calumnias contra Jesús.
La escena del evangelio de hoy es una muestra de lo que significa juzgar a alguien injustamente, sin tener en cuenta si es verdad o no lo que de él se dice. Lo único que se pretende es hacer daño.
Seguramente alguna vez en nuestra vida también nosotros hemos experimentado acusaciones falsas sobre lo que hemos hecho o hemos dicho. ¡Y cuánto nos duelen esas palabras! ¡Y cuánto daño causan en la comunidad! El Papa Francisco con cierta frecuencia hace referencia a los pecados de la “lengua que mata”. Y nos sugiere que una penitencia cuaresmal muy oportuna es: “Antes de hablar mal de otro ¡muérdete la lengua!”
Os cuento esta anécdota: "¡Qué sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero!", le comentó una mujer a su marido. "Quizás necesita un jabón nuevo, ojala pudiera ayudarla a lavarlas", decía, mientras el marido la miraba sin decir palabra.
Cada dos o tres días, la mujer repetía el mismo discurso parada frente a la ventana, viendo cómo tendía la ropa su vecina.
Un mes después la mujer se sorprendió al ver a su vecina tendiendo sábanas blancas como nuevas, ¡inmaculadas! De inmediato, le comentó a su esposo: "¡Mira, al fin aprendió a lavar su ropa nuestra vecina, ¿Quién le habrá enseñado?"
A lo que el marido respondió: "Nada de eso, querida, lo que pasó fue que hoy me levanté más temprano y limpié los vidrios de nuestra ventana".
El Señor pide nuestra colaboración para construir en este mundo el reino de Dios. Somos débiles, somos pecadores y fallamos mil veces. Pero este tiempo de Cuaresma nos invita todos los días a revisar nuestros pensamientos, palabras y acciones para que Dios reine en nuestro corazón. 
Un vaso de agua dado por su amor es ya un paso adelante del reinado de Dios en esta tierra, donde el dinero y el interés son los que mandan.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 280319


“El que no recoge conmigo, desparrama”

Bajo las burlas, tu Maestro no se enfada, ¿y tú te pones nervioso? Él soporta salivazos, bofetadas, latigazos, ¿y tú no puedes escuchar una palabra dura? Él acepta la cruz, una muerte deshonrosa, la tortura de los clavos, ¿y tú no aceptas cumplir los oficios menos honrosos? ¿Cómo vas a participar de su gloria (1P 5,1) si no aceptas participar de su muerte deshonrosa? Verdaderamente, resulta inútil que hayas abandonado las riquezas si no quieres tomar la cruz como él mismo lo ordenó con su palabra de verdad. “Vende lo que tienes y dáselo a los pobres” ordenó Cristo al joven y también a nosotros, “y toma tu cruz”, y “sígueme” (Mt 19,21.16,24). Has distribuido bien tus riquezas, pero sin aceptar tomar la cruz, es decir, soportar valientemente los asaltos de todas las pruebas; te has apartado del camino de la vida y separado, para tu desgracia, de tu dulce Dios y Señor.
Os ruego, hermanos, que observemos todos los mandamientos de Cristo, que por amor al Reino de los cielos, soportemos hasta la muerte las pruebas que nos asaltan, a fin de participar de la gloria de Jesús, de la vida eterna y de heredar el disfrute de los bienes indecibles en Cristo Jesús, nuestro Señor.


Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022)
monje griego
Catequesis 27

miércoles, 27 de marzo de 2019

DIOS NOS CREÓ PARA AMAR


Amar es nuestra vocación. A los que fueron llamados les fue dada la capacidad de darse a conocer, con un empeño creciente, a los otros miembros del cuerpo del que forman parte.
Todos los que fueron llamados también fueron entrenados. La cuestión es ir dando los pasos en cooperación a la gracia recibida. La cuestión es ir haciendo un trabajo de crecimiento personal para tener poco a poco coraje para darse a conocer. Y para ir asumiendo, paso a paso, el largo camino de sanación, dejándose conocer por aquellos que vamos descubriendonos como miembros del mismo cuerpo.
No se trata aquí de revelarse a todos igualmente. Naturalmente, Dios ya nos creó más cercanos y más ligados a algunos. Es por esos que tenemos que empezar, dando pasos con el empeño cada vez mayor de darnos a conocer.

Tu hermano,
Monseñor Jonas Abib 
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués


PADRE, DANOS EL PAN


«Así, Jesús nos enseña a pedirle al Padre el pan de cada día. Y nos enseña a hacerlo unidos con tantos hombres y mujeres para quienes esta oración es un grito, – que a menudo se lleva dentro- y que acompaña la ansiedad de cada día. ¡Cuántas madres y padres, incluso hoy, se van a dormir con el tormento de no tener en la mañana pan suficiente para sus hijos! El pan que el cristiano pide en oración no es “mío”, sino “nuestro”. Esto es lo que quiere Jesús. Nos enseña a pedirlo no solo para nosotros, sino para toda la fraternidad del mundo. Si no se reza de esta manera, el “Padre Nuestro” deja de ser una oración cristiana. “¡Todos somos tus hijos, Padre, ten piedad de nosotros!”. Y ahora nos hará bien detenernos unos momentos y pensar en los niños hambrientos. Pensemos en los niños que están en los países en guerra: en los niños hambrientos de Yemen, en los niños hambrientos de Siria, en los niños hambrientos de todos esos países donde no hay pan, en Sudán del Sur. Pensemos en esos niños y pensando en ellos digamos juntos, en voz alta, la oración: “Padre, danos hoy nuestro pan de cada día”»

Francisco
Audiencia General 27-03-19
Viñeta: Leonan Faro

Meditación: Mateo 5, 17-19

He venido. . . a darles plenitud (Mateo 5, 17)

Jesús les dio un claro mensaje a sus discípulos: él no había venido a abolir la ley ni los profetas. No quería eliminar nada; venía a dar plenitud. Demos gracias al Señor por la forma en que él da plenitud a todas las cosas:

“Señor Jesús, gracias porque viniste a cumplir cabalmente la ley. Fuiste perfecto en la forma en que amaste a Dios y amaste a tu prójimo. Tu amor fue tan profundo que te ofreciste en la cruz para que nosotros pudiéramos reconciliarnos con tu Padre que está en el cielo.

Gracias, Señor, también porque el ser humano era en realidad incapaz de cumplir tus leyes y hacer tu voluntad, pero tú, en tu santa humanidad, cumpliste a plenitud la voluntad del Padre.

“Gracias Señor, porque no te detuviste ahí. También nos mostraste cómo hemos de cumplir nosotros el sentido de la ley. Cada una de tus enseñanzas nos mostró cómo podemos amar a Dios y a nuestro prójimo tal como tú lo hiciste. Tú sanaste y perdonaste, tendiste la mano a los marginados, obedeciste la voluntad de tu Padre; cumpliste la ley y también nos enseñaste a nosotros a cumplirla.

“Y eso no fue todo, Señor. También diste cumplimiento perfecto a las palabras de los profetas. Tú eres el ‘sí’ a cada una de las promesas de Dios. Tú eres Emmanuel, Dios con nosotros, concebido por la Virgen María. Tú eres el Hijo de David, nacido en Belén, que vino a establecer un reino eterno de paz y amor. Tú eres el siervo escogido por Dios, que trae justicia y sanidad a todos.

“Divino Jesús, tú viniste incluso a darme plenitud a mí. Gracias por crearme con un potencial increíble. Tú me has concedido la capacidad de conocerte; me has dado dones específicos y talentos para glorificarte. Tú me ayudas cada día a descubrirlos y me enseñas a desarrollarlos. Tú me ayudas a vencer el pecado para reconocer tus dones en otras personas. Tú me enseñas a rezar y amar a Dios para crecer como la persona que tú quieres que yo sea.

“Amado Jesús, te doy gracias y te alabo. Tú has venido a darle plenitud a todas las cosas. Gracias porque has cumplido tu promesa para mí también. Tú me has creado, me amas y anhelas que yo sea todo lo que tú anhelabas que yo fuera al crearme.”
“Señor, te doy infinitas gracias porque sé que yo, por mucho que lo quiera o lo intente, jamás podré cumplir todos los mandamientos de la Ley, pero sé que tú los has cumplido por mí y que tú eres mi plenitud.”
Deuteronomio 4, 1. 5-9
Salmo 147, 12-13. 15-16. 19-20
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 27032019


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,17-19.


Evangelio según San Mateo 5,17-19.
Jesús dijo a sus discípulos: 
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Las enseñanzas de Jesús no pretenden abolir lo que está escrito en el Antiguo Testamento, sino darle plenitud. El Señor ha preparado a su pueblo a través del Antiguo Testamento para terminar aceptando la Palabra definitiva de Dios en la revelación de la persona de Jesús, que es quien da su verdadero sentido a todo lo escrito en el Antiguo Testamento.
Y al mismo tiempo nos invita a orientar y ordenar nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios. Es la luz interior que Dios nos da la que nos ayuda a discernir lo bueno de lo malo. Y nos anima a no desfallecer a pesar de nuestros errores. Nadie es perfecto, pero no podemos caminar a oscuras por la vida. Tenemos que estar seguros de lo que es bueno delante de Dios y saber realizarlo.
Nuestra vida por humilde que sea tiene un gran valor. Pero no siempre sabemos si lo que hacemos está bien hecho. De ahí la importancia que tiene la Sagrada Biblia para darnos luz en el camino de la vida. Muchos seguramente dedicáis ilusión y tiempo para leerla en casa y estudiarla. Es el tiempo mejor empleado para recibir la fortaleza y la luz que todo cristiano necesita. Así alimentamos nuestra conversación con nuestro papá Dios y tomamos fuerzas ante los desafíos que la vida nos presenta cada día.
Los autores que han escrito la Sagrada Biblia lo han hecho bajo la luz del Espíritu Santo. Por eso la mejor forma de estudiarla es rezando primero al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos guíe a fin de encontrar la verdad y ponerla por obra.
En el evangelio vemos cómo Jesús acudía con su comunidad de Nazaret a la sinagoga, leían la Biblia y la comentaban. En la liturgia de la Iglesia, en la Misa, siempre se lee la Biblia primero y luego se comenta para iluminar la vida de cada uno de los presentes. Suele ser el momento más delicado porque me tengo que preguntar qué me está diciendo a mí personalmente mi Padre del cielo, cómo lo pondré en práctica.
Justamente hoy el salmo nos dice: ¡Ojalá escuchéis la voz del Señor: No endurezcáis el corazón!

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 270319


“No he venido a abolir la Ley sino a darle plenitud.” (cf Mt 5,17)

La gracia, antes velada en el Antiguo Testamento, ha sido revelada plenamente en el evangelio de Cristo por una disposición armoniosa de los tiempos, tal como Dios tiene por costumbre disponer armoniosamente todas las cosas... Pero, dentro de esta admirable armonía uno constata una gran diferencia entre dos épocas. En el Sinaí, el pueblo no se atrevía acercarse al lugar donde el Señor dio su Ley. En el cenáculo, el Espíritu Santo desciende sobre aquellos que se habían reunido esperando el cumplimiento de la promesa (cf Ex 19,23; Hch 2,1). Antes, el dedo de Dios había grabado sus leyes sobre tablas de piedra; ahora la ha escrito en los corazones de los hombres (2Cor 3,3). Antes, la Ley estaba escrita por fuera e inspiraba miedo a los pecadores; ahora, les es dada interiormente para justificarlos...
En efecto, como lo dice el apóstol Pablo, todo lo que está escrito en tablas de piedra: -No cometerás adulterio, no matarás, no codiciarás-, y otras cosas semejantes se resumen en el único mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,18). El amor al prójimo no hace mal a nadie. La plenitud de la Ley es el amor (Rm 13, 9-10)... Este amor ha sido “derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5).

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Del espíritu y la letra, 28-30; PL 33, 217ss