martes, 30 de abril de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,7b-15.


Evangelio según San Juan 3,7b-15.
Jesús dijo a Nicodemo: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".
"¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.

RESONAR DE LA PALABRA

Apreciados hermanos y hermanas:

Camino de la pascua descubrimos en los textos bíblicos toda una catequesis. Estamos invitados a comprender como los seguidores y seguidoras de Jesús llevan adelante la propuesta del Reino por él iniciada.
Lo que leemos en el episodio de Hechos, más allá de ser un cuadro idealista de las relaciones comunitarias, es un acto de protesta contra las injusticias que provocaba el sistema político, económico y religioso. Se favorecía la concentración de poder y riqueza en ciertos grupos y se dejaba sin oportunidades a las grandes mayorías. Los discípulos y discípulas del resucitado, buscan revertir ese orden de cosas, construyendo comunidades que defiendan la igual dignidad de sus miembros y el bienestar de todos y todas. No es casualidad que la comunidad a la que se dirige el evangelista esté llamada, desde la figura de Nicodemo, a «nacer de nuevo». Están siendo invitados a una nueva forma de relacionarse, con los demás y con el mundo, que los impulse a la transformación de las estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas. Sólo desde una vida capaz de morir a sí misma, como lo hizo Jesús, es posible hacer brotar el verdadero amor.
Necesitamos derribar los muros que hoy nos separan y nos impiden vivir como hermanos y hermanas. ¿Seremos los y las creyentes capaces de apostar por economías alternativas que generen oportunidades para los descartados del sistema-mundo?
Es lamentable el pensamiento de aquellos que no ven alternativa, y vislumbran inevitablemente el fin de la humanidad. Antes que pensar en el fin de la humanidad deberíamos de plantearnos, seriamente, el fin de este sistema político-económico que parece estar encaminándonos hacia el abismo.

Fredy Cabrera
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 300419


“Para que todo el que cree, obtenga por él la vida eterna”

Mi Señor y mi Dios,

me has conducido por un camino oscuro, pedregoso y duro.

A menudo, mis fuerzas parecían querer abandonarme, 

ya casi no esperaba ver un día la luz. 

Mi corazón se iba petrificando en un sufrimiento profundo, 

cuando la claridad de una dulce estrella se levantó a mis ojos.

Fielmente me guió y yo la seguí

con paso tímido primero y más seguro después.

Finalmente llegué delante de la puerta de la Iglesia.

Ella se abrió. Pedí entrar. 

Tu bendición me recibe por las palabras de tu sacerdote.

En el interior unas estrellas se suceden,

unas estrellas de flores rojas que me indican el camino hasta ti… 

Y tu bondad permite que iluminen mi camino hacia ti.

El misterio que debía guardar escondido en lo profundo de mi corazón,

puedo desde entonces proclamarlo en voz alta: 

¡Creo, confieso mi fe! 

El sacerdote me conduce hasta las gradas del altar, 

inclino la frente, 

el agua santa corre sobre mi cabeza.

Señor ¿es posible que alguien pueda renacer 

cuando ya ha transcurrido la mitad de su vida? (Jn 3,4).

Tú lo has dicho y para mí se ha hecho realidad.

El peso de las faltas y las penas de mi larga vida me han dejado.

¡De pie, he recibido el manto blanco colocado sobre mi espalda, 

símbolo luminoso de la pureza!

Llevé en mi mano el cirio

cuya llama anuncia que arde tu vida santa en mí.

Mi corazón desde entonces se convirtió en el pesebre que espera tu presencia.

¡Por poco tiempo! 

María, tu madre, que es también la mía, me ha dado su nombre. 

A medianoche deja en mi corazón su hijo recién nacido.

¡Oh! Ningún corazón humano puede concebir

lo que tú preparas a los que te aman (1Cor 2,9). 

Tú eres mío desde ahora y ya nunca más te dejaré.

Dondequiera que vaya la ruta de mi vida, tú estás conmigo.

Nada podrá separarme jamás de tu amor (Rom 8,39).

Santa Teresa Benedicta de la Cruz
Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
Poema “Noche Santa” (traducido de “Malgré la nuit”, Ad Solem, 2002, 21; sc©Evangelizo.org)

lunes, 29 de abril de 2019

RESUCITEMOS NUESTRA FE EN CRISTO


"Ella (María Magdalena) fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y lo había visto, no le creyeron " (Mc. 16,10-11).
La Buena Nueva, la noticia nueva que es buena para siempre y para nuestro corazón, es que Él está vivo y resucitado. Quien lo experimentó, quien lo vio testificará a quien no le ha visto, a quien está incrédulo, triste y desanimado, a quien tiene el corazón desalentado, la certeza de que resucita también nuestro corazón y nuestra vida, la certeza de que Jesús está vivo y resucitado.
Lo que el evangelista Marcos narra son las incredulidades manifestadas de diversas maneras. Muchos no creyeron en el testimonio de Magdalena. Jesús se apareció a dos de sus discípulos con otra apariencia, ellos también anunciaron que vieron a Jesús, pero tampoco dieron crédito a estos dos discípulos. Jesús también se apareció a los once, comió con ellos, y Jesús los reprendió a causa de la dureza de corazón, a causa de la falta de fe y porque no habían creído en el testimonio de la resurrección.
Nosotros somos estos discípulos, pues, muchas veces, permanecemos incrédulos, con el corazón endurecido; y si el corazón no se abre, no se dilata ni se sumerge en Dios, en la experiencia viva con Él, tampoco experimenta al Resucitado, ni cree en Él y Su Palabra no actúa ni penetra en nosotros.
No dejemos que nuestro corazón sea tomado por la insensibilidad, porque, lentamente, de a poco, nos va a faltar fe.
Existe una dureza que percibo cada vez más presente en medio de nosotros, y esa dureza se llama "indiferencia". Vamos a la Misa, pero, muchas veces, estamos sólo de cuerpo presente, porque el corazón no consigue absorber, no consigue experimentar, no consigue sumergirse en la presencia del Resucitado. Algunas veces, son los ruidos dentro de la iglesia, pero no es principalmente el ruido que viene de fuera, es el ruido que viene de dentro, es el ruido que nos está inquietando, perturbándonos, está creando toda esa ansiedad que nos rodea, que no nos permite escuchar, experimentar ni ver al Señor.
No dejemos que nuestro corazón sea tomado por la insensibilidad, porque, en poco tiempo, nos va a faltar fe, el corazón se va a endurecer. No basta saber que Jesús está vivo, pues los discípulos lo sabían, pero estaban viviendo una experiencia muerta, porque no dejaron la fe resucitar con Él.
O permitimos a Jesús resucitar nuestra fe o no experimentaremos los frutos de su resurrección en nuestras vidas. Salgamos de la insensibilidad, de la frialdad, de la indiferencia, no coloquemos nuestro corazón en aquello que nos perturba, sino más bien pongamos nuestro corazón en aquello que nos da la paz.
La paz que nuestro corazón precisa y necesita está en la experiencia con el Resucitado.
¡Dios te bendiga!

Roger Araujo
Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués


Cerco en mi día a día TERCER SEMANA



San Ambrosio escribe que la Virgen María, no sólo fue purísima sino que comunicaba la castidad y pureza a cuantos la miraban, y lo mismo hace ahora desde el cielo con los que acuden a su patrocinio.

De san Bernardino de Sena escribe san Antonio, que logró singulares triunfos en la virtud de la castidad con la protección de María santísima. En esta tercer semana de nuestro "Cerco de Jericó en el día a día" te proponemos vivir la oración bajo la intercesión de Nuestra Señora.

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 3,1-8.


Evangelio según San Juan 3,1-8.
Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos.
Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él".
Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. "
Nicodemo le preguntó: "¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?".
Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
No te extrañes de que te haya dicho: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".

RESONAR DE LA PALABRA

Apreciados hermanos y hermanas:

Hoy hacemos memoria de Catalina de Siena y la liturgia nos invita a hacer un alto en la lectura continuada de hechos de los apóstoles y del evangelio de Juan, propios de este tiempo de pascua. La primera carta de Juan reflexiona en aquello que acontece cuando en nuestra vida se contraponen realidades. Sabemos por el bautismo que estamos llamados a ser luz en medio de las tinieblas. Ser testigos de «la luz resucitada», tiene fuertes implicaciones para nuestra vida: los creyentes estamos llamados a dejarnos siempre iluminar por Jesús, en un mundo que parece caminar con demasiada ingenuidad.
En el texto se confronta fuertemente a aquellos que, «creyendo ser luz» se engañan a sí mismos y a los demás. Basta ser críticos frente a lo que nos ofrece la industria alimentaria y farmacéutica, a quienes no les interesa la nutrición o la salud integral de las personas. Notamos que lo que verdaderamente importante, en la sociedad de consumo, es el incremento del gran capital que sostiene al actual sistema.
En el Evangelio, los aparentemente sabios, contrapuestos a los sencillos, nos dan la clave para comprender el plan redentor de Dios. Los sabios, aferrados a sus principios y muy seguros de sí, desconfían de toda propuesta liberadora. Recibimos por parte de Jesús la invitación a optar, por un estilo de vida más sencillo (saludable), en armonía con todo lo creado. Optar por el «buen vivir» (el «sumak kawsay» de los pueblos andinos), como un plan de vida que nos haga más respetuosos para con la «madre tierra». Y como parece ser difícil el camino (porque se ha nadar a contracorriente del sistema-mundo), Jesús ora diciendo: «vengan a mí», ofreciendo todo su respaldo para los cansados y agobiados. Estamos invitados también a orar por nuestras comunidades para que no se cansen de seguir los pasos transformadores de Jesús. 

Fredy Cabrera
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 290419


«El que ha nacido del Espíritu, es Espíritu»

Porque, como el mismo san Juan dice en otra parte: El que no renaciere en Espíritu santo, no podrá ver este reino de Dios (3,5) que es el estado de perfección. Y renacer en Espíritu santo en esta vida, es tener un alma semejante a Dios en pureza, sin tener en sí alguna mezcla de imperfección, y así se puede hacer pura transformación por participación de unión, aunque no esencialmente.
Y para que se entienda mejor lo uno y lo otro, pongamos una comparación. Está el rayo de sol dando en una vidriera. Si la vidriera tiene algunos velos de manchas o nieblas, no la podrá esclarecer y transformar en su luz totalmente como si estuviera limpia de todas aquellas manchas y sencilla. Antes tanto menos la esclarecerá cuanto ella estuviere menos desnuda de aquellos velos y manchas, y tanto más cuanto más limpia estuviere. Y no quedará por el rayo, sino por ella; tanto, que, si ella estuviere limpia y pura del todo, de tal manera la transformará y esclarecerá el rayo, que parecerá el mismo rayo y dará la misma luz que el rayo. Aunque, a la verdad, la vidriera, aunque se parece al mismo rayo, tiene su naturaleza distinta del mismo rayo; más podemos decir que aquella vidriera es rayo o luz por participación.
Y así, el alma es como esta vidriera, en la cual siempre está embistiendo, o por mejor decir, en ella está morando esta divina luz del ser de Dios por naturaleza, que habemos dicho.
En dando lugar el alma, que es quitar de sí todo velo y mancha de criatura, lo cual consiste en tener la voluntad perfectamente unida con la de Dios, porque el amar es obrar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo que no es Dios, luego queda esclarecida y transformada en Dios.


San Juan de la Cruz (1542-1591)
carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Subida al Monte, libro 2, cap. 5, 5-7 (trad.Obras completas. Maximiliano Herráiz. Ed. Sígueme 1992)

domingo, 28 de abril de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 20,19-31.


Evangelio según San Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

RESONAR DE LA PALABRA

¡Paz a vosotros!

La fiesta de la Pascua de Resurrección es la más importante de la Iglesia. No sólo se dedican cincuenta días a su celebración, los que van del Domingo de Resurrección al de Pentecostés. Además, los ocho primeros días son como si cada uno fuese el primero. Es la Octava de Pascua, que va del Domingo de Resurrección al que hoy celebramos. La noticia, la gran noticia, sigue siendo la misma: Jesús ha resucitado. 
Si el domingo pasado eran las mujeres las que recibían la noticia, ahora son los hombres, un grupo de apóstoles y discípulos, los que tienen la experiencia de encontrarse con Jesús Resucitado. En realidad, todos esos encuentros con el Resucitado sirven básicamente para confirmarlos en todo lo que habían vivido con Jesús a lo largo del tiempo que le siguieron hasta su muerte en la cruz. 
Durante aquellos años, Jesús les había enseñado muchas cosas. Les había hablado del Reino y de Dios, al que llamaba su “Abbá”, su “papá”. Frente a la imagen de un Dios arrogante y vengativo, justiciero y castigador, les había hablado de un Dios Padre de misericordia y amor que desea la felicidad y la libertad en fraternidad de todos sus hijos e hijas. Habían visto como se acercaba a todos y hablaba a todos pero que tenía un especial cariño para los necesitados, los oprimidos, los abandonados. Había hablado de la justicia y de compartir los bienes de la tierra. Había comido con ellos muchas veces y les había enseñado que vale más servir y amar que dominar, poseer y controlar. Les había prometido el Reino pero también les había dicho que el Reino estaba dentro de ellos. 
Todo eso se confirma en sus apariciones. Si la Resurrección podía ser vista como un signo del poder sin límites de Dios, cuando Jesús se presenta a sus discípulos, lo primero que hace es desearles la paz. “Paz a vosotros”. La presencia de Jesús no inquieta, no destruye, no oprime sino que es portadora de paz, paz para los corazones y paz para todos. Los que habían visto como la violencia del odio, de la venganza, de la muerte, destruían –y parecía que para siempre– la vida y el sueño de Jesús, ven ahora como la fuerza de Dios es capaz de crear Vida y Paz más allá de la muerte que creamos los hombres. 
No es un sueño, como le hace ver a Tomás en la segunda aparición. Es el mismo Jesús que conoció, el que murió en la cruz. Tampoco era un sueño su mensaje. Ni era un sueño su forma de hablar de Dios. Ante nosotros se abre un futuro de esperanza porque, como dice la lectura del Apocalipsis, “el que vive” está vivo en medio de nosotros y nos invita a seguir el camino de la vida, de la verdadera vida, de la vida plena.

Para la reflexión

¿Cuándo pienso en Dios, cuando rezo, o quizá cuando me siento pecador, siento miedo o temor? ¿Por qué? ¿Qué siento cuando hoy escucho en el evangelio a Jesús decir: “Paz a vosotros”? ¿Cómo puedo ser portador de paz a los que me rodean?

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 280419


«Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo»

Señor Jesucristo, haz que nosotros no formemos más «que un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32), porque sólo así habrá «una gran calma» (Mc 4,39). Queridos oyentes, os exhorto a la amistad y a la benevolencia entre vosotros, y la paz entre todos; porque si tenemos caridad entre nosotros, tendremos la paz y el Espíritu Santo. Es necesario ser devoto y orar a Dios..., porque los apóstoles eran perseverantes en la oración... Si hacemos fervientes oraciones, el Espíritu Santo vendrá a nosotros y nos dirá: «¡La paz sea con vosotros! Soy Yo, no temáis» (cf Mc 6,50)... ¿Qué es lo que debemos pedir a Dios, hermanos míos? Todo lo que es para su honor y para la salvación de nuestras almas, es decir, que nos asita el Espíritu Santo: «Envía tu Espíritu y renueve la faz de la tierra» (sl 103,30) –la paz y la tranquilidad...
Hemos de pedir esta paz a fin de que el Espíritu de paz venga sobre nosotros. Y también debemos dar gracias a Dios por todos su beneficios si es que queremos que nos dé las victorias que son principio de paz; y para obtener el Espíritu Santo hay que agradecer a Dios Padre primeramente lo que Él ha enviado sobre nuestro jefe Jesucristo, nuestro Señor, su Hijo... -porque «de su plenitud todos hemos recibido» (cf Jn 1,16)- y lo que ha enviado sobre los apóstoles para que por sus manos nos fuera comunicado a nosotros. Hemos de agradecer al Hijo: en tanto que es Dios, envía su Espíritu sobre los que se disponen a recibirlo. Pero sobre todo hay que agradecerle lo que, en tanto que hombre, nos haya merecido la gracia de recibir el divino Espíritu... ¿Cómo Jesucristo ha merecido la venida del Santo Espíritu? Cuando «inclinando la cabeza entregó el espíritu» (Jn 19,30); porque entregando su último aliento y su espíritu al Padre, mereció que el Padre enviara su Espíritu sobre el cuerpo místico.


San Francisco de Sales (1567-1622)
obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia
Primer sermón para Pentecostés

sábado, 27 de abril de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,9-15.


Evangelio según San Marcos 16,9-15.
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

El final del evangelio de Marcos es un añadido; y da la noticia de las apariciones del resucitado. El Cristo resucitado se hace encontradizo, se hace ver y se da a conocer: a María Magdalena, a los discípulos de Emaús… El que es encontrado por él no puede menos de contar lo que ha visto y oído. La experiencia de encuentro incluye la misión de anunciarlo. Verlo y anunciarlo son dos caras de la misma experiencia. El anuncio es llamada a la fe; es invitación a creer. El texto del evangelio insiste en que los destinatarios no creen. Jesús mismo reprocha a los once su incredulidad porque no creen en el testimonio de los que le han visto resucitado y vivo. Ya en la etapa pre-pascual Jesús reprochaba la dureza de corazón de los discípulos a la hora de entender el camino de Jesús, sus actitudes y prácticas.
En la etapa post-pascual, la comunidad cristiana sigue escuchando el mandato de Jesús: Id y proclamad… Y la Iglesia siente que no puede menos de contar lo que ha visto y oído. Siente la necesidad de seguir proclamando la misericordia eterna del Señor y contando sus hazañas. Especialmente la gran proeza de la resurrección de Jesús y los milagros que los testigos siguen haciendo en su nombre…
¿Sentimos nosotros la urgencia de anunciar la resurrección de Jesús? ¿Necesitamos nosotros creer y esperar en la resurrección? ¿Estamos contentos y satisfechos con esta vida presente y no anhelamos más?

Bonifacio Fernandez, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 270419


“Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”

La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra. 
En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de “salida” que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: “Ve, yo te envío” (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: “Adondequiera que yo te envíe irás” (Jr 1,7)… y todos somos llamados a esta nueva “salida” misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.
La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo… Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. El Señor dice: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido” (Mc 1,38)… Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie.

Papa Francisco
Exhortación apostólica “La alegría del evangelio / Evangelii Gaudium” §19-23 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

viernes, 26 de abril de 2019

Meditación: Hechos 4, 1-12

Este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret.
Hechos 4, 10

Hoy leemos que el cojo de nacimiento fue sanado en el poderoso nombre de Jesús y pudo finalmente entrar en el templo brincando de gozo y alabando a Dios. El milagro fue tan magnífico que se formó un tumulto, y Pedro les anunció la resurrección de Jesús y el mensaje de la salvación, de la cual la curación del cojo era una prueba irrefutable. ¡Qué gozosa esperanza debe haberse apoderado de los presentes que creyeron! Así fue como se formó la primera comunidad cristiana, llena de júbilo y de la presencia del Señor.

Pero las autoridades religiosas rechazaron la buena noticia. Pese a la evidencia del ex lisiado que tenían ahora de pie ante sus ojos y al hecho de que ellos mismos admitían que esto se debía a algún poder sobrenatural, no quisieron aceptar la explicación que Pedro y Juan les dieron. En esto se ve claramente la dureza de su corazón. Veían con sus propios ojos a un hombre que hasta hacía unos momentos era inválido y que ahora saltaba y alababa a Dios —muestra innegable de una curación milagrosa— pero no quisieron aceptarlo.

A veces nosotros los creyentes también reaccionamos con dureza de corazón, incluso cuando vemos algo que sin lugar a duda es obra del Señor. Esto se debe a las ideas preconcebidas y erróneas que a veces tenemos acerca de Dios, porque si creemos que él no es más que un juez severo y no un Padre bondadoso y compasivo, tendemos a oponer resistencia. Otras ocasiones en las que se nos endurece el corazón son cuando nos negamos a perdonar a alguien o cuando insistimos tanto en nuestros propios razonamientos que nos cerramos por completo a las inspiraciones del Señor.

Dios desea sanar a todos sus hijos y darles un corazón dócil. Ahora mismo, mientras usted lee estas líneas, ore para que el Señor le toque el corazón; búsquelo y dígale que quiere conocerlo más y que desea recibir una gracia más grande de fe y confianza. Dios le escuchará y le dará la capacidad de aceptar cualquier cambio que sea necesario. Todo lo que él quiere es que usted tenga un corazón humilde en su presencia.
“Jesús, Señor mío, resucitado y exaltado, toca mi corazón y suavízalo. Me presento delante de ti con humildad. Quiero recibir todo lo que desees darme en todos los aspectos de mi vida.”
Salmo 118 (119), 1-2. 4. 22-27
Juan 21, 1-14

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

DEBEMOS SIEMPRE PRESENTARNOS A DIOS CON HUMILDAD, SIN DEJAR LA PRESUNCIÓN DE CUIDAR DE NOSOTROS


El Evangelio en Lucas 18 nos presenta una parábola dirigida a los presuntuosos que creían ser justos y juzgaban a los demás. Eran personas que nutrían una excesiva estima de sí mismos y, por consiguiente, un desprecio por los demás.
Jesús pone como ejemplo a un fariseo que entra en el templo para rezar, pero cuando comienza a orar, se vanagloria de sí mismo, muestra que adora su propio corazón, y se olvida de una palabra muy importante que es el "tú", piensa sólo en el "yo" ".
La oración de aquel hombre no tiene nada de culto a Dios, solo desprecio por los demás y vanagloria de sí mismo. Él se olvidó que la fuente de todas nuestras acciones es Dios, y no él. Y agradece a su propio ombligo y no a Dios. Su oración es una farsa, una mentira.
La conclusión de esta actitud es que el fariseo regresa a casa con las mano vacías, porque Jesús dice que quien se exalta será humillado. Así también, el Papa Francisco nos dice que la falta de un reconocimiento sincero y orante de nuestros límites impide que la gracia de Dios actúe mejor en nosotros.
En cambio, Jesús nos presenta al publicano, un ejemplo de humildad, de persona que se pone en las manos de Dios y confía en él. Aunque no estaba bien visto en aquella época, ese hombre no se compara con nadie e implora a Dios su perdón.
La disposición interior de colocarse ante Dios con humildad, es lo que le hace salir del templo rehabilitado. Porque como Jesús dice: "¡Quién se humilla será exaltado!".
La Iglesia nos enseña que no estamos justificados por nuestros esfuerzos y obras, sino por el Señor y por su iniciativa. Debemos sí hacer el bien, pero no anclarnos en nuestros propios actos.
El publicano representa una conciencia penitente, consciente de su fragilidad y de su ser pecador, y ve la necesidad de la redención por parte de Dios. Al contrario del fariseo que muestra una conciencia satisfecha consigo misma, que se engaña y se equivoca hallando que no erra.
Por eso, tenemos que estar atentos, en gran vigilancia para no caer en un pensamiento igual al del fariseo, el de volvernos autosuficientes y juzgadores de la realidad de los demás. Además, nos presenta el remedio para la soberbia que es la humildad.

Mons. Sérgio Borges
Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original en portugués


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 21,1-14.


Evangelio según San Juan 21,1-14.
Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas

La nueva forma de presencia del Mesías requiere una pedagogía. El resucitado es el mismo Jesús pero no es lo mismo. Jesús se presenta en la orilla del lago, pero nos discípulos no saben que es Jesús. Están en medio de la faena cotidiana de la pesca. La nueva forma de presencia no es invasora: invita a echar de nuevo las redes, prepara la comida de pan y pescado, les invita a almorzar. Jesús reparte el pan y el pescado. Su presencia se hace certeza en los discípulos, la sienten, la notan; el discípulo amado confiesa “es el Señor”. No cabe duda el Resucitado está con ellos.
Como comunidad nacida de la Pascua seguimos anunciado y proclamando la gran noticia: este es el día en que actúo el Señor; nos llena de gozo y de alegría. Su amor es eterno, su misericordia es eterna. Resucitó a Jesús de entre los muertos; su acción es la antítesis de las acciones de los jefes del pueblo. Ellos son los arquitectos que desecharon a la piedra angular. Dios lo ha constituido en ángulo y fundamento del edificio entero. Ha sido un milagro patente. Sólo el Dios resucitador puede hacerlo. Y la Iglesia se siente con el encargo de anunciar esto. Y con la valentía para hacerlo incluso frente a los adversarios. Se siente legitimada y capacitada para continuar la misión de Jesús: sigue curando a los enfermos que lo hacía Jesús en su historia. Y en su nombre.
¿Tenemos experiencia de la resurrección?
¿Necesitamos que alguien o algo no se nos muera para siempre?

Bonifacio Fernandez, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

PEDRO ARRASTRÓ HASTA LA ORILLA LA RED


«Pedro arrastró hasta la orilla la red»

Después de haber cogido tan gran cantidad de peces «Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red.» Supongo que habéis captado el porqué fue Pedro quien arrastró la red hasta la orilla. En efecto, es a él a quien se le confió la santa Iglesia, es a él a quien se dijo personalmente: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Apacienta mis ovejas». Así, lo que fue anunciado en palabras una segunda vez, ahora es significado por una acción.
Es el predicador de la Iglesia el que nos separa del oleaje de este mundo; es pues necesario que sea Pedro quien guía hasta tierra la red llena de peces. Él en persona ha arrastrado a los peces hasta la tierra firme de la orilla puesto que, por su santa predicación, ha hecho conocer a los fieles la inmutabilidad de la patria eterna. Lo ha hecho tanto a través de sus palabras como de sus cartas; y lo sigue haciendo cada día a través de sus milagros. Tantas cuantas veces nos lleva al amor del descanso eterno, tantas cuantas veces nos hace dejar el tumulto de las cosas del este mundo ¿no somos, acaso, como peces cogidos por las redes de la fe que él arrastra hasta la orilla?


San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio, nº 24

jueves, 25 de abril de 2019

Meditación: Lucas 24, 35-48

La paz esté con ustedes.
Lucas 24, 35



Cuando vemos que el nombre de alguien va precedido de la palabra “San” o “Santa”, podríamos pensar que esa persona la consiguió por sus propios méritos, y que posiblemente llevó una vida muy apacible y sin grandes dificultades ni problemas.

Marcos era hijo de María, una viuda en cuya casa se reunían a menudo los primeros cristianos. A pesar de que no era uno de los Doce Apóstoles, lo más probable es que fuera uno de los seguidores de Jesús. También acompañó a su primo Bernabé y a Pablo en su primer viaje misionero, pero por alguna razón los dejó prematuramente. A su siguiente viaje, Pablo desistió de llevarlo, pues consideraba que Marcos había desertado de la causa y no era de fiar.

Afortunadamente, Bernabé no se dio por vencido. Mientras Pablo se fue a Siria con Silas, Bernabé se llevó a Marcos a Chipre y esa segunda oportunidad era todo lo que el joven necesitaba. La tradición nos cuenta que Marcos fue luego a Roma y se convirtió en el intérprete de Pedro. Más tarde escribió el primer evangelio. Eventualmente, Pablo perdonó a Marcos, pues vemos en 2 Timoteo que le encomendó un servicio y calificó su compañía de “consuelo”. Finalmente, la tradición dice que Marcos fundó la iglesia de Alejandría y ahí fue martirizado.

Ahora, ¿qué habría pasado si Bernabé hubiera seguido a Pablo y hubiera rechazado a Marcos? El joven posiblemente nunca se hubiera convertido en “hijo” espiritual de Pedro. Lo que es peor, posiblemente nunca hubiera escrito su evangelio. ¿Significaría esto que probablemente Mateo y Lucas tampoco habrían escrito sus evangelios? Si Bernabé no hubiera tenido compasión de Marcos, quien sabe qué clase de Biblia estaríamos leyendo hoy.

La historia de Marcos nos anima a no darnos por vencidos los unos con los otros. La gracia y el amor de Dios cubren no solo “una multitud de pecados” (1 Pedro 4, 8), sino también deserciones, indecisiones, fallas y caprichos individuales. Bernabé vio algo en Marcos que Pablo no pudo ver. A través de los ojos de la misericordia y la paciencia, vio el potencial de Marcos.

Todos tenemos el potencial de ser santos. Todo lo que necesitamos es que alguien tenga paciencia y nos de ánimo. ¿Existe un “San Marcos” en tu vida?
“Amado Padre, ayúdame a fijarme en los dones de las personas que me rodean y no en sus limitaciones. Muéstrame cómo amarlas, animarlas e inspirarlas.”
Hechos 3, 11-26
Salmo 8, 2. 5-9

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 25042019


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,35-48.


Evangelio según San Lucas 24,35-48.
Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas

La novedad de la resurrección no cabe el en lenguaje corriente; no se puede ver con la mirada habitual y con la lógica de lo sensible. La resurrección de Jesús es un acontecimiento inédito, desborda hacia delante y hacia la vida anterior del Mesías. Pero no es un milagro aislado; está dentro de la lógica de la Escritura: “resucitará de entre los muertos al tercer día”.
El resucitado no es un fantasma. Es el mismo Jesús crucificado; lleva las señales de cuerpo; “soy yo en persona”. Desde esa necesidad de afirmar la identidad entre el crucificado y el resucitado se explica la insistencia del evangelio de hoy en el carácter material del resucitado. Tiene manos y pies, se le puede tocar, come pez asado delante de ellos. Teniendo en cuenta el conjunto de los datos del NT, estas expresiones quieren decir simplemente que no es un fantasma, que es el mismo Jesús encarnado. No se pueden interpretar como afirmación directa sobre el carácter material, histórico y mortal del cuerpo resucitado de Jesús.
El discurso de Pedro nos trasmite el primitivo kérigma cristológico. El Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo Jesús. Son significativos los nombres que se dan a Jesús: justo, siervo, santo, pionero de la vida…La glorificación por parte de Dios se contrapone a la acción destructora de los judíos al entregar y rechazar a Jesús. La segunda antítesis contrapone a Jesús y a Barrabás: los judíos renegaron de Jesús y pidieron el indulto de un asesino. La tercera antítesis: matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Lucas insiste en la continuidad de la historia de la salvación según la Escritura: somos los hijos de los profetas, los hijos de la alianza.

Bonifacio Fernandez, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 250419


«Él mismo estaba allí, en medio de ellos, y les dijo: ‘La paz sea con ustedes’»

La Judea en rebelión había ahuyentado la paz de la tierra…y sumido el universo en su caos primordial…Entre los discípulos, también persistía la guerra; la fe y la duda tenían una furiosa confrontación entre ellas…Los corazones, lugar en el que la tormenta desplegaba su rabia, no podían encontrar ningún remanso de paz, ningún puerto en calma.
Frente a ese espectáculo, Cristo, quién sondea los corazones, quién ordena a los vientos, quién domina las tempestades y quién por medio de un solo signo cambia la tormenta en un cielo sereno, los fortaleció de su paz diciendo: “¡La paz sea con ustedes! Soy yo; no teman nada. Soy yo, el crucificado, el muerto, el sepultado. Soy yo, su Dios que por ustedes se volvió hombre. Soy yo, vivo entre los muertos, venido del cielo al corazón de los infiernos. Soy yo. No un espíritu revestido de un cuerpo, sino la verdad misma hecha hombre. Soy yo y la muerte me huyó, los infiernos me temieron. En su espanto, el infierno me proclamó Dios. No tengas miedo Pedro, tú que me negaste, ni tú Juan que huiste, ni todos ustedes que me abandonaron, que sólo pensaron en traicionarme, y que aun viéndome todavía no creen en mí. No teman, soy yo. Los he llamado por la gracia, los he escogido por el perdón, los he sostenido por mi compasión, los he llevado en mi amor, y los tomo en este día por mi bondad."

San Pedro Crisólogo (c. 406-450)
obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 81 (frm trad.evangelizo.org©)

miércoles, 24 de abril de 2019

Buenas noches!


EL PERDÓN LLAMA AL PERDÓN


«Si no perdonamos, Dios no te perdonará. Pensémoslo, nosotros que estamos aquí, si perdonamos o somos capaces de perdonar. “Padre, no puedo hacerlo, porque esa gente me ha hecho tantas cosas”. Pero si no puedes hacerlo, pídele al Señor que te dé la fuerza para hacerlo: Señor, ayúdame a perdonar. Aquí encontramos el vínculo entre el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor llama al amor, el perdón llama al perdón»
 Francisco
Audiencia General 24-04-19
Viñeta: Leonan Faro


El amor permanece





"La esperanza y la fe terminan cuando morimos. Pero el amor permanece. El amor es eterno. El amor viene de Dios y vuelve a Dios. Cuando muramos perderemos todo lo que la vida nos da, excepto el amor. El amor con que vivimos nuestras vidas es el amor de Dios en nosotros. Es el núcleo divino indestructible de nuestro ser. Este amor no solamente permanecerá sino que también llevará fruto, de generación en generación.

Cuando nos acerquemos a la muerte digámosle a los que dejamos atrás: Que sus corazones no se perturben, porque el amor de Dios que vive en mi corazón vendrá a ustedes, y les ofrecerá consuelo y les reconfortará".

Henri Nouwen
Pan para el viaje

Meditación: Lucas 24, 13-35

Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos.
Lucas 24, 15

Evangelización. Esta sola palabra a veces nos causa cierto nerviosismo y nos ponemos a la defensiva: Yo no sé cómo compartir el Evangelio. ¿Y si me equivoco? ¿Qué hago si la otra persona me rechaza? Pero evangelizar no significa que debamos explicar el Evangelio completo de una sola vez. Es simplemente cuestión de compartir las buenas noticias con otra persona mientras caminas con algún amigo.

Eso fue exactamente lo que hizo Jesús con los discípulos por el camino de Emaús; se les unió en el caminar, los acompañó e inició una conversación amistosa con ellos. Ese inocente acto les ayudó a ellos a sentirse tranquilos y compartir con él parte de su historia. También les ayudó a recibir sus palabras como si vinieran de un amigo. Al convertirse en su compañero de viaje, Jesús les ayudó a confiar en él de forma que recibieran sus palabras y les ardiera el corazón.

Hoy se camina menos que antes, pero podemos encontrar otras maneras de conectarnos con las personas en una forma amigable y abierta. Especialmente en el mundo de hoy, en que cada día la gente está más aislada, un poco de compañía puede ser muy alentador. Tal vez algo tan simple como visitar a un vecino anciano y conversar con él le permita a tu vecino desahogarse y compartir su vida contigo. ¿Quién sabe? ¡Incluso podrías sugerirle acompañarlo a dar un paseo por el vecindario!

Con el tiempo podrías descubrir que tienes más en común con este vecino de lo que pensabas. Tal vez has experimentado algo similar a lo que él está viviendo y le puedes ofrecer comprensión y consuelo. Tal vez puedes compartir con él una palabra de aliento u ofrecerle ayuda con algún mandado que deba hacer o con una reparación en su casa. Las oportunidades para compartir tu fe y lo que el Señor ha hecho por ti se irán presentando, y sentirás la libertad de compartirlo. Eso es todo lo que debes hacer, ¡ya estás evangelizando!

¿A quién podrías acercarte esta semana? Mantén los ojos abiertos para aprovechar las oportunidades de acompañar a otras personas. Porque el objetivo de la evangelización no es solo decir algo que alguien no sepa acerca de Dios, sino escucharle y compartir tus experiencias. Es algo que cualquier persona puede hacer.
“Señor Jesús, ayúdame a dar el primer paso. Enséñame a conectarme con alguien y compartir mi fe.”
Hechos 3, 1-10
Salmo 105 (106), 1-4. 6-9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros