miércoles, 31 de julio de 2019

Meditación: Mateo 13, 44-46

El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. (Mateo 13, 44)

¿Qué significa para ti ser parte del Reino de los cielos? Piensa por un momento en esta pregunta antes de continuar leyendo. Si no entendemos con cierta profundidad qué significa pertenecer al Reino de Dios, seguramente no lo consideraremos algo por lo cual vale la pena sacrificarlo todo.

Por otro lado, si conocemos de corazón el infinito amor de Jesucristo y sabemos que él vino a rescatarnos del poder y la condenación del pecado mediante su muerte y su resurrección, no dejaremos que nada se interponga entre él y nosotros. Cristo ha perdonado todos los pecados de cuantos acuden a su lado arrepentidos, para restaurar en ellos la verdadera vida del Padre. Si cada día recordamos estas cosas con gratitud, sabremos que el Reino de Dios es como un tesoro o una perla de gran precio y haremos todo lo posible por alcanzarlo.

Las propias Sagradas Escrituras nos dan muchos ejemplos de personas que supieron que el Reino era más valioso que todo lo demás, y de otros que no lo entendieron así. Consideremos el caso del joven rico (v. Mateo 19,16-22), a quien Jesús probó pidiéndole que abandonara sus muchas riquezas materiales. Esto fue demasiado para el acaudalado israelita; para él, sus tesoros eran más importantes que Jesús y más reales que la promesa de la vida eterna.

En cambio, la visión de San Pablo era totalmente opuesta, porque consideraba todo como pérdida comparado con el tesoro incomparable de conocer a Jesús y servirlo (v. Filipenses 3, 7-9). Su mayor deseo era conocer mejor a Cristo; todo lo demás lo consideraba “basura”.

Si hemos de ser como Pablo y desear el tesoro del Reino de los cielos, tenemos que conocer personalmente al Señor y amarlo de corazón. El hecho de experimentar el amor misericordioso de Dios es lo que nos hace desear el Reino antes que nada. El Espíritu Santo nos revela la inmensidad del amor de Dios, cuando le pedimos al Señor la gracia de experimentarlo en forma personal. Hermano, ¿le has pedido a Cristo que venga a tu corazón para que así conozcas al Rey del Universo en persona y así llegues a comprender que el Reino de Dios es más valioso que cualquier posesión material?
“Espíritu Santo, ven e ilumina mi corazón para que yo pueda conocer el gran amor que el Padre me expresa en Jesucristo, mi Señor.”
Éxodo 34, 29-35
Salmo 99 (98), 5-9
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Pensamientos de Fuego - Beata Elena Guerra - PAZ # 354


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,44-46


Evangelio según San Mateo 13,44-46
Jesús dijo a la multitud: 
"El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró."

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

No, el reino de Dios, las cosas de Dios, no son cantidades despreciables. Ni son como materia desdeñable, bisutería, baratijas. Son lo más valioso. Ningún precio es demasiado alto para obtenerlas, hay que venderlo todo. Recordamos el proverbio: «Quien quiere comprar a Dios y se guarda el último céntimo, es un tonto, porque a Dios solo se le compra con el último céntimo».

A esto se lo llama “el principio del todo” (G. Lohfink) o la norma de la totalidad. Los santos lo han vivido. Basta espigar unos pocos ejemplos: «mi Dios y mi todo» (San Francisco de Asís, y lema de los franciscanos); «ámalo totalmente» (Clara de Asís); «tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta» (Ignacio de Loyola, cuya memoria celebrábamos ayer); «Ya toda me entregué y di / y de tal suerte he trocado / que mi Amado es para mí / y yo soy para mi amado» (Teresa de Ávila); «A Dios toda la gloria, al prójimo toda la alegría, a mí todos los sacrificios» (María Bertila Boscardin).

¿Estamos dispuestos a vivir la economía del todo? ¿Nos asusta ese principio?

CR

fuente del comentario CIUDAD RESONDA

martes, 30 de julio de 2019

Liberadora de los flagelos

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA LIBERTADORA DE LOS FLAGELOS 

OH, Nuestra Señora libertadora de los flagelos, nos arrodillamos a vuestros pies, con el corazón lleno de amargura y de confianza en vuestro auxilio. Somos pecadores, pero también hijos tuyos. Después de abandonar la casa del Padre, fuimos conducidos por la soberbia ilusión de construir un mundo feliz sin Dios y contra Dios. El maligno inspiró al hombre, este impío propósito y el hombre lo llevó adelante con blasfemias constantes. Más, ahora, este mundo, distante de Dios y lleno de pecados, cae sobre nosotros y nos ahoga. 

Nosotros no tenemos el coraje de presentarnos ante Dios, pues con nuestras ingratitudes, lo abandonamos y despreciamos su amor, rechazando así su misericordia. Por eso, recurrimos a Vos, nuestra Madre tiernísima, Abogada nuestra, con la plena conciencia que hemos pecado contra el Cielo y contra la tierra, y, con el firme propósito de apartarnos del mal para encontrarnos en oración y penitencia, queremos recorrer el camino de la conversión que conduce a Dios. 

Por eso, te rogamos intercedas por nuestra liberación, con la segura esperanza de los cristianos, para ser libres de todo flagelo y que apartes la cólera divina de nosotros, de nuestras casas, de nuestra Patria, del mundo entero. Por todas nuestras necesidades, nos entregamos a Vuestro Corazón Inmaculado, en el cual buscamos refugio en las duras horas de expiación, para encontrar la fortaleza en las horas de tremenda purificación, con la certeza del Triunfo de Vuestro Divino Hijo, que nos dejó la Cruz como arma en esta lucha y como señal de nuestra victoria y la corona de nuestra felicidad en los cielos. Amén! 

ORACIÓN AL SEÑOR JESÚS 

OH, Jesús Salvador, mi Señor y mi Dios, mi Dios y mi todo, que con el sacrificio de la Cruz nos redimiste y destruiste el poder de satanás, yo os pido la liberación de toda presencia maléfica y de toda influencia maligna. Os ruego por Vuestro Nombre y Santas Llagas, por la Santa Cruz, por la intercesión de María, la Inmaculada Concepción y Virgen Dolorosa, que la Sangre y Agua que brotaron de Vuestro Sagrado Corazón, me cubran, para purificarme, liberarme y sanarme. Amén! 

ORACIÓN LÍBRAME DEL MAL 

Señor Jesús, si algún mal fue hecho sobre mí, sobre mi alma, sobre mi cuerpo, sobre mi trabajo, sobre mi familia, con Tu poder, por Tu Divina Misericordia, por Tu Divino querer, haz que yo pueda, desde este momento en adelante, volver a la gracia plena, en completa salud y en perfecta unión con el querer de la Santísima Trinidad. 

Yo os ruego todo esto, Oh amado Jesús, por vuestros méritos, por vuestra Preciosísima Sangre derramada en la Cruz, por los dolores de la Virgen Madre y por la intercesión del Patriarca San José y para la gloria de la Santísima Trinidad. Amén! 

NO SOPORTAN ESTAS ORACIONES 
  • AFFRADOR: demonio de la talasemia (anemia hereditaria
  • ARMADOS: demonio de la esteatosis hepática
  • ELIOS: demonio del Ictus (Acceso morboso que se manifiesta de modo súbito y violento, como producido por un golpe)
  • HURIELH: demonio de una parte del intestino
  • INDOOR: demonio de la artritis reumática
  • INGAGAS: demonio de la úlcera gástrica
  • ILDADON: demonio de la sinusitis 
  • MAUSTAFAT: demonio de la obesidad
  • MIASTON: demonio de la colitis ulcerosa y ácido aspártico
  • ODAR: demonio de los meniscos 
  • ÚDDADAS: demonio de las verrugas
  • UGLADAS: demonio del glaucoma
  • USACH: demonio de la diabetes en la sangre
  • ABABAAS: demonio de la iposomia (enanismo)

ORACIÓN PARA DEBILITAR Y DESTRUIR TODO MALEFICIO Y FUERZA DIABÓLICA

ORACIÓN PARA DEBILITAR Y DESTRUIR TODO MALEFICIO Y FUERZA DIABÓLICA 

OH, Padre Celeste, te amo, te alabo y te adoro. Te agradezco por haberme enviado a Tu Hijo Jesús, que venció el pecado y la muerte para mi salvación. Te agradezco, por haberme dado al Espíritu Santo, que me da fuerzas, que me guía y me conduce a la plenitud de la vida. Te agradezco por la Virgen María, mi Madre Celeste, que intercede con los Ángeles y los Santos, por mí. 

OH, Señor Jesucristo, yo me postro a los pies de Tu Cruz y te pido que me cubras con tu Preciosísima Sangre que brotó de Tu Sacratísimo Corazón y Tus Santísimas Llagas. Lávame, OH, mi Jesús en el agua viva que brota de Tu Corazón. Señor Jesús, te pido que me rodees con Tu Santa Luz. 

Padre Celeste, haz que con el agua santa de mi bautismo, refluya atrás en el tiempo, a través de las generaciones maternas y paternas, a fin de que toda mi familia sea purificada y liberada de satanás y del pecado. Postrado delante de ti, OH, Padre, te pido perdón por mis pecados y por los de mis parientes y antepasados, por causa de cada invocación de poder, que los colocaron contra Ti o porque no hayan dado un verdadero honor al Santo Nombre de Jesucristo. 

En el Santo Nombre de Jesús, yo suplico ahora que, cualquiera sea mi propiedad física o espiritual que haya sido colocada bajo la jurisdicción de satanás, me sea devuelta, para colocarla bajo el Señorío de Nuestro Señor Jesucristo. Por el poder del Espíritu Santo, revélame, Padre, cada persona que yo tenga necesidad de perdonar y cada área de pecado no confesado. Revélame, Padre, aquellas partes de mis acciones que dieron a satanás, la posibilidad de introducirse en mi vida. OH, Padre, yo te entrego toda falta de perdón. Yo te entrego todos mis pecados. Te entrego todos aquellos caminos por los cuales satanás se posesionó de mi vida. Gracias por tu perdón y por tu amor. Señor Jesús, en Tu Santo Nombre, ruego que San Miguel Arcángel aprisione todos los espíritus del aire, del agua, de la tierra, los que están debajo de la tierra y los del mundo infernal. 

Ruego que San Miguel Arcángel aprisione también, en el Nombre de Jesucristo, a todos los emisarios y comando general satánico y clamo la Preciosísima Sangre de Jesús sobre el aire, sobre la atmósfera, sobre el agua, sobre la tierra y sobre sus frutos. Suplico que San Miguel Arcángel los lleve directamente a los pies de la Cruz de Cristo, sin posibilidad de realizar ningún tipo de manifestación y sin causar daños, a ninguna persona ni a mí, de manera que Jesús pueda disponer de mí, según su santa Voluntad. 

En el nombre Santo de Jesús, ruego que San Miguel Arcángel rompa y deshaga toda maldición, mal de ojo, hechicerías, encantamientos, trampas, mentiras, obstáculos, traiciones, desviaciones, influencias espirituales, malos presagios y deseos diabólicos, secretos hereditarios conocidos y desconocidos, cualquiera sea la disfunción o enfermedad derivadas de cualquier origen, incluyendo mis culpas y mis pecados. 

En el Nombre de Jesús, ruego que San Miguel Arcángel, deshaga, corte las transmisiones de todo voto satánico, vínculo, ligación espiritual y trabajo espiritual. En el Nombre de Jesús, suplico que San Miguel Arcángel deshaga, corte todas las ligaciones, uniones y sus efectos con astrólogos, adivinos, clarividentes, médiums, curanderos que operan con bolas de cristal, lectura de las manos, pranoterapeutas, movimientos de Nueva Era, prácticas de reiki, yoga, operadores del culto de las hojas de té, cartas y tarot, operadores psíquicos, ouija, Charlie Charlie, cultos satánicos y espíritus guías, magos, brujas y operadores vudú, entre otros. 

En el Nombre de Jesús, ruego que San Miguel Arcángel deshaga los efectos de la participación en encuentros mediúmnicos y espiritistas, horóscopos, escritura automática, culto a la santa muerte, preparaciones ocultas de cualquier especie o de cualquier forma de veneración que no ofrece una verdadera honra y adoración a Nuestro Señor Jesucristo. ―He aquí que Dios es el Salvador mío: viviré lleno de confianza, y no temeré; porque mi fortaleza y mi gloria es el Señor, y él ha tomado por su cuenta mi salvación.‖ (Isaías 12,2). Amén, Aleluia, Amén! 

NO SOPORTAN LA ORACIÓN PARA DEBILITAR Y DESTRUIR TODO MALEFICIO Y FUERZA DIABÓLICA 

  • AMACCRAK: demonio de la telepatía
  • AMAMMAR: demonio del incesto
  • ALTTAR: demonio de la escritura automática
  • ANTICHOS: demonio de la hipertensión en la cual no hay causa conocida
  • ANTROPOLINUS: demonio de la enfermedad de los anillos de la columna vertebral
  • ARABAT: demonio del condicionamiento
  • BAUDAS: demonio de los problemas del paladar
  • ELBAROTH: demonio de los huesos de los dedos
  • ILMON: demonio de los bronquios y los pulmones
  • INDRUS: demonio de la oligospermia
  • INFASTAL: demonio de la enfermedad celíaca
  • MAROBAL: demonio de la mediumnidad y de los médiums
  • NIPPLAN: demonio del lupus eritematoso
  • ULVAVVAR: demonio de la pranoterapia

Meditación: Mateo 13, 36-43

Entonces los justos brillarán como el sol. (Mateo 13, 43)

Comentando sobre el don del libre albedrío, el filósofo griego Heráclito escribió: “El contenido de tu carácter lo decides tú. Lo que tú decides, lo que piensas y lo que haces cada día es la persona en quien te conviertes.” Efectivamente, todos podemos decidir qué tipo de vida queremos llevar. Incluso si nos toca afrontar circunstancias muy adversas, libremente podemos escoger cómo vamos a reaccionar ante ellas. Sabiendo esto, de nosotros depende que seamos felices o infelices en la vida.

Como vemos en el Evangelio de hoy, nuestra condición en la vida eterna también dependerá de lo que nosotros mismos hagamos. Resulta claro cuál será el destino que espera a quienes deciden rechazar a Dios: “Allí será el llanto y la desesperación.” Pero no es Dios quien los lanza al fuego como mala hierba; son ellos mismos los que se niegan a recibir la misericordia divina. Usan su libertad, el libre albedrío, para decidir libremente, pero de un modo mal orientado. El Todopoderoso sigue amándolos, pero ellos tienen que aceptar su amor.

Nosotros, los que estamos leyendo estas líneas, ya nos hemos entregado al Señor y procuramos serle obedientes, pero siempre podemos decidir lo que queremos hacer. ¡Esa es la belleza del libre albedrío! Podemos hacer mucho más que evitar la cizaña. Podemos ser como el trigo y dar una gran cosecha para el Señor. Cuando cooperamos con la gracia de Dios, día a día, podemos tomar decisiones que nos ayuden en nuestra santificación. ¡Cada uno de nosotros lleva la luz del Señor en el corazón, pero tenemos que decidir cuánto la dejamos brillar!

La mejor decisión que tú puedes tomar hoy, para que su luz resplandezca, es mantenerte en comunión con tu Padre celestial. Deja que él te ame, te enseñe y forme tu conciencia. Dile cuánto lo amas y cuánto lo necesitas. Pídele sabiduría y gracia para cada situación en la que te encuentres hoy y en el futuro. Pídele que disipe cualquier duda o temor que pretenda hacerte caer e impedirte llevar una vida santa y fructífera.

¡Deja que su luz brille a través de ti! Si lo haces, no hay duda de que tú darás buen fruto para el Reino y podrás tomar decisiones inspiradas por el Espíritu Santo y así darás gloria al santo Nombre del Señor.
“Gracias, Señor y Salvador mío, por amarme a pesar de mis faltas y errores. Yo también te amo de todo corazón.”
Éxodo 33, 7-11; 34, 5-9. 28
Salmo 103 (102), 6-13
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,36-43


Evangelio según San Mateo 13,36-43
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"

RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

«Mío es el juicio» –dice el Señor–. Es un mensaje que libera: te exime de la imposible tarea de meterte a juez definitivo de la gente. Es un mensaje que está en su sitio: solo Dios escruta las conciencias. Tú, sin duda, harás tus apreciaciones sobre las personas, valorarás conductas, te mostrarás conforme o contrario a leyes humanas; pero el juicio definitivo sobre la realidad moral y teologal del otro es competencia de Dios.

Albert Camus escribió en La caída un texto que J. Ratzinger citaba en su libro Fe y futuro. Decía un personaje a su interlocutor: «Créame, las religiones se equivocan a partir del momento en que hacen moral y fulminan con mandamientos. No se necesita a Dios para crear culpables y castigar. Nuestros semejantes bastan, ayudados por nosotros mismos. Usted ha hablado del Juicio Final. Permítame que me ría respetuosamente. Le estaba esperando a pie firme: he conocido algo mucho peor, que es el juicio de los hombres. […] ¿Y entonces? Entonces la única utilidad de Dios sería garantizar la inocencia y yo más bien vería a la religión como una gigantesca empresa de lavandería, algo que por otra parte ya fue brevemente, durante solo tres años, y no se llamaba religión». Y añadía Ratzinger: «La fe en el futuro, de la que hablamos al afirmar que la fe de Abrahán es perfeccionada en Jesús, solo es promesa, solo es esperanza, solo es realmente ofrecimiento de futuro porque simultáneamente promete la tierra del perdón».

La Iglesia no es aquí y ahora una Iglesia de los puros e impecables. Es una Iglesia de pecadores en que cada uno estamos llamados a llevar la carga del hermano, si bien, para brillar como el sol del futuro Reino de Dios, hemos de ser luz ahora y aquí, y Jesús nos espolea a que secundemos las llamadas que nos dirige en su evangelio, en particular en su discurso del monte.

Podemos, pues, juntar, estos dos mensajes: uno, el de no juzgar, y aceptar pertenecer a una Iglesia que no es la de los sin pecado; dos, responder nosotros a la llamada del Señor a ser justos. Así, teniendo para los demás entrañas de misericordia y con nosotros un corazón no complaciente ni autosatisfecho, nos reiremos del juicio.

CR
fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 300719


“Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre.”

“El mundo fue creado en vistas a la Iglesia”, decían los cristianos de los primeros tiempos. (Hermas) Dios creó al mundo en vistas a la comunión de vida con él, comunión que se realiza por la convocación de los hombres en Cristo y esta “convocación” (ecclesia) es la Iglesia. La Iglesia es el fin de toda cosa, y las vicisitudes dolorosas, como la caída de los ángeles y el pecado del hombre, los permitió Dios como ocasión y medio para desplegar toda la fuerza de su brazo (Lc 1,51) toda la medida de amor que quería entregar al mundo: “Lo mismo que la voluntad de Dios es un acto y esta voluntad se llama “mundo”, así su intención es la salvación de los hombres, y ésta se llama Iglesia” (Clemente de Alejandría).

En el mismo instante en que el hombre comete el pecado que destruye la comunión del hombre con Dios y entre ellos mismos, empieza la convocación del pueblo de Dios: la convocación de la Iglesia es, para decirlo de alguna manera, la reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Esta reunificación se realiza secretamente en el seno de todos los pueblos. “En cualquier nación, el que respeta a Dios y obra rectamente le es grato.” (Hch 10,35) La convocación remota del pueblo de Dios empieza con la vocación de Abrahán al que Dios promete que será padre de una multitud de pueblos (Gn 12,2) La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios (Ex 19,5). Por su elección, Israel debe ser el signo de la convocación futura de todas las naciones. (Is 2,2)...

Compete al Hijo realizar en la plenitud del tiempo el plan de salvación de su padre. Este es el motivo de su misión... Cristo inaugura el reino de los cielos en la tierra. La Iglesia “es el reino de Cristo misteriosamente presente ya ahora” (Vaticano II, LG3)... “La Iglesia...llegará a su consumación al final del los tiempos.” (cf LG 48) cuando el retorno de Cristo glorioso... La Iglesia espera ansiosa esta venida del reino en plenitud. Esta consumación gloriosa de la Iglesia, y a través de ella, la del mundo, no se realizará sin grandes pruebas. Sólo así “todos los justos, desde Adán, desde Abel, el justo, hasta el último elegido se encontrarán reunidos en la Iglesia universal junto al Padre” (LG 2).


Catecismo de la Iglesia Católica
§ 760-769

lunes, 29 de julio de 2019

ORACIÓN AL PADRE


«Lo que pedimos en el “Padre Nuestro” ya se ha cumplido y nos ha sido dado en el Hijo Unigénito: la santificación del Nombre, la venida del Reino, el don del pan, el perdón y la liberación del mal. Cuando pedimos, abrimos nuestras manos para recibir. Recibimos los dones que el Padre nos ha hecho ver en el Hijo. La oración que el Señor nos ha enseñado es la síntesis de cada oración, y la dirigimos al Padre siempre en comunión con nuestros hermanos»
Francisco
Ángelus 28-07-2019

Meditación: Juan 11, 19-27

Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. (Juan 11, 27)

Cuando empezamos a pensar en Santa Marta, probablemente recordamos la historia de Marta, la “trabajadora”, y su hermana María, la “contemplativa”, que no le ayudaba en la cocina, y probablemente muchos de nosotros sentimos pesar por Marta cuando Jesús la reprende.

Pero hoy, en el día de su fiesta, leemos una historia diferente de Marta. No la vemos ocupada, quejándose ni preocupada ni ansiosa. Vemos una Marta serena, que tiene la entereza de salir al encuentro de Jesús y proclamar su fe en él, incluso en su dolor. Marta ha cambiado. Pero, ¿cómo ha sucedido esto? Ahora ella “cree firmemente.” Y nosotros podemos hacerlo también.

La fe de Marta no fue un hecho único y aislado, sino un crecimiento progresivo en la comprensión de quién era realmente Jesús y lo que significaba creer y confiar en él. En esta situación, con la enfermedad y la muerte de su hermano, la fe de Marta fue creciendo gradualmente conforme hablaba con Jesús y lo escuchaba atentamente. Ella supo que él era el Salvador enviado al mundo, y ahora confiaba en que él podría curar a su hermano enfermo, aunque no entendía por qué Jesús había retrasado deliberadamente su venida. Por eso le hizo saber a él la confusión que tenía.

Marta sabía que Lázaro resucitaría el último día, pero no estaba muy segura de lo que Jesús podía hacer “ahora mismo.” Lo que más quería ella era estar cerca de él; por eso, el Señor aprovechó la oportunidad para hablarle, con paciencia, y haciéndole preguntas para ayudarle a escudriñar su propio corazón. Y, quizás si ella misma se sorprendió de ser capaz de declarar: “Sí, Señor. ¡Creo firmemente!” Luego, corrió a buscar a su hermana para ofrecerle la misma oportunidad.

Nuestra fe se desarrolla de la misma manera: creciendo gradualmente. Jesús nos invita a confiar en él. Le expresamos la poca fe que tenemos: “Creo, Señor; ayúdame a creer más” (Marcos 9, 24) y le decimos qué es aquello que no entendemos. Entonces él nos lleva poco a poco hacia una mejor comprensión de su Persona.

¡No tengas miedo de hacerle preguntas a Jesús! Dile aquello que no tiene sentido para ti y luego haz lo que él te diga. Poco a poco, el parpadeo de fe crecerá en ti hasta hacerse una gran luz.
“Señor mío Jesucristo, creo firmemente en ti. Ayúdame, Señor, a dar el paso siguiente."
Éxodo 32, 15-24. 30-34
Salmo 106 (105), 19-23
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Pensamientos de Fuego - Beata Elena Guerra - PAZ #351


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 11,19-27


Evangelio según San Juan 11,19-27
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Santa Marta se ha convertido en una santa todavía más popular de lo que ya era, gracias a la residencia abierta en tiempos de san Juan Pablo II en el territorio vaticano, y en la que, además, el Papa Francisco, renunciando a sus apartamentos en el Palacio vaticano, se estableció llí para vivir menos aislado, más en comunidad. Santa Marta, que representa en los Evangelios la acogida amistosa de Cristo, quiere simbolizar hoy en día una renovación de la Iglesia, en la línea de una vida más simple y austera.

Todos conocemos la suave reconvención que Cristo dirigió a Marta cuando ésta exigía que su hermana María, embelesada por la Palabra del Maestro, le ayudara en sus tareas cotidianas. Y es que se puede acoger a Cristo materialmente (declarándose cristiano, frecuentando la Iglesia y trabajando con diligencia en ella), pero sin que eso suponga una actitud de verdadera escucha y acogida de su palabra, que significa acogerle con el corazón. Todos comprendemos que si alguien nos invita a su casa, y se pasa el tiempo haciendo cosas para que estemos a gusto, pero no nos dedica ni un minuto de tiempo, ni se sienta a conversar con nosotros, todas las otras ocupaciones resultan inútiles, incluso molestas. Acoger materialmente (declararse cristiano, frecuentar la Iglesia y trabajar en ella) es importante, pero para que todo eso dé frutos de verdadera vida cristiana es preciso saber pararse, perder el tiempo, orar, contemplar y escuchar la Palabra del que ha venido a nuestra casa a estar con nosotros.

Marta es hermana de María: la acción y la contemplación no son enemigas, sino hermanas de una misma familia, la que está basada en el amor de Dios, del que nos habla Juan en la primera lectura. Y aunque en ocasiones salten chispas entre ellas, Jesús nos enseña que hay que aprender a armonizarlas y establecer prioridades. Marta aprendió bien la lección. En el Evangelio de hoy es ella la que le dirige un suave reproche a Jesús. Es el que todos le hacemos a Dios cuando perdemos a un ser querido, sobre todo si creemos que todavía no había llegado su hora. El reproche de Marta está, sin embargo, impregnado de confianza. Y es en el precioso diálogo con Jesús donde comprendemos hasta qué punto Marta, sin dejar su talante activo (es ella la que se adelanta a acercarse a Jesús), ha aprendido la lección de la acogida con el corazón, que no es una acogida meramente sentimental, sino en fe. Marta confiesa que el amigo que les ama y al que aman es además el Mesías, que no sólo retrasa la muerte inevitable unos cuantos años, sino que la ha vencido definitivamente, porque Él mismo ha entregado su vida por amor para librarnos definitivamente del pecado y de la muerte.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

MARTA LE DIJO: SÍ, SEÑOR, YO CREO


Marta le dijo: «Sí, Señor, yo creo»

Cristo vino para resucitar a Lázaro, pero el impacto de este milagro será la causa inmediata de su arresto y crucifixión (Jn 11, 46s)... Sintió que Lázaro estaba despertando a la vida a precio de su propio sacrificio, sintió que descendía a la tumba, de dónde había hecho salir a su amigo. Sentía que Lázaro debía vivir y él debía morir, la apariencia de las cosas se había invertido, la fiesta se iba a hacer en casa de Marta, pero para él era la última pascua de dolor. Y Jesús sabía que esta inversión había sido aceptada voluntariamente por él. Había venido desde el seno de su Padre para expiar con su sangre todos los pecados de los hombres, y así hacer salir de su tumba a todos los creyentes, como a su amigo Lázaro... los devuelve a la vida, no por un tiempo, sino para toda la eternidad.

Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente." Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos. Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: "¿Crees esto?". Donde hay un corazón para responder: "Señor, yo creo", ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos que seres que nos son queridos. ¡Bendito sea su nombre! nada puede privarnos de este consuelo: vamos a estar tan seguros, a través de su gracia, de que Él está junto a nosotros en el amor, como si lo viéramos. Nosotros, después de nuestra experiencia de la historia de Lázaro, no dudamos un instante que él está pendiente de nosotros y permanece a nuestro lado.


Beato John Henry Newman (1801-1890)
teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Sermón: "Las lágrimas de Cristo en la tumba de Lázaro» PPS, vol. 3, n°10

domingo, 28 de julio de 2019

Enseñanos a orar

Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. (Lucas 11, 1)

Uno de los discípulos, al observar el recogimiento de Jesús, le ruega que les enseñe a orar, es decir, hablar con Dios. Fijémonos bien en lo que nos enseña su actitud, una actitud de amor filial y una profunda realidad interior mientras Jesús eleva la mirada hacia el cielo en contemplación y adoración. El Hijo de Dios, siendo humano y divino, experimenta en frecuentes ocasiones la necesidad de encontrarse con su Padre y dialogar con él cara a cara.

Ante la petición del discípulo, y sin duda con agrado interior, Jesús responde: “Cuando oren, digan: ‘Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino…” La oración consiste en un intercambio filial del hijo con el Padre que nos ama hasta el extremo y que significa todo para él: vida, amor, salud, paz y felicidad.

La oración que el Señor nos enseña es la más perfecta, la más antigua y la mejor: el Padre Nuestro. En ella, encontramos los elementos que deben caracterizar toda oración de un auténtico cristiano. Se trata de una oración dirigida, no a una persona cualquiera, sino a la Persona de Dios Padre, Creador de todo y Autor de la vida.

En ella, alabamos a Dios y anhelamos la llegada de su Reino; pedimos por nuestras necesidades espirituales y temporales; pedimos perdón por nuestros pecados y ofrecemos el nuestro a quienes nos han ofendido; y, finalmente, pedimos las gracias necesarias para permanecer fieles a su voluntad. Todo ello, rezado con humildad y con un profundo espíritu de gratitud.

El Papa Emérito Benedicto XVI dice que es “significativo que Lucas sitúe el Padre Nuestro en el contexto de la oración personal del mismo Jesús. De esta forma, él nos hace participar de su propia oración; nos conduce al interior del diálogo íntimo del amor trinitario; por decirlo así, levanta nuestras miserias humanas y las eleva hasta el corazón de Dios.”

La liturgia católica nos lleva a rezar esta oración al preparamos para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las siete peticiones que contiene y el orden en que están formuladas nos dan una idea de la conducta que hemos de mantener cuando recibimos la comunión eucarística.
“Padre eterno, enséñame a rezar esta hermosa plegaria como hijo tuyo.”
Génesis 18, 20-32
Salmo 138 (137), 1-3. 6-8
Colosenses 2, 12-14
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Pensamientos de Fuego - Beata Elena Guerra - PAZ # 353


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 11,1-13


Evangelio según San Lucas 11,1-13
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle',
y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'.
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!".

RESONAR DE LA PALABRA

Defensores de nuestros hermanos

El Evangelio de este domingo tiene para los creyentes una importancia especial. Recoge el momento en el que Jesús enseña a los discípulos la oración que hoy en día seguimos rezando y que nos identifica como discípulos de Jesús: el Padrenuestro. Es importante subrayar el contexto en el que el evangelio sitúa esta oración. La acompaña de una catequesis en la que Jesús ilumina a los discípulos sobre la insistencia en la oración. Por eso la parábola o el cuento del señor que va a pedir pan a su amigo porque ha tenido una visita. Y sobre la confianza con que debemos rogar a Dios. Por eso la parábola que compara entre la bondad de un padre de los nuestros y la bondad del Padre celestial.

Además la Iglesia en su liturgia hace que este Evangelio esté precedido por la lectura del Génesis en la que Abrahán intercede ante Dios por los habitantes de Sodoma y Gomorra a los que Dios quiere castigar por sus iniquidades. Ahí diría que está la clave en la que nos podemos fijar este domingo. La oración que nos plantea Jesús no es la del que pide de forma egoísta por su propio bien sino la del que intercede por sus hermanos. Abrahán participa en esa especie de subasta a la baja con Dios para intentar encontrar una razón que salve a sus hermanos, los habitantes de Sodoma y Gomorra, del castigo y la muerte que se les avecina. En principio, Abrahán no tiene nada que ver con ellos. En Sodoma tiene un sobrino pero ése va a ser salvado por Dios. Con el resto de los habitantes de esas ciudades no le une ningún lazo más allá de pertenecer a la misma humanidad. Ellos son malos, por eso van a ser castigados, y él es el elegido de Dios para ser padre de un pueblo y depositario de la promesa. Abrahán podía haberse dado la vuelta y no mirar a lo que iba a suceder. O haber comentado con Dios cómo es necesario, aunque triste, tomar decisiones radicales y extirpar el mal de la sociedad humana. Pero hace exactamente lo contrario. Trata desesperadamente de salvar a los que se habían condenado por sus propias acciones. Y Dios cede ante él. La cifra de justos necesaria para salvar la ciudad baja de 50 a 10 ante la insistencia de Abrahán. Algo parecido se puede decir del Evangelio, donde el que va a pedir los panes no lo hace para sí sino para dar de comer a un amigo que le ha llegado a casa. 

Podríamos decir que la clave de la oración está en la intercesión. Pedir a Dios por nuestros hermanos y hermanas. Para ello hemos de sentir una gran solidaridad. Es que realmente somos hermanos y hermanas. Su muerte o su fracaso es nuestra muerte y nuestro fracaso. Oremos intercediendo por ellos y ellas porque, si nosotros que somos malos damos cosas buenas a nuestros hijos, cómo no nos va a dar el Espíritu de Vida el Padre del cielo que tanto nos ama. 

Para la reflexión

¿Oramos alguna vez? ¿Lo hacemos con las palabras del Padrenuestro? ¿Tenemos en mente las necesidades de nuestros hermanos y hermanas? ¿Siento que son de verdad mías sus necesidades? ¿O acaso sólo miramos por “mis” necesidades?
Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 280719


«Pedid y recibiréis» (cf. Lc 11,9)

Capítulo 134

Tu verdad ha dicho que si llamamos nos responderán, que si golpeamos, nos abrirán, que si pedimos, recibiremos: oh Padre eterno, tus servidores están clamando tu misericordia. Respóndeles, pues. Porque sé que la misericordia es propiedad tuya y por eso no puedes rechazar a quien te la pide. Están golpeando la puerta de tu verdad, puesto que es en tu verdad, tu Hijo (Jn 14,6) que conocen el amor inefable que tú tienes al hombre. Por eso golpean tu puerta. Y es porque el fuego de la caridad no podrá, no puede no abrir a los que llaman con perseverancia. 

Abre, pues, dilata, rompe los corazones endurecidos de aquellos que tú mismo has creado –si no es por los que no llaman, al menos por tu infinita bondad y por el amor de tus servidores que llaman a ti por los demás. Escúchales, Padre eterno... Abre la puerta de tu caridad ilimitada, que nos ha llegado por la puerta del Verbo. Sí, yo sé que tú abres antes que llamemos porque es con la voluntad y el amor que tú les has dado que tus siervos golpean y te llaman, por tu honor y por la salvación de sus almas. Dales, pues, el pan de vida, es decir, el fruto de la sangre de tu Hijo único.


Catalina de Siena
Diálogos: Padre de Misericordia

sábado, 27 de julio de 2019

El amor en acción: Evangelización


El amor en acción: Evangelización 




Evangelizar es proclamar la Buena Nueva de la salvación que llega al hombre por el infinito amor y gracia divina: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna” ( Jn 3,16 ). 

Jesús con sus palabras, con sus obras y dando su vida demostró cuánto nos ama. Junto con proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios sana a los enfermos, expulsa a los demonios, perdona los pecados, resucita a los muertos y, en el calvario, entrega su vida. 

El mundo de hoy, tan lejos de Dios, necesita reencantarse con la Buena Noticia del Evangelio proclamado con la Palabra y el testimonio, tal como lo hizo Jesús y, luego, las primeras comunidades cristianas. Para eso quienes nos identificamos como discípulos y misioneros de Jesús debemos tener su sello, debemos proclamar la Palabra y dar testimonio de ella con nuestra vida. 

En el año 2009 tuve la gracia de participar en un encuentro del ICCRS realizado en Kkottongnae, Corea del Sur, bajo el lema: Amor en Acción. Dicho lema, sin embargo, no es un simple deseo, 

demuestra lo que es realmente Kkottongnae, y proclama al mundo cómo el anuncio del Evangelio se hace con la Palabra y con el testimonio de la vida transformada. Paso, entonces, a describir los aspectos distintivos de la evangelización en Kkottongnae donde queda demostrado que el Evangelio es Palabra y Vida. 

Impresiona hondamente la fe del P. John Oh, fundador de Kkottongnae, y su docilidad para confiar en la Providencia Divina que proveerá para dar sustento y atención a todo aquel que llegue a dicho lugar (se ha atendido en forma gratuita a 12.000 personas entre vagabundos, abandonados o discapacitados desde su fundación). El P. John Oh le creyó a Dios, como Abraham, y Dios le concedió lo que prometió. Es necesario que cada uno de nosotros le crea a Dios, que cada una de las promesas que Él hace en la Biblia, se cumple. Es la Buena Noticia que Él mismo nos da, creer en Él y, de esa manera, tener vida en abundancia. 

En ese lugar se vive la oración profunda y por eso da frutos de acción, entre los cuales cabe destacar, la paz y alegría que viven los que allí sirven, junto con el amor que entregan los voluntarios en el cuidado de los enfermos, especialmente a los más desamparados. Contagia la constante sonrisa, amabilidad y atención junto con el desprendimiento de las cosas materiales de quienes allí sirven. 

Esta Buena Noticia se entrega también a través del ambiente cálido, amable y cordial que allá se vive y la forma en que enseñan a orar a todos, especialmente a los pequeños. En un mundo donde se vive en forma tan individual y donde muchos creen que lo que dice la Palabra de Dios es imposible realizarlo, impacta ver y palpar ¡cómo el Evangelio se hace vida! Debe ser por eso mismo que allá no hay escasez de sacerdotes ni de religiosas, se ve el fruto del amor y la presencia de Dios en todo lo que se hace. Por eso mismo, el P. John Oh dice que, sin el anuncio y la práctica de la Palabra de Dios nada de Kkottongnae sería posible de realizar, de ahí nace la necesidad de enseñar a todos a orar, asistir a Misa y vivir los sacramentos. 

Cuando Dios es lo primero, se cumple lo que Él mismo nos enseña que, “si nos preocupamos del Reino de Dios y su justicia, todo vendrá por añadidura” (Mt 6,33), de ahí que, como Dios es lo primero, se dan también los bienes materiales como, por ejemplo, la enorme infraestructura y gran cantidad de cosas materiales que han logrado en tan poco tiempo, a sólo 34 años desde su fundación. 

Todo lo anteriormente dicho se puede resumir en las Bienaventuranzas ya que cada una de ellas allí se realizan, “felices los afligidos porque serán consolados”, “felices los que trabajan por la paz porque se llamarán hijos de Dios”, “felices los desposeídos porque heredarán la tierra…” (Mt 5,2-11). Jesús se hizo hombre y nos mostró con sus palabras y vida lo que ya el profeta Isaías anunciara cuando dice: “ El Señor me ha ungido, me ha enviado para dar una buena noticia a los pobres, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, para consolar a los afligidos, para cambiar su ceniza en corona, su luto en perfume de fiesta, su abatimiento en traje de gala.” (Is 61, 1-3 ). En la Sinagoga de Nazaret cuando fue Jesús y se puso en pie para leer esta lectura, luego que la leyó, cerró el libro y dijo “Hoy en presencia de ustedes, se ha cumplido esta escritura”. (Lc 4,16-21). Esta evangelización es la que se realiza en Kkottongnae ya que el Señor venda los corazones heridos cuando se entrega amor, los que llegan oprimidos, a través de la oración son liberados, los más pobres cambian su ceniza en corona cuando se les trata con la dignidad de los hijos de Dios, los enfermos y desposeídos son “perfumados” cuando se les da cuidado y atención integral como personas, hijos de un mismo Padre. El mundo de hoy necesita ver multiplicados a través del planeta otros tantos Kkottongnae como en Corea del Sur, que sean reflejos de las primeras comunidades cristianas que se distinguían por el amor que se tenían unos a otros. Kkottongnae es una fuente de amor que brota del amor de Jesús que allá se vive y que se da por entero a los demás. Ellos con su testimonio nos muestran el rostro de Jesús: alegres, atentos a servir, preocupados del otro, esto es realmente vivir el amor de Dios y demostrarlo. Experiencias de vida en el Espíritu como éstas son las que hoy se necesitan para que el hombre de hoy crea y se abra a recibir a Jesús como Señor de su vida.

María José Cantos de Ortiz
Preguntas a la Comisión Doctrinal del ICCRs
Año 2010

LA ORACIÓN ES FUNDAMENTAL EN LA VIDA DEL CRISTIANO


En el Evangelio según Mateo, Jesús nos enseña a tener una vida de oración y también nos enseña la oración del Padre Nuestro. Quiero decirte que el Padre Nuestro está por encima de cualquier modelo de oración y que, con sencillez , nos dirigimos al Padre, en primer lugar, hablando las cosas de él, las cosas del Reino: "Padre nuestro que estás en los El cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino ".
Luego nos dirigimos al Padre, pidiendo por nuestras necesidades: “Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como perdonamos a los que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal ".
Es una oración simple, en la cual nos dirigimos al Padre pidiendo por Sus cosas, las cosas del Reino; Y por las cosas que necesitamos, con la confianza de hijos. ¡Debemos ser hombres y mujeres de oración!
¡Dios los bendiga!

Tu hermano,
Monseñor Jonas Abib 
Fundador de la Nueva Comunidad de la Canción
Adaptación del original en portugués

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Meditación: Mateo 13, 24-30

¿De dónde, pues, salió esta cizaña? El amo les respondió: De seguro lo hizo un enemigo mío. (Mateo 13, 27-28)

En la vida humana hay una gran mezcla de cualidades buenas y malas, de virtudes y defectos, de valores positivos y negativos y de intenciones constructivas y destructivas. También hay personas que no saben tolerar las diferencias y quieren ser jueces de los demás; piensan que solo ellas tienen la razón y que los demás están equivocados. Hoy, la parábola del trigo y la cizaña nos ayuda a no caer en la tentación de querer descalificar y excluir a quienes no piensan como nosotros.

Pero no es solo en el ámbito comunitario donde crecen el trigo y la cizaña. A veces en el propio interior de la persona crecen los brotes de tentaciones y los engaños del enemigo, Satanás, y nos parece justo tener actitudes de juicio, egoísmo, orgullo y cosas por el estilo, que al final de cuentas se manifiestan en nuestras acciones, tanto en la familia como en la comunidad.

¿Qué nos dice el Señor al respecto? Que la Palabra de Dios es la buena semilla; sin embargo, en las personas, las familias y las comunidades aparecen siempre ideas y enseñanzas que son contrarias a la Palabra de Dios; por eso nos aconseja diciéndonos: “Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y… diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla.” Lo que distingue lo bueno y lo malo es lo que cada uno hace y las consecuencias que esos actos tienen en uno mismo y en los demás. Es por el fruto de nuestras acciones que Dios nos juzgará (Mateo 12, 33).

El trigo y la cizaña que crecen juntos son una indicación clara de que la realidad del mal será compañera inseparable en la historia de la salvación, es decir, que esta situación va a condicionar siempre al ser humano y a la nueva sociedad que Jesús quiere instaurar.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Querido lector, dedícate a orar y pedirle al Señor discernimiento, sabiduría y entendimiento para reconocer las faltas y las virtudes propias; así podrás reprimir las reacciones negativas y fomentar las positivas, y también disculpar los errores de los demás. Así crecerá el Reino en ti y en tus seres queridos y amigos. Para reconocer las faltas personales, uno de los mejores medios es hacerse, al final del día, un sincero examen de conciencia. Es muy útil.
“Amado Jesús, concédeme la gracia de darme cuenta de cuándo tu gracia actúa en mi vida y cuando yo tiendo a frenarla con mis acciones.”
Éxodo 24, 3-8
Salmo 50 (49), 1-2. 5-6. 14-15
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Parece, pero no es.

San Juan Crisóstomo, obispo
Homilía: Parece, pero no es.
Homilías sobre san Mateo, 46, 1-2

«Dejadlos crecer juntos»

El método del diablo es el de mezclar siempre la verdad con el error, revestido éste con las apariencias y colores de la verdad, de manera que pueda seducir fácilmente a los que se dejan engañar. Por eso el Señor sólo habla de la cizaña porque esta planta se parece al trigo. Seguidamente indica cómo lo hace para engañar: «mientras la gente dormía». Por ahí se ve el grave peligro que corren los jefes, sobre todo aquellos a quienes les ha sido confiada la guarda del campo; por otra parte, ese peligro no amenaza sólo a los jefes, sino también a los subordinados. Esto mismo nos enseña que el error viene después de la verdad… Cristo nos dice todo esto para enseñarnos a no dormirnos…, de ahí la necesidad de la vigilancia de un guardia. Y también nos dice: «El que persevere hasta el final, se salvará» (Mt 10,22).

Considera ahora el celo de los criados: quieren arrancar la cizaña inmediatamente; es cierto que, aunque les falte reflexión, dan pruebas de su solicitud por la simiente. Sólo buscan una cosa que no es vengarse del que ha sembrado la cizaña sino de salvar la cosecha; por eso quieren echar totalmente el mal del campo… ¿Y qué responde el Maestro? Se lo priva por dos razones: la primera el temor de perjudicar el trigo; la segunda, la certeza de que un castigo inevitable se abatirá sobre los que están afectados de esa enfermedad mortal. Si queremos que se les castigue sin que se perjudique la cosecha, debemos esperar el momento conveniente… Por otra parte ¿es posible que una parte de esa cizaña se convierta en trigo? Si lo arrancáis ahora podéis perjudicar la próxima cosecha arrancando a los que podrían llegar a ser mejores.

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 13,24-30


Evangelio según San Mateo 13,24-30
Jesús propuso a la gente otra parábola: 
"El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.
El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'.
'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Terminamos la semana escuchando otra de las llamadas parábolas del Reino que el evangelista Mateo ofrece agrupadas. En los próximos días, fortalecidos ya por la celebración del domingo, se nos proclamarán más.

Nos encontramos hoy ante el trigo y la cizaña, que crecen mezclados en el campo; en un campo en el que los enemigos del Reino han ido haciendo también su trabajo. Muchos de nosotros pertenecemos a generaciones educadas en la contemplación de la misericordia de Dios, en la conciencia de su deseo de salvar a todos y de su infinita paciencia. Corremos el peligro (y a veces hemos caído en él) de minusvalorar la fuerza del mal, del que está sembrado en el campo del mundo y del que anida dentro de cada uno de nosotros. Con frecuencia, con el paso de los años, hemos ido poniendo palabra a esta experiencia: el mal existe; el mal tiene fuerza; el mal pelea dentro de cada uno de nosotros, a veces incluso con procedimientos muy sibilinos; el Reino tiene enemigos, y nosotros a veces bailamos a su ritmo.

Por eso la parábola suena tan bien y nos invita gozosa y confiadamente a la esperanza. La fe nos invita a ser lúcidos, a vivir en sencillez, pero también en astucia, a calcular bien el peso, la medida y el coste de la torre antes de edificarla. Hay cizaña; y de vez en cuando colaboramos con ella. No caigamos en ingenuidades que Dios no desea.

Pro al tiempo se nos ofrecen mil ayudas para que el trigo termine con la cizaña en nosotros, para que el bien venza claramente la batalla al mal, para que el Reino pueda seguir abriéndose camino con nuestra ayuda.

Hoy es sábado. María de Nazaret camina con nosotros todos los días del año, pero hoy podemos invocarla de modo especial, unidos a los millones de creyentes que lo hacen: María, madre y hermana, ayúdanos a dar buen fruto, a acoger mejor la Palabra, a proclamar con nuevo entusiasmo que viviremos como quiere el Señor. Santa María, ruega por nosotros.

¡Buen fin de semana, hermanos! ¡Que el Señor nos conceda un buen domingo!

Pedro Martinez

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 270719


«Dejarlos crecer juntos hasta la cosecha»

Hay escándalos en la Iglesia, cosas censurables y vergonzosas; ningún católico podrá negarlo. Tiene siempre que asumir el reproche y la vergüenza de ser la madre de hijos indignos; tiene hijos que son buenos, y otros que son malos… Dios habría podido instituir una Iglesia que fuera pura; pero predijo que la cizaña sembrada por el enemigo, crecería con el trigo hasta la cosecha, en el fin del mundo. Afirmó que su Iglesia sería semejante a una red de pescador «que recoge peces de todas clases» y que no se escogen hasta el atardecer (Mt 13,47s).

Yendo más lejos todavía, declaró que los malos y los imperfectos, le importaban más que los buenos.»Muchos son los llamados, dijo, pero pocos los escogidos» (Mt 22,14), y su apóstol dice «que subsiste un resto, elegido por gracia» (Rm 11,5). Existe, pues sin cesar, en la historia y en la vida de los católicos, el juego de hechos ampliamente contradictorios… Pero no nos avergonzamos, ni escondemos el rostro entre las manos, al contrario, levantamos nuestras manos y nuestra cara hacia nuestro Redentor.

«Como los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores…, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia» (Sal. 122,2)… Acudimos a ti, juez justo, porque eres tú el que nos mira. No hacemos ningún caso a los hombres, mientras te tenemos, a ti…, mientras tenemos tu presencia en nuestras asambleas, tu testimonio y tu aprobación en nuestros corazones.

Beato John Henry Newman
Sermón: Iglesia santa y pecadora
Sermones predicados en varias ocasiones, n° 9, 2.6