martes, 31 de mayo de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Proclama mi alma la grandeza del Señor»

Después de veinte siglos, la fuente del gozo cristiano no ha cesado de brotar en la Iglesia, y especialmente en el corazón de los santos...En primera fila está la Virgen María, llena de gracia, la Madre del Salvador. Acogiendo el anuncio de lo alto, esclava del Señor, esposa del Espíritu Santo, madre del Hijo eterno, deja estallar su gozo ante su prima Isabel que celebra su fe: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, mi espíritu se goza en Dios mi salvador... Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada».

Ella ha captado, mejor que todas las demás criaturas, que Dios hace maravillas: su nombre es santo, muestra su misericordia, enaltece a los humildes, es fiel a sus promesas. No es que para María el desarrollo aparente de su vida salga de la trama ordinaria, sino que medita los más mínimos signos de Dios, repasándolos en su corazón (Lc 2, 19.25). No es que los sufrimientos le sean ahorrados, en absoluto: permanece de pie junto a la cruz, asociada eminentemente al sacrificio del Servidor inocente, madre de dolores. Pero está también abierta al gozo sin medida de la Resurrección; ha sido también elevada en cuerpo y alma hasta la gloria del cielo. Primera rescatada, inmaculada desde el momento de su concepción, incomparable morada del Espíritu, habitáculo purísimo del Redentor de los hombres, es al mismo tiempo la Hija muy amada de Dios y, en Cristo, la Madre universal. Es el símbolo perfecto de la Iglesia terrestre y glorificada.

Que resonancia tan maravillosa adquieren, en su existencia singular de Virgen de Israel, las palabras proféticas que ser refieren a la nueva Jerusalén: «Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios, porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como un novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas» (Is 61,10).



San Pablo VI
papa 1963-1978
Exhortación apostólica sobre el gozo cristiano «Gaudete in Domino»

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-56


Evangelio según San Lucas 1,39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas.

Hoy celebra la Iglesia la fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel. Algunos Padres en los primeros siglos, ya vieron en este camino de María hacia Ain Karem, una primera peregrinación eucarística. María como primer Sagrario, como primera Custodia, si quiere decirse así, porta en sus entrañas a Cristo, Pan de Vida, Hombre bueno, Hijo de Dios vivo. Y esta presencia íntima no es indiferente al mundo ni se guarda María sus efectos transformadores sólo para ella. ¡Al contrario!

La alegría de María en el magníficat es contagiosa, da vida, es fecunda. Es una alegría que hace saltar a la criatura en el vientre de Isabel: nace la vida donde sólo había esterilidad. ¿Quién de nosotros no vive alguna faceta de su vida o de gente cercana en pura aridez y esterilidad? ¿a quién de nosotros no hay algo o alguien que le preocupa enormemente y que siente que no será capaz de generar vida y alegría por nada? Esa era la situación de Isabel. Esa situación es la que María visita y bendice y acompaña y canta. Poco tiene que ver esta Mujer Inmaculada con estampas de una humildad sumisa ensimismada en ella misma y en el Hijo de sus entrañas. María, en el Evangelio no es así. La mujer que Dios ensalza en el evangelio no es así.

Puede ser también este un bonito día para contemplar en el abrazo de estas dos mujeres santas, la llamada de Dios a dejar que la vida salte de gozo en todos los lugares y personas que visitamos cada uno de nosotros. Pero si me permitís, una oración especial para que todas las mujeres del mundo y las que formamos parte de la Iglesia, seamos capaces de seguir bendiciendo tanta esterilidad y de dar vida también allí donde aparentemente se nos piden actitudes que poco tienen que ver con esta esclava sencilla, valiente y alegre: la Madre de Jesús.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 30 de mayo de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«En el mundo, tendréis luchas, pero tened confianza: yo he vencido al mundo»

Aunque amemos la paz y tengamos esperanza en el fondo del corazón de que nuestra acción en favor de la paz no será inútil, ni vosotros ni yo podremos eludir las presiones de este tiempo.

Esto significa que no podemos liberarnos de la duda de que, según las leyes de la historia, algo pueda cambiar: una guerra sucede a otra guerra, y cada vez, esto es un golpe mortal para la causa de la paz. Vivimos todavía demasiado bajo la influencia de los que afirman que los que quieren la paz deben armarse para vencer la guerra...

Es notable de comprobar que en el curso de los siglos, brotan constantemente héroes de paz, predicadores del mensaje de paz... Encontramos a estos mensajeros, estos apóstoles de la paz en todo tiempo y en todo lugar. Y en nuestros días, por suerte, no carecemos de eso. Pero ningún mensajero de la paz, ha encontrado un eco más vasto que aquel al que llamamos el Rey de la paz (Is 9,5). Permitidme recordaros quién es este mensajero. El día de Pascua, parecía que los apóstoles habían perdido toda esperanza desde la muerte de Cristo en la cruz. Mientras que a los ojos del mundo la misión de Cristo había terminado, había fracasado, era incomprendida, él apareció en medio de sus apóstoles reunidos en el Cenáculo por temor a los enemigos, y, en lugar de declaraciones belicosas contra sus adversarios, ellos escuchan decir: "Os dejo mi paz, os doy mi paz. No os la doy como la da el mundo" (Jn 14,27)...

Querría repetir esta palabra, hacerla resonar en el mundo entero, sin preocuparme de quién la escuchará. Querría repetirla tan a menudo que, aunque la neguemos, lográramos escucharla hasta que todos nosotros la hayamos oído y comprendido.



San Tito Brandsma (1881-1942)
carmelita holandés, mártir
Conferencia «Paz y amor por la paz» del 11/11/1931

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,29-33


Evangelio según San Juan 16,29-33
Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas.

Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios".

Jesús les respondió: "¿Ahora creen?

Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas.

El texto evangélico de hoy corresponde a la parte final del discurso de despedida de Jesús. Esta larga y compleja pieza literaria, que hemos leído en estas semanas, termina con una firme confesión de fe de los discípulos: “Estamos seguros de que lo sabes todo y… creemos que has venido de Dios”. Sorprende que Jesús no responda a esta confesión de fe con una bienaventuranza, como lo hizo en otros momentos. Al contrario, esta vez responde con una pregunta que refleja suspicacia: “¿Ahora creéis?” Jesús no se deja llevar por el entusiasmo de sus discípulos y les invita a mirar su fe con más profundidad y a poner los pies en la tierra. Jesús predice a sus discípulos que lo abandonarán en el momento más duro y que encontrarán dificultades y dolores que los confundirán.

Pero no todo queda allí, Jesús baja a sus discípulos de las nubes para remitirlos a lo fundamental de la fe: “os he dicho todo esto para que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo”. La verdadera paz no brota de no tener dificultades, sino de estar unidos en todo momento al Señor. Cuando estamos unidos al Señor, se abren nuestros oídos para escuchar esas palabras que llenan de confianza nuestra vida: “tened ánimo, yo he vencido al mundo”.

Ya casi al finalizar del tiempo pascual la Palabra del Señor nos recuerda que la Pascua no es una arenga de entusiasmo ni vanas ilusiones de no tener dificultades. La Pascua es el tiempo en el que nos unimos al crucificado que ha resucitado, es decir, el tiempo para descubrir que, en medio de nuestras cruces y de los retos que nos cuestan, está presente el Resucitado. Es tiempo para escuchar en el silencio del corazón las palabras pascuales del Señor: “Tened ánimo, yo he vencido al mundo”.

El cristiano es la persona que ha puesto su confianza plena en el Señor. Aún en las circunstancias en las que experimenta su propia fragilidad o la fuerza indomable del mal, sabe en quien ha puesto su confianza: en Aquel que ha vencido el mundo pasando por la cruz. Cuanto más nos unimos a Jesucristo, más experimentamos la verdad de esta paradoja de muerte y vida, de lucha y gozo, y encontramos el ánimo para emprender los desafíos de cada día con la fuerza del amor.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 29 de mayo de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

La alegría por la felicidad de Dios

“¡El Señor asciende entre aclamaciones! Asciende al sonido de trompetas. ¡Canten, canten a nuestro Dios! ¡Canten, canten a nuestro Rey!” (Sal 47(46),6-7). (…) Los últimos versículos de este salmo se aplican a la gloria de Dios y, particularmente, a la Ascensión de nuestro Señor: “El Señor asciende entre aclamaciones”.

Está en la tierra y en el cielo, el fundamento sólido e inquebrantable de nuestra alegría: la felicidad que Dios es Dios, la felicidad que nuestro Señor “resucitó y no morirá nunca más” (Rom 6,9) y es eternamente bienaventurado. ¡Gracias mi Dios por darnos esta fuente infinita de alegría, ponerla en tus santos libros, en la santa liturgia y verterla por gracia en nuestros corazones, haciéndonos comprender y gustar esta bienaventurada verdad! ¡Qué bueno eres en compartirnos desde este exilio y en la medida de nuestro amor, la felicidad de los bienaventurados del cielo! (…)

Sobre la tierra habrá sombras, pero que esta visión de paz y felicidad infinita ponga en nuestras almas un fondo de paz y de felicidad invariable, que nada puede sacar, ya que su fundamento es eterno. Lleguen las tristezas si deben venir, Jesús las ha tenido. Pero que ellas estén sólo en la superficie de nuestras almas, que el fondo permanezca invariablemente sereno, cómo el fondo del alma de Jesús, siempre unido al Padre, siempre en posesión de la visión beatífica. No tenemos aún esta visión, es cierto, pero tenemos como el alba, la aurora.



San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara
§ 92, salmo 46 (Méditations sur les psaumes, Nouvelle Cité, 2002), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,46-53


Evangelio según San Lucas 24,46-53
Jesús dijo a sus discípulos: "Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,

y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto."

Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.

Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.

Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría,

y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.


RESONAR DE LA PALABRA


La Ascensión: Una invitación a bajar

 Del mismo modo que nadie fue testigo visual del hecho de la «Resurrección de Jesús», también hay que decir que nadie fue testigo de la «Ascensión de Jesús», a pesar de los conocidos relatos que acabamos de escuchar. y la numerosa y bellísima iconografía artística que reproduce tal cual esta escena. Habría que empezar por aclarar qué entendemos por «cielo» y qué significaría en tal caso «subir al cielo». Nadie piensa al rezar el «Padrenuestro que estás en los cielos», que a Dios se le podría localizar en alguna parte por entre los planetas y galaxias, por muy buenos telescopios que construyamos.

Entender los relatos bíblicos de forma literal llevó a la propaganda rusa a decir que el astronauta Gagarin habría dicho en su salida al espacio exterior: “Estoy en el cielo y no he visto a Dios por ningún sitio”, Es fácil encontrar esta cita por internet. Sin embargo, Gagarin era cristiano y jamás dijo cosa semejante. Fue más bien en un discurso del Secretario General del Partido Comunista, Nikita Jruschev, al Comité Central de la Unión Soviética quien afirmó: "Gagarin voló al espacio, pero no vio ningún Dios allí". ¡Pues sólo faltaba que lo hubiera visto!

La Ascensión no es cuestión de lugar, ni es sólo cuestión de la ausencia física de Jesús, sino de una nueva presencia. El Espíritu de Jesús, presente y actuante, ocupa el lugar de Jesús, inspira y eleva los corazones, sopla donde quiere, abre los labios a la alabanza, hermana a sus seguidores y hace creíble el testimonio de los creyentes. La Ascensión de Jesús a la derecha del Padre no supone que quedemos abandonados a nuestra suerte; al contrario, a partir de entonces podemos experimentar la plenitud de Jesús dentro de nosotros. Jesús ya no pertenece ni al tiempo, ni a una cultura ni raza judías, ni a un cuerpo masculino con un aspecto muy determinado. Constituido Señor del Universo, ascendido al Padre, pertenece ya a todos los hombres, a todas las épocas y a todos los pueblos. Todos tenemos acceso a él.

Para los seguidores de Jesús la Ascensión es una invitación a bajar. Porque la vida de Jesús en medio de nosotros estuvo marcada por el verbo «bajar»:

— El Hijo del Altísimo «bajó» a nuestra humanidad, al seno de una mujer, y luego hasta una cueva de Belén. Lo llamamos encarnación o «abajamiento».

— Bajó el «volumen» de la atronadora voz del Dios que se oyó en el Sinaí cuando dictaba los mandamientos, o se hacía sentir entre relámpagos, fuegos y terremotos, para convertirse en un susurro, en una Palabra ofrecida discretamente en la comunidad reunida en su nombre, para que sea acogida libremente y sin miedos.

— Rebajó sustancialmente la tremenda lista de normas, leyes, obligaciones y prohibiciones que hacían al hombre arrastrarse continuamente para el peso del pecado. El suyo, ya sabenos, es un yugo ligero y llevadero. Al final todo lo redujo a un solo mandamiento: el amor.

— Bajó hasta las riberas del Jordán (dicen que es uno los ríos más bajos de la tierra), para bautizarse entre pecadores. Y descendió todos los peldaños para poder estar entre los más bajos de la sociedad: prostitutas, leprosos, ciegos, samaritanas desconcertadas en el amor, pescadores de escasa cultura, pobres... Bajó hasta donde estaban los más hundidos, y aplastados por los de siempre... Para ayudarlos a SUBIR.

— San Pablo recoge uno de los primeros himnos cristológicos, donde nos indica que «A pesar de su condición divina... se despojó de su rango, y se rebajó, pasando por uno de tantos, hasta la muerte, y una muerte de Cruz. Y por eso Dios lo levantó... El Hijo del Altísimo se rebajó... y por eso la fiesta de hoy vendría a significar ese ser levantado por el Padre para que recupere su condición divina, el «nombre sobre todo nombre».


Pero, subir, subir... muy pocas veces: Al monte, de las bienaventuranzas para enseñar a las gentes y al Tabor, para charlar con Moisés y Elías y también con sus Doce. Por cierto que en aquella ocasión, Pedro estaba tan a gusto allá «arriba», que propuso quedarse, y preparar tres tiendas. Pero Jesús tuvo que indicarle que había que «bajar». Y subió hasta Jerusalem (que está en lo alto de un monte), varias veces, para ser al final elevado en una cruz.

Aunque pueda parecer una paradoja la Ascensión de Jesús nos invita a «subir hacia abajo», como él mismo hizo siempre. Sólo bajando... se llega a lo más alto. Nosotros «bajamos» y Dios nos «levanta». Muy breve y bellamente lo escribió JUAN ANTONIO VALLEJO-NÁJERA:

Baja y subirás volando
al cielo de tu consuelo,
porque para subir al cielo,
se sube siempre bajando. Concierto para instrumentos desafinados)

Jesús invitaba a sus discípulos a «bajarnos», por ejemplo:

• «Los últimos serán los primeros». Él es un vivo ejemplo de ello: el primer «ascendido» por el «Jefe».
• «El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos». Aunque para ello haya que agacharse a los pies de quien sea «armados» de una toalla, para lavárselos.

Diríamos que Jesús nos invita a «subir hacia abajo», como él mismo hizo siempre. Sólo bajando... se llega a lo más alto. Nosotros «bajamos» y Dios nos «levanta». El Señor Jesús nos ha dejado libre "el ascensor» para que tengamos acceso hasta el cielo (=Dios).

Pero antes nos toca bajar a la arena del mundo y procurar que esta tierra empiece a ser el cielo. Porque «el cielo» no está donde solemos pensarnos. Me gusta cómo lo explica esta historia:

«Había una vez dos monjes que, en un manuscrito antiguo, encontraron noticia de un lugar donde el cielo y la tierra se tocaban, y decidieron ponerse en camino en su búsqueda. Subieron montañas, cruzaron ríos, atravesaron desiertos, sufrieron toda clase de penalidades en su viaje por todo el mundo y superaron toda tipo de tentaciones que pudieran apartarles de su propósito.
Por fin llegaron a la puerta de la que hablaba el viejo manuscrito. Estaban a unos segundos de colmar sus anhelos. Bastaba llamar, y uno se encontraría ante Dios. Iban a pasar la frontera entre el cielo y la tierra. Por fin se abrió la puerta, y cuando entraron, se encontraron en la celda de su monasterio. Entonces comprendieron que el lugar donde el cielo y la tierra se tocan se encuentra en la tierra, en el puesto que Dios nos tiene asignado».

Ahí (aquí) es donde podemos encontrarnos con Dios. Aquí es donde está la puerta del cielo. Y aquí tenemos nuestro trabajo: ir (bajar) hasta los confines del mundo, procurando destruir todos los infiernos y ayudando a hacer de esta tierra un cielo...

Algún día el Padre también tirará de nosotros hacia «arriba», y estaremos siempre con él. Que eso es el cielo.

Podemos orar estos próximos días con las palabras del Apóstol en la segunda lectura de hoy:

El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama.

Pero ¡ojo!, como avisaron aquellos dos vestidos de blanco: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?». Hasta que llegue el momento de subir.... nos toca bajar, poner los pies en la tierra y hacerla mejor, siguiendo los mismos pasos del que hoy ascendió a la derecha del Padre.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 28 de mayo de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA


Rezar con confianza y perseverancia

Recen con mucha confianza. Ella está fundada en la bondad y generosidad infinitas de Dios y en las promesas de Jesucristo. (…)

El deseo más grande que tiene para nosotros el Padre eterno es de comunicarnos las aguas salvadoras de su gracia y misericordia. Él exclama: “Vengan a beber mis aguas con la oración”. Cuando no rezamos, se lamenta diciendo que lo abandonamos: “Me abandonaron a mí, la fuente de agua viva” (Jer 2,13). Agradamos a Jesucristo cuando le pedimos sus gracias. Si no lo hacemos, se queja con amor: “Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen a la puerta y se les abrirá” (cf. Jn 16,14; Mt7,7; Lc 11,9; Apoc 3,20). Para darnos más confianza al rezar, se ha comprometido con su palabra, afirmando que el Padre eterno nos acordará todo lo que le pediremos en su Nombre.

A nuestra confianza sumemos la perseverancia en la oración. Sólo quien persevere para pedir, buscar y llamar, será el que recibirá, encontrar á y entrará.



San Luis María Grignion de Monfort (1673-1716) predicador
fundador de comunidades religiosas
Los secretos del rosario (“Le secret du Rosaire”, Traditions monastiques, 2003), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,23b-28


Evangelio según San Juan 16,23b-28
Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.

Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.

Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.

Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,

ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.

Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".


RESONAR DE LA PALABRA

Querido amigo/a:

“En mi nombre”: ¿qué quiere decir esta fórmula? Quizá lo primero que nos viene a la mente es que equivale, cuando se trata de pedir, a hacerlo por medio de Jesús, tomándolo como intercesor. Pero en este mismo pasaje del evangelio afirma Jesús que no va a intervenir ante el Padre por nosotros; no es preciso que haga de filtro, ponga el sello a nuestra petición y le dé curso oficial con una señal aprobatoria. Y cuando el Padre da en nombre de Jesús (v. 23b, según cierta traducción), tampoco sería necesario que Jesús hiciera de portador de los dones del Padre hasta nosotro.

En ese caso, ¿qué significa la fórmula en cuestión? Sencillamente, estar adheridos por la fe y el amor a Jesús, creer que ha salido de Dios (v. 27), pertenecerle de verdad. Por la fe y el amor, él está en nosotros y nosotros en él. Y si lo hemos acogido y él habita en nosotros, el Padre nos ama y nos atiende. Tenemos hilo directo con el Padre.

Sin embargo –diréis–, la práctica de la liturgia es constante: la de pedir “por Jesucristo nuestro Señor”. De acuerdo, y seguiremos ejercitándonos en ella, porque Jesús es el Mediador y el que intercede ante Dios Padre por nosotros. Pero aquí se nos da un toque de atención para que vivamos toda súplica desde la fe en Jesús y el amor a Jesús. Y ese es el punto sobre el que nos podemos examinar.

Sin esa raíz y clave, sin esa comunión vital, toda petición pierde su sentido. Fe y amor son el sello que la hace cristiana y la vuelve acepta ante el Padre. Jesús, en este pasaje, nos apremia a que activemos esos dinamismos básicos que son como las alas de toda súplica (sea breve o no tanto, tenga un contenido u otro, la hagamos en soledad o en comunidad, la musitemos o la expresemos en voz alta); esas alas la llevan ante el acatamiento del Padre.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 27 de mayo de 2022

CULTURA DEL SABER

 

«Es curioso: en esta cultura del saber, de conocer todas las cosas, también de la precisión del saber, se han difundido tantas brujerías, pero brujerías cultas. Es brujería con cierta cultura, pero que te lleva a una vida de superstición: por un lado, para ir adelante con inteligencia en el conocer las cosas hasta las raíces; por otro, el alma que necesita de otra cosa y toma el camino de la superstición y termina en la brujería. La vejez puede aprender de la sabiduría irónica de Cohélet el arte de sacar a la luz el engaño oculto en el delirio de una verdad de la mente desprovista de afectos por la justicia. ¡Los ancianos llenos de sabiduría y humor hacen mucho bien a los jóvenes! Los salvan de la tentación de un conocimiento del mundo triste y sin sabiduría de la vida»


Francisco

Audiencia General

25-05-2022 




COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Nadie os quitará vuestra alegría»

Estas palabras del Salvador: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» no deben ser referidas a este tiempo en que, después de su resurrección, se dejó ver en su misma carne por sus discípulos y les dijo que le tocaran, sino a ese otro tiempo del cual él mismo ya había dicho: «El que me ama, lo amará mi Padre y lo amaré yo y me mostraré a él» (Jn 14,21). Esta visión no es para esta vida sino para la vida del mundo venidero. No es por un tiempo sino que no tendrá fin. «La vida eterna es que te conozcan a ti al único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» (Jn 17,3). El apóstol Pablo dice sobre esta visión y conocimiento: «Ahora vemos como en un espejo de adivinar, entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces podré conocer como Dios me conoce» (1C 13,12).

Este es el fruto del trabajo de la Iglesia, ésta lo da a luz ahora en el deseo, entonces lo dará a luz en la visión; ahora en el dolor, entonces en el gozo, ahora en la súplica, entonces en la alabanza. Este fruto no tendrá fin porque nada nos va a satisfacer sino lo que es infinito. Es ese deseo el que hizo decir a Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta» (Jn 14,8).



San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermones sobre san Juan, nº 101

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,20-23a


Evangelio según San Juan 16,20-23a
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo."

La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.

También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar.

Aquél día no me harán más preguntas."


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

«Todo tiene su tiempo: tiempo de llorar, tiempo de reír»: es la sentencia del Eclesiastés que tantas veces habremos recordado. En su primera parte, la del desconsuelo y llanto, la habremos vivido al sufrir la pérdida de seres queridos. Hay, sí, un tiempo de aflicción, y no está bien rehuirlo. No es un modelo el joven que se negó a acudir al entierro de su abuelo porque –decía él– «no soy un fanático de los cementerios». De acuerdo en no ser fanáticos ni necrófilos, pero hacer duelo ahonda nuestra humanidad, es un signo del amor y un modo de dar cauce al pesar por la pérdida sufrida.

Hay también un tiempo de alegrarse, de estar más contento que unas pascuas. Es otra expresión del amor: se ha recobrado a la persona querida, la tenemos de nuevo con nosotros. No riman con la Pascua las caras tristes. El Señor nos tendría que interpelar como a María Magdalena: «Mujer, ¿por qué lloras?». Se han de cumplir más bien estos versos: «Hoy la cristiandad se quita / sus vestiduras de duelo». Ese “hoy” no quiere ser efímero, tener las horas contadas; es el “hoy” que se repite en el “Acuérdate, Señor” de toda la octava de Pascua. Ese hoy quiere ayudar a vivir bien el duelo: tal es quizá uno de los motivos por los que los anuncios de la pasión y muerte de Jesús acaban siempre con el anuncio de su resurrección. Se hace así para que no vivamos sin noticias de esperanza, para que sepamos quitarnos en su momento las vestiduras de duelo.

A una religiosa que trabajaba en África le llegó la noticia de la muerte de su madre. Ella se lo comunicó a las mujeres del poblado, que la acompañaron tres días enteros en el llanto y la oración. Tiempo después una de ellas la vio apesadumbrada y le preguntó por la causa. Respondió que estaba recordando a su madre. Esta fue la réplica de la interlocutora: “¿Por qué seguir triste? ¿Es que no hemos llorado ya todas las lágrimas?”. Vivir el duelo, sí, y muy a fondo; pero no quedar atrapados por él, como le pasaba a María Magdalena, que se había quedado aprisionada por el Viernes Santo cuando ya había amanecido la luz pascual. El encuentro con Jesús le hizo poner el reloj biográfico en hora con el Domingo, el Día del Señor.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 26 de mayo de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”

“Al ir iban llorando, llevando la semilla” ¿Van a llorar siempre? Ciertamente no: “Al volver vuelven cantando, trayendo sus gavillas” (Sal 125,8). Y tendrán razón de alegrarse porque traerán gavillas de gloria. Pero, me diréis, eso no llegará hasta el último día, cuando la resurrección, y la espera es muy larga. No perdáis el ánimo, no cedáis a estos infantilismos. Esperando, recibiréis “las primicias del Espíritu” (2Co 1,22), suficientes para sembrar desde hoy en el gozo. Sembrad en justicia, dice el Señor, y cosecharéis la esperanza de la vida. Ya no os envía al último día, en el que todo os será dado realmente y ya no sólo en esperanza. Os habla del presente. Ciertamente, nuestro gozo será grande, nuestra alegría infinita, cuando empezará la verdadera vida. Pero la esperanza de un gozo tan grande no se puede dar sin gozo ya desde ahora.


San Bernardo (1091-1153)
monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Cantar de los Cantares, nº 37

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,46-53


Evangelio según San Lucas 24,46-53
Jesús dijo a sus discípulos: "Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,

y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto."

Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto".

Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.

Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.

Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría,

y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

«Un poco y no me veréis». “Un poco”: en efecto, quedan contadas horas para la muerte de Jesús, para que no esté ya físicamente visible entre los suyos. «Otro poco, y volveréis a verme». “Otro poco”: la ausencia tiene una duración limitada. Podrán sobrellevarla.

Pero prestemos atención sobre todo al verbo “ver”. No podemos resbalar sobre él. Porque aquí no se trata solo de percibir algo o alguien que entra en el campo visual del sujeto o de dejar de percibirlo porque queda fuera de ese campo. El “no me veréis” nos hace barruntar la crisis de fe por que pasan los discípulos cuando Jesús es detenido y sufre la pasión; nos hace pensar en su desconsuelo, y también quizá en el desaliento y la retirada, en el desplome de las expectativas que la comunión con Jesús habían generado en ellos. ¿Se quedaría todo en el recuerdo nostálgico de una experiencia demasiado bella y fugaz?

Y el “me veréis” no se refiere simplemente a que, pasados unos días (“un poco”) lo van a tener de nuevo al alcance de la vista. Ver es gozar la gracia indecible de una presencia, es saberse tocado por ella y llenarse de alegría, es sentirse conquistado de nuevo, es sentirse confirmado, ahora definitivamente, por la verdad y la vida de Jesús. Es vivir un encuentro imborrable que dará pulso e impulso a la misión.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 25 de mayo de 2022

PENSAMIENTOS



Hermanos míos, el sufrimiento nos enseña mucho. Él nos da la gracia de la paciencia, la tolerancia, la fe y el discernimiento; el sufrimiento nos lleva a escuchar.

¿Cuántas veces, en nuestros momentos de dolor, nos damos cuenta de algo que necesitaba ser cambiado en nosotros? Algo que generó una profunda conversión de vida. Queridos amigos, nadie es perfecto y siempre necesita poda para crecer.

Los sufrimientos son podados por Dios para nuestra conversión. Puedo decir esto porque entiendo que Cristo sufrió por nuestros pecados, aunque no merecía sufrir. ¿Y qué hay de nosotros? Nos quejamos porque sufrimos, pero siempre necesitamos dar sentido a nuestro sufrimiento, ya sea para nuestra conversión personal o para la conversión de nuestra familia. Siempre necesitamos encontrar el significado correcto para sufrir. Como dice mi esposa Luzia Santiago: “Necesitamos sufrir sin dejar de amar”.


 

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“El Espíritu de la verdad de lo mío y se lo anunciará a ustedes.”

El Paráclito, el Consolador que es una sola cosa con el Hijo, siendo el Espíritu que procede del Hijo ¿cómo, manifestándose él mismo, habría podido hacer otra cosa que manifestar el Hijo al mundo? ¿Cómo podía hacer otra cosa que proyectar una luz nueva sobre aquel cuya muerte en cruz abrió al Espíritu Santo el acceso al corazón del hombre?...

Cristo mismo ¿no dijo a sus apóstoles: ‘él me glorificará.'? ¿Cómo glorifica el Espíritu al Hijo de Dios? Revela que aquel que se tenía por hijo del hombre es el Hijo único de Dios. Nuestro Señor había declarado todo lo que nos hacía falta, pero sus apóstoles no lo habían comprendido. Incluso, confesando su fe con convicción bajo la acción secreta de la gracia, no comprendieron todo lo que ellos afirmaron...

¿No tuvo a bien el Salvador velar su secreto? ¿No parece que él haya querido que conociéramos su secreto, no en un principio sino después? Como si sus palabras tuvieran que esperar todavía mucho tiempo para adquirir su interpretación divina. Esto es lo que el Señor reservó para el momento de la venida de aquel que él enviaría. El Espíritu revelará a plena luz sus palabras... Sólo después de la Resurrección de Cristo, e incluso después de la Ascensión, el Espíritu desciende sobre ellos. Entonces los apóstoles comprenden, por fin, quien había estado con ellos.


San John Henry Newman (1801-1890)
teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
PPS IV, 17; 17 de mayo 1837)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,12-15


Evangelio según San Juan 16,12-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.

Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.

El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.

Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Ya recordábamos ayer una de las actividades del Espíritu: habilitar a los discípulos para perdonar los pecados. Quienes han recibido esa unción pueden llevar a cabo la misión de perdonar en el nombre del Señor. Y a través del perdón recibido entramos de nuevo en el orden del amor.

Pero no se agota ahí la obra del Espíritu. Don suyo es conducir a la verdad plena. Es el pedagogo que lleva a la verdad de Jesús, a la verdad de Dios. Hagamos un breve ejercicio de memoria histórica eclesial y recordemos el montanismo, movimiento surgido en el siglo II. Su promotor, Montano, afirmaba que el Espíritu Santo descendía sobre él y sobre sus discípulos y les comunicaba nuevas revelaciones. La gran Iglesia no aceptó este movimiento: la misión del Espíritu es ser memoria de Jesús.

La verdad de Jesús y de su evangelio no es como un teorema geométrico. «No se entra en ella sino por la caridad», enseñaba san Agustín. Para entrar en la verdad, para comprenderla hasta el punto de vivir de ella, es preciso estar sensibi¬lizados para las cosas que la verdad revela, y esa es la obra del amor. El que se dirige al museo sin experimentar el menor amor por el universo del arte, no comprenderá nada de las obras expuestas. Con más razón hemos de decirlo cuando se trata de la Pala¬bra de Dios: el Espíritu Santo, que es amor, modela la sensibi¬lidad de que estamos necesitados para penetrar en el mundo desde el que habla el que es la Palabra de Dios, el que revela a Dios y las cosas de Dios. Esto es obra del Espíritu. No estorbemos su misión.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 24 de mayo de 2022

PENSAMIENTOS

 


COMPRENDIENDO LA PALABRA 240522

«Os conviene que me vaya» (Jn 16,7)

El Espíritu Santo cubrió con su sombra a la Virgen (Lc 1,35) y, el día de Pentecostés, confortó a los apóstoles; preparó un acceso a la divinidad en un cuerpo virginal, y revistió a los apóstoles con una fuerza venida de lo alto (Lc 24,49), es decir, con su ferviente caridad. El coro de los apóstoles se vistió esa coraza como un gigante para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a los paganos, sujetando a los reyes con argollas y a los nobles con esposas de hierro. Como se trataba de meterse en casa de un hombre fuerte y deshacer todo su ajuar, era necesario ser más fuerte que él.

Triunfar de la muerte y no sucumbir ante el poder del infierno les era totalmente imposible: únicamente vencerían llenos de «un amor fuerte como la muerte» (Mt 16,18; Ct 8,6) y de una pasión tan cruel como el abismo. Este es el celo que los devoraba cuando la gente los creía borrachos. Es cierto que estaban bebidos, pero no de un vino ordinario. Estaban ebrios, repito, pero del vino nuevo que los odres viejos no merecen ni pueden contener. Este vino es fruto de la «vid celestial», un vino que alegra el corazón y no trastorna la mente; un vino que desarrolla a los jóvenes y no extravía a los hombres inteligentes. Un vino desconocido para los habitantes de la tierra. En el cielo siempre había sido abundante… Por todas las calles y plazas de la ciudad corría ese vino que llena de alegría el corazón (Jn 15,1; Sal. 103,15)…

Así, pues, el cielo saborea un vino especial que la tierra todavía no ha probado. Y era tal su ignorancia que tampoco se deleitaba en la humanidad de Cristo, cuya presencia ansiaba el cielo. ¿Cómo no iban a hacer, pues, el cielo y la tierra, los ángeles y apóstoles un negocio tan honesto como provechoso para ellos? Aquellos piden la humanidad de Cristo, estos el vino del cielo; que el Espíritu venga a la tierra y la carne suba al cielo, y en adelante todo sea común para todos. Jesús había dicho: si no me voy, no vendrá vuestro Defensor. Que quiere decir: Si no dais eso que tanto amáis, no tendréis lo que deseáis. Os conviene que yo me vaya, para trasladaros a vosotros de la tierra al cielo y de la carne al espíritu. El Hijo es espíritu, el Padre es espíritu, y el Espíritu Santo es espíritu. Recordemos la Escritura: Cristo, el Señor, es un espíritu que está siempre con nosotros. Y el Padre, por ser espíritu, quiere que se le adore en espíritu y de verdad. (Jn 4,23-24).

San Bernardo, Sermón 3 de Pentecostés

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,5-11


Evangelio según San Juan 16,5-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'.

Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.

Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.

Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.

El pecado está en no haber creído en mí.

La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.

Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:.

Todo tiene su orden. Así sucede en el proyecto de Dios. Si lo propio del sabio es ordenar, con cuánta más razón cabe decirlo de Dios, infinitamente sabio y fuente de toda sabiduría. Todo tiene su orden: primero, la partida de Jesús; luego, el don del Espíritu. Jesús lo revela en este pasaje: «Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré».

Primero, la partida del Maestro, a cuya muerte va unido el don del Espíritu. Jesús, al morir, «inclinando la cabeza, entregó el espíritu/Espíritu» (Jn 19,30). San Hipólito lo expresa con una bella imagen: «Igual que cuando se rompe un frasco de perfume, su olor se difunde por todas partes, al romperse el Cuerpo de Cristo en la cruz, su Espíritu, que mientras estuvo vivo había poseído en exclusiva, se derramó en los corazones de todos».

Luego, la resurrección de Jesús, a la que de nuevo va unido el don del Espíritu. El mismo evangelista lo había indicado páginas atrás: «No había sido dado el Espíritu porque Jesús no había sido resucitado de entre los muertos» (Jn 7,39). El mismo día de su resurrección Jesús se aparece a los discípulos y, después de saludarlos, sopla sobre ellos y les dice: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados». Es la gran obra del Espíritu: difundir por el mundo el perdón que Dios nos otorga por el Cordero degollado. Sí, todo tiene su orden y todo tiene su tiempo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 23 de mayo de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA 230522

Ofrecer un sacrificio a Dios

“Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo” (Rm 12,1). Por este ruego el Apóstol promueve a todos los hombres a la altísima dignidad del sacerdocio… El hombre no ha de buscar fuera de sí qué ofrecer a Dios, sino que aporta consigo, en su misma persona, lo que ha de sacrificar a Dios… Os exhorto —dice—, por la misericordia de Dios. Este sacrificio, hermanos, es semejante al de Cristo, quien inmoló su cuerpo vivo por la vida del mundo: él hizo realmente de su cuerpo una hostia viva, ya que murió y ahora vive. Esta víctima admirable pagó su tributo a la muerte, pero permanece viva, después de haber castigado a la muerte ...Por esta razón, los mártires nacen al morir, su fin significa el principio, al matarlos se les dio la vida, y ahora brillan en el cielo, cuando se pensaba haberlos suprimido en la tierra.

Es lo que había cantado el profeta: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo (Heb 10, 5). Sé, pues, oh hombre, sacrificio y sacerdote para Dios; no pierdas lo que te ha sido dado por el poder de Dios; revístete de la vestidura de santidad, cíñete el cíngulo de la castidad; sea Cristo el casco de protección para tu cabeza; que la cruz se mantenga en tu frente como una defensa; pon sobre tu pecho el misterio del conocimiento de Dios; haz que arda continuamente el incienso aromá-tico de tu oración; empuña la espada del Espíritu; haz de tu corazón un altar; y así, puesta en Dios tu con-fianza, lleva tu cuerpo al sacrificio.

Ofrece tu fe para castigar la incredulidad; ofrece tu ayuno para poner fin a la voracidad; ofrece tu castidad para que muera la sensualidad; sé ferviente para que cese la maledicencia; haz obras de misericordia para poner fin a la avaricia; y para suprimir la tontería, ofrece tu santidad. Así tu vida se convertirá en tu ofrenda si no ha sido herida por el pecado. Tu cuerpo vive, sí, vive, cada vez que matando el mal en ti, ofreces a Dios virtudes vivas.



San Pedro Crisólogo (c. 406-450)
obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 108; PL 52, 499

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4a


Evangelio según San Juan 15,26-27.16,1-4a
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:

«Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.

Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.

Les he dicho esto para que no se escandalicen.

Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.

Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»


RESONAR DE LA PALABRA


Querido amigo/a:

Comenzamos una nueva semana y seguimos en tiempo de Pascua, un periodo más largo que el de Cuaresma pues necesitamos rumiar, tomar conciencia e interiorizar el acontecimiento central de nuestra fe: la Resurrección. Me da la impresión de que la Pascua no la vivimos con la misma intensidad que la Cuaresma, porque quizá nos resulta más fácil sintonizar con el sufrimiento y el dolor y no tanto con el gozo y la alegría. Y a esto precisamente estamos invitados a vivir en este tiempo: la resurrección de Jesucristo es también la nuestra, su gozo y su alegría es su regalo para nosotros.

Los discípulos necesitaron su tiempo de escuela con Jesús para asimilar este misterio que al final transformó radicalmente sus vidas y, cuando lo hicieron, el Maestro ascendió a los cielos, acontecimiento que celebraremos el próximo domingo. Durante esta semana el Evangelio de Juan se hace eco de este anuncio de Jesús: Él se va, pero no nos deja huérfanos; el Defensor, el Espíritu Santo estará siempre con nosotros.

Precisamente este Espíritu es el que impulsa a Timoteo, Pablo y Silas en la primera lectura de hoy a embarcarse rumbo a la provincia romana de Macedonia para anunciar a Jesús resucitado en Filipos, primera ciudad europea que visitan, conquistada por el padre de Alejandro Magno (Filipos) en el año 355 a. C. Allí nadie nunca ha oído hablar de Jesús, pero la fuerza, el coraje y la audacia del Espíritu Santo, lleva a estos misioneros a anunciar a Cristo en la orilla de un río donde Lidia, primera creyente de Europa, acogió el mensaje de salvación con el “corazón abierto”.

Jesús nos promete hoy su Espíritu, el Espíritu de la verdad. Nos estamos solos. Jesús nos dice hoy “desde el principio estáis conmigo”. Este espíritu Defensor, nos cuida, nos protege, nos ayuda a dar testimonio, a no tener miedo, a ser valientes como Timoteo y Pablo, a tener el corazón abierto como Lidia. Hay una condición: hay que estar receptivos y atentos para dejar al Espíritu posarse sobre nosotros, y para ello necesita su espacio en nuestro interior. Pídele hoy al Señor que te ayude a vaciarte de todo aquello que estorba en el trastero de tu corazón para que su Espíritu pueda acampar a sus anchas. ¡Ven Espíritu Divino!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 22 de mayo de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA 220522

«El que me ama... y vendremos a él y haremos morada en él»

Estaba una vez recogida con esta compañía que traigo siempre en el alma y parecióme estar Dios de manera en ella, que me acordé cuando san Pedro dijo: «Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo» (Mt 16,16); porque así estaba Dios vivo en mi alma. Esto no es como otras visiones, porque lleva fuerza con la fe; de manera que no se puede dudar que está la Trinidad por presencia y por potencia y esencia en nuestras almas. Es cosa de grandísimo provecho entender esta verdad. Y como estaba espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como mi alma, entendí: «No es baja, hija mía, pues está echa a mi imagen» (Gn 1,27).

Estando una vez con esta presencia de las tres Personas que traigo en el alma, era con tanta luz que no se puede dudar el estar allí Dios vivo y verdadero... Yo estaba pensando cuán recio era el vivir que nos privaba de no estar así siempre en aquella admirable compañía, y... díjome el Señor: «Piensa, hija, cómo después de acabada no me puedes servir en lo que ahora, y come por Mí y duerme por Mí, y todo lo que hicieres sea por Mí, como si no lo vivieses tú ya, sino Yo, que esto es lo que dice san Pablo» (Gal 2,20).



Santa Teresa de Ávila (1515-1582)
carmelita descalza y doctora de la Iglesia
Relaciones, 46 y 48

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 14,23-29


Evangelio según San Juan 14,23-29
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.

El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.

Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»

Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !

Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.


RESONAR DE LA PALABRA


LAS NUEVAS PRESENCIAS DEL RESUCITADO

«Ahora que estoy a vuestro lado»... Jesús les da sus últimas recomendaciones y también algunos regalos como despedida. «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Ciertamente que es una despedida enigmática: «Me voy y vuelvo». Seguramente que en aquellos momentos no entendieron nada de nada. «Me voy al Padre», pero vuelvo a vuestro lado». Lo entenderían mucho después.

Jesús les explicó distintos modos de su nueva presencia. Estará junto al Padre, pero a la vez estará con sus discípulos, nosotros. Podríamos decir: a partir de ahora vais a experimentar en vosotros mi presencia, pero de otra manera. Y también: vosotros vais a ser «el lugar» donde los hombres podrán encontrarme. Ambas cosas. ¿Dónde o cómo será esto? Nos interesa mucho, porque esto es lo que llamamos fe: la experiencia viva de la Presencia del Señor que se encuentra conmigo... sin dejar de estar con el Padre.

Enumero estas presencias, sin orden de prioridad. No se trata de «alguna de ellas», sino de todas juntas, complementándose entre sí, sin excluir ninguna:

+ Primero: Jesús les ha anunciado que «cuando dos o más de ellos se reúnan en su nombre allí estará en medio de ellos». Quiere decirse que la comunidad fraterna, el grupo de apóstoles que se aman entre sí, que se reúnen en su nombre, que dan testimonio del Resucitado, que oran juntos, que comparten sus bienes, que meditan y disciernen juntos, que parten juntos el Pan... es el «lugar» de su presencia, donde acudiremos para encontrarle.

+ Segundo: La Eucaristía. Sobre todo se refiere a celebrar juntos la Cena del Señor. Los hermanos compartiendo el mismo pan y la misma mesa, con un solo corazón y una sola alma, unidos entre sí. A ello se refiere insistentemente usando el verbo «permanecer». El que permanece en mí, el que está unido a mí como la vid a los sarmientos, el que come de este pan...

+ Tercero: El pobre, el enfermo, el hambriento, el emigrante, el preso son también sacramentos de Jesús. Son lugares sagrados donde, al acogerlos estamos acogiendo al mismo Jesucristo. Recordáis, ¿no? Tuve hambre, sed, estuve enfermo... y me acogisteis. La caridad como atención, servicio, atención, compañía, alivio... son la ocasión de poder encontrarnos con él. Algunos preguntarán «cuándo te vimos en esa situación»? Pero los suyos sí que lo sabemos. «Cada vez que... conmigo lo hicisteis».

+ Cuarto: «Haremos morada en él». El interior de cada uno es el lugar habitado por el Espíritu de Jesús. En lo más profundo de ti mismo, en lo mejor de ti mismo, en el fondo de tu ser, de tu conciencia... puedes experimentar su presencia vivificadora, luminosa, fortalecedora. La oración personal, cerrando la puerta de tu cuarto y escuchando en silencio, te permitirá escuchar su voz. Somos templos de Dios, como dejó dicho San Pablo.

+ Y quinto: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él». La Palabra de Jesús guardada en el corazón. Precisamente el Evangelio de hoy insiste en ello.

Los católicos tenemos bastante clara la presencia de Cristo en la Eucaristía, y nos provoca sincera devoción y para muchos es el centro de su vida espiritual. Sin embargo, debiéramos profundizar y dar mayor relevancia a las otras presencias indicadas. En particular voy a referirme a la última, ya que nos ha dicho hoy Jesús: «El que me ama guardará mi palabra». El Concilio Vaticano II, citando a San Jerónimo, nos recuerda: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo»y añade: «Recuerden que a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras».

Os aliento a que acerquéis a vuestra vida la Palabra de Dios. Es Dios mismo quien nos habla. Todos los días, en el inicio del día, en medio o por la noche, leamos, escuchemos y meditemos un texto de la Palabra de Dios, pues no solo experimentaremos cómo Dios habla, sino que encontraremos esa Palabra que todos necesitamos para hacer el camino de nuestra vida y que viene de Dios mismo, que es Palabra hecha carne. Cuando nos acercamos a la Palabra, nos acercamos a Cristo. Todos los seres humanos están deseosos de una palabra que les dé salidas y ofrezca caminos, ¿cómo no desear que Cristo nos hable, si Él es la Palabra definitiva, clara, contundente, viva, que Dios dice a toda la humanidad? (+Carlos Cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, 23 Mayo 2019)

No podemos escuchar o leer la Escritura como un libro más. No. Es Palabra de Dios, en la que Él comienza un diálogo con nosotros en lo más profundo del corazón. Como escribía san Agustín después de una larga vida de búsqueda: «he llamado a la puerta de la Palabra para encontrar finalmente lo que el Señor me quiere decir».

No tardaremos en celebrar la fiesta grande de los Hijos del Corazón de María. Ella, como amaba tanto a Jesús, guardaba su Palabra, meditándola en lo más profundo de sí misma. Demos a la Palabra de Jesús el lugar que se merece: leámosla en nuestra oración personal, preparemos la Misa leyendo antes las lecturas, estudiémosla (no es un libro fácil)...

Termino con unas palabras de un santo padre de los primeros siglos de la Iglesia:

Lo mismo que prestamos atención para que no se nos caiga al suelo nada de nuestras manos cuando se nos entrega el Cuerpo de Cristo, así tenemos que prestar atención, a fin de que no caiga de nuestro corazón la palabra de Dios que generosamente se nos da, lo cual sucede si pensamos en otra cosa o nos ponemos a hablar (en vez de escuchar). Quien oyese con negligencia la palabra de Dios, no sería menos culpable que el que hiciese caer por tierra, por negligencia, el Cuerpo de Cristo. (Cesáreo de Arlés, † 543)

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf .

fuente del comentario CIUDAD REDONDA