En el descanso en el Espíritu la mente está más
clara para acoger a Dios; no es por tanto un desmayo donde la inteligencia se
nubla o se pierde temporalmente. El descanso en el Espíritu (fenómeno de
sanación) nada tiene que ver con la caída al suelo en una crisis epiléptica
(enfermedad con pérdida de sentido, espumarajos, estremecimientos, cf. Mc.
9.18: " lo derriba al suelo le hace echar espumarajos y rechinar los
dientes").
Este mismo niño del Evangelio de San Marcos, cuando recibe la
curación fisiológica de su epilepsia, la psicológica de sus desmayos y la
espiritual, liberado de aquel espíritu malo que le arrastraba hacia el fuego o
hacia el agua para destruirlo, queda en una especie de descanso en el Espíritu
(Mc.9.26: "el muchacho quedó curado como muerto"), pero enseguida
Cristo lo levantó y estaba sano.
El descanso en el Espíritu es diferente del
éxtasis sobrenatural, donde la mente queda absorbida en Dios y elevada para
conocer sus misterios, con cesación del ejercicio de los sentidos exteriores.
San Pablo nos recuerda este don de oración más propio de almas perfectas,
cuando nos dice que subió arrebatado hasta el tercer cielo en el cuerpo o fuera
del cuerpo no lo sé, y oyó palabras arcanas que el hombre no puede pronunciar.
(2 Cor.12, 2-4).
El mismo San Pablo cuando se convierte a Cristo, recibe una
especie de descanso en el Espíritu, como don de principiantes; y cae en tierra
de su caballo sin hacerse daño (Hch.9.4; Pablo cayó en tierra y oyó una voz que
le decía: "Saulo, Saulo, ¿porqué me persigues?").
El descanso en el
Espíritu es un don más propio de principiantes.
Enseñanza p. Ceferino Santos sj
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