Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida". Los fariseos le dijeron: "Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale". Jesús les respondió: "Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió. En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí". Ellos le preguntaron: "¿Dónde está tu Padre?". Jesús respondió: "Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre". El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
Lectura del libro de Daniel (13,1-9.15-17.19-30.33-62):
En aquellos días, la asamblea condenó a Susana a muerte. Susana dijo gritando:- «Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».Y el Señor escuchó su voz.Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; este dio una gran voz:- «Yo soy inocente de la sangre de esta»Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:- «¿Qué es lo que estás diciendo?».El, plantado en medio de ellos, les contestó:- «Pero, ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:- «Ven, siéntate con nosotros y explícate, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».Daniel les dijo:- «Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar yo».Cundo estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:- «¡Envejecido en años y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: "No matarás al inocente ni al justo". Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».El respondió:- «Debajo de una acacia»Respondió Daniel:- «Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:- «¡Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».El contestó:- «Debajo de una encina».Replicó Daniel:- «Tu calumnia también se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio.Y así acabará con vosotros».Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron.Aquel día se salvó una vida inocente.RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:
Posiblemente la liturgia ha querido combinar estas dos lecturas a causa de una elemental coincidencia temática: reales o supuestas relaciones sexuales ilegítimas. La Susana salvada por intervención profética prefigura a la adúltera que Jesús no condena.
Pero en realidad cada lectura tiene su propio mensaje. La historia de Susana forma parte de la serie de leyendas que integran el libro de Daniel, obra apocalíptica, de consolación, que subraya el triunfo de Dios y del bien sobre todas las argucias del mal. Susana es la mujer honesta, fiel a la ley, calumniada por los malvados pero salvada por Dios mismo mediante la sabia intervención de un profeta. Como en las otras narraciones del libro, su caso es otra afirmación de que el Dios fiel no abandona a quienes le son fieles, aunque a veces “pasen por valles de tinieblas”.
En vísperas de la semana santa, Susana es otra prefiguración de Jesús. Como el Siervo de Yahvé, Jesús aparecerá humillado, “en forma de gusano y no de hombre”, como “varón de dolores ante quien se oculta el rostro”, pero finalmente “tendrá éxito, subirá y crecerá mucho; en él se verá algo inenarrable y se contemplará algo inaudito” (Is 52,15).
La historia evangélica de la adúltera es otra cosa. En ella se contraponen actitudes misericordiosas y actitudes justicieras; detrás de estas últimas, como tantas veces, se esconde la hipocresía. La narración, incluida en el cuarto evangelio, visualiza un principio teológico enunciado unos capítulos antes: “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,17). Pero esa misericordia de Dios no es aceptada por todos; los más cumplidores (fariseos) y los entendidos en las Escrituras (escribas) rechazan a la mujer y pretende que Jesús la condene; no se le acercan para interceder por ella, ignoran que el Siervo de Yahvé “intercedió por los pecadores” (Is 53,12). El gesto de Jesús escribiendo sobre el suelo pudiera ser lo más nuclear de la narración, o una “variación sobre el tema” de sus duras palabras “el que no tenga pecado…”. Por medio del profeta Jeremías Dios había dicho: “los que se alejan de mí serán escritos sobre el polvo” (Jr 17,13). Al parecer, Jesús dice a los inmisericordes acusadores: “los alejados de Dios sois vosotros”; ellos, expertos en el Antiguo Testamento, tuvieron que entender esta silenciosa llamada a cambiar de actitud.
En el año de la misericordia se nos hace a todos una llamada a no apedrear, a no juzgar ni condenar, a tener una mirada benévola, como la de Jesús. Él, ciertamente, no es ciego; admite que la mujer es pecadora, pero la contempla con esperanza; los acusadores no son mejores que ella, y de ella se espera algo nuevo: “en adelante no peques más”.
Tu hermano
Severiano Blanco cmf
comentario publicado por Ciudad Redonda
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