lunes, 2 de enero de 2017

2017 - Año de la No Violencia


1 de enero de 2017.
“Y el Año será feliz en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, busca hacer el bien día a día. Así se construye la paz, diciendo ‘no’ – con los hechos – al odio y a la violencia, y ‘sí’ a la fraternidad y a la reconciliación”. Es la ‘predicción’ y más aún la invitación que el santo padre Francisco hizo después de rezar la oración del primer ángelus de 2017 ante la plaza de San Pedro repleta de cerca de cincuenta mil fieles y peregrinos. Y lamentó el atentado terrorista perpetrado en Estambul, aseguró su cercanía en la oración a todo el pueblo turco y se refirió a la Jornada Mundial de la Paz que toda la iglesia celebra hoy desde que la iniciara el beato Pablo VI hace 50 años y al Mensaje que el mismo ha escrito para la ocasión y que ya publicamos.

“Dios pide a María no solo ser la madre de su Hijo unigénito, sino también de cooperar con el Hijo y por el Hijo en el plan de salvación, para que en ella y a través de ella, humilde sierva, se cumpla las grandes obras de la misericordia divina”, fue en esencia la meditación de Francisco antes de rezar la oración del Ángelus. 


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En los días pasados hemos puesto nuestra mirada venerante sobre el Hijo de Dios, nacido en Belén; hoy, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, dirigimos nuestros ojos a la Madre, pero manteniendo ambos en su estrecha relación. Esta relación no se agota en el hecho de haber generado y en haber sido generado; Jesús «nacido de mujer» (Gal 4,4) para una misión de salvación y su madre no está excluida de tal misión, al contrario, está asociada íntimamente.

María es consciente de esto, por lo tanto no se cierra a considerar solo su relación maternal con Jesús, sino permanece abierta y atenta a todos los acontecimientos que suceden a su alrededor: conserva y medita, observa y profundiza, como nos recuerda el Evangelio de hoy (Cfr. Lc 2,19).

Ha ya dicho su “sí” y ha dado su disponibilidad para ser involucrada en la actuación del plan de salvación de Dios, que «dispersó a los soberbios de corazón, derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes, colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,51-53). Ahora, silenciosa y atenta, trata de comprender que cosa Dios quiere de ella cada día.

La visita de los pastores le ofrece la ocasión para captar algún elemento de la voluntad de Dios que se manifiesta en la presencia de estas personas humildes y pobres. El evangelista Lucas nos narra la visita de los pastores a la gruta con una sucesión incesante de verbos que expresan movimiento. Dice así: ello fueron sin esperar, encontraron al Niño con María y José, lo vieron, y contaron lo que de Él les habían dicho, y finalmente glorificaron a Dios (Cfr. Lc 2,16-20).

María sigue atentamente esta visita, que cosa dicen los pastores, que cosa les ha sucedido, porque ya entre ve en ellos el movimiento de la salvación que surge de la obra de Jesús, y se adecua, lista para todo pedido del Señor. Dios pide a María no solo ser la madre de su Hijo unigénito, sino también cooperar con el Hijo y por el Hijo en el plan de salvación, para que en ella, humilde sierva, se cumpla las grandes obras de la misericordia divina.

Y aquí, mientras los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos a su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso reconocimiento hacia Ella que ha dado al mundo al Salvador. Por esto, en el primer día del nuevo año, le decimos:

¡Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, Santa Madre de Dios!
Gracias por tú humildad que ha atraído la mirada de Dios;
gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra;
gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”,
olvidándose en ti, fascinada del Amor Santo,
hecho un todo con su esperanza.
¡Gracias, oh Santa Madre de Dios!
Ora por nosotros, peregrinos en el tiempo;
ayúdanos a caminar en la vía de la paz.
Amén.

(Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)
Queridos hermanos y hermanas ¡Feliz Año!
Y el Año será feliz en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, busca hacer el bien día a día. Así se construye la paz, diciendo ‘no’ – con los hechos – al odio y a la violencia, y ‘sí’ a la fraternidad y a la reconciliación.
Hace 50 años, el Beato Papa Pablo VI comenzó a celebrar en esta fecha la Jornada Mundial de la Paz, para fortalecer el compromiso común de construir un mundo pacífico y fraterno. En el Mensaje de este año he propuesto asumir la no violencia como estilo de una política para la paz.

Lamentablemente, la violencia ha golpeado también la pasada noche de parabienes y de esperanza.
Con profundo dolor expreso mi cercanía al pueblo turco. Rezo por las numerosas víctimas mortales y los heridos y por toda la nación en luto.
Y pido al Señor que sostenga a todos los hombres de buena voluntad que con valentía se remangan las mangas para afrontar la plaga del terrorismo y esta mancha de sangre que envuelve al mundo con una sombra de miedo y desconcierto.

Deseo agradecer al presidente de Italia, Sergio Matarella, por los buenos deseos que me dirigió ayer por la tarde durante su mensaje a la nación. Intercambio de corazón la felicitación invocando las bendiciones del Señor al pueblo italiano, para que con la contribución responsable y solidaria de todos, pueda mirar al futuro con confianza y esperanza.

Saludo a todos vosotros que estáis aquí presentes, a las familias, a las asociaciones, a los grupos de jóvenes, deseando un feliz y sereno año nuevo.
Expreso mi reconocimiento a las numerosas iniciativas de oración y de compromiso en favor de la paz en tantas partes del mundo.

Recuerdo particularmente la marcha nacional de ayer en la noche en Boloña, promovida por la CEI, la Caritas, Acción Católica y Paz Christi, con el apoyo de la diócesis y del ayuntamiento de Boloña. Saludo a los que participan en la manifestación “Paz en todas las tierras”, promovidas por la Comunità de Sant’Egidio. ¡Gracias por su presencia y su testimonio!
Y a todos deseo un año de paz en la gracia del Señor y con el amparo maternal de María Madre de Dios.

¡Buena fiesta! Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Una buena comida y hasta pronto!

Francisco

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