San Blas
Nunca te dejaré ni te abandonaré. (Hebreos 13, 5)
Esta promesa del Señor es la base de toda la hospitalidad, la generosidad, el honor, la pureza y el amor fraterno que menciona el autor de la Carta a los Hebreos. Dios nunca te abandonará ni te dejará solo. Cuando las cosas sean complicadas, confusas o abrumadoras, tú puedes apoyarte en esta promesa y saber que el Señor está allí contigo. Incluso cuando no “sientas” su presencia, él está allí, oculto en las profundidades de tu corazón, concediéndote su gracia y su protección.
Entonces tú puedes descansar confiado. Dios todopoderoso puede ser tu luz cuando el camino es oscuro y tu salvación cuando te sientas en peligro. Confiando en su promesa, tú puedes rechazar cualquier temor que te quite el sueño y encontrar la manera de ser generoso, incluso cuando las finanzas escaseen. Tú puedes soportar el agotamiento de tener dos trabajos, de ser una madre primeriza, de estudiar para los exámenes o trabajar con varios proyectos y horarios a la vez. Y no solo soportar la situación, sino encontrar paz y alegría en medio de todo. Claro, porque sabes que Dios está siempre contigo.
Esta promesa es, en realidad, una herramienta, un arma que tú puedes usar para defenderte contra cualquier cosa que amenace quitarte la paz. Es un fundamento sólido para que tú puedas afrontar los desafíos y tensiones de la vida: un diagnóstico de cáncer, la pérdida del trabajo, la tentación a usar drogas, sentir envidia o guardar resentimientos. Aunque tu pensamiento vaya y venga sin control y tus emociones se dejen arrastrar por las circunstancias, una cosa es cierta: Dios te ha prometido que nunca te dejará.
Así que no temas en preguntarle: “¿Dónde estás ahora, Padre?” Tal vez te sorprenda con lo que te diga acerca de sí mismo, de cuanto te ama y de lo que sabe acerca de tu situación, y él te ayudará a encontrar el rumbo correcto hacia tu bien y tu felicidad. Él calmará tus temores y te dará la seguridad de que él puede sostenerte a medida que sigas tratando de ser hospitalario, generoso y bondadoso. Si alguna vez te sientes abandonado o rechazado, recuerda esto: “Yo nunca te dejaré ni te abandonaré.”
“Padre amado, ¿dónde estás ahora? Ayúdame a apoyarme en ti y reposar con la confianza de un niño, porque confío en tu fortaleza y tu amor.”Salmo 27(26), 1. 3. 5. 8-9
Marcos 6, 14-29
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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