“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto.” (Lucas 16, 31)
Nuestro Padre celestial, quiere que cada uno de sus hijos viva permanentemente unido a la Santísima Trinidad para toda la eternidad, unión que puede expresarse en un estrecho abrazo de amor mutuo. Pero como el amor solo puede darse gratuitamente, el Señor nos concede completa libertad para amarlo o rechazarlo, y cada día nos ofrece oportunidades para ejercer esa libertad.
Esto es lo que sucedió en la parábola del rico y Lázaro que leemos hoy. Las circunstancias de ambos eran diametralmente opuestas, pero Dios los amaba a los dos por igual y les concedía innumerables oportunidades para que ellos respondieran a su amor. Lázaro —como comentaba San Juan Crisóstomo— tenía la opción de soportar su condición con paciencia y confianza en Dios; el rico tenía la opción de aliviarle el sufrimiento a Lázaro.
Lázaro cooperaba con los propósitos de Dios, pero no así el rico. El Señor le había dado a éste muchas oportunidades para aceptar su amor y cambiar de actitud: le había dado “a Moisés y a los profetas”, es decir, la Sagrada Escritura y, más importante aún, le había dado a Lázaro postrado junto a su puerta, para que practicara el amor al prójimo. Día tras día, la presencia de Lázaro era una invitación para que el rico se olvidara un poco de sus intereses egoístas y atendiera a un semejante en necesidad. Dios amaba tanto al rico como a Lázaro, pero aquél lo rechazó y terminó en el más terrible sufrimiento: él pasó a ser el afligido, mientras Lázaro entró en el reposo eterno con el Señor.
Teresa de Lisieux era una joven religiosa cuando le pidieron que cuidara a una hermana anciana. Ésta se quejaba de todo lo que Teresa hacía por ella, pero la santa consideraba que el Padre estaba usando esta situación para llenarle el corazón de un amor que ella no podía generar por sí misma. ¡Dios le estaba dando su propio corazón!
Hoy también el Señor nos presenta cada día oportunidades como aquellas para que dejemos de lado nuestros deseos egoístas e imitemos a Jesús poniéndonos al servicio de nuestros hermanos.
“Padre celestial, te entrego mi corazón para que tú actúes en mí y me transformes en un instrumento dócil y humilde que puedas usar para tu gloria.”Jeremías 17, 5-10
Salmo 1, 1-4. 6
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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