Lo que el Espíritu toca, Él transforma. Nada permanece igual. Por eso dice la Escritura: “El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente” (2 Cor 5,17)
Una persona tocada por Dios, se vuelve una persona diferente, que piensa y actúa diferente.
Eso se vuelve posible porque antes de mandarnos hacer alguna cosa, Dios nos da la gracia que nos capacita para hacer lo que El pidió. Cuando San Agustín descubrió ese secreto, dejó de decir “no puedo”, “no lo consigo”, y comenzó a decir: “mi Dios, si me das aquello que me estás pidiendo, entonces puedes pedirme lo que quieras”. Es así como todas las cosas se vuelven posibles. San Alfonso siempre enseñaba que la gracia de Dios se obtiene por medio de la súplica. Cuando rezamos abrimos el corazón para que se haga en nosotros aquello que pedimos. Existe un himno en la Liturgia de las Horas que puede ayudarnos a rezar. Vamos a pedir que el Espíritu Santo desde ya repose sobre nosotros y nos conduzca:
Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita el alma que a ti clama
y con tu soberana gracia inflama
los pechos que criaste poderoso.
Tú que abogado fiel eres llamado,
del Altísimo don, perenne fuente
de vida eterna, caridad ferviente,
espiritual unción, fuego sagrado.
Tú te infundes al alma en siete dones,
fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.
Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza,
haznos vencer la corporal flaqueza,
con tu eterna virtud fortalecidos.
Por ti, nuestro enemigo desterrado,
gocemos de paz santa duradera,
y, siendo nuestro guía en la carrera,
todo daño evitemos y pecado.
Por ti al eterno Padre conozcamos,
y al Hijo, soberano omnipotente,
y a ti, Espíritu, de ambos procedente,
con viva fe y amor siempre creamos. Amén.
Marcio Mendes
“La vida en el poder del Espíritu Santo”
Editorial Canción Nueva – Adaptación del original en portugues
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