sábado, 3 de noviembre de 2018

Meditación: Lucas 14, 1. 7-11

Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado.
Lucas 14, 11

Jesucristo, nuestro Señor, pronunció estas palabras cuando enseñaba acerca del discipulado. Son palabras bastante directas, pero cuando las meditamos más detenidamente, podemos entender que él nos habla con el amor misericordioso que emana de su propio corazón. Cuando lo vemos enseñando acerca de las actitudes del corazón, sabemos que no está repitiendo alguna doctrina impersonal aprendida de memoria, sino explicando con amor y compasión lo que él mismo estaba viviendo por experiencia propia.

Jesús pudo hablar de la humildad porque él mismo fue humilde con el Padre, y por eso pudo decir: “Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta” (Lucas 6, 38), ¡porque esto es lo que él mismo había experimentado del amor de Dios Padre! Cuando estuvo en la tierra, Jesús dio todo lo que tenía, haciendo suyos los deseos del Padre, en lugar de buscar su propio beneficio. Por esta perfecta humildad, el Padre lo exaltó por encima de todo lo que existe y le dio el nombre que está por sobre todo nombre (Filipenses 2, 9-11).

Este mismo Jesús está con nosotros hoy, alentándonos a ser humildes, para que Dios nos exalte a u lado. Y es que necesitamos este aliento, porque todos tendemos a creernos más de lo que somos, y cuando el pensamiento se nos llena de orgullo, obstaculizamos la obra de Dios, que desea llevarnos a una unión más directa y profunda consigo. Nuestro Dios todopoderoso nos ha hecho libres, para que libremente decidamos amarlo a él más que a nosotros mismos. Por eso, cuando admitimos que necesitamos a Dios en todo, ahí es cuando puede comenzar o continuar en nosotros su obra de edificación y elevación.

Los que deseamos seguir y obedecer a Jesús como Maestro y Señor nuestro, tenemos que estar conscientes de las veces en que actuamos por egoísmo o soberbia. Mucho es lo que hay en la naturaleza humana que nos impide reconocer nuestra verdadera condición y, sin siquiera darnos cuenta, nos consideramos más importantes que otros. Pero si reconocemos tales actitudes, y si de veras queremos seguir los pasos de Cristo, podemos entrar en una unión mucho más profunda con él mediante el amor humilde y el servicio generoso a los demás.
“Padre celestial, ninguna de nuestras buenas acciones es digna de ti. Ayúdanos, Señor, a ser humildes y dóciles a la obra que tú realizas en nosotros.”
Filipenses 1, 18-26
Salmo 42(41), 2-3. 5
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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