Visita Pastoral a la Parroquia Romana de Santa María Doménica Mazzarello
Domingo 14 de diciembre del 1997
1. «Regocíjate, hija de Sión» (So 3,14). «Estad siempre alegres en el Señor» (Antífona de entrada). La insistente invitación a la alegría es el hilo conductor de este tercer domingo de Adviento, indicado tradicionalmente con la primera palabra en latín de la antífona de la misa: «Gaudete». El «tiempo fuerte» de Adviento, tiempo de vigilancia, de oración y de solidaridad, tiende a suscitar en nuestro corazón sentimientos de alegría y paz, alimentados por el encuentro ya próximo con el Señor.
Así pues, nos alegramos por la fiesta de Navidad, cada vez más cercana...
2.«Regocíjate, hija de Sión (...); gózate de todo corazón, Jerusalén (...). El Señor, tu Dios, en medio de ti es un guerrero que salva» (So 3, 14.17). Con estas palabras, el profeta Sofonías exhortaba a sus compatriotas a festejar la salvación que Dios estaba a punto de procurar a su pueblo. La tradición cristiana ha visto en ese famoso texto profético un anuncio de la alegría mesiánica, con una referencia particular a la Virgen María.
A este propósito, ¡cómo no recordar la solemnidad de la Inmaculada Concepción, celebrada precisamente hace pocos días! María es la «Hija de Sión», que exulta por la realización plena y definitiva de las promesas de salvación, cumplidas por Dios en el misterio de la encarnación del Verbo. La Virgen eleva al Señor un cántico de alabanza y de acción de gracias por los dones de gracia con los que fue colmada.
3. Amadísimos hermanos y hermanas, «estad siempre alegres en el Señor. Os lo repito: estad alegres» (Flp 4, 4).
5. «Que vuestra afabilidad la conozca todo el mundo» (Flp 4, 5). Esta afabilidad, con la que el cristiano está llamado a tratar a todas las personas, constituye para los discípulos de Cristo una especie de «carta de presentación». Durante la misión ciudadana, al ir a las casas y a los diversos ambientes de vida y actividad de la metrópolis, os encontraréis con hermanos y hermanas que esperan de vosotros gestos concretos de acogida, de comprensión y de amor. Dadles el testimonio de la caridad divina. Quizá algunos de ellos, gracias a vosotros, puedan volver a vivir la fe más intensamente; otros podrán acercarse a ella por primera vez de manera seria y convencida. Vuestra afabilidad, que nace de la certeza de que el Señor está cerca, os permitirá entrar en contacto real con las personas, con los jóvenes y con las familias, y transmitirles la Palabra que salva, el evangelio de la esperanza y de la alegría...
6. «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo (...). Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Lc 3, 16). Juan Bautista predicaba un bautismo de penitencia, para preparar los corazones a acoger dignamente la venida del Salvador. A quienes le preguntaban si él era el Mesías, les respondió testimoniando que su misión consistía en ser precursor, en preparar el camino a Cristo, quien los iba a bautizar con Espíritu Santo y fuego. Oremos para que el Señor envíe su Santo Espíritu sobre nosotros, a fin de poder proseguir nuestra misión al servicio del reino de Dios. Que el Espíritu nos ayude a alentar a los corazones tristes y extraviados, a liberar a quienes están bajo el yugo del mal y del pecado, para poder celebrar dignamente el año de misericordia del Señor (cf. Aleluya; Is 61, 1). Que María, a quien Dios colmó de su fuerza salvadora, nos obtenga a cada uno los dones del Espíritu Santo y la alegría de servir fielmente al Señor. Amén.
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