jueves, 13 de octubre de 2016

COMPRENDIENDO LA PALABRA 131016

Severiano de Gabala (?-c. 408), obispo en Siria
Homilía sobre Caín y Abel
«Aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel» (Hb 12,24)

      Caín y Abel, aparentemente honraban a Dios con un culto idéntico, pero, de hecho, presentaban sus ofrendas con unas disposiciones completamente distintas. Las del mayor sólo tenía la apariencia de don, las del más joven, por el contrario, eran testimonio de su reverencia y piedad. Es de ahí que nacieron los sentimientos de envidia..., y Abel fue asesinado (Gn 4,3s)...

      Encuentro en Abel la imagen de Cristo. Ciertamente, el Salvador es el justo por excelencia..., pero entre todos los hombres de la antigua alianza, Abel es el príncipe de la justicia... Por otra parte, el mismo Salvador puso a Abel el primero en la línea de los justos cuando dijo a los judíos: «Os digo que a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario»...

      Admirable cosa: porque combatió el primero en favor de la justicia, Abel tiene el honor de sufrir el primero a causa de la piedad. Verdaderamente es la prefiguración de Cristo que murió a causa de la verdad. La sangre de Abel anunciaba la sangre de Cristo: clamaba desde la tierra (Gn 4,10) ; también clama  la sangre del Señor. Pero la sangre de Abel era una súplica, la sangre de Cristo es la reconciliación del mundo... Por eso el apóstol Pablo recordando a uno y otro, confiesa la superioridad de la sangre de Cristo. Escribe: «Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, a la asamblea de innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel» (He 12,22-24)... Si, esta sangre habla, suplica en favor de los pecadores, intercede por el mundo. La sangre de Cristo es verdaderamente la purificación del mundo; la sangre de Cristo, es la redención de los hombres.

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