¡Ay de ustedes…! (Lucas 11, 42)
Una de las cosas que mucho le dolían a Cristo era la hipocresía de los fariseos, porque se preocupaban más de cumplir meticulosamente los rituales externos, para que los viera la gente, pero su vida interior estaba dominada por la arrogancia, la corrupción y la autosuficiencia.
Por eso Jesús exclamó: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque pagan diezmos hasta de la hierbabuena, de la ruda y de todas las verduras, pero se olvidan de la justicia y del amor de Dios! Esto debían practicar sin descuidar aquello.” Es fácil entender erróneamente estas palabras de Jesús, por eso vale la pena estudiarlas detenidamente.
Cristo no condenaba la práctica religiosa más allá de lo que fuera deber u obligación, pero criticaba a los fariseos porque no daban importancia a la justicia ni al amor de Dios. Bien podían ellos observar todos los requisitos de la ley mosaica, pero debían hacerlo sin desatender la esencia de la fe.
La justicia y el amor de Dios son aspectos importantes de la vida espiritual. La palabra “justicia” significa aquí el derecho que Dios, el juez justo, defiende, especialmente de los oprimidos. Por lo tanto, Jesús les reprochaba a los fariseos su indiferencia ante los derechos de los pobres. El “amor de Dios” puede significar ya sea el amor de Dios a todo ser humano y también el amor que todos le debemos a Dios. La más extraordinaria manifestación de este amor fue la salvación fraguada mediante la muerte y la resurrección de Jesucristo, el amado Hijo de Dios.
Las palabras de Jesús a los fariseos también nos ayudan a analizar nuestra propia conciencia: ¿Damos con generosidad de nuestro tiempo, bienes y talentos a quienes los necesitan? ¿Nos preocupamos de cumplir las obligaciones religiosas, pero guardamos rencores, sentimientos vengativos o de rechazo contra familiares o personas que creemos que nos han hecho mal? ¿Participamos en la Misa dominical, y luego hacemos negocios de dudosa honradez? Pero no debemos sentirnos desalentados por las palabras de Jesús, porque en realidad nos ayudan a ver más claramente algunos de los elementos esenciales de una buena vida cristiana.
“Señor Jesús, que tu Espíritu explore lo más hondo de mi corazón y me enseñe la verdad de tus caminos. Concédeme, Señor, la gracia de que mi vida sea un reflejo de la plenitud del Evangelio. Ayúdame a practicar la justicia y el amor de Dios.”Gálatas 5, 18-25
Salmo 1, 1-4. 6
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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