No sabemos cómo, de hecho, influimos permanentemente en los demás con nuestras palabras, con la verdadera “tonalidad” de nuestra personalidad.

Cuidar nuestras palabras consiste en redescubrir su seriedad y sacralidad, es entender que algunas veces una “inocente” broma podría tener consecuencias desastrosas... podría ser la “paja” que empuje a una persona a la desesperanza y destrucción total. Pero la palabra puede ser, asimismo, un testimonio. Una conversación casual en la oficina, con un colega, puede hacer más para comunicar un concepto de vida, una actitud hacia el prójimo o alguna idea de trabajo, que una formal prédica.
La palabra testimonial puede sembrar el grano de una duda, de una posibilidad de abordar la vida de forma distinta, de un anhelo de saber aún más. No sabemos cómo, de hecho, influimos permanentemente en los demás con nuestras palabras, con la verdadera “tonalidad” de nuestra personalidad. Finalmente, si una persona se convierte a Dios no es porque haya recibido de alguien una brillante exposición, sino porque vio en él que la luz, la alegría, la profundidad, la seriedad y el amor son eso que revela la presencia y la fuerza de Dios en el mundo.
PADRE ALEJANDRO SCHMEMANN
(Traducido de: Alexander Schmemann, Postul cel Mare, Editura Univers enciclopedic, Bucureşti, 1995, pp. 112-113)
Traducción y adaptación: Jose David Menchu
Fuente: Cuvântul - un dar dumnezeiesc pentru om
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