miércoles, 24 de agosto de 2011

Caminar en Tu Presencia - Salmo 55

Para que camine en tu presencia"

Vivir es caminar. Moverse, seguir adelante, abrir camino y otear horizontes.
Quedarse quieto no es vivir; es pasividad, inercia y muerte.
Y correr tampoco es vivir; es atropellar acontecimientos sin tiempo para saber lo que son.

El caminar mantiene mis pies en contacto con la tierra,
mis ojos abiertos al vivo paisaje,
mis pulmones llenos de aire nuevo a cada paso, mi piel alerta al saludo del viento.
A cada instante estoy del todo donde estoy,
y del todo moviéndome al instante siguiente en el flujo constante que es la vida.
Caminar es el deporte más agradable en la vida, porque vivir es la cosa más agradable del mundo.

Y mi caminar es caminar contigo, Señor; a tu lado, en tu presencia y a tu paso
 Caminar en la presencia del Señor: eso es lo que quiero que sea mi vida.
El lujo exquisito del paso reposado,
la tradición perdida de andar por andar, la compañía silenciosa,
la común dirección, la meta final. Caminar contigo.
De la mano, paso a paso, día a día.
Sabiendo siempre que tú estás a mi lado, que caminas conmigo,
que disfrutas mi vida conmigo.
Y cuando pienso y veo que tú disfrutas mi vida conmigo,
¿cómo no la voy a disfrutar yo mismo?

“Me has salvado de la muerte,
para que camine en tu presencia a la luz de la vida.”

Seguiremos caminando, Señor.

P.Carlos Valles sj

Letanías de San Miguel


martes, 23 de agosto de 2011

Tu Amor lo puede todo


“No me preocupa nada, Dios mío;
lo único que sé es que deseo amarte.
Deseo que mi voluntad desaparezca en la tuya.
Deseo ser un solo espíritu contigo.
Deseo llegar a ser tus propios deseos y pensamientos.
Deseo vivir en medio de tu Trinidad y alabarte con las llamas de tu propia alabanza.
Sabiendo todo esto, Dios mío, ¿Por qué me dejas sólo en mi autosuficiencia, en mi vanidad y en mi orgullo, en lugar de arrastrarme al centro mismo de tu amor?
No te demores más, Dios mío, en hacerme santo y una sola cosa contigo, en vivir en mí.
Y si ello exige sacrificio, Tú me darás el coraje necesario para hacer todos los sacrificios del mundo. Tú me consumirás en tu propio e inmenso amor.
No te asuste, pues, mi debilidad, oh Dios, porque Tú lo puedes todo.
Yo creo en tu amor por encima de todas las cosas y he olvidado todo lo demás (es decir, quisiera olvidarlo).
Vivo para tu amor, con tal de que Tú lo quieras”.

Thomas Merton

domingo, 7 de agosto de 2011

Nada de "hubiera debido.." ni de "si..."

 "Es duro vivir el presente.
El pasado y el futuro siguen acosándonos. 
El pasado con la culpa, el futuro con sus preocupaciones.
Son tantas las cosas que han pasado en nuestra vida con las que nos sentimos incómodos, que lamentamos, que nos irritan, que nos llenan de confusión o, al menos, hacia las que tenemos sentimientos ambivalentes...
Y todos estos sentimientos están con frecuencia teñidos de culpabilidad.
Culpabilidad que nos dice: 'hubieras debido actuar de manera distinta de como actuaste; hubieras debido decir otra cosa que lo que dijiste'.
Estos 'hubiera debido' mantienen nuestros sentimientos de culpabilidad sobre el pasado y nos impiden vivir plenamente en el momento presente.
Pero aún peores que nuestras culpas son nuestras preocupaciones. Las preocupaciones llenan nuestra vida de '¿qué pasaría si?' : '¿Qué pasaría si perdiera mi trabajo?,
¿qué pasaría si mi padre muriera?,
¿qué pasaría si faltara el dinero?,
¿qué pasaría si la economía se hundiera?,
¿qué pasaría si estallara una guerra?'.
Todos estos 'si' pueden saturar hasta tal punto nuestra mente que nos hagan ciegos para las flores del jardín y la sonrisa de los niños en la calle, o sordos a la voz agradecida de un amigo.
Los enemigos reales de nuestra vida son los 'hubiera debido' y los 'si'. Ellos son los que nos tienen atados a un pasado inalterable y hacen que un futuro impredecible nos arrastre.
Pero la vida real tiene lugar aquí y ahora.
Dios es Dios del presente.
Dios está siempre en el momento presente, tanto si el momento es difícil como si es fácil, tanto si es alegre como si es doloroso.
Cuando Jesús habla de Dios, lo hacía siempre como si Dios estuviera continuamente en el momento y en el lugar en que nos encontramos. 'Cuando me veis a mí, veis a Dios. Cuando me oís a mí, oís a Dios'.
Dios no es alguien que fue o que será, sino el que es, y el que es para mí en el momento presente.
Esta es la razón por la que Jesús vino a descargarnos de los fardos del pasado y de las preocupaciones del futuro.
Él quiere que descubramos a Dios precisamente donde estamos, aquí y ahora".
Aquí y ahora
Para vivir en el presente debemos creer profundamente que lo más importante es el aquí y el ahora... no es fácil permanecer atentos al presente.
Nuestra mente es difícil de dominar y sigue siempre sacándonos del momento presente.

'La oración...'
"Cuando oramos entramos en la presencia de Dios, cuyo nombre es Dios con nosotros.
Orar es escuchar atentamente a quién se dirige a nosotros aquí y ahora. Cuando tenemos la valentía de confiar en que no estamos nunca solos, sino que Dios está siempre con nosotros, se ocupa siempre de nosotros y continuamente nos está hablando, entonces podemos ir desprendiéndonos gradualmente de las voces que nos hacen sentirnos culpables y ansiosos, impidiendo que nos instalemos en el momento presente. Se trata de un verdadero desafío, porque la confianza radical en Dios no es algo evidente. La mayor parte de nosotros desconfiamos de Dios. La mayoría de nosotros piensa en Dios como una autoridad temible, que castiga, o bien como algo vacío y sin poder.
El mensaje fundamental de Jesús fue que Dios no es ni un débil impotente ni un poderoso patrón, sino un amante, cuyo único deseo es darnos lo que más desea nuestro corazón.
Orar es escuchar esta voz amorosa.
Esto es en definitiva lo que significa 'obedecer'.
La palabra 'obediencia' viene del latín 'ob-audire', que quiere decir escuchar con gran atención. Si no escuchamos, nos hacemos 'sordos' a la voz del amor.
La palabra latina para decir 'sordo' es 'surdus'.
Ser completamente sordo es ser absurdus, sí, absurdo.
Cuando dejamos de rezar, cuando dejamos de oír la voz amorosa que nos habla en cada momento, nuestras vidas se convierten en vidas absurdas en las que somos arrastrados y zarandeados por el pasado y el futuro.
Bastaría que pudiéramos, aunque sólo fuera durante unos minutos al día, estar enteramente donde estamos, para que descubriéramos de hecho que no estamos solos, y que el que está con nosotros sólo quiere una cosa: darnos amor".

Nuestra morada interior
"Con frecuencia estamos tan agitados y somos tan incapaces de encontrar la tranquilidad interior que estamos impacientes por ocuparnos de nuevo en algo, evitando así enfrentarnos con el caótico estado de nuestra mente y nuestro corazón. Pero si somos fieles a nuestra disciplina, aunque sólo sea durante diez minutos al día, iremos descubriendo gradualmente (gracias a la luz de la lámpara de nuestras oraciones) que hay un espacio dentro de nosotros en el que habita Dios y en el que estamos invitados a vivir con Dios. Cuando descubrimos este lugar interior y santo, lugar más bello y hermoso que cualquier otro por el que podamos viajar, queremos quedarnos allí y alimentarnos espiritualmente".

El fruto de la esperanza
"Mientras el optimismo nos hace vivir como si las cosas fueran a arreglarse pronto, la esperanza nos libera de la necesidad de predecir el futuro y nos permite vivir en el presente, con una confianza profunda en que Dios nunca nos dejará solos, sino que colmará los más profundos deseos de nuestro corazón.
En esta perspectiva, la alegría es el fruto de la esperanza.
Cuando tengo una confianza profunda en que Dios está hoy realmente conmigo y me mantiene a salvo en su abrazo divino, guiando a cada uno de mis pasos, puedo liberarme de la ansiosa necesidad de saber cómo será el día de mañana, o qué ocurrirá el mes que viene o el año próximo.
Puedo estar enteramente donde estoy y poner mi atención en tantos signos de amor de Dios como encuentro dentro de mí y a mi alrededor.
Cuando confiamos profundamente en que el día de hoy pertenece al Señor y que el día de mañana está a salvo escondido en el amor de Dios, nuestros rostros pueden relajarse, y podemos devolver la sonrisa a quien nos sonríe".

Henri J.M. Nouwen. Aquí y Ahora. Viviendo en el Espíritu

viernes, 5 de agosto de 2011

Para que en mi surgiera la imágen de Dios


"Las declaraciones de los discípulos sobre lo sucedido con Jesús también podemos tomarlas como representación de nuestra realidad interna.
Las palabras de los discípulos pueden sonar en nuestros labios de este modo: 'Esperábamos que nuestra vida tuviera un buen resultado, que íbamos a ser poderosos en obras y palabras, que tendríamos éxito, que llegaríamos a algo. Pero luego todo se malogró. Estamos frustrados. Todo en nosotros se quebró. No queda más esperanza. Nada ya tiene sentido'.
Jesús no nos reprocha pensar así.
Intenta, a partir de las Escrituras,
que interpretemos lo sucedido de otro modo.
La clave para su nueva interpretación dice así:
'¿No era necesario que el Cristo padeciera eso
y entrara asi en su gloria?' (Lucas 24:26).
Aplicándolo a nuestra situación, la frase sería:
'¿No tenías que llegar a esto para alcanzar el bien?
¿No tenías que soportar todo esto para librarte de las ilusiones que tú te has hecho sobre tu vida, para que pueda surgir la imagen de Dios que hay en ti?'


A lo largo de diez años, he realizado excursiones anuales con jóvenes, recorriendo el bosque durante una semana.
A menudo les he dado esta frase:
'¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara asi en su gloria?', como palabras de meditación para el momento del silencio.
Hemos caminado callados por una hora.
Los jóvenes debían, durante ese lapso,
repetirse esa frase y ver su vida a la luz de estas palabras.
Cuando incorporo estas palabras a mis decepciones,
a las heridas de mi infancia, a los perjuicios de mi época de colegio o internado, a los conflictos en la Iglesia, a las frustraciones en el trabajo, entonces dejo de lamentarme. Puedo ver la historia de mi vida con nuevos ojos. Todo debía ser así, todo estuvo bien.
Todo sirvió para que en mí surgiera la imagen de Dios.
A través de todas las experiencias de mi vida,
Dios me ha formado y forjado tal como quería desde el principio. Para mí, la frase de Jesús se ha convertido en una oración clave que me ayuda a reconciliarme con mi historia de vida. Y a menudo la propongo a las personas para la meditación.
Esto les ayuda a ver la vida con otros ojos.
Y de pronto descubren un sentido en medio de la insensatez, esperanza en medio de la desilusión, confianza en medio de la desconfianza".

Anselm Grün.
Palabra de Amor

martes, 2 de agosto de 2011

el proceso de curación


"La curación de una herida es un proceso
oculto tan profundamente como las mismas heridas.
El proceso de curación de una herida, generalmente se inicia con una oración y continúa si actúo con la mente y el corazón de Cristo, y si agradezco la madurez obtenida a partir de la herida. A Cristo le tomó tres años curar a Pedro de las heridas que le hicieron alardear y caer. Otros como Pablo fueron curados en una noche. He visto curaciones de heridas profundas en ambas formas, pero el proceso que siguió Pedro es el más común. La curación de un recuerdo debe extenderse durante toda la vida, si nuestra gratitud aumenta a lo largo de ella.

Pero la curación más profunda no consiste en que volvamos a caminar, o en que la depresión no vuelva a surgir, o en que perdonemos a nuestros padres. Cuando Cristo envía a los diez leprosos con los sacerdotes, los diez están físicamente curados, pero sólo el samaritano regresa con la curación más profunda, para alabar y agradecer a Dios (Lucas 17:18 -19)

La curación no es levantar un pie que nunca se había movido, o aliviar una depresión de diez años, sino elevar nuestras mentes y corazones a Dios. No estamos curados a menos que amemos más a Cristo y El ame a través de nosotros. Estamos en la última etapa, la de la aceptación, sólo si tenemos un corazón agradecido que damos a Cristo, para que con amor llegue a aquellos a quienes nosotros nos acercamos. La respuesta a la pregunta ¿he sido sanado?, es esta otra pregunta: ¿estoy saliendo de mí, como, Cristo, para sanar?".

Matthew linn & Dennis Linn. Sanando las Heridas de la Vida

Opciones Diferentes

"Debe sonar extraño decir que la alegría es fruto de nuestra elección.
Con frecuencia nos imaginamos que hay personas más afortunadas que otras
y que su alegría o su tristeza depende de las circunstancias de la vida,
las cuales quedan fuera de nuestro control.

Y, sin embargo, elegimos;
no tanto las circunstancias de nuestra vida cuanto la manera de responder a estas circunstancias.
Dos personas pueden ser víctimas de un mismo accidente.
Para uno, este se convierte en fuente de resentimiento;
para otro, en fuente de agradecimiento.
Las circunstancias externas son las mismas,
pero la elección de la respuesta es completamente distinta.
Hay gente a la que se le agria el carácter cuando se van haciendo mayores.
Otros, en cambio, envejecen con gozo.
Esto no significa que la vida de aquellos cuyo carácter se va amargando
haya sido más dura que la vida de los que viven contentos.
Significa que se han hecho opciones diferente, opciones íntimas, opciones del corazón".

Henri J. M. Nouwen
"Aquí Y Ahora"