Cuando los pobres y los débiles se hallan presentes, nos impiden caer en la trampa del poder -incluso del poder de hacer el bien-, de pensar que somos nosotros los buenos, los espirituales, que debemos salvar al salvador y a su Iglesia. Al acercarnos a los más débiles, comenzamos a aceptar nuestra propia riqueza y debilidad; nos hacemos sensibles a las necesidades de los demás, aprendemos a exclamar al prójimo a Jesús: "¡No puedo hacerlo solo! Necesito tu ayuda".Jean Vanier, El Misterio de Jesús, p 196
miércoles, 31 de enero de 2018
NOSOTROS, LOS BUENOS
PODER QUE ACTÚA EN QUIEN TIENE FE
PODER QUE ACTÚA EN QUIEN TIENE FE
Se engaña quien piensa que la misericordia de Dios es solo un nombre bonito, una idea o una teoría. Quien cree en una evangelización desprovista de señales no comprendió que ella “es la fuerza salvadora de Dios para todo aquel que cree” (Rom 1,16) San Pablo atestigua esto claramente: “Pues el reino de Dios no consiste en palabras, sino en fuerza activa” (1Cor 4,20). La presencia de Dios en la evangelización es poder que salva de la muerte, es fuerza activa que transforma, de verdad, la realidad. Cuando Jesús sana a los enfermos, los corazones se abren, la vida se renueva y las personas se congregan sedientas de escuchar lo que El tiene que decirles. No es la curiosidad, ni aún una falsa esperanza, es sí, la experiencia de la misericordia de Dios que reúne personas de decenas y centenas de miles para orar.
El siguiente testimonio muestra muy bien esto. Una joven mujer me contó lo que le había sucedido y después testimonió la propia sanación a través de la TV Canción Nueva el día 23 de julio de 2017:
“Hoy estoy aquí para agradecer. Pero, dos años atrás, en este mismo encuentro de oración, llegué a este lugar completamente ciega por causa de una dolencia degenerativa en mis ojos. Era un caso sin solución. Yo ya estaba ciega, pero la dolencia continuaba evolucionando. Durante la oración de perdón, recordé a alguien que me había hecho mucho daño y que también había perjudicado a personas inocentes. Hasta aquel día yo no había conseguido perdonar esa persona, no me sentía con fuerzas para eso. Entonces, me arrodillé y con mis ojos cerrados y las manos sobre el rostro recé desde el fondo de mi corazón, pidiendo a Dios la gracia de liberarme de aquel resentimiento y dar el perdón. Cuando terminé la oración y abrí los ojos, mal podía creer que había vuelto a percibir perfectamente. Aquí esta mi mamá, que es testigo de todo lo que viví. Volví a los médicos que me trataban y ellos constataron mi sanación, pero continúan sin conseguir explicarla. No saben como eso fue posible. Pero yo lo sé. Jesús puso su mano sobre mi y me curó.”
Al abrir su corazón y perdonar, ella tuvo los ojos abiertos por Jesús para que pudiese volver a ver. Testimonios como este muestran cuán cerca está Dios y nos cuida personalmente. Aún cuando no sane a todos de la misma forma, a nadie Él desprecia, porque nos ama a todos como nadie jamás amó.
Hoy, Jesús, personalmente nos pregunta a cada uno de nosotros ¿Crees en mi amor por ti? ¿Crees que te puedo curar? ¿Confías que mi Santo Espíritu puede actuar en ti para curar también a otros?
Existen cosas maravillosas que dejan de suceder en nosotros y por medio de nosotros, no porque somos pecados, sino porque insistimos en no creer. Cuando oramos por nuestra propia sanación o por la sanación de alguien, no debemos quedarnos preocupados con los resultados. Dios sabe como bendecirnos mucho mas allá de lo que pedimos o pensamos. Por lo tanto, nuestra actitud debe ser de absoluta confianza en el amor del Padre. El hará lo mejor por nosotros.
SÚPLICA A JESÚS POR LA GRACIA DE LA SANACIÓN.
Realiza con fe esta oración, entregándote con entera confianza a los cuidados de Jesús.
Jesús, hijo de David, ¡misericordia! ¡Ten compasión de nosotros! Creemos que Tú, Señor, oyes el pedido que hacemos ahora. Creemos que estas aquí con nosotros en este momento, vivo, resucitado, presente en Tu Palabra y en el corazón de cada uno de nosotros. Reconocemos eso y te adoramos. ¡Alabado seas, Jesús! ¡A Ti toda honra y toda gloria! Tú eres el médico y el remedio para todas nuestras enfermedades. Tú eres el Señor de nuestra vida y nuestra salud está en tus manos.
Señor Jesús, envía Tu Espíritu Santo sobre todos los enfermos que están haciendo está oración ahora y toca las áreas de su ser que necesitan ser curadas. Aún distante y en tiempos diferentes, Tú Señor nos unes a todos en una misma súplica. Estamos de acuerdo que necesitamos de tu ayuda. Y juntos pedimos la gracia de la sanación.
Clamamos ahora, Señor, que tengas misericordia de esta hermana, de este hermano, envuélvelo en tu amor, llena su corazón con una fe viva generada por Tu Palabra y así el reconozca aún más que Tú amas a tu pueblo y continúas actuando poderosamente en su favor -que su confianza crezca y una fe inquebrantable en tu bondad llene todo su ser. ¡Atiéndenos, Jesús!
¡Piedad, Señor! Tu compasión alivie y cure a este hermano que está enfermo, frágil y sufriendo en su cuerpo. ¡Pedimos tu misericordia! ¡Pedimos que lo cures de todo sufrimiento emocional que lo atormenta! Con tu Preciosa Sangre, ¡cúralo de los malos espíritus que lo abaten!
Pedimos que todos queden animados y llenos de esperanza al leer los testimonios de lo que haces cuando existe fe y oración. Manifiesta tu fuerza divina a cada uno de nosotros. ¡Te suplicamos esa gracia! Toca a cada uno como tocaste aquel leproso y él quedó libre de lepra (cfr. Mt 8,1-4), como tocaste al sordomudo que pasó a oír y a hablar correctamente (cfr. Mc 7,33), como tomaste de la mano a la suegra de Pedro y ella se levantó de la postración (cfr. Mc 9,31) y, haciendo lo mismo por la hija de Jairo que estaba muerte, Tú Señor, la trajiste nuevamente a la vida.
Atiende a cada uno, Señor y haz que muchos alcancen tu gracia y reciban la sanación, recuperen la salud, confíen en ti, se abran al amor que tu tienes para su vida y testifiquen ante muchos otros sobre el gran amor y compasión que les espera.
¡Atiéndenos, Cristo Jesús! En Tu Santo Nombre lo pedimos: ¡atiéndenos! Por tu Santa cruz, por Tu Sangre derramada y por Tus Llagas, toca estos hermanos. Bendícelos en su cuerpo. ¡Bendícelos en su vida afectiva! ¡Dales la sanación espiritual! Donde antes actuaba muerte, inunda ahora con la vida de Tu Espíritu Santo.
Virgen María, ¡ruega por nosotros!
Señor, fuimos curados gracias a tus llagas. Nuestros dolores y sufrimientos fueron tomados por ti y clavados en la cruz. El castigo que nos destrozaría fue, por ti, destrozado. Con esa confianza, te presentamos este hermano que necesita de ayuda y ora con nosotros ahora a través de estas líneas. Señor, alivia el peso de sus dolores, fortalécelo en su enfermedad, y dale el restablecimiento completo.
Te pedimos, por el amor que tienes al Padre que atiendas nuestras oraciones y salves a este nuestro hermano. Sana este hijo enfermo. Que él reencuentre la salud para gloria de Tu Nombre. ¡Reina, Señor, en medio de nosotros! Tú, que caminaste sobre las aguas, haznos caminar contigo encima de toda enfermedad y de todo mal. “Ahora, Señor, extiende la mano para que se realicen sanaciones, señales y prodigios por medio del nombre Santo del siervo Jesús!” (cfr. Hech 4,29-30)
“Nadie tiene amor mayor que aquel que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13) Tu diste la vida por nosotros. Tenemos tanta confianza en tu amor, Señor, que aún antes de ver el resultado aparente queremos agradecerte.
¡Alabado seas, Señor por lo que estás haciendo y todavía vas a hacer en este hermano!
Bendito seas por los enfermos que estás visitando con tu Bendición de sanación! Gracias porque estas visitando, Señor, a todos con tu amor misericordioso! Nadie saldrá con las manos vacías, a no ser aquellos que creen no necesitar de ti! Gracias, Señor, por tantas gracias que estás derramando por medio de esta oración.
Que estas líneas sean un mensajero de Tu salvación!
Que estas líneas lleven buena noticia de que Dios quiere habitar entre nosotros para hacer el bien. Que Tu Espíritu Santo responde a las oraciones de tantas hijas e hijos queridos que leerán este escrito.
Jesús, cubre este libro con tu Sangre, séllalo con la señal de Tu Santa Cruz, para que, donde el entre, liberaciones y sanaciones ocurran y aquellos que te aman se liberen de cualquier opresión y puedan vivir en paz!
Amén!
Marcio Mendes,
“Pasos para la
sanación y liberación completa” – Editorial Canción Nueva
Adaptación del
original en portugués
Meditación: Marcos 6, 1-6
En el Evangelio de hoy vemos que Jesús va a la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde había crecido.
El sábado es el día dedicado al Señor y los judíos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios. Jesús va cada sábado a la sinagoga y allí enseña, no como los escribas y fariseos, sino con verdadera autoridad (Marcos 1, 22).
Dios nos habla también hoy mediante la Escritura. En la sinagoga se leen las Escrituras y, después, uno de los entendidos se ocupa de comentarlas, interpretando el sentido del mensaje que Dios quiere transmitir a través de ellas. Se atribuye a San Agustín la siguiente reflexión: “Así como en la oración nosotros hablamos con Dios, en la lectura es Dios quien nos habla a nosotros.”
El hecho de que Jesús, Hijo de Dios, sea conocido entre sus conciudadanos por su trabajo, nos ofrece una perspectiva insospechada para nuestra vida ordinaria. El trabajo de cada uno de nosotros es un medio de encuentro con Dios y, por tanto, una realidad y santificadora. Como lo dijo San Josemaría Escrivá: “Vuestra vocación humana es parte importante de vuestra vocación divina. Esta es la razón por la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de vuestros semejantes, precisamente santificando vuestro trabajo y vuestro ambiente, es decir, la profesión u oficio que llena vuestros días, que da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en la que habéis nacido y a la que amáis.”
Ahora bien, los nazarenos que escuchaban a Jesús no lograron entender que ellos también necesitaban aceptarlo y creer en sus enseñanzas, y “no tenían fe en él.” En realidad, todos debemos reconocer lo muy necesitados del Señor que somos, para sanarnos y llegar a ser instrumentos suyos en este mundo.
Por eso, el pasaje del Evangelio dice que Jesús “no pudo hacer allí ningún milagro… y se extrañaba de la incredulidad de aquella gente.” También hoy el Señor nos pide más fe en él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos de él en nuestra vida de cada día.
“Jesús, Señor y Redentor mío, quita de mí, te lo ruego, todo lo que me impida aceptar tu acción, para que yo dé testimonio de tu amor y tu poder.”
2 Samuel 24, 2. 9-17
Salmo 32(31), 1-2. 5-7
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
Obstáculos
Con Jesús por la mañana.
“¿De dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado, que tamaños milagros realiza con sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto era para ellos un obstáculo.” (Mc 6, 1-6). La lógica de Dios que nos desinstala llega sin prodigios y sin títulos y puede ser un obstáculo para creer en su presencia amorosa. ¿Pretendes entender a Dios? ¡Cree aunque no entiendas! Descubre a Dios en tu día. Ofrece por la intención del mes.
Con Jesús por la tarde.
Razones para el amor. “Tú eres la última razón de mi amor. No tengo otras. ¿Cómo tendría alguna esperanza sin ti? ¿En qué se apoyaría mi alegría si nos faltases tú? ¿En qué vino insípido se tornarían todos mis amores si no fueran reflejo de tu amor? Eres tú quien da fuerza y vigor a todo. Y yo sé sobradamente que toda mi tarea de hombre es repetir y repetir tu nombre. Y retirarme” (José Luis Martín Descalzo). ¿Qué mueve tu corazón? ¿Cuál es la última razón de tu vida? ¿Qué cosas te descansan y te dan plenitud?
Con Jesús por la noche.
Dar gracias. Cierra los ojos y respira hondo. ¿Cómo te sientes en este momento? Pide a Jesús que te muestre los pequeños detalles de amor gratuito. ¿Qué momentos han sido significativos para ti? Detente un momento a dar gracias y saborear esos detalles. Mañana comenzaras el día recordando el amor que has recibido para dárselo a los demás.
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Marcos 6,1-6.
Evangelio según San Marcos 6,1-6.
RESONAR DE LA PALABRA
Ciudad Redonda
Queridos hermanos:
El evangelio de hoy aplica a Jesús una de las leyes elementales del crecimiento humano y espiritual de cualquier persona que persigue su madurez: Por su dinámica propia la libertad exige una dosis de autoafirmación que en ocasiones se hace valer con formas tajantes y ásperas. Jesús jamás se mostró como un pelele al que pudieran manipular los demás, ni siquiera sus más allegados familiares, incluida su buena Madre.
El episodio que recoge el evangelio de hoy viene referido a una de las visitas que Jesús hizo a su pueblo natal tras haberse emancipado de su familia y haber ya iniciado su vida itinerante y misionera. Su ya notable fama de sabio y de milagrero suscita gran expectación en Nazaret. Todos le esperan con curiosidad.
Tal vez, en el fondo sus paisanos deseaban ser testigos en primicias de una enseñanza inédita de aquel joven sabio o de algún milagro portentoso. Nadie quería privarse de tal espectáculo. O posiblemente, alguno de sus paisanos, pensaría hacer negocio redondo con este afamado hijo del pueblo, convirtiendo la aldea en un centro de turismo religioso y sanitario.
El caso es que Jesús defrauda a sus paisanos. Lo hace sin contemplaciones. Como nos defrauda también en tantas ocasiones a todos nosotros cuando buscamos tenerle bajo nuestro control y hacer de la fe o del seguimiento un negocio rentable a nuestro favor o un venero de gratificaciones o de ventajas.
¿Podremos reconocer alguna lección para nosotros? El texto insinúa al menos éstas:
Es dinámica sana y saludable el experimentar el desgarro y la separación del propio ambiente y de las figuras afectivas que nos han acompañado en una etapa de la vida. Para crecer hay que cortar en un cierto momento. Jesús fue Hijo “ex-patriándose” del Abbá; y fue hermano nuestro distanciándose de su familia. Eso no es una grosera rebeldía, es una ley de crecimiento.
Estamos amenazados por la tentación permanente de querer convertir la religión en espectáculo, apoyándola en milagros, en exaltaciones deslumbrantes, en impresionantes movidas, en emociones de vértigo… La fe se autentifica como verdadera cuando viene envuelta de pobreza, discreción, normalidad y sencillez. Es de una altísima madurez cristiana el ver a Dios en las cosas ordinarias, aquellas precisamente que con frecuencia nos resultan cansinas y rutinarias.
Hay veces en las que, para seguir la voluntad de Dios, debemos defraudar y hacer sufrir a los más cercanos y queridos. La docilidad infantil huele a chamusquina. Todos hemos dicho o hemos oído que hay muchas veces en la vida en las que tenemos que decir “no”. Eso, aunque nuestra autoimagen lo acuse y resienta, es robustez de espíritu. Es una forma no popular de imitar a Jesús.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
RESONAR DE LA PALABRA
Ciudad Redonda
Queridos hermanos:
El evangelio de hoy aplica a Jesús una de las leyes elementales del crecimiento humano y espiritual de cualquier persona que persigue su madurez: Por su dinámica propia la libertad exige una dosis de autoafirmación que en ocasiones se hace valer con formas tajantes y ásperas. Jesús jamás se mostró como un pelele al que pudieran manipular los demás, ni siquiera sus más allegados familiares, incluida su buena Madre.
El episodio que recoge el evangelio de hoy viene referido a una de las visitas que Jesús hizo a su pueblo natal tras haberse emancipado de su familia y haber ya iniciado su vida itinerante y misionera. Su ya notable fama de sabio y de milagrero suscita gran expectación en Nazaret. Todos le esperan con curiosidad.
Tal vez, en el fondo sus paisanos deseaban ser testigos en primicias de una enseñanza inédita de aquel joven sabio o de algún milagro portentoso. Nadie quería privarse de tal espectáculo. O posiblemente, alguno de sus paisanos, pensaría hacer negocio redondo con este afamado hijo del pueblo, convirtiendo la aldea en un centro de turismo religioso y sanitario.
El caso es que Jesús defrauda a sus paisanos. Lo hace sin contemplaciones. Como nos defrauda también en tantas ocasiones a todos nosotros cuando buscamos tenerle bajo nuestro control y hacer de la fe o del seguimiento un negocio rentable a nuestro favor o un venero de gratificaciones o de ventajas.
¿Podremos reconocer alguna lección para nosotros? El texto insinúa al menos éstas:
Es dinámica sana y saludable el experimentar el desgarro y la separación del propio ambiente y de las figuras afectivas que nos han acompañado en una etapa de la vida. Para crecer hay que cortar en un cierto momento. Jesús fue Hijo “ex-patriándose” del Abbá; y fue hermano nuestro distanciándose de su familia. Eso no es una grosera rebeldía, es una ley de crecimiento.
Estamos amenazados por la tentación permanente de querer convertir la religión en espectáculo, apoyándola en milagros, en exaltaciones deslumbrantes, en impresionantes movidas, en emociones de vértigo… La fe se autentifica como verdadera cuando viene envuelta de pobreza, discreción, normalidad y sencillez. Es de una altísima madurez cristiana el ver a Dios en las cosas ordinarias, aquellas precisamente que con frecuencia nos resultan cansinas y rutinarias.
Hay veces en las que, para seguir la voluntad de Dios, debemos defraudar y hacer sufrir a los más cercanos y queridos. La docilidad infantil huele a chamusquina. Todos hemos dicho o hemos oído que hay muchas veces en la vida en las que tenemos que decir “no”. Eso, aunque nuestra autoimagen lo acuse y resienta, es robustez de espíritu. Es una forma no popular de imitar a Jesús.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
¿ NO ES ESTE EL HIJO DEL CARPINTERO ?
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Tratado sobre el evangelio de san Juan 25 final del 15 y 16
¿No es éste el hijo del carpintero?
Si el orgullo nos ha hecho salir, que la humildad nos haga entrar... Como el médico, después de haber establecido un diagnóstico, trata el mal en su causa, tú, cura la raíz del mal, cura el orgullo; entonces ya no habrá mal alguno en ti. Para curar tu orgullo, el Hijo de Dios se ha abajado, se ha hecho humilde. ¿Porqué enorgullecerte? Para ti, Dios se ha hecho humilde. Talvez te avergonzarías imitando la humildad de un hombre; imita por lo menos la humildad de Dios. El Hijo de Dios se humilló haciéndose hombre. Se te pide que seas humilde, no que te hagas animal. Dios se ha hecho hombre. Tú, hombre, conoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en conocer quien eres.
Escucha a Dios que te enseña la humildad: “Yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 6, 38). He venido, humilde, a enseñar la humildad, como maestro de humildad. Aquel que viene a mí se hace uno conmigo; se hace humilde. El que se adhiere a mí será humilde. No hará su voluntad sino la de Dios. Y no será echado fuera (Jn 6,37) como cuando era orgulloso.
Tratado sobre el evangelio de san Juan 25 final del 15 y 16
¿No es éste el hijo del carpintero?
Si el orgullo nos ha hecho salir, que la humildad nos haga entrar... Como el médico, después de haber establecido un diagnóstico, trata el mal en su causa, tú, cura la raíz del mal, cura el orgullo; entonces ya no habrá mal alguno en ti. Para curar tu orgullo, el Hijo de Dios se ha abajado, se ha hecho humilde. ¿Porqué enorgullecerte? Para ti, Dios se ha hecho humilde. Talvez te avergonzarías imitando la humildad de un hombre; imita por lo menos la humildad de Dios. El Hijo de Dios se humilló haciéndose hombre. Se te pide que seas humilde, no que te hagas animal. Dios se ha hecho hombre. Tú, hombre, conoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en conocer quien eres.
Escucha a Dios que te enseña la humildad: “Yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 6, 38). He venido, humilde, a enseñar la humildad, como maestro de humildad. Aquel que viene a mí se hace uno conmigo; se hace humilde. El que se adhiere a mí será humilde. No hará su voluntad sino la de Dios. Y no será echado fuera (Jn 6,37) como cuando era orgulloso.
martes, 30 de enero de 2018
LOS RIESGOS DEL AMOR
El amor asusta por el riesgo que implica. Incluye el respeto a la libertad del otro, sin que sea posible prever el rumbo que tomarán las cosas. Puedo ser fiel hasta la muerte, sin que el otro lo sea. Y también puedo no serlo, pues siento bien mi debilidad. Este es el riesgo del amor.
El amor no es solo una experiencia que nos abre a lo infinito; es igualmente un vínculo, una atadura que nos fija al tiempo. Es el matrimonio del tiempo con la eternidad, y su belleza consiste, en última instancia, en la realidad de la fidelidad, del afecto mutuo y del compromiso permanente del uno para con el otro
Jean Vanier, No temas amar, P114
Talitha qum
Con Jesús por la mañana.
“Agarrando a la niña de la mano, le dijo: Talitha qum- que significa: Chiquita, te lo digo a ti, ¡levántate!” (5, 21-43). Toma un tiempo para contemplar el Evangelio de hoy y reflexiona: La otra orilla a la que Jesús vuelve a cruzar es profundidad de vida, ¿A qué te invita? ¿Qué te quita la alegría como a la hemorroísa? ¿Qué realidades duermen en tu vida y están llamadas a despertar para ser alimentadas? De la mano de Jesús vive la escena como si fueras tú el protagonista. Apunta lo que descubras. Ofrece el día por la intención del mes.
Con Jesús por la tarde.
Descansar en el amor. “Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca” (Papa Francisco). El amor no se afana ni es ansioso en la tarea. Trabaja con dedicación y descansa en que el fruto lo pone Dios a su tiempo. Trabaja descansadamente, en la confianza de que Dios cuida de ti y hace fecundo tu esfuerzo.
Con Jesús por la noche.
Ofrecer la vida. Tómate unos minutos para recoger lo vivido hoy. Cierra los ojos un momento y respira hondo. ¿Qué momentos te han llenado el corazón de alegría y plenitud? ¿A quién has ayudado hoy? Quédate unos minutos a solas con Jesús. Cuéntale al Señor de tus preocupaciones y disponte a entregárselos a él.
Meditación: Marcos 5, 21-43
En el Evangelio de hoy nos encontramos con dos personas, dos mujeres, para quienes el Señor realiza milagros de curación. El primero fue para una mujer considerada impura por causa de una hemorragia que le duraba desde hacía doce años. El otro, para una niña de doce años, que acababa de morir.
Según la mentalidad de la época, cualquiera que tocara sangre o un cadáver era considerado impuro. Tal vez por eso, la enferma de hemorragia procuró ocultarse de Jesús luego de haberle tocado el borde de su manto. No quería exponerse a un posible rechazo del Señor o de los demás. Además, sentía vergüenza, ya que por su condición, todos la consideraban “impura” y evitaban el contacto con ella.
Por lo que fuera, tras tocar a Jesús procuró ocultarse entre la multitud. Pero su intento fue inútil, porque Jesús percibió claramente que el toque de ella era diferente y supo que por la fe de ella el poder curativo había emanado de él.
A veces nosotros también queremos ocultarnos de Jesús. Por supuesto, lo hacemos sabiendo que es absurdo intentarlo, pues el Señor ve todo lo que hacemos y lo que necesitamos con la misma claridad con que ve todo lo que nos sucede a nosotros y a todos los demás.
Pero Jesús ve no solo las faltas ocultas que tenemos; también ve nuestras virtudes escondidas. Ve cada paso de fe, cada acto de servicio humilde, cada oración silenciosa que hacemos, y cada una de estas acciones son valiosas para él. Y así como él elogia la fe de la mujer delante de la multitud, también nos elogia a nosotros cuando actuamos con fe. Y no solo eso, sino que nos prodiga más gracia aún como respuesta.
A veces es difícil creer, es cierto, pero Jesús realmente te ama muchísimo y quiere bendecirte. Él ya sabe lo que necesitas y está deseoso de dártelo, así que no te ocultes de él; no dejes que el temor o la vergüenza te mantenga alejado de tu Médico y Redentor. Entrégate a él y afirma tu confianza en su amor y su poder. A continuación, relájate y espera tranquilamente para que oigas cuando te diga: “Tu fe te ha salvado.” Y si no llegas a escuchar tales palabras en tus oídos, las puedes escuchar claramente en tu corazón al sentirte libre, perdonado, renovado y feliz.
“Señor mío, Jesucristo, no quiero ocultarme de ti. Aquí estoy, deseoso de que tú me toques con tu amor y me sanes.”
2 Samuel 18, 9-10. 14. 24-25. 30 – 19, 3
Salmo 86(85), 1-6
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Ciudad Redonda
Queridos hermanos.
En muchas grandes ciudades, en el metro, en hora punta, se puede sentir uno como Jesús en el Evangelio de hoy. Apretujado por todas partes, oprimido y sin posibilidad de moverte ni a derecha ni a izquierda. ¿Qué pensaría Jesús de toda esa gente, que se mueve cada día sin muchas esperanzas, sólo para seguir tirando? Es un tema para una larga reflexión. No es el momento ni el lugar.
Hoy nos interesa más ver la fe de dos personajes especiales, Jairo y la hemorroisa. Uno, jefe de la sinagoga, se supone que con conocimientos profundos de la Escritura, de la religión y de la promesa del Mesías. Otra, una mujer sencilla, enferma, marginada, por tanto, y que no sabe mucho de normas y de leyes, pero que escucha a Jesús, y siente que puede haber encontrado la solución a todos sus males. No les resulta fácil acercarse a Jesús, pero insisten y lo logran. Uno cae a los pies de Cristo, y le suplica que cure a su niña, enferma de muerte. No creo que los jefes de la sinagoga se pusieran muchas veces de rodillas, pero Jairo no tiene problemas en hacerlo. Y pide por la vida de su hija. Otra, que no puede acercarse, pero que lucha hasta poder tocar el manto de Jesús. Y es curada automáticamente. Por la fe. No se rinde, a pesar de todo, y logra la salvación. Jairo tampoco se deja derrotar por los mensajeros de la muerte. Tiene cerca al Señor de la Vida, y por eso, confía. Así logra que su hija vuelva a la vida.
Ni Jairo ni la mujer son un mero número en la estadística de Jesús. Jesús siente que le han tocado. Jesús accede a la petición de un padre desesperado. Tenemos aquí los pastores de almas un buen ejemplo de atención pastoral. Y todos los creyentes en general, también. Atención personalizada, incluso en medio del barullo de cada día y de los agobios que nos rodean. Para todos, a los que vienen a tiempo y a destiempo.
¿Quieres ser cristiano? Elige tu modelo, Jairo, la mujer enferma, y sigue a Jesús. Y si no te convence ninguno de estos modelos, o crees que no puedes, sé tú mismo, escucha al Maestro, y sigue lo que Él te diga. Cada uno tiene su camino. Basta con ponerse en marcha.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos.
En muchas grandes ciudades, en el metro, en hora punta, se puede sentir uno como Jesús en el Evangelio de hoy. Apretujado por todas partes, oprimido y sin posibilidad de moverte ni a derecha ni a izquierda. ¿Qué pensaría Jesús de toda esa gente, que se mueve cada día sin muchas esperanzas, sólo para seguir tirando? Es un tema para una larga reflexión. No es el momento ni el lugar.
Hoy nos interesa más ver la fe de dos personajes especiales, Jairo y la hemorroisa. Uno, jefe de la sinagoga, se supone que con conocimientos profundos de la Escritura, de la religión y de la promesa del Mesías. Otra, una mujer sencilla, enferma, marginada, por tanto, y que no sabe mucho de normas y de leyes, pero que escucha a Jesús, y siente que puede haber encontrado la solución a todos sus males. No les resulta fácil acercarse a Jesús, pero insisten y lo logran. Uno cae a los pies de Cristo, y le suplica que cure a su niña, enferma de muerte. No creo que los jefes de la sinagoga se pusieran muchas veces de rodillas, pero Jairo no tiene problemas en hacerlo. Y pide por la vida de su hija. Otra, que no puede acercarse, pero que lucha hasta poder tocar el manto de Jesús. Y es curada automáticamente. Por la fe. No se rinde, a pesar de todo, y logra la salvación. Jairo tampoco se deja derrotar por los mensajeros de la muerte. Tiene cerca al Señor de la Vida, y por eso, confía. Así logra que su hija vuelva a la vida.
Ni Jairo ni la mujer son un mero número en la estadística de Jesús. Jesús siente que le han tocado. Jesús accede a la petición de un padre desesperado. Tenemos aquí los pastores de almas un buen ejemplo de atención pastoral. Y todos los creyentes en general, también. Atención personalizada, incluso en medio del barullo de cada día y de los agobios que nos rodean. Para todos, a los que vienen a tiempo y a destiempo.
¿Quieres ser cristiano? Elige tu modelo, Jairo, la mujer enferma, y sigue a Jesús. Y si no te convence ninguno de estos modelos, o crees que no puedes, sé tú mismo, escucha al Maestro, y sigue lo que Él te diga. Cada uno tiene su camino. Basta con ponerse en marcha.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
COMPRENDIENDO LA PALABRA 300118
Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
Homilía 4 sobre el Levítico; PG 112, 442-443
“Pensando que con sólo tocarle el vestido curaría”
Refiriéndose a la ofrenda de los primeros frutos de la tierra, dice la Ley: “Todo cuanto los toque quedará consagrado” (Lev 6,11). Cristo inmolado es el único y perfecto sacrificio, del cual eran el símbolo y la prefiguración todos los sacrificios de la antigua Ley. El que toca la carne de este sacrificio queda inmediatamente santificado: si es impuro, queda purificado; si está herido, su herida se cura. Es así como lo comprendió la mujer que padecía flujos de sangre... Porque comprendió que verdaderamente había allí la carne del Santo de los Santos, se acercó. No se atreva a tocar la carne misma porque no había todavía captado que es lo perfecto; pero tocó la franja del vestido que tocaba a esta carne santísima. Y porque le tocó con fe “una fuerza salió” de la humanidad de Cristo, para purificarla de su impureza y curar su enfermedad...
Así pues ¿no crees tú que este texto de la Ley debe entenderse así: Si alguno toca la carne de Jesús con las disposiciones que acabamos de decir, si con toda su fe, toda su obediencia, se acerca a Jesús como al Verbo hecho carne, éste ha tocado la verdadera carne del sacrificio y es santificado?
Homilía 4 sobre el Levítico; PG 112, 442-443
“Pensando que con sólo tocarle el vestido curaría”
Refiriéndose a la ofrenda de los primeros frutos de la tierra, dice la Ley: “Todo cuanto los toque quedará consagrado” (Lev 6,11). Cristo inmolado es el único y perfecto sacrificio, del cual eran el símbolo y la prefiguración todos los sacrificios de la antigua Ley. El que toca la carne de este sacrificio queda inmediatamente santificado: si es impuro, queda purificado; si está herido, su herida se cura. Es así como lo comprendió la mujer que padecía flujos de sangre... Porque comprendió que verdaderamente había allí la carne del Santo de los Santos, se acercó. No se atreva a tocar la carne misma porque no había todavía captado que es lo perfecto; pero tocó la franja del vestido que tocaba a esta carne santísima. Y porque le tocó con fe “una fuerza salió” de la humanidad de Cristo, para purificarla de su impureza y curar su enfermedad...
Así pues ¿no crees tú que este texto de la Ley debe entenderse así: Si alguno toca la carne de Jesús con las disposiciones que acabamos de decir, si con toda su fe, toda su obediencia, se acerca a Jesús como al Verbo hecho carne, éste ha tocado la verdadera carne del sacrificio y es santificado?
lunes, 29 de enero de 2018
DOS TIPOS DE IDEALES
Mi experiencia me muestra que hay dos tipos de ideales: uno que se concentra en la estructura, otro que es más dirigido hacia las personas. El primero tiende a ser combativo, buscando reformar estructuras sociales y confiar en una buena organización y forma de propaganda. El otro hace énfasis en la importancia de la escucha, la presencia y el cariño, cambiando un corazón a la vez. Los jóvenes que centran sus energías en las personas tienden a vivir más cerca de la realidad humana que aquellos que buscan cambiar a través de teorías, estructuras y una perfecta manera de vivir. Esto puede rápidamente convertirse en ideologías que chocan contra las personas en vez de llevarlas hacia una mayor libertad, sabiduría y compasión.
Jean Vanier , Cada persona es una historia sagrada, P 97
Desamor
Con Jesús por la mañana.
“Al desembarcar le salió al encuentro desde un cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo. Habitaba en los sepulcros. Nadie podía sujetarlo, ni con cadenas; en muchas ocasiones lo habían sujetado con cadenas y grillos y él los había roto. Y nadie podía con él. Se pasaba las noches y los días en los sepulcros o por los montes, dando gritos y golpeándose con piedras” (Mc 5, 1-20). Lo contrario al amor es el miedo que paraliza y daña nuestra vida interior. Medita el Evangelio y descubre que te dice a ti. Ofrece el día por la intención del Papa.
Con Jesús por la tarde.
Creer en el amor. “La fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorioso en la historia, en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles” (Papa Francisco). Contempla los signos de Dios en tu vida. ¿Dónde lo descubres? ¿Agradeces el amor de Dios? Admira y contempla cómo Dios se hace presente en tu vida.
Con Jesús por la noche.
Dejarse mirar. Busca un lugar tranquilo y respira profundamente. Aquieta el corazón. ¿Qué acontecimientos te han hecho feliz? ¿Por quienes te has sentido amado, estimado, valorado? Quédate unos minutos disfrutando de ello. Agradece el día que has vivido. Disponte a iniciar tu día de mañana llevando amor en tu corazón para entregar a los demás.
Meditación: Marcos 5, 1-20
Limitado al páramo, refugiándose entre tumbas, iba vagando y gritando. Atormentado por los demonios, llegó a la ciudad solo para causar estragos y destrucción. Los pobladores trataban de sujetarlo con cadenas y argollas, pero sin éxito. Era una incontrolable fuerza de destrucción, tanto para sí mismo como para sus vecinos; por eso, cuando Jesús expulsó de él a los malos espíritus, no es extraño que el hombre haya querido seguirlo, lleno de gratitud.
Pero Jesús no aceptó. ¿Por qué? ¿Por qué le dijo que volviera a su familia y relatara cómo Dios había actuado en su vida? Quizás, porque sus familiares necesitaban verlo sano y cuerdo; necesitaban escuchar que él mismo contara su experiencia y ellos fueran testigos de su increíble transformación.
Por años, su familia lo había conocido como endemoniado. Ahora, de repente, él estaba en paz y en su sano juicio. ¡Qué emocionante debe haber sido verlo curado y escuchar su historia; sin duda eso les ayudaría a creer en Jesús!
Además, es posible que el hombre tuviera que reparar los daños causados. Recordemos que los aldeanos lo tenían que sujetar con cadenas. Tal vez a él le habría gustado más permanecer con Cristo, pero tenía que regresar a la ciudad y afrontar los perjuicios cometidos y a las personas a quienes había dañado. Jesús sabía que el testimonio del hombre y la humildad con que buscara la reconciliación podían hacer que la gente de esta ciudad gentil aceptara la fe.
A veces nos sucede algo parecido a nosotros. Nos encanta vernos libres de un hábito de pecado o de un prejuicio arraigado y queremos dedicarnos a servir al Señor, lo cual es bueno. Pero todavía no queremos enfrentar a quienes hayamos herido o menospreciado, nos falta humildad para pedir perdón.
¡Pero así se construye el Reino de los cielos! Dios utiliza nuestra sinceridad para demostrar que cualquier persona puede librarse de males emocionales y hasta físicos si admite humildemente sus faltas y perdona.
Si tú, hermano, ves que este puede ser un testimonio tuyo, ve y cuéntales a tus familiares y amigos todo lo que el Señor ha hecho en tu favor.
“Gracias, Señor, por haberme sanado y cambiado cuando reconocí y confesé mis pecados. Ayúdame, te lo ruego, a ser un eficaz testigo de tu amor y tu poder.”
2 Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13
Salmo 3, 2-7
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Marcos 5,1-20.
Evangelio según San Marcos 5,1-20.
RESONAR DE LA PALABRA
Pablo Largo
Queridos amigos:
¿cómo reacciona la gente ante Jesús, ante su persona, sus palabras, sus acciones?
El Evangelio nos ofrece hoy el episodio del endemoniado geraseno. Es una historia algo extraña. Los estudiosos de la Biblia han debido de rastrear en ella distintos motivos: uno es sencillamente "folklórico". Entre nosotros se cuentan, o se contaban, chistes de españoles, franceses e ingleses. Es una pieza simpática (para nosotros), bien etnocéntrica, de nuestro folklore. Siempre es más agudo nuestro compatriota y sale ganando en todas las competiciones que se entablan. En el episodio de Mc 5 sucede algo parecido: una piara de 2000 cerdos, número redondo y abultado, acaba sepultada en el mar de Galilea, para regocijo de todo buen judío, enemigo de cuantas granjas de animales impuros hubiera en el entorno. Otro motivo puede ser veterotestamentario: la legión evoca a los egipcios que acabaron sepultados en el mar.
Sea de ello lo que fuere, nosotros nos concentraremos en lo nuestro. La gente del pueblo y los cortijos se quedó espantada de lo que había sucedido y le rogó a Jesús que se marchase de su país. La presencia de Jesús resultaba demasiado perturbadora. Es una triste y tristemente equivocada reacción de "autodefensa". Cerramos las puertas a una posible salvación que necesariamente desmantela nuestros tinglados. Uno prefiere quedarse como está y poner distancias, aparentemente salvíficas, a entrar en contacto con esa presencia que ha irrumpido en el propio mundo. Y dice: "déjame en paz, que no me quiero salvar. En el infierno no se está tan mal". Tenemos miedo a la luz, miedo a la historia de libertad que se nos regala, miedo a los precios que hay que pagar si damos cabida a esa presencia.
Pero quien ha conocido la liberación está dispuesto a embarcarse en la historia de Jesús, como el antiguo endemoniado. Se quedará, sin embargo, entre los suyos y se convertirá en un evangelizador "en tierra extranjera", contando a la gente "lo que el Señor había hecho con él por su misericordia".
Cordialmente,
Pablo Largo
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!". Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!". Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos". El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti". El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.
RESONAR DE LA PALABRA
Pablo Largo
Queridos amigos:
¿cómo reacciona la gente ante Jesús, ante su persona, sus palabras, sus acciones?
El Evangelio nos ofrece hoy el episodio del endemoniado geraseno. Es una historia algo extraña. Los estudiosos de la Biblia han debido de rastrear en ella distintos motivos: uno es sencillamente "folklórico". Entre nosotros se cuentan, o se contaban, chistes de españoles, franceses e ingleses. Es una pieza simpática (para nosotros), bien etnocéntrica, de nuestro folklore. Siempre es más agudo nuestro compatriota y sale ganando en todas las competiciones que se entablan. En el episodio de Mc 5 sucede algo parecido: una piara de 2000 cerdos, número redondo y abultado, acaba sepultada en el mar de Galilea, para regocijo de todo buen judío, enemigo de cuantas granjas de animales impuros hubiera en el entorno. Otro motivo puede ser veterotestamentario: la legión evoca a los egipcios que acabaron sepultados en el mar.
Sea de ello lo que fuere, nosotros nos concentraremos en lo nuestro. La gente del pueblo y los cortijos se quedó espantada de lo que había sucedido y le rogó a Jesús que se marchase de su país. La presencia de Jesús resultaba demasiado perturbadora. Es una triste y tristemente equivocada reacción de "autodefensa". Cerramos las puertas a una posible salvación que necesariamente desmantela nuestros tinglados. Uno prefiere quedarse como está y poner distancias, aparentemente salvíficas, a entrar en contacto con esa presencia que ha irrumpido en el propio mundo. Y dice: "déjame en paz, que no me quiero salvar. En el infierno no se está tan mal". Tenemos miedo a la luz, miedo a la historia de libertad que se nos regala, miedo a los precios que hay que pagar si damos cabida a esa presencia.
Pero quien ha conocido la liberación está dispuesto a embarcarse en la historia de Jesús, como el antiguo endemoniado. Se quedará, sin embargo, entre los suyos y se convertirá en un evangelizador "en tierra extranjera", contando a la gente "lo que el Señor había hecho con él por su misericordia".
Cordialmente,
Pablo Largo
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
COMPRENDIENDO LA PALABRA 290118
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Meditación sobre los evangelios, n°194
«Cuando Jesús subió a la barca, el poseído le suplicó poder seguirle, pero no lo consintió»
La verdadera, la única perfección, no es llevar tal o tal género de vida, es hacer la voluntad de Dios; es llevar el género de vida que Dios quiere, donde quiere, y de llevarlo como él mismo lo habría llevado.
Cuando nos deja la elección a nosotros mismos, entonces sí, procuremos seguirlo paso a paso, lo más exactamente posible, compartir su vida tal como fue, como lo hicieron sus apóstoles durante su vida y después de su muerte: el amor nos empuja a esta imitación. Si Dios nos deja esta elección, esta libertad, precisamente es porque quiere que despleguemos nuestras velas al viento del amor puro y que, empujados por él, " corramos tras el olor de sus perfumes" (Ct 1,4 LXX) en un exacto seguimiento, como san Pedro y san Pablo...
Y si un día Dios quiere apartarnos, por un tiempo o para siempre, de este camino, por muy bello y muy perfecto que sea, no nos turbemos ni nos asombremos. Sus intenciones son impenetrables: él puede hacer por nosotros, en medio o al fin de la carrera, lo que hizo por el Geraseno al principio. Obedezcamos, hagamos su voluntad..., vayamos donde quiera, llevemos el género de vida que su voluntad nos designe. Acerquémonos siempre a él con todas nuestras fuerzas y estemos en todos los estados, en todas las condiciones, como él mismo habría estado allí, como él se habría comportado allí, si la voluntad de su Padre le hubiera puesto allí, como nos pone allí.
Meditación sobre los evangelios, n°194
«Cuando Jesús subió a la barca, el poseído le suplicó poder seguirle, pero no lo consintió»
La verdadera, la única perfección, no es llevar tal o tal género de vida, es hacer la voluntad de Dios; es llevar el género de vida que Dios quiere, donde quiere, y de llevarlo como él mismo lo habría llevado.
Cuando nos deja la elección a nosotros mismos, entonces sí, procuremos seguirlo paso a paso, lo más exactamente posible, compartir su vida tal como fue, como lo hicieron sus apóstoles durante su vida y después de su muerte: el amor nos empuja a esta imitación. Si Dios nos deja esta elección, esta libertad, precisamente es porque quiere que despleguemos nuestras velas al viento del amor puro y que, empujados por él, " corramos tras el olor de sus perfumes" (Ct 1,4 LXX) en un exacto seguimiento, como san Pedro y san Pablo...
Y si un día Dios quiere apartarnos, por un tiempo o para siempre, de este camino, por muy bello y muy perfecto que sea, no nos turbemos ni nos asombremos. Sus intenciones son impenetrables: él puede hacer por nosotros, en medio o al fin de la carrera, lo que hizo por el Geraseno al principio. Obedezcamos, hagamos su voluntad..., vayamos donde quiera, llevemos el género de vida que su voluntad nos designe. Acerquémonos siempre a él con todas nuestras fuerzas y estemos en todos los estados, en todas las condiciones, como él mismo habría estado allí, como él se habría comportado allí, si la voluntad de su Padre le hubiera puesto allí, como nos pone allí.
domingo, 28 de enero de 2018
Poderoso en obras y palabras
«Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia; también nos comunica la fuerza necesaria para superar dificultades, pruebas, tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y tan bueno! Un maestro y un amigo, que nos indica el camino y cuida de nosotros, especialmente cuando lo necesitamos»
Francisco
Ángelus 28.01.2018
Viñeta del Papa: Leonan Faro
Milagros de la gracia
La sorprendente conversión
de un soldado y un apóstol
Cuando pensamos en la conversión, tendemos a reflexionar en el estilo de vida que llevamos y la conducta que demostramos cada día, así como en la necesidad de tomar la decisión de renunciar al pecado y entregarnos a Cristo.
Por supuesto, este es un aspecto crucial de la conversión, pero no debemos olvidar que la conversión es también una obra sorprendente de la gracia de Dios. Pensemos por ejemplo en el caso de San Pablo. Nadie le había hablado de Cristo y Dios simplemente se le reveló de una manera inesperada y abrumadora que le cambió completamente la vida para siempre (Hechos 9, 1-19).
La historia de Cornelio es otro ejemplo patente de este principio divino (Hechos 10, 1-49). En su caso, pareciera que la gracia de la conversión también actuó por sí sola. Esto pone de manifiesto que la gracia es un elemento vital en este proceso y que, si bien la conversión puede ocurrir con o sin nuestra intervención, no puede suceder sin la intervención de Dios. Repasemos ahora la historia de Cornelio.
Un soldado que rezaba. Cornelio era un centurión romano destacado en Cesarea, la capital romana de Palestina. Al igual que Lidia en Filipos, Cornelio y su familia eran piadosos, amables y temerosos de Dios (Hechos 10, 2). Al parecer, su estilo de vida se extendía más allá de su familia inmediata para incluir a sus sirvientes domésticos y algunos de los soldados que tenía a su mando. Evidentemente, Cornelio era un militar de gran autoridad. Entonces, ¿por qué él y su familia necesitaban convertirse? Tengamos esta pregunta en mente mientras analizamos lo sucedido.
Un día, cuando Cornelio estaba orando, Dios envió a un ángel con un mensaje para él. ¿Se debió esto a que el centurión estaba deseoso de tener una profunda experiencia espiritual o a que era comprensivo y respetuoso con sus servidores y se preocupaba de los pobres? Probablemente fue una combinación de ambas razones. Recordemos que el ángel le dijo a Cornelio: “Dios tiene presentes tus oraciones y lo que has hecho para ayudar a los necesitados” (Hechos 10, 4). Luego le dijo que mandara buscar a Pedro y escuchara lo que él le dijera.
Como lo vemos en muchos pasajes de la Escritura, la historia de Cornelio demuestra que la gracia de Dios actúa soberanamente en cada conversión. La aparición del ángel a Cornelio pone de relieve que Dios tiene su propio tiempo y su propio ritmo para actuar. Pero esta historia también deja en claro un notable misterio y una obvia realidad. La realidad obvia es que nuestras oraciones y buenas acciones nos ayudan a abrir el corazón cuando Dios se dispone a actuar, y el misterio notable es que, al parecer, esas mismas acciones de oración y bondad nos ayudan a lograr que Dios actúe.
Casi al mismo tiempo de la visión de Cornelio, Pedro tuvo su propia visión mientras oraba en la azotea de la casa de un amigo a la hora de almuerzo. Cuando Pedro trataba de entender el significado de la enigmática visión, en la que se le ofrecía un “banquete” de animales que los judíos consideraban no aptos para comer, llegaron a su puerta unos enviados de Cornelio. Cuando los hombres iban a pedirle a Pedro que viniera a casa del centurión, el apóstol entendió que el Espíritu Santo le indicaba que fuera con ellos.
La gracia de la revelación. Lleno de entusiasmo y expectativa, Cornelio invitó a sus amigos, vecinos y familiares a su casa para escuchar a Pedro. No sabía qué le iba a decir éste, pero pensando que todo lo sucedido había sido preparado por un ángel, sin duda le esperaba algo muy especial. Y fue precisamente la actitud de expectativa y entusiasmo de Cornelio la que hizo que Dios decidiera obrar libremente este milagro de conversión.
Conforme Pedro comenzó a predicar, el Espíritu empezó a derramar su gran poder. Todos los presentes percibieron la presencia de Dios y se volvieron a Cristo. Habiendo descendido el Espíritu con fuerza avasalladora sobre todos ellos, estos gentiles comenzaron a alabar a Dios, incluso hablando en lenguas. ¡Sucedió lo mismo que en el primer Pentecostés! Se podría decir que éste fue un “segundo Pentecostés”, un Pentecostés de los gentiles.
Algunas conversiones iniciales, como la de San Agustín en el siglo IV, son sucesos dramáticos en los cuales la persona renuncia a una vida de pecado evidente y egocentrismo y experimenta un cambio completo de conducta. Otros, como la de Cornelio, no se deben tanto a un arrepentimiento profundo, sino al deseo de conocer personalmente a Jesucristo, entender quién es y experimentar su amor y su perdón.
Pero sean cuales sean los detalles, cada conversión conlleva los elementos de la experiencia personal y la incorporación a la comunidad. Para Cornelio y su familia, la experiencia fue más bien la efusión del amor de Jesús que todos ellos recibieron; una efusión de gracia y de dones espirituales que los movieron a entregarse al Señor con fe expectante. El ingreso a la comunidad resultó evidente, pues Pedro se dio cuenta de que no se podía negar que estos gentiles fueran también bautizados e incorporados a la Iglesia.
La gracia de un nuevo entendimiento. Pero Dios no se limitó a actuar en Cornelio y su familia; también hubo algunas sorpresas que le esperaban a Pedro. Al parecer, cuando le respondemos al Señor con fe y obediencia, por lo general recibimos más de lo que él nos da, y el hecho de que Pedro fuera a casa de Cornelio no fue la excepción, pues conforme Dios derramaba su Espíritu Santo sobre los gentiles, también se iba profundizando la propia conversión del apóstol.
Pedro dio un paso de fe cuando obedeció al Espíritu y fue a ver a Cornelio, y un paso aún mayor cuando entró en casa del centurión, pues los judíos tenían prohibido entrar en casa de un gentil. Ahora, Dios le pedía que diera un enorme paso de fe y aceptara que incluso los gentiles fueran redimidos por Jesús, el Mesías judío, y acogidos con generosidad en la Iglesia. Esta era una tremenda dificultad para Pedro, ya que no podría aceptarla a menos que el Espíritu Santo abriera sus ojos y le ayudara a aceptar este nuevo proceder.
De modo similar, hay veces en que Dios quiere ampliar el horizonte de nuestra mente y darnos a conocer algo más de su plan. Cuando ocurre esto, es preciso hacer un gran esfuerzo para abrir el entendimiento y aceptar una nueva revelación de Dios, incluso cuando se trate de verdades opuestas a nuestros prejuicios y creencias. Veamos, por ejemplo, la experiencia moderna de un exitoso cirujano llamado Rolando.
La gracia de un camino nuevo. Un día, cuando Rolando se dirigía a casa desde el hospital donde trabajaba, vio a un hombre sin casa que pedía limosna cerca de la esquina. Él pasaba por esa calle con frecuencia y veía al hombre, pero no hacía nada. Esta vez se detuvo y le dio algo de dinero. Siguió caminando, pero la imagen del pobre indigente le quedó grabada en la mente, por el fuerte contraste entre la vida del mendigo y la suya.
En los meses siguientes, Rolando empezó a dar a los pobres más de su dinero, más de su tiempo y más de su corazón. Al cabo de un año se sintió movido a reducir su práctica médica, trabajar medio tiempo y abrir una clínica en un barrio pobre de la ciudad. Después de diez años, Rolando gana mucho menos dinero que antes, pero se siente tan contento que realmente no extraña su vida antigua. Ahora, cuando reflexiona sobre todo lo acontecido, se sorprende de cómo Dios se valió de un pequeño encuentro que tuvo con un hombre sin casa para colocarlo en una senda nueva e inesperada.
Cornelio y su familia recibieron el Espíritu Santo antes de haberse arrepentido de sus pecados y antes de su Bautismo. Esta sorprendente serie de acontecimientos demuestra que no hay un patrón fijo para la conversión. Dios actúa de muchas maneras diferentes. Para el Señor, el resultado —es decir, el que una persona se llene de fe y ame a Jesús— es mucho más importante que el proceso.
La gracia de la amistad. Al principio de este artículo, preguntamos por qué una familia tan buena y piadosa como la de Cornelio necesitaba convertirse. La respuesta es que, si no hemos recibido a Jesús, realmente no conocemos cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo (Efesios 3, 18); no sabemos qué significa estar reconciliados con Dios, no conocemos la Eucaristía ni la comunión con Cristo y no conocemos a Jesús como Señor, Salvador y hermano nuestro.
Sobre la base de lo que sabemos de las Escrituras, podríamos incluso decir que Cornelio y su familia pudieron haberse salvado aunque Pedro no hubiera venido a predicarles. Como lo señaló el Papa San Juan Pablo II: “El misterio de la salvación se extiende más allá de los cristianos.” Pero Dios nos quiere dar mucho más que una experiencia inicial de salvación; quiere que disfrutemos de una relación íntima con Jesús; quiere prodigarnos todas sus promesas y llenarnos nada menos que de la vida divina en unión con todos los demás miembros del Cuerpo de Cristo.
Esta fue la respuesta que Dios les dio a Cornelio y su familia. Antes de la llegada de Pedro, ellos sabían algo de Dios, pero su conocimiento era limitado. A lo mejor, también tuvieron algunas experiencias espirituales, pero solo en forma incompleta. Asimismo, muchos de nosotros podemos conformarnos con una dimensión limitada de todo lo que Jesús quiere darnos, o bien podemos llegar a tener una relación viva con nuestro Señor y Salvador y vivir diariamente con la fuerza y la luz de la inspiración del Espíritu Santo.
Pide más gracia. La conversión es una gracia, una virtud de Dios, que nos motiva a renunciar al pecado y entregarnos a Cristo, pero luego hay que renovar periódicamente esas decisiones más y más profundamente. Así pues, pidámosle al Señor que derrame más gracia de conversión en nuestros familiares, amigos y nosotros mismos. Pidámosle que nos conceda la gracia de la fe para poder disfrutar del amor y la comunión con Jesús de una forma más amplia y profunda.
Hoy y todos los días, hermano, cuando hagas tu oración, repite la siguiente afirmación: “No quiero vivir para el mundo, sino para Jesucristo, mi Señor y Salvador. Quiero renunciar a todo lo que sea malo y adoptar una conducta que ayude a abrir para mí las puertas de la gracia, para que la luz de Cristo sea evidente en mi conducta.”
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
Cuidar el amor recibido
Con Jesús por la mañana.
“Jesús le increpó: ¡Calla y sal de él!” (Mc 1, 21-28). Es necesario firmeza y asertividad para cuidar el amor que nos habita y nuestras relaciones sanas. Con la tentación no se dialoga, dice un sabio consejo espiritual, por eso es importante darnos cuenta cuándo es necesario soltar y desprendernos decididamente de lo que nos daña, sin volver atrás. A veces las tristezas y las desolaciones en que caemos son el fruto de nuestros pensamientos oscuros y nuestros enredos internos. Corta por lo sano y suelta lo que te daña. Ofrece lo de hoy por la intención del mes.
Con Jesús por la tarde.
El ciclo del amor. “Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor. Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios” (Papa Francisco). El Amor de Dios llega a ti en tus hermanos y en lo que vives. Recibe el Amor de Dios viviendo tu presente, aquí y ahora, así, plenamente. Actualiza el propósito de la mañana.
Con Jesús por la noche.
Aprender de la experiencia. El Señor te invita a descubrirlo en tu vida. Tómate unos momentos para repasar tu semana y recoger las experiencias más significativas. ¿Qué recuerdos vienen a ti? ¿Qué sentimientos despiertan? Apunta los recuerdos más significativos. ¿Qué aprendizaje te dejan? Conversa con tu Padre de lo vivido y pide ayuda para iniciar una nueva semana.
LA DECEPCIÓN
Muchos sufrimientos provienen de la decepción. Esperábamos algo que, según creíamos, nos aportaría una cierta felicidad, y ésta nunca llegó. Sólo vemos lo negativo que hemos recibido: una enfermedad, un niño deficiente. Entonces surgen la ira y la rebeldía. La sabiduría humana es el retorno a la tierra. No encerrarse en un ideal que hay que alcanzar sino aceptar la realidad tal y como es. Descubrir la sabiduría y la presencia de Dios en lo real. No luchar contra la realidad sino negociar con ella. Descubrir la semilla de la vida, las posibilidades ocultas en la realidad. (...) Es preciso que la esperanza se enraice en la acogida del presente. En esto radica la sabiduría budista, pero también la cristiana. Descubrir el mensaje de Dios en el instante presente, ser amigo del tiempo y de la realidad.
Jean Vanier , Cada persona es una historia sagrada, P 161
Meditación: Marcos 1, 21-28
La gente que había en la sinagoga de Cafarnaúm ese día se asombraba de lo que Jesús enseñaba y de la autoridad que él ejercía sobre los espíritus inmundos, pero curiosamente nadie parecía extrañarse de que hubiera un endemoniado en la congregación, aunque su presencia no era desconocida, como lo sugiere Marcos.
En el pasado, se consideraba que los demonios eran la personificación de la maldad y quienes causaban toda suerte de males, como las enfermedades mentales, la perversión, la drogadicción y los homicidios. Ahora que las ciencias biológicas y psicológicas han avanzado mucho, por lo general se relega a los demonios al ámbito de las fantasías y las supersticiones.
Pero la verdad de nuestra fe católica es que en efecto existen los seres espirituales que no tienen cuerpo físico, es decir, los ángeles (Catecismo de la Iglesia Católica 328). Entre los ángeles, hay unos que son rebeldes y que obedecen a su jefe, Satanás. El diablo actúa en el mundo, junto a sus demonios, motivado por el odio a Dios, a Jesucristo y a la Iglesia. Ellos son los que engañan a los fieles con embustes, rencores y medias verdades a fin de mantenerlos encadenados en el pecado y separados de Dios; los tientan con pensamientos impuros, suscitan el egoísmo y la avaricia e incluso los afligen con vicios graves y enfermedades.
Es cierto que toda esta serie de males causa temor y pareciera que no podemos hacer nada para defendernos, pero lo cierto es que el diablo es un ser creado, que tiene poder limitado, y no puede bloquear el amor de Dios ni frustrar los planes del Señor (CIC 395). En efecto, no se trata de fantasías ni supersticiones; el diablo y sus demonios son reales, como lo revela el propio Cristo, pero al mismo tiempo hay que confiar en que Dios nos protegerá para que tengamos una vida apacible mientras esperamos que Jesús regrese en gloria.
“Señor mío Jesucristo, cura a todos los que, por influencia demoníaca, están enfermos o caen en tentaciones de inmoralidad sexual, adicción a drogas o codicia de riquezas o poder.”
Deuteronomio 18, 15-20
Salmo 95(94), 1-2. 6-9
1 Corintios 7, 32-35
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Marcos 1,21-28.
Evangelio según San Marcos 1,21-28.
Fernando Torres cmf
¿En dónde están los profetas?
Así comenzaba una canción de hace unos cuantos años. Decía que los profetas de otros tiempos habían dado la esperanza al pueblo y le habían entregado las fuerzas para amar y para vivir en fraternidad, para superar la mentira y la opresión, para ser libres y responsables. Pero ahora, decía la canción, ya no encontramos a los profetas cerca de nosotros. Y nos preguntamos angustiados dónde están.
La realidad es que para el cristiano el profeta ya está entre nosotros. No hay más profeta que Jesús. Y todos los demás que de alguna manera reciban ese nombre lo hacen por referencia a él. Jesús lleva consigo esa autoridad que define al profeta. Es una autoridad que no nace de la violencia ni de la fuerza, sino del Espíritu que posee al profeta. Es la autoridad que reconocieron sin dudar los habitantes de Cafarnaún cuando vieron cómo Jesús liberaba a aquel hombre poseído por un espíritu impuro y le devolvía a su ser, a la libertad. Dos veces se dice en el Evangelio de este día que Jesús enseñaba con autoridad y no como los letrados. Ahí está la diferencia entre el profeta y el profesor. El segundo enseña de lo que ha estudiado. No hace más que repetir, quizá en un orden mejor o más novedoso, lo mismo que ya se ha dicho. Hasta puede ser que discurra algo nuevo. Pero es fruto de su esfuerzo. El profeta, por el contrario, está dominado por el Espíritu de Dios, comunica de una forma nueva y la gente que le escucha siente que lo que dice le llega hasta lo más profundo. Y, cuando llega allí, sana y cura, libera y reconcilia, da la vida para siempre. Ése es el signo más claro de que el profeta es auténtico: cuando sus palabras y sus actos son fuente de vida para los que se encuentran con él.
Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!". Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
RESONAR DE LA PALABRA
¿En dónde están los profetas?
Así comenzaba una canción de hace unos cuantos años. Decía que los profetas de otros tiempos habían dado la esperanza al pueblo y le habían entregado las fuerzas para amar y para vivir en fraternidad, para superar la mentira y la opresión, para ser libres y responsables. Pero ahora, decía la canción, ya no encontramos a los profetas cerca de nosotros. Y nos preguntamos angustiados dónde están.
La realidad es que para el cristiano el profeta ya está entre nosotros. No hay más profeta que Jesús. Y todos los demás que de alguna manera reciban ese nombre lo hacen por referencia a él. Jesús lleva consigo esa autoridad que define al profeta. Es una autoridad que no nace de la violencia ni de la fuerza, sino del Espíritu que posee al profeta. Es la autoridad que reconocieron sin dudar los habitantes de Cafarnaún cuando vieron cómo Jesús liberaba a aquel hombre poseído por un espíritu impuro y le devolvía a su ser, a la libertad. Dos veces se dice en el Evangelio de este día que Jesús enseñaba con autoridad y no como los letrados. Ahí está la diferencia entre el profeta y el profesor. El segundo enseña de lo que ha estudiado. No hace más que repetir, quizá en un orden mejor o más novedoso, lo mismo que ya se ha dicho. Hasta puede ser que discurra algo nuevo. Pero es fruto de su esfuerzo. El profeta, por el contrario, está dominado por el Espíritu de Dios, comunica de una forma nueva y la gente que le escucha siente que lo que dice le llega hasta lo más profundo. Y, cuando llega allí, sana y cura, libera y reconcilia, da la vida para siempre. Ése es el signo más claro de que el profeta es auténtico: cuando sus palabras y sus actos son fuente de vida para los que se encuentran con él.
Jesús es el profeta. Y permanece vivo entre nosotros. Su palabra sigue resonando como un eco en nuestras Iglesias, en la Biblia que tenemos en nuestra casa y con la que meditamos y oramos con la Palabra, en la vida de tantos hombres y mujeres que se han comprometido a ser sus discípulos, a seguir sus huellas en su vida concreta, como sacerdotes, como personas casadas, como religiosos o religiosas. Jesús es nuestro profeta. Y muchos cristianos y hombres y mujeres de buena fe son profetas de Dios. Con su vida anuncian al Dios de la Vida. No hay que angustiarse. Hay que abrir los ojos y descubrir a los testigos de la vida y la liberación a nuestro alrededor. Ellos son los profetas que iluminan nuestro caminar para que sigamos las huellas de Jesús.
Para la reflexión
¿Conozco alguna persona que enseñe con autoridad, como Jesús? ¿Qué es lo que más me llama la atención de su vida? ¿Es mi vida un signo profético para los que viven conmigo, para mi familia, mis amigos...? ¿Qué tendría que cambiar para serlo más?
Para la reflexión
¿Conozco alguna persona que enseñe con autoridad, como Jesús? ¿Qué es lo que más me llama la atención de su vida? ¿Es mi vida un signo profético para los que viven conmigo, para mi familia, mis amigos...? ¿Qué tendría que cambiar para serlo más?
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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