viernes, 30 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Jesús lo tocó diciendo: ¡quiero, queda limpio!»

Antes que brillara la luz divina,

no me conocía a mí mismo.

Viéndome entonces en las tinieblas y en la prisión,

encerrado en un lodazal,

cubierto de suciedad, herido, mi carne hinchada...,

caí a los pies de aquél que me había iluminado.

Y aquél que me había iluminado toca con sus manos

mis ataduras y mis heridas;

allí donde su mano toca y donde su dedo se acerca,

caen inmediatamente mis ataduras,

desaparecen las heridas, y toda suciedad.

La mancha de mi carne desaparece...

de tal manera que la vuelve semejante a su mano divina.

Extraña maravilla: mi carne, mi alma y mi cuerpo

participan de la gloria divina.

Desde que he sido purificado y liberado de mis ataduras,

me tiende una mano divina,

me saca enteramente del lodazal,

me abraza, se echa a mi cuello,

me cubre de besos (Lc 15,20).

Y a mi que estaba totalmente agotado

y que había perdido mis fuerzas

me pone sobre sus hombros (Lc 15,5),

y me lleva lejos de mi infierno...

Es la luz que me arrebata y me sostiene;

me arrastra hacia una gran luz...

Me hace contemplar por que extraño remodelaje

él mismo me ha rehecho (Gn 2,7) y me ha arrancado de la corrupción.

Me ha regalado una vida inmortal

y me ha revestido de ropa inmaterial y luminosa

y me ha dado sandalias, anillo y corona

incorruptibles y eternas (Lc 15,22).



Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022)
monje griego
Himno 30

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 8,1-4


Evangelio según San Mateo 8,1-4
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud.

Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme".

Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra.

Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz y bien.

La cosa va hoy de un pacto. Un pacto entre Dios y Abrahán (que ya no Abrán.) Cambio de nombre, quizá como signo del cambio de estatus. Dios, que siempre ha querido que el hombre se salve, da el paso para que comience ese camino. Y el representante de los hombres acepta.

Si quieres, puedes limpiarme. La fe mueve montañas, dicen. Eso sí, hace falta fe, aunque sea como un granito de mostaza. A este leproso de hoy, fe le sobraba. Busca a Jesús, aunque en su estado, seguro, le costó hasta Él, se pudo de rodillas, y pidió al Maestro que le devolviera la salud. Es un gran don sentirse limpio. Los que disfrutamos de la ducha cada día, lo sabemos. Imagínate lo que puede ser estar no solo limpio por fuera, sino por dentro. Que la piel deje de caerse a pedazos, para volver a sentirte íntegro. Y volver al seno de la comunidad. Dejar de ser un marginado. Formar parte de algo que te ha estado prohibido muchos años.

Para ese enfermo, el encuentro con Jesús, gracias a su fe, le cambió la vida. Seguro que, desde ese momento, fue uno más de los creyentes en Él. Quizá no le siguió directamente, puede que volviera a su casa, con los suyos, y en medio de la masa, fuera levadura. Nosotros, también creyentes, allá donde nos encontremos, podemos también sentirnos limpios, gracias a nuestra fe. Y si no te sientes así, acude al Maestro, y dile: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Acude al sacramento de la Reconciliación, dile al Señor que quieres que te limpie, y siente la alegría del perdón.

“Si quieres, puedes limpiarme”. Esta petición se la hacemos al Señor desde nuestra debilidad, una vez más. Y es que necesitamos curarnos de tantas heridas que, en esas luchas personales, hemos ido gestando. No por ello seremos considerados en menos ante Sus ojos. Todo lo contrario, es lo que Dios está esperando por nuestra parte, porque el “bálsamo” que sale de Su corazón es el único capaz de cicatrizar lo que tanto nos hace sufrir y lamentarnos. ¿Qué importa lo que otros puedan pensar, si tenemos aquello que nunca muere y sana para siempre?

Para el pacto de Abrahán eran necesarios sacrificios y, además, la circuncisión física. Ahora, con Jesucristo, ya no hace falta nada de eso. Cristo ha sido el último sacrificio, el que nos permite ver la vida de otra manera. El que nos limpia, cuando, movidos por la fe, acudimos a Él. ¿Quieres limpiarte? ¿Qué vas a hacer?

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 29 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Te daré las llaves del Reino de los cielos»

El Señor ha reconocido en Pedro el intendente fiel al cual ha confiado las llaves del Reino, y en Pablo a un maestro cualificado a quien ha dado el encargo de enseñar a la Iglesia. Para permitir encontrar la salvación a los que han sido formados por Pablo, era necesario, para su descanso, que Pedro los acogiera. Cuando Pablo predicando habrá abierto los corazones, Pedro abre a las almas el Reino de los cielos. Es pues algo semejante a una llave lo que Pablo ha recibido de Cristo, la llave del conocimiento que permite abrir a los corazones endurecidos, la fe hasta lo más profundo de ellos mismos; seguidamente, en una revelación espiritual, hace que lo que estaba escondido en el interior se vea iluminado por la gran luz del día. Se trata de una llave que deja escapar de la conciencia la confesión del pecado y en la que se encierra para siempre la gracia del misterio del Salvador.

Los dos, pues, han recibido unas llaves de mano del Señor; llave del conocimiento para uno, llave del poder para el otro; éste es el dispensador de las riquezas de la inmortalidad, el otro distribuye los tesoros de la sabiduría. Porque hay los tesoros del conocimiento, como está escrito: «Este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer» (Col 2,3).


San Máximo de Turín (¿-c. 420)
obispo
Sermón CC 1; PL 57, 403-404

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 16,13-19


Evangelio según San Mateo 16,13-19
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".

Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".

"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".

Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.

Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.

Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Celebramos hoy una solemnidad importante, la de los apóstoles Pedro y Pablo. Juntos nos los presenta la Iglesia, para que juntos nos den algunas pautas de vida. Allá vamos.

La historia de hoy nos muestra a un Pedro que experimenta en su vida, en un momento difícil, la intervención de Dios. De un modo (tan) milagroso, que ni él mismo se lo cree. Fue una liberación orada y pedida por toda la iglesia de Jerusalén. Es que la oración el justo siempre es escuchada. A Pedro, como al salmista, el Señor le libró de todas sus ansias.

Por otro lado, en la segunda lectura, Pablo comparte con nosotros su experiencia. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Casi nada. Pero Pablo siempre ha tenido claro que es el Señor el que le escogió, le ayudó y le dio las fuerzas para perseverar. Para Pablo, cada día era un tiempo favorable, era un día de salvación. Y mira que Pablo pasó por penalidades varias. Apaleado, apedreado, dejado por muerto, con hambre, con sed, desnudo, naufragado… Pero todo lo pudo en el Dios que le confortó.

Tanto Pedro como Pablo han pasado por un proceso personal muy intenso. El encuentro con Cristo les cambió de tal modo que se convirtieron en los líderes de las comunidades, uno de los judíos, otro de los paganos. Ambos con una sola meta, que se conociera a Cristo por todo el mundo. Por eso celebramos su solemnidad juntos. Es que en la Iglesia hay sitio para todos, y para diversas tendencias, eso sí, siempre con Cristo en el centro.

Pablo perseguía a los cristianos, se encontró con Cristo, y todo su celo perseguidor se convirtió en celo misionero. Pedro confesó a Cristo, le traicionó y volvió a afirmar su amor tres veces, para convertirse en la cabeza de la Iglesia naciente. Con María y con los otros apóstoles, en diálogo para saber como vivir (el Concilio de Jerusalén, Hc 15) y abiertos a lo que Dios les iba revelando.

Que la memoria de estos santos nos lleve a todos a vivir la fe con su mismo celo, con la capacidad de admitir el perdón, después de nuestras caídas, y siempre pensando en cómo más gente pueda conocer, amar y servir a Jesucristo.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 28 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Por sus frutos los conoceréis”

Preguntémosnos sobre qué frutos el Señor quiere llamar la atención para reconocer el árbol. Algunos consideran como frutos lo que constituye las vestiduras de las ovejas, así los lobos pueden engañarlos. Quiero indicar aquí los ayunos, las oraciones, las limosnas y todas las obras que pueden ser hechas por los hipócritas. Sin esto Jesús no habría dicho: "Absteneos de hacer justicia delante de los hombres, para llamarles la atención " (Mt 6,1)... Muchos dan a los pobres por ostentación y no por benevolencia; muchos rezan o más bien parece que rezan, pero no lo hacen por Dios sino más bien por la estima de los hombres; muchos ayunan y fingen una austeridad asombrosa, para atraerse la admiración de los que ven sus obras. Todas estas obras son engaños... El Señor concluye que estos frutos no son suficientes para juzgar el árbol. Las mismas acciones hechas con una intención recta y en verdad constituyen la vestidura de las ovejas auténticas...

El apóstol Pablo nos dice por qué frutos reconoceremos el árbol malo: "Es fácil reconocer las obras de la carne: desenfreno, impureza, obscenidad, idolatría, brujería, odios, disputas, celos, cólera, disensión, sectarismo, rivalidades, borracheras, rencillas y cosas semejantes " (Ga 5,19-20). El mismo apóstol nos dice seguidamente por qué frutos podemos reconocer un árbol bueno: "Pero al contrario los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fe, humildad y control de sí" (v. 22-23).

Hay que saber que la palabra "alegría" se toma aquí en su sentido propio; los hombres malvados en sentido propio ignoran la alegría, pero conocen el placer... Es el sentido propio de la palabra, lo que sólo los buenos conocen; "no hay alegría para los impíos, dice el Señor" (Is 48,22). Lo mismo ocurre con la fe verdadera. Las virtudes enumeradas pueden ser disimuladas por los malos y los impostores, pero no engañan al ojo límpio y puro capaz de discernirlo.



San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Explicación del Sermón de la Montaña, cap. 24, §80-81

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,15-20


Evangelio según San Mateo 7,15-20
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?

Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos.

Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos.

Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego.

Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Sigue Abrán adelante, y sigue Dios afirmándole en sus promesas. Es un camino largo, pero que, parece, le mereció la pena. Es que, si te fías de Dios, hay que hacerlo bien, hasta el final. Aunque haya problemas. Al final, todo se arregla. A veces, no sabes cómo. Pero sucede.

¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos. Jesús nos avisa de algo que, parece, ya era un peligro en su tiempo. Es muy fácil descuidarse, o mejor, creer que vamos por el camino correcto. Nos convencemos con mucha facilidad de que “no pasa nada” si un viernes como carne, o si hace ya tres meses (o tres años) que no me confieso, o que reenviar un mensaje no muy agradable sobre un “amigo” es lo normal, todos lo hacen… Nos acostumbramos a no cumplir con cosas pequeñas y, al final, dejamos de cumplir con las grandes. Total, una más… Decía mi maestro de novicios que el primer pecado es el que más cuesta, los demás vienen solos. Algo de eso, me parece, hay.

¿Por qué no vemos la puerta de la Vida? ¿Por qué nos parece tan duro el camino de la Vida? Será que nos falta perspectiva. Quizá porque vivimos a corto plazo, tenemos muchas seguridades, y no le damos espacio a Dios en nuestras vidas. Abrán, en este sentido, puede ser para nosotros un ejemplo. En camino, en escucha, dispuesto a renunciar a lo suyo, buscando el acuerdo con Lot…

Dios ha hecho de todo para que entremos por la puerta de la Vida. Al final, hasta a su Hijo nos envió. Lo que hace falta es estar atento, aceptar su ayuda y llamar a esa puerta que, a diferencia de las nuestras, siempre se abre, para dejarnos pasar. Es verdad que no todos están dispuestos. A ti se te ha dado la posibilidad de ser feliz, yendo por el camino estrecho. Aunque cueste. ¿Qué vas a hacer?

Nuestro hermano en la fe, Alejandro C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 27 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida.” (Mt 7,14)

Os quiero animar a seguir por el camino del evangelio, una vía estrecha, es verdad, pero una vía real, segura, recorrida por generaciones de cristianos, enseñada por los santos...Es el camino por donde vuestros hermanos en la Iglesia universal se esfuerzan por avanzar. Este camino no pasa por la resignación, por la renuncia o por el abandono. No conduce a una relativización del sentido moral, más bien desearía que la ley civil ayudara a elevar a la persona humana. No busca enterrarse a si misma, a permanecer desapercibida, sino que requiere la audacia gozosa de los apóstoles. Rechaza la pusilanimidad, mostrándose al mismo tiempo respetuosa frente a los que no comparten su mismo ideal...

“Reconoce, oh cristiano, tu dignidad!” decía San León Magno. Y yo, su indigno sucesor, os lo digo a vosotros, hermanos y hermanas míos: Reconoced vuestra dignidad. Sed orgullosos de vuestra fe, del don del Espíritu que el Padre os ha otorgado. Vengo a vosotros como un pobre, con la única riqueza de la fe, peregrino del evangelio. Dad a la Iglesia y al mundo el ejemplo de vuestra fidelidad sin desfallecer y de vuestro celo misionero. Mi visita entre vosotros quiere ser... una llamada a un nuevo ímpetu ante las tareas múltiples que se ofrecen a vosotros.



San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Discurso en París, 30 de mayo 1980

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,6.12-14


Evangelio según San Mateo 7,6.12-14
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.

Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí.

Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Sigue Abrán adelante, y sigue Dios afirmándole en sus promesas. Es un camino largo, pero que, parece, le mereció la pena. Es que, si te fías de Dios, hay que hacerlo bien, hasta el final. Aunque haya problemas. Al final, todo se arregla. A veces, no sabes cómo. Pero sucede.

¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos. Jesús nos avisa de algo que, parece, ya era un peligro en su tiempo. Es muy fácil descuidarse, o mejor, creer que vamos por el camino correcto. Nos convencemos con mucha facilidad de que “no pasa nada” si un viernes como carne, o si hace ya tres meses (o tres años) que no me confieso, o que reenviar un mensaje no muy agradable sobre un “amigo” es lo normal, todos lo hacen… Nos acostumbramos a no cumplir con cosas pequeñas y, al final, dejamos de cumplir con las grandes. Total, una más… Decía mi maestro de novicios que el primer pecado es el que más cuesta, los demás vienen solos. Algo de eso, me parece, hay.

¿Por qué no vemos la puerta de la Vida? ¿Por qué nos parece tan duro el camino de la Vida? Será que nos falta perspectiva. Quizá porque vivimos a corto plazo, tenemos muchas seguridades, y no le damos espacio a Dios en nuestras vidas. Abrán, en este sentido, puede ser para nosotros un ejemplo. En camino, en escucha, dispuesto a renunciar a lo suyo, buscando el acuerdo con Lot…

Dios ha hecho de todo para que entremos por la puerta de la Vida. Al final, hasta a su Hijo nos envió. Lo que hace falta es estar atento, aceptar su ayuda y llamar a esa puerta que, a diferencia de las nuestras, siempre se abre, para dejarnos pasar. Es verdad que no todos están dispuestos. A ti se te ha dado la posibilidad de ser feliz, yendo por el camino estrecho. Aunque cueste. ¿Qué vas a hacer?

Nuestro hermano en la fe, Alejandro C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 26 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“No juzguen, para no ser juzgados.”

No tengas demasiado respeto al que delante de tí dice mal de su proximo; antes le dí: Calla hermano, porque aunque tú no hagas lo que este hace, puede ser que hagas otras cosas peores, que él por ventura no hará. Pues cómo le puedes condenar? Porque con esta sola medicina ganarás dos cosas: curarás a tí, y tambien al proximo. Entre los caminos que ay para alcanzar perdon de los peccados; este es muy breve; conviene saber, no juzgar a nadie; porque verdadera es aquella sentencia que dice (Lc 6,37): No querais juzgar, y no sereis juzgados. (…)

Aunque veas peccar a otro quando está para espirar, no lo condenes. Algunos ay que públicamente cayeron en grandes peccados; los quales despues secretamente hicieron mayores bienes. Y por esto se engañan los que juzgan las vidas de los otros, siguiendo mas el humo que el sol: esto es, la sospecha que el claro conoscimiento de la verdad.

Oidme (ruegoos) los que sois malos juezes de los otros. Si es verdad (como lo es) que con el juicio que cada uno juzgare, será juzgado (Mt 7,2): claro está que en las cosas que culpáremos a nuestros proximos, en estas mismas vendremos por justo juicio de Dios a ser culpados.

La causa porque somos tan faciles en juzgar los delitos de los otros, es porque no tenemos el cuidado que debiamos tener de llorar y enmendar los nuestros. Porque si alguno, quitado a parte el velo del amor propio, mirare diligentemente sus males, ningun pecado le fatigará mas en esta vida que este; considerando que no tiene tiempo sufficiente para llorarse, aunque le quedassen cien años de vida, y aunque viesse el rio Jordan convertido en lagrimas manar de sus ojos. (…)

Juzgar no es otra cosa que usurpar desacatadamente la silla y dignidad de Dios, a quien solo pertenesce el officio de juzgar los otros. Condenar al proximo no es otra cosa que matar el hombre a sí mismo.


San Juan Clímaco (c. 575-c. 650)
monje en el Monte Sinaí
La Santa Escala, Escalon decimo (Libro de la Escala Espiritual, in Clerus.va, Biblioteca, Patrística, trad. clerus.va, © Dicastero para el Clero)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 7,1-5


Evangelio según San Mateo 7,1-5
Jesús dijo a sus discípulos:

No juzguen, para no ser juzgados.

Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.

¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?

¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 'Deja que te saque la paja de tu ojo', si hay una viga en el tuyo?

Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz y bien.

Empieza fuerte hoy el libro del Génesis. Sal de tu tierra. Nada menos. Los que hemos salido de nuestra tierra, por motivos misioneros, sabemos bien lo que significa. También los que han tenido que salir por cuestiones de trabajo. Cuesta mucho dejar tu casa, a veces, tu lengua materna, tu cultura, tus comidas favoritas, entre otras muchas cosas. Hace falta valor.

No dice Dios dónde debe ir. Solo que salga. Vaya aventura. Jugárselo todo a una carta. Menos mal que el que reparte estas cartas es el mismo Dios. Y el premio es gordo. La promesa de Dios es que se convertirá en el pastor y líder de un gran pueblo.

Y andando, andando, por etapas llegó Abrán a la tierra prometida, y poco a poco el Señor le iba reafirmando en su vocación. Fiel hasta el final. A pesar de los problemas que, haberlos, húbolos. Por eso es ejemplo para todos, por su perseverancia.

Continúa Jesús desgranando su “programa” de vida. Hoy nos da también donde muchas veces más nos duele: en los juicios. Sacar la oposición para ser juez en los tribunales es complicado. Exige la carrera de Derecho y luego las oposiciones. Convertirse varias veces al día en juez de los demás es facilísimo. Como que estuviera en el ADN de cada uno.

Cuesta mucho quitarse las gafas de ver los defectos de los demás. Es que nos sale solo, eso de ver lo que no hacen bien los otros, y el pensar que “yo lo haría mejor” o “yo nunca habría hecho eso”.

Tenemos que revisarnos la vista, operarnos, si hace falta las cataratas con el láser de la reconciliación, para ver a los demás como los veía el mismo Jesús. Donde nosotros vemos defectos, Él veía oportunidades. Donde nosotros tenemos la agenda negra de los enfados y las ofensas, Cristo tiene una página en blanco, para que cada uno pueda escribir su historia, sin arrastrar el peso del pasado. Eso de vete y no peques más.

La carta del apóstol Santiago, en su capítulo 4, nos dice: Uno solo es el legislador y juez, el que puede salvar y condenar. ¿Quién eres para juzgar al prójimo?

También aquí las palabras de san Antonio María Claret, nuestro Fundador, siguen siendo actuales. Tendré para con Dios corazón de hijo, para conmigo mismo corazón de juez, y para con el prójimo, corazón de madre. Pues eso

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 25 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA


«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse»

No tienes «aquí domicilio permanente» (Hb 13,14). Dondequiera que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente unido con Cristo. ¿Qué miras aquí no siendo éste el lugar de tu descanso? En los cielos debe de ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú también con ellas. Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas.

En el altísimo pon tu pensamiento, y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la pasión de Cristo y habita gustosamente en sus sagradas llagas. Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo sentirás en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes. Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas y desamparo de amigos y conocidos, y en suma necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado, y ¿tú te atreves a quejarte de alguna cosa?....

Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo. Si una vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesús, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías más de la injurias que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo. El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las aficiones desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y descansar gozosamente. Aquel a quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio y enseñado más de Dios que de los hombres.


Imitación de Cristo
tratado espiritual del siglo XV
II, c. 1

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,26-33


Evangelio según San Mateo 10,26-33
No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido.

Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.

¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.

Ustedes tienen contados todos sus cabellos.

No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.

Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.

Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres."


RESONAR DE LA PALABRA


NO TEMÁIS... PERO TEMED

Estar bautizado es algo que se consigue con cierta facilidad, y (a pesar de la gran descenso numérico) todavía es bastante frecuente entre nosotros. Aunque las motivaciones para hacerlo son muy variadas, y no siempre aceptables.
Con frecuencia, la familia de los niños (si es que son niños) piensa «misión cumplida» en cuanto le han echado el chorrillo de agua sobre la cabeza. ¡Ya está, ya no hay nada más que hacer! Pero no es cierto: el bautismo significa y exige empezar a vivir como discípulo de Jesús. Y lo que define a un discípulo de Jesús no es acudir a las procesiones, o llevar algún colgante religioso o... Y ojalá no llegue el triste momento de «soy cristiano pero no practico»... Pasar de bautizados a discípulos, requiere un camino que no todos recorren, aunque sí los hay que caminan, avanzan y retroceden como buenamente pueden, con su mejor voluntad.

 Ser discípulo es difícil, e incluso arriesgado. No pocos han pagado con su vida -lo más importante que tenemos- por mantenerse fieles a Jesús. Y por eso advertía Jesús: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo».
Este aviso tiene mucha miga, porque cuando uno se toma en serio lo de ser discípulo, será fácil que se encuentre con la incomprensión, la burla, la sensación y la experiencia de estar remando contra corriente, de ser un bicho raro en medio de la sociedad, e incluso que te hagan el vacío hasta los tuyos. ¿Por qué si no, tantos se guardan la fe en lo escondido, como si fuera una especie de secreto o asunto privado, y tienen miedo de proclamar su fe, o la «adaptan» a lo que hace y piensa la mayoría para ser «modernos», y no tener problemas o no desentonar?

¿Cómo entender esas palabras de Jesús que hablan de la confianza con la ingenua imagen de los pajarillos, de los cabellos de nuestra cabeza, y de la promesa interceder ante el Padre a quienes apuesten por él? Parecen cosas poco creíbles hoy día. Poniendo la mano en el corazón, y con toda nuestra sinceridad, ¿podemos decir que estas ideas -¡experiencias!- de Jesús nos convencen y nos llevan a un determinado estilo de vida? ¿Podemos decir que nos complicamos la vida por culpa del Evangelio? ¿Adónde quiere ir Jesús a parar con tanta ingenuidad? ¿No será que el mundo que él vivió hace dos mil y pico años era menos complicado que el nuestro? ¿Podemos tomarnos en serio su mensaje?

Fijaos en Jeremías: un tipo sensible, delicado, apasionado, un poco sentimental y hasta poeta, muy encariñado con su tierra y con su gente. Procura vivir tranquilo y llevarse bien con todo el mundo. Y Yahveh se mete por medio y le encomienda una palabra cortante, que quema, que echa por tierra las seguridades, que denuncia y amenaza. Antes siquiera de haber intentado anunciar ese mensaje, ya se siente mal. No le va ir de aguafiestas, de pájaro de mal agüero. Y cuando por fin se ponga a ello, le van a venir encima calumnias, acusaciones, denuncias, persecuciones (incluso de sus parientes y amigos)...
 Cuando Dios se empeña en sacudir la tranquilidad de cualquiera, se acaba esa vida sin sobresaltos y complicaciones que tan esforzadamente procurábamos llevar. Suena bonito eso de que Dios está con Jeremías «como fuerte soldado», pero no parece que le amortigüe los golpes que le toca recibir.
Claro que al propio Hijo de Dios le ocurrió algo parecido, y el Padre Dios no corrió para librarle de la Cruz, ni fulminó como escarmiento a sus verdugos, ni hizo perder el puesto a los Sumos Sacerdotes y autoridades políticas que lo condenaron. Ante Cristo crucificado descubrimos a un Dios «impotente», débil, que no se hace respetar, que se limita a seguir amando y esperando. Pero es que el amor nunca triunfará a base de venganzas, fuerza o poder.

Por tanto, que nos quede claro que no se trata de espantar el miedo porque Dios nos vaya a resolver las dificultades. Ni Dios tiene la culpa de que se nos caigan los pelos de la cabeza, ni de que un gorrión acabe vendido en un puesto del mercado. Nosotros quisiéramos un Dios escudo, pararrayos, refugio blindado, acolchado para amortiguar los golpes, un Dios que haga de impermeable... Pero como esto no suele ocurrir, acabamos prescindiendo de Él y de sus llamadas. Entonces, ¿dónde hay que buscar el motivo para que no temamos, visto lo que «hace» Dios?

Dice Eduardo Galeano:

El miedo se ha convertido en principio rector de la vida y de la convivencia:
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar, y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar, y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, y los militares tienen miedo a la falta de armas,
y las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre, y del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir... (E GALEANO, Patas arriba. Ed Siglo XXI, Madrid)

Y nos convencemos o nos han hecho creer que la seguridad nos viene de tener un dinero ahorrado, un seguro de vida, un título debajo del brazo, una casa en propiedad, a algunas personas para las que seamos importantes y que estén pendientes de nosotros... Pero no por eso se van los miedos: porque podemos perder el dinero, porque hay muchos parados con título, porque las casas se deterioran, porque las personas nos fallan...

 Jesús se atrevió a decir que la felicidad está en confiar fielmente en Dios, porque entonces no temeremos ni envidiaremos a los que tienen poder, dinero, influencia... o lo que sea. Esto suena muy raro en este mundo donde la desesperanza, la envidia y el miedo han tomado posesión de nuestros corazones. Cuando uno tiene cosas que proteger o defender, automáticamente se presenta el miedo a perderlas. Pero Jesús pretende que sus seguidores nos compliquemos más la vida en otras cosas, y estemos más pendientes de proclamar su mensaje con la Palabra y con la vida. Los miedos son una pista clave para que sepamos que algo nos tiene esclavizados.

Es peligroso y nadie desea que le quiten la vida («matar el cuerpo»). Se lo podemos preguntar a cualquiera de los que andan en cualquiera de las guerras que están teniendo lugar hoy mismo. O a tantos desplazados, refugiados, hambrientos, explotados, etc.
Pero sí debemos tener temor «al que puede llevar a la perdición alma», es decir a perder la identidad personal, la libertad interior. Tengamos temor a tener una conciencia intranquila, a arrastrarnos con una vida gris y sin objetivos. Tengamos miedo a quien nos pueda quitar la dignidad como seres humanos, como hijos de Dios. Nos preocupa mucho perder lo que ahora tenemos, y en cambio, nos inquieta y ocupa mucho menos cuidar ese tesoro que somos y que es cada ser humano. Pues la única garantía para conservar todo esto está en nuestro Padre del cielo.
 Dice el texto evangélico que «ni un solo gorrión cae al suelo sin que lo disponga nuestro Padre y que hasta los cabellos de la cabeza tenemos contados». «Y que valemos más que muchos gorriones». Como Jesús tuvo ocasión de experimentar, a Dios se le encuentra especialmente en la cruz que nos cargan por ser fieles al Evangelio. El Padre Dios estará ahí para recogernos, abrazarnos y devolvernos la vida, la Vida. Podemos decir con san Pablo: «Sé de quién me he fiado». Porque nuestra vida es suya y nada ni nadie la puede arrebatar de su mano... aunque nos maten. Esta es nuestra fuerza.
Seamos pues valientes con la misión que cada discípulo tenga encomendada por Dios... que él ya se encargará de todo lo demás. Valemos mucho más que los gorriones.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

sábado, 24 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Es necesario que Él crezca y yo disminuya» (Jn 3,30)

El mayor de los hombres fue enviado para dar testimonio al que era más que un hombre. En efecto, cuando aquel que es "el mayor de entre los hijos de mujer» (Mt 11,11) dijo: "Yo no soy Cristo" (Jn 1,20) y se humilla ante Cristo, debemos entender que hay en Cristo más que un hombre... «de su plenitud todos hemos recibido" (Jn 1,16). ¿Qué es decir, "todos nosotros"? Es decir que los patriarcas, los profetas y los santos apóstoles, los que precedieron a la Encarnación o que han sido enviados después por el Verbo encarnado, «todos hemos recibido de su plenitud». Nosotros somos vasos, Él es la fuente. Por lo tanto..., Juan es un hombre, Cristo es Dios: es necesario que el hombre se humille, para que Dios sea exaltado.

Para que el hombre aprenda a humillarse, Juan nació el día a partir del cual los días comienzan a disminuir; para mostrarnos que Dios debe ser exaltado, Jesucristo nació el día en que los días comienzan a crecer. Aquí hay una enseñanza profundamente misteriosa. Celebramos la natividad de Juan como la de Cristo, porque esta natividad está llena de misterio. ¿De qué misterio? Del misterio de nuestra grandeza. Disminuyamos nosotros mismos, para crecer en Dios; humillémonos en nuestra bajeza, para ser exaltados en su grandeza.



San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 289, 3º para la Natividad de san Juan Bautista

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,57-66.80


Evangelio según San Lucas 1,57-66.80
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.

Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;

pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".

Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.

Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.

Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.

Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.

El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.


RESONAR DE LA PALABRA

Siempre me ha llamado la atención la frase de la gente del pueblo de Juan el Bautista: “¿Qué va a ser de este niño?” La verdad es que todo niño o niña recién nacido es un misterio, un libro en blanco. Nadie sabe lo que va a ser su futuro: enfermedades, trabajos, alegrías, gozos, rebeldías. Nadie sabe si estamos ante un futuro personaje de la historia o ante un ser mediocre. Quizá se convertirá en un asesino en serie o quizá será un santo. Ni siquiera el que sus padres sean de una determinada manera, mejores o peores, ricos o pobres, educados o incultos, significa de forma absoluta que el recién nacido ya tenga su destino predeterminado. Cada uno va a tener que hacer su camino.

Pero también es verdad que mucho va a depender de cómo se vaya acompañando a esa vida que nace y crece. La cercanía, el cariño, el consejo, el ejemplo, la mano siempre tendida, el perdón... todo eso facilitará las cosas, allanará el camino y hará que el recién nacido vaya encontrando su propio camino, adueñándose de su propia historia, creciendo como persona capaz a su vez de amar y crear vida.

Imagino, a partir de lo poco que conocemos de Juan el Bautista, que quizá en su infancia contó con la compañía y cercanía de sus padres, de sus familiares y, quizá, también de todos aquellos que cuando nació dijeron: “¿Qué va a ser de este niño?” Le educaron con la suficiente libertad para poder hacer su propio camino. Le dieron la oportunidad de encontrarse con el Dios de sus padres y de escuchar su voz. Le posibilitaron escuchar la llamada de Dios que le invitaba a ser su profeta, a anunciar que ya estaba cerca el que tenía que venir.

Y Juan fue lo suficientemente consciente de sus propias limitaciones como para apartarse humildemente cuando entendió que el que tenía que venir había venido. Lo señaló y se apartó. Porque el importante era el que tenía que venir y no él mismo. El importante era Jesús y no Juan.

Juan es un modelo para todo misionero, para todo evangelizador, para todo cristiano. Nos enseña a no colocarnos en medio ni sentirnos imprescindibles. Porque lo importante no es que tengamos muchos devotos ni mucha gente que nos escuche. Lo importante es que todas las personas, hombres y mujeres, se encuentren personalmente con Jesús. Lo nuestro es señalarles el camino y apartarnos para que cada uno lo pueda hacer sin estorbos. Indicar, señalar, apuntar, acompañar. Esos son los verbos que debe conjugar el evangelizador.

Fernando Torres cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

PENSAMIENTOS

 


viernes, 23 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Allá donde está tu tesoro estará también tu corazón”

Buscando comprender el designio en el que algunas personas reciben en el Oficio litúrgico un abundante alimento espiritual y otras permanecen en la aridez, Gertrudis recibió esta luz: “El corazón fue creado por Dios para contener la alegría espiritual como un recipiente contiene el agua. Pero si en ese recipiente agujeros imperceptibles dejan escapar el agua, al final, puede perderse y estar completamente seco. Lo mismo ocurre con la alegría espiritual contenida en el corazón humano. Si se deja perder al ser liberados los sentidos corporales - vista, olfato y los otros sentidos- para actuar a su propio gusto, ella termina por perderse y el corazón se queda vacío de la alegría en Dios.

Todos podemos hacer la experiencia. Si una mirada o una palabra inútil o de poco beneficio, le provocan envidia y cede a ella, la alegría espiritual se escurre como el agua. Al contrario, si por el amor de Dios uno se esfuerza por contenerse, la alegría crece en el corazón al punto que casi cuesta portar el exceso. Así, cuando en tales ocasiones un hombre aprende a dominarse, la alegría divina le deviene familiar. Cuanto más grande hubiere sido el esfuerzo de su disciplina, más sabrosas serán las delicias que descubrirá en Dios”.


Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
El Heraldo, III (SC 143, Œuvres spirituelles, Le Héraut, Livre III, Cerf, 1968), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,19-23


Evangelio según San Mateo 6,19-23
Jesús dijo a sus discípulos:

No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.

Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben.

Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado.

Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!


RESONAR DE LA PALABRA


Lo que de verdad nos salva

Hubo tiempos en los que lo más determinante en la identidad personal era el título de procedencia geográfica y familiar: ser ateniense o espartano, ciudadano de Roma o bárbaro, noble o plebeyo… Pese a los muchos cambios culturales ocurridos a lo largo de los siglos, estos títulos siguen teniendo su fuerza. En España existían expresiones como “cristiano viejo”, o, hasta hace bien poco, “pureza de sangre”; y en todos los países existen expresiones equivalentes a ese “ser de pura cepa” que seguimos usando hoy. De hecho, en una especie de involución difícil de justificar, existen en nuestros días ciertos nacionalismos que están llevando este rasgo del origen nacional y lingüístico a extremos que llegan hasta el fanatismo.

Pablo exhibe sus títulos de procedencia, pero para quitarles todo valor. No es eso lo que nos garantiza la salvación. Existen otros títulos que deberían en principio pesar mucho más: son los méritos adquiridos por el propio esfuerzo. Es algo que nuestra sociedad de la eficacia y el individualismo valora de manera especial. No cabe duda de que, si la procedencia nos marca (poco o mucho), más decisivo es lo que conseguimos por nosotros mismos. Pablo recuerda a sus críticos que, también en este capítulo, tiene motivos para presumir. Pero, de nuevo, señala la insuficiencia de estos méritos de cara a la salvación. De ahí su postrera alusión a su debilidad. Pablo está aludiendo a la gracia de Dios, lo único que nos salva.

No somos esclavos de nuestro pasado o de nuestras raíces, aunque ahí esté la base sobre la que construimos nuestra vida. Pero nuestros méritos personales tampoco nos sirven para “comprar” la salvación. Estos méritos, en forma de trabajos y buenas obras, tienen valor, pero sólo como la respuesta agradecida al don que Dios nos ha hecho gratuitamente en Cristo Jesús. Él es nuestra riqueza, de él debemos hacernos ricos. Siguiendo a Cristo, tratando de vivir de manera conforme a su Palabra, atesoramos riquezas que ni se echan a perder ni nadie nos puede robar. Se trata de tesoros “en el cielo”, pero que ya operan aquí en la tierra, en forma de luz y sabiduría para ver y discernir (elegir y realizar) valores y dimensiones que, sin esa luz del Evangelio, permanecen escondidos y en la oscuridad.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 22 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Santificado sea tu nombre»

Debemos recordar, hermanos queridos, cuando llamamos a Dios nuestro Padre, que debemos comportarnos como hijos de Dios… Debemos ser como templos de Dios (1Co 3,16), para que los hombres puedan ver que Dios vive en nosotros; nuestros actos no deben ser indignos del Espíritu… El apóstol Pablo declaró en su carta: » ¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu?… y no os pertenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio, por eso ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!” (1Co 6,19-20).

Rezamos: «Santificado sea tu nombre». Esto no es porque deseamos que Dios sea santificado por nuestras oraciones, sino porque le pedimos al Señor que su nombre sea santificado en nosotros. ¿Por quién podría ser santificado Dios, ya que es Él quien santifica? Él mismo dijo: «Sed santos porque yo soy santo» (Lev. 20,26). Por eso pedimos insistentemente que, ya que hemos sido santificados por el bautismo, seamos capaces de perseverar en lo que comenzamos a ser. Y rezamos por esto cada día.


San Cipriano, obispo y mártir
Tratado: Vivir como hijos
La oración del Señor, 11-12

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,7-15


Evangelio según San Mateo 6,7-15
Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.

No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,

que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.

Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


RESONAR DE LA PALABRA

El Padre nuestro y la corrección fraterna

Solemos tener nuestros mayores conflictos con las personas más cercanas, con las que más queremos. También sucede en el ámbito religioso, que una de las primeras crisis de fe (si no la primera) se suele dar por situaciones conflictivas en el seno de la comunidad cristiana (la Iglesia, la parroquia, el grupo o movimiento eclesial de referencia), en la que se esperaba encontrar una atmósfera de amor, armonía y entendimiento. Surge así el sentimiento de desilusión, incluso de escándalo, que lleva a preguntarse: “pero, ¿dónde me he metido yo?” Como vemos en la primera lectura, ya en las primeras comunidades cristianas se daban situaciones de conflicto, y no solo entre los “cristianos de a pie”, sino también entre las comunidades y personas de la talla del apóstol Pablo.

La respuesta de Pablo es una auténtica declaración de amor a su comunidad, pero que se traduce en una fuerte corrección fraterna. La aparente dureza de sus palabras se corresponde con la gravedad de la situación, que ponía en peligro la integridad de la fe. Hay cuestiones esenciales en las que no es posible ni deseable transigir: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y siempre, no os dejéis llevar por doctrinas llamativas y extrañas” (Hb 13, 8-9). El amor verdadero, del que Pablo hace gala en su entrega desinteresada y generosa, no puede estar divorciada de la verdad revelada en Cristo y, por tanto, de la corrección clara de toda desviación de ella. No se puede transigir, decimos, en cuestiones que afectan a la verdad que salva.

Pero para que esta “intransigencia” no se torne una rigidez contraria al amor cristiano, es preciso abordar todo conflicto en espíritu de oración, de apertura y súplica al Dios Padre, el único ante el que, pese a todas nuestras diferencias podemos sentirnos hermanos, con vínculos más fuertes que todo posible conflicto. Jesús, maestro de oración, nos introduce con la enseñanza del Padre nuestro en su propia experiencia filial, la unidad en el amor que preserva las diferencias.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 20 de junio de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Amen a sus enemigos, para ser verdaderamente hijos

El que por la caridad llegó a la imagen y semejanza divina, se deleita desde entonces del bien mismo, por el gusto que encuentra. Con igual amor abraza la paciencia y la ternura. Las faltas de los pecadores no lo irritan más, sino que más bien implora su perdón, por la gran piedad y compasión que siente por sus enfermedades.

Recuerda haber probado el aguijón de las pasiones hasta el día que la misericordia del Señor lo preservó. Sus propios esfuerzos no lo salvaron de la insolencia de la carne sino la protección de Dios. Por eso comprende que por los que se pierden no hay que experimentar cólera sino compasión. En la absoluta tranquilidad de su corazón, canta a Dios con este versículo del salmo: “Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre:

por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

e invocaré el nombre del Señor” (Sal 116,16-17). O este otro versículo: “Si el Señor no me hubiera ayudado, ya estaría habitando en la región del silencio” (Sal 94,17).

Esta humildad de espíritu lo hace capaz de cumplir el precepto evangélico de la perfección: “Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores” (Mt 5,44), hagan el bien a los que los odian. Por esto mereceremos llegar a la recompensa, no sólo portar la imagen y semejanza divina, sino más todavía, recibir el título de hijo: “Así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45).



San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
De la perfección, IX (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,43-48


Evangelio según San Mateo 5,43-48
Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;

así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?

Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.


RESONAR DE LA PALABRA


La perfección contagiosa de Dios

La superación de la ley del talión que escuchamos ayer, y el paso a una ética del amor, que nos presenta exigencias radicales, nos puede parecer un hermoso ideal, pero, en la práctica, de imposible cumplimiento. Sin embargo, no debemos entender las palabras de Jesús sobre todo en clave moral, que pone a prueba nuestra capacidad de renuncia. Estas palabras de Jesús, en que va desgranando la nueva ley del Evangelio, hay que leerlas a la luz de las Bienaventuranzas, que manifiestan el don que Dios nos hace en Jesucristo. Por tanto, más que una lista de exigencias morales, es una revelación del modo en que Dios se relaciona con nosotros. No se trata, sobre todo, de lo que debemos hacer (con un esfuerzo casi sobrehumano), sino de lo que Dios está ya haciendo con nosotros, por medio de su hijo Jesucristo. Con su enseñanza, Jesús está corrigiendo nuestra imagen de Dios (que manda, amenaza y castiga), y trasmitiéndonos su rostro paterno y, por tanto, su propia experiencia filial. Dios hace el bien incondicionalmente, y lo hace además con todos por igual.

El amor de Dios no es sectario, no establece fronteras: raciales, nacionales, morales, confesionales… La colecta organizada por Pablo en favor de los necesitados en Jerusalén y Judea es un buen ejemplo de ese amor que traspasa fronteras. Si nuestro amor ha de ser reflejo e imagen de ese amor que nosotros recibimos de Él, no podemos rebajarlo a una simpatía partidista, que acepta o excluye, según los gustos o los prejuicios personales. Es verdad que nos llama a hacer el bien, pero no por imposición, sino por atracción positiva, por contagio, podríamos decir

Así que, antes de ponernos esforzadamente a cumplir esas difíciles exigencias, que están de hecho por encima de nuestras débiles fuerzas, tenemos que pararnos a mirar al Dios en el que creemos, el que nos revela Jesucristo, que es su Hijo precisamente porque es semejante a su Padre. Solo en la contemplación asidua de su santidad amorosa y cercana, podremos empezar a sintonizar con ella, con la perfección contagiosa Dios.

José M. Vegas cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA