Jesús habla de una experiencia muy cercana a la gente: Un hombre siembra el grano. . . y la tierra da el fruto por sí misma. Con estas palabras se refiere al Reino de Dios, que consiste en la santidad y la gracia, la verdad y la vida, la justicia, el amor y la paz, que Jesucristo nos ha venido a traer. Este Reino ha de ser una realidad primero en cada uno de nosotros; después en el mundo.
En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado —por el Bautismo— la gracia y la santidad, la verdad. A nosotros nos toca hacer crecer esta semilla para que fructifique en multitud de buenas obras: de servicio y caridad, de amabilidad y generosidad, de sacrificio para cumplir bien nuestro deber en cada instante y para hacer felices a quienes nos rodean, de oración constante, de perdón y comprensión, de esfuerzo por crecer en virtudes y en paz y alegría. El Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno— se extenderá a la familia, al pueblo, a la sociedad y al mundo entero. Porque el que vive así, “¿qué hace sino preparar el camino del Señor. . . a fin de que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad, que haga rectos los caminos que conducen a Dios?” (San Gregorio Magno).
La semilla comienza pequeña, como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier otra semilla; pero una vez sembrada, crece y se hace el arbusto más grande de todos los del huerto. Esto es así porque la fuerza de Dios se difunde y crece con un vigor sorprendente. Como en los primeros tiempos del cristianismo, Jesús nos pide hoy que difundamos su Reino por todo el mundo.
La Escritura nos dice que la Palabra de Dios se propagó desde Jerusalén hasta las grandes ciudades del Imperio Romano pagano por la predicación de los apóstoles, discípulos y evangelizadores.
Posiblemente no tengamos nosotros el carisma ni la audacia de los primeros evangelizadores, pero sí podemos difundir las semillas de la Palabra de Dios que se nos han confiado. Deja que el Espíritu Santo te muestre cómo puedes ser sembrador de la Palabra de Dios.
“Espíritu Santo, Señor, guíame para compartir la buena noticia de Jesucristo con mis familiares y conocidos.”2 Samuel 11, 1-10. 13-17
Salmo 51 (50), 3-7. 10-11
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros