Esta prédica es la segunda parte de otra prédica, por lo tanto resumiré las principales ideas de aquella, porque las de hoy son la continuidad.
Ayer meditamos la parábola del sembrador. Jesús nos enseñó que somos llamados a luchar contra tres enemigos: el demonio, el mundo y la carne. Dos de ellos son externos: el mundo que nos seduce y el demonio que nos tienta. El otro es interno, son nuestras malas inclinaciones que muchas veces nos arrastran al pecado. En esta batalla contra los tres enemigos, Jesús nos dejó varias armas: el ayuno, la oración, la fe, entre otros.
Ayer me concentré en 7 sacramentos intitulados por Jesús, ellos son las armas más fuertes que tenemos en esta batalla. Pero muchos fieles no viven la grandeza y el poder de esas armas. No hay nada más fuerte que los sacramentos, cada uno tiene su fuerza específica. El bautizo nos hace hijos de Dios y nos renueva, nos lava de nuestros pecados. No hay dignidad más grande que ser hijo de Dios, y esa gracia Jesús nos la dio en el bautizo.
Hablé también de la Confirmación, que nos fortalece en la filiación divina, sobretodo en el testimonio de vida cristiana, ya que en los días de hoy, no es fácil dar testimonio de Jesús. La palabra griega para decir testimonio es “martir”. La confirmación te fortalece para que seas mártir. Hoy mismo, muchos morirán por ser cristianos. En iraq, en Medio Oriente, los fundamentalistas islámicos están matando a niños por ser cristianos. Hace poco, un periodista americano fue capturado por fundamentalistas islámicos y fue decapitado por ser cristiano. En Europa, en paises civilizados, no se corta la cabeza de los cristianos, pero son enviados a las cárceles. Y en la persecución la tentación es huir y negar a Jesús, por eso el sacramento de la confirmación es importante porque nos ayuda a perseverar.
Hablé también de la Eucaristía, el más grande de todos los sacramentos, de todas las gracias. No hay tesoro más grande que recibir a Jesús en la comunión, es mucho más que ganar la lotería, no tiene comparación.
El pasaje de hoy es Juan 6, 30 ss, el discurso del Pan de Vida. Aunque digamos muchas cosas, no lograríamos decir todo sobre la Eucaristía, sin embargo esa Palabra bastará para entusiasmarnos a participar en la Santa Misa. Las promesas que Jesus nos hace son grandes. ¿Quieres ir al cielo? Entonces come la Carne y bebe la Sangre del Señor. El Sacramento de la Eucaristía genera comunión con Jesucristo. San León Magno decía: “El Sacramento de la Eucaristía no hace otra cosa sino transformarnos en lo que estamos recibiendo”. Este Sacramento te transforma.
Esto es vivir en Jesús, con Jesús, a través de los sacramentos, debería ser extraño ir a Misa todos los días y no experimentar esto. En el tiempo de Jesús y hasta ahora el pan es el alimento fundamental, el más básico; y lo que el pan hace con nuestro cuerpo, la Eucaristía lo hace con nosotros, nos fortalece espiritualmente. El vino es señal de vida para Judios y la Sangre de Jesús es vida para nosotros.
Me gusta mucho dar catequesis a los niños, decirles que Jesús está vivo en la hostia consagrada. Al final les pregunto: ¿Qué le vas a decir a Jesús cuando lo recibas? Las respuestas son lindas, hasta llego a llorar.
Una vez un niño especial deseaba recibir a Jesús Eucaristía, sus padres lo prepararon a través de la catequesis y fueron donde el padre para pedir que su hijo recibiera la Eucaristía. Sin embargo, la Iglesia tiene ciertas reglas y es necesario que la persona tenga conciencia para diferenciar el pan ordinario del pan consagrado, donde Jesús se hace presente. Así, el padre dijo que por las limitaciones del niño no era posible. Frente a la insistencia de los padres, quienesdecían haberle enseñado, el padre llevó al niño frente al sagrario y le preguntó: ¿Quién está aqui? El niño respondió: Jesús. Después, lo llevó a una cruz y preguntó: ¿Quién está aqui? y el niño respondió: Jesús. Entonces el padre le preguntó: ¿Y cuál es la diferencia? El niño, inspirado por el Espíritu Santo respondió: “Aquel que está en la Cruz se parece a Jesús pero no es Jesús, y aquel que está en el sagrario no parece, pero es Jesús”.
Ayer dije que para recibir a Jesús necesitamos fe, pero también necesitamos preparar nuestro corazón con una “ducha espiritual” llamada confesión. Además, existen otros cuidados secundarios pero que no son menos importantes. Por ejemplo: cuando vas a Misa para recibir a Jesús, no puedes ir con la misma ropa con la que vas a la playa. Imagina que el Papa Francisco te llame y te invite a cenar… entonces, ¿cómo vas a Misa para cenar con Jesús? El amor se manifiesta en todo, quien ama cuida de todo, hasta las cosas más pequeñas. En Portugal las personas tienen un ropa que llaman “ropa de Misa”. Es importante saber que no todo lo que el mundo propone sirve para los hijos de Dios. Una cosa con la que el mundo nos contaminó se llama moda. En Fátima, nuestra Señora avisó que vendrían modas de ropa que ofenderían a Dios. Un hijo de Dios tiene que resistirse a esas modas. La hermana Lucía, una de los tres pastorcitos, decía que los hijos de Dios se tienen que vestir diferente por dos motivos: primero para no ofender a Dios y segundo para testimoniar que es cristiano. Entonces, ropas cortas, escotadas, apretadas, no sirven para los hijos de Dios.
En la Misa todo es importante, pero el punto más alto es cuando entras en la fila de la comunión para recibir a Jesús. Píde a Jesús la gracia de recibir dignamente su Cuerpo. Y tenemos que tener cuidado al recibirlo. La Iglesia permite que recibas la comunión en la mano, pero hay que tener cuidado para que no quede ni una migaja, porque esa migaja es Dios. También tenemos que comulgar antes de dar la espalda al sacerdote o al ministro. Lamentablemente existen muchos robos de hostias consagradas, que triste.
Hace dos semanas estuve en Roma, en un Congreso Internacional de Exorcistas, y dijeron que está creciendo mucho el robo de hostias consagradas. En muchas Iglesias las personas entran, roban solamente las hostias, no quieren el cáliz, nada, solamente a Jesús. ¿Pero por qué? Para usar a Jesús en rituales satánicos. Te pido que puedas tener presente estos pecados en tus oraciones, pero que también tengas más cuidado cuando vas a comulgar, estáte atento si alguien no comulgó. Si lo descubres, ve atrás y defiende a Jesús. Esa es una misión que les dejo a ustedes. ¡Ay de nosotros si no defendemos a Jesús!. Existen sitios en internet que venden hostias consagradas. Es increíble como muchas veces los satanistas tienen más fe en la Eucaristía que muchos católicos, porque para ellos la hostia tiene que ser consagrada.
Ya vimos tres sacramentos, ahora vamos a ver los sacramentos de sanación, que son dos: la confesión, que sana lo más profundo de nuestra alma, de nuestros pecados, y la unción de los enfermos, que está destinado a los enfermos. ¿Pero para qué sirve la confesión? Después del bautismo fuiste lavado, pero lamentablemente pecamos nuevamente y Dios te da una segunda chance, que se llama sacramento de la reconciliación. Nos lava, nos limpia, nos purifica. En una aparición, la Virgen María dijo que no existe nadie en el mundo que no necesite por lo menos una confesión por mes. El mayor enemigo de nuestra salvación es el pecado, y el pecado se vence solamente con la confesión. Pero necesita ser una buena confesión: tienes que estar arrepentido. Con el pecado no puede haber compromiso, porque es siempre una ofensa a Dios, es siempre una mala elección. Necesitas después, hacer una confesión completa, no esconder ningún pecado. Confesar también los pecados más graves. No necesitas contar una larga historia, tienes que ser directo, no podemos ser genéricos. Hay gente que confiesa: ¡Padre hice cosas malas! ¿Pero qué serían cosas malas? Pueden ser muchas cosas: robar, matar, faltar a Misa. Es distinto. Se directo con el sacerdote, si no puedes, pide ayuda al Espíritu Santo.
Necesitas detenerte y ver lo que estás viviendo, analizando tu conciencia de acuerdo con la Iglesia, con sus mandamientos. Una de las cosas que más me ayudó en mi caminata espiritual fue la confesión frecuente. Mensual y después semanal. Necesitas luchar siempre, arrepintiéndote.
Jesús dejó un sacramento de sanación para los enfermos. Pero que últimamente se fue dejando para quien está muriendo. Pero es para quien está enfermo, no solo para quien está muriendo. Todos los que están enfermos pueden recibir ese sacramento. Jesús sana a través de ese sacramento. Existen muchos testimonios de personas que son sanadas a través de la unción de los enfermos. Conocí un sacerdote jóven que me testimonió que visitando a una señora muy anciana que estaba por morir, en el lecho de hospital, dándole el sacramento de la unción de los enfermos, vivió 20 años más. Ese sacramento puede ser recibido más de una vez. Si estás enfermo, recibes el sacramento y te sanas, pero después te enfermas de nuevo, llama al sacerdote nuevamente. Si una persona está en coma y no puede confesarse, el sacramento de la unción cumple el papel de la confesión y lava el alma de esa persona.
Padre Duarte Lara