martes, 30 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Esforcémonos por vivir en una santa paz

La paz es la sencillez del espíritu, su serenidad, la tranquilidad del alma, el vínculo del amor. La paz es el orden, la armonía de todo nuestro ser. Es una alegría continua que nace del testimonio de una buena conciencia, la alegría santa de un corazón en el que reina Dios. La paz es el camino de la perfección, o más bien, en la paz se encuentra la perfección. El demonio, que sabe bien todo eso, hace esfuerzos para hacernos perder la paz.

No daremos nunca un paso hacia la virtud de la sencillez evangélica, si no nos esforzamos en vivir en una paz santa e inalterable. Suave es el yugo de Jesús, ligero su peso, por eso no permitimos al enemigo insinuarse en nuestro corazón para arrancar nuestra paz. El enemigo de nuestra salvación, sabe demasiado bien que la paz de corazón es un índice seguro de la asistencia divina y por eso no pierde ocasión para hacerla perder.

Seamos siempre alertas en este tema. Llevemos nuestro pensamiento hacia el cielo, nuestra patria verdadera, de la que el mundo sólo da una pobrísima imagen. En los acontecimientos tristes o alegres, esforcémonos con la ayuda divina para conservar esta serenidad y calma, propia a los discípulos del Nazareno.


San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968)
capuchino
Palabras de Padre Pío, X (Paroles de Padre Pio, Salvator, 2019), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 14,27-31a


Evangelio según San Juan 14,27-31a
Jesús dijo a sus discípulos:

«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !

Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.

Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,

pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»


RESONAR DE LA PALABRA


La paz de Cristo en medio de la turbación

No hay que aprovecharse indebidamente del bien realizado, decíamos ayer, pero es que, además, tampoco compensa, como se echa de ver con claridad en la primera lectura de hoy, que sigue inmediatamente a la del día anterior: los éxitos humanos son inestables y mudables, y las tornas se cambian rápidamente, de modo que los que ayer querían adorar a Pablo y a Bernabé, hoy quieren matarlos, y poco les faltó para que lo consiguieran. Pero a los que hacen el bien en nombre de Cristo estos cambios de viento no los detienen ni les arredran: Pablo y Bernabé siguen anunciando el Evangelio, convirtiendo a las gentes, exhortándolas, organizando las nuevas comunidades, orando y ayunando. Y, al final, vuelven a Antioquia a rendir cuentas de lo realizado. La misión no es de Pablo o de Bernabé, sino de la Iglesia que los envía, y por eso toda ella está implicada, porque es, en realidad, una misión del mismo Dios.

Lo que hacen Pablo y Bernabé, los apóstoles, y lo que debe continuar haciendo la Iglesia es acoger, compartir y transmitir la paz que Cristo nos ha dejado. No es una paz como la que da el mundo: ya sea la mera ausencia de violencia, ya sea, lo que no es infrecuente, la paz de los cementerios. La de Cristo es una paz que el discípulo lleva dentro de sí, en medio de una actividad febril, o en una situación de turbulencia y persecución, cuando, como dice Jesús, el príncipe de este mundo acosa a los creyentes. Es una paz que vence en medio de la turbación, porque es la expresión y la consecuencia del amor de Cristo por el Padre, y que por voluntad del Padre él nos transmite a nosotros; es el amor que le hace actuar como el Padre le ha ordenado, y que nos ordena actuar a nosotros como testigos de Cristo y portadores de su paz.

Cordialmente,

José María Vegas, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

Buen día, Espíritu Santo! 30042024


 

lunes, 29 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.”

La principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, (…). Pero ya (…) no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya (Jn 1,1), que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar. Y éste es el sentido de aquella autoridad con que dice san Pablo a los hebreos (…): “Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo” (Heb. 1, 1). (...).

Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. (…) Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo: ‘Este es mi amado Hijo, en que me he complacido, a él oíd’ (Mt. 17, 5); ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas (…). Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles”.



San Juan de la Cruz (1542-1591)
carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Subida del Monte Carmelo, Libro 2, cap. 22,3-5

RESONAR DE LA PALABRA - Libro de los Hechos de los Apóstoles 14,5-18.


Evangelio según San Juan 14,21-26
Jesús dijo a sus discípulos:
«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él".
Judas -no el Iscariote- le dijo: "Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?".
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»


RESONAR DE LA PALABRA

El amor y los mandamientos

Hacer el bien, con ser una exigencia incondicional, tiene también sus peligros: el orgullo, la autoglorificación, la tentación de usar el bien realizado en provecho propio. El fariseísmo es su forma religiosa más típica. Por eso es sano y conveniente que, en ocasiones, hacer el bien (como denunciar el mal, negarse a cooperar con él, decir la verdad, ser honesto contracorriente…) pueda conllevar consecuencias negativas para el que lo hace (y la historia es generosa en ejemplos de esto, con Cristo a la cabeza). Porque así podemos ejercer la difícil libertad de elegir el bien por razón del bien mismo, y no por las ventajas que nos reporta. Pablo y Bernabé tenían todas las papeletas para aprovecharse de la situación, de dejarse agasajar como dioses y convertirse en los dueños del garito. Pero ellos, fieles a su fe en Cristo, protestan con energía y desvían la atención de su buena acción a su verdadero origen: Jesucristo, al que anuncian a aquellos hombres asombrados por el milagroso bien realizado.

Esa fidelidad es parte del verdadero amor. Amar no es sólo sentir, sino, sobre todo, vivir, decidir, hacer. Por eso Jesús vincula con tanta fuerza el amor a él con el cumplimiento de los mandamientos, con hacer efectivamente su voluntad. Así pues, el verdadero amor, sin excluir el sentimiento, pero sin reducirlo a él, es cosa de la voluntad; pero también de la razón: al que ama a Jesucristo este se le manifiesta y revela. El que ama de verdad ve, repara y presta atención, decide y pone manos a la obra, y también, claro, siente, aunque el sentimiento no siempre acompañe, como en el caso del amor a los enemigos.

Ahora entendemos que el amor verdadero brota del mismo centro de la realidad personal, allí donde habita escondido el misterio de Dios, la imagen suya que somos. Y es que el amor, más que una exigencia moral es la vida misma de Dios actuando en nosotros, la acción del Espíritu Santo, que el Padre nos ha enviado en nombre de Cristo.

Los santos, como hoy santa Catalina de Siena, son un ejemplo preclaro de ese amor que consiste en hacer, pero no de modo meramente voluntarista, sino bajo la guía del Espíritu del amor. Santa Catalina realizó obras inimaginables para una persona de su juventud y su condición femenina, que tanto condicionaba en aquellos tiempos: fue capaz de ejercer eficazmente el ministerio profético ante el mismo Papa. En este enlace se puede leer una síntesis de su biografía.

Cordialmente,

José María Vegas CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 25 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Anunciad la Buena Nueva a toda la creación.”

Después que Nuestro Señor fue resucitado de entre los muertos y los apóstoles fueron revestidos de la fuerza de lo alto por la venida del Espíritu Santo (Lc 24,49), tuvieron la certeza absoluta y el conocimiento perfecto sobre todo. Entonces llegaron hasta los extremos de la tierra (Sl 18,5), y ellos que poseían todos por igual y cada uno en particular el Evangelio de Dios, proclamaron la buena nueva que nos viene de Dios y anunciaron a los hombres la paz del cielo.

Así Mateo, para los hebreos, y en su propia lengua, publicó una forma escrita de Evangelio, mientras que Pedro y Pablo evangelizaron Roma y fundaron la Iglesia. Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro (1P 5,13), después de la muerte de éste nos transmitió también por escrito la predicación de Pedro. Por su parte, Lucas, el compañero de Pablo, consignó en un libro el Evangelio predicado por ése. Finalmente, Juan, el discípulo del Señor, el mismo que reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús, publicó también el Evangelio, durante su estancia en Éfeso…

Marcos, intérprete y compañero de Pedro, presentó de esta manera el principio de su redacción del Evangelio: “Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino”… Vemos que Marcos hace de las palabras de los santos profetas el comienzo del Evangelio, y aquel que los profetas proclamaron Dios y Señor, Marcos lo designa ya al principio como Padre de nuestro Señor Jesucristo… Al final de su Evangelio, Marcos dice: “El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Es la confirmación de la palabra del profeta: “Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies” (Sl 109,1).


San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208)
obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, III 1,1; 10,6

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-20


Evangelio según San Marcos 16,15-20
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

 

RESONAR DE LA PALABRA

Apóstoles y evangelistas

Las lecturas que vamos haciendo en este tiempo pascual se interrumpen hoy por la fiesta de san Marcos, evangelista. Sin embargo, el final del Evangelio de Marcos nos sitúa en el corazón mismo de la Pascua: la aparición de Jesús resucitado a los discípulos y el envío a todo el mundo. La experiencia pascual es el punto de partida de un dinamismo universal en el espacio y en el tiempo. Los creyentes en Cristo Jesús tienen la misión, el deber y la responsabilidad de transmitir lo que han visto y oído, de no guardarse para sí la Buena Noticia de la salvación, sino que deben proclamarla, dice Jesús, no solo a toda la humanidad, sino “a toda la creación”. Se trata de una misión de enorme responsabilidad, pues lo que se juega en ella es la salvación o la condenación. No solemos hablar mucho de esta última posibilidad (a diferencia de lo que se hacía antes, todavía lo recuerdo de mi infancia, en que se hablaba tal vez demasiado), pero no tenemos el derecho de mutilar a voluntad las palabras de Jesús, y, en definitiva, con esa palabra (condenación) estamos diciendo que el asunto que nos confía Jesús es de enorme seriedad e importancia. También es de gran dificultad, erizada de amenazas y peligros (demonios, serpientes y venenos), pero ante la que no hay que tener miedo: Jesús nos ha dado el poder de vencer a demonios, serpientes y venenos, y aunque podamos, pese a todo, sucumbir en el empeño, lo hacemos fiados del que muriendo ha vencido a la muerte, y nos hace vencedores a nosotros, incluso en la misma muerte. Ante las fuerzas del mal que nos amenazan, Jesús nos manda actuar sólo con la fuerza del bien y hablando el lenguaje nuevo del amor.

Aquella generación de apóstoles y evangelistas, entre los que se cuenta Marcos, cumplieron su misión, y muchos de ellos, como Pedro, según una venerable tradición el maestro y padre espiritual de Marcos, sellaron con su sangre la fidelidad al mandato de Jesús, y gracias a ellos nosotros hemos recibido la Buena Nueva del Evangelio y hemos creído en Cristo.

Por eso, nosotros, depositarios de ese mensaje, somos también ahora responsables de seguir adelante con aquella misión, sin miedo a las dificultades, con disposición al martirio y con el poder del amor que Jesús nos sigue transmitiendo por su Espíritu Santo. La Iglesia es apostólica por definición y por gracia de Dios, y debe ser evangélica en su modo de vida y en el de sus miembros. San Marcos evangelista ruega por nosotros para que sea así.

Cordialmente,

José María Vegas CMF

fuente del comentario  CIUDAD REDONDA 


 


miércoles, 24 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Yo he venido al mundo para que el que cree en mí no quede en las tinieblas»

Oh mi buen Maestro, Jesucristo, estaba yo sin ningún auxilio, no pedía nada, y ni tan sólo pensaba en ello, y tu luz me ha iluminado durante la noche... Tú has alejado de mi el peso que me hundía, tú has repelido a los que me asaltaban, tú me has llamado con un nombre nuevo (Ap 2,17), tomado del tuyo, el nombre de cristiano. Yo estaba ya sin fuerzas, tú me has levantado. Me has dicho: «Confianza, Yo te he rescatado, Yo que he dado mi vida por ti. Si quieres unirte a mi, te liberarás del mal y del abismo en el que estás metido, y te conduciré a mi Reino...»

Si, Señor, ¡tú lo has hecho todo por mí! Yo estaba en las tinieblas y no sabía nada..., yo bajaba al abismo de la injusticia, estaba caído en la miseria del tiempo para caer más bajo todavía. Y en la hora en que me encontraba sin ayuda ninguna, tú me has iluminado. Sin que ni siquiera te lo pidiera, me has iluminado. En tu luz he visto lo que eran los otros y lo que yo mismo soy...; tú me has dado la confianza en mi salvación, tú, que has dado tu vida por mí... Lo reconozco, oh Cristo, me debo del todo a tu amor.



San Anselmo (1033-1109)
benedictino, arzobispo de Canterbury, doctor de la Iglesia
Meditaciones

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 12,44-50.


Evangelio según San Juan 12,44-50.
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.

Y el que me ve, ve al que me envió.

Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.

Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.

El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.

Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar;

y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".


RESONAR DE LA PALABRA

La luz de la Palabra y la misión de la Iglesia

Las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio de hoy son las últimas de su actividad pública, y concluyen el “libro de los signos”, que dan paso a la Pasión, precedida por el largo relato de la última cena. Esas palabras de hoy suenan como una seria advertencia: no son palabras cualesquiera, sino que en ellas el mismo Dios Padre se dirige a nosotros. Lo hace para darnos luz, para salvarnos de las tinieblas, esto es, para darnos vida. Pero si no se acogen, los mismos que las rechazan se hacen culpables y se condenan a sí mismos. Jesús vuelve a repetir, como le dijo a Nicodemo: que no ha venido a condenar al mundo, sino para salvarlo. Pero la salvación no se puede imponer, requiere de la cooperación humana, a la que Dios llama por medio de Cristo. Dios, por medio de su Palabra, apela a nuestra libertad, al tiempo que ilumina nuestro espíritu para que podamos entenderla y acogerla. Pero esto último depende de nosotros. Es decir, la acción salvífica de Dios no elimina la responsabilidad humana, sino que la supone (al tiempo que la sana, iluminándola).

Esta combinación de gracia y libertad responsable preside también la misión de la Iglesia. La comunidad de Antioquía es un hervidero de carismas y actividades. Se ve que la Palabra actúa a pleno rendimiento. Esto genera un diálogo vivo con esa Palabra que debe ser discernida por medio de la oración y el ayuno. La consecuencia es la apertura universal de la misión. La comunidad prescinde de sus mejores elementos para que el Evangelio trascienda todas la fronteras. Una comunidad cristiana viva no puede no ser una comunidad generosa y misionera.

Cordialmente

José M. Vegas CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

 

martes, 23 de abril de 2024

LA TEMPLANZA

 

«No es cierto que la templanza nos vuelva grises y sin alegría. Al contrario, hace que uno disfrute mejor de los bienes de la vida: estar juntos en la mesa, la ternura de ciertas amistades, la confianza con las personas sabias, el asombro ante la belleza de la creación. La felicidad con templanza es alegría que florece en el corazón de quien reconoce y valora lo que más importa en la vida. Recemos al Señor para que nos dé este don: el don de la madurez, de la madurez de la edad, de la madurez afectiva, de la madurez social. El don de la templanza»


Francisco

Audiencia General

17-04-2024 




COMPRENDIENDO LA PALABRA

“El padre y yo, nosotros somos UNO”

He aquí la fe católica: veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la unidad, sin confundir a las personas, sin dividir la sustancia: una es, en efecto, la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen una misma divinidad, una gloria igual, una misma majestuosidad eterna. Así como es el Padre, es el Hijo y el Espíritu Santo: increado es el Padre, increado el Hijo e increado el Espíritu Santo... De este modo el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo ellos no son tres dioses, sino un mismo Dios...

Esta es la fe sin desviaciones: nosotros creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre: Él es Dios, de la sustancia del Padre, engendrado antes de los siglos; y Él es hombre, de la sustancia de su madre, nacido en el tiempo: Dios perfecto, hombre perfecto, compuesto de un alma razonable y un cuerpo humano, igual al Padre según la divinidad, inferior al Padre según la humanidad. Aunque Él sea Dios y hombre, no existen dos Cristos sino un solo Cristo: uno, no porque la divinidad haya pasado a la carne, sino porque la humanidad fue asumida por Dios; una unión no por mezcla de sustancias, sino por la unidad de la persona. Porque, al igual que el alma razonable y el cuerpo forman un hombre, Dios y el hombre forman un Cristo. Él sufrió por nuestra salvación, descendió a los infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos, subió a los cielos, y está sentado a la derecha del Padre; desde allí vendrá a juzgar a vivos y muertos.



Símbolo “Quicumque”
atribuido a san Atanasio (entre 430 y 500)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 10,22-30



Evangelio según San Juan 10,22-30
Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno,

y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón.

Los judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente".

Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí,

pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas.

Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.

Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.

Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.

El Padre y yo somos una sola cosa".


RESONAR DE LA PALABRA


Que las obras testimonien que somos cristianos

Es bueno volver a los orígenes. No, ciertamente, por el gusto regresivo de canonizar el pasado, sino para descubrir vitalmente sentidos originarios, que con el paso del tiempo han podido ir perdiendo su significado primero. ¿A qué suena hoy el adjetivo “cristiano”? A una pertenencia religiosa, eclesial y, en un sentido más amplio, cultural, distinta y con frecuencia enfrentada a otras pertenencias e identidades. Pero cuando surgió el término, concretamente, en Antioquía, carecía de todas esas connotaciones. Y no fueron los mismos discípulos los que se dieron ese nombre, sino que “fueron llamados cristianos”. No podía ser por otro motivo que el que, en su vida y con sus obras, hacían visible a Cristo. Eran un testimonio vivo de alguien que no era una mera referencia histórica, sino una presencia viva y activa.

De este modo, reproducían en sí mismos lo mismo que Cristo había realizado en los días de su vida mortal: no se mostraba como Mesías a base de argumentos teológicos o reivindicaciones genealógicas, sino que lo decía con obras, que lo mostraban como verdadero Hijo de Dios.

En este tiempo pascual, cuando nos hemos renovado haciendo memoria viva de los acontecimientos centrales de nuestra fe, los que nos consideramos cristianos estamos llamados a serlo reflejando en nuestra vida la presencia del que vive para siempre, por medio de las obras que nos atestiguan como verdaderos hijos de Dios, como verdaderas ovejas del rebaño del Buen Pastor que dio su vida para darles, a ellas, y por ellas, a todos, la vida eterna.

Cordialmente,

José María Vegas CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 20 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve” (Jn 6,63)

El alma, desde el comienzo hasta el final de toda acción, debe venerar con - Permanece en las cosas celestes con la Inteligencia y el Concejo y se rodea de la Ciencia y la Piedad. Ellas deben recibirse con gran respeto, ya que son su sostén. Entonces, que el alma primero vigile abrirse a la Sabiduría, para luego de la acción poder cerrarse con pudor y timidez. Cuando se abra, que se revista de firmeza gracias a las galas de la Inteligencia y el Consejo y se fortifique igualmente con la Ciencia y la Piedad.

El movimiento del alma razonable y la acción de su cuerpo, según los cinco sentidos, siguen un solo y mismo camino. El cuerpo sólo obra cuando el cuerpo lo pone en movimiento. Los diferentes sentidos, ellos, no se separan uno del otro, se sostienen entre ellos con gran firmeza e iluminan al hombre entero. El fin es conducirlo hacia lo alto o hacia lo bajo, según las elecciones de su alma.

La Ciencia del alma provoca las lágrimas del arrepentir, mientras que los pecados la enfrían. La constancia en la rectitud, con sus buenas obras, le aporta el fuego del deseo superior. Las igual celo los siete dones del Espíritu Santo. Al inicio de su acción, recibe la Sabiduría que posee luego del temor. La conserva en medio del coraje- Fuerza del corazón otras virtudes vienen en ayuda a la firmeza, para comunicar a cada creyente el fluido de la santidad, la gracia santificante. El alma se encuentra penetrada del rocío y el calor del Espíritu Santo, domina la carne y lleva a servir a Dios con ella… Entonces, todos los órganos interiores aportan su energía al alma humana para servirla. Así, cuando el alma deja el pecado para cumplir la justicia, se eleva siguiendo la razón.



Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia
Scivias, El Libro de las Obras Divinas, 6 (en “Hildegarde de Bingen, Prophète et docteur pour le troisième millénaire”, Béatitudes, 2012), trad. sc©evangelizo.org

Buen día, Espíritu Santo! 20042024

 

Sobre el Sacramento del Altar: Sobre la fe de los apóstoles

Balduino de Cantorbery
Sobre el Sacramento del Altar: Sobre la fe de los apóstoles

«Nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede» (Jn 6,65)
Parte 2, 3: SC 93, 296-300
SC



Entre los discípulos de Cristo había quienes creían y quienes no creían, y entre los no creyentes se encontraba Judas, que lo iba entregar. Cristo los conocía a todos: a los creyentes y a los incrédulos; al que lo iba a entregar y a los que iban a separarse de él.
Pero antes que se separen los que han de dejarlo, les aclara que la fe no es de todos, sino de aquellos a quienes el Padre les concede acercarse a él. Pues el misterio de la fe no puede revelarlo nadie de carne y hueso, sino el Padre que está en el cielo. Es él quien a unos otorga el don de creer y a otros no. Por qué a algunos no les otorga este don, él lo sabe: a nosotros no nos es dado saberlo; y ante una realidad tan incomprensible y tan escondida a nuestros ojos, no nos cabe otra posibilidad que exclamar y decir llenos de admiración: ¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!
Muchos de los discípulos que no habían creído se echa-ron atrás y se fueron, no en pos de Jesús sino en pos de Satanás. Entonces dijo Jesús a los Doce que se habían quedado con él: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Si nos apartamos de ti, ¿dónde encontraremos la vida y la verdad?, ¿dónde encontraremos al autor de la vida?, ¿dónde a un doctor de la verdad como tú? Tú tienes palabras de vida eterna. Tus palabras, escuchadas con reverencia y conservadas con fe profunda, dan la vida eterna. Tus palabras nos prometen la vida eterna mediante la administración de tu cuerpo y de tu sangre.
Y nosotros, dando fe a tus palabras, creemos y sabemos que tú mismo eres el Mesías, el Hijo de Dios; es decir, creemos que tú eres la vida eterna, y que en tu carne y en tu sangre no nos das sino lo que tú eres. Creemos —dice— y sabemos que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios; esto es, creemos y sabemos que tú eres el Hijo de Dios; por tanto, es normal que tú tengas palabras de vida eterna, y todo lo que has dicho respecto a comer tu carne y a beber tu sangre, creemos y sabemos que es verdad, porque tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
No dijo sabemos y creemos, sino creemos y sabemos. Esto puede entenderse de aquel conocimiento que se va formando en la mente mediante el crecimiento de la fe. De este conocimiento está escrito: Si no creéis, no podréis comprender. Ya la misma fe es cierto conocimiento incluso en aquellos que creen simplemente, sin comprender las razones de la fe. En cambio, el conocimiento que llega a ser formulado en conceptos es propio de aquellos que con la práctica tienen una sensibilidad entrenada para conocer más plenamente las razones de la fe, siempre prontos para dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza a todo el que se la pidiere.

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,60-69


Evangelio según San Juan 6,60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?

¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".

Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz y bien.

Seguimos en tiempo de Pascua, pero eso no significa que no haya problemas en nuestra vida. Sigue oliendo a resurrección, pero tenemos que hacer frente a muchas situaciones difíciles.

La Iglesia de los primeros días atraviesa, en la primera lectura, un buen tiempo. Se va extendiendo, y llega a nuevas regiones. Pedro, en su afán misionero, realiza varios milagros. Se trata de llevar ese camino de salvación a muchas personas, cuantas más mejor, para que Cristo sea el dueño y Señor de sus corazones. Aunque nosotros no tengamos el don de sanación, sí podemos ser portadores de la Buena Nueva. Apóstoles en la vida ordinaria.

No es fácil. Incluso para Jesús fue difícil. A pesar de todo lo que ofrecía, para muchos era imposible vivir ese nuevo estilo de vida. A un buen grupo se le acabó la paciencia, o la curiosidad, y se volvieron por donde había venido. Seguro que los Discípulos miraron a Jesús con cara de duda, y, al verlo, surgió la pregunta: “también vosotros queréis marcharos?” Es fácil rendirse en las dificultades. O pedir que se rebaje el nivel. Que nos quiten un mandamiento, por ejemplo. O algún dogma. Para que sea más sencillo el seguimiento. Pero no se puede. Es lo que hemos recibido del Señor.

El mismo Jesucristo no baja el listón. Porque tampoco puede. Lo que ha recibido de su Padre es un todo, que debe transmitir. No es un menú a la carta, es el plan del Reino, que abarca todos los sectores de la vida, no deja nada fuera. No hay posibilidad de elegir lo que nos gusta y lo que no. La iglesia, hoy, tampoco puede cambiar las cosas. Y, como entonces, algunos lo entienden. Otros no. Muchos se van, algunos se quedan.

Pedro resume el sentir de los verdaderos seguidores. “Tú tienes palabras de vida eterna”. Es una afirmación que compromete todo nuestro ser. Aspiramos a vivir eternamente, en esta tierra, temporalmente. lo mejor posible, en el Cielo, con Cristo, para siempre. Hay muchas ofertas para pasarlo bien un rato. Esas ofertas no sacian nuestro deseo de eternidad. La fe en Cristo abre otras posibilidades.

Tú, ¿qué piensas? ¿Quieres marcharte, porque son palabras duras? ¿O has encontrado el tesoro escondido, la Palabra de Dios, y vas a esforzarte para ser fiel?

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 19 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA

¡La fe te asegura: recibes un pan celeste y una copa de salvación!

En otros tiempos, Cristo decía: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes” (Jn 6,53). Pero no escucharon espiritualmente sus palabras y se fueron, escandalizados, pensando que el Señor los invitaba a una comida ordinaria.

Ya en el Antiguo Testamento, se presentaba el pan de Proposición. Actualmente no tiene objeto ofrecer los panes de la Antigua Alianza. En la Nueva Alianza se presenta un pan celeste y una copa de salvación (cf. Sal 116,13) que santifican el alma y el cuerpo. Lo mismo que el pan se acorda con el cuerpo, el Verbo se armoniza con el alma.

No te detengas en el pan y el vino como si se tratara de esto únicamente, ya que según la afirmación del Maestro se trata de cuerpo y de sangre. Más allá de lo que te sugiere la percepción de los sentidos, la fe te asegura. No juzgues la realidad según el sabor sino según la fe. (…)

Lo que aprendes te da esta certeza: lo que parece pan, aunque tenga el sabor, no es pan sino el Cuerpo de Cristo. Lo que parece vino, aunque tenga el sabor, no es vino sino la Sangre de Cristo.



San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis mistagógica 4º (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1971), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,52-59


Evangelio según San Juan 6,52-59
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos, paz bien.

Hablábamos ayer de los ritmos de Dios, y Saulo – Pablo es un claro ejemplo de cómo actúa Él. Cuando más claro parecía el camino del perseguidor, un encuentro, casi un encontronazo, reorienta sus pasiones. Toda la energía dedicada a perseguir a los cristianos la vuelca en anunciar a los judíos que Jesús es el Hijo de Dios. Para Dios no hay nada imposible. Insiste a tiempo y a destiempo, para que escuchemos su voz. Y si no paramos, a veces nos da un “empujoncito”.

Ananías, el enviado de Dios, se fía poco de Pablo. Normal. Con semejante currículo, no había muchos motivos para acercarse al perseguidor. Antes bien, cuanto más lejos, mejor. Pero, al final, confía, y se convierte en portador del Espíritu para el pobre Pablo, que estaba sometido a un ayuno forzado por las circunstancias. Se convierte en un ángel, un enviado de Dios, para comunicarle la misión. Y, desde el comienzo, la angustia y el desconsuelo. (“Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre”)

Unirnos a Dios para ser plenamente nosotros. Entrar en la vida eterna de Dios, al compartir su Cuerpo y su Sangre. Alimento para el camino, para poder, como dice el salmo de hoy, “ir al mundo entero y proclamar el Evangelio”. Donde estemos (en casa, en el trabajo, en la calle…) podemos ser testigos. Para eso, hace falta tomar parte en los sacramentos, hacerse uno con Él. Está siempre disponible, accesible, dispuesto y preparado para hablarnos y hacerse uno con nosotros. Ser ángeles para los demás. Llevarles el Espíritu de Dios.

Jesús, al que Saulo perseguía, nos invita, mientras seguimos por el camino de la Pascua a tomar su Cuerpo y su Sangre. Verdadera comida y verdadera bebida, para vivir eternamente. Lo que celebramos el Jueves Santo se repite cada día. No dejes pasar la oportunidad. Sé un ángel para todos.

Nuestro hermano en la fe,

Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

La lucha de los primeros cristianos contra la práctica del aborto

DE LA LUCHA CONTRA EL ABORTO ENTRE LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Existen poderosas razones para pronunciarse por y con la vida

Somos muchos los que creemos que la causa de la vida no es ni eclesiástica ni siquiera estrictamente cristiana, y que desde el agnosticismo y el ateísmo, desde la simple teoría de los derechos humanos, existen, como desde el cristianismo, poderosas razones para pronunciarse por y con la vida.

Esto dicho, no sería justo dejar de reconocer que en esta lucha, la Iglesia católica ha dado la cara de manera tan valerosa como generosa, sin reclamar ningún protagonismo que siempre ha declinado en cuantos otros se han brindado a abanderar la lucha, y desinteresadamente interesada en el solo triunfo de la causa. Una causa en la que la mejor prueba de su fe, son los antiquísimos testimonios que los hombres de Iglesia han dejado desde los primeros tiempos del cristianismo.


Si bien es cierto es que no existe referencia concreta a las prácticas abortivas en los textos del Nuevo Testamento, ello no ha de ser interpretado como indiferencia de los autores canónicos, sino más bien en el sentido de que la apabullante unanimidad existente en la comunidad cristiana al respecto, hizo innecesario ningún pronunciamiento. La Evangelium Vitae de Juan Pablo II lo refiere así:

“Los textos de la Sagrada Escritura, que nunca hablan del aborto voluntario y, por tanto, no contienen condenas directas y específicas al respecto, presentan de tal modo al ser humano en el seno materno, que exigen lógicamente que se extienda también a este caso el mandamiento divino «no matarás»” (EvVit. 61).

El problema para la comunidad cristiana se plantea cuando con su crecimiento temprano y repentino, transciende el ámbito cultural judío y entra en contacto con la cultura greco-romana, donde las cosas discurren de manera bien diferente:

“Desde que entró en contacto con el mundo greco-romano, en el que estaba difundida la práctica del aborto y del infanticidio, la primera comunidad cristiana se opuso radicalmente, con su doctrina y praxis, a las costumbres difundidas en aquella sociedad” (EvVit. 61).

Empiezan entonces los posicionamientos de los primeros autores cristianos, cosa que ocurre sin ambages ni demoras. El primero de dichos posicionamientos lo hallamos en la Didaché, texto que aunque sólo nos es conocido a través de una copia descubierta en 1875 en la Biblioteca del Hospital del Santo Sepulcro de Constantinopla, es tan antiguo que podría ser incluso anterior a los últimos textos del Nuevo Testamento. Pues bien, ya en él se dice:

“No matarás el embrión mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido”. (Did. 2, 2).

La Epístola de Bernabé, atribuido al compañero de Pablo, que podría datar de finales del s. I o principios del II, emite un mandamiento similar:

“No matarás a tu hijo en el seno de la madre ni, una vez nacido, le quitarás la vida” (EpBer 19, 5).

La Epístola a Diogneto es un texto de alrededor del año 150 en el que su anónimo autor se dirige a un desconocido Diogneto, a quien le explica cómo son los cristianos, diciéndole de ellos lo siguiente:

“Los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. [...] Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia (abortos)” (Epístola a Diogneto 5, 5).

Y el Apologético de Tertuliano, uno de los grandes autores del primer cristianismo que vivió entre los años 155 y 222 aproximadamente, lo expone con meridiana claridad realizando incluso un pronunciamiento bien temprano en la historia, sobre el momento en el que, según él, comienza la vida:

“Los que los arrojan al Tíber; los que los exponen para que el hambre, los fríos y los perros se los coman ó los maten; los que procuran los abortos, no negarán que los matan: sólo dirán que les dan la muerte más benigna que los cristianos. ¿Y no es mayor crueldad entregar un niño á un perro que á un cuchillo? Que hombres mayores, á quien en la condenación dejaron elegir el linaje de la muerte eligieron por más benigna la del hierro. A nosotros no nos es lícito no solamente matar hombres ó niños, pero ni desatar aquellas sangres que en el embrión se condensan. La ley que una vez nos prohíbe el homicidio, nos manda no descomponer en el vientre de la madre las primeras líneas con que la sangre dibuja la organización del hombre, que es anticipado homicidio impedir el nacimiento. No se diferencia matar al que ya nació y desbaratar al que se apareja para nacer, que también es hombre el que lo comienza á ser como fruto de aquella semilla” (Apologeticum, 9).

Articulo de Luis Antequera

publicado por Primeros Cristianos - Patrística

jueves, 18 de abril de 2024

COMPRENDIENDO LA PALABRA


El que recibe a Cristo, deviene Cuerpo del Resucitado

La naturaleza humana fue asumida por el Hijo de Dios tan íntimamente que no sólo en él, “el Primogénito de toda la creación” (Col 1,5), sino también entre los santos, sólo hay un único y mismo Cristo. Como la cabeza no puede ser separada de los miembros, los miembros no pueden ser separados de la cabeza. (…)

Con Cristo sufren los mártires con coraje glorioso, con fe los que renacen con el baño de regeneración. Cuando se renuncia al diablo por creer en Dios, se pasa de lo vetusto a la renovación. Cuando se deposita la imagen del hombre terrestre para revestir la forma celeste, se produce una especie de muerte y de resurrección. El que recibe a Cristo y es recibido por Cristo, después de la inmersión del bautismo, no es el que era antes, sino que la carne de Cristo es el cuerpo del renacido.

Por eso, la Pascua del Señor es celebrada como conviene, “con los panes sin levadura de la pureza y la verdad” (1 Cor 5,8). Una vez rechazado el fermento de la antigua malicia, la nueva criatura se embriaga y alimenta del Señor mismo. La participación al Cuerpo y Sangre de Cristo tiene la capacidad de hacernos llevar a todas partes, en nuestro espíritu y en nuestra carne, aquel con el que hemos muerto, hemos sido sepultados y somos resucitados.


San León Magno (¿-c. 461)
papa y doctor de la Iglesia
Sermón XII sobre la Pasión (PL 54. Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1972), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,44-51


Evangelio según San Juan 6,44-51
Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.

Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.

Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.

Yo soy el pan de Vida.

Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.

Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

La preparación para el Bautismo del eunuco fue breve. Son las ventajas de que el catequista sea uno de los diáconos de la primera iglesia en Jerusalén, que también fue uno de los primeros cristianos en predicar el evangelio fuera de la ciudad santa. Un poco de charla y el agua que purifica y renueva. Hablando en serio, es verdad que hay personas y personas. Con algunos, en mi experiencia como párroco, hay que trabajar mucho, casi desde Adán y Eva, y otros están ya en la onda del Espíritu, y los procesos se pueden acelerar. Es lo bueno que tiene la Iglesia, el trato personalizado. A cada uno, según sus necesidades.

Hay que estar abierto a la acción del Espíritu, para que Éste pueda actuar. Ponerse a tiro, como el eunuco sin nombre. Dejar que la Palabra nos ilumine, y permitir, pedir que algo cambie en nuestra vida. A mejor, por supuesto. Además, la vida de Felipe nos muestra que cualquier cristiano común puede ser usado por el Señor de forma extraordinaria.

El don de la fe es el que nos permite creer. Es el Padre el que nos atrae, nos regala la posibilidad de ser creyente. “No me elegisteis vosotros a Mí, sino Yo a vosotros”, dijo Jesús. Por eso hay que aprender a interpretar los ritmos de Dios. Hay que agradecer cada día lo que nos da, el regalo de la fe, su amor, la Eucaristía… Y vivir con la sensación de que todo es gracia. Cada día es un regalo, y no podemos acostumbrarnos. Demos gracias a Dios por la fe, y por todo lo que hace por nosotros. Y no dejemos nunca de estar a la escucha. Que los caminos de Dios son misteriosos, pero accesibles.

Nuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

¿Qué decían sobre el aborto los primeros cristianos?

La lucha de los primeros cristianos contra la práctica del aborto
La tradición de la Iglesia ha sostenido siempre que la vida humana debe ser protegida y favorecida desde su comienzo como en las diversas etapas de su desarrollo. Oponiéndose a las costumbres del mundo grecorromano, la Iglesia de los primeros siglos ha insistido sobre la distancia que separa en este punto tales costumbres de las costumbres cristianas.

A lo largo de toda la historia, los Padres de la Iglesia, sus pastores, sus doctores, han enseñado la misma doctrina sobre la ilegitimidad del aborto.

LA DIDACHE siglo I
“El segundo mandamiento de la enseñanza: No asesinarás. No cometerás adulterio. No seducirás a los niños. No cometerás fornicación. No robarás. No practicarás magia. No usarás pociones. No provocarás [un] aborto, ni destruirás a un niño recién nacido” (Didajé 2:1–2 [70 d.C.]).
EPÍSTOLA DE BERNABÉ siglo I o II
“El camino de la luz, entonces, es el siguiente. Si alguno desea viajar al lugar señalado, debe ser celoso en sus obras. El conocimiento, por tanto, que se nos da con el fin de caminar de esta manera, es el siguiente. . . . No matarás al niño procurándole el aborto; ni tampoco lo destruirás después de que haya nacido” (Carta de Bernabé 19 [74 d.C.]).
ATENÁGORAS
“¿Qué hombre en su sano juicio, por tanto, afirmará, siendo tal nuestro carácter, que somos asesinos? . . . Cuando decimos que aquellas mujeres que usan drogas para provocar el aborto cometen un asesinato y tendrán que dar cuenta a Dios por el aborto, ¿bajo qué principio deberíamos cometer un asesinato?
Porque no corresponde a la misma persona considerar al mismo feto en el vientre como un ser creado, y por tanto objeto del cuidado de Dios, y cuando ha pasado a la vida, matarlo; y no exponer a un niño, porque quienes lo exponen son acusados de asesinato de niños, y por otra parte, cuando ha sido criado para destruirlo” (Súplica a favor de los cristianos 35 [177 d.C.]).

TERTULIANO Siglo II-III
“En nuestro caso, al estar prohibido para siempre el asesinato, no podemos destruir ni siquiera al feto en el útero, mientras que el ser humano todavía obtiene sangre de las otras partes del cuerpo para su sustento. Impedir un nacimiento no es más que matar a un hombre más rápidamente; ni importa si se quita la vida que nace, o se destruye la que está por nacer. Ése es un hombre que va a serlo; ya tienes el fruto en su semilla” (Apología 9:8 [197 d.C.]).

“Entre las herramientas de los cirujanos hay un instrumento determinado, que está formado por un marco flexible bien ajustado para, en primer lugar, abrir el útero y mantenerlo abierto; está además provisto de una cuchilla anular, por medio de la cual se disecan los miembros [del niño] dentro del útero con cuidado ansioso pero inquebrantable; siendo su último apéndice un gancho romo o cubierto, con el que se extrae todo el feto mediante un parto violento.

“Existe también [otro instrumento en forma de] una aguja o púa de cobre, mediante la cual se gestiona la muerte misma en este robo furtivo de la vida: Le dan, por su función infanticida, el nombre de embruosphaktes, [es decir]” el asesino del niño”, que por supuesto estaba vivo. . . “[Los médicos que practicaban abortos] sabían muy bien que se había concebido un ser vivo, y [ellos] se compadecieron de este desdichado estado infantil, que primero tuvo que ser ejecutado para escapar de ser torturado vivo” (El Alma 25 [210 d.C.]).

“Ahora admitimos que la vida comienza con la concepción porque sostenemos que el alma también comienza desde la concepción; la vida comienza en el mismo momento y lugar que el alma” (ibid., 27). “La ley de Moisés, en verdad, castiga con las penas debidas al hombre que causare el aborto [Éx. 21:22–24]” (ibid., 37).

MINUCIO FELIX
“Hay algunas mujeres [paganas] que, al beber preparados médicos, extinguen en sus entrañas la fuente del futuro varón y cometen así un parricidio antes de dar a luz. Y estas cosas ciertamente proceden de la enseñanza de vuestros [falsos] dioses. . . . A nosotros [los cristianos] no nos es lícito ni ver ni oír hablar de homicidio” (Octavio 30 [226 d.C.]).

SAN HIPÓLITO siglo III
“Las mujeres que tenían fama de creyentes comenzaron a tomar drogas para volverse estériles y a atarse fuertemente para expulsar lo que estaba engendrando, ya que, a causa de los parientes y el exceso de riqueza, no querían tener un hijo de un esclavo o por cualquier persona insignificante. ¡Mira, pues, hasta qué gran impiedad ha procedido ese inicuo, al enseñar el adulterio y el asesinato al mismo tiempo! (Refutación de todas las herejías [228 d.C.]).

CONCILIO DE ANCIRA
“En cuanto a las mujeres que fornican y destruyen lo que han concebido, o que se emplean en fabricar drogas para abortar, un decreto anterior las excluía hasta la hora de la muerte, y algunos han consentido. Sin embargo, deseando utilizar una lenidad algo mayor, hemos ordenado que cumplan diez años [de penitencia], según los grados prescritos” (canon 21 [314 d.C.]).

SAN BASILIO EL GRANDE siglo IV
“La que provoque el aborto, pase diez años de penitencia, ya sea que el embrión esté perfectamente formado o no” (Primera Carta Canónica, canon 2 [374 d.C.]).

“Es homicida... ; también lo son los que toman medicinas para provocar el aborto” (ibid., canon 8).

SAN JUAN CRISÓSTOMO siglo IV
“Por tanto os ruego que huyáis de la fornicación. . . . ¿Por qué sembrar donde la tierra se encarga de destruir el fruto? ¿Dónde hay muchos esfuerzos por abortar? ¿Dónde hay asesinato antes del nacimiento? Porque ni siquiera a la ramera dejarás que siga siendo una simple ramera, sino hazla también asesina. Ves cómo la embriaguez lleva a la prostitución, la prostitución al adulterio, el adulterio al asesinato; o más bien a algo incluso peor que el asesinato. Porque no tengo nombre que darle, ya que no quita lo que nace, sino que impide que nazca.

¿Por qué entonces abusas del don de Dios, y luchas con sus leyes, y sigues lo que es una maldición como si fuera una bendición, y haces de la cámara de la procreación una cámara para el asesinato, y armas a la mujer que fue dada para tener hijos para el matadero? ? Porque para sacar más dinero siendo agradable y objeto de deseo para sus amantes, ni siquiera esto se resiste a hacerlo, amontonando así sobre tu cabeza un gran montón de fuego. Porque incluso si la acción atrevida es de ella, la causa de la misma es tuya” (Homilías sobre Romanos 24 [391 d.C.]).
SAN JERÓNIMO siglo IV
“Algunos llegan incluso a tomar pociones para asegurar la esterilidad y asesinar así a seres humanos casi antes de su concepción. Algunas, cuando se encuentran encintas a causa de su pecado, utilizan drogas para procurar el aborto, y cuando, como sucede a menudo, mueren con su descendencia, entran al mundo inferior cargadas con la culpa no sólo de adulterio contra Cristo sino también de suicidio y asesinato de niños” (Cartas 22:13 [396 d.C.]).
 Publicado originalmente por Primeros Cristianos - Patrística