martes, 31 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“¡A ti te lo digo, levántate!”

Antes de resucitar a la niña, para suscitar la fe de la gente, Jesús comienza por curar a la mujer aquejada de flujo de sangre. Este flujo cesa para nuestra instrucción: cuando Jesús se acerca a la mujer, ésta ya queda curada.

Lo mismo, para creer en nuestra vida eterna celebramos la resurrección temporal del Señor que siguió a su pasión... Los criados de Jairo que le dicen “no molestes al Maestro”, no creen en la resurrección anunciada en la Ley y realizada en el evangelio. Así, cuando Jesús llega a la casa, lleva consigo a pocos testigos de la resurrección que va a realizar: en un principio no ha sido la multitud la que ha creído en la resurrección. La gente se mofaba de Jesús cuando declara: “La niña no está muerta, duerme”. Los que no creen se mofan. Que lloren, pues, a sus muertos los que creen que están muertos. Cuando se cree en la resurrección, no se ve en la muerte un final sino un descanso...

Y Jesús, tomando a la niña de la mano, la cura; luego les dice que le den de comer. Es un testimonio de la vida para que nadie crea que se trata de una ilusión sino que es la realidad. ¡Feliz la niña a quien la Sabiduría toma de la mano! Quiera Dios que nos tome también de la mano en nuestras acciones. Que la Justicia sostenga mi mano; que el Verbo de Dios la tome, que me introduzca en su intimidad y aparte mi espíritu de todo error y me salve. Que me dé de comer el pan del cielo, el Verbo de Dios. Esta Sabiduría que ha puesto sobre el altar los alimentos del cuerpo y de la sangre del Hijo de Dios ha declarado: “Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado” (Prov. 9,5)



San Ambrosio (c. 340-397)
obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Lucas, 6, 60-63; SC 45

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 5,21-43


Evangelio según San Marcos 5,21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,

rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".

Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.

Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.

Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.

Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,

porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".

Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.

Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".

Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".

Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.

Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".

Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".

Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,

fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.

Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".

Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.

La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".

En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,

y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

El evangelio de hoy debe sobrecogernos si somos capaces de no perdernos en lo anecdótico.

Alrededor de Jesús surge la vida, la muerte es vencida y los sin-esperanza renacen. Jesús aparece ante nosotros como el único médico capaz de dar al ser humano su genuina dignidad, la paz autentica, la vida verdadera.

Ojalá los cristianos supiéramos de verdad celebrar la vida, es decir, esperar contra toda esperanza que la VIDA es más fuerte que la muerte. Esta aparece siempre más poderosa, porque la violencia, el caos,... son su rostro, y el amor ¡parece tan débil!. Sobre todo hoy que vivimos en un mundo que al mismo tiempo que exalta y defiende la vida, la juventud, la diversión, el ocio... inventa nuevas formas de muerte.

Celebremos la vida nueva que surgió de la muerte de Jesús, aquí debemos aprender a leer el misterio de la vida, tan cercano siempre a la muerte. Pues la vida está ligada esencialmente al amor, y ¿en que consiste amar sino en dar la vida libremente hasta la muerte?

El odio, el egoísmo, la insolidaridad, la injusticia, la pasividad engendran muerte. Quién lucha contra las formas de muerte, crea y comunica vida. Quién arriesga su vida y corre la carrera que le toca, sin retirarse, cansarse, desanimarse; quien da su vida por amor hace posible la esperanza y la vida de los otros. Sólo el amor crea vida y la devuelve a quien la ha perdido.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 29 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“El Reino de los cielos es para ellos.”

“Dichosos los pobres de corazón, porque el Reino de los cielos es para ellos.” Sí, dichosos los que rechazan las cargas sin valor pero bien pesadas de este mundo. Los que no buscan hacerse ricos sino es poseyendo al Creador del mundo, y él sólo por él sólo. Los que son como gente que no tienen nada pero poseen todo. (cf 2Cor 6,10) ¿No poseen todo aquellos que poseen al que contiene todo y dispone todo, aquellos que poseen a Dios en heredad? (Nm 18,20) “Nada les falta a los que le temen.” (Sal 33,10) Dios les otorga todo lo que sabe que les es necesario. Se da él mismo para que su alegría sea plena.... ¡Gocémonos, pues, hermanos, de ser pobres por Cristo y esforcémonos de ser humildes con Cristo. No hay nada más detestable y más miserable que un pobre orgulloso...

“El Reino de Dios no es ni comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.” (Rm 14,17) Si nos damos cuenta de que tenemos todo esto en nuestro interior ¿por qué no proclamar con seguridad que el Reino de Dios está dentro de nosotros? (Lc 17,21) Ahora bien, lo que está en nosotros nos pertenece realmente. Nadie nos lo puede arrebatar. Por esto, cuando el Señor proclama dichosos a los pobres tiene razón cuando dice: “El Reino de Dios es para ellos”, no dice “será para ellos”. No lo es solamente por una ley establecida sino también como prenda absolutamente segura, es una experiencia ya ahora de la felicidad perfecta. No solamente porque el Reino está preparado para ellos desde la creación del mundo (Mt 25,34) sino también porque ya han comenzado a poseerlo ahora. Poseen ya el tesoro celestial en vasijas de barro (cf 2Cor 4,7); llevan a Dios en sus cuerpos y en su corazón.


Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157)
abad cisterciense
Sermón para la fiesta de Todos los Santos 3, 5-6; SC 202, pag 503 ss

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 5,1-12


Evangelio según San Mateo 5,1-12
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron."


RESONAR DE LA PALABRA


SINFONIA DE UN MUNDO NUEVO

 Ya puede cambiar la Historia, avanzar la técnica, alterarse las fronteras, inventarse nuevas dietas, variar los regímenes políticos de nuestro mundo...: Los hombres de todos los tiempos han buscado y buscarán la felicidad. Cuanto más duradera, mejor. En esto no hay cambios. Y la buscan por muchos caminos. Pero ¡hay tantos que no la encuentran, y que parece que no tienen derecho a ser felices! Se diría que la mala suerte y la desgracia se han cebado con ellos, y que les ha tocado «el gordo» de la amargura y la desolación. ¿Es que la felicidad es solo para algunos?
ESTRIBILLOS PARA SER FELICES A MEDIAS



Vaya. ¿Cómo se puede ser feliz? Nos suelen decir:

- Procura mantenerte siempre joven, en forma, con aspecto agradable y despertando la admiración de los que te rodean. Que no te falte el gym, o la bicicleta estática, y una buena dieta... Cuidar la salud es necesario, claro. Pero la clave de la felicidad no está en lo exteroir.
- Gasta lo que puedas. Sal de compras, o usa las mágicas ofertas de internet, o usa nuestra aplicación para conseguir grandes descuentos, reventamos los precios, aprovecha nuestras increíbles rebajas... Si no tienes dinero, pide un adelanto, o un crédito, o te retrasamos el pago... ¿Por qué no renuevas tu armario?, no puedes volver a ponerte «eso». Pero nunca estamos satisfechos por mucho que "invirtamos".

 - Ama. Es verdad que el amor, la familia, las amistades... nos ofrecen impagables y encantadores momentos. Que los auténticos encuentros nos llenan, y los necesitamos: son momentos de felicidad. Porque es terrible la soledad del corazón, aun cuando tengamos gente alrededor. Al corazón no lo llena cualquier cosa. Y lo que no se cuida con delicadeza y constancia se acaba quedando vacío, y ya no aporta nada. Por eso a veces caemos en la tentación de «nuevas experiencias», de enredarnos en relaciones tóxicas, o a sabiendas pasajeras, sin compromiso, para pasarlo bien... En todo caso, los momentos de felicidad, aunque sean muchos... son... momentos. No podemos confundirlos con la felicidad que anhela nuestro corazón.

¿Felices?
- Nos dicen y nos decimos que lo importante es triunfar en la vida. - Hijo: estudia una buena carrera (los que pueden permitírselo, claro) y búscate un buen puesto de trabajo... Y ¡serás feliz! -Pero papá: si ya he estudiado una carrera y he hecho dos masters, domino dos idiomas y no encuentro nada... O son trabajos con los que no puedo marcharme de casa... ¿En el extranjero?
El papá (o la mamá) se queda con la boca abierta sin saber qué decir.

¿Felicidad?
- Ya sabes lo que dice aquella jota: «A vivir que son dos días, y a los cien años todos calvos». Así que voy de fiesta en fiesta, de movida en movida, de tienda en tienda, de concierto en concierto, de pareja en pareja, de flor en flor... Claro, que en cuanto viene un momento de silencio, en cuanto se presentan los problemas reales de la vida, (siempre tan inoportunos)... Lo de la calvicie a los cien años está muy bien: pero hasta que lleguen... hay que sobrevivir cada día, y los días son más de dos...
- Más estribillos: "Si quieres la paz... prepárate para la guerra". Porque guerras... no faltan en nuestro planeta, con todas sus consecuencias... aunque sean guerras lejanas... Hay que invertir en armas, hay que fabricarlas (son una buena fuente de ingresos y dan puestos de trabajo) y luego ¡usarlas o venderlas!.
También a nivel personal nos armamos hasta los dientes: de entrada ¡cuidado, y no te me acerques demasiado!. Cuánta agresividad en el ambiente, cuánta polarización, cuánta falta de diálogo... Acabamos pareciendo erizos llenos de pinchos para con los que no nos interesan por la razón que sea. Y nos hacemos daño nosotros y (sobre todo) se lo hacemos a otros.
UNA NUEVA PARTITURA

 El Maestro se «mudó» a nuestra tierra, y se encontró con la «orquesta» del mundo bastante desafinada. Cada instrumento había cogido «el tono» que le había dado la gana, e interpretaba la partitura que más le apetecía. ¡Todo ruido! Poco a poco los «músicos» se habían ido acostumbrando a que «sonara así», y hasta se olvidaron que podría «sonar bien», de otra manera. Se han olvidado de cómo se afinan y acompasan los «instrumentos». Y se multiplican los «directores» de orquesta, cada uno con «su tema», aumentando el «desconcierto» (nunca mejor dicho).Y el Maestro se ha dicho a sí mismo:¡Que no! ¡Que así no podemos seguir!
Este «desafine general» se parece tanto a aquel que se produjo ya en Egipto en tiempos del Faraón, que también se había metido a director de la «Orquesta de Israel», y de otros «Coros Internacionales», convirtiéndolos en su Orquesta de Cámara particular. Todos los faraones hacen lo mismo. Y en todas las épocas hay "faraones". Y a menudo varios a la vez.
Al echar un vistazo a los encargados de cada grupo de voces y cuerdas (los Sacerdotes, Legisladores, Gobernantes y Políticos...) los han encontrado bastante «des-concertados»: Los unos se han metido en sus templos y se han dedicado a las liturgias y las disquisiciones teológicas y las condenas y exclusiones. Los otros parece que legislan más pensando en sí mismos que en el bien y la justicia para las gentes. Y los pobres, los enfermos, los parados en las plazas de todos los pueblos, los niños, las mujeres... ¡qué solos y qué desesperanzados! Espectadores de la última fila del patio de butacas, con la consigna de que se estén callados. ¿Qué hacer?

Algo había intentado ya su admirado Juan Bautista (como otros muchos Mensajeros antes que él), con escasos resultados. Había gritado: «Arrepentíos, que está cerca el Reino de Dios... El hacha está ya aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego... El trigo será reunido en el granero y la paja se quemará en un fuego que no se apaga»...
No. Casi nunca han dado buen resultado las condenas y amenazas. Necesitan otra cosa en este escenario. Necesitan líderes como Moisés, que trabajen para hacer «Pueblo»; necesitan profetas como Isaías, que les inviten a soñar, a preparar caminos nuevos, a esperar, que les consuelen de parte de Dios, que se dediquen a encender luces... Sobre todo necesitan una Palabra que les recuerde que Dios les ama mucho, que se preocupa por ellos. Y necesitan saber que pueden ser felices, que tienen derecho a serlo.
 El Maestro se fue a buscarse ayuda. Menos mal que pudo encontrar algunos corazones limpios, personas dispuestas a nacer de nuevo, idealistas y utópicos, soñadores con los pies en la tierra... En definitiva discípulos y discípulas que le ayudaran a interpretar la Sinfonía del Mundo Nuevo...
Los llama con autoridad y con prisa: - Déjalo todo, ven y sígueme. Olvídate de las viejas redes, del pescado maloliente, de ese charco grande de Galilea, deja de una vez tus monedas y ven... ¡hay mucho que hacer! Con todos ellos sube a lo alto de un Monte (como Moisés), y empieza a gritar como voz en el desierto del mundo, entonando los primeros acordes de su sinfonía, para todos aquellos que estén dispuestos a afinar sus instrumentos, o quieran aprender a tocar con él (a nacer de nuevo, con Aires Nuevos). Suenan los acordes de su escala de 9 notas en clave de «Bienaventuranza». Los hemos escuchado en el Evangelio de hoy.
Esos acordes suenan bien. A música celestial. Conviene poner oído y corazón a cada una de estas «notas» de su Sinfonía, cuya Partitura fue compuesta por el Padre Dios. ¿La interpretamos juntos? El Espíritu te irá inspirando. Pero que al menos... no desafines

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 28 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Increpó al viento y dijo al lago: '¡Silencio, cállate!»

Estás en el mar y llega la tempestad. No puedes hacer otra cosa que gritar: «¡Señor, sálvame!» (Mt 14,30). Que te extienda su mano el que camina sin temor sobre las olas, que saque de ti tu miedo, que ponga tu seguridad en él, que hable a tu corazón y te diga: «Piensa en lo que yo he soportado. ¿Tienes que sufrir de un mal hermano, de un enemigo de fuera de ti? ¿Es que yo no he tenido los míos? Por fuera los que rechinaban de dientes, por dentro ese discípulo que me traicionaba».

Es verdad, la tempestad hace estragos. Pero Cristo nos salva «de la estrechez de alma y de la tempestad» (Sl 54,9 LXX). ¿Está sacudido tu barco? Quizás sea porque en ti Cristo duerme. Un mar furioso sacudía la barca en la que navegaban los discípulos y, sin embargo Cristo dormía. Pero por fin llegó el momento en que los hombres se dieron cuenta que estaba con ellos el amo y creador de los vientos. Se acercaron a Cristo, le despertaron: Cristo increpó a los vientos y vino una gran calma.

Con razón tu corazón se turba si te has olvidado de aquel en quien has creído; y tu sufrimiento se te hace insoportable si el recuerdo de todo lo que Cristo ha sufrido por ti, está lejos de tu espíritu. Si no piensas en Cristo, él duerme. Despierta a Cristo, llama a tu fe. Porque Cristo duerme en ti si te has olvidado de su Pasión; y si te acuerdas de su Pasión, Cristo vela en ti. Cuando habrás reflexionado con todo tu corazón lo que Cristo ha sufrido, ¿no podrás soportar tus penas con firmeza cuando te lleguen? Y con gozo, quizás, a través del sufrimiento, te encontrarás un poco semejante a tu Rey. Sí, cuando estos pensamientos empezarán a consolarte, a producirte gozo, has de saber que es Cristo que se ha levantado y ha increpado a los vientos; de él vendrá la paz que has experimentado. «Yo esperaba, dice un salmo, al que me salvaría de la estrechez de alma y de la tempestad».



San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Comentarios sobre los salmos, sl 54,10; CCL 39,664

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,35-41

Evangelio según San Marcos 4,35-41
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

¡Cuántas veces nos han recordado la primera frase de la primera lectura bíblica de hoy!

“La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”. A partir del testimonio y la experiencia de insignes personajes del Antiguo Testamento la carta a los Hebreos va describiendo la riqueza y la fuerza de quien cree en Dios.

¿Cómo pudieron aquellos hombres y aquellas mujeres hacer lo que hicieron, mantenerse firmes, luchar contra corriente y sin tregua en el mundo hostil en que les tocó vivir? “Por la fe”, afirma el texto, repitiendo la expresión detrás de cada nombre como la melodía de fondo que dio sentido a sus vidas. La fe los convirtió en “peregrinos y forasteros en la tierra”, buscadores de una patria mejor.

La fe es un don de Dios que hay que pedir con confianza en la oración. Hasta los apóstoles le dijeron un día a Jesús: “Señor, auméntanos la fe”, porque se sentían flacos y débiles.

El episodio de la tempestad que nos cuenta hoy el evangelio hace entrar en pánico a los discípulos de Jesús que le gritan: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”

Jesús les dijo: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”

La fe que los discípulos necesitan para seguir a Jesús ha de ser firme; y, al mismo tiempo, les debe infundir paz y serenidad incluso en los momentos de tempestad y duda.

Mi amiga Trini acaba de perder a su madre. Se encuentra muy triste y me escribe:

“Gracias por tus ánimos, tú me explicas tus razones con tus pensamientos, experiencias y demás, y yo, en serio, te lo agradezco. Lo que pasa es que tengo que pensar mucho todo lo que dices y hay cosas que no las entiendo, ni comprendo el significado de las palabras: no he leído la Biblia, entonces no sé qué quieres decir cuando comentas lo que en ella está escrito. Supongo que me falta mucha base del cristianismo y todo eso y que, a mi entender, la fe consiste precisamente en creer lo que no se ve, porque si la existencia de Dios estuviera demostrada como ciencia, pues nadie dudaría, ¿no?

Es lo que tú dices, la fe o se tiene o no se tiene, y, por supuesto, que es respetable lo uno y lo otro. Ya sabes que no tengo mucha fe. ¡Ojalá la tuviera!, porque ahora pensaría que mamá estaría con mi padre, con sus padres, con su hermano... Y aunque no esté conmigo, sentiría que ella está feliz con sus seres queridos, pero no siento eso, en estos momentos para desgracia mía, sólo siento que no está aquí, será una postura egoísta por mi parte, seguramente, pero es lo que siento”. En estas situaciones de profundo dolor las palabras siempre se quedan cortas y sólo la oración confiada al Señor nos trae paz y consuelo. Y eso es lo que yo le aconsejé a mi amiga aunque su fe fuera muy pequeñita.

Hoy recordamos a Santo Tomás de Aquino. Era un gran experto en temas de fe, pero que al mismo tiempo vivía lo que enseñaba. Profesaba una gran devoción a la Santísima Eucaristía y a la Virgen María. Todo un ejemplo para nosotros. Para saber quién fue y la importancia de sus enseñanzas dentro de la historia de la Iglesia católica, se puede consultar:

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 27 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Sembrados en la tierra

Los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. (Jn 17,16) El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres. El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a lo que los odian.

El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido al cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. (1Co 15,50)…Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar.



Carta a Diogneto (c. 200)
§ 6 (trad. breviario, miércoles V semana del Tiempo Pascual)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,26-34


Evangelio según San Marcos 4,26-34
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:

sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.

Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?

Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,

pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.

No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

¿Cómo era la vida de las primeras comunidades cristianas que habían recibido la fe de los labios de los mismos apóstoles y discípulos de Jesús? Han pasado tantos años y tantas calamidades que fácilmente tendemos a imaginar que aquellos hermanos en la fe vivían como ángeles. La lectura de la carta a los Hebreos de este día nos quita la venda de los ojos y nos hace oír los insultos y tormentos públicos que tuvieron que soportar. Y añade: “compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes”.

¿Cuál era el secreto de su fortaleza en tantas y tan duras pruebas? Su secreto era que vivían de una fe auténtica y verdadera. Y no se asustaban tan fácilmente. Eran valientes como en el mismo texto bíblico se reconoce: “nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma”.
Gracias a Dios sobre la fe de estos hermanos se apoya la nuestra, por eso les pedimos que nos cuiden, porque también ahora nos toca vivir tiempos difíciles.

El tema de evangelio de hoy es una enseñanza sobre cómo se desarrolla el reinado de Dios en esta tierra. Jesús, nuestro divino Maestro, nos explica con gran sabiduría que: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra… y la tierra va produciendo la cosecha ella sola”. Aquí se resalta la fuerza vital de la semilla, es decir, de la Palabra de Dios: crece progresivamente en el silencio, más allá de los éxitos y fracasos humanos, pues es Dios mismo quien la hace crecer. Pero esto no niega el esfuerzo humano, pues en la parábola se habla de la siembra y de la cosecha, que es el trabajo concreto que Dios ha confiado al agricultor. Aunque nos parezca mentira, Dios nos necesita, pues no le parece bueno hacer Él solito todo el trabajo y quiere que nosotros le colaboremos con entusiasmo. ¡Qué honor tan grande, hermanos, ser colaboradores del Señor en la obra de la evangelización!

La segunda parábola también hace referencia a una semilla, la mostaza, y Jesús se fija en su pequeñez, pero hay que ver cuánto puede crecer. Así es el Reinado de Dios: aparentemente se trata de algo insignificante; pero una vez en movimiento, no tiene fronteras, está abierto a todos los pueblos y naciones de la tierra.
Estas dos parábolas son un mensaje de ánimo y de esperanza, no sólo para los discípulos de aquel entonces, sino también para nosotros, los discípulos de ahora. Es una invitación a trabajar en los asuntos del reino, confiando no en nuestras fuerzas, sino en el poder de Dios. En una de sus cartas escribió S. Pablo: “Ni el que planta ni el que riega es importante, sino Dios que hace crecer la semilla”.

Nuestro hermano en la fe.

Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 26 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Ser una lámpara sobre el candelero

Los laicos a quienes su vocación específica coloca en medio del mundo y al frente de las tareas materiales más variadas, deben ejercer, en virtud de esta vocación, una forma singular de evangelización. Su tarea primera e inmediata no es la institución y el desarrollo de la comunidad eclesial,—esto es el papel específico de los pastores--, sino la puesta en marcha de todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el vasto mundo complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y del arte, de las relaciones internacionales, de los medios de comunicación, así como ciertas realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional, el sufrimiento.

Cuanto más laicos estén impregnados del espíritu evangélico, responsables de estas realidades y comprometidos claramente en ellos, competentes para promoverlos y conscientes que hace falta desarrollar su plena capacidad cristiana a menudo sofocada y arrinconada, tanto más estas realidades serán caminos al servicio de la edificación del reino de Dios y, por lo tanto, de la salvación en Jesucristo, sin perder o sacrificar nada de su potencial humano sino manifestando la dimensión trascendente a menudo desconocida.


San Pablo VI
papa 1963-1978
Evangelii Nuntiandi, 70

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,1-9


Evangelio según San Lucas 10,1-9
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.

Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.

¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.

No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.

Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.

Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.

En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;

curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

La liturgia de hoy recuerda a los santos Timoteo y Tito. Fueron discípulos predilectos de San Pablo y a ellos les escribe unas cartas cuyas enseñanzas nos ayudan a conocer mejor los afectos y sentimientos tan humanos del gran apóstol Pablo. Le dice a Timoteo: “tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día”. Pablo lo quería como un padre quiere a su hijo.

Y en esta carta de hoy yo descubro también la importancia de la familia en la transmisión de la fe cristiana. Pablo se llena de alegría “refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú”.

Podemos situarnos en aquellos primeros años de evangelización de Europa en medio de persecuciones y viendo al gran apóstol Pablo encarcelado en Roma esperando ser presentado ante el tribunal del Emperador que lo condenó a ser decapitado. Hoy nos parece imposible que las comunidades cristianas hayan podido resistir tanto sufrimiento. Pero la sangre de los mártires ha sido siempre y será semilla de nuevos cristianos. Decía el Cardenal Narciso Jubany recordando el martirio del Obispo Irurita de Barcelona: “En la historia humana hay un gran misterio: el de la persecución del mal contra el bien. Jesucristo nos da la razón de ese misterio. El martirio pertenece a la misma esencia de la identidad cristiana. Sin el martirio no existiría la Iglesia. El misterio de la persecución hace que la perversidad humana aborrezca a quienes llevan estampado el nombre de Dios en su vida”.

Sabemos de tantos miles de cristianos asesinados por su fe en Jesús también hoy día en Irak, Siria y otros lugares. Es el testimonio de estos hermanos nuestros el que nos mantiene despiertos.

Jesús envió a los setenta y dos discípulos como un anticipo y ensayo de la misión universal que en realidad comenzó después de Pascua. Pero este envío hecho por Jesús nos hace ver la urgencia que Él tenía de que su mensaje llegara a todas partes. “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”, les dirá Jesus. Para realizarlo cuenta con la buena voluntad y la vocación evangelizadora de cada uno de sus discípulos.

Recordemos que cuando hacemos el bien, estamos evangelizando. Y cada vez que nosotros ponemos en práctica lo que enseñamos a los demás, la fe verdadera crece en esta tierra, pues “las palabras convencen, pero sólo los ejemplos arrastran”.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

MANO TENDIDA

 

«Cada vez que tú estás mal, el Señor siempre tiene la mano tendida. Solamente hay que aferrarse y dejarse llevar. La buena noticia es que con Jesús este mal antiguo ya no tiene la última palabra: la última palabra es la mano tendida de Jesús que te lleva adelante. Jesús nos sana del pecado siempre. ¿Y cuánto debo pagar por la sanación? Nada. Nos sana siempre y gratuitamente. Invita a los que están ‘fatigados y sobrecargados’ ―lo dice el Evangelio― a ir a Él (cfr. Mt 11,28). Y entonces acompañar a alguien al encuentro con Jesús es llevarle al médico del corazón, que levanta la vida»


Francisco

Audiencia General

25-01-2023 




miércoles, 25 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA


“¿Qué tengo que hacer, Señor?”

El bienaventurado Pablo que nos reúne hoy ha iluminado al mundo entero. Cuando fue llamado se quedó ciego. Pero esta ceguera hizo de él una antorcha para el mundo. Veía para hacer el mal. En su sabiduría, Dios le volvió ciego para iluminarle para el bien. No solamente le manifestó su poder sino que le reveló las entrañas de la fe que iba a predicar. Había que alejar de él todos los prejuicios, cerrar los ojos y perder las luces falsas de la razón para percibir la buena doctrina, “hacerse loco para llegar a ser sabio” como él mismo dirá más tarde (cf 1 Cor 3,18). (...) No hay que pensar que esta vocación le ha sido impuesta. Pablo era libre para escoger. (...)

Impetuoso, vehemente, Pablo tenía necesidad de un freno enérgico para no dejarse llevar por la fuga y despreciar la llamada de Dios. Dios, pues, de antemano reprimió este ímpetu, cubriéndolo con la ceguera, apaciguando su cólera. Luego, le habló. Le dio a conocer su sabiduría inefable para que reconociera a aquel que perseguía y comprendiera que no podría resistirse a su gracia. No es la privación de la luz lo que le hizo quedar ciego sino el exceso de ella. (...)

Dios escogió este momento. Pablo es el primero en reconocerlo: “Pero cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo.” (Gal 1,15). (...) Aprendamos, pues, de boca de Pablo, que ni él, ni nadie después de él, ha encontrado a Cristo por su propio espíritu. Es Cristo que se revela y se da a conocer, como lo dice el mismo Salvador: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (cf Jn 15,16).


San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 4 sobre San Pablo, 1-2

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-18


Evangelio según San Marcos 16,15-18
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

En medio de la agitación que sigue a su arresto, Pablo logra hablar con el oficial romano y demostrar que él no es un cabecilla revoltoso contra el Emperador, sino un respetable ciudadano romano nacido en Tarso.

En su discurso Pablo deja claro que su misión y envío a las naciones lo ha recibido del mismo Jesús después de su conversión en el camino de Damasco. Y esta conversión sucedió cuando se encontró cara a cara con Jesús resucitado. El diálogo de Pablo con Jesús es realmente emocionante. Aquí nace de verdad un nuevo apóstol: ¿Qué debo hacer, Señor?

En el texto del evangelio de Marcos se acentúa la incredulidad y la misión de los discípulos. Cristo resucitado libera a los suyos de su ceguera dándoles el encargo de abrir los ojos a los demás. Nos sorprende la confianza tan grande de Jesús en aquellos hombres que Él había elegido, pero que seguían llenos de dudas. Su palabra será fecunda porque es el mismo Jesús el que habla por su boca.

Todo cristiano, también nosotros hoy día, somos enviados a proclamar la buena noticia de la resurrección del Señor y a sembrar el mensaje de Jesús en nuestra familia, nuestros ambientes, nuestras comunidades. La Palabra de Dios es vida y cuando se comparte, es fuente de alegría para quien la escucha con corazón abierto.

San Pablo no sólo es ejemplo de un cambio radical de vida y sentimientos, sino también de perseverancia y fortaleza en el camino emprendido. ¡Cuántos sufrimientos le esperan en su entrega a la evangelización. En una de sus cartas escribe: “tres veces me azotaron con varas, una vez me apedrearon; tres veces naufragué y pasé un día y una noche en alta mar.

Cuántos viajes, con peligros de ríos, peligros de asaltantes, peligros de parte de mis compatriotas, peligros de parte de los extranjeros, peligros en ciudades, peligros en descampado, peligros en el mar, peligros por falsos hermanos. Con fatiga y angustia, sin dormir muchas noches, con hambre y con sed, en frecuentes ayunos, con frío y sin ropa.

Y además de éstas y otras cosas, pesa sobre mí la carga cotidiana, la preocupación por todas las Iglesias” (2 Cor 11, 25-28). ¡Qué grande fue este apóstol de Jesús!

¿Qué significa Pablo en la vida y propagación del cristianismo? San Pablo llevó el mensaje de Jesús hasta los confines del mundo entonces conocido. Él nunca se cansó de predicar, ni siquiera cuando estuvo preso en la cárcel de Roma. ¿Qué nos enseña a los cristianos de hoy este hombre que decía: “Para mi la vida es Cristo” y, “Ay de mi si no anuncio el evangelio?

En estos tiempos modernos San Pablo estaría metido de lleno en el internet y en los medios de comunicación difundiendo el mensaje de Jesús a manos llenas.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 24 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

La fe de su madre; la fe de sus hermanos

En la escuela de María, la mujer “eucarística”: En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor.

Hay, pues, una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del Ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. A María se le pidió creer que quien concibió « por obra del Espíritu Santo » era el « Hijo de Dios » (cf. Lc 1, 30.35). En continuidad con la fe de la Virgen, en el Misterio eucarístico se nos pide creer que el mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser humano-divino en las especies del pan y del vino. « Feliz la que ha creído. » (Lc 1,45)



San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Encíclica Ecclesia de Eucharistia,VI, 55 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,31-35


Evangelio según San Marcos 3,31-35
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar.

La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera".

El les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?".

Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos.

Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

El sacerdocio de Cristo nos hace a todos los creyentes sacerdotes como Él, al darnos la posibilidad de ofrecer nuestras vidas en amor y servicio a Dios y a nuestros hermanos. Esa es nuestra ofrenda. Así quedamos incorporados al sacrificio de Cristo. Esto es lo que queremos decir cuando afirmamos que somos miembros del Cuerpo de Cristo y sacerdotes con Él.

Este «sacerdocio de los fieles», con todas sus consecuencias, ha sido redescubierto por el Concilio Vaticano II. Todos los creyentes, sin distinción y en virtud del bautismo recibido, somos sacerdotes; nuestra función sacerdotal es ofrecer nuestras vidas al servicio de Dios y de nuestros hermanos. Este sacerdocio común de todos es el que da sentido al ministerio ordenado –obispos, presbíteros y diáconos–, instituido por Jesucristo para estar al servicio de la comunidad. El alcance de este redescubrimiento está revolucionando poco a poco la vida de la Iglesia, convirtiendo a la hasta ahora masa silenciosa y pasiva del laicado en protagonistas, por derecho propio, en todo lo que concierne a la misión de la Iglesia en el mundo, en comunión de corresponsabilidad, no de obediencia ciega, con la jerarquía de la Iglesia.

A lo largo de mi vida sacerdotal y misionera he dado infinitas gracias a Dios por el testimonio de los servidores de la comunidad, de los catequistas, de los líderes cristianos. ¡Cuánto tenemos que agradecer su amor a los hermanos, sacrificio y desinterés para servir a todos en la comunidad y mantener viva la llama de la fe católica! Tanto hombres como mujeres…Ña Esperanza, Karai Hilario… Eran para nosotros, misioneros que veníamos a evangelizar, una “verdadera escuela de apostolado”. Estos humildes vecinos se comprometían con toda la ilusión a ser las manos alargadas del sacerdote en las pequeñas comunidades rurales y en las barriadas.

Me acuerdo de los que llegaban a las reuniones en la zona de Raúl Arsenio Oviedo –Caaguazú, Paraguay- con los pies descalzos, con un bocado o “portijú”, como dicen en guaraní, para calmar el hambre y el cansancio. No les reportaba ningún beneficio económico ni ventajas de mando en la comunidad, pues sólo lo hacían por amor a Dios y al prójimo. Sentían el gozo de servir a Dios en los hermanos.

San Marcos nos recuerda cómo Jesús identificó a su verdadera familia: la escucha atenta de la palabra y el cumplimiento de la voluntad de Dios son los rasgos característicos de la madre y los hermanos de Jesús. Jesús aprovecha la visita de su familia para enseñar algo fundamental: no podemos ser egoístas atándonos a nuestra familia biológica. La verdadera familia de Jesús, la familia del reino, traspasa las fronteras biológicas y de raza, y la integran todos los hombres y mujeres que cumplen la voluntad de Dios. Ser católico significa tener un corazón abierto, universal.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 23 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA


«Expulsa a los demonios»

Reconoce: «en ti ha surgido un nuevo rey, un rey de Egipto». Es él quien te requisa para sus trabajos, te obliga a fabricar ladrillos y mortero. Es él quien te impone capataces y vigilantes, el que te empuja a través del látigo y de la vara a trabajos de tierra, te fuerza a construirle ciudades. Es él el quien te incita a recorrer el mundo, a remover tierras y mares para satisfacer tus codicias...

Este rey de Egipto sabe que la guerra es inminente. Presiente la venida de «aquel que puede despojar sus principados y potestades, triunfar sobre ellas con audacia y clavarlas en el madero de la cruz»...; siente ya próxima la hora de la destrucción de su pueblo. Por eso declara: «¡El pueblo de Israel es más fuerte que nosotros!» ¡Que pueda decir lo mismo refiriéndose a nosotros y nos sintamos más poderosos que él! ¿Cómo lo sentirá? Si no acojo los malos pensamientos y los deseos perversos que él me inspira; si rechazo «sus flechas incendiarias con la armadura de la fe»; si cada vez que hace alguna insinuación a mi alma, acordándome de Cristo mi Señor, le digo: «Vete, Satanás, porque está escrito: 'Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo servirás'»...

Porque el Señor Jesús viene..., para someter a los «principados, dominaciones y potestades», para sustraer a los hijos de Israel a las violencias de sus enemigos..., para enseñarnos de nuevo a ver a Dios en espíritu, a abandonar los trabajos del Faraón, a salir de la tierra de Egipto, a renunciar a las bárbaras costumbres de los egipcios, «a abandonar al hombre viejo corrompido por deseo de placer y a revestirnos del hombre nuevo creado según Dios», «a renovar nuestro interior día a día» según la imagen del que nos ha creado, Jesucristo nuestro Señor, a quien sean dadas la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén


Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo
Homilías sobre el Exodo, nº 1, 5

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,22-30


Evangelio según San Marcos 3,22-30
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios".

Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás?

Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir.

Y una familia dividida tampoco puede subsistir.

Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin.

Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran.

Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre".

Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Estamos en el tiempo intermedio entre la Navidad y la Cuaresma. No tiene el realce de los grandes momentos del año cristiano. Pero en la vida espiritual, como en el crecimiento de las plantas, hace falta el sol y el agua cada día para que puedan dar el fruto que de ellas se espera. Por eso la Iglesia nos invita a alimentarnos cada día con la Palabra de Dios. De esa fuente inagotable sacaremos el “agua viva” que sacia nuestra sed y nos ayuda a crecer en la fe como cristianos.

El tema que se nos presenta a la meditación en este lunes es el del perdón de los pecados.

En la lectura de la carta a los Hebreos se nos recuerda que “Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos”. Es la muerte del Señor en la cruz que se hace presente en la celebración de la Eucaristía para que todos podamos recibir su perdón. Nunca nos cansaremos de dar gracias por este regalo tan inmenso de la Eucaristía que pone al alcance de todo cristiano el perdón de Dios.

Por eso el Salmo nos invita a cantar al Señor porque ha hecho maravillas en favor de todos sus hijos.

El texto del evangelio de este día continúa profundizando en el tema del perdón de los pecados. Dice Jesús: “Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres”.

Pero a continuación hace una acotación sobre un pecado imposible de perdonar:
“el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre. Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo”.

El Catecismo de la Iglesia Católica en el nº 1864 dice: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna”. Es el drama de la libertad humana que puede oponerse a Dios y a su Palabra y cerrar el corazón al perdón.

La blasfemia contra el Espíritu Santo es, pues, presumir y reivindicar el “derecho” de perseverar en el mal. Es un rechazo al perdón y a la redención que Cristo ofrece. La blasfemia contra el Espíritu Santo es la obstinación contra Dios llevada hasta el final. Es negarse deliberadamente a recibir la misericordia divina.

Nuestro hermano en la fe
Carlos Latorre

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 22 de enero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres»

¡Qué admirable pesca la del Salvador! Admirad la fe y la obediencia de los discípulos. La pesca, como sabéis, requiere una constante atención. Ahora bien, cuando esos se encuentran justo en medio de su trabajo, oyen la llamada de Jesús y no dudan un solo momento; no dicen. «Déjanos regresar a casa para hablar con nuestros próximos». No, lo dejan todo inmediatamente y le siguen, tal como Eliseo hizo con Elías (1R 19,20). Es esta clase de obediencia la que nos pide Cristo, sin la más mínima duda, incluso en el caso que nos apremien necesidades aparentemente más urgentes. Por eso cuando un joven que le quería seguir le pidió si podía ir antes a enterrar a su padre, ni tan sólo esto se lo dejó hacer (Mt 8,21). Seguir a Jesús, obedecer su palabra, es un deber que está por encima de todos los demás.

¿Acaso me dirás que la promesa que les había hecho era muy grande? Por eso los admiro yo tanto: ¡cuando aún no habían visto ningún milagro, creyeron en una promesa tan grande y renunciaron a todo para seguirle! Es porque creyeron que, con las mismas palabras con las que habían sido cogidos durante la pesca, podrían ellos pescar a otros.


San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre el evangelio de Mateo, nº 14, 2

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 4,12-23


Evangelio según San Mateo 4,12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.

Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,

para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:

¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!

El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.

A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.

Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".

Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.

Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.


RESONAR DE LA PALABRA


PESCADORES HOY, EN LOS LAGOS DE HOY

DOMINGO DE LA PALABRA: "Os anunciamos lo que hemos visto” (1 Jn 1, 3) ¡Proclamadores de la Palabra!

Al hablar de llamadas, de vocación, solemos fijarnos en los que son llamados, y en la responsabilidad personal para asumir las tareas que Dios ha soñado para cada uno de nosotros. Y aunque nunca está de más insistir en estas cosas... hoy me parecía más adecuado mirar las cosas desde otra perspectiva: «nosotros como llamadores», los que hoy tenemos la responsabilidad y hasta la obligación de llamar o invitar a otros a unirse a nuestra misión. Precisamente hoy celebramos el Domingo de la Palabra, que tiene como tema una expresión de la Primera Carta de Juan: “Os anunciamos lo que hemos visto” (1 Jn 1, 3), y que lleva por lema ¡Proclamadores de la Palabra!, responsables del anuncio, testigos que convocan, que convocamos.
Según una reciente encuesta apenas uno de cada diez jóvenes españoles se declara católico practicante. Entre los 25 y 34 años el 8,9% van a misa. Y en la franja de 18 a 24 años, apenas el 11,7% se declaran católicos practicantes. Pero no hacen falta encuestas para comprobar que los jóvenes escasean en nuestras comunidades. Hay que decirlo en voz alta, y sobre todo que las Comunidades (nosotros) pensemos en algo y reaccionemos ya que ellos son el futuro. Aunque no hay que pensar sólo en los jóvenes, claro, sino en todos los que no están, de toda edad y condición,
 Estoy seguro de que el Evangelio no ha quedado obsoleto, y que el mensaje de Jesús tiene garra y sentido hoy... pues ¿qué pasa entonces? A menudo se buscan «culpables»: los padres que no transmiten la fe, el consumismo, el materialismo, el egoísmo, el miedo al compromiso, la indiferencia ante lo religioso... y un largo etcétera. Sin negar que estas cosas tengan su relevancia, «buscar culpables» no resuelve las cosas. Se trata de preguntarnos.... ¿y qué hacemos nosotros entonces, además de lamentarnos?
No era más fácil en tiempos de Jesús. Cada época tiene sus propias dificultades. ¿A qué convocamos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Quiénes convocan? ¿Qué ofrecemos? ¿Qué encuentran entre nosotros los jóvenes? ¿Qué hemos visto y qué anunciamos y cómo?

Jesús, al comienzo de su tarea, al convocar a sus primeros seguidores, ha hecho una llamada tajante: «Convertíos». Se dirige a todo el pueblo judío, ese pueblo que tantas veces ha caminado «en tinieblas y en sombras de muerte» (primera lectura). Se trata de una transformación a fondo de los creyentes... que permita que su mensaje evangélico sea buena noticia y cale y sea acogido y transforme la realidad. Se trata de que mucho polvo se había ido acumulando en la vivencia de la fe, llegando a ocultar el auténtico rostro de Dios, a base de mirarse a sí mismos, a sus prácticas religiosas, a sus ideas... No miraban a los pobres, a la injusticia, a las necesidades de las gentes, a tantos excluidos y abandonados a su suerte... De todo ello se ocupará precisamente Jesús... pero quiere que se le unan todos los posibles. Y para empezar hace falta un cambio de mentalidad (convertíos).
Aquella llamada vale también para nosotros, a nuestro modo de ser Iglesia, parroquia, comunidades creyentes. Ha escrito el Papa Francisco:

Necesitamos una Iglesia en movimiento capaz de agrandar sus horizontes, midiéndolos no mediante la estrechez del cálculo humano, o con miedo a cometer errores, sino con la gran medida del corazón misericordioso de Dios. No puede haber una siembra fructuosa de vocaciones si permanecemos simplemente cerrados en el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”, sin ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades (Ex. ap. Evangelii gaudium, 33).
Hemos de aprender a salir de nuestras rigideces, que nos hacen incapaces de comunicar la alegría del Evangelio, de las fórmulas estandarizadas que a menudo resultan anacrónicas, de los análisis preconcebidos que encasillan la vida de las personas en fríos esquemas. Salir de todo eso. Estamos llamados a una pastoral del encuentro, y dedicar tiempo a acoger y escuchar a todos, especialmente a los jóvenes. (Papa Francisco, Octubre ‘16)

No se trata de que acudan a misa por la fuerza, o presionarles para que se confirmen o se casen por la Iglesia o bauticen a sus hijos... cuando son persona que apenas viven su fe. Se trata de que nosotros hagamos una buena «limpieza». Lo esencial y lo que no necesita reformas es Jesús y su Evangelio: ese pasar haciendo el bien, el acercarnos a curar toda dolencia, el poner nuestra atención en esos hombres, dejando a un lado redes, barcas y lagos conocidos. Como Jesús -me gustan los verbos usados por el Papa- salir al encuentro, acoger, escuchar, comprender... y dejarse cuestionar.
No pocas veces nos hemos considerado «propietarios absolutos de la verdad». Y eso nos ha impedido el encuentro, por ejemplo, con nuestros hermanos de las iglesias separadas, y nos hemos enzarzado en asuntos muy poco esenciales, pero que nos han llevado a la división. Esto ya pasaba en la Iglesia de Corinto. Pedía San Pablo: «Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir... cada cual anda diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas..». Como si dijéramos hoy: Yo soy de Juan Pablo II, yo soy de Benedicto, yo soy de Francisco, yo soy de este movimiento, a mí me va este cura y los demás... no mucho.... Estas cosas no convocan a nadie.
 Ya decía nuestro sabio Antonio Machado: "¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela". Escuchar la verdad del otro, aprender del otro, buscar con el otro... y relativizar tantas cosas que «siempre han sido así», como si eso fuera un argumento aceptable. «Un mismo pensar y un mismo sentir»... no significa pensar todos los mismo, estar uniformados, hacer todos las cosas del mismo modo y estrictamente según lo que está mandado. Tiene que haber audacia y creatividad, audacia para cambiar, para arriesgarnos a equivocarnos...
Escribiço el dominico Y. Congar, uno de los grandes teólogos dominico del pasado Concilio:
Si siempre se estuviese obligado a adoptar la forma de pensamiento teológico, de práctica religiosa o de organización actualmente en uso, no habría existido jamás en la Iglesia ni aggiornamento (=puesta al día), ni reforma, ni progreso. El problema de toda iniciativa profética es la de ir más allá no sólo de las formas actualmente en uso, de hecho, sino también más allá de las formas homologadas. No es necesario hacer otra Iglesia, es necesario hacer una Iglesia diversa. Poniendo en cuestión algo de la Iglesia, no poner en cuestión la Iglesia misma. Una idea puede ser pura, la realidad y la vida no lo son. Las reformas exitosas en la Iglesia son aquellas que se han hecho en función de las necesidades concretas de las personas, en una perspectiva pastoral, en el clima de la santidad. (Yves Congar, Vrai et fausse réforme dans I'Église (1950)

No hacen falta comentarios. Subrayo las palabras del Papa: «Salir de nuestras rigideces, que nos hacen incapaces de comunicar la alegría del Evangelio, de las fórmulas estandarizadas que a menudo resultan anacrónicas»... No pocas veces son los propios hermanos -seguramente con su mejor buena voluntad- los que apagan cualquier cosa que suene a cambio, a salirse de lo de siempre.
 Pasa hoy en esta Iglesia nuestra con algunos miembros de la jerarquía eclesial ... empeñados en construir y mantener una Iglesia, un lenguaje, unas liturgias, unas teologías, unas vestimentas... muy apropiadas para los siglos pasados... pero poco sensibles a las gentes de estos tiempos y a las sensibilidades de estos tiempos. «Hay que formarles», dicen, para que puedan conectar... ¿con lo de antes? Los fieles son los que nos tienen que escuchar. Al revés parece que no. Las «momias» permanecen y soportan el paso del tiempo, inalteradas... pero no tienen vida. El Evangelio y la fe no pueden ser «objetos de museo» o reliquias de tiempos pasados, que satisfacen a muy pocos... Costará, ya lo sabemos por experiencia. A muchos los cambios les provocan alergia.
El pueblo que camina en tinieblas hoy necesita de nuevo una gran luz. Y a nosotros nos toca «despertar», espabilarnos y salir de nuevo a las periferias, a los lagos, a los pueblos, a donde están las gentes... y escucharles, y buscar con ellos ese «Reino de Dios» que está tan cerca. Y hacer propuestas, y arriesgarnos y.... anunciar lo que hemos visto, experimentado, vivido...
Este es hoy mi profundo deseo, mi inquietud... que seguro comparten muchos. Que nos estimule a ser «pescadores» de los hombres y mujeres de hoy. Porque no es lo mismo ser una «vieja Iglesia»... que una «Iglesia vieja».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA