Una opción
Tanto las palabras como el silencio tienen su fuerza.
Fuente: Portal Canción Nueva
Dicen que cuando Dios quiere hablar no necesita del ruido de las palabras, pues El habla con los acontecimientos, en el silencio de la naturaleza, habla como quiere y de la forma que quiere. Pero ¿será que cuando el Todo Poderoso quiere hablar estamos dispuestos a escucharlo? ¡Ese es el punto! En los días de hoy, nuestros oidos siempre están ocupados. Escogemos lo que queremos escuchar, nos colocamos los audifonos y nos olvidamos del mundo a nuestro alrededor. Como el Señor acostumbra hablar de una forma siempre nueva, es difícil identificar Su voz. Tal vez ni pensamos en eso, pero el hecho es que la vida sigue un ritmo tan acelerado que no tenemos más tiempo para oírnos unos a los otros, ni para oír a Dios.
Escuchar es un arte bello, saber hablar también.
Creo que si estuviésemos buscando un crecimiento espiritual necesitaríamos dar pasos en ese sentido porque solo conseguiremos escuchar la voz de Dios si nuestros oídos están entrenados en escuchar a las personas. ¿Sabes qué pasa con la persona que está a tu lado, en el trabajo, en tu casa o en el colegio? ¿Acostumbras preguntar a las personas con quienes vives, como fue su día? Es fácil percibir que existe poco interés por escuchar al otro, tal vez porque para hacerlo es necesario vaciarse de sí mismo. Este es un desafío, que a pesar de ser constructivo no siempre es apreciado.
Puede que “hacer silencio”, no sea la solución para hacernos crecer como persona pues existen varios tipos de silencio y no todos son productivos. Hay silencios por ejemplo, que son sabios. Otros, son necesarios, y otros se pueden interpretar como indiferencia. Por lo tanto, antes de “decidir silenciar, necesitamos tener la motivación correcta. Ya que muchas veces, la caridad más grande no es simplemente callar, sino escuchar y acoger a quien necesita hablar.”
Puede asustar pero es real, hay muchas personas muriendo porque no encuentran a nadie que las escuche. Ocupados con aquello que escogemos oír, nos vamos dejando envolver por la música y no por las situaciones que nos rodean.
El otro día me admiró lo que vi. Estaba en un consultorio médico y llegaron dos jóvenes, un chico y una chica, no sé si eran hermanos o amigos, creo que no eran enamorados a pesar de haber llegado juntos. Sentados, hablaron un poco y despues de unos minutos, cada uno colocó el audifono y el silencio reinó. Pasé un buen rato en el lugar y no los escuché intercambiar ni una palabra. Cosa extraña ¿verdad? ¿Por qué será que el sonido que sale por el audifono es mas interesante que la vida de la persona que está a nuestro lado? ¿Por qué será que los medios que son para comunicar, acaban robando la comunicación? Es hora de que prestemos más atención a la forma como hemos lidiado con esa realidad y de valorar más el diálogo.
Tanto las palabras como el silencio tienen su propia fuerza negativa o positiva, es una sabiduría usarlos. Las palabras hacen parte de nuestra esencia. ¡Comunicar es una necesidad!. Con palabras nos acercamos o nos alejamos del otro, restauramos o herimos. Damos o quitamos vida, marcamos nuestras elecciones con palabras. Hablar con la vida, con pasión, con los ojos, con los gestos, con el alma y con amor es transmitir esperanza a quien nos escucha. Sin embargo, a la hora de escuchar a las personas, el ruido de las palabras no ayudan en nada. Ahí entra la importancia del silencio.
Oir significa recibir a alguien dentro de nosotros, en nuestro corazón y esto casi siempre se da en el silencio. Por eso es necesario escuchar a la persona, no lo que dicen de ella o lo que imaginamos a su respecto, sino escucharla y darle tiempo para hablar. Parar lo que estamos haciendo y mirarla con la atención que merece. Es más que simplemente escuchar las palabras, es acogerlo de la forma que es, con sus dolores y su alegría. Es exigente pero benéfico, pues cuando escucho al otro, aprendo de él, crezco con sus experiencias y evito muchos errores.
¿Ya viste que nuestros problemas muchas veces toman proporciones mayores que las reales justamente poque no escuchamos a las personas? Estemos atentos y busquemos dar más atención a aquellos que están cerca de nosotros. Silenciar, si, el silencio tiene un valor incalculabe, pero que nuestro silencio no sea de indiferencia sino de acogida.
Pienso que saber escuchar y saber hablar es un asunto de respeto y amor a la propia vida. Practicar ese arte es un don.
Si mientras lees este texto, percibes que el ruido de las palabras te ha impedido ser mejor, ten el coraje de recomenzar, silenciando. Por otro lado, si percibes que tu silencio no ha producido vida, sal de él cuanto antes, y ve al encuentro del otro, llevando una palabra de esperanza. En todo caso, vive bien el hoy, enamorate de la vida, comparte tus luchas y conquisas. Haz pautas para escuchar a los otros y por la fuerza de la comunicación, da mas calidad a tus días y se feliz.
Dijanira Silva
Misionera de la Comunidad Canción Nueva
Misionera de la Comunidad Canción Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario