Identificar el orgullo y caminar en la humildad
Cada persona es atormentada por determinados pecados que representan una debilidad a ser superada. Sin embargo, todos lidian con el orgullo, porque, como dice el escritor Steve Gallagher, “es una parte inevitable de la naturaleza caída del hombre” y que difiere de lo que es Dios, por lo tanto en lo que nos separa de Él. Entonces, ¿cómo darnos cuenta?
Pide al Señor, así como David: “Sondéame, Dios mío, y penetra mi interior; examíname y conoce lo que pienso; observa si estoy en un camino falso y llévame por el camino eterno” (Sal 139, 23-24). También a María, ejemplo de humildad, que ayuda como madre a ver los errores.
Al mismo tiempo, algunas reflexiones son necesarias.
¿existen situaciones en que te sientes superior a los demás?
¿Buscas y deseas conquistar, invariablemente, la admiración de las personas?
¿Resistes la autoridad de Dios?
¿Te ofendes con facilidad y crees que los demás son una amenaza y perjudiciarían tu imagen (autoprotección)?
¿No aceptas la corrección, convirtiéndote en un inaccesible o “sabelo todo”?
¿Existen momentos en los que te crees “mas santo” que los demás, solo por determinadas actitudes correctas (soberbia espiritual)?
Recuerda, como observo el escritor Spurgeon, que “nadie tiene más orgullo que los que sueñan que no tiene ninguno”.
Después de este momento de auto-conocimiento, da gracias a Dios, porque, si ahora las cosas son más claras, es porque tu corazón abrió las ventanas para la gracia de Jesús iluminar los lugares antes oscuros.
Cuando se es puro de corazón, la miseria se hace evidente y surge el arrepentimiento y la necesidad de reconciliarte con Dios.
El sacramento de la confesión queda a la espera de la persona.
La oportunidad de empezar de nuevo aguarda, pero eso es solo un paso para llegar a la meta deseada.
¡Es hora de cambiar, de hacernos más humildes!
Con sus palabras, Paulo orienta:
“No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás” (Flp 2,3-4).
Es decir, el próximo no debe ser visto como un rival, sino alguien a quien amar, con quien se puede dialogar, involucrarse y exaltar como Hijo de Dios único y que mucho nos enseña.
Por último, hablo de mi mismo. Confieso que la búsqueda de la humildad me ha ayudado a ver mis actitudes equivocadas en casa, en el trabajo, en mi participación en la Iglesia, en mi relación con el próximo y, principalmente, con Dios.
Intento adaptarme ni por encima ni por debajo, pero, en el lugar correcto.
¡Cómo es difícil!
Sin embargo, no es imposible, porque sé que el Señor está a mi lado.
¿Que tal si haces esta experiencia también?
Por: Thiago Puccini
fuente Portal Canción Nueva
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