San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia
Sermón 15 sobre la pasión, 3-4; SC 75bis, pag. 189
“Cuando el Hijo del Hombre sea levantado sobre la tierra,
comprenderéis que yo soy.”
Jn 12,32
El verdadero venerador de la pasión del Señor tiene que contemplar de tal manera, con la mirada del corazón, a Jesús crucificado, que reconozca en él su propia carne... A ninguno de los pecadores se le niega su parte en la cruz, ni existe nadie a quien no auxilie la oración de Cristo. Si ayudó incluso a sus verdugos, ¿cómo no va a beneficiar a los que se convierten a él?
Y, en primer lugar, el hecho de que Dios acogiera nuestra condición humana, cuando “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”, ¿a quién excluyó de su misericordia, sino al infiel? ¿Y quién no tiene una naturaleza común con Cristo, con tal d que acoja al que a su vez lo ha asumido a él, puesto que fue regenerado por el mismo Espíritu por el que él fue concebido? Y además, ‘quién no reconocerá en él sus propias debilidades? ¿Quién dejará de advertir que el hecho de tomar alimento, buscar el descanso y el sueño, experimentar la solicitud de la tristeza y las lágrimas de la compasión es fruto de la condición humana del Señor?...
Nuestro es lo que, por tres días, yació exánime en el sepulcro y, al tercer día, resucitó; lo que ascendió sobre todas las alturas de los cielos hasta la diestra de la majestad paterna....Habrá que cumplirse lo que manifiestamente proclamó: “Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo” (Mt 10,32).
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