Necesitamos aprender a descansar, a desacelerar nuestros ritmos, a encontrar serenidad y reposo en medio de nuestra vida agitada. Recuerda que una vida intensa no es una vida saturada y ruidosa, sino una vida vivida en profundidad. Descansar es aprender a hacer pausas en la vida cotidiana. Necesitamos redescubrir la naturaleza, tener tiempo para la oración, para los demás y para nosotros mismos. La plenitud y el sentido último de tu vida no se agotan en el trabajo, el esfuerzo y la lucha, sino en la celebración, la amistad y el gozo compartido. Ofrece todo tu día por las intenciones del Papa para este mes. Hazte un tiempo para compartir un café, una comida o una charla con alguien.
Con Jesús por la tarde.
«Vengan a mí, los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré» (Mt 11, 28). Hay un descanso que sólo se encuentra en los brazos del Padre. Deja entrar a Jesús en tu corazón. Reposa tu corazón en el suyo. ¡Detente! Tu alma necesita recuperar el aliento. ¡Anda despacio, disfruta de los colores, los aromas y los sabores de hoy! Repite al ritmo de la respiración “voy a ti Señor” mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.
Con Jesús por la noche.
Agradece lo encuentros. Trae a la memoria las personas que hoy encontraste. ¿Recuerdas algún encuentro de manera especial? ¿Qué te ha hecho sentir? ¿Qué conversación recuerdas especialmente? ¿Por quiénes quieres agradecer?
fuente El Evangelio en casa
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