Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo". Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?». Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.» Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.» Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
RESONAR DE LA PALABRA
Freddy Ramírez, cmf
Queridos amigos y amigas:
En el Evangelio de hoy, Jesús dialoga con los sumos sacerdotes y autoridades y les narra la parábola de los viñadores asesinos. Los profetas del Antiguo Testamento solían representar al pueblo Israel como una viña plantada y custodiada por Dios. Hasta el momento, debido a su egoísmo y dureza de corazón, los líderes del pueblo no han sabido acoger la Buena Noticia de Jesús. No han sido capaces de percibir la hora de la salvación. Es más, como líderes, “viñadores arrendatarios”, han rechazado, maltratado y asesinado a los “sirvientes”, los profetas, que han sido enviados en el transcurso de la historia para percibir el fruto de las cosechas. Y en esta hora decisiva, con la presencia del Hijo de Dios frente a sus ojos, tampoco abren su corazón y se mantienen enceguecidos por la incredulidad. Jesús intuye el final de su vida en manos de los poderosos de la nación y, por eso, la parábola no sólo es un juicio para la incredulidad de los sumos sacerdotes y autoridades sino el anuncio de la sustitución del pueblo de la antigua Alianza por un nuevo pueblo de Dios.
Nosotros somos este nuevo pueblo de Dios, nacido del costado abierto de Cristo crucificado. Somos la Iglesia, la viña del Señor. Somos los nuevos servidores comprometidos en estos campos donde fructifica la obra del Mesías. Nuestras familias siguen siendo tierra fértil donde la semilla del Evangelio debe ser acogida. Sin embargo, todos comprobamos cómo el panorama social es sumamente adverso para fundar y consolidar familias cristianas. En la fe hay asuntos innegociables: la protección a la vida en todas sus etapas, la educación cristiana de las nuevas generaciones, la fidelidad matrimonial, el trabajo realizado con dignidad y la responsabilidad compartida en el hogar.
Sólo desde Jesús y su generosa entrega podremos entender que lo tenemos en casa es sumamente valioso. Nuestras familias son la viña del Señor. No permitamos que el enemigo ni los “arrendatarios” se roben el fruto de la cosecha que le pertenece únicamente a Dios.
comentario del evangelio CIUDAD REDONDA
No hay comentarios:
Publicar un comentario