lunes, 3 de abril de 2017

Meditación: Juan 8, 1-11


“Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar.” (Juan 8, 11)

Te invitamos, querido lector, a que te hagas un cuadro mental: Una turba de fariseos y escribas fanáticos de la letra de la ley aprovechan la ocasión de una mujer sorprendida en adulterio para tratar de atrapar a Jesús. Más que condenar a la adúltera, lo que quieren es hacer caer a Jesús en las redes de una situación sin salida. Si logran obligarlo a decir algo en público que pueda ser interpretado como contrario a la ley, habrá caído en su trampa.

Pero ¿qué es lo que hace Jesús? Simplemente se inclina y comienza a escribir con el dedo algo en la tierra, sin sentirse turbado ni intimidado por las actitudes ni los planes de ellos. ¡No es fácil hacer caer a Jesús! No es posible manipularlo para hacerlo abandonar su actitud de amor y misericordia. En medio de todo el tumulto y la conmoción que causaron los acusadores, Cristo permaneció en paz y con una declaración clara y penetrante cambió la situación y desarmó completamente a sus adversarios (Juan 8,7) y, de paso, salvó a la mujer de la muerte.

Hoy, por grave que sea la situación, el pecado o la circunstancia que nos esté atormentando, el Señor puede hacer lo mismo por nosotros. No hay nada que lo desconcierte. Jesús vino a traernos amor y misericordia para salvarnos y librarnos y jamás se distrae de su misión, ni hay nadie que lo haga desviarse de su propósito de librarnos de todo mal y transformarnos para asemejarnos más a él. Por grande que sea el caos en el que nos encontremos, Jesús está allí con nosotros, con la misma calma de siempre y nos ofrece su fortaleza.

¡No pensemos nunca que el Señor nos rechaza o no viene a ayudarnos! Él tiene todas las respuestas correctas y sabe frustrar todo intento del enemigo por acusarnos o condenarnos. Él es el “buen pastor”, siempre capaz de cuidar a su rebaño, siempre dispuesto a salir a buscar y salvar a las ovejas extraviadas. Por eso, hermano, nunca tengas miedo de acercarte a Cristo; él te mira con amor y te espera siempre con misericordia y compasión. Piensa en el buen ladrón. Cuando éste le pidió al Señor que se acordara de él en su Reino, Jesús no le puso condición alguna; sólo le prometió: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. El mismo amor y perdón te lo ofrece a ti.
“Jesús, Señor y Redentor mío, ten piedad de mí que soy pecador. Te amo, Señor, y quiero pertenecerte a ti. Ven y líbrame de todo lo que pueda hacerme daño.”
Daniel 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62
Salmo 23(22), 1-6

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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