En el Evangelio de hoy, Jesús les dice una drástica verdad a algunos de sus enemigos: “Si no creen que yo soy, morirán en sus pecados.”
Sus opositores han estado tratando de hacerlo caer, calculando la mejor manera de sorprenderlo desprevenido, pero Jesús no les paga con la misma moneda. Más bien, les dice claramente que ellos lo necesitan mucho a él, porque él es el Mesías. Seguramente el Señor sabía que para ellos sería muy difícil aceptar tal declaración, pero no por eso dejó de decírselo, porque era preciso que ellos conocieran realmente la verdad, aunque se llenaran de rabia.
Pero gracias a Dios, ¡nosotros no tenemos que responder así! De hecho, las palabras de Jesús, incluso las que a veces nos resultan incómodas, nos llenan de esperanza. ¿A qué se debe la reacción diferente? A la fe. El don de la fe es lo que hace que las palabras de Jesús sean una bendición para nosotros, porque creemos que él siempre nos dice la verdad. Si creemos que él es el “Yo soy”, vale decir, el Salvador y Redentor, nos encaminamos en un sendero nuevo y cambia la forma en que miramos a nuestros seres queridos, nuestros amigos y enemigos, las dificultades que tenemos, y nosotros mismos. ¡Todo!
Jesús murió y resucitó para darnos vida eterna. Esta es la verdad central de nuestra fe. Y esta verdad, a diferencia de otros hechos ciertos como que 2+2=4, no es estática. Como la corriente de un río, esta verdad va avanzando con paso rápido y seguro hacia el océano del amor de Dios, y cuando nos dejamos envolver en ella, las ocasiones de la vida en las que tal vez nos sentimos desalentados o temerosos son llevadas por la corriente, y nosotros percibimos la presencia de Dios. Sabemos que nuestro Padre tiene un plan magnífico para nosotros y confiamos en él más y más.
Conocer la verdad de que Jesús es el Salvador nos afecta positivamente día a día, por ejemplo, te ayuda a recurrir a él para hacer frente a cualquier dificultad; te mueve a pedirle orientación y sabiduría y te puede alentar a compartir la buena noticia de su amor con otras personas. Entonces, ¿qué te toca hacer a ti? Creer en Cristo, conocer su voluntad leyendo su Palabra y hacer lo que él te pide. ¡Jesús siempre busca la manera de bendecirte!
“Amado Señor Jesús, gracias por haberme salvado y por estar siempre dispuesto a ayudarme, y gracias por el don de la fe, porque me ayuda a sumergirme en el río de tu agua viva.”Números 21, 4-9
Salmo 102(101), 2-3. 16-21
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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