De improviso entrará en el santuario el Señor. Malaquías 3, 1
Tú estás descansando en casa tranquilamente después de un largo día de trabajo cuando de repente suena el timbre. Como no esperas a nadie, abres la puerta con cautela y te sorprendes al ver a unos amigos queridos que se habían mudado lejos. Contento, los abrazas y les das la bienvenida.
Esta situación se parece a la profecía de Malaquías, que anuncia que de improviso entrará el Señor en el templo. Se parece también a la manera en que se cumplió esta profecía cuando María y José fueron a presentar al Niño Jesús en el templo. Y qué bueno que hubo dos ancianos muy devotos que allí lo esperaban para darle la bienvenida.
Al Señor le gusta hacerse presente en nuestra vida cotidiana, y quiere que nosotros también estemos preparados para recibirlo, como Simeón y Ana (Lucas 2, 25. 36). Los dos estaban en el lugar correcto a la hora precisa, orando y pidiendo ver al Mesías.
Pero ¿cuál es el lugar correcto? Simeón y Ana pasaban casi todo el día en el templo, donde Dios había prometido estar presente. Nosotros sabemos que Dios está presente en la Santa Misa e igualmente cuando oramos y leemos la Sagrada Escritura. Pero todos tenemos obligaciones y responsabilidades que hacer aparte de la oración, así que es bueno saber que él viene a nosotros en el templo interior de nuestro corazón. Es aquí, en nuestro interior, donde podemos buscarlo. Adoptemos el hábito de hacer un alto en nuestros deberes cotidianos cada día para tener allí comunión con él.
¿Cuál es el momento preciso? Ahora mismo, ¡en cualquier momento! Nunca se sabe cuándo el Señor tiene un mensaje para ti o te quiere mover a eludir una tentación o hacer algún servicio. Por eso, no dejes de estar preparado para cuando te hable.
En cuanto a la actitud correcta, esto es lo más importante, porque significa estar alerta y ser flexible, al igual que Simeón y Ana. No te apegues demasiado a tu rutina, acepta la posibilidad de cambiar, por ejemplo, cuando tu cónyuge necesite un descanso o cuando surja una oportunidad para compartir tu fe con otra persona.
Recuerda que el Señor, a quien tú buscas, entrará de improviso en el santuario de tu corazón. Así que, ¡prepárate!
“Espíritu Santo, Señor mío, ayúdame a reconocerte cuando te hagas presente para mí.”
Salmo 24(23), 7-10
Hebreos 2, 14-18
Lucas 2, 22-40
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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