lunes, 5 de noviembre de 2018

Meditación: Lucas 14, 12-14

Cuando des un banquete, invita a los pobres,
a los lisiados, a los cojos y a los ciegos;
y así serás dichoso.
Lucas 14, 13

Lo que hoy nos propone el Señor en el Evangelio no es algo que sea fácil para todos. ¿Cuándo fue la última vez que usted ayudó a una persona que pedía limosna en la calle hablándole o dándole algo de dinero, ropa o alimento? ¿Cuándo fue la última vez que usted se ofreció de voluntario en un comedor popular para gente “socialmente inaceptable” o una actividad similar? ¿Cuándo fue la última vez que usted hizo algo concreto por “los pobres, los inválidos, los ciegos y los cojos” (Lucas 14, 13)? Lo cierto es que casi todos dedicamos tiempo a cultivar amistades con personas con quienes tenemos alguna afinidad por razones de cultura, idioma, nacionalidad o posición social, y no hacemos lo mismo con otras personas que son desconocidas o socialmente “inferiores”.

Es posible que estas preguntas incomoden a más de uno, pero esa incomodidad es precisamente lo que Jesús quiere hacernos experimentar para que hagamos algo al respecto.

El Señor nos dio un ejemplo que podemos seguir.

Cada vez que pasaba tiempo compartiendo con los menos privilegiados, los rechazados, y también con los ricos y bien educados, su motivación era siempre la misma: ser instrumento del amor y la presencia de Dios.

Pareciera obvio para la naturaleza imperfecta y contaminada del ser humano evitar a quienes no pueden “retribuirnos” o quienes nos parecen incapaces de hacer algo por nosotros. Por eso vale la pena recordar lo muy necesitados que éramos cuando Jesús vino a nuestra vida y lo totalmente incapaces de pagarle al Señor por habernos rescatado e invitado a su mesa. Objetivamente, no teníamos nada que ofrendarle; pero él nos dio todo y ahora nos pide que hagamos lo mismo con los demás.

Dedique un tiempo hoy a reflexionar sobre lo que usted podría hacer en este aspecto. ¿Puede ofrecerle ayuda a un vecino solitario? ¿Puede trabar amistad con alguien de personalidad difícil? ¿Qué tal participar en un grupo de acción social para llevar alimento a los pobres, visitar a los presos o brindar esperanza a los enfermos? ¿Incluso hacer intercesión por ellos? “El amor de Cristo nos apremia” (2 Corintios 5, 14) y nos lleva a hacer algo que sea en bien de los demás.
“Jesús, Redentor mío, enséñame a ser un instrumento apto para que tu amor fluya hacia los demás, especialmente a los necesitados.”
Filipenses 2, 1-4
Salmo 131(130), 1-3
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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