jueves, 15 de diciembre de 2016

Meditación: Lucas 7, 24-30


“¿Qué salieron a ver en el desierto?” (Lucas 7, 24)

Jesús encaró a los jefes religiosos que murmuraban contra Juan el Bautista, los mismos que lo criticaban a él porque comía y bebía con los recaudadores de impuestos y los pecadores. Al parecer, cualquier cosa que ambos hicieran era criticada, uno por ser demasiado espiritual, el otro demasiado relajado.

¿Qué era lo incorrecto aquí? Estos jefes religiosos habían establecido normas tan rigurosas sobre lo que supuestamente debía ser la piedad que condenaban todo lo que no se encuadrara dentro de sus estrechos límites, sin dejar margen alguno para la libre actuación del Espíritu Santo.

Reflexionando sobre esto, podemos hacernos una pregunta muy importante: ¿Cuán rígido soy yo en mis razonamientos? Para contestarla, analicemos nuestra propia vida espiritual: ¿Soy tan libre como para hacer lo correcto y vivir bajo la guía de Jesús y del Espíritu Santo?

Unos son llamados a la contemplación, otros a la evangelización; unos son llamados a dedicar su vida en favor de los pobres, otros a trabajar para el cambio de la sociedad; unos tienen una devoción especial al rosario, otros a la oración carismática, otros a la adoración eucarística. La única pregunta realmente importante es si uno es libre para amar a Jesús, obedecer sus mandamientos y contribuir a la construcción del Reino de Dios.

Los santos también demostraban rasgos de personalidad que coincidían con la vocación de cada uno: San Felipe Neri era jovial y fácilmente atraía a nuevos seguidores para Cristo; San Jerónimo era brillante pero un tanto apático y enfrascado sólo en su trabajo. La pasión y la ambición de San Francisco Javier lo llevaron a todo el mundo como misionero, mientras que la gran sencillez de Santa Teresita de Lisieux le permitió entender e irradiar el amor del Padre desde su propio claustro. Santa Teresa de Ávila, con su tenacidad, sabiduría e ingenio, fue una reformadora eficaz y escritora prolífica.

Cada cual, según su personalidad y sus aptitudes, puede amar y servir a Dios y al prójimo. Tratemos de descubrir qué es lo que Dios nos pide hacer con la ayuda de su gracia y dediquémonos a hacerlo con toda entrega y devoción.
“Padre, me alegro por la libertad que me has dado como hijo tuyo. Confío plenamente en ti y estoy decidido a seguirte dondequiera me conduzcas.”
Isaías 54, 1-10
Salmo 30(29), 2. 4-6. 11-13

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario