sábado, 3 de noviembre de 2018

COMPRENDIENDO LA PALABRA 031118


«El que se humilla será enaltecido»

La humildad no consiste sólo en desconfiar de nosotros mismos, sino también en confiar en Dios; la desconfianza en nosotros y en nuestras propias fuerzas produce la confianza en Dios, y de esta confianza nace la generosidad de espíritu. La santísima Virgen, nuestra Señora, nos ha dado un ejemplo muy remarcable a este respecto cuando pronuncia estas plabras: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Al decir que es la esclava del Señor hace el acto de humildad más grande que jamás se pueda hacer, de tal manera que opone a las alabanzas que le dice el ángel–que será madre de Dios, que el niño que saldrá de su seno será llamado Hijo del Altísimo, la dignidad máxima que jamás se haya podido imaginar- digo, que opone a todas estas alabanzas y grandezas su bajeza e indignidad diciendo que es la esclava del Señor. Pero notad bien que después de haber hecho este deber de humildad, seguidamente hace un acto de generosidad muy grande, diciendo: «Hágase en mí según tu palabra».

     Es verdad, quería decir, que no soy, de ninguna manera, capaz de esta gracia teniendo en cuenta lo que soy por mí misma, pero en tanto que lo que en mí hay de bueno es de Dios y lo que tú me dices es su santísima voluntad, creo que esto se puede hacer y se hará; y sin dudar en absoluto, dice: «Hágase en mí según tu palabra».

San Francisco de Sales (1567-1622)
obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia
Conversación 5

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