sábado, 30 de noviembre de 2013

Los grandes carismas paulinos

Son nueve los carismas mayores que cita San Pablo en la 1ª carta a los Corintios.

LA PALABRA DE CONOCIMIENTO.
P. Amando SANZ ESCORIAL, S.J.

Entre los carismas del Espíritu que cita San Pablo se encuentra la palabra de conocimiento.

"Allo dé lógos gnóseos katá tó autó pneuma": y a otros, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu": 1 Cor. 12,8.

Así es como se expresa en la primera carta a los Corintios este Carisma, tan conocido por la Renovación Carismática, en las intercesiones y misas de sanación.

Su significado
La palabra griega "gnosis" se traduce al latín por conocimiento o ciencia, pero al castellano, sólo se debe traducir por conocimiento; y mejor: "conocimiento revelado". Ciencia en latín es igual a conocimiento, pero en castellano es: "Conocimiento de las cosas por sus causas".

Cuando decimos: "He tenido una palabra de conocimiento", quiero significar que el Espíritu Santo me ha revelado una palabra para conocer una sanación realizada por el Señor, un trauma para ser sanado, o la raíz de un problema que Dios quiere resolver.

¿Cómo se recibe este Carisma?
Según el P. De Grandis, toda persona que ha recibido la Efusión del Espíritu tiene en sí este Carisma. El problema está en cómo conocerlo y cómo empezar a practicarlo. Para ello veamos un ejemplo:

Entre los dones naturales que el hombre recibe al nacer, se encuentra el nadar. Sin embargo el bebé por sí mismo ni lo conoce, ni lo practica.

Es más, a fuerza de no practicarlo, lo pierde. Luego, si lo quiere recuperar, tiene que hacer grandes entrenamientos para aprenderlo. Si una madre arroja a su bebé al agua, comprobará que su niño nada perfectamente por el don de la naturaleza, libre de prejuicios.

Veamos ahora lo que ocurre con el don de lenguas que también se recibe en la efusión del Espíritu. Puede ocurrir que, por prejuicios racionalistas, el bautizado en el Espíritu vea pasar años antes de recibir este carisma; pero cuando se decide a aceptarlo por fe, se abandona al Espíritu y empieza a mover los labios, la lengua y la garganta, entonces se produce en él, como la cosa más natura del mundo, el fenómeno carismático de las lenguas.

Entre los dones naturales existen la intuición, la premonición, la telepatía, la percepción extrasensorial. Y ¿no podrá Dios comunicarse con sus criaturas de manera mucho más sublime? Todos sabemos que Dios nos habla en la oración a cada uno personalmente, y ¿no podrá hablarnos para comunicarnos mensajes de salvación para nuestros hermanos? Esto es lo que llamamos Palabra de conocimiento.

¿Cómo se percibe?
La palabra de conocimiento se percibe en un clima de oración y unión con Dios. De ordinario, después de haberla pedido al Espíritu Santo Paráclito. No olvidemos que Paráclito significa: "El que acude cuando se le llama". La manera práctica es: orar en lenguas para borrar de la mente cualquier distracción y así dejar espacio al Espíritu para comunicarse con nosotros. En este clima la palabra que viene a tu mente es de Dios.

Basta con creerlo y tener fe para actuar y proclamarlo. Jesús ha prometido que: "quien diga a este monte: levántate y échate al mar y no vacile en su corazón, sino que crea que se hará, lo obtendrá". Mc. 11,23.

Algunos ejemplos
En la última Eucaristía de sanación que celebré en el Templo de la Renovación Carismática de Madrid el Señor me dio esta palabra: "Rodilla sanada". Yo lo anuncié en fe. La respuesta fue inmediata. Una señora se levantó y dio testimonio: "Hace meses me caí en Marbella y me hice daño en una pierna. Me llevaron a urgencias. Me dijeron que tenía que operarme del menisco en la rodilla, pero no me operé. Nada más escuchar la palabra de conocimiento empecé a oír pequeños chasquidos en mi rodilla y se me quitó el dolor hasta quedar completamente bien.

En julio de 1997 se celebraba una Misa de sanación en Tenerife, en el Monte de la Esperanza. Hubo numerosas palabras de conocimiento.

Una de ellas fue: "Una persona está siendo sanada por el Señor de un oído completamente sordo". Enseguida se presentó a dar testimonio un hombre que afirmó: "Llevo muchos años sordo. Ahora he empezado a oír perfectamente": Terminada la Eucaristía, vino a decirme que en agradecimiento a Dios que le había curado, quería dedicar sus ratos libres a ayudar a los ancianos de una residencia.

En otra ocasión Dios me hizo ver mentalmente el paisaje nevado de una ciudad, como si desde una ventana contemplase multitud de tejados cubiertos por la nieve. Yo había pedido a Dios una palabra de conocimiento para ayudar a una persona a sanarse de un trauma. El paisaje nevado puede significar muchas cosas, pero yo no debo interpretarlo.

Es la persona interesada la que debe hacerlo. Ella me dijo: "El trauma que yo arrastro empezó en invierno en una ciudad muy fría donde yo habitaba". Entonces fue el momento de orar al Señor por la sanación de ese trauma.

Resumiendo
¿Quién puede tener la palabra de conocimiento? Cualquier cristiano que crea en el poder del Espíritu, que viva unido al Espíritu, que lo invoque y le pida este don para un fin bueno.
¿Dónde se percibe? En la mente o en la imaginación. ¿Cómo se percibe? Como la profecía. Generalmente después de orar en lenguas.
¿Cómo distinguirlo de las ideas propias? Por venir después de la oración, cuando no han irrumpido en la mente las propias consideraciones.


LA PALABRA DE SABIDURIA
P. Carlos ALDUNATE, S.J.

La palabra de sabiduría es una moción del Espíritu que nos indica qué hacer, cómo actuar.
El sabio no es simplemente el más informado, sino el hombre que da mejores consejos.

En el libro de los Proverbios se hace el elogio de la sabiduría, atributo de Dios y don que él hace al hombre, imagen de Dios. Debemos pedir la sabiduría para saber cómo proceder.

En Jesús vemos una sabiduría que lo orienta siempre en sus actuaciones: qué hacer, qué decir, cómo actuar. Algunos pasajes del Evangelio son especialmente notables:

En Mt 22, 15-22, Jesús pide una moneda, para responder luego: "Den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios"; en Mt 17,24-27, leemos su solución al pago del impuesto del templo: él, como Hijo de Dios, es dueño del templo; no está obligado al pago del impuesto; pero "para no ofender" instruye a Pedro que eche el anzuelo, encuentre en la boca del primer pescado una moneda, y pague por los dos, Pedro y Jesús. Hay personas que poseen un don permanente de sabiduría (es uno de los siete Dones del Espíritu Santo y crece en nosotros como gracia de santificación); hay quienes reciben un carisma de sabiduría, como gracia, propia de su oficio en el Cuerpo de Cristo, como es el caso de un Obispo, un juez cristiano, un abogado, médico, maestro... Estos están llamados a vivir en receptividad a las mociones de Dios.

Las "palabras de sabiduría" se dan también ocasionalmente a las personas que las necesitan en un servicio para el hermano.

Hagamos la prueba. Ante problemas complicados cuya solución se nos escapa, pidamos con constancia cada día una palabra de sabiduría. Comprobaremos la promesa del Señor (Lc 18, 1-8). También en problemas más sencillos, pidamos: "Señor, dame tu sabiduría para saber cómo actuar"(Cfr. Sant 1, 5-6).

CARISMA DE SABIDURIA
Precisiones y aclaraciones
P. Ceferino SANTOS, S.J.

No resulta fácil hablar del carisma de palabra de conocimiento y de palabra de sabiduría (1 Cor 12,8). A veces, se dan tan unidos estos dos carismas que podemos mezclarlos y confundirlos. En otras ocasiones, para distinguirlos más, se remite la palabra de sabiduría hacia campos de percepción de Dios y de las cosas divinas hasta confundirlo con el don de sabiduría, que es un hábito sobrenatural infundido en el alma por el Espíritu para conocer las cosas de Dios con facilidad y simpatía. Alguien escribe: 'Las palabras de sabiduría tienen poder para entreabrirnos los misterios de Dios y para captar las cosas del Espíritu de Dios (1 Cor 2,14)". Esto más que palabra de sabiduría es don de sabiduría. Debemos distinguir claramente el don permanente de sabiduría, que nos ilumina y santifica, del carisma transitorio de palabra de sabiduría, que aprovecha a otros.

Tampoco puede confundirse el carisma de conocimiento con el don de ciencia, que hace que bajo el influjo del Espíritu juzguemos rectamente de las cosas terrenas en su relación con nuestro fin último de modo habitual. La palabra de conocimiento es un carisma pasajero que ayuda a la persona que la recibe para vivirla como una manifestación del Espíritu Santo, que le toca el corazón y que la cura.

Así, "la palabra de conocimiento dice lo que el Señor desea hacer o está haciendo en otra persona; por ella el Señor interpela al hombre o le toca, más. frecuentemente, en donde él está herido por el pecado o la enfermedad" (E. Garín, Qui fera taire..., p. 139). Por ejemplo, uno anuncia: "El Señor está curando a un hombre de 29 años que tiene asma desde los cuatro".

Se trata del carisma de palabra de conocimiento. Y añade: "El Señor le pide para curarse que perdone a su padre, que les abandonó a los cuatro años y les dejó a él y a su madre sin dinero". Esta es palabra sabiduría que indica el remedio y el poder de Dios para curar. La palabra sabiduría es portadora del poder del Espíritu para otra persona (IB.,p.128).

Mons. Vicent M. Walsh dice que "palabra de conocimiento es la acción de Dios que mueve a una persona a transmitir a otros verdades religiosas de modo que la presencia y el amor a Dios se experimentan y el pueblo es movido a buscar a Dios" (Lead my People, p.79). Mons. Walsh, en cambio, define la palabra sabiduría como "el poder de Dios que ilumina a una persona para hablar una palabra eficaz de modo que el querer de Dios se realice en una situación concreta" (Ib,).

El P. Robert DeGrandis adopta un camino práctico para distinguir la palabra de conocimiento de la sabiduría: " Mientras oramos, buscando ayuda del Espíritu Santo a través de los dones carismáticos comunes, es el Espíritu Santo el que revelará especialmente por medio del don de conocimiento, cuál es la verdadera raíz y causa del problema o problemas de una persona. Entonces procedemos con palabra de sabiduría, según nos conduce el Espíritu Santo, y nos movemos con su poder.

El don carismático de palabra de conocimiento es el diagnóstico del Espíritu Santo. El don carismático de palabra de sabiduría es la receta del Espíritu Santo (La palabra de conocimiento, p.14).

La distinción del P. DeGrandis es útil en muchos casos para distinguir estos dos carismas, sabiduría y conocimiento, aunque no agote todos los casos y posibilidades que abarcan. Otro punto de vista muy interesante lo expone así Maximiliano Calvo: "La palabra de conocimiento es una revelación del Espíritu de Dios de hechos pasados o de cosas existentes o sucesos que tienen lugar en el presente. La palabra de sabiduría es revelación de Dios sobre sus propósitos acerca de su pueblo, o acerca de cosas y sucesos del futuro. Por la palabra de conocimiento supo Juan la situación de las siete Iglesias de Asia; por la palabra de sabiduría pudo comunicarles la mente, la voluntad y los mandatos de Dios".

]oseph Hazzaya, místico sirio del siglo VIII hablaba del conocimiento por el Espíritu de ambos mundos: del mundo de Dios y del futuro, por la palabra de sabiduría; y del mundo de los hombres y del pasado por la palabra conocimiento. Según esto, el carisma de la palabra de conocimiento nos revela problemas de los hombres y sus raíces en el pasado; la palabra de sabiduría, en cambio, nos manifiesta ostensiblemente la acción y las soluciones de Dios a problemas concretos.

Otros nos hablarán de que por la palabra de conocimiento no sólo nos desvela el Espíritu de Dios lo que sucedió o sucede en el hombre, sino también en los espíritus de mal y en las cosas afectadas por el pecado y que Dios quiere restaurar para salvarnos. En muchos de los comentaristas se dan grandes coincidencias en la explicación de las palabras de conocimiento y de sabiduría. Desde el discernimiento de estos carismas iremos fijando mejor sus características prácticas, pues no se trata de construcciones mentales sino de dones concretos y de manifestaciones llamativas del Espíritu de Dios, que tratamos de analizar desde sus características especiales. Que el Señor nos haga conocer y vivir sus carismas.

DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS
P. Carlos ALDUNATE S.J.

Este carisma consiste en reconocer con luz divina el origen de los pensamientos, deseos y acciones que podrían venir de Dios o de un espíritu malo.

Hay mociones que son tan manifiestamente malas que no se necesita un carisma para detectar su origen y para rechazarlas de plano. Pero hay también invitaciones a un bien aparente que no vienen de Dios sino del espíritu de las tinieblas.

San Juan escribe: "No crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus" (1 Jn 4,1). Hay reglas de discernimiento que pertenecen a la prudencia cristiana y aún al carisma de sabiduría, pero existe también este carisma de discernimiento, que da la capacidad para distinguir intuitivamente lo bueno y lo malo. A veces esta distinción se manifiesta por colores o por olores o por sonidos o por sensaciones físicas.

El ámbito de este carisma es amplio, ya que abarca el discernimiento de aspiraciones y de proyectos (pueden ser buenos en sí mismos, pero no son los que quiere Dios en ese momento), de doctrinas, de personas y de sus actitudes, de carismas (¿son realmente inspirados por Dios?).

La última palabra en el discernimiento para orientación de la Iglesia pertenece ciertamente al Obispo, como lo indica el Concilio Vaticano II (L.G. n.12) y lo recuerda Juan Pablo II; pero esto no impide que el Señor confiera el carisma cuando quiera aún a los más humildes e iletrados, y habitualmente a los grupos reunidos en su nombre (Cfr. Mt 11,25-26; 18,20).

Siempre debemos tener presente que el discernimiento, quizás más que los demás carismas, necesita un alma muy purificada, porque somos tan fácilmente influenciados por temores, intereses, prejuicios, presiones...

Hay una afinidad especial entre las bienaventuranzas y el discernimiento (Cfr. Mt 5,3-8; Sof3, 11-13).

 El carisma de discernimiento es un caso particular del carisma de ciencia y está relacionado con la sabiduría, ya que las invitaciones de la inspiración piden una respuesta de nuestra parte. Por esto, las líneas divisorias entre uno y otro de los carismas de pensamiento no son siempre netas. Pero esto no tiene mayor importancia.

Visiones, locuciones...

Estas no son carismas especiales, sino una manera de recibir las mociones de Dios. Dios nos habla de muchas maneras: por sueños, por imágenes mentales (que serán más o menos intelectuales, imaginativas, emocionales, aún exteriormente sensibles), por palabras que se oyen interiormente o aún exteriormente, por sensaciones musculares, por olores, por músicas, etc.

Los carismas de ciencia, de sabiduría, de discernimiento pueden revestir todas estas formas, y muchas más. De alguna manera, la gracia de Dios debe hacer impacto en nuestro cuerpo o en nuestro psiquismo. De allí la importancia de preguntar: Señor, ¿qué quieres tú decirme con esto?".

Ejercicios
Es posible ejercitar la receptividad a estos carismas. Solamente Dios es el dueño de ellos, y los da cuando él quiere en su infinita sabiduría; pero, de hecho, él los da con más frecuencia de la que nos imaginamos. No somos conscientes de ellos por nuestra superficialidad y dispersión. Por otra parte, si nos abrimos a los carismas podemos estar seguros de que percibiremos muchos de estos carismas.

Para ayudar a esta apertura, hagamos los ejercicios siguientes:

1° Pedir al Señor que aumente en nosotros el deseo del bien de los demás, y el deseo de servirles, confiando en que ponemos lo que está de nuestra parte, pero que es Dios quien hace la obra.

2° Pedir la gracia de estar atentos a las necesidades de los demás, pero también a la moción interna de acudir nosotros con nuestra ayuda. No estamos llamados a remediar todos los males, pero sí a aportar nuestra parte.

¿Cuándo sí; cuándo no? Aquí pedimos (y recibimos) palabras de sabiduría.

Es lo que Cristo prometió: "El Espíritu Santo los conducirá a ustedes a la verdad" (Jn 16,13). 

TIPOS DE DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

1º - Existe un discernimiento espiritual "normal", propio de estados de alma tranquilos, cuando se da un proceso racional, ayudado por la fe y la caridad, para captar lo que agrada a Dios y viene de su Espíritu y lo que no viene de Dios. (v.g. visiones que no aprovechan espiritualmente, quitan la paz, llevan al orgullo. No son de Dios).

2º - Discernimiento "doctrinal": se apoya en la conformidad o no de lo que se valora con la doctrina de la Sagrada Escritura, de la tradición eclesiástica y del Magisterio jerárquico. Si algo va contra estas tres instancias no es de Dios.

3º - Discernimiento espiritual por mociones interiores de "consolación y desolación" para conocer lo que viene o no viene de Dios (San Ignacio de Loyola).

4º - Discernimiento "carismático": puro don de Dios y gracia del Espíritu con captación inmediata causada directamente por el Espíritu de Dios de realidades espirituales y de la actuación de los diversos espíritus con convicción profunda.

Estas clases de discernimiento pueden encuadrarse o en el discernimiento individual o en el comunitario.

EL CARISMA DE LA FE
P. Vicente BORRAGÁN O.P.

"A otro, fe en el mismo Espíritu" (1 Cor, 12,9).

El carisma de la fe no debe ser confundido con la virtud teologal de la fe. Se trata de una gracia especial, dada por el Espíritu a algunos fieles, para edificar a la comunidad. Alguien ha definido ese carisma con estas palabras: "Es una súbita oleada de fe para creer confiadamente, sin dudar en absoluto, que lo que hagamos o hablemos en el nombre de Jesús, sucederá". Es la fe que mueve las montañas, según todos los comentaristas: "Tened fe en Dios" (Mc 11,22-23). "Se trata de un carisma que puede hacer posible lo imposible".

"La fe, como carisma, es la firme certeza de que Dios va a hacer aquí un milagro. El que está dotado de ese carisma sabe, en un momento determinado, que una situación sin esperanza no lo es en absoluto, que Dios va a intervenir y que todo va a ser cambiado para honra y gloria de su nombre". Es la fe que hace milagros y edifica a la comunidad.

El texto de San Pablo sobre el carisma de la fe podría ser entendido también de esta manera: "Y a otro, el mismo Espíritu le da una fe fuerte". San Pablo debía pensar también en el poder dado a algunos fieles para confortar en la fe a otros. La Iglesia, las comunidades y los grupos necesitan de la presencia de esos hermanos que contagian entusiasmo y seguridad. Todos necesitamos de la fe de los demás para vencer las dudas.

Los fieles que están dotados de una fe poderosa confortan a los débiles, robustecen a los que están tentados, animan a los que pasan por dificultades, son como una luz en medio de la noche de la vida. La presencia de esos hermanos, fuertes en su fe, contribuye a edificar la comunidad. .

DON DE CURACIONES
Mons. Alfonso URIBE JARAMILLO

SAN PABLO pone a continuación del Carisma de fe el de sanaciones. Este don encuentra resistencia en muchas personas que oyen hablar de la Renovación Espiritual. "Que no me vengan ahora con milagritos y curaciones", dicen entre despectivos y preocupados. ¿Por qué esta posición tan negativa y tan enfática? Porque no se tiene en cuenta que si es un don del Espíritu Santo merece aprecio, y porque no se tiene una idea precisa de su realidad y de su ejercicio.

Un hombre tan serio como el Cardenal Suenens ha escrito en su libro "¿Un Nuevo Pentecostés?" lo siguiente sobre este asunto: "La renovación del sacramento de los enfermos nos invita a interrogarnos acerca de nuestro comportamiento personal y religioso respecto a ellos mismos, renovando nuestra fe en la oración a favor de su curación de ellos.

El ministerio de la curación ha jugado en vida de Jesús un gran papel, para que ahora no deba continuar a través de sus discípulos aquélla su obra de misericordia y de restauración de la salud física y moral.

Él entonces nos exige, por supuesto a nosotros, para que se le permita actuar a Él, como lo hizo tan a menudo, se nos exige tener una gran fe expectante y confiada, semejante a la de aquella mujer que habiendo tocado tan sólo la orla de su vestido fue curada porque una gran virtud brotaba de él.

Por otra parte bien se conoce cómo en la Iglesia primitiva, se llevaban a cabo grandes curaciones en nombre del Señor realizadas por los mismos apóstoles, las cuales impresionaban a las muchedumbres.

Este carisma de la curación se encontraba no tan sólo en las manos de los Apóstoles, sino también entre las de sus discípulos, tales como el diácono Felipe, del cual se dice: "que porque se le escuchaba y se le veía hacer milagros, la muchedumbre aceptaba su predicación... y toda la ciudad se veía penetrada por una gran alegría". (Cf. Hech 8,6-8).

Esta fe en el poder del Señor, operando en favor del enfermo, a través de nuestra plegaria, es preciso que la renovemos. A este respecto no debemos temer dejarnos interpelar por ciertos ejemplos de fe viva que nos llegan desde nuestros hermanos protestantes. Por otra parte vamos viendo cómo renace en el seno de la Iglesia Católica, dentro de sus medios más influenciados por la renovación carismática, la práctica de la oración colectiva en favor de los enfermos.

Por mi parte me siento invitado a reexaminar mi comportamiento acerca de aquéllos a los que visito; cuando yo veo en la comunidad de cristianos reunidos en la habitación de un enfermo, cómo ruegan por él espontáneamente extiendo mis manos sobre él en un gesto que recuerda al de Jesús en el Evangelio y que expresa la comunión cristiana alrededor del que sufre. No osamos creer por supuesto que nosotros somos Cristo vivo que obra en nosotros. No osamos creer que la oración lleve necesariamente al milagro.

Es preciso que los responsables de la doctrina, en todos los niveles, nos enseñen de nuevo y más profundamente, el verdadero sentido de la plegaria, siempre eficaz según el pensamiento de Dios; la forma del amor paternal de un Dios que lo es de vivos más que de muertos, que no es origen del mal y que desea el bien integral para sus hijos; el sentido purificador y transformador también del sufrimiento aceptado, el que Dios concede a aquéllos a quienes ama.

Es menester que nuestra oración englobe toda la complejidad de lo real: hay enfermedades de todas clases, visibles e invisibles, somáticas, sicológicas, patológicas, debidas a traumas ocultos y antiguos.

Nuestra plegaria debe comprender a todo aquello que tiene necesidad de ser curado; y debe exponer a los rayos de la gracia a todo lo humano en sufrimiento, tanto lo presente como lo pasado.

Es preciso recordar y sostener que Jesús fue ayer como sigue siendo hoy; es decir; el Maestro tanto del pasado como del presente. Si el milagro de la súbita curación espectacular es raro, la curación progresiva y lenta se encuentra también ella, bajo la acción de Dios. La oración entonces se sitúa en el mismo corazón de ella. Todos sabemos por lo demás, que la medicina ha dejado de ser ya materialista y positivista y cada día aparece como más consciente de las múltiples correlaciones que se dan entre los contenidos humanos y lo psicosomático.

A la luz de una enseñanza cristiana renovada hoy acerca de la oración y de la curación no se puede sino desear vivamente que consideremos de veras en el mismo corazón nuestro - incluso fuera del contexto sacramental y sacerdotal- aquellas recomendaciones de Santiago: "si alguno de vosotros enferma, que llame a los presbíteros de la Iglesia y que oren sobre él después de haberle ungido con óleo en nombre del Señor. La oración de la fe salvará al paciente y el Señor le curará...

Rogad los unos por los otros, a fin de que seáis curados". (Sant. 5,14-16). No olvidemos que el Espíritu Santo en persona no es sino la Unción viva y divina a través de la cual Jesús continúa su obra".

Debo confesar que mi posición frente al Carisma de curación era muy negativa hasta hace unos años. Gracias al Señor veo ahora más claro y compruebo cada día su realidad y riqueza.

¡Lástima, sí, haber perdido tanto tiempo! .

LA SANACION FISICA
P. Carlos ALDUNATE, S.J.

Muchas veces los resultados son simples y llamativos. Pero recordemos que frecuentemente se trata de enfermedades sicosomáticas; de modo que en esos casos no se produce una verdadera sanación física si no va acompañada de una sanación interior.

Petición simple

Es sencilla: "Señor, te presento a tu hijo(a). Tú lo(a) amas y él(ella) está enfermo(a) . Te pido que lo(a) sanes; tú sabes el cómo y el cuándo".

Se puede tocar al enfermo para hacer más tangible este puente de oración y sanación. Se recomienda que esta "imposición de manos" no sea un gesto solemne, sacramental, ni un gesto de sacerdote o de mago, sino un gesto fraternal: basta la mano sobre el hombro. (No conviene sobre la cabeza, para no interferir en los centros nerviosos).

Se ora poniendo la fe en Dios. Él es infinito amor y poder y sabiduría; él nos ha dicho que pidamos; al acudir a él, lo honramos como a nuestro Padre y a nuestro Dios. Creemos y confiamos en él.

No ponemos nuestra fe en la oración misma que hacemos, ni en la fe del enfermo, ni en nuestra fe o en los sentimientos que tengamos. Muchas veces pediremos con el sentimiento de que nuestra oración es inútil. No importa. Al pedir simplemente, sabemos que nuestra fe está puesta en Dios.

Petición con mandato
Agnes Sanford escribe que al orar por otra persona, solía recogerse primero para sentirse unida a Cristo y para poder orar con un sentimiento de unidad con él. Así terminaba su oración con las palabras: "Por Jesucristo nuestro Señor, Amén". El Amén era una confirmación; confirmaba la voluntad de que "así fuera".

Estas palabras y estos sentimientos pueden contribuir con un aporte subjetivo, sicológico, a nuestra fe. No son esenciales; pero tampoco dañan.

Con aporte imaginativo
Tanto Agnes Sanford como Ruth Stapleton solían usar con la oración aportes de su imaginación creadora. Así, imaginaban que ya se estaba efectuando la sanación de la parte enferma: corazón, pierna lo que fuera...mantenían ante sí la imagen de la persona completa, enteramente sana...

Se sabe que las imágenes ayudan la acción parasicológica del pensamiento y del deseo; pero no debemos adelantarnos a la voluntad de Dios. ¿Cómo sabemos que él quiere sanar ahora la dolencia física del enfermo? Él tiene su sabiduría divina; quizás quiera efectuar una sanación interior antes de una sanación física.

A no ser que tengamos una "palabra de ciencia" o una gracia de fe carismática acerca del enfermo por el cual oramos, no debemos imaginar lo que no sabemos si es real.

Otra cosa es dar una forma imaginativa a una realidad que conocemos por la fe. Así, podemos imaginar a Jesús que está al lado nuestro y que pone su mano sobre la nuestra...porque sabemos por la fe que estamos incorporados en el Cuerpo de Cristo. Cuando vivimos esa verdad y pedimos "en el nombre de Jesús", estamos pidiendo lo que sabemos que él pide con nosotros.

Lo importante es que pongamos nuestra fe en Dios y en lo que él nos ha revelado. No debemos poner la confianza en tales o cuales imágenes que expresan nuestra fe.

Oración colectiva
Jesús nos dice: "Donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (M t 18,20). La reunión de varias personas que oran por un enfermo supone el amor fraterno, llave importante para todo carisma.

Además la presencia especial de Jesús afirma nuestra fe.

DON DE MILAGROS
San Pablo coloca el carisma de "operaciones milagrosas" en seguida del don de las curaciones. Es muy importante partir del hecho de que son Carismas diferentes. Esto nos servirá para no hablar de milagros cuando el Señor efectúa la sanación por ministerio nuestro y para no creer que los milagros se presentan por todas partes y a cada paso.

Pero tampoco debemos caer en el extremo opuesto al negar la existencia de los milagros en la hora presente. Por falta de ideas claras acerca de la noción de milagro y de su fin en el plan salvífico de Dios, se llama milagro a lo que no lo es y se tiene una posición negativa y prevenida frente a una realidad tan importante como es el milagro en la vida de Jesús y en la historia de su Iglesia.

Conviene tener presentes algunas ideas expuestas por Metz en Sacramentum Mundi sobre este importante tema.

1. Desde el punto de vista teológico los milagros son signos que muestran la presencia del prometido reinado de Dios y que acreditan a los portadores históricos de esta promesa.

2. El milagro no es una demostración arbitraria de la omnipotencia de Dios, sino un testimonio del poder que tiene de producir nuestra salvación en Jesucristo. El milagro es un signo del poder y del amor de Dios que quiere salvar a todo el hombre y a todos los hombres.

3. No aparece oportuno definir negativamente el milagro como suspensión o ruptura de las leyes de la naturaleza. Más bien hay que definirlo positivamente como signo de la inclusión de la realidad entera de una economía histórica de Dios, que nos ama y quiere salvarnos. "En la obra de Jesús, tal como lo refieren los Evangelios, los milagros ocupan un lugar cuantitativa y cualitativamente importante.

Pero no aparece allí como simple proliferación de lo maravilloso, al margen del mensaje salvífico, sino que, más bien ellos mismos son evangelio, mensaje salvífico en acción. Puesto que los sinópticos normalmente designan el milagro con las palabras: acciones poderosas, deberíamos traducir este concepto por "manifestaciones del poder". Por lo demás, la palabra poder no insiste en el carácter excepcional de la manifestación o en la afirmación de la intervención transcendente de Dios, sino en la presencia de la salvación, que vence las "virtudes y potestades" del mal.

Como signo de la salvación el milagro alcanza su sentido pleno y su realización perfecta en Cristo, plenitud de la presencia salvadora y "sí" definitivo de Dios al hombre, en quien se hacen realidad todas las promesas. (2 Cor. 1,20).

Todos los grandes temas de los profetas y de la actividad mesiánica de Jesús se prolongan plásticamente en los milagros; primacía del reino sobre los cuidados materiales (diezmo sacado de la boca del pez); liberación del pecado (el paralítico bajado por el techo); victoria sobre el demonio (expulsión de los demonios); victoria sobre la muerte (Naim, la hija de Jairo); paradoja de la cruz y de la glorificación (el caminar sobre las aguas; tempestad calmada); esterilidad del que rechaza la salvación (higuera seca) y riqueza del que la acepta (pesca milagrosa; Pedro que camina sobre las aguas) ; Jesús mismo, en la sinagoga de Nazaret, lo mismo que en la respuesta dada a los emisarios de Juan Bautista (Lc 4, 16s;7, 18-23), une expresamente sus prodigios con las profecías mesiánicas de Isaías, donde cada don físico simboliza la salvación eterna y las riquezas del reino.

Todos los milagros son así preludio de su propia resurrección, que es el triunfo decisivo del poder de Dios y de la realidad escatológica más allá de todo signo, pero que, para la Iglesia que vive aún en la espera, se anuncia por el sepulcro vacío y las apariciones". (Pág. 599 S.M.).

4. Como testimonio divino, como acción simbólica que se añade al signo de la palabra y lo confirma, el milagro es uno de los principales lugares de mediación entre el mensaje y la fe.

El milagro es un signo que invita, pero no fuerza. Para Jesús el milagro no es el camino único de la fe, ni siquiera el más perfecto. Mucho más eficaz es el encuentro con su doctrina, y sobre todo con su persona. "Bienaventurados los que no vieron y creyeron". (Jn 20,29).

A partir de estas ideas debemos ver la importancia y medir la realidad de las "obras de poder" y de los milagros en la vida de la Iglesia en todas las épocas.

5. Jesús no limitó los milagros a su vida mortal. Él prometió continuar efectuándolos a través de sus discípulos. "En verdad, en verdad os digo que el que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas, porque yo voy al Padre". (Jn. 14,12). Así habló Jesús antes de su Pasión. ¿Qué importancia y credibilidad damos a estas palabras del Señor? ¿No las hemos convertido en una bonita frase para consolar a quienes estaban tristes por su partida?

¿ Y si el Señor no ha hecho nada grande a través de nosotros no será esto la clara manifestación de nuestra poca fe?

La acción poderosa del Señor en nosotros por medio de nosotros depende del grado de nuestra fe. Por eso antes de la Ascensión dice: "Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y aunque beban algún veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.

Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios". (Mc.16, 17-19).

La lectura de los Hechos de los apóstoles nos muestra cómo se cumplieron estas promesas del Señor en la Iglesia primitiva desde el día de Pentecostés.

Pedro ordena al paralítico de nacimiento: "en nombre de Jesús de Nazareno, anda" y tomándole de la mano derecha, le levantó, y al punto sus pies y sus talones se consolidaron; y de un brinco se puso en pie y, comenzado a andar, entró con ellos en el templo saltando, brincando y alabando a Dios". (He. 3,7-9). Este tullido termina saltando y alabando a Dios porque un hombre lleno de fe y del poder del Espíritu da una orden en nombre de Jesús.

No es Pedro quien sana, sino Jesús por medio de él. Con gran sinceridad este Apóstol dice a los presentes: ¿Por qué os admiráis de esto y por qué nos miráis a nosotros, como si por nuestro propio poder o por nuestra piedad hubiéramos hecho anda a éste? "Por la fe en su nombre, éste a quien veis y conocéis ha sido por su nombre consolidado, y la fe que de Él nos viene dio a éste la plena salud en presencia de todos nosotros". (Hch 3, 12 y 16). .

("Nuevo Pentecostes" Nº 57)

El baño de Luz

En la sanación interior hay circunstancias que obligan a proceder de diferente manera. Sentimos la necesidad de transcribir EL BAÑO DE LUZ que nos presentan el P. Darío Betancourt y Blanca Ruiz. Creemos que en muchos casos puede ayudar a las personas, como se demuestra en tantísimos ejemplos y que ellos, muy a menudo, han experimentado en su larga trayectoria evangelizadora.

Textualmente así lo explican.

1. QUE ES

Un baño de luz no es otra cosa que, con la ayuda del Señor Jesús, tratar de encontrar:

- Una respuesta a algo que nos molesta y nos hace sufrir.
- Una razón a aquello que nos impide ser felices y no nos permite progresar espiritualmente.
- La causa a un bloqueo o trauma.
- Una luz para aquella oscuridad que produce una parálisis en la vida espiritual.

Ejemplo: Una persona que vive siempre agresiva, malhumorada, todo le disgusta, nada le agrada, etc. Este estado tiene una causa, pero en muchas ocasiones no se sabe cuál es. Entonces se le pide al Señor que la manifieste, la ilumine, la saque a flote. Jesús, que es luz viene a iluminar y sanar. La presencia de Dios es sanadora.

Para ilustrar mejor lo que es un "Baño de luz" trasmitimos el caso de una religiosa que hacía treinta y dos años estaba en el convento.

Durante los primeros veinte años viví muy feliz. Pero durante los últimos doce años sufrí un infierno. No quería a nadie, ni nadie me quería. Pedí ayuda para remediar mi mal y me aconsejaron un baño de luz.

Por la noche, estando en la capilla, le dije al Señor:

- Señor Jesús: ilumíname ¿cuál es la causa por la cual vivo tan aburrida en el convento por estos últimos doce años?
Vi entonces que del sagrario salía el Señor Jesús e iba acercándose muy sonriente y muy amoroso. Me quedé mirándole y cuando ya le tuve cerca le volví a preguntar:
- Señor. ¿Por qué vivo tan aburrida en mi vida religiosa? Señor, ¿por qué no tengo la alegría del principio?

El Señor me contestó:
- ¿Qué relación hay entre esas revistas que estás leyendo y yo? ¿Por qué pasas tanto tiempo entretenida hojeándolas?

Le respondí:
- Señor, pero esas revistas no son pornográficas. . .

y el Señor me dijo:
- Precisamente porque no son pornográficas las lees, pero te están llenando del mundo de vanidades que te vacían de mí y te disipan, separándote de mí. Tú me has sacado de tu corazón. Tú ya no sientes lo que antes sentías por mí. Ni lo mío te enamora, ni te atrae. Esta es la razón por la que vives tan aburrida en la vida religiosa.

Esta religiosa hacía exactamente doce años que estaba leyendo revistas del mundo que en vez de llevarla a enamorarse del Señor cada vez más, lo que hacían eran distraerla y separarla de su amor, y le habían arruinado su vida de oración. El Baño de luz le hizo conocer el origen de su problema.

En un retiro en Guatemala, mientras hacía el baño de luz uno de los asistentes narró la siguiente experiencia:
Cuando sentí la presencia del Señor empecé a hablarle y, me sentí muy disgustada con Él y le reclamé llorando que no me amaba y nunca me había amado. El Señor me contestó.
- Yo siempre te he amado.

Entonces yo le reclamé:

- Yo no creo que tú me ames, porque si tú me hubieras amado, ni me hubieras quitado mi madre a la edad de ocho años.

En ese momento sentí cómo el Señor me recostaba contra su pecho y con mucho cariño y amor me acariciaba y me secó las lágrimas. Mirándome me dijo:

- ¿Crees que no te amo porque me llevé a tu madre? ¿Sabes? Cuando vine a buscarla era porque ya había cumplido la misión que le había confiado y esa misión era la de darte la vida. Yo estoy satisfecho con ella y quise traerla conmigo para darle el premio que le tenia prometido ¿o crees que hubiera sido mejor que ella estuviera hoy contigo pasando estos años paralizada y enferma como estaba?

Sentí que Jesús me colocaba sobre los brazos de la Santísima Virgen y me decía:
- Mira hija, sí has tenido madre. No has estado sola nunca. Mi madre que también es tu madre ha estado contigo y te ha acompañado siempre.

Sentí que la Virgen me abrazaba y me acariciaba, a tiempo que me cubría con su manto y me decía:
- Hija, siempre he estado contigo. Te amo mucho. Eres mía.

Entonces sentí que mi vida se llenaba de alegría. Luego Jesús me miró y me dijo:
- ¿Por qué no me entregas a tu mamá? ¿Puedo llevarla conmigo?

Por primera vez puse a mi madre en las manos del Señor y la recordé con profunda paz.

Luego el Señor me dijo:
- Voy a mostrarte que sí te amo y que nunca te he olvidado y siempre he estado contigo. ¿Quieres ver cómo te amo? ¿No te has dado cuenta que te di un esposo y unos hijos que te aman y se preocupan por ti?

¿No eres feliz en tu hogar? Hija, yo amo a los míos dándoles lo que necesitan.

Entonces sentí que me abrazó y me dijo: "Yo soy tu verdadero Padre. Mi madre y yo te amamos y estamos siempre contigo".

Comencé a llorar, pero de gozo y con paz. Nunca había sentido tanto amor en mi vida. Por primera vez pude perdonar al Señor por este resentimiento tan fuerte que había en mi corazón y nunca había apreciado el amor, cariño, comprensión y bondad de mi esposo y de mis hijos.

2. DIFERENCIA CON LA SANACION INTERIOR

A. La sanación interior es para sanar una herida específica que se sabe y se conoce. El baño de luz es para pedirle al Señor que ilumine el por qué de algún mal, su razón o causa. Es algo desconocido.

B. La sanación interior necesita la ayuda y discernimiento de otra persona que ore por nosotros.

El Baño de luz se lo puede hacer la persone misma. Esta es la diferencia más peculiar.

En el siguiente testimonio encontramos a una persona que necesitaba luz en sus relaciones interpersonales.

Durante el "baño de luz" le preguntó al Señor:

- Jesús, ¿por qué me cuesta tanto trabajo dar el primer paso de reconciliación y siempre espero que sea la otra persona quien lo haga?

- Porque tú te ves a ti y no a mí. Tú siempre te juzgas bueno, que no tienes la culpa y no te fijas que yo, inocente, tomé la iniciativa para perdonar a los pecadores. Si en esos momentos, en vez de señalar culpables y condenarlos, me miraras a mí y me preguntaras qué haría yo en ese caso, encontrarías la respuesta.

3. TEXTOS BIBLICOS.

Algunos textos bíblicos nos iluminan maravillosamente en qué consiste el baño de luz. .

Jesús, luz del mundo (Jn 12,46) ilumina a todo hombre (Jn 1,9) para que el que crea en El no permanezca en tinieblas (Jn 12,46) sino que tenga la luz de la vida (Jn 8,12). Quien rechaza la luz se cierra a la salvación gratuita ofrecida por Dios (Jn 3,19-21).

Así como Dios lo primero que creó fue la luz (Gen 1,3), así para re-crearnos, hacernos nuevas criaturas (2 Cor 5,17) ha hecho brillar su luz en nuestros corazones para transformarnos, en Cristo, en luz para los demás; es decir, agentes de salud y salvación. (2 Cor 4.6).

No hay nada que pueda quedarse escondido a la luz de Dios. No hay secreto que no llegue a saberse (MC 4,22). Si con fe y sobre todo con sinceridad le pedimos al Señor Jesús que nos ilumine y sane nuestros males no hay nada que El no quiera y pueda hacer.

Cuando todas las cosas son puestas al descubierto por la luz, todo queda en claro, porque la luz lo descubre todo. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te alumbrará.
( Efe 5,13-14).

El que se acerca a la luz queda iluminado, como el que se acerca al calar se calienta, o el que se acerca al frío se enfría.

Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, nos visitará la luz que viene de lo alto para Iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
( Lc. l 1,78-79).

Este texto es clarísimo para ver qué es el baño de luz: ilumina una tiniebla, un problema, una dificultad y como consecuencia guía, lleva y da la paz.

Otros textos muy ricos sobre el tema de la luz de Dios que ilumina para sanar son: Lc 1,78-79 Jn 1,4-5 Hch 9,3 Am 13,1114 2C04,3-6 Ef5,8-9 CoI1,1O-14 1Ts 5,2-9 Stg 1,17 1Jn 1,5-7 Ap 21,23-24 SI18,29. Especialmente es de excepcional belleza el verso 1 del Salmo 27(26) que dice: Yahveh es mi Luz y mi salvación, ¿A quién temeré? Yahveh es el refugio de mi vida, por qué he de temblar?

Un día, en un retiro, una persona me dejó un mensaje en el altar. Me impresionó tanto que lo guardé para orar por ella. Decía así.

Desde hace muchos años estoy muy enferma, debido a la traición de un médico.

De este incidente me vino insomnio y un nerviosismo que me mata todavía. Por esta causa me vino la alta presión arterial. Para curarme me pusieron una dieta que resultó muy dañosa para mí. Por necesidad, me vi obligada a hacer limpieza en un lugar seco, sucio, lleno de lana y polvo. Esto me hizo contraer una bronquitis que desde hace un año me ha puesto tan mal que una noche la pasé casi sin respirar ya que tenía las narices tapadas.

Por no recibir inmediatamente la atención adecuada del hospital sufrí un infarto. Por esta razón, padezco invalidez. Hace muchos años me hicieron un maleficio: jamás puedo bañarme, ni mojarme siquiera. Una persona "muy piadosa", me ha hecho ese mal tan grave en mi salud y en otras áreas de mi vida.

Soy vieja, pero jamás sentí la vejez como ahora: enferma del corazón, bronquitis crónica y unos dolores terribles que entiendo son en las arterias del tórax, pues me dan por delante y por la espalda; son dolores matones. Además, terrible asfixia por las noches. Ahora sí parezco una vieja. Me da pena estar tan fea y tan inútil, molestando a todo mundo. Me muero de miedo, siempre he sufrido miedo y vergüenza. Permanentemente tengo la nariz tapada y sufro también de otros muchos males.

Pido ayuda, de otro modo ya no estaría viva. Afectísima amiga N.N."

Poco tiempo después de ese retiro donde les sugerimos que escribieran al Señor, me llegó esta bellísima carta:

Padre, yo soy la persona que le envié un escrito y se lo dejé sobre el altar contándole que un médico había abusado de mí. Pues durante el baño de luz le pregunté al Señor por qué vivía tan enferma del alma y del cuerpo. Él me dijo:

Querida hija:

Es cierto que la causa de tus males comienza con la deshonestidad de ese médico, pero también debes saber que mi ley es amar y perdonar hasta los enemigos. Así soy yo. Si se aman los unos a los otros el mundo va a saber que ustedes son mis discípulos. Este es el único signo por el que los van a identificar como míos.

Date cuenta muy clara de que hay que amar y perdonar a los enemigos porque así lo hice yo que los amé a ustedes cuando todavía eran malos y pecadores.

Aunque tú ya te has confesado del incidente con el médico, sin embargo lo odias inconscientemente en tu corazón. Perdónalo pero ojalá se lo dijeras personalmente, diciéndole al mismo tiempo que yo lo amo por sus debilidades y pecados; que se vuelva a mí para sanarlo.

Yo te amo mucho y te tengo en mi corazón. Jesús. " Padre Darío quiero que sepa que lo hice y no puedo expresarle lo que sentí. Nunca antes había tenido tanta paz, todo se ha transformado, amo mucho, hasta el punto de que todo me parece lindo, hasta las personas de mi mismo sexo me parecen hermosas todas. Todo me gusta, todo me agrada. Bueno estoy de luna de miel con Jesús. Pero lo más importante era decirle que estoy sana de todos los males físicos y espirituales. Hasta la cara como que se me desarrugó.

Alabado sea Jesús.

Con afecto.

Una agradecida con Jesús.

Respuesta inmediata

Los testimonios recibidos certifican que nuestro Dios nos responde inmediatamente cuando le pedimos que nos bañe con su luz.
Si la luz recorre 300 mil kilómetros por segundo, la luz divina es todavía más veloz para darnos vida en abundancia.
Una señora que tenía problemas por infidelidades constantes de su esposo le preguntó al Señor:

Señor, ¿qué debo hacer con tanta infidelidad de mi esposo?
- Perdón.

- Pero. Señor, ya le he perdonado una y mil veces y no mejora.

- Perdón.

- Lo que pasa es que perdonándolo se aprovecha de mi perdón. Ya me cansé de perdonarlo.

- Cuando te digo "perdón" no me refiero a que le perdones sino a que le pidas perdón por no ser la mujer que él anda buscando y no encuentra. Pídele perdón por no atenderlo como él necesita. Pídele perdón por juzgarlo y condenarlo, por no ser solícita y cariñosa como lo eres con otras personas.

4. COMO SE HACE

Es hacer lo que Jesús hizo en el huerto de los Olivos en Getsemaní:

A. Lugar tranquilo.
Se necesita ante todo un lugar tranquilo que invite a la oración, al diálogo. En Mc 5,37 -40 vemos cómo el Señor Jesús se quedó solo en la habitación con los padres de la niña y algunos de sus discípulos. Es decir, hizo un ambiente de recogimiento para orar. Es muy importante calmar el espíritu para entrar en oración.

B. Jesús muy humano.
Se debe imaginar al Señor Jesús de una manera muy humana, algo así como se apareció a sus discípulos después de su resurrección, y aunque su cuerpo ya está glorioso, no debe verse con rayos o luces, sino sonriendo y con sus llagas en sus manos y sus pies, como invitándonos a meter nuestros dedos en sus llagas, como lo hizo con su apóstol Tomás. Es necesario representarnos la persona del Señor de la manera más imaginativa y positiva posible.

. Bárbara Shlemon, en su libro "La Oración que Sana" escribe: El empleo de la imaginación en la oración, puede ayudarnos a. "creer que ya lo logramos".

En el New York Times (agosto, 1973) se cita al Doctor Walter Ghase, Director del Departamento de Investigación y Jefe del Departamento de Ciencias Básicas Visuales de la Escuela de Optometria del Southern California College en Fullerton:

"Lo que se ve con la mente es tan real, en un sentido, como lo que se ve por una ventana. No hay mucha diferencia fisiológica entre las señales que transmite la mente y la que transmite el ojo".

Por tanto la imaginación no es componente pasivo de nuestro ser, sino que puede convertirse en un elemento activísimo de nuestra oración.

C. Diálogo
La oración se desarrolla con un diálogo a solas entre dos personas: el Señor Jesús y tú. Nadie más debe venir a la escena. Los dos solos.

D. Diálogo de amor
Es un diálogo amoroso con el Señor. El ejemplo mejor para el diálogo que se debe sostener con el Señor durante el baño de luz es el que encontramos narrado en Jn 4, 1-26 cuando Jesús habla con la samaritana y mientras habla con ella la va sanando del odio racial. El baño de luz es poner en práctica la verdad de que Cristo está en nosotros y Él es la esperanza de la gloria que tendremos.

E. Silencio
Hacer silencio. Para escuchar las respuestas del Señor es necesario guardar silencio. Muchas veces no escuchamos a Dios porque no le damos tiempo a que nos responda. Siempre estamos hablando y volvemos la oración un monólogo y no un diálogo.

5. ESCRIBIR EN VEZ DE HABLAR

Hay personas a las que no les es fácil hablar con el Señor, pero sí pueden expresarse más fácilmente por escrito. Para esto, es buena cosa escribir una carta al Señor comentándole el problema y pidiéndole respuestas a las preguntas. Mientras el Señor responde, se debe permanecer en oración y silencio y una vez que comience a responder se debe escribir. Presentamos tres cartas de éstas.

En un retiro en Uruguay una mamá le escribía al Señor:
"Señor Jesús, yo tengo un serio problema con mi hija. Ella no tiene amor por tí como yo deseo. ¿Qué puedo hacer? Yo, Señor, con cariño espero tu respuesta porque mi hija tampoco me entiende. Confío en que tú me vas a ayudar". Petrona.

A los pocos minutos ella misma consignó la respuesta del Señor:

"Petrona, ten paciencia. Confía. Síguele hablando de mí. ¿Cómo quieres que ella crea en mí si tú antes no le habías hablado?" Jesús.

En un retiro en la Argentina un joven le escribe al Señor:
"Señor Jesús: Yo te pido que me des paciencia para que no sea impetuoso y conteste con groserías como lo hice hoy. ¿Por qué hablé tan fuerte si no era eso lo que quería hacer? Señor, contéstame Ayúdame". Oscar.

Jesucristo le contestó:

Aprende a consultarme. Aprende a oírme más, no sólo en los apuros sino también en todos los momentos de tu vida, de cada día. Ofréceme todo. Ama más. "Tú tienes que cambiar. Te dejas llevar por tus impulsos como fuiste siempre. Usa más palabras de amor como las que usas con Virginia. Saca todo eso que tienes dentro que es lindo y me gusta". Jesús.

En un retiro en Ciudad Obregón, México, una señora escribió:
"Señor Jesús, dime qué debo hacer en mi problema con mi esposo. Yo te platico a ti, Jesús amado. Hoy te pregunto: ¿Qué hago? Porque a ti no puedo engañarte y tú lo sabes que tengo siete años con este problema sin ver la solución y siempre he estado esperando en ti y no he sentido tu respuesta. Sólo tu silencio. Siento la soledad. Siento que me has abandonado en todos mis sufrimientos. He sentido todas las acusaciones sobre mí; se han hecho juicios muy severos y yo, Cristo Jesús, me siento inocente de lo que se me acusa y también arrepentida de mi pecado. ¿Qué hago? Hoy no me salgo de tu presencia hasta que me digas qué debo hacer y llevar tu respuesta. No quiero verte ensangrentado y crucificado por los pecados de mi compañero. Hoy quiero la solución y sé que me la darás". Margarita.

El Señor le contestó:

"Hija mía: Ven a mí. Hoy en este momento y día te doy la solución a tu problema. Unicamente tienes que hacer esto: declarar a tu esposo inocente delante de Dios. Estas dos personas que tanto daño te han hecho ponlas todos los días en la presencia de mi Padre que está en el cielo y decláralos inocentes y verás realizada la obra y planes de Dios que tiene sobre esta familia que Él está purificando". Jesús.

6. CUANTAS VECES SE HACE.

Tantas veces cuantas sean necesarias hasta recibir una respuesta del Señor a la necesidad pedida, hasta que Él ilumine la causa del mal. Se puede hacer en cada área de la vida que se necesite, para una circunstancia concreta o para sanar las heridas de ese día.

No existe tiempo preciso en cuanto a su duración. Varía mucho, de acuerdo a las circunstancias.

7. RESULTADO

Al descubrir la causa de nuestros males, el resultado lógico ha de ser que si ponemos en práctica lo que el Señor nos dice, va a realizarse en nosotros una transformación notoria. Si seriamente queremos saber la causa de nuestros males, Dios la revelará, y entonces:

- Seremos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y así nosotros mismos llegaremos a ser más y más como Cristo porque cada vez tendremos más y más de su gloria (2 Cor 3, 18), y la gloria que reflejaremos será la gloria del rostro de Cristo que es la misma gloria de Dios, el Padre.

- Brillaremos con la luz de estrellas en medio de este mundo oscuro (Filp 2, 15) porque somos luz del mundo (Mt 5,14).

- Irradiaremos paz, tanto para nosotros como para los demás.

Terminamos con la siguiente carta que nos llegó del Caribe: 14/1/85

Estimados hermanos Blanca y Darío:

Me dirijo a ustedes para que sean portadores de la maravilla que el Señor ha hecho en mí en el retiro llevado a cabo este fin de semana.

Soy médico y tengo 20 años de matrimonio, durante los cuales fui muy infeliz e hice infeliz a mi esposo a causa de una frigidez sexual, que estaba arruinando nuestro matrimonio.

Pero el Señor ha tenido misericordia de nosotros después de tantos años de sufrimiento.

Comienzo diciéndoles que si no hubiese sido médico, la fortuna que hubiese gastado en honorarios no la hubiera tenido, pues visité ginecólogos y endrocrinólogos, los cuales me refirieron al psiquiatra, psicólogo, psicometrista, y éstos últimos me refirieron al sexólogo, pues todos los test que se me hacían indicaban que tenía un trauma sexual, el cual, el único que podría resolverme el problema era el sexólogo.

Después de hacerme todas las pruebas aquí en el país, me las hicieron en los Estados Unidos, pero todas resultaban infructuosas al igual que los tratamientos indicados, pues yo seguía con el mismo problema de frigidez.

Al conocer al Señor (hace 10 años) puse mí enfermedad en sus manos. En varias ocasiones me mostró esta escena que vi a la edad de 5 años (ahora tengo 45 años):

Una señora tenía dos hijas y se dedicaba a comercializar con ellas. Estaba yo en mi casa y vi cuando una de ellas salía corriendo, y detrás un hombre. La madre había hecho trato con el hombre, pero la joven no quería y salió huyendo; esto dio lugar a que él la tomara e hiciera el acto en pleno patio en la presencia de varias personas que en ese momento pasaban por el lugar. Esta escena se me presentaba en varias ocasiones.

Cuando Blanca Ruiz nos puso a hacer el baño de luz, yo dije: Le voy a preguntar al Señor por qué la frigidez está acabando con mi matrimonio. Cuando ya iba a hacer mi pregunta, de improviso, se me presentó la escena anteriormente citada. Entonces le dije: Señor, ¿por qué veo esto si no es eso que quiero saber?

Él me contestó porque esa es la causa de la frigidez que tú tenias. Yo me sorprendí al oír "que tú tenias", y me sorprendí doblemente cuando verdaderamente me di cuenta que ya no había tal frigidez. El sábado en la noche, al regresar del retiro mi esposo y yo nos unimos en el acto conyugal y esta vez todo fue distinto a lo ocurrido en ocasiones anteriores, Estamos viviendo una verdadera luna de miel, pero una luna de miel distinta a la común pues nuestros queridos hijos están saboreando también de ella, porque ya no ven los padres de caras amargadas, sino sonrientes y una madre que se ve y se siente libre, y no aquella madre de cara dura, ya que no podía esconder lo que me pasaba.

Se me olvidaba contar que en la escena vi, cuando el Señor cogía de la mano a la madre, a la joven y a mi mamá, y le pregunté

- Señor, ¿a dónde las llevas? Él me contestó:

- "A perdonarlas y a llenarlas de amor"; y le pregunté de nuevo:

-¿ Y por qué mi madre, Señor? "Porque en tu interior, el rechazo que tenias a tu madre era debido a que tú la culpabas por no atenderte debidamente en ese tiempo". Mi madre estaba atendiendo en ese momento una tienda con la cual ayudaba a mi padre para nuestro sustento (5 hijos en esa ocasión).

Luego pregunté:

¿ Y el hombre que sedujo a esa joven?

Él me dijo: "Lo tengo entre mis brazos".

Vi la imagen de Jesús como si tuviera un niño en los brazos meciéndolo. Escribo este testimonio que no podía darlo ante el público. La gloria y alabanza para el Señor que libera a los oprimidos y a los hogares, y para ustedes bendiciones del Señor para que los siga utilizando en su viña.

Una liberada por el Señor.

(Una oración para el Baño de Luz se puede encontrar en la sección ORACIONES DE SANACIÓN)

Reconciliación y sanación

Introducción a la sanación
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.

Sabemos que el hombre es uno, es un ser cuyo cuerpo y alma están íntimamente unidos en la unidad de la persona, y cuando él se enferma es la persona que es atacada por el mal, cualquiera sea la esfera (física, psíquica, espiritual) que es directamente atacada. Si deseamos hablar de sanación debemos tener claro esta unidad del hombre, pero también tener en cuenta estos tres estados o niveles del hombre. San Pablo ya nos lo nombra en la carta a los Tesalonicenses: "Todo lo que es vuestro, espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprochable para la venida del Señor". (5,23)

En las oraciones de sanación comunitarias, no hacemos distingos entre curación física, psíquica y espiritual. Rezamos por la persona enferma. Llamamos a domicilio al Médico divino, y el Médico divino sabrá dónde poner las manos y cómo obrar para devolver la salud a la persona que sufre.

Como nos mueve dar a comprender la sanación misma y la dinámica que la acompaña para ayuda de los que están en este ministerio, vamos a tratar la sanación en los diversos niveles. En primer lugar veremos las diversas enfermedades que el hombre contrae y cómo el equipo de sanación debe enfrentarse con una persona que pide oración. Seguimos una exposición del P. Emiliano Tardif.

Acordémonos que hay:

1). - La enfermedad de nuestro espíritu, causada por nuestros pecados.
2). - La enfermedad emocional, causada por heridas emocionales a través de nuestras relaciones interpersonales o por la ansiedad o por traumas del pasado...
3). - La enfermedad física, causada por un mal o por un accidente...

Pero, además, cualquiera de estas tres enfermedades (pecados, problemas emocionales, enfermedades físicas) puede ser causada por una opresión diabólica. Y en este caso, siendo una causa distinta, se requiere un tratamiento distinto: la oración de liberación o el exorcismo.
Entonces, son tres enfermedades clásicas, pero cuatro clases de oración.

a). La oración de arrepentimiento, para sanar el espíritu, el alma.
b). La oración para la sanación interior, por la curación de los recuerdos, de las heridas emocionales, las heridas psicológicas.
c). La oración por la curación física, para las enfermedades del cuerpo.
d). La oración de liberación.

La oración de liberación, cuando se trate de casos de influencias de espíritus malignos, la dividimos en dos:

1). Hay una que se hace a través de un exorcismo litúrgico que hace el sacerdote delegado por el obispo, en casos de posesiones diabólicas.

2). La otra, es la simple oración de liberación que se usa para liberarnos de opresión diabólica, cuando hay una influencia maligna en el cuerpo, o de liberarnos de obsesión diabólica cuando es en la mente. Por ejemplo, alguien que sufre de una obsesión sexual, necesita de una oración de liberación de una obsesión diabólica. Alguien que sufre de un "espíritu de enfermedad" necesita una oración de liberación también, pero el Señor le libera de una opresión diabólica.

Hoy veremos la enfermedad de nuestro espíritu, causada por nuestros pecados y su sanación, a través de

La oración de arrepentimiento y
el Sacramento de la Reconciliación.
La enfermedad que invade más profundamente al hombre es el pecado; ella es la que toca al hombre en su espíritu. Y al mismo tiempo es la que desencadena todas las demás enfermedades, tanto psíquicas, como físicas. Nunca podremos valorar los tremendos daños que obra el pecado, sobre todo cuando es inveterado: la ceguera de la mente que oscurece la fe, la sordera a la voz de Dios y a la conciencia que embota la esperanza, la dureza del corazón que extingue la caridad; vuelve al hombre incapaz de relacionarse con Dios por haber resentido profundamente su organismo sobrenatural.

Solo Dios puede llegar al espíritu del hombre para sanarlo.

Tomo unos pensamientos de "La plegaria para la curación" de Matteo la Grua.
La sanación espiritual implica una conversión. Ésta puede ser instantánea -y entonces es un milagro - y puede ser gradual - y entonces es un proceso por etapas -, pero sobre una línea continua. Es la penetración del Espíritu Santo en el espíritu del hombre, es el camino de Dios en la vida del hombre, que cambia su modo de ser. Es una transformación en la mentalidad del hombre, en el pensamiento del hombre, en la voluntad del hombre, en el mundo afectivo del hombre, a los que el Espíritu los lleva a una nueva vida en Cristo.

Esta conversión, o sanación espiritual, ocurre por vía sacramental a través del sacramento de la reconciliación; o por vía extrasacramental, en un contexto de oración en el Espíritu Santo.

Siempre el punto central de esta sanación radica en el sacramento de la reconciliación, donde es el Señor mismo el que recibe al penitente y lo inserta profundamente en su vida divina, haciéndolo pasar por su muerte y su resurrección, mediante el Espíritu.

En este contexto, hay que tener presente dos cosas importantes.
La primera es que la confesión que desemboca en una curación del espíritu es generalmente el último estadio de un proceso interior de conversión iniciado por Dios; es el epílogo de una intervención de Dios, a menudo resistido por la persona, que finalmente rompe el yugo que tenía sobre sus hombros. Sin estos signos de Dios sería dudosa que la confesión desemboque en una efectiva curación.

La otra, es la importancia que tiene la oración, principalmente comunitaria, hecha en el Espíritu. Esta oración es importante para reclamar que el Espíritu penetre en el corazón del hombre para que dé el primer paso de conversión; tenemos entonces, la oración de arrepentimiento que dirige su plegaria contra la ceguera para recobrar la vista espiritual a través de la Palabra de Dios; que dirige su plegaria contra la dureza de corazón, que hace hincapié sobre la bondad de Dios; y que dirige su plegaria contra la sordera espiritual para que oiga la Palabra de Dios. En la oración de arrepentimiento, los instrumentos humanos (razonamientos, discusiones, reflexiones, persuasiones, exhortaciones, llamadas al corazón) no sirven de mucho. Sólo la gracia de Dios puede sanar; gracia que podemos canalizar a través de la Palabra de Dios, pero que debemos hacer descender desde el cielo a través de la oración humilde y constante, que atraviesa las nubes y llega hasta el trono de Dios.

La oración es también muy importante como apoyo y sostén de la confesión, al tiempo que ésta se realiza. Si respalda al ministro y al penitente una comunidad en plegaria, es decir, la Iglesia orante, Dios dispensará abundantes gracias de luz, de buena voluntad, de fuerza, para que ese acto sacramental señale la iniciación de una nueva fase de vida espiritual.

La grandeza del Sacramento de la Reconciliación no se comprende si no entramos en el corazón de Dios, lleno de misericordia y compasión hacia sus hijos. Una de las figuras más claras de este sacramento lo encontramos en la parábola del hijo pródigo que Lucas nos relata en su evangelio.

Para entender mejor este sacramento y para sacarle el mayor provecho, veamos tres momentos de gracia de Dios que se dan en el sacramento de la Reconciliación. Para ello, seguimos al P. Darío Betancourt, en su libro "Fuentes de sanación".

a). El momento de "perdón" cuando Jesús perdona a la persona.
b). El momento de "liberación" cuando Jesús desata a la persona.
c). El momento de "sanación" cuando Jesús pasa su mano sanadora sobre la persona, curando todos los recuerdos malos del pasado y sanando todas las heridas causadas por la experiencia desagradable durante y después del pecado.

a). Momento de perdón.
El primer momento de la gracia de Dios que actúa en una persona es cuando la persona decide pedir perdón al Padre. Aunque este momento es simplemente el comienzo de un proceso de reconciliación, la persona que pide perdón y tiene la intención de confesar su pecado ya está en camino de ser sanada. El Señor nos invita primero a pedir perdón y perdonar a los demás. Es el comienzo de restablecer relaciones entre personas y entre ellas y Dios.

Un ejemplo lo tenemos en la historia de la mujer samaritana (Jn.4, 1-42) La condición que Jesús presentó a la mujer samaritana para ser perdonada (arreglar la situación con su marido), es la misma condición que nos ofrece a nosotros. En el sacramento de Reconciliación Él exige perdón antes de todo. Normalmente no habrá liberación y sanación hasta que haya perdón verdadero, perdón pedido por nosotros por nuestros propios pecados, y el perdón por los que pecaron contra nosotros.

Pedir perdón, perdonar a los demás, perdonarnos a nosotros mismos, es obra de la gracia de Dios; gracia, que a través de la oración, debemos pedir con toda humildad.
Muchas personas, por falta de perdón, no llegan a liberarse de un pecado, de un vicio de pecado, a pesar que lo confiesan semana tras semana.

b) Momento de liberación.
No podemos quedarnos con sólo pedir perdón y perdonar, porque el Señor nos perdona. Debemos también confesar nuestros pecados para ser libres de ellos. Por eso el apóstol S. Juan dice:
"Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de toda iniquidad".

Un buen médico solo necesita para sanarnos que le declaremos nuestra enfermedad; no pide que le enseñemos a curarnos. Hagamos, pues, simplemente que Jesús vea bien desnuda nuestra llaga, y que sepamos que lo demás lo hará Él. Por grandes que sean nuestros pecados, nuestra fe nos asegura que su misericordia es mayor.

Podría ocurrir que la simple confesión de los pecados no bastara para ayudar a liberar totalmente a una persona. En estos casos, si el sacerdote confesor sospecha algo, se le aconsejaría que ejercitase más frecuentemente el simple y privado exorcismo, acordándose de las palabras del Señor: "En mi nombre sacarán los demonios...".

c). Momento de sanación.
Cuando una persona ha sido perdonada por Jesús y se efectúa una liberación de sus pecados en el sacramento de Reconciliación, falta a veces una tercera parte en el proceso de reconciliación. Es cierto que la persona está perdonada con la absolución del presbítero en confesión, pero la obra de Cristo no termina ahí. En un sentido la obra especial de redención está apenas comenzando.

Sería el momento de la confesión en donde el sacerdote ayude al penitente a descubrir la raíz de su pecado y a enseñarle el camino de su nueva vida. Este momento sería como guiar a la persona hacia su pentecostés personal, después de experimentar una liberación, sea de pecado o de un espíritu maligno. Este pentecostés debe ser un proceso que dura hasta que no haya duda de que la persona enferma ha cambiado su vida, y pueda vivir la vida cristiana sin mucha perturbación.

Protegidos por la Sangre de Cristo

Oración Personal para sellarse
y protegerse con la sangre de Cristo:

Señor, Jesús, hoy quiero que selles mi vida personal con todas mis pertenencias. Sello mi salvación con tu preciosa sangre, sello mis sentimientos, para que todos mis afectos sean cubiertos. Sello con tu sangre mis inquietudes para estar seguro de alcanzar la respuesta a mis necesidades. Sello mi corazón para que no entre ningún espíritu de rencor, amargura, tristeza o miedo.

Yo sello con tu Sangre mi voluntad para que esté presta siempre a hacer el bien, sello mi mente para que entren solo pensamientos que me permitan alcanzar el gozo, la paz y así cambiar mi manera de vivir. Sello con tu Sangre, Señor, mi cuerpo para que reciba la salud, sea protegido del pecado y de las enfermedades, adulterios y accidentes.

Sello mi pasado para que toda herida que aún me haga daño sea sanada con tu Sangre bendita. Sello mi presente para que todas mis actividades sean cubiertas con tu Sangre protectora. Sello mi futuro para que mis planes, proyectos sean preservados de todo ataque y toda influencia del maligno. Sello mi familia, mis seres queridos, mis amistades...para que sean protegidos.

Sello mi economía, para que se derrame abundantemente tu Providencia en mi vida. Sello mis deudas para que el devorador huya y desaparezcan. Invoco tu Sangre preciosa sobre mi boca y sello mis palabras para que sean sólo bendición.

Tu Sangre preciosa me haga invisible cuando se nos acerque el enemigo nos permita reconocerlo y vencerlo por la invocación de tu Nombre. Sello todo mi ser y me coloco bajo tu protección para que me libres de toda acechanza del mal. Con el poder de la Sangre de Jesucristo rompo y destruyo toda potestad de interferencia, la interacción del maligno y prohíbo toda comunicación entre espíritus.

Pido Jesús, que envíes a tu Santísima Madre del Perpetuo Socorro, para que se haga presente en mi hogar y en mi trabajo y me acompañe con San Miguel Arcángel, y sus nueve coros angélicos, San Gabriel y San Rafael. Gracias Señor porque Tu eres el guardián que nunca duermes. Gracias Señor, por tu Sangre preciosa, porque gracias a ella somos preservados de todo mal. Tu Sangre nos hace invisibles, bendito y alabado seas por siempre Señor.

Amén

El tiempo es "¡hoy!"

Cierta vez preguntaron a Madre Teresa de Calcuta
cuál era el día más bello. Sabiamente ella respondió: hoy.
El tiempo que tenemos para vivir es el hoy,
y es importante vivir ese momento sin perder ninguna oportunidad
para hacer el bien.
Con seguridad, a lo largo de éste día, vendrán a nuestro encuentro
las más variadas situaciones,
desde las más tranquilas a las más desconcertantes.
A nosotros nos cabe, delante de ellas,
escoger actuar a partir del amor.
De una forma muy simple podemos preguntarnos:
"Si estuviese Jesús en esta situación, cómo él actuaría o respondería?"
Entonces, el Espíritu Santo vendrá en nuestro auxilio,
ayudándonos a actuar de manera correcta,
porque "Dios ama el derecho y la justicia,
su gracia desbordad en toda la tierra" (salmo 32)

Jesús, enséñanos a vivir bien
y hacer el bien en todo instante.

Luzia Santiago.
Co-Fundadora Comunidad Canción Nueva
Fuente: www.cancaonova.com
adaptación del original en português.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Los pecados de la lengua

P. Emiliano Tardif, M.S.C

Nos cuenta el Evangelio que un día Jesús curó a un sordomudo de manera que su lengua comenzó a hablar correctamente, con toda normalidad.
Otro milagro, y mucho mayor, tendría que obrar Jesús para desterrar de nuestros labios el gran pecado de la murmuración.
El chisme es una de las cosas que más daño pueden hacerle a un Grupo. El chisme es la noticia verdadera o falsa que se repite para indisponer a una persona con otra. Por eso, chismoso es aquel que siembra discordias entre los amigos. El fin del chismoso es siempre destruir la amistad, indisponer a una. persona contra otra. De ahí que el chismoso manifiesta cuando menos, un corazón pequeño y amargado, empobrecido y vil. Un corazón carcomido por el veneno de la envidia.
El chisme es una de las cosas que más pueden dividir un grupo. Dios aborrece al que siembra discordia entre hermanos, sea pública o privadamente. El chisme es hijo de la envidia y participa de la humillante bajeza de esta pasión. A veces la persona lo presenta con capa o apariencia de bien, pero la murmuración es siempre un vicio mezquino.
La gravedad de este pecado proviene de su fin. Sembrar discordia entre amigos constituye un pecado gravísimo, porque desprecia el precepto sobre el amor al prójimo.
Por eso dice la Escritura: "Seis cosas hay que aborrece el Señor... y la última es el que siembra la discordia entre hermanos". (Prov.. 6,16).
Para ser sinceros digamos que generalmente la murmuración nace de la envidia. Nos cuesta ver sobresalir a los demás, y por eso entre cien virtudes que tiene uno, nos fijamos en un defecto, como el que se fijase en las patas y no en el bello plumaje del pavo real.
Además, es señal de cobardía grandísima el meterse con alguien que está ausente, y que por estar ausente; y no podemos oír, no puede justificar su causa, ni rebatir nuestras murmuraciones. Si algo queremos conseguir de un hermano, digámoslo a la cara, avisémosle con caridad, propongamos el mal que se le sigue y el bien que logrará al cambiar de conducta. Pero no ladremos en su ausencia cobardemente y en balde.
Lo que conseguimos con nuestras murmuraciones es hacemos odiosos a los que nos escuchan. Ya lo dijo la Sagrada escritura por boca de Salomón: "Al chismoso lo odia todo el mundo".

Aborrecibles a Dios:
Si nos hacemos odiosos a todo el mundo, no menos odiosos nos hacemos a Dios. San Pablo, escribiendo a los Romanos, dice: "Los chismosos son aborrecibles a Dios". No quiere el Señor que andemos publicando los pecados de nuestro hermano.
¡Oh, si el Señor revelara ante la faz de nuestros hermanos las vilezas que nosotros y hemos cometido en oculto, las hipocresías, rencores, mentiras y tantas bajezas, que nosotros bien sabemos se esconden en nuestro corazón! Quizá aquellas mismas bajezas que falsamente achacamos al prójimo, son las que verdaderamente nosotros cometemos, o, al menos, dado lo frágiles que somos, muy bien, si Dios no nos ayuda, podemos cometer mañana.

¿A quién se parecen los murmuradores?

Los murmuradores se parecen a los puercos que se revuelcan en el fango, o a las moscas que no se posan en la parte sana de las frutas, sino sólo en las podridas.
Así los murmuradores no se fijan en las virtudes del prójimo, sino sólo en sus defectos. El que calumnia en secreto es como la serpiente que callada muerde.

El pecado de la murmuración:

Hay gente que no sabe sino murmurar. No debemos tomar parte en su pecado. El que oye con gusto las palabras que ofenden el honor del prójimo, comete el mismo pecado que quien las profiere. El que habla palabras de murmuración es como el fuego, y el que las escucha con agrado le añade leña al fuego. Si no fuese por éste, pronto acabaría aquél. Al que no quiere oír, nadie le lleva cuentos ni chismes.
¿De qué nos aprovecha notar que el otro es malo? Mejor emplear esta laboriosa investigación en nuestra propia conducta. Por eso nos avisa el Señor: "Quita antes la viga que tienes en el ojo, y así podrás tú luego quitar la paja que tiene el otro".

No murmuremos:
No murmuremos, por amor y obediencia a Jesucristo, para evitar el daño y el mal rato que podemos causar a los demás, y por el daño que nos hacemos a nosotros mismos.
No murmuremos, porque la murmuración es como un fósforo que, arrojado en un campo de yerbas secas, produce un gran "incendio que difícilmente se apaga.
No murmuremos, porque el murmurador queda con una obligación gravísima, la obligación de restituir la fama ajena y los daños materiales de esa murmuración.

A Cristo le cuesta revelar los crímenes ocultos:

Viene el Hijo pródigo, y lo primero que hace su Padre es cubrir su desnudez con ricas vestiduras, para que los demás no lo vean harapiento.
A la mujer adúltera del Evangelio, Cristo procuró dejarla bien delante de sus mezquinos acusadores y les dijo: "Aquél que esté sin pecado, que le lance la primera piedra".
A Judas, la noche de la Última Cena, no sólo no le quita la máscara delante de los demás apóstoles, sino que le ofrece cariñoso un bocado de su plato y le lava los pies como a los demás.
Dice San Pedro: "El que de veras ama la vida, y quiere vivir días dichosos, refrene su lengua del mal, y sus labios no se desplieguen a favor de la falsedad".

Anécdota:

Dice el cuento que eran padre e hijo, Severo y Severino. Se dirigían un día al mercado, y llevaban un borrico.
Al principio iba montado Severino, pero la gente comenzó a murmurar diciendo: "¿No le dará vergüenza que vaya su padre a pie y él montado? ¡Qué educación es esa!"
En vista de las críticas, bajó Severino y montó Severo, su padre. Ahora las críticas de la gente se dirigieron al padre: ¡Vaya haragán! ¡Qué lástima que vaya el pobre niño a pie, y él en el borrico bien sentado!"
Decidieron ir ambos a pie.
La gente comenzó a burlarse de ellos. "¿Para qué el borrico?.. ¡si serán tontos!.. Si fuera yo... ¿tú crees que. andaría a pie aliado del borrico?
No hubo más remedio que montar los dos. Los transeúntes que les vieron, comenzaron a tener lástima del borrico. "¡Pobre borrico, lo van a reventar! ¡No se sabe quién son animales, si los de arriba o el de abajo!..."
Ya no sabían qué partido tomar para contestar a la gente, cuando se les ocurrió tomar una decisión: "Bueno, dijo Severo, vamos a hacer lo que nos parezca bien y nos dé la gana. ¡La gente no sabe sino murmurar!"

EL BUEN USO DE LA LENGUA
En el mucho hablar no falta el pecado, el que refrena sus labios es sabio"
(Prov. 10,19)
La muerte y la vida están en el poder de la lengua"

(Prov. 18,21)

Y en la carta de Santiago escuchamos:

"Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad, también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere.
Así también LA LENGUA es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan grande. Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehena, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos. Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados por el hombre; en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento, está lleno de veneno mortífero. Con ella BENDECIMOS AL SEÑOR Y PADRE, Y con ella MALDECIMOS A LOS HOMBRES, hechos a imagen de Dios. DE UNA MISMA BOCA PROCEDEN LA BENDICIÓN Y LA MALDICIÓN. Esto, hermanos míos, no debe ser así. ¿Acaso la FUENTE mana por el mismo caño agua dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vida higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce".
Eclo. 5, 12 ss.

Hay CUATRO MEDIOS, especialmente, para conseguirlo:
La ORACIÓN... (personal y comunitaria) Fidelidad al Grupo. El Grupo no es una cosa más de dos horas a la semana...
La R. C. no es solo eso, en absoluto. Abarca la vida entera. Allí cogemos fuerza para ser renovados en el torrente de agua viva...

DEPENDENCIA DEL SEÑOR, a través de las personas que nos pone como Servidores... OBEDIENCIA...
- El PERDÓN. (Perdón DADO Y Perdón PEDIDO)
Saber CALLAR. Saber "aguantar" en silencio...
Posible COMPROMISO:
"Si no tengo algo bueno que decir de una persona, CALLAR".