sábado, 25 de febrero de 2012

Deponer las máscaras


I Domingo de Cuaresma. Evangelio: Mc 1, 12-15


Deponer las mascaras
Ya estamos en la cuaresma.
¡Cuán propicio es este tiempo para revisar la vida y retomar la dirección! Para descubrir la propia identidad. Salir del carnaval de la vida y quitarse las mascaras.
No es un secreto el que muchos tengamos, en el armario de la vida, diferentes mascaras. Una para los amigos y otra para los enemigos, una para los familiares y otra para los compañeros de trabajo. Para escondernos o protegernos de los jueces que nos rodean. O tal vez, de nosotros mismos.


Las mascaras las usamos o porque queremos ser diferentes de lo que somos en realidad o porque no queremos que los demás descubran la completa realidad de la nuestra vida, que incluye no solo las virtudes sino también los límites.
Por eso, este domingo se nos propone seguir a Jesús en el desierto para liberarnos de las falsedades, para entender cual es el camino de la felicidad y decidir qué tipo de seres humanos queremos ser
Desierto


Tal vez nos sorprenda el evangelio tan corto de este domingo.
Marcos es mucho más sintético que Mateo y Lucas que detalladamente describen las tentaciones de Jesús en el desierto. Pero, en pocas palabras Marcos nos ofrece una verdadera riqueza.
Lo primero que notamos es que es el mismo Espíritu Santo que bajó sobre Jesús en el momento del Bautismo en el río Jordán es el que lo llevó inmediatamente al desierto. Y nos preguntamos ¿por qué hizo eso? ¿Por qué no lo llevo directamente en las plazas y en el templo para predicar ya que estaba lleno del Espíritu?
Es importante notar que no es el Espíritu uno que conduce a las tentaciones, sino al desierto. El desierto es como el símbolo de la confrontación con la verdad de la propia vida. Allá no hay influencias de otros rostros y otras cosas que pueden llamar la atención, oscurecer la visión o impedir el encuentro con Dios y así con sigo mismo.


Este retiro en el desierto es como tomar el tiempo para estar solo con Dios. El tiempo para discernir y decidir. Dios es el único que puede aclarar las ideas sobre nuestra identidad y misión, simplemente por la razón de que Él es su fuente.
Solo en un segundo momento, como consecuencia y la reacción a esta linda decisión de estar con Dios, se manifiesta el diablo. Oponiéndose al proyecto del descubrimiento y realización del designio de Dios. Y llegan sus tentaciones.
Prepararse
Los cuarenta días que Jesús paso en el desierto evocan en nuestra memoria muchas páginas de la Biblia. Sobre todo cuarenta días que Moisés paso en el monte Sinaí antes de recibir los mandamientos en relación a Dios y al prójimo y cuarenta años de la peregrinación del pueblo elegido antes de entrar a la tierra prometida.
Se trata siempre del tiempo de preparación para algo grande e importante.
Jesús se fue al desierto para prepararse para su misión mesiánica. Debía elegir y decidir de qué manera cumpliría tan exigente y única misión de la salvación de los hombres. Las sugestiones del diablo, que conocemos por los otros evangelistas, eran claras. El propuso a Jesús el método del espectáculo exhibicionista, de la superioridad egoísta, del interés terreno que corrompería el mensaje del reino del Cielo.


Pero, Jesús decisivamente rechazó las tentaciones, y eligió ser un Mesías que iba a hablar al corazón del hombre no con violencia sino con humildad. No imponiéndose con los mensajes amenazadores y los milagros espectaculares, sino respetando la libertad de cada uno y proponiendo la todos los signos del amor misericordioso. El decidió que tipo de Mesías ser, aunque aceptando el riesgo de no ser escuchado, reconocido y respetado, y al final ser rechazado y condenado. Pero no renunció a su elección de ser reconocido por su amor y por su compasión. Porque justamente Dios es así, auténtico amor y misericordia.
Jesús se preparó bien y cumplió su misión.
Que tipo de hombre
Si el necesitaba tan buena preparación, ¡cuánto más la necesitamos nosotros!
A menudo somos demasiado desprevenidos para vivir auténticamente las complicadas situaciones y relaciones de nuestra vida cotidiana. Por eso, la Palabra nos invita a pensar hoy, querido hermano y hermana, ¿qué tipo de persona quieres ser?
Al abrir la revista en el avión hace un rato, en la penúltima página, me sorprendió la imagen de la más antigua catedral de este mundo que está casi a 11000 km más lejos y donde fui ordenado sacerdote. Era para mí no sólo un lindo recuerdo del más importante momento de mi pasado, sino también la invitación para vivir el presente, acordándome, desde el momento en que abro los ojos cada día, de que soy sacerdote y teniendo siempre presente qué tipo de sacerdote quiero y debo ser.


La pregunta es en realidad para todos: ¿qué tipo de padre, de hijo, de amigo, de novia, o sea simplemente que tipo del discípulo de Jesús quiero ser? ¿Falso o auténtico? ¿Impaciente o paciente? ¿Egoísta o generoso? ¿Traicionero o fiel?
Es la hora de decidir qué tipo de persona quiero ser.
Llego el tiempo
En el aeropuerto he visto a muchas personas.
Algunas corrían de prisa para llegar a tiempo y no perder el vuelo, otros esperaban pacientemente su tiempo.
En el evangelio de hoy Jesús dice que el tiempo ha llegado.
El tiempo de decidirse a vivir con Jesús. Es decir de vivir la vida en plenitud. De no tardar para salir al “vuelo” que lleva hasta nuestro destino final, la patria celeste, el reino del Cielo.
Al final, no te propongo muchas cosas para tu lista de los buenos propósitos o renuncias cuaresmales. Tal vez ya la haz hecho. Te invito sólo a una cosa: reconocer que esta cuaresma es el tiempo regalado por Dios para decidir o reconfirmar que tipo de hombre quieres ser y a vivir fielmente tus buenos propósitos.
Después ya no tendrás necesitad de buscar de nuevo las máscaras. Serás reconocido como discípulo de Jesús
.
¡Buena y fructuosa Cuaresma a todos!
Pbro. Mislav Hodzic
publicado en Portal en Español Canción Nueva

lunes, 20 de febrero de 2012

Crea en mi un corazón puro y decidido

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu” (Sal 51,12).


Buscar a Dios ya es una fuerte decisión por parte de cada uno de nosotros. Muchos vienen a Canción Nueva motivados por amigos, o por varios problemas en la vida, son muchas las motivaciones que te trajeron a Canción Nueva en el retiro de carnaval, pero ten la absoluta certeza de que Dios está te está mirando y esta sonriendo, Él está feliz de verte aquí en este retiro, porque has elegido estar aquí rezando.
Quien toma una decisión está prácticamente solucionando un problema y quien demora demasiado para tomar una decisión, está prácticamente queriendo un problema. Acuérdate de la Palabra: “¿Si fuéramos tibio Dios nos vomitaría?” – el tibio crea problema para sí mismo. Él va retrasando la decisión.


Quien da la vida a mi alma es el Espíritu, eso dice el salmista, renueva en mi un espirito resuelto, una alma decidida, pura, resuelta, con personalidad. Tú dices así: “Yo resuelvo mañana”, pero el día de mañana todavía no existe, el día que existe es hoy.
Para hacer el papel, la materia prima es el eucalipto, que pasa por un proceso para quedar todo blanco. Si comparamos este proceso con cada uno de nosotros, vamos a percibir como Dios ha trabajado en nosotros con su infinita misericordia.


A menudo en el auge de nuestro pecado, nos quedamos cansados, porque el pecado nos cansa hasta el placer del cuerpo tiene fin, incluso el placer de la comida es rápido, el cuerpo no aguanta tanto tiempo en el pecado. No puedes dormir más de 8 horas, porque tu cuerpo ya empieza a quejarse, empiezas a tener dolores en el cuerpo, en la cabeza. Si el proceso de la madera para hacer el papel es duro, para que se convierta en un papel blanco, imagina cumplir esta palabra: Crea en mí un corazón puro”, piensa en el trabajo de Dios para convertir este corazón puro, va dar mucho trabajo, es exactamente eso lo que quieres?
En cada paso que das hacia Dios, las impurezas de tu corazón van saliendo. Aquel pensamiento en el que te deleitabas, pide hoy a Dios que te lo quite. Si pediste un corazón puro lo tendrás, verás los cambios, la naturaleza va continuar pidiendo que atiendas los deseos de la carne, pero tu interior va a querer vivir en santidad.


Como fue difícil llegar a este retiro arrastrando tus cosas, yo no sé lo que es, puede ser el hombre viejo, el pecado, tus problemas. Es un gran esfuerzo el que estás haciendo para llevar todo eso, yo no desconfió del peso que estas llevando, pero el Espíritu Santo ya está trabajando en ti. Es necesario que cortes la cuerda que te esta atando a todo ese peso, necesitas tomar esta decisión. No puedes vivir de resentimientos, vivir de nuevo aquellos sentimientos que tanto te hicieron mal, eso te va agotando. Vas al médico y no encuentras nada en ti, pero sabes que estás sufriendo por causa del deseo de venganza, del resentimiento. Has confesado pero no has asumido que Dios ya te ha perdonado.


La decisión que estás tomando de venir aquí es fácil, pero la decisión de cortar todo aquello que te esta atando es mucho más difícil. Cuando tomas la decisión, entraras en un nuevo tiempo, vas a ver la gracia de Dios suceder en tu vida.
Jesús en la Palabra se encontró con diez leprosos, y puedes considerar que aquellos diez leprosos es tu casa, aquellos que viven contigo. Jesús oyó gritar: “Jesús, maestro ten piedad de nosotros”. Tu casa necesita gritar esa frase.
Jesús no sano a los leprosos inmediatamente, pero Él dijo a los leprosos que se presentaran al sacerdote, y en el camino a cada paso las heridas iban desapareciendo, y ellos iban viendo uno a uno en el otro las sanaciones realizadas por Jesús. Tenemos toda la vida para ver en las personas la sanación de Dios en los hermanos y también en las personas de nuestra casa.
Dunga
Comunidad Canción Nueva

Liberados de las ataduras del pasado

Fuente: Canción Nueva Portal en español


Tú eres un hombre de Dios, tú eres una mujer de Dios.
Cuando estamos en Dios queremos descubrir lo que Él tiene para nosotros. Si buscas a Dios,nunca estarás perdido. Puedes decir que hubo momentos en tu vida en que estabas perdido, pero Dios te encontró.


“El hizo al hombre al principio, y le dio la libertad para decidir *(y lo dejo bajo el poder de su concupiscencia) Si, quieres, observarás los mandamientos; de ti depende el permanecer fiel. Fuego y agua he puesto ante ti, alarga tu mano a lo que quieras. Ante el hombre están vida y muerte; lo que él quiera se le dará. Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo (continuamente) Sus ojos miran a los que temen, el conoce las acciones de los hombres. A ninguno obligó a ser limpio, a ninguno ha dado permiso de pecar” (Eclesiástico 15, 14-21).


Toda transformación en la vida de las personas tiene que partir de la verdad. La verdad es el punto de partida para la transformación, para la vida nueva. Cuando buscas al Señor, Él ilumina tu camino y la sabiduría pasa a visitarte de una manera nueva. Quien busca al Señor nunca permanece perdido. Dios muestra el camino.


Existe un camino infalible para la felicidad. Cuando una persona coloca en práctica la Palabra de Dios, esta persona es resguardada por la Palabra. El camino infalible para la felicidad, es colocar en práctica la Palabra de Dios. No alcanza saber, es necesario querer hacer lo correcto. La pregunta que debe acompañarte a ti que viniste hasta aquí es: “¿Estoy haciendo lo correcto?” “¿En mi vida, tan corta, estoy siendo agradable a Aquel que me creo?”
Pídele a Dios lo que quieras, pero ten presente que quien manda en tu vida es Dios, al contrario, tu será el dios y no Él. Es Dios quien gobierna nuestras vidas, basta que recordemos eso para que nuestros fardos se vuelvan más livianos.


¿Ya te detuviste a pensar que tal vez seas el gran medio para salvar a las personas que conviven contigo? Es nuestra misión. Imagina si estuvieras en este mundo solo para realizarte y ser feliz, tu vida sería un fracaso. Cuantas cosas difíciles ya experimentaste y tuviste que superar, quien quiere solamente realizarse, disminuye mucho el sentido de la vida. Los grandes hombres descubrieron que el sentido de la vida es servir a Dios y por causa de Dios servir a otros. Cuantas personas conoces que se volvieron infelices porque su vida era preocuparse solo por ellas.


“Dios no te hizo triste, tu tristeza no es agradable a Dios”
Exhorta Marcio Mendes.


Cuantas personas conoces que se tornaron infelices porque se cerraron en su pasado, viven de los restos que no vuelven más, están presas en los recuerdos y no consiguen avanzar.
San Juan de la Cruz: “no importa si un pájaro esté amarrado con un hilo de seda o por una cuerda, el nunca va a volar”. Esas cosas que en tu pasado fueron románticas y bonitas, y que cuando las recuerdas te prenden al pasado, no volverán. A veces las personas hacen de todo para avanzar, pero no lo logran. Porque no pueden avanzar? Porque el corazón está amarrado a un hecho del que no se libera, no avanza. Necesitas soltarte del pasado que te ata a la tristeza.


Dios no te hizo triste, tu tristeza no es agradable a Dios. Existe un remedio para la tristeza, que sea lavada con perdón. Tú no eres, nunca fuiste y no serás una persona triste porque Dios no te hice triste, puede que estés triste, pero si lavas tu pasado con el perdón quedarás libre de la tristeza.
No puedes dejar que un amor vivido en el pasado te impida vivir un nuevo amor. Cuántas mujeres no se realizan afectivamente porque quedan presas de un amor ilusorio. Cuántos hombres se casaron con una mujer, con el corazón atado a otra; no dejes que un amor del pasado continúe destruyendo tu relación.

Marcio Mendes
Comunidad Canción Nueva

Mensaje Cuaresma 2012



“Fijémonos los unos en los otros
para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Hb 10, 24)
Es el lema elegido por el Papa para la Cuaresma 2012,
que comienza el 22 de febrero, miércoles de ceniza.


Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.


Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24).

Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.


1. “Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41).
Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien.


El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).


La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano?
Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar.


Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad.


Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.


2. “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican.


«Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).


3. “Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.


Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (JUAN PABLO II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).
Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.


Vaticano, 3 de noviembre de 2011

Sufrí sí, pero tendré un final felíz

Sanación interior:
una oportunidad para resurgir


¿Cuántos de nosotros tuvimos una infancia perfecta? ¿Cuántos tuvimos una familia perfecta? ¿Cuántos de nosotros tuvimos un país perfecto? Y para que nadie se quede fuera de esa lista de preguntas la última es… ¿cuántos de nosotros tenemos una historia perfecta donde todo fue de maravillas? Estoy cada vez más seguro de que ese tipo de personas no existe: por eso si tuviste o tienes problemas en tu historia, si tienes traumas y heridas que parecen eternas porque no cicatrizan nunca y si cargas, dentro o fuera de sí, las lagrimas de un pasado-presente que insisten en ahogar la esperanza y felicidad… entonces quiero decirte que no estás solo y así como tu muchas personas pasan por eso ahora, y que felizmente existe una forma para hacerte feliz aunque hayas tenido una historia muy difícil.


Si tuvieras la oportunidad de cambiar alguna cosa de tu vida, la cambiarías? Seguramente cambiaríamos muchas cosas… quien sabe, que esa persona no hubiese muerto? Que yo no hubiera sido rechazado… violentado… quisiera haber recibido más amor… en fin, tú conoces mucho mejor las escenas tristes de esa película. Si observamos mejor vamos a ver que también en la vida de Jesús, sucedieron cosas que no fueron muy buenas en sí, por ejemplo: recuerdas lo que José hizo ni bien se entero que María estaba embarazada? “José (…) decidió separarse de ella en secreto” (Mt 1,19) Y Jesús que estaba en el vientre de su madre también fue rechazado (aunque eso haya pasado inmediatamente en el corazón de José (Mt 1,20)), después Jesús sufrió el peligro del “infanticidio” o inclusive de un “aborto” (pues si Herodes hubiese sabido que iba a nacer y dónde, ciertamente lo iba a matar: Mt 2,3), y el nacimiento… no necesito comentar… vivió la pobreza teniendo que huir hacia Egipto (Mt 2,14) y después de haber amado a “los suyos” sin reservas (Jn 13,1), fue abandonado una vez más… si tu historia no fue fácil, ten presente que la de Él tampoco lo fue.


Jesús vivió en todo la condición humana (cf. Hb 4 ,15), significa que El sabe lo que es sufrir, significa que El sabe lo que tú sientes, es más, en las escenas más difíciles de tu historia… si observas un poco mejor, vas a descubrir que no estabas solo (a). Es verdad que no eres responsable de lo que hicieron contigo en el pasado, pero eres responsable de lo que harás con eso en tu presente y en tu futuro. Sabes algo más? Tu historia posee un Autor (con A mayúscula); el autor es aquel escribe y por eso determina como van a suceder las cosas, como en una película, en un teatro, en una novela, etc. Aunque durante algún tiempo “otros” hayan robado el lugar de “Autor” y que por eso esa historia haya comenzado de una forma triste o sombría, si dejas al verdadero Autor tomar su lugar, ten certeza de una cosa: esa historia no va a terminar como comenzó… tu historia va a tener un final feliz.


La película triste que pasaba por tu cabeza, de los recuerdos y pesadillas que asistías con los ojos abiertos precisan, como los villanos y los ladrones de las películas que vemos, ser encarcelados y destruidos… ser colocados donde no te pueden hacer más daño. Por eso, denuncia para el verdadero Autor, a aquellos villanos de tu historia, entrega las heridas emocionales que todavía no fueron cicatrizadas, entrega aquellas situaciones que están robando la escena de tu vida. No permitas que las cosas malas, que las personas que te lastimaron o inclusive tú, tomen el lugar del Autor, porque eso acabaría estropeando la historia que aún con calvario y cruz es llamada a ser historia de resurrección… a pesar de todos los sufrimientos que Jesús vivió… El resucitó, exactamente porque el Padre (Dios Padre), era y es el gran Autor de su historia; ten certeza de que el mismo Autor quiere transformar de una vez por todas tu historia de terror en una historia con un final feliz.

¡Dios te bendiga!
Padre Sostenes Vieira
Comunidad Canción Nueva

Dios es nuestro apoyo y sustento

Somos muy frágiles, inconstantes y pecadores, por eso no podemos perder la oportunidad de entregar a Dios toda situación, hasta aquellas en las que creemos no encontrar solución.


Cuando no percibimos de dónde viene la fuerza que precisamos, quedamos debatiéndonos, buscando soluciones humanas, queriendo vencer las situaciones por nosotros mismos.


Es muy importante bucear en la Misericordia de Dios, más también es importante ayudar a los otros a alcanzar la misma gracia.
Sea cual sea la situación que vivimos, precisamos confiar:
Dios es nuestro apoyo y sustento.


Cuando aprendemos a obedecer la voz de Dios, tenemos la certeza de que todo en el mundo puede desmoronarse a nuestro alrededor, y aún así no dejaremos de creer que Jesús está en el barco de nuestra vida.
Al mismo tiempo, sabemos que el Señor nos da fuerzas para continuar caminando y para ayudar a tantas personas que a nuestro lado, como nosotros, necesitan encontrar paz, amor y dirección.


"Nadie tiene mayor amor que aquel que se despoja de la vida por aquellos a quienes ama" Jn. 15,13


Jesus, en Vos confío!


Luzia Santiago
Co-fundadora Canción Nueva

Dignidad restituida

Evangelio según San Marcos 1,40-45

El evangelio de este domingo nos presenta el encuentro de un leproso con Jesús.
No nos dice nada sobre el nombre y el rostro del leproso. Permanece anónimo. Puede ser cualquier hombre.
Justamente porque en la situación del leproso, que a causa de su enfermedad era alejado de la sociedad, se suman todas las experiencias que aíslan a un hombre de los demás. Una experiencia dolorosa como la pérdida de la persona amada, como el dolor físico que entra violentamente en la vida derrocándola o como un quiebre emocional o moral que irreversiblemente carga la vida y puede llevar al sufrimiento de la soledad.


A veces es tan difícil vivir con el sufrimiento. Con el sentido de ser culpable y por eso marginado. Con el miedo de ser condenado, incomprendido, de ser alejado de todos. Sin nadie que pueda abrazarte y decirte que todo saldrá bien. Pero, es posible que mi sufrimiento me acerque a Dios. Que me ponga en la búsqueda del amor eterno e incondicional que sana y perdona. Que devuelve la esperanza, la fuerza y el optimismo a mi vida. En la soledad se puede perder la fe, pero también se la puede encontrar. El leproso tiene algo que decirnos en este sentido.
Dios de la compasión.


Toda su confianza y esperanza él pone en un “si”. Dice a Jesús: “Si quieres, puedes purificarme”.
Los escribas de la época repetían que el dolor era el castigo por los pecados. O tal vez, una inescrutable voluntad de Dios. Y en particular los enfermos de lepra debían ser aislados porque eran impuros.


Al leproso no lo interesan las teorías. En su sufrimiento su fe madura hasta el punto de pensar: Dios es Dios de la compasión o no es.


Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado“. ¡Jesús siente compasión por el dolor! Como siempre durante su vida. Compasión por los enfermos, hambrientos, pecadores, perdidos…por todos los que sufrían. Jesús también siente compasión por tu sufrimiento.
Tal vez escandaliza a los escribas porque se acerca al impuro, pero al leproso confirma que Dios no tiene miedo de acercarse al impuro, de llevar la luz en las tinieblas, de sanar las heridas. Indicó eso ya al inicio de la misión entrando en la fila de los hombres en el río Jordán que esperaban de ser bautizados, compartiendo la situación del hombre en todo menos en el pecado.


A la persona que nadie la tocaba ya hace tiempo o por miedo de contaminarse o por la prescripción de la ley, Dios lo tocó. Dios expresa su deseo, su “si, yo quiero que seas purificado”, reconciliado con Él mismo y con la comunidad.


El Maestro nos da hoy una lección de vida que va más allá de una simple historia de la curación de un leproso. El leproso pide la purificación. De hecho pide el nuevo inicio y la nueva vida.
Y su pedido es aceptado porque coincide con el deseo de Dios. Se armoniza la voluntad del hombre con la voluntad de Dios. Y la purificación es también el deseo de Dios para nosotros.
Somos muy semejantes a este leproso. Somos cuerpo y alma. Y como la lepra causó la deformidad física de este hombre, así el pecado puede hacer lo mismo en nuestra alma.Por eso quería decirte algo acerca de dos características de la lepra que hace perder el sentido y lo hace gradualmente, poco a poco.


Lepra corporal y espiritual
La lepra es una enfermedad que descompone los órganos como la nariz y los oídos. Entumece los sentidos.Y por eso es una elocuente imagen de la persona que atrapada por el pecado pierde el sentido de Dios y del prójimo.
Muchas veces perdimos nuestros sentimientos, por el daño que nos hemos hecho a nosotros mismos o por el daño que otros nos han hecho, o porque hemos perdido el sentido de vivir el amor, debido a las tragedias, a la concupiscencia o al stress que entraron en nuestras vidas.


Además, tiene un principio pérfido. Progresa lentamente en su poder destructivo y sin que uno se dé cuenta lleva la vida a la ruina y soledad. ¿No te parece que es así también el pecado? Comienza tan ingenuamente. El pecado avanza lento, pero lastimosamente avanza y siempre lleva a la ruina.
Uno así empieza con un pequeño coqueteo, continua con una mirada y ropa provocante, después una breve aventura y antes de que te des cuenta ya te encuentras en una situación dramática de vivir en tan mala relación que destruye tu vida y la vida de otras personas. O en otro caso ves algo y lo quieres, te aseguras que nadie te sigue ni ve, y robas algo, lo escondes en tu bolsillo. Se empieza con un paquete de goma de mascar en el negocio y se termina con el robo de los coches. El pecado no ama la publicidad, se esconde. Y siempre profundiza más la soledad. El pecado lleva a un sufrimiento doloroso.


Y si te encuentras en una de las situaciones tan desesperadas y difíciles tal vez te preguntas si alguien puede sanarte y liberarte.Quiero que sepas que Jesús esta dispuesto a tocar tu vida y devolverte la dignidad del hijo amado de Dios. Purificado y consagrado. Sí, Jesús lo puede y quiere hacer. Solo déjate tocar por Él.


Dignidad restituida
A Jesús no lo vemos con los ojos corporales más con los ojos de la fe. Creamos firmemente en él y en sus promesas. Una de estas es el perdón de los pecados en el sacramento de Reconciliación. ¡Qué don precioso y maravilloso nos dio y dejo el Señor!
Antes de que el sacerdote, que tiene la necesaria jurisdicción, de la absolución de tus pecados, él reza una hermosa oración que quiero que la leas hoy con atención.


“Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”
Esta oración confirma eso que hemos escuchado en el evangelio de hoy. Nuestro Dios es misericordioso y compasivo. ¡Él nos amó tanto al enviar a su Hijo para nuestra salvación! Para nuestra purificación y santificación. Por ese sacramento nos da gratuitamente dos dones preciosísimos que nada ni nadie puede darnos: el perdón y la paz. Y así te reconcilia con Él mismo y con la Iglesia.


Es muy semejante al caso del leproso. Él salió de su sufrimiento y de su soledad y volvió purificado en su vida, en su familia, en su pueblo. El que sanó al leproso, a la suegra de Pedro, a la hija de Jairo, a muchísimas otras personas hoy se acerca a ti y te dice también: lo quiero, queda sanado de tu soledad y perdonado de tus pecados.


Cuando Dios perdona, nadie más puede condenar. Nos purifica y nos restituye la dignidad. Somos suyos y le pertenecemos. ¿Sabes que quien cree jamás está solo? Porque vive siempre con Dios y con los hermanos y hermanas que creen.

Pbtro Mislav Hodzic
Fuente: Portal CancionNueva en español

No tengo que agradar a nadie

P. Alberto Linero Gomez, eudista

Dios nos ama con amor incondicional.
Esa es la verdad más fuerte e importante de toda la vida. Hagamos lo que hagamos igual nos quiere. Somos salvados por su amor. Es un regalo no la compramos. Por eso es que nunca estamos solos. Hago el bien porque es mi esencia hacerlo y porque recojo lo que siembro, no porque con el esté ganándome a Dios.


Sé que estás acostumbrado a ganarte el amor de los demás; y que, para hacerlo, muchas veces tienes que ponerte caretas, mimetizarte en lo que no eres y, de rodillas, mendigar un poco de atención. Sé que esta sociedad, en la que vivimos, te ha acostumbrado a huir de la soledad y “engancharte” emocionalmente o “adjuntarte” a cualquiera, bajo cualquier pretexto, con tal de no estar solo. Sé nos han hecho creer que no somos valiosos si no tenemos tal o cual característica física, tal o cual profesión, tal o cual manera de vestir. Nos hemos gastado la vida buscando razones para que los demás nos amen y, por eso, le tenemos miedo a estar solos; olvidando que hay Uno que nos ama de manera incondicional y que siempre está con nosotros.


Hoy quisiera liberarte de cualquier esfuerzo por hacerte amar de Dios, pues te ama y punto. No tienes porque hacer de tu vida un ejercicio continuo de conquistar su amor ese ya se te regaló en la cruz, en su hijo Jesús. Anselm Grün lo dice así: “No te preocupes de si eres Justo. Poner la mirada en Jesucristo, que murió por ti en la cruz, te libera de esos pensamientos. Eres amado incondicionalmente. El amor de Jesús te hace justo. Eres valioso. Eres recto y justo ante Dios”.


No hay razones posibles que se puedan aducir para que Dios te ame. Como dice el salmista “¿si llevas cuenta de los pecados quien podrá resistir?” No hay razones humanas posibles que nos hagan justos ante Dios. Si fuera por nuestras acciones ya estaríamos perdidos y nadie merecería el amor de Dios. ¿Quién puede ser justo con sus acciones ante Dios? Estoy seguro de que el estrés, la angustia, los complejos, el fanatismo, la infelicidad, entre otras enfermedades actuales, no son sino el resultado de los que sueñan con ganar el amor de Dios a través de sus acciones. Como bien dice Grün: “En Jesucristo Dios nos ha mostrado otro camino: el camino de la fe. Si creemos en Jesucristo, que por nosotros se hizo hombre para quebrantar el poder del pecado, quedamos libres del poder esclavizante de la ley. Entonces experimentamos otra manera de llegar a ser justo. Ésta es la aceptación incondicional por parte de Dios, aceptación que se hace visible en la cruz de Jesucristo…Somos libres. A partir de ahora podemos confiar en que somos amados por Dios no porque aduzcamos un rendimiento ante Él sino porque Él mismo nos ha demostrado su amor en Jesucristo”. ¡Ah, no tengo que justificarme ante nadie! ¡Tengo que ser libre viviendo en el amor y creyendo en el Señor! Decepcionar a los otros no siempre es un acto malo y equivocado, alguna veces es lo mejor que puede pasar. ¡Qué emoción liberarme del peso de vivir aparentando y exigiéndome lo que no puedo dar!


Que quede claro algo: No sé te está dando licencia para hacer y deshacer. No vayas a creer que las obras no tienen sentido, y que ser bueno es lo mismo que ser malo, ya que ese no es el sentido. Se te está recordando que es lo central de la vida y se te está librando del peso de tener que vivir como los otros quieren, como los otros exigen o como definitivamente no quieres vivir. Quien ama y se siente amado no hace nada destructivo, de eso estoy seguro. El mal siempre es fruto del no-amor, del no sentirse amado ni no saber amar. Quien ama y se siente amado permanece en el amor.


Se te está invitando a ser tú mismo. A vivir según el Espíritu. “Vivir desde el Espíritu significa vivir desde la propia profundidad, sede lo originario, desde el yo más íntimo. A partir de ahí crecerá el bien en nosotros… No somos esclavos de nuestro propio rendimiento ni de las expectativas que nos encaminan a nosotros mismos, de la presión que ejercemos sobre nosotros mismo para hacerlo todo perfectamente de tal manera que Dios esté contento de nosotros”. Ya Él me ama y eso me hace plenamente libre. Que nadie me pida que haga lo que ellos quieran, sólo haré lo que descubro desde Dios, lo que me hace feliz y ayuda a mis hermanos a ser felices.

viernes, 10 de febrero de 2012

Otras ovejas que no son de este rebaño


Ron Rolheiser (Traducción Carmelo Astiz)
Lunes 06 de Febrero del 2012


Cuando chiquito crecí con fuertes raíces conservadoras, católico-romanas: Con el catecismo de Baltimore, la misa en latín, el rosario diario, la misa diaria a ser posible y una rica sarta de prácticas devocionales. Y eso fue un don por el que estoy profundamente agradecido.


Pero esa base formidable trajo también consigo una desconfianza de todo lo religioso no-católico-romano. Me enseñaron que la Iglesia Católica Romana era la única iglesia verdadera y el único camino para llegar al cielo; tanto que se nos disuadía con fuerza y se nos prohibía tácitamente participar en ningún servicio religioso de la iglesia protestante. Y otras comunidades religiosas estaban condenadas a la perdición eterna, aunque poderosamente nos esforzábamos en articular cómo pudiera ocurrir esto. Entre otras cosas, dábamos por supuesto que había un lugar llamado Limbo, donde sinceros no-católicos romanos –almas buenas, de todos modos–, pasarían la eternidad felices, pero sin Dios.


Pero, como T.S. Eliot escribió alguna vez, “el hogar es el lugar donde comenzamos”. Y el hogar es un buen lugar para comenzar con relación a cómo nosotros, como comunidades de fe, divididos entre nosotros, debemos entendernos mejor mutuamente y captar mejor la propia relación especial de cada iglesia con Cristo.


Y con frecuencia el impulso en esa dirección proviene no tanto de los pensamientos bíblicos y teológicos cuanto de un ecumenismo plasmado en la vida; experiencia vital.Conforme nos vamos relacionando unos con otros comenzamos a sentir que la cuestión sobre quién tiene mejor acceso a Dios y a Cristo es infinitamente más compleja de lo que puede captarse en cualquier fórmula teológica. En el evangelio de Juan (10,16) Jesús dice: “Tengo también otras ovejas que no pertenecen a este aprisco. A ésas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor”.


Por mi parte, confieso que he aprendido y asumido la verdad de esa afirmación por medio de la experiencia vivencial personal. Durante mis casi cuarenta años en el ministerio me he encontrado, me he hecho amigo y he llegado a ser compañero de fe de hombres y mujeres de todo tipo de confesión y religión: Protestantes, anglicanos, evangélicos, unitarios, pequeñas iglesias libres de todo tipo, testigos de Jehová, hindúes, musulmanes y budistas. En todas estas confesiones y comunidades religiosas he encontrado hombres y mujeres de fe profunda y de caridad excepcional.


Y esto me ha llevado a preguntarme a mí mismo la pregunta que una vez formuló Jesús a los que se le acercaron y le informaron que su madre y sus parientes estaban fuera del grupo al que él estaba hablando y que preguntaban por él: “¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? Y, señalando con la mano a sus discípulos, dijo:
¡Ahí están mi madre y mis hermanos! Cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. (Mt 12,48-50).


Tenemos tendencia a creer que “la sangre es más espesa que el agua” y así a veces defendemos a nuestras propias familias, grupos étnicos, países e iglesias, incluso cuando cometen disparates. Lo que Jesús afirma es que “la fe es más espesa que la sangre” y, con mayor profundidad aún, que la fe es también más espesa que las afiliaciones confesionales o religiosas.


San Pablo está de acuerdo con esto: En su Carta a los Gálatas formula la siguiente pregunta: ¿Quién vive en el Espíritu Santo? ¿Quién tiene realmente fe genuina? Y responde: Aquellos que en su vida manifiestan caridad, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, ternura, mansedumbre y castidad. La presencia de estas virtudes manifiesta su fe, manifiesta a Cristo. Y, a la inversa, Jesús nos advierte que no debemos engañarnos a nosotros mismos cuando nuestras vidas manifiestan, entre otras cosas, adulterio, odio, faccionalismo, conflicto y envidia. Nuestros hermanos auténticos en la fe son aquellos cuyas vidas muestran caridad en vez de egoísmo, amor en vez de odio, corazón grande en vez de simpatías selectivas y excluyentes de corazón chiquito, amabilidad en vez de dureza, y bondad en vez de vehemencia mezquina. La virtud gana y triunfa sobre la identidad confesional.


Yo siempre seré católico-romano, así como seré siempre miembro de mi familia biológica, los Rolheiser, y de mi comunidad religiosa, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Me bauticé dentro de estas familias y el bautismo, como enseñan correctamente los catecismos antiguos, deja una huella indeleble en nuestras almas; imprime carácter. Ésas serán siempre mis familias; pero puede que no sean mi única lealtad. Tengo también “otras familias que no son de estos apriscos”: sus miembros son no-católicos-romanos, no-Rolheisers, no-oblatos. Y de ningún modo amo menos por eso a la iglesia católica-romana, a mi familia biológica o a los Oblatos de María Inmaculada. Paradójicamente, les amo más todavía.


Cuando Jesús formula la pregunta “¿Quién es para mí madre, hermano y hermana?”, él mismo responde que quienquiera que cumpla la voluntad de Dios es su auténtica madre,auténtico hermano y auténtica hermana. Pero, como los autores de los Evangelios han destacado con fuerza ya en ese momento, su madre biológica, María, fue la primera persona que respondiera a esa descripción. Por lo tanto, Jesús no está denigrando a su madre,sino re-estableciendo su valía e importancia a un más alto nivel.


Lo mismo habría de pasar con nosotros en nuestra relación a las familias de fe en las que hemos sido bautizados, aun cuando abramos cada vez más nuestros corazones para abrazar a esos otros que “no son de nuestro rebaño”.
La fe es más espesa que la sangre – y más espesa todavía que la afiliación religiosa.


fuente: ciudad redonda

"y Ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?"

De corazón a corazón
3º Viernes de Adoración
Mensaje del p. Mariano Marracino

¿Quién dice la gente que soy yo? 
Esta pregunta es el prefacio a la pregunta fundamental. Jesús quiere saber qué opina la gente sobre él, no porque está preocupado por su propia imagen o porque le interese el “comentario”, sino porque sabrá cuáles son las intenciones de la gente sobre él, qué esperan o buscan de Jesús.


Esta pregunta podríamos transportarla a nuestro mundo de hoy, por ejemplo:
- Quién es Jesús para el hombre de la ciencia, para el mundo de la técnica.
- Quién es Jesús para el hombre de las comunicaciones, para los medios.
- Quién es Jesús para los poderosos que arman los objetivos del mundo. El hombre de los negocios “grandes”, de las grandes estructuras
- Quién es Jesús para el hombre de la política; para el hombre del éxito deportivo
- Quién es Jesús para los que jalonan largas filas de “vudúes actuales”, para lo que buscan la efectividad del “milagro”
- También podríamos pensar quién es Jesús para el hombre marginado, excluido.
- Quién para el niño y el joven; para el estudiante y el hombre de trabajo
- Quién es Jesús para la familia, a veces armada de remiendos, de “parches afectivos”


En fin, serían muchos más los ámbitos y lugares donde podríamos colocar esta pregunta y encontrar respuestas “estrechas”, nunca completas; más bien, respuestas que no satisfacen la expectativa salvífica de Cristo.
En general hoy, la persona de Cristo está reducida a una figura “interesante”, histórica y religiosamente interesante, un luchador; a lo sumo un buen ejemplo no del todo imitable, más bien una especie de utopía humana no realizable para las expectativas del mundo y el hombre moderno. Jesús queda reducido al ámbito de lo histórico y parece no tener nada que decir. Parece diluirse entre tantas otras figuras en el escenario mundial… pensemos en los hitos históricos de los siglos. Jesús es uno más…


Esa, de hecho, es la respuesta de la gente a la pregunta… Jesús quedó reducido a un personaje, importante, pero no trascendente, ni mucho menos, centro de la historia de la humanidad. El v 28 lo dice con claridad: Juan Bautista, Elías o algún profeta…


Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Aquí está la otra parte de la pregunta, tal vez la más importante para la cual todo lo anterior es un simple prefacio. Hasta podríamos afirmar que es la pregunta centro de todo el Evangelio. En la respuesta a esta pregunta está la clave para comprender el valor salvífico de su persona y de su sacrificio. Me da la impresión de que en Jesús esta es la pregunta clave por la que podríamos apropiarnos de su “identidad”. En el pensamiento de Pablo diríamos, configurarnos con Él… no ser ya nosotros, sino Él. (Gal 2, 20)


Decíamos antes que las respuestas no son de “manual”; es decir, no la da una fórmula dogmática o libro de teología… la respuesta a esta pregunta se da de forma existencial, cuando uno es capaz de responder “sí” a su voluntad en todo momento y circunstancia de la vida. En la alegría, en la enfermedad, en la angustia y en la plenitud, en la contemplación y en la acción. Valga decir, cuando uno asume la “imagen de Cristo” y comienza a ser un Cristo para los otros.

P. Mariano Marracino
Pquia. San Miguel Arcángel
Recreo - Febrero de 2012

Estamos Adorando! Ven a ver!


3 de Febrero - ¡Zarza Ardiente!

3º Viernes de Adoración


Queridos Hermanos,
¡Paz y Bien en Cristo Jesús!
Con gran alegría y gratitud a Dios, nuestro Señor, 
es anunciamos la realización del 3º Viernes de Adoración.
El próximo 3 de Febrero, desde las 6.30 hs,
viviremos un nuevo día de Amor y Reparación.
Rogamos a la Santísima Virgen, Madre de la Eucaristía,
que mueva los corazones y haga de ellos adoradores,
y los traiga al pie del Santísimo Sacramento.
Los esperamos.
Dios los Bendice!