domingo, 31 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA


El padre y la madre del niño se asombraban de lo que decían de él

¿Qué puedo decir de este gran misterio? Veo un obrero, un pesebre, un niño, pañales, una virgen que da a luz privada de lo necesario para un parto, las marcas y el peso de la pobreza. ¿Vieron alguna vez la riqueza entre tantas penas? ¿Cómo el que era rico se hace pobre por nosotros (2 Cor 8,9) al punto que privado de cuna y cobijas está acostado en un duro comedero? (…) ¡Oh riqueza inmensa, bajo las apariencias de pobreza! Duerme en un pesebre y conmociona el universo. Envuelto en sus pañales, rompe las cadenas del pecado. No puede aún pronunciar una palabra e instruye a los magos para que vuelvan por otro camino. ¡El misterio supera a la palabra!

He aquí al neonato en pañales, acostado en un pesebre. También está María, virgen y madre. Y José, al que llaman su padre. Él ha esposado a María, pero el Espíritu Santo la ha cubierto con su sombra. Por eso José estaba angustiado, no sabiendo cómo llamar al niño. (…) En medio de esta ansiedad, un mensaje le fue llevado por un ángel “No temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo” (Mt 1,20). (…) ¿Por qué el Salvador nació de una virgen? Antiguamente, Eva, que era virgen, se dejó seducir y engendró la causa de nuestra muerte. María, habiendo recibido la Buena Noticia, dio a luz al Verbo hecho carne, que nos trae a la vida eterna.


San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía para Navidad (PG 56, Les Pères commentent), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,22-40


Evangelio según San Lucas 2,22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor,

como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.

También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él

y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.

Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,

Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,

porque mis ojos han visto la salvación

que preparaste delante de todos los pueblos:

luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.

Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,

y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos, paz y bien.

Terminamos el año contemplando a la Sagrada Familia. No está mal, para hacer balance de cómo vivimos, nos movemos y existimos. Tener con quién compararse siempre es un estímulo. Y si el modelo es ejemplar, miel sobre hojuelas.

Hemos leído tres relatos, escritos hace ya muchos años ¿Nos pueden enseñar algo estos textos tan antiguos que hemos escuchado? Creo que sí: porque las necesidades humanas básicas eran las mismas entonces que ahora; porque los valores básicos eran los mismos entonces que ahora. Por eso, si nos preguntamos por lo que puede ayudar a que la vida de familia no se deteriore, sino que se mantenga sana y mejore, podemos recoger estos tres mensajes.

Pri­mero, una llamada al respeto, en especial a los mayores cuyas facultades están sensible­mente mermadas. Nos lo recuerda la primera lectura. Hemos de cultivarlo a pesar de: a pesar de las rarezas y de las manías que puedan tener, a pesar de los defectos más o menos acusados que tengan. Todos somos imagen de Dios, en cualquier momento de nuestra No hagamos daño al Mesías que está presente, aunque encubierto, en los mayores o en los más débi­les. Y añadamos el respeto a la pie­dad. Simeón y Ana supieron reconocer al Mesías, y dar gracias a Dios por haberles permitido verlo. Hay que ser agradecidos.

Segundo: cultivemos en las relaciones mutuas los sentimientos positivos y las actitudes positi­vas. La vida familiar ha de ser una escuela de los afec­tos. Procuremos tener un mundo afectivo rico en nuestra relación con los otros miem­bros de la familia. No nos volvamos indiferentes a ellos, no seamos inex­presivos. Cuidemos los detalles del saludo afectuoso, de la sonrisa, de la acogida cordial, de la preocupación discre­ta (y también del respeto al silen­cio de los otros), del regalo, del servicio sencillo; cuidemos el gesto del perdón cuando nos han herido.

Quien cultiva diariamente lo pequeño, también sabrá adoptar las actitudes adecuadas en lo grande, en lo importante. ¿Podemos conducirnos así? Sí podemos, aunque tengamos nuestros fallos. Hay una verdad que la experiencia pone ante nuestros ojos: quien se sabe perdonado, está más dispues­to al perdón; quien se sabe acogi­do, se muestra más pronto a acoger; quien se siente amado, está más dispuesto a amar. Y así sucesivamente. Pues reparemos un poco en lo que Dios ha hecho con noso­tros: cómo nos ha amado, cómo nos ha acogido entre sus hijos, cómo nos ha perdonado, cómo nos ha dado su paz.

Tercero: busquemos en todo la voluntad de Dios. José nos da un buen ejemplo de esa disposición interior, cuando secunda la inspiración interior y vela por la seguridad del niño y la madre. Quien busca la voluntad de Dios vive para más que para sí mismo, piensa en más que en sí mismo, cuida más que su propia persona.

Podemos parar aquí. En la familia se aprende a vivir. Jesús, de José aprendió lo que es un buen padre, y le recordó que tenía un padre parecido allá arriba en el cielo. Y el buen José, cuántas veces estaría esperando a la puerta de casa el regreso de su Hijo cuando salía a trabajar por las casas y en el campo. Seguramente que él le inspiró aquella parábola del Padre bueno…

Su madre, María, la mujer de Nazareth... Probablemente fue ella quien le enseñó a fijarse en los lirios del campo y las aves del cielo, que son vestidas solemnemente por Dios. seguro que fue ella la que le enseñó a rezar: es posible que rezaran juntos en casa. José, que de vez en cuando iba a la sinagoga, rezaría algún Salmo. Y luego María daría ejemplo de cómo guardar en el corazón todas las cosas que no terminaban de entender de ese Dios tan sorprendente...

Esta santa familia hoy nos invita a recordar lo importante que es estar juntos ante las dificultades, y unidos siempre con Dios. Ahí es donde esta sociedad puede aprender a querer a todos, especialmente a los más débiles, y arrinconar de una vez los cariños interesados. En la familia se puede aprender a compartirlo todo, y a apretarse juntos en cinturón cuando hace falta, por haberle dado el pan a ese pobre que llamó a la puerta de casa... y arrinconar de una vez esa manía de ponerle precio a todo. Ellos sabían lo que era "abandonarse en manos de la providencia" y "atesorar tesoros en el cielo, donde no hay polillas" (cfr. Mt 6, 19). Y el perdón, palabra esencial en la familia, podrá enseñar a este mundo donde todo lo arreglamos a gritos y mamporros, podrá salir por todas las ventanas e inundarlo todo.

Y en este mundo de ruidos y prisas, de relaciones cibernéticas, la familia puede enseñar a escuchar, a perder el tiempo alrededor de la chimenea o de la mesa camilla (que no del televisor), y sabiendo animar al que hoy tuvo dificultades en el trabajo o con los amigos. Y, sobre todo, aprender a escuchar juntos lo que dice Dios a través de su Palabra y de lo que pasa en el mundo; hablarle de la gente necesitada, de esos que preocupan especialmente al Padre del Amor. En estos días, preguntémonos cómo podemos mejorar las relaciones dentro de casa y hacia afuera. Para que, llenos de sabiduría, la gracia de Dios esté con nosotros.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

¡Ama y verás a Dios!

El Señor ha venido, doctor de la caridad, pleno de caridad. (…) Reflexionen conmigo, hermanos, acerca de la naturaleza de estos dos preceptos. Ellos no deben solamente venir a su espíritu cuando se los recordamos. Nos deben ser muy conocidos y nunca borrarse de nuestro corazón. Es nuestro deber.

Piensen sin cesar que tenemos que amar Dios, con todo el corazón, toda el alma, todo el espíritu, y a nuestro prójimo como a nosotros mismo. (…) El amor de Dios es el primero en el orden de los preceptos, pero el amor del prójimo es el primero en el orden de la realización. El que en dos preceptos te mandaba amar, no podía mandarte amar primero a tu prójimo y a Dios luego, sino a Dios y al prójimo al mismo tiempo.

Ya que todavía no ves a Dios, es amando al prójimo que podrás verlo. Al amar a tu prójimo, purificas tu ojo para ver a Dios. Es evidente para Juan “¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?” (1 Jn 4,20). Te decimos “Ama a Dios”. Si me dices “Muéstrame a quien debo amar”, te responderé con las palabras de Juan “Nadie ha visto jamás a Dios” (Jn 1,18). Sin embargo, no te creas extraño a la visión de Dios: “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él” (1 Jn 4,16).

Ama al prójimo y considera que está dentro de ti la fuente del amor al prójimo. Ahí, tanto como sea posible, verás a Dios. (…) “Entonces despuntará tu luz como la aurora” (Is 58,8). Tu luz, es tu Dios, luz matinal que sucederá a la noche de este siglo. Él no se levanta ni se acuesta, ya que permanece eternamente.


San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Tratado sobre Jn 17,8 (S. Augustin et l’augustinisme, Seuil, 1955), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 20,2-8


Evangelio según San Juan 20,2-8
El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.

Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,

y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
RESONAR DE LA PALABRA

Hace tiempo, en las escuelas de comunicación los cuatro evangelios se estudiaban como ejemplo de crónica periodística. El qué, cómo, cuando, porqué etc. exigibles en el género se cumplen en cada uno de ellos y, además presentan unos rasgos de estilo que identifican no solo al autor sino también a los muchos personajes que se presentan en los cuatro textos. Cada uno de los doce elegidos por el Señor aparece en ellos con unos pocos rasgos que definen con bastante precisión una personalidad. Entre los doce, Juan, que se describe a sí mismo como el discípulo a quien Jesús amaba, presenta un carácter apasionado y una especial profundidad teológica.

Las lecturas de hoy tienen como protagonista a Juan como autor en la primera carta y como autor, y protagonista junto a Pedro, en el relato evangélico.

La carta es una profesión de fe en algo impensable porque va mucho más allá de la expectación del Mesías que anunciaron las Escrituras y da un sentido nuevo a lo que anunciaron los profetas. Se trata de la Vida Eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó en la humanidad de Cristo. Juan lo "ha palpado", lo ha captado con sus sentidos y lo anuncia para que todos participen de una alegría desbordante, un gozo completo.

El relato evangélico se condensa en dos verbos: Juan vio y creyó. Aquello en lo que creyó Juan es lo que acabamos de celebrar hace dos días: que el Dios Todopoderoso se encarnó en María Virgen y nació en Belén. Que por nosotros y por nuestra salvación murió crucificado y que resucitó al tercer día porque para eso había venido a este mundo. A lo mejor lo más sorprendente no es lo que celebramos, sino que haya llegado a parecernos una "fiesta de familia" y que la vivamos como una tradición (en el mejor de los casos) o un deber social algo engorroso. Repetimos lo que vio y creyó el apóstol cada domingo al recitar el Credo… ¿Y no nos afecta? A Juan, que vió y creyó, le comprometió toda la vida porque ya, de edad en edad y hasta el final de los tiempos la alegría y el amor han de llegar a todos. Los que por gracia hemos conocido la salvación y la esperanza, tenemos que hacer que resuene en todo el mundo.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

 

 

martes, 26 de diciembre de 2023

COMPRENDINDO LA PALABRA

Coronados juntos por el humilde Rey de gloria

Ayer celebramos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado. (…) Nuestro Rey, siendo la excelsitud misma, se humilló por nosotros; su venida no ha sido en vano, pues ha aportado grandes dones a sus soldados, a los que no sólo ha enriquecido abundantemente, sino que también los ha fortalecido para luchar invenciblemente. Ha traído el don de la caridad, por la que los hombres se hacen partícipes de la naturaleza divina. (…)

Así, pues, la misma caridad que Cristo trajo del cielo a la tierra ha levantado a Esteban de la tierra al cielo. (…) Esteban, para merecer la corona que significa su nombre, tenía la caridad como arma, y por ella triunfaba en todas partes. Por la caridad de Dios, no cedió ante los judíos que lo atacaban; por la caridad hacia el prójimo, rogaba por los que lo lapidaban. Por la caridad, argüía contra los que estaban equivocados, para que se corrigieran; por la caridad, oraba por los que lo lapidaban, para que no fueran castigados. Confiado en la fuerza de la caridad, venció la acerba crueldad de Saulo, y mereció tener en el cielo como compañero a quien conoció en la tierra como perseguidor. La santa e inquebrantable caridad de Esteban deseaba conquistar orando a aquellos que no pudo convertir amonestando. Y ahora Pablo se alegra con Esteban, y con Esteban goza de la caridad de Cristo, triunfa con Esteban, reina con Esteban; pues allí donde precedió Esteban, martirizado por las piedras de Pablo, lo ha seguido éste, ayudado por las oraciones de Esteban.



San Fulgencio de Ruspe (467-532)
obispo en África del Norte
Sermón 3, 1-3, 5-6 ; CCL 91 A, 905-909 (trad. cf breviario 26/12)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,17-22


Evangelio según San Mateo 10,17-22
Jesús dijo a sus apóstoles:

Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.

A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,

porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.

Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.


RESONAR DE LA PALABRA

Inmediatamente después de la fiesta de Navidad, celebramos a San Esteban “protomártir”, el primer mártir venerado en la Iglesia católica y también en otras confesiones (anglicana, luterana y ortodoxas). En los dos días siguientes se celebrará a San Juan Evangelista y a los Santos Inocentes. Nada es casual: cada una de estas fiestas, en este orden, tiene un sentido estrechamente vinculado con el tiempo litúrgico.

El Papa Francisco lo explicó del este modo: “en la óptica de la fe, la fiesta de San Esteban está en plena sintonía con el significado profundo de la Navidad porque la Iglesia ve en el sacrificio de los mártires su nacimiento al cielo. Celebramos hoy, pues, el nacimiento de Esteban, que en profundidad brota de la Navidad de Cristo. ¡Jesús transforma la muerte de cuantos lo aman en aurora de vida nueva”.

En el Libro de los Hechos, Lucas relata la elección de Esteban como uno de los siete diáconos consagrados por los apóstoles y su martirio sellado con su exclamación: “¡Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de Dios!”.

El mismo Papa Francisco, en la Exhortación Apostólica Exsultate et Gaudete, expone ampliamente lo que podríamos destacar como la virtud que deslumbra en los mártires y, en especial en San Esteban. Se refiere el Papa al término griego “parresía”.

Estamos llamados a anunciar a Cristo Crucificado “con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso contra corriente” como nos pide la Iglesia (EG, 259), siendo centinelas que ni de día ni de noche dejen de anunciar el nombre del Señor.

¿Cómo actuamos muchos que nos decimos católicos? Parece que, salvo excepciones, con escasa o ninguna audacia. Lo que se traduce en una especie de esquizofrenia existencial: creemos y practicamos en privado y disimulamos nuestra fe o la silenciamos en lo público.

Esto, que es muy general en nuestro occidente secularizado, contrasta con muchos lugares del mundo en los que los cristianos sufren literalmente el martirio. Como tantos que, a lo largo de la historia, dieron el testimonio supremo del martirio, ellos nos enfrentan con nuestros temores y cobardías. Ellos, también, interceden para que la fe que creemos profesar sea viva y operante.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

SOMBRA DEL ALTÍSIMO


«Pensando en todos, pensando en los marginados, en los que estos días están lejos de la alegría de la Navidad. Hagámoslo de manera delicada y discreta: escuchando, acompañando, visitando, haciéndonos también nosotros para los demás ‘sombra del Altísimo’… ¡No confundamos la celebración con el consumismo! Se puede – y como cristianos debemos – celebrar con sencillez, sin despilfarros, y compartiendo con quienes carecen de lo necesario o les hace falta la compañía»


Francisco

Ángelus

24-12-2023 




lunes, 25 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Honra a Belén, que te condujo al cielo

Es necesario que yo sea sepultado con Cristo, resucite con él, herede con él el cielo, devenga hijo de Dios. He aquí el gran misterio para nosotros, he aquí lo que es para nosotros el Dios encarnado, hecho pobre por nosotros.

Vino para elevar la carne, salvar su imagen, restaurar al hombre. Vino para hacernos perfectamente uno, en Cristo. En Cristo, que vino perfectamente y completamente en nosotros, para poner en nosotros todo lo que él es. No hay más ni judío ni pagano, ni esclavo ni hombre libre, ni hombre ni mujer, todas características de la carne. Sólo existe la divina imagen que llevamos en nosotros, según la que fuimos creados, que es necesario se forme y grabe en nosotros, tan fuerte, que sea suficiente para que nos reconozcan.

¡Cada misterio de Cristo es una fiesta de alegría! Ellos significan mi perfección, mi restauración, mi retorno a la inocencia del primer Adán. Celebra la Natividad, que ha desligado las ataduras de tu natividad, honra a la pequeña ciudad de Belén, que te condujo al cielo, venera al pesebre en el que fuiste alimentado por el Verbo. Corre tras la estrella, con los magos ofrece tus presentes -oro, incienso, mirra- al Rey y Dios hecho hombre, muerto por ti. Glorifica Dios con los pastores, con los ángeles canta himnos e intégrate al coro de los arcángeles.



San Gregorio Nacianceno (330-390)
obispo y doctor de la Iglesia
Oración 7.38 (Le corps mystique du Christ, Desclée de Brouwer, 1936), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,1-18


Evangelio según San Juan 1,1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

El no era la luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".

De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.


RESONAR DE LA PALABRA

Todas las lecturas de la Misa de hoy 25 de diciembre, Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, nos hablan del poder y la majestad de Dios. Isaías anuncia: "¡Tu Dios reina! Y los confines de la tierra verán la salvación". El salmo invita a aclamar al Rey. Pablo proclama que "el Hijo está sentado a la derecha de la Majestad de Dios" y Juan, al comienzo de su Evangelio afirma solemnemente la divinidad de Jesucristo: "el Verbo eterno hecho carne que habitó entre nosotros lleno de gracia y verdad y del que vimos su gloria como unigénito del Padre".

La liturgia de hoy es -o debiera ser- tan majestuosa, solemne, gozosa y bella como podamos celebrarla. Estas fiestas como las de la Pascua, para los cristianos, son las más importantes del año.

Pues bien, una costumbre muy extendida y apreciada consiste en que, finalizado el rito eucarístico con la bendición, los asistentes nos acerquemos a besar el pie de la ingenua figurilla de un niño pequeñito apenas cubierto con un pañal blanco. El caso es que los fieles aceptamos con naturalidad la paradoja de venerar la Majestad de un Dios Omnipotente en la imagen de un recién nacido.

Ayer, en la celebración de Vísperas, por dos veces el relato de Lucas no daba la señal: os ha nacido el redentor y lo encontraréis envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Un amigo evangelista me explicó hace tiempo el significado de la "señal": los corderos que se ofrecían en el templo de Jerusalén, como prescribe el Levítico, tenían que ser perfectos, sin mancha ni tara alguna y, por eso, para protegerlos de cualquier golpe o mancha, se envolvían en tiras de tela… como las que usaban las comadronas para envolver a los recién nacidos. Es decir, "pañales".

Creo que para José y María (buenos israelitas conocedores de las leyes de culto) el detalle no pasaría inadvertido y, de algún modo, captarían la señal como presagio y anuncio. Las profecías se cumplirían y el Rey obraría la salvación anunciada mediante el sacrificio.

Dios vino a nosotros como un pequeño indefenso. Un Rey nos ha nacido… y será sacrificado. Lo más sorprendente de la fe cristiana, me parece es este carácter paradójico, esta desproporción y desmesura según la lógica humana, del amor que Dios nos tiene.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 24 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

María, la mujer de fe, esperanza y amor

Los santos son verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor. Entre los santos destaca por su excelencia, María, la Madre del Señor y espejo de toda santidad. En el evangelio de Lucas, la encontramos comprometida con un servicio de caridad hacia su prima Isabel, junto a la cual se queda «alrededor de tres meses» (1,56), para asistirla en la fase final de su embarazo. «Proclama mi alma la grandeza del Señor», dice ella en esta ocasión: «Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (1,46).

Con ello expresa todo el programa de su vida: no se pone en el centro, sino que deja que Dios, a quien ha encontrado tanto en la oración como en el servicio al prójimo, ocupe este lugar –tan sólo entonces el mundo es bueno. María es grande precisamente porque ella misma no quiere hacerse grande, sino que quiere engrandecer a Dios (Lc 1, 38.48). Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no llevando la obra a su cumplimiento sino tan sólo poniéndose a la disposición de las iniciativas de Dios. María es una mujer de esperanza: únicamente porque cree en las promesas de Dios y espera la salvación de Israel; el ángel puede venir donde ella está y llamarla al servicio del cumplimiento decisivo de estas promesas. Es una mujer de fe: «Dichosa tú que has creído», le dice Isabel.


Benedicto XVI
papa 2005-2013
Encíclica «Deus caritas est», § 41

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,26-38


Evangelio según San Lucas 1,26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.

Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;

él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,

reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".

María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".

El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,

porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.


RESONAR DE LA PALABRA

Si el Señor no construye la casa

Queridos hermanos, paz y bien.

Este año el almanaque es un poco caprichoso. Se ajustan los tiempos, y este cuarto domingo, por la mañana, será Adviento y por la tarde, Navidad. Cosas del calendario.

Porque llegamos al final del Adviento. Y, ¿qué es? – ¿qué ha sido? – el Adviento para nosotros. Lo cuenta muy bien el Libro del Apocalipsis, cuando Jesús dice: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20). ¿Hemos oído la voz de Jesús? ¿Le hemos franqueado nuestra puerta? Si no es así, todavía estamos a tiempo en estos pocos días que nos quedan para la Navidad. Jesús dice inmediatamente antes: "Sé, pues, ferviente y arrepiéntete" Por ahí va su consejo y eso es el Adviento. Pero es cierto que el tiempo se va agotando y que la llegada del Niño Dios ya está ahí. Su cercanía abre nuestros corazones al amor y a la concordia. El gran milagro – repetido anualmente – es que ese Niño ablanda los corazones de los hombres y los prepara para ser mejores, para estar más cercanos de sus semejantes. Los últimos días – las últimas horas – de este Adviento nos deben servir para no poner barreras entre los designios amorosos de Dios y nuestras capacidades para hacer al bien a todos.

La iniciativa es, al parecer, de David y el profeta Natán le animará a ello. Le duele que el arca de Dios esté en una tienda, mientras Él, el rey, vive en una casa de cedro, en un palacio. Pero Dios, le dice a David: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? No es que Dios rechace la generosidad de David, sino que le ofrece la oportunidad de manifestársele de una forma nueva. El Señor es quien construye la casa y va a construirle a David su verdadera Casa, que es mucho más que ese palacio de cedro en donde habita. Y se lo manifiesta con varios verbos en primera persona: “Yo te saqué… Yo estaré contigo… Yo te pondré en paz… Yo te daré una dinastía…. Yo afirmaré después de ti la descendencia… y consolidaré su realeza…. Tu casa y tu reino durarán por siempre”.


Los seres humanos somos seres incompletos y todo lo que hacemos lleva la marca de nuestra imperfección. Queremos hacernos una casa, formar una familia, constituir una comunidad, entablar una amistad, establecer una relación, y cuando menos lo esperamos, descubrimos su inconsistencia, vemos cómo se resquebraja nuestro sueño, cómo se nos hunde el proyecto o se enfrenta a dificultades imprevistas y ante las cuales nos sentimos no preparados.

En estos días del año las familias se reúnen, pero también detectan sus puntos débiles y sus contradicciones internas; en estos días la casa se convierte para nosotros en un punto de atracción, pero nos surge la nostalgia, el anhelo de algo que pudo ser o fue y ya no es o no puede ser. Hay casas muy poco consistentes. Hay hogares en los cuales la historia se desmadeja, las tradiciones se pierden, o se mueren de puro repetitivas. Formar una casa es la tarea más digna del ser humano. Pero ¿quién construirá una casa así?

Tenemos un buen modelo en María. El pasado día 8 reflexionamos sobre su Inmaculada Concepción. Hoy se nos vuelve a presentar el mismo Evangelio, y lo podemos revisar desde la perspectiva del final del Adviento. Es lo bueno de la Palabra, que resuena de mil maneras distintas, aunque sea la misma.

María es mujer de esperanza. Sabe que Dios –aunque no se sepa cómo- cumple su promesa y que todo acontece según el plan divino. A su ritmo. A su tiempo. María asume su misión, la de anunciar al mundo todo lo que Dios puede hacer en los pobres que se confían a su Amor.

Cuando sentimos que todo se derrumba, cuando nos parezca que Dios no cumple sus promesas, cuando creamos que este no era el matrimonio soñado, o la comunidad o Congregación anhelada, o la Iglesia deseada… Cuando nos parezca que la casa está medio en ruinas y quizá tengamos la tentación de irnos a otra casa, miremos a María. Digamos “Fiat” (¡hágase!) a la Promesa de Dios… ¡Que si el Señor no construye la casa! Él quiere asumir todo el protagonismo. ¿Por qué no confiar en Él que es nuestro Padre, nuestro Creador? ¡Él proveerá!

Y, en fin, que María, que creyó en el Ángel, nos facilite el camino hacia la llegada de Jesús, que sepamos, estos pocos días que nos quedan hasta la Natividad del Señor en disponer nuestros corazones para mejor recibirle. Terminemos, pues, nuestra reflexión de hoy de la mejor forma posible: ¡Ven, Señor; no tardes!

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

PESEBRE, LUGAR DE GOZO

 

«El belén es como un pequeño pozo del que extraer la cercanía de Dios, fuente de esperanza y alegría. El pesebre es como un Evangelio vivo, un Evangelio doméstico. Como el pozo de la Biblia, es el lugar del encuentro, donde llevamos a Jesús, como hicieron los pastores de Belén y la gente de Greccio, las expectativas y las preocupaciones de la vida. Llevar a Jesús las expectativas y preocupaciones de la vida. Si, ante el pesebre, confiamos a Jesús todo lo que nos es querido, también nosotros experimentaremos «una gran alegría» (Mt 2,10). Una alegría que viene de la contemplación, del asombro con el que yo voy a contemplar estos misterios»


Francisco

Ángelus

20-12-2023





sábado, 23 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“¿Qué va a ser este niño?”

¡Oh maravilla, el nacimiento del mensajero precede a Aquel sin el cual no habría nacido nunca! El es la voz y Jesús el Verbo... La palabra nace primero en el espíritu, luego suscita la voz que la pronuncia; la voz se expresa por los labios y da a conocer la palabra a los oyentes. Así Cristo ha permanecido en el Padre, por quien Juan, su mensajero, fue creado como toda criatura. Pero Juan sale del vientre de su madre y por él Cristo fue anunciado a todo el mundo. Éste era el Verbo, desde el principio, antes que existiera el mundo; aquel fue la voz que precede al Verbo. El Verbo nace del pensamiento, la voz sale del silencio.

Cuando da a luz a Cristo, María cree, mientras que antes de engendrar Juan, Zacarías se queda mudo. Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El Verbo prolifera en el corazón de quien lo piensa; la voz expira en el oído de quien la escucha. Puede que éste sea el sentido de la palabra de Juan: “El debe ser cada vez más importante; yo, en cambio, menos.” (Jn 3,30) Porque los oráculos proféticos, pronunciados ante de Cristo como una voz antes del verbo, se siguen hasta que llega Juan en quien cesan las figuras precedentes. Luego, la gracia del evangelio y el anuncio manifiesto del reino de los cielos no conocerá fin y fructificará y crecerá en el mundo entero. Ciertamente, de Juan dice la misma Verdad: “Entre los nacidos de mujer no hay otro más grande que Juan Bautista.”(Mt 11,11).


San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón para la fiesta del nacimiento de San Juan Bautista

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,57-66


Evangelio según San Lucas 1,57-66
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.

Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;

pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".

Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre".

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.

Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados.

Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.

Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.


RESONAR DE LA PALABRA

Llegamos al día previo a la Nochebuena con la continuación del relato de Zacarías e Isabel. La narración comienza en femenino, como en tantas ocasiones en nuestra vida. Isabel da a luz y a ella la felicitan sus vecinos y parientes. Un nacimiento que revela misericordia (“una gran misericordia”) y, por ello, una gran alegría (no olvidemos el “Alégrate María”, todavía cercano).

Hasta aquí todo bien, pero llega el momento de la circuncisión y cuando le preguntan el nombre que le van a poner Isabel dice que Juan. El nombre es algo importante, es la herencia primera que se le da a un hijo. Juan no puede ser, tiene que ser Zacarías como su padre, el sacerdote del turno de Abías. Pero Dios es tozudo y no da el nombre a torcer. Interviene milagrosamente el padre, desatándosele la lengua (igual de milagroso hubiese sido que en aquel tiempo le hiciesen caso en esto a una mujer), y confirma lo dicho: “Se va a llamar Juan”.

Isabel, Zacarías, el ángel y Dios dando nombre a aquel que iba a allanar los senderos, al que iba a preparar los caminos. Pero también el menos importante en el Reino de los cielos, no lo olvidemos. Juan se sitúa en como bisagra entre dos historias diferentes, aunque conectadas. Juan es el profeta por excelencia y hoy, cerca de la celebración del nacimiento de Dios, es un buen momento para caer en la cuenta de que los seguimos necesitando. Necesitamos de esos hombres y mujeres que transitan la senda de la profecía. Es un don, como todos lo que nos regala Dios. Pero uno de esos dones escasos.

Son rara avis en todos los tiempos, pero son imprescindibles para construir Evangelio. No son los encargados de institucionalizar, ni de continuar con lo que ya se hace o se cree. Son los testigos de lo diverso, los que señalan posibles caminos, los que arriesgan mucho, sabiendo que van a perder, porque su lógica es ilógica, porque el fracaso ya viene dado antes de comenzar la tarea. Lo saben y lo asumen. No es una vida perdida, sino el signo palpable de que la utilidad o los resultados no son lo único que existe y menos en el Reino.

Están en Dios y los llaman locos, tontos o payasos (todo también en femenino y para lo que sigue). Son molestos, no porque sean violentos o maleducados, sino porque viven lo que los demás solo intuimos y deformamos como caricatura: alegría, confianza, generosidad, altruismo, amor… Porque saben lo que es no preocuparse por lo superfluo y fiarse a ciegas del cariño de Dios. Entienden eso de los pájaros del cielo y de los lirios del campo. Son contraculturales, no por moda o por prurito de aparecer como progresistas, sino porque es la única forma de vivir lo que creen.

Son pocos, pero son imprescindibles en su inutilidad. Mimémoslos.

Feliz Navidad

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 22 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Porque ha mirada la humildad de su sierva”

María vivía una vida muy escondida: por esto el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman “Alma Mater”: Madre escondida y secreta. Su humildad fue tan profunda que en la tierra no buscó nada con tanta verdad como el estar escondida a ella misma y a toda criatura, para que sólo Dios la conociera y la mirara.

Dios, para atender su petición de vivir escondida, empobrecida, humillada, se complació en esconderla en su concepción, en su nacimiento, en su vida, en los misterios divinos de su resurrección y asunción, al margen de casi toda criatura humana. Sus padres mismos no la conocieron del todo; y los ángeles se preguntaron a menudo los unos a los otros: “¿Quién es ésta?” (Cant 6,10) porque Dios la escondía a los mismos ángeles. O bien, si les descubría algún aspecto de la Virgen, les escondía lo más...

¡Qué cosas tan grandes y misteriosas ha hecho Dios todopoderoso en esta criatura admirable, como ella misma se ve obligada a afirmar, a pesar de su profunda humildad: “porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso.” (Lc 1,49) El mundo no los conoce porque es incapaz e indigno de ello.



San Luis María Grignion de Monfort (1673-1716) predicador
fundador de comunidades religiosas
Tratado de la auténtica devoción a la Virgen María, 1-6

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,46-56


Evangelio según San Lucas 1,46-56
María dijo entonces:

"Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


RESONAR DE LA PALABRA

Sé que los tiempos de revolución ya pasaron y que, quizás, sea mejor así. Sé que la sociedad (en su mayor parte) decidió hace tiempo que lo más cómodo, lo perversamente más útil, es ir a lo mío y no meterme en problemas. Que cada uno se defienda como pueda.

Sé que en la Iglesia corren tiempos acomodaticios (en una buena parte de esta Madre amada), que lo mejor es hacer eventos multitudinarios y contar y recontar a los asistentes. Demostraciones de fuerza por número y toma de las calles con cánticos (que no me parece mal hasta cierto punto).

Pero están llegando tiempos, ya son llegados, en que bajo la omnipotente palabra “crisis” se da carta blanca al poder económico-político (quién lo pudiera distinguir), para recortar derechos básicos.

En buena parte de esta Unión europea de producen recortes en ayuda exterior y sanidad que son asuntos graves. Los ERES de “limpieza” en empresas que son inmorales e injustos. Trabajos más que basura. Emigración, que es tristeza de una obligación que creíamos olvidada en la noche de los tiempos cercanos (con la maleta de cartón), hoy con la Samsonite. Fronteras cerradas para que no entren los que menos pueden y menos son, pérdida de derechos humanos por externalización de control de fronteras a dictaduras que nos hacen el trabajo sucio. El Planeta esquilmado en la pérdida de biodiversidad y el calentamiento global y aún seguimos sin dejar de consumir o reducir el consumo de combustibles fósiles. Guerras que se pueden parar pero que no interesa porque los intereses son de los de siempre…

Sé que es decir por decir, escribir por escribir, pero mantengo la esperanza en el Dios de la comunidad, que atribuye a María las palabras del Magníficat, que, a su vez, son de Ana y de toda una tradición bíblica que entendió a Dios como Aquel que pone el mundo al revés en clave de justicia misericordiosa.

Pues que este Dios antiquísimo nos dé la fecundidad generosa para nuestros vientres secos y estériles. Que podamos gestar, en pequeñito, en lo cercano, esos hijos del Reino que crean que la “crisis” no es un organismo inalterable que puede hacer lo que le venga en gana con los derechos que tantos siglos de gestación necesitaron. Que los pobres no queden siempre indefensos y que se puedan alzar de la basura de lo que unos pocos nos encargamos de consumir obsesivamente.

Amén.

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 21 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“María se puso rápidamente en camino”: la fe se tiende a invitar a los otros a la alegría

Es imposible creer cada uno por su cuenta. La fe no es únicamente una opción individual que se hace en la intimidad del creyente, no es una relación exclusiva entre el «yo» del fiel y el «Tú» divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma naturaleza, se abre al «nosotros», se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia. Nos lo recuerda la forma dialogada del Credo, usada en la liturgia bautismal.

El creer se expresa como respuesta a una invitación, a una palabra que ha de ser escuchada y que no procede de mí, y por eso forma parte de un diálogo… Es posible responder en primera persona, «creo», sólo porque se forma parte de una gran comunión, porque también se dice «creemos». Esta apertura al «nosotros» eclesial refleja la apertura propia del amor de Dios, que no es sólo relación entre el Padre y el Hijo, entre el «yo» y el «tú», sino que en el Espíritu, es también un «nosotros», una comunión de personas. Por eso, quien cree nunca está solo, porque la fe tiende a difundirse, a compartir su alegría con otros… Tertuliano (c. 155-c. 220)… dijo que el catecúmeno, «tras el nacimiento nuevo por el bautismo», es recibido en la casa de la Madre para alzar las manos y rezar, junto a los hermanos, el Padrenuestro, como signo de su pertenencia a una nueva familia.



Papa Francisco
Encíclica “Lumen fidei”, § 39 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-45


Evangelio según San Lucas 1,39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".


RESONAR DE LA PALABRA

A las puertas de Belén, se dibujan los previos al Dios que nace en medio de nosotros. Y lo hacemos de la mano de dos mujeres muy distintas pero iguales en su fecundidad para los demás (como toda fecundidad que no puede ser privada ni privativa)

Isabel, la mujer infértil que recibe el gran regalo de la vida, cuando ya casi todo estaba perdido. María, la mujer que antepone los caminos a su propia comodidad (ella siempre poniendo por delante el olvido de sí misma). Y, sobre todo, el Espíritu, que llena de gozo el vientre de las madres y hace que los saludos se conviertan en bienaventuranzas. Que la ingravidez del líquido amniótico sea salto de alegría y de reconocimiento del Salvador que ya inició el camino sin retorno de nuestra carne.

Encuentros de gozo que hace posibles el Espíritu, empecinado en hacer que lo estéril sea plenamente fértil y que el cielo llueva su justicia para que la tierra haga germinar al Salvador, al Dios-con-nosotros.

Dichosos nosotros que, después de mucho tiempo, podemos rozar con las yemas del alma y del cuerpo toda la belleza de un nacimiento que sigue construyendo la dicha sin aspavientos artificiales.

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 20 de diciembre de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

¡Dios, en Su misericordia, Se ha preparado un templo, la Santísima Virgen!

Su Hijo Unigénito Oh Dios, que no has exterminado al hombre después de la caída, sino que en Tu misericordia lo has perdonado como Dios, es decir, no sólo le has perdonado la culpa, sino que le has colmado de toda gracia. La misericordia Te ha empujado a dignarte descender hacia nosotros y levantarnos de nuestra miseria.

Dios descenderá a la tierra, el Señor de los señores, el Inmortal se humillará. Pero ¿dónde descenderás, Señor? ¿Al templo de Salomón o haces construir un santuario nuevo al que piensas descender? Oh Señor, qué templo Te prepararemos, visto que toda la tierra es Tu escabel?

Tú Mismo Te has preparado un templo, la Santísima Virgen. Sus entrañas inmaculadas son Tu morada y se hace el milagro de Tu misericordia, oh Señor. El Verbo se hace Carne, Dios habita entre nosotros, el Verbo de Dios, la Misericordia Encarnada. Nos has elevado a tu divinidad a través de tu humillación; es el exceso de Tu amor, es el abismo de Tu misericordia. Los cielos se asombran de este exceso de Tu amor, ahora nadie tiene miedo de acercarse a Ti.

Tu eres Dios de la misericordia, tienes piedad de la miseria, eres nuestro Dios y nosotros Tu pueblo. Tú eres nuestro Padre y nosotros por Tu gracia somos Tus hijos. Sea glorificada Tu misericordia por haberte dignado descender a nosotros.



Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
religiosa
Diario, nº 1745 (La Divina Misericordia en mi alma, Editorial Padres Marianos, 4ª edic. autorizada Stockbridge, Massachussets 2001, p. 344)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,26-38


Evangelio según San Lucas 1,26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.

Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;

él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,

reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".

María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".

El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,

porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.


RESONAR DE LA PALABRA

En este día nos vuelve a tocar el evangelio de la anunciación, como en el día de la Inmaculada; por eso me permito la licencia de comentar otro, el del camino hacia Belén, que casi lo podemos rozar con los dedos. Perdón si a alguien le causa perjuicio…

Iban los dos, y otro más también en camino, pero este en el sendero acuático de un vientre. José preocupado por María. Pensando que los poderosos de la tierra tienen la triste manía de contar a las personas, de convertirlas en números que pagan impuestos, que van a sus guerras… José pensaba todo eso entre dientes y también, sobre todo por la urgencia, en dónde se iban a hospedar su amada a punto de dar a luz y él.

María, soñadora, esbozaba una sonrisa al sentir en sus entrañas cómo Jesús se movía. Disfrutaba, también, recordando el día en el que en su casa se coló un ángel. Un ángel con la sonrisa en los labios (como los ángeles góticos y las “Marías” góticas), en los labios de Dios que no pueden hacer otra cosa que sonreír, para eso es Dios y forma parte de su esencia más propia. Volvieron a pasar por sus labios, los de ella, saboreándolas, las palabras del enviado. No sabía muy bien si soñadas, pero sí vividas, intensamente guardadas en su corazón como tantas otras que iban a venir, algunas como puñales y otras como susurros.

Recuerda María aquellas palabras suaves y, a la vez firmes: “No tengas miedo, María” que recorrieron todo su cuerpo y que la hicieron vibrar con una paz que nunca había sentido. Con una paz muy parecida a la de un gloria suave, también con aleteos, que unirán ya para siempre a los seres humanos de buena voluntad con el Dios de los amores concretos.

María sonríe, como el ángel, en el camino hacia Belén y todo su ser se pone a temblar otra vez, como a cualquier otra mujer que siente la vida bullendo dentro de su vientre. Ella sabe que su hijo es especial, como todos los hijos para sus madres. Un hijo que es un milagro que no es de ella (como todos los hijos, aunque sus madres no lo quieran pensar, no lo quieran aceptar).

Pero ella también sabe que, ese hijo de sombra de Espíritu, un día va a recorrer los caminos y va a llevar la paz y la sonrisa de Dios. Sabe que ese hijo no le pertenece, como no le pertenece a ninguna madre, y eso le duele. Los seres humanos no lo van a entender, porque un amor entregado, como el de sus entrañas, no se puede aceptar; porque es la Luz, la suavidad y la ternura desarmada del cielo y la tierra nueva.

José sigue preocupado y María sigue soñadora. Recordando las palabras de la sonrisa de Dios: “No tengas miedo, María”. Ella se sumerge en esa sonrisa y la paz la cubre con su sombra. El niño se mueve otra vez en sus entrañas, sonriendo. De camino a Belén.

Miguel Tombilla, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA