martes, 26 de diciembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 10,17-22


Evangelio según San Mateo 10,17-22
Jesús dijo a sus apóstoles:

Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.

A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,

porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.

Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.


RESONAR DE LA PALABRA

Inmediatamente después de la fiesta de Navidad, celebramos a San Esteban “protomártir”, el primer mártir venerado en la Iglesia católica y también en otras confesiones (anglicana, luterana y ortodoxas). En los dos días siguientes se celebrará a San Juan Evangelista y a los Santos Inocentes. Nada es casual: cada una de estas fiestas, en este orden, tiene un sentido estrechamente vinculado con el tiempo litúrgico.

El Papa Francisco lo explicó del este modo: “en la óptica de la fe, la fiesta de San Esteban está en plena sintonía con el significado profundo de la Navidad porque la Iglesia ve en el sacrificio de los mártires su nacimiento al cielo. Celebramos hoy, pues, el nacimiento de Esteban, que en profundidad brota de la Navidad de Cristo. ¡Jesús transforma la muerte de cuantos lo aman en aurora de vida nueva”.

En el Libro de los Hechos, Lucas relata la elección de Esteban como uno de los siete diáconos consagrados por los apóstoles y su martirio sellado con su exclamación: “¡Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de Dios!”.

El mismo Papa Francisco, en la Exhortación Apostólica Exsultate et Gaudete, expone ampliamente lo que podríamos destacar como la virtud que deslumbra en los mártires y, en especial en San Esteban. Se refiere el Papa al término griego “parresía”.

Estamos llamados a anunciar a Cristo Crucificado “con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso contra corriente” como nos pide la Iglesia (EG, 259), siendo centinelas que ni de día ni de noche dejen de anunciar el nombre del Señor.

¿Cómo actuamos muchos que nos decimos católicos? Parece que, salvo excepciones, con escasa o ninguna audacia. Lo que se traduce en una especie de esquizofrenia existencial: creemos y practicamos en privado y disimulamos nuestra fe o la silenciamos en lo público.

Esto, que es muy general en nuestro occidente secularizado, contrasta con muchos lugares del mundo en los que los cristianos sufren literalmente el martirio. Como tantos que, a lo largo de la historia, dieron el testimonio supremo del martirio, ellos nos enfrentan con nuestros temores y cobardías. Ellos, también, interceden para que la fe que creemos profesar sea viva y operante.

Virginia Fernández Aguinaco

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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