miércoles, 30 de septiembre de 2020

A TRABAJAR

 

«Tenemos que ponernos a trabajar con urgencia para generar buenas políticas, diseñar sistemas de organización social en la que se premie la participación, el cuidado y la generosidad, en vez de la indiferencia, la explotación y los intereses particulares. Tenemos que ir adelante con la ternura. Una sociedad solidaria y justa es una sociedad más sana. Una sociedad participativa —donde a los “últimos” se les tiene en consideración igual que a los “primeros”— refuerza la comunión. Una sociedad donde se respeta la diversidad es mucho más resistente a cualquier tipo de virus. Ponemos este camino de sanación bajo la protección de la Virgen María, Virgen de la Salud. Ella, que llevó en el vientre a Jesús, nos ayude a ser confiados. Animados por el Espíritu Santo, podremos trabajar juntos por el Reino de Dios que Cristo ha inaugurado en este mundo, viniendo entre nosotros. Es un Reino de luz en medio de la oscuridad, de justicia en medio de tantos ultrajes, de alegría en medio de tantos dolores, de sanación y de salvación en medio de las enfermedades y la muerte, de ternura en medio del odio. Dios nos conceda “viralizar” el amor y globalizar la esperanza a la luz de la fe»


Francisco

Audiencia General

30-09-2020


 

TE SEGUIRÉ ADONDE VAYAS


“Te seguiré adonde vayas” (Mt 8,19)

Tú, alegría desbordante de mi espíritu, tú, alabanza de mi corazón y mi boca, mi Jesús: te seguiré adonde vayas. Cuando hayas reivindicado para ti mi corazón y lo hayas poseído como propio, jamás en el mundo me serás quitado. (…)

“Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro Dios de Jacob” (Sal 23,6). (…) 

Dulce Jesús, hazme inscribir y contar entre la raza de los que te conocen, Dios de Israel. En la raza de quienes buscan tu rostro, Dios de Jacob. En la raza de los que te aman, Dios de los ejércitos. Por gracia, haz que teniendo manos inocentes y corazón puro, reciba bendición y misericordia de ti, oh Dios de mi salvación. (…)

Cordero de Dios, en la vía dónde camino, toma mi mano derecha, para que no desfallezca. Cordero de Dios, lo que comencé en tu Nombre, haz que fielmente lo cumpla gracias a tu ayuda. Cordero de Dios, que mis pecados no sean un obstáculo, sino que tu misericordia me haga progresar en todas estas demandas. ¡Oh Cristo escúchame! Y a la hora de mi muerte, alégrame en tu salvación.



Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
Ejercicios espirituales IV (SC 127. Œuvres spirituelles, Cerf, 1967), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,57-62


Evangelio según San Lucas 9,57-62
Mientras Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!".

Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".

Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre".

Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios".

Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".

Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".



RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Muchas personas, todos los años, se deciden a hacer la experiencia del Camino de Santiago en soledad. La experiencia permite descubrir lo que es salir al camino sin estar seguro de cuál es la meta. Ni siquiera se tenía la seguridad de dónde estaba la meta. Cada mañana se toma la mochila y el bordón de peregrino y se sale al camino. Siempre hacia el oeste.

Estar con Jesús era algo parecido al camino de Santiago. Con la diferencia de que no era para un mes sino para toda la vida. Con Jesús se sabía de dónde se salía pero no a dónde se llegaba. Los discípulos habían dejado atrás sus casas, sus trabajos, sus redes. Con Jesús no tenían nada más que sus propias fuerzas y el polvo del camino. Jesús iba por delante. Todo era posible. Porque Jesús era absolutamente sorprendente. Sus caminos siempre parecen nuevos.

En el Evangelio de hoy, como en el caso de los peregrinos, no es Jesús el que invita a seguirle. Son algunos de los que están con él los que parece que se quieren comprometer a seguir a Jesús, a estar siempre con él. Da la impresión de que se habían encontrado con él, que le habían acompañado unos días. Y que de esa experiencia había brotado el deseo de quedarse en la compañía de Jesús.

Pero no saben donde se han metido. Jesús les pide una entrega y una radicalizad total. Hay que dejarlo todo y encontrarse con nada. Si el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza tampoco los que están con él. Jesús va camino de Jerusalén y allí las expectativas no son buenas. Esos nubarrones terribles también están sobre la cabeza de los que acompañan a Jesús.

Hoy sucede algo parecido. Seguir a Jesús es comprometerse con la justicia, acercar el amor de Dios a los más pobres y marginados, renunciar a la violencia en todas sus formas y abrir caminos a una fraternidad en la que toda la humanidad está invitada a participar sin excepciones ni exclusiones. En ese camino no hay vuelta atrás. Y no hay otro camino para encontrar la vida de verdad.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 29 de septiembre de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 290920


“Hubo un combate en el cielo : Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón” (Ap 12,7)

En la perfección de su naturaleza espiritual, los ángeles están llamados desde el principio, en virtud de su inteligencia, a conocer la verdad y a amar el bien que conocen en la verdad de modo mucho más pleno y perfecto que cuanto es posible al hombre. Este amor es el acto de una voluntad libre... que significa posibilidad de hacer una elección en favor o en contra del Bien que ellos conocen, esto es, Dios mismo. Hay que repetir aquí lo que ya hemos recordado a su debido tiempo a propósito del hombre: creando a los seres libres, Dios quiere que en el mundo se realice aquel amor verdadero que sólo es posible sobre la base de la libertad. Él quiso, pues, que la creatura, constituida a imagen y semejanza de su Creador, pudiera, de la forma más plena posible, volverse semejante a Él: Dios, que "es amor" (1 Jn 4, 16). Creando a los espíritus puros, como seres libres, Dios, en su Providencia, no podía no prever también la posibilidad del pecado de los ángeles. Pero precisamente porque la Providencia es eterna sabiduría que ama, Dios supo sacar de la historia de este pecado... el definitivo bien de todo el cosmos creado.

De hecho, como dice claramente la Revelación, el mundo de los espíritus puros se divide en buenos y malos... ¿Cómo comprender esta oposición?... Los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar de "ceguera", producida por la supervaloración de la perfección del propio ser, impulsada hasta el punto de velar la supremacía de Dios que exigía, en cambio, un acto de dócil y obediente sumisión. Todo esto parece expresado de modo conciso en las palabras "¡No te serviré!" (Jer 2, 20), que manifiestan el radical e irreversible rechazo de tomar parte en la edificación del reino de Dios en el mundo creado. "Satanás", el espíritu rebelde, quiere su propio reino, no el de Dios, y se yergue como el primer "adversario" del Creador, como opositor de la Providencia, como antagonista de la amorosa sabiduría de Dios. De la rebelión y del pecado de Satanás, como también del pecado del hombre, debemos concluir acogiendo la sabia experiencia de la Escritura, que afirma: "En el orgullo está la perdición" (Tob 4, 14)


San Juan Pablo II (1920-2005)
papa
Audiencia general del 23/07/1986

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,47-51


Evangelio según San Juan 1,47-51
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez".

"¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera".

Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".

Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía".

Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

En la lectura continuada que venimos haciendo del libro de Job y del evangelio de Lucas, hoy la liturgia nos propone un paréntesis con la celebración de los Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

Los tres textos de este día están unidos exteriormente por los personajes de los ángeles, si bien tratan temas diversos. La primera lectura habla del triunfo de Cristo y sus seguidores sobre sus enemigos, el salmo responsorial es una acción de gracias a Dios por sus expresiones (misericordia, fidelidad, gloria, etc.), y en el evangelio se condensa la teología joánica: Jesús es rabí, Hijo de Dios, Rey de Israel.

Volvamos al punto de unión, los ángeles. Son seres que adquirieron un protagonismo excepcional en la literatura sagrada y profana del pueblo hebreo, conocida como apocalíptica, entre los siglos III a.C. y II d.C. Había ángeles buenos y malos, de rango inferior y de grado superior, novatos y veteranos. Capaces todos ellos de dominar cualquier situación o criatura mundana o semimundana. Se les veía generalmente en los espacios celestes sosteniendo luchas perpetuas acompañadas de los más extraordinarios fenómenos atmosféricos o de cualquier otro orden imaginable. Y por encima de todo estaba el Dios supremo, el dueño de todo y conocedor del desenlace de todas las batallas.

¿Por qué este tipo de imágenes? Exactamente no lo sabemos (como ocurre al preguntarnos por la causa de la aparición de un determinado género literario). Lo que sí es cierto es que en esta época Israel, por un lado, y los cristianos por otro, comparten situaciones similares: el rechazo, unas veces directo y otras más encubierto, por parte de las autoridades civiles y/o religiosas, o de cualquier otro grupo influyente. Los grados a los que llegó esta oposición fue muy variado.

La actualización del mensaje es clara: la celebración de los Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael nos acerca a las situaciones de rechazo individuales o comunitarias, para confiar que el bien tendrá la última palabra en nuestro mundo, y para que esta convicción nos haga ser personas y comunidades de salvación.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 28 de septiembre de 2020

RENOVAR LA FE

 

«La fe en Dios pide renovar cada día la elección del bien respecto al mal, la elección de la verdad respecto a la mentira, la elección del amor del prójimo respecto al egoísmo. Quien se convierte a esta elección, después de haber experimentado el pecado, encontrará los primeros lugares en el Reino de los cielos, donde hay más alegría por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos (cfr. Lc 15, 7). Pero la conversión, cambiar el corazón, es un proceso, un proceso que nos purifica de las incrustaciones morales. Y a veces es un proceso doloroso, porque no existe el camino de la santidad sin alguna renuncia y sin el combate espiritual. Combatir por el bien, combatir para no caer en la tentación, hacer por nuestra parte lo que podemos, para llegar a vivir en la paz y en la alegría de las Bienaventuranzas»


Francisco

Ángelus

27-09-2020



 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 280920


«El que no está contra vosotros, está con vosotros»

La Iglesia, en virtud de la misión que tiene de iluminar a todo el orbe con el mensaje evangélico y de reunir en un solo Espíritu a todos los hombres de cualquier nación, raza o cultura, se convierte en señal de la fraternidad que permite y consolida el diálogo sincero.

Lo cual requiere, en primer lugar, que se promueva en el seno de la Iglesia la mutua estima, respeto y concordia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir, con fecundidad siempre creciente, el diálogo entre todos los que integran el único Pueblo de Dios, tanto los pastores como los demás fieles. Los lazos de unión de los fieles son mucho más fuertes que los motivos de división entre ellos. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo.

Nuestro espíritu abraza al mismo tiempo a los hermanos que todavía no viven unidos a nosotros en la plenitud de comunión y abraza también a sus comunidades. Con todos ellos nos sentimos unidos por la confesión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y por el vínculo de la caridad, conscientes de que la unidad de los cristianos es objeto de esperanzas y de deseos hoy incluso por muchos que no creen en Cristo. Los avances que esta unidad realice en la verdad y en la caridad bajo la poderosa virtud y la paz para el universo mundo. Por ello, con unión de energías y en formas cada vez más adecuadas para lograr hoy con eficacia este importante propósito, procuremos que, ajustándonos cada vez más al Evangelio, cooperemos fraternalmente para servir a la familia humana, que está llamada en Cristo Jesús a ser la familia de los hijos de Dios.

Nos dirigimos también por la misma razón a todos los que creen en Dios y conservan en el legado de sus tradiciones preciados elementos religiosos y humanos, deseando que el coloquio abierto nos mueva a todos a recibir fielmente los impulsos del Espíritu y a ejecutarlos con ánimo alacre.

El deseo de este coloquio, que se siente movido hacia la verdad por impulso exclusivo de la caridad, salvando siempre la necesaria prudencia, no excluye a nadie por parte nuestra, ni siquiera a los que cultivan los bienes esclarecidos del espíritu humano, pero no reconocen todavía al Autor de todos ellos. Ni tampoco excluye a aquellos que se oponen a la Iglesia y la persiguen de varias maneras. Dios Padre es el principio y el fin de todos. Por ello, todos estamos llamados a ser hermanos. En consecuencia, con esta común vocación humana y divina, podemos y debemos cooperar, sin violencias, sin engaños, en verdadera paz, a la edificación del mundo.



Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual  «Gaudium et spes», § 92 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,46-50


Evangelio según San Lucas 9,46-50
Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.

Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo,

les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande".

Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros".

Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes".



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Los discípulos de Jesús eran gente normal, muy normal, como nosotros. Y andaban preocupados con las cosas que a nosotros también nos preocupan. La pregunta por quién era el más importante entre ellos era fundamental. Servía para conocer la jerarquía del grupo. Se conoce que ya estaban pensando en el momento en que desapareciese el “jefe”. Y luego estaba el deseo de que el grupo tuviese el monopolio del seguimiento de Jesús, de su sabiduría, de su magia. 

Son dos cuestiones fundamentales. La primera sirve para ordenar las relaciones dentro del grupo. El que está arriba y los que están abajo. Y los mandos intermedios. Se entiende que el que está arriba tiene privilegios. Poder y autoridad y derechos adquiridos. Los otros están para servirle y atenderle. Él ya tiene la responsabilidad de “mandar y organizar”. Es un quebradero de cabeza tan grande que es normal que tenga sus compensaciones. Desde mejores sueldos hasta mayores atenciones y comodidades. Así funcionamos las personas. 

La segunda sirve para poner una distancia entre nosotros y los otros, entre nuestra tribu y la otra, entre nuestra familia y la otra, entre los que hablamos una lengua y los que no la hablan, entre los que han nacido aquí y los forasteros. Las fronteras tienen que estar claras para que todos nos sintamos seguros. Luego, pasamos a ser rivales porque los otros siempre nos termina pareciendo que son una amenaza para lo nuestro. 

Jesús se mueve en otra dimensión. Los que le siguen renuncian al poder y a la jerarquía. “El más pequeño entre vosotros es el más importante”. Por el más pequeño se entiende el más débil, el menor, el ignorante, el pobre, el enfermo. Y todos los demás se mueven a su servicio. El cristiano no es tal para ser servido sino para servir. Las palabras son fáciles de entender pero vivirlo en la práctica es más complicado. Sino miremos a nuestra propia historia. 

Y claro, deja de haber fronteras. Ya no hay distinción entre nosotros y los otros. Ninguna distinción. Para el Abbá todos somos hijos e hijas. Todos iguales. Nadie tiene monopolios ni privilegios. El discípulo no pasa la vida marcando fronteras sino abriendo puertas y tendiendo puentes. El que tenga oídos para oír que oiga.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 27 de septiembre de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 270920


Salir del pecado y entrar en el Reino de Dios

Hermanos, es el momento para cada uno de nosotros, de salir del lugar de nuestro pecado. Salgamos de nuestra Babilonia para encontrarnos con Dios nuestro Salvador, como nos exhorta el profeta: “¡Prepárate a enfrentarte con tu Dios, Israel!” (Am 4,12). Salgamos del abismo de nuestro pecado y aceptemos partir hacia el Señor que ha asumido “una carne semejante a la del pecado” (Rom 8,3). Salgamos de la voluntad del pecado y vayamos a hacer penitencia por nuestros pecados. Entonces encontraremos a Cristo: él expió el pecado que no había en absoluto cometido. Él, que salva a los penitentes, nos acordará la salvación. Hace misericordia a los que se convierten (cf. Ecli 12,3).

Me dirán:... “¿Quién entonces por él mismo puede salir del pecado? En realidad el más grande pecado es el gusto del pecado, el deseo de pecar. ¡Sale de ese deseo,…odia el pecado y saldrás del pecado! Si odias el pecado, has encontrado a Cristo en dónde está. Al que odia el pecado…Cristo perdona la falta, en la espera de extirpar de raíz nuestros malos hábitos.

Ustedes dicen que mismo esto es mucho, que sin la gracia de Dios es imposible al hombre odiar su pecado y desear la justicia: “¡Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas a favor de los hombres!” (Sal 107 (106), 8)… ¡Oh Señor de mano poderosa, Jesús todo-poderoso, ven a liberar mi razón cautiva del demonio de la ignorancia y arrancar mi voluntad enferma de la peste de la concupiscencia! Libera mis capacidades con el fin que yo pueda actuar con fuerza, como los deseo de todo corazón.


Isaac de Stella (¿-c. 1171)
monje cisterciense
Sermón de Cuaresma (SC 207. Sermons II, Sermons 18-39, Cerf, 1974 ), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 21,28-32


Evangelio según San Mateo 21,28-32
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

"¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.

El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue.

Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue.

¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.

En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él".



RESONAR DE LA PALABRA

¿VOY O NO VOY A «MI» VIÑA?

Pongamos el contexto a la escena del Evangelio de hoy, imprescindible para entenderla correctamente.

Jesús se encuentra en Jerusalem, en los últimos días de su vida. Lo primero que Jesús ha hecho, según la versión del Evangelio, después de entrar por última vez en la ciudad, ha sido expulsar del Templo a los vendedores y cambistas (Mt 21, 12-13), manifestando así desacuerdo y enfrentamiento con las autoridades religiosas, que buscarán la forma de acabar con él. En este contexto es donde Jesús cuenta la parábola.

¿Por qué ese conflicto de las autoridades del Templo con Jesús?

Jesús ha presentado con claridad y radicalidad un rostro de Dios que es Padre bueno y misericordioso, que muestra su preferencia y cuidado por los «enfermos», los pobres, pecadores y marginados... Un Dios que pone a las personas por encima de las normas y tradiciones, y cuyas entrañas se conmueven ante los muchos abandonados como ovejas sin pastor (ellos, que son teóricamente sus pastores), un Dios de vida y amor.

Por su parte los sacerdotes y dirigentes piensan y actúan desde un Dios del Templo y de los sacrificios, un Dios que pone montones de condiciones para ganarse su favor, que fundamenta las divisiones y exclusiones, que justifica las marginaciones: el pecador, el leproso, el extranjero, los buenos y los malos, los creyentes y los no creyentes... Es un Dios que excluye y rechaza a unos (de los que las autoridades del Templo pasan a tope) y que lo ordena y regula todo milimétricamente, con ellos como mediadores absolutos.

No pensemos que esto son cosas del ayer remoto, de hace 21 siglos... También hoy, dentro de nuestra Iglesia, aparecen personajes muy similares, con autoridad, que se escandalizan y tachan de hereje a un Papa que se sale de «lo de siempre», y que parece que se salta las sagradas tradiciones y enseñanzas de siempre, que parece muy comprensivo y cercano con comportamientos tradicionalmente inmorales... Y hay un número de cristianos que recuerdan con añoranza a Papas anteriores, a quienes consideran con mayor autoridad moral... sobre todo porque se sentían confirmados en sus opiniones y fastidiados o desconcertados por las del actual. 

Dejando esto a un lado, este Evangelio nos invita (como el domingo anterior) a preguntarnos cuál es nuestra imagen o idea, o rostro de Dios. El real, el que se descubre detrás de nuestras opciones y acciones, ¿coincide con el que nos presentó Jesús?

Repetir en nuestras celebraciones que «creemos en un solo Dios Padre...» tiene poco valor si nuestra «creencia» no va acompañada de un determinado estilo de vida. Según las encuestas, muchos españoles que se reconocen católicos, al mismo tiempo se declaran abiertamente en contra de los inmigrantes, cuando son pobres (= «aporofobia», según Adela Cortina). Un solo Dios y Padre no puede estar muy contento con nuestras fronteras y divisiones. Recordemos que hoy es la 106 Jornada Mundial del migrante y del refugiado.

Ha escrito el Papa para este día:

«La pandemia nos ha recordado cuán esencial es la corresponsabilidad y que sólo con la colaboración de todos —incluso de las categorías a menudo subestimadas— es posible encarar la crisis. Debemos «motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad»

Tampoco es aceptable la agresividad con que se expresan algunos hermanos por cuestiones políticas o de cualquier otra índole. No pretendo dar ni quitar razones a nadie, ni organizar aquí un debate. Pero sí tengo que decir que «el tono», actitud y lenguaje con el que muchos expresan sus posturas está bastante lejos del espíritu fraterno y evangélico: no tienden puentes, no tratan con respeto, no ofrecen alternativas... sino que más bien abren heridas, buscan culpables, y provocan divisiones y enfrentamientos... incluso con los más cercanos. Así entiendo las palabras de san Pablo: "No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás". Bueno será revisarse en este punto.

 La parábola de hoy presenta a un «hijo» que desobedece rotundamente a su padre, no le reconoce su autoridad, se siente con el derecho de no hacerle caso. El otro, en cambio, parece todo un modelo: «Sí, padre, lo que tú digas, padre, enseguida...». Pero «¿cuál de los dos hizo lo que quería el padre?».

Aquí es donde se juega lo importante. A lo mejor el desobediente termina por ir a la viña no por la autoridad de su padre, sino por convencimiento: la viña es de su padre, como también lo es suya. Hay que cuidarla, trabajarla, porque si no será también su propia ruina. Puede que sea un insolente, un maleducado y un chulo,... pero le preocupa la viña y se ocupa de ella. 

El otro, en cambio, cuida mucho las apariencias, se muestra disponible, contesta como debe ser, pero se engaña sobre todo a sí mismo. Es un hipócrita. Las palabras, las proclamaciones de obediencia, las supuestas creencias, y el sentimiento de familia se quedan en nada. No ha descubierto que la viña también es suya.

Es más probable que nos reconozcamos en el segundo hijo. A menudo se nos va la fuerza por la boca. Nos cargamos de buenas intenciones, y nos declaramos dispuestos a colaborar en muchas cosas... y luego los hechos desmienten nuestras palabras. Se firman declaraciones y derechos y compromisos en favor de la justicia, del reparto de ayudas, de la acogida de inmigrantes, de desarme, de... ¡Papel mojado!, y pocas veces reclamamos a quienes los firmaron tan solemnemente, poniendo "cara de foto". Se llama «falta de coherencia». Esto daña mucho nuestra credibilidad. No se trata de que seamos perfectos, porque somos criaturas frágiles, y nos equivocamos, nos despreocupamos, nos vencen los miedos... Pero sí se trata de lo que San Pablo nos pedía hoy: «No obréis por rivalidad ni por ostentación, no os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás, y dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir».

Si Jesús echaba mano hoy de una parábola, invitando a revisar posturas, quiero terminar yo con una anécdota de Mahatma Gandhi:

En la India había hubo una mujer cuyo hijo menor era diabético, y no sólo era un goloso tremendo del azúcar, sino también un admirador de Gandhi. Aquella madre decidió buscar la sabiduría de Gandhi, y tomó un tren con su hijo para encontrarle. Cuando llegaron, tuvieron que esperar bastantes horas hasta que les dieron permiso para hablar con él. Una vez que la madre hubo explicado la historia, Gandhi le respondió: 

- “Por favor vuelve en 15 días.”

Pasado el plazo, volvieron de nuevo donde estaba Gandhi, esperando su consejo. Esta vez Gandhi se puso de pie, tomó al niño por los hombros, y dijo: 

- “Hijo mío, debes parar de comer azúcar.” 

La madre estaba furiosa. 

- “Con todo respeto, hemos hecho un largo viaje para buscar tu consejo, ¿y esto es todo lo que tienes que decirnos?”

A lo que Gandhi respondió: - “Señora, no podía pedirle a su hijo que hiciera algo que yo mismo no podía hacer. Hasta ayer no había sido capaz de apartar por completo el azúcar de mi propia dieta.”



Las palabras y los hechos. Nuestra coherencia. Fraternidad universal, creemos en un solo Dios y Padre, instrumentos de paz, compromiso con la justicia. Quitemos por fin el azúcar de nuestra dieta. El mundo será mucho más sano. Porque la viña es de Dios... pero también es nuestra. ¿Vas o no vas?

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 26 de septiembre de 2020

ORACIÓN

 


COMPRENDIENDO LA PALABRA 260920


El Hijo del hombre se vanagloria en su cruz

Algunos se vanaglorian de su saber; pero el apóstol Pablo encuentra el conocimiento supremo en la cruz. "Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo y este crucificado” 1Co 2,2). ¿La cruz no es el cumplimiento de toda la ley, y todo el arte de vivir bien? A los que se vanaglorian de su poder, Pablo puede responder que la cruz tiene un poder sin igual: "el lenguaje de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios" (1Co 1,18). ¿Os vanagloriáis de la libertad que habéis adquirido? Es de la cruz de lo que Pablo tiene la sabiduría: "sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado y de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado” (Rm 6,6). 

Otras personas también se vanaglorian de ser elegidos miembros de algún grupo ilustre; pero nosotros por la cruz de Cristo somos convidados a la asamblea de los cielos. "Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz” (Col 1,20). Algunos se vanaglorian por fin de las condecoraciones del triunfo concedidas a los victoriosos; la cruz es el estandarte triunfal de la victoria de Cristo sobre los demonios: "despojando a los Príncipes y Poderosos los exhibió en espectáculo público y los llevó cautivos en su cortejo” (Col 2,15). […] 

¿De qué quiere el apóstol Pablo vanagloriarse ante todo? De lo que puede unirlo con Cristo; lo que desea, es ser uno con Cristo.


Santo Tomás de Aquino (1225-1274)
dominico, teólogo, doctor de la Iglesia
Comentario a la Epístola de los Gálatas, cap. 6

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,43b-45


Evangelio según San Lucas 9,43b-45
Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:

"Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres".

Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.



RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:

Algo importante está en juego. Lo anuncia Jesús por segunda vez, y previene al auditorio con palabras incitantes: “Meteos bien esto en la cabeza”. Otra vez, el tema de su pasión y muerte. Los jefes religiosos lo van a rechazar y, al fin, lo matarán. Pero siempre apunta a la resurrección, que, sin embargo, estaba aún lejos de su posibilidad de comprensión. El dolor, la muerte, la soledad, la enfermedad son misterios dolorosos, siempre presentes en el camino de los hombres, pero nos cuesta comprender este hecho y, sobre todo, aceptarlo. (Por supuesto, aceptar la cruz de Jesús ha de estar a mil leguas de una espiritualidad victimista o dolorista). 

Después de momentos de gloria, como la transfiguración y la curación del muchacho epiléptico, y antes de tomar la decisión de subir a Jerusalén para morir y resucitar, vuelve Jesús sobre el destino que le espera. “Solo ante el peligro” y el destino de ser despreciado y ser ejecutado por sus enemigos, en Jerusalén. La reacción de sus discípulos es desconcertante: no entienden nada, les resultaba un lenguaje oscuro y, apresados por el miedo, no se atreven a preguntarle nada. Siguen agarrados a sus ideas de mesianismos políticos. Pero Jesús es el Mesías de Dios porque es “un ser para la muerte”. Es el Hijo del Hombre, no tanto como juez sino como hombre sufriente. Es el poder y la victoria que se manifiesta en la debilidad. Es la paradoja de la vida de Jesús: es Rey y es siervo; su victoria se cumple en la cruz de los esclavos; su vida es morir, morir y dar la vida por los que ama.

Para “entender” a Jesús, solo cuenta la fe y el abandono en Dios. Solo la fe descubre que en la cruz está la victoria. Aquellos discípulos que no entendían el lenguaje, tras la muerte de Jesús, dieron su vida por él, entre persecuciones y tormentos. El seguidor de Jesús, medianamente coherente, pasa por la cruz. Es que el mandamiento primero es el amor, y el amor siempre lleva aparejado el dolor, el sacrificio por los otros. Hoy tenemos, como expresión clara, tantos cristianos perseguidos; por ejemplo, en el próximo y medio oriente; y qué valientes responden, cuando llega la cruz. En Occidente, ¿entendemos este lenguaje? Junto a cristianos que responden, como los apóstoles, “te seguiré a dondequiera que vayas”, otros creyentes tienen miedo a seguir a Cristo con todas las consecuencias. Tenemos miedo a “ser diferentes”, a ser otra cosa en el mundo, a anunciar los valores evangélicos, que no son los mundanos. Podemos decir sí o decir no; pero seguir a Jesús es seguir al Crucificado.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 25 de septiembre de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 250920


«El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser entregado a manos de los hombres»

Jesús acude espontáneamente a los sufrimientos anunciados por la Escritura. A menudo los había predicho a los discípulos e increpado, en cierta ocasión, a Pedro por haber aceptado de mala gana este anuncio de la pasión (Mt 16,23). Había demostrado que a través de ella sería salvado el mundo. Por eso se presentó él mismo a los que venían a prenderle, diciendo: Soy yo a quien buscáis» (cf Jn 18, 5.8)... Fue abofeteado, escupido, injuriado, torturado, flagelado y, finalmente, crucificado. Aceptó que dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda, fueran asociados a su mismo suplicio, siendo así contado entre los homicidas y malhechores, gustando también el vinagre y la hiel de una viña perversa; se burlaron de él golpeándole con una caña, atravesado por la lanza en el costado y, finalmente, sepultado.

Con todos estos sufrimientos nos alcanzó la salvación... Con la corona de espinas puso fin al castigo de Adán, porque éste, después del pecado, escuchó esta sentencia: «Maldito el suelo por tu culpa: brotará para ti cardos y espinas» (Gn 3,17-18). Con la hiel cargó sobre sí la amargura y molestias de la vida mortal y dolorosa de los hombres; con el vinagre asumió la naturaleza degradada del hombre y la reintegró a su estado primitivo. La púrpura significó su realeza; la caña fue indicio de cuan débil y frágil es el poder del diablo. Las bofetadas proclamaron nuestra libertad [como se hacía con los esclavos]; soportó las injurias, los castigos y los golpes de látigo que nosotros merecíamos.

Fue abierto su costado, pareciéndose con ello a de Adán. Pero en lugar de salir de él una mujer que, por su extravío, engendró la muerte, brotó una fuente de vida (Gn 2,11; Jn 19,34), de la cual nacen dos arroyos para el mundo. Uno nos renueva y nos viste el vestido inmortal en el baptisterio; el otro, después del nacimiento, nos alimenta en la mesa de Dios tal como la leche alimenta a los recién nacidos.



Teodoreto de Ciro (393-460)
obispo
Tratado sobre la encarnación, 26-27; PG 75, 1465

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,18-22


Evangelio según San Lucas 9,18-22
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".

Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".

"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".

Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.

"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Han pasado siglos, y sigue resonando esta pregunta de Jesús. Nosotros nos apresuramos a responder con el Credo del catecismo; con las fórmulas acuñadas en los concilios: “Nacido del Padre, antes de todos los siglos”, “Engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre”, “Bajó del cielo, se encarnó, padeció, fue sepultado y resucitó”, “ Vendrá para juzgar a vivos y muertos”. Son fórmulas exactas, recitadas con fe en la Iglesia, a través de tantas generaciones, dignas de nuestro estudio y amor. También corremos el riesgo de la rutina, casi infantil, al decirlas en la liturgia. Y nosotros sabemos que el objeto de nuestra fe es él, Jesucristo; no, unas verdades abstractas sobre él.

Saber bien quién es Jesús, para tener fe y confianza en él, es tan importante que Jesús lo sitúa en un momento de oración. En la oración, no caben las ideologías que afloran en las reflexiones y discusiones de los hombres. Es que solo la fe tiene la respuesta sobre la identidad de Jesús. La visión clara es: “El Mesías de Dios”. No un Mesías político y triunfador. En el Antiguo Testamento, el Mesías es Rey, libertador del pueblo en toda opresión. Pero el Mesías Jesús va asociado a su pasión y muerte, a su fracaso de varón de dolores. Este es el verdadero contenido de su mesianismo. Con razón, no les cabía en la cabeza. Por eso, Jesús les prohíbe a los suyos que lo digan a nadie. Este evangelio establece el siguiente recorrido, en cuanto a la identidad de Jesús: La gente lo llama profeta, los apóstoles lo confiesan Mesías de Dios y Jesús se autoproclama Hijo del Hombre. Ya está la respuesta redonda.

Este Mesías no quería títulos o poderes mundanos. Y los discípulos no lo entendieron. Querían apartarle del camino de la pasión; más bien, pretendían los primeros puestos y estaban lejos de quedarse los últimos y servidores. Hoy, todavía hay entre los seguidores de Jesús mucho lastre de ambiciones de poder, del carrerismo denunciado por los tres últimos Papas, de escalar dignidades, de acaparar títulos, tan lejos del que se humilló hasta la muerte. ¿Qué hacer? Mirar a Jesús, y confesar nuestra fe. Recordamos un ejemplo: “Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Es el Maestro y Redentor de los hombres. Él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza. Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida. Fue pequeño, pobre, humillado, ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Instituyó el nuevo Reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que todos son hermanos. A vosotros, cristianos, os repito su nombre: Cristo Jesús es el mediador entre el cielo y la tierra, es el Hijo de María. ¡Jesucristo! Recordadlo. Nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra por los siglos de los siglos” (Pablo VI).

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 24 de septiembre de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 240920


Dios se da a conocer en Jesús, su Hijo amado

Que el Creador del universo

conserve intacto sobre la tierra 

el nombre de sus elegidos, 

por su Hijo amado, Jesucristo.

Por él nos ha llamado de las tinieblas a la luz,

de la ignorancia al conocimiento de la gloria de su nombre.

Ponemos en ti nuestra esperanza, 

Príncipe de toda la creación.

Tú has abierto los ojos de nuestros corazones, 

para que te conozcamos

a ti el Altísimo en los cielos,

el Santo que descansa en medio de los santos.

Tú humillas la insolencia de los soberbios,

desbaratas los planes de las naciones,

levantas a los humildes y derribas a los poderosos,

enriqueces a los empobrecidos,

tomas y das vida.

Único bienhechor de los espíritus,

y Dios de toda carne,

escrutas las profundidades,

vigilas las obras de los hombres.

Auxilio en los peligros,

Salvador de los desesperados,

Creador y Guardián de todo espíritu viviente...

Te pedimos, oh Todopoderoso,

que seas nuestro auxilio y defensor.

Salva a los oprimidos,

ten piedad de los pobres,

levanta a los que han caído.

Acude a los que están necesitados,

cura a los enfermos, 

vuelve a los de tu pueblo que se han extraviado, 

da el alimento a los que tienen hambre,

la libertad a nuestros presos;

levanta a los débiles,

consuela a los pusilánimes;

y que todos los pueblos reconozcan

que sólo tú eres Dios,

que Jesucristo es tu Hijo, 

que nosotros somos tu pueblo y las ovejas de tu rebaño.



San Clemente de Roma
papa del año 90 a 100 aproximadamente
Carta a los corintios; plegaria universal

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,7-9


Evangelio según San Lucas 9,7-9
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado".

Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado".

Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

“Tenía ganas de ver a Jesús”, dice el Evangelio de Herodes. Nos recuerda lo de aquellos griegos que le pidieron a Felipe: “Queremos ver a Jesús”, o de Moisés: “Muéstranos, Señor, la gloria de tu rostro”, o el salmista: “Buscaré, Señor, tu rostro”. Qué buen deseo, ahora corrompido en Herodes, por el recelo y el cotilleo frívolo ante “los milagros” que contaban de Jesús. Se verán las caras en el momento de la Pasión, pero no se saldrá Herodes con sus pretensiones.

El miedo a la fuerza y poder que emanan de la vida misma de los profetas, Juan y Jesús, se apodera del virrey Herodes. Como siempre, el poder mundano pretende utilizar e instrumentalizar, en su provecho, la buena fama de los profetas. Antes, había matado a Juan, para quitarse la pesadilla de la competencia. Este Herodes, distinto del de la muerte de los Inocentes, nació el año cuatro, antes de Jesucristo y murió el año 39 después de Cristo. Abandonó a su mujer para juntarse a Herodías, la mujer de su hermano. Ahora, como antes de la muerte de Jesús, el virrey se empeñaba en calmar su curiosidad con una de esas acciones maravillosas que comentaban del Maestro de Nazaret. Jesús nunca se enfrentó con él, pero se mantuvo firme; incluso, en una ocasión llegó a llamarle “zorro”. La curiosidad de Herodes suscitó el misterio de la identidad de Jesús. Había opiniones para todos los gustos: si era Juan resucitado, o Elías, o alguno de los antiguos profetas. La dificultad venía de la dialéctica entre las esperanzas de un Mesías, político y grandioso, y la sencillez del profeta de Nazaret. De hecho, no consiguieron acertar con su identidad. Pero Jesús nos ha enseñado dónde reconocerlo.

Hoy, la figura de Jesús sigue moviendo la curiosidad y el interés de muchos. Hace más de dos mil años que una losa cerró la entrada a su sepulcro. La mayoría, entonces, creyó que todo había acabado para siempre. Y sigue vivo, y removiendo tantas vidas. Tantos han vivido y muerto por amor a él. También ahora sigue la frívola curiosidad, el despiste, el consumismo religioso fácil. El Cristo hippy o guerrillero, el Gospel, el Jesucristo Super Star, el Cristo de la camiseta, émulo del Che Guevara. Por no hablar del Cristo y sus mensajes terribles de ciertas revelaciones y apariciones que tanto furor, mágico y místico, despiertan. Lo tenemos tan fácil… Leamos, ahondemos, oremos el Evangelio; aquí está la fuente viva de la revelación de Dios a los hombres, aquí podemos dibujar exactamente al Cristo enviado por el Padre. Todo tan sencillo en sus parábolas y milagros, en su Muerte y Resurrección. Nos invitamos, pues, sus seguidores a confesarlo, a amarlo, a seguirlo, a imitarlo, a vivir y morir por él.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

TRABAJEMOS JUNTOS

 

«A menudo muchas personas no pueden participar en la reconstrucción del bien común porque son marginadas, son excluidas o ignoradas; ciertos grupos sociales no logran contribuir porque están ahogados económica o políticamente. En algunas sociedades, muchas personas no son libres de expresar la propia fe y los propios valores, las propias ideas: si las expresan van a la cárcel. En otros lugares, especialmente en el mundo occidental, muchos auto-reprimen las propias convicciones éticas o religiosas. Pero así no se puede salir de la crisis, o en cualquier caso no se puede salir mejores. Saldremos peores… O trabajamos juntos para salir de la crisis, a todos los niveles de la sociedad, o no saldremos nunca. Salir de la crisis no significa dar una pincelada de barniz a las situaciones actuales para que parezcan un poco más justas. Salir de la crisis significa cambiar, y el verdadero cambio lo hacen todos, todas las personas que forman el pueblo. Todos los profesionales, todos. Y todos juntos, todos en comunidad. Si no lo hacen todos el resultado será negativo»


Francisco

Audiencia General

23-09-2020



 

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,1-6


Evangelio según San Lucas 9,1-6
Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades.

Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos,

diciéndoles: "No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno.

Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir.

Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos".

Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.



RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Es el “leit motiv” de Jesús: anunciar y curar. Anunciar la Buena Noticia y construir el Reino de paz, de justicia, de salud, de felicidad. Comenzó ya en la sinagoga de Nazaret donde Jesús hace suyas las palabras del Profeta: “El Señor me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, proclamar la liberación de los cautivos y dar vista a los ciegos”. Precisamente hoy es la Virgen de la Merced, advocación que es clamor de liberación, mensaje que se hizo carne tantas veces en la historia. Evocamos un grito subversivo del Obispo Casaldáliga: “Solo hay dos cosas absolutas, Dios y el hambre”. Su amigo y protector, Pablo VI, lo formuló en términos más ortodoxos; puso el absoluto en Jesús y su Reino. Y nosotros lo pedimos en el padrenuestro. “Santificado sea tu nombre, danos el pan de cada día”.

Jesús lo repite tres veces en este texto de seis versículos: “Les dio poder para curar enfermedades… luego les envió a proclamar el Reino y a curar enfermos… fueron de aldea en aldea anunciando el Evangelio y curando en todas partes”. Curiosamente, coloca antes la sanación que el anuncio del Reino; ya sabemos que, en el Evangelio, enfermedad es sinónimo de todo mal, también el psicológico y espiritual. Dios quiere que “el hombre viva bien”. Como que su discurso programático es un discurso de “Bienaventuranzas”. Los discípulos son constituidos en la prolongación de Jesús, continúan su obra y su palabra. Pero no de cualquier manera; el Maestro les indica el estilo. Primero, ligeros de equipaje, como el poeta: “No llevéis nada para el camino”. El apóstol no se instala en los medios sino que mira el fin de su tarea, Dios y su Reino. Luego, insiste en la hospitalidad, que se queden en la casa donde entren. Seguro que habrán de encontrar dificultades, les previene Jesús. Pueden sufrir el rechazo y la falta de acogida, porque Dios deja intacta la libertad del hombre ante su propuesta. Libertad que, por supuesto, va acompañada de la responsabilidad: no puede ser lo mismo optar que no optar por el Reino de Dios y sus valores.

Todos los cristianos somos discípulos y apóstoles, somos misioneros. Es Jesús quien nos envía. Y, si la cosa viene de Jesús, esto nos llena de confianza y nos libera de miedos y preocupaciones. Podríamos señalar esta secuencia: somos elegidos, somos bendecidos, somos constituidos idóneos para el anuncio… y este anuncio nos deja trasformados. El contenido del anuncio es solo el Reino, no la Iglesia, no nosotros. Contenido de palabras y obras. Sin “curar”, nuestra misión carecerá de credibilidad; si anunciamos bien el Evangelio, ineluctablemente llegarán los milagros. Podríamos preguntarnos: ¿Cuáles son los milagros, los signos que hacen más transparente el mensaje de Jesús? El primer signo es nuestro porte apostólico: “sin bastón, sin alforja, sin pan, sin dinero”. No residirá la eficacia en los grandes alardes de medios de comunicación, de multitudinarias concentraciones, de figuras poderosas, sino en la sencillez que nos hace libres y confiados. ¿Qué gloria mayor podemos desear que participar con Jesús en su proyecto, en el sueño del Padre sobre los hombres?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

 

 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 230920


«Fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia»

¿Cuál es la «palabra de alabanza» (Sl 65,8) que hay que hacer resonar? Seguramente que es esta: « Ha devuelto la vida » a los que creen (v. 9); porque Dios concedió a la predicación de los apóstoles y a la confesión de los mártires la constancia y la perseverancia en la profesión de la fe, y la predicación del Reino de los cielos recorrió toda la tierra y en todos los sentidos a través de unos pasos. En efecto «a toda la tierra alcanza su pregón» (Sl 18,5). Y en otra parte, el Espíritu Santo proclama la gloria de este recorrido espiritual: «Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz» (Is 52,7). Es, pues, esta palabra de alabanza de Dios que hay que hacer oír por la proclamación según el testimonio del salmista: «Ha dado la vida a mi alma y no deja que vacilen mis pasos» (LXX). En efecto, los apóstoles no dejaron de recorrer el camino de su predicación por miedo a los terrores y amenazas humanas, y la firmeza de sus pasos puestos sólidamente no se alejó del camino de la fe...

Sin embargo, después de haber dicho: «No ha dejado que tambalearan mis pasos» el salmista añade: «Oh Dios, nos pusiste a prueba, nos refinaste como refinan la plata» (v. 10). Esta frase que empieza en singular, se refiere a muchos porque único es el Espíritu y única la fe de los creyentes, tal como se dice en los Hechos de los Apóstoles: «En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo» (Hch 4,32)...

Pero ¿qué significa esta comparación: «nos pusiste a prueba, nos refinaste como refinan la plata»? Según mi punto de vista si se refina la plata es con la única finalidad de separar la escoria adherida a la materia en estado bruto... Por eso, cuando Dios pone a prueba a los que creen en él, no es que desconozca su fe, sino porque «la paciencia engendra virtud probada» como dice el apóstol Pablo (Rm 5,4). Dios los somete a prueba no para conocerlos mejor sino para llevarlos a la virtud consumada. Así, purificados por el fuego y desembarazados de cualquier aleación con los vicios de la carne, podrán resplandecer con el brillo de una inocencia que ha sustentado sus pruebas.


San Hilario (c. 315-367)
obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
Comentario al salmo 65, §19-20 ; CSEL 22, 261

martes, 22 de septiembre de 2020

EL LIBRO DE VIDA


El Libro de Vida

El Evangelio es el libro de la vida del Señor. Es hecho para devenir el libro de nuestra vida. No para ser comprendido, sino para ser abordado como umbral del misterio. No es hecho para ser leído, sino para ser recibido en nosotros.

Cada una de sus palabras es espíritu y vida. Ágiles y libres sólo esperan el deseo de nuestra alma para brotar en ella. Vivientes, ellas son como la levadura inicial que actuará en nuestra pasta y la hará fermentar con un modo de vida nueva. (…) 

Las palabras del Evangelio son milagrosas. Si no nos transforman es porque no le pedimos transformarnos. Pero, en cada frase de Jesús y cada uno de sus ejemplos, permanece la virtud que sana, purifica, resucita. La relación con sus palabras actúa en el ser, como en el paralítico o el centurión, haciendo obedecer de inmediato, plenamente. (…) Para esto, nos ayudará llevar y guardar en nosotros, al calor de nuestra fe y esperanza, la palabra que queremos obedecer. Se establecerá un pacto de vida entre ella y nuestra voluntad.

Cuando tenemos nuestro evangelio en las manos, debemos pensar que en él habita el Verbo que quiere hacerse carne en nosotros. Quiere habitarnos, para que con su corazón injertado en el nuestro y su espíritu en nuestro espíritu, comencemos su vida de nuevo en otro lugar, otro tiempo, otra sociedad humana. Profundizar el Evangelio de esta forma, es renunciar a nuestra vida, para recibir un destino que tiene la forma de Cristo.



Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 8,19-21


Evangelio según San Lucas 8,19-21
Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.

Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".

Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Con lo importante que es la sangre. La ley de la sangre nos hace familia, crea vínculos imborrables, es el fundamento último de amor y seguridad, cuando tantas cosas fallan. La sangre nos trae las palabras más bellas y profundas: la madre, el padre, los hermanos. Entonces, ¿por qué Jesús da ese quiebro desde la sangre a la conducta y actitudes? “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”, subraya contundentemente. Pero aplicamos la lupa sobre el texto, y comprendemos que lo que reviste formas de algún rechazo posee un sentido de elogio y alabanza: grande es dar la sangre, pero todavía más grande lo es cuando se da desde la fe y la confianza en Dios. Es decir, en la Madre de la sangre, se verifica, de modo inigualable, esa escucha y cumplimiento de la palabra del Señor. Como en el Antiguo Testamento: no eran pueblo de Dios por la raza sino por la elección amorosa y providente de Dios.

Para una mujer judía lo más grande era la maternidad, era el don y oficio primero. Pero el Evangelio, sin contraposición, pone en primer plano la maternidad desde la fe. “Concebir antes en el corazón que en el vientre”, dirá bellamente San Agustín. Y esto se cumplió en la familia de sangre de Jesús. Por eso, no debe sonarnos a desaire el poner las cosas en su sitio: primero, la escucha y las obras; luego, la concepción y el parto. Como que todo comenzó con las palabras reveladoras: “Hágase en mí según tu palabra”. Una fe nada fácil, una fe de la Virgen en la oscuridad, una fe que iba progresando, al compás de las pruebas y tropiezos. Las palabras del anciano Simeón llenas de negros presagios, el no entender el sentido de “ocuparse en las cosas del Padre”, el desdén de la gente, que tenía a su hijo por loco, el fracaso de la Cruz, todo formaba parte de la espada que le atravesaba el corazón. Si era la Madre del Verbo, de la Palabra, ¿cómo no la iba a escuchar “de todo corazón”? Nosotros, como María, somos seguidores de Jesús, somos la familia de Jesús, somos el Cuerpo de Cristo. No chocan en nosotros la sangre frente al Reino, que es lo primero. Es que, para nosotros, el Reino no es una moral sino una persona, Cristo, el Señor.

Nunca presumió la Virgen de ser Madre de Dios; más bien, de “sierva del Señor”. Como sierva por la fe, al igual que Jesús, estuvo siempre en las cosas del Padre, haciendo siempre las cosas que a este le agradaban. María no se quedó en la biología, con ser tan interesante, sino que desde su libertad, cooperó de forma ejemplarmente humana, Si para la Virgen ser madre no fue primeramente un título, no busquemos nunca otros títulos mundanos a los que tanto se arregostan algunos hombres de Iglesia. El don de la fe es nuestra única distinción y grandeza, nuestra única fuente de derechos; la fe nos iguala a todos. Nuestras relaciones, en la sociedad y en la Iglesia, no se basan en la sangre, en la economía, en los trabajos sino en la comunión de la misma familia, la familia del Reino. ¡Y pensar que contemplamos, con horror, tantas divisiones y desigualdades fundadas en la sangre o en ambiciones mundanas, en países de larga tradición cristiana!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDOMDA