martes, 28 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Padre nuestro que estás en los cielos, que tu Nombre sea santificado”

“Padre nuestro”. Confesamos con nuestros labios que el Dios y Señor del universo es nuestro Padre. Así hacemos profesión de haber sido apelados de la condición servil a la condición de hijos adoptivos.

Continuamos diciendo: “Que estás en los cielos”. El tiempo de nuestra vida no es más que un exilio y esta tierra, una tierra extranjera que nos separa de nuestro Padre. ¡Huyamos de ella y con todo el ardor de nuestro deseo, apresurémonos hacia la que proclamamos región donde reside nuestro Padre! Una vez llegados a la dignidad de hijos de Dios, arderemos con la ternura que está en el corazón de todos los buenos hijos. Sin mirar más nuestros intereses, tendremos sólo pasión por la gloria de nuestro Padre.

Le diremos “Que tu Nombre sea santificado”, testimoniando así que su gloria es todo nuestro deseo y alegría. Imitamos de este modo al que dijo “El que habla por su cuenta busca su propia gloria, pero el que busca la gloria de aquel que lo envió, ese dice la verdad y no hay nada de falso en él” (Jn 7,18). (…)

Estas palabras “Que tu Nombre sea santificado”, podrían también interpretarse en el sentido que Dios es santificado por nuestra perfección. Decirle “Que tu Nombre sea santificado”, sería como pedirle “Padre, vuélvenos tales que meritemos conocerte, comprender la grandeza de tu santidad o, por lo menos, que esta santidad irradie en nuestra vida espiritual”. Entonces se cumplirán estas palabras: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,16).


San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
De la oración, XVIII (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,7-15


Evangelio según San Mateo 6,7-15
Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.

No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.

Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,

que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.

Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.


RESONAR DE LA PALABRA


Me gustaría ser “palabra de Dios”, como dice Isaías hoy en la primera lectura. Me gustaría saberme “palabra suya”, nacida de su boca y de su corazón y tener así la seguridad de que no volveré a Él vacía. ¡Es tan fácil, a veces, sentir que vamos huecos por el mundo! No el vacío del pobre, del sencillo, del que sabe que nada tiene y todo le es regalado. No. El vacío de quien queda hueco, de quien no profundiza en nada, de quien pasa por la vida haciendo una lectura “por encima”, sin que quede nada dentro.

Y como vivimos, así rezamos... ¡Qué difícil es que nuestra oración sea honda y evangélica cuando pasamos temporadas de superficialidad, crítica gratuita o cerrazón en nuestras propias ideas y pensamientos! Con razón Jesús, que nos conoce bien, nos recomienda en el evangelio no usar muchas palabras al orar. Que es tanto como invitarnos a que nuestra vida y nuestra oración se acompañen mutuamente, se hagan una sola cosa y, así, no volvamos a Dios vacíos, huecos...

No hace falta inventar nada. Sólo decid: “Padrenuestro...” Es la oración de todos los cristianos. Es la oración de la sencillez que, quizá, a fuerza de tanto repetirla mecánicamente, la hemos vuelto hueca y vacía. Decía Simone Weil que “el Padrenuestro es a la oración lo que Cristo es a la humanidad. No cabe pronunciarla con atención plena en cada palabra sin que un cambio, quizás infinitesimal pero real, se opere en el alma”. Ojalá sea cierto. Ojalá Dios nos conceda la gracia de no pasar por la vida y por Él huecos.

Nuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 27 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Todo lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”

“Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer” (Mt 25,35). Nuestro Señor nos da aquí el verdadero motivo de la limosna, el más poderoso de todos, aunque haya otros.

Hay que dar para obedecer la orden de Dios, hay que obedecer para imitar a Jesús que tanto ha dado, que da tan generosamente. Hay que dar porque el amor de Dios nos obliga a reportar el amor que tenemos por él sobre los hombres, sus hijos amados. Hay que dar por bondad, únicamente para practicar y cultivar esta virtud, que tenemos que querer, porque es un atributo de Dios. Es una de las bellezas divinas, es una perfección de Dios, en consecuencia es Dios mismo. Pero el motivo más entrenador y ardiente de todos para dar, es que todo lo que hacemos a nuestro prójimo, lo hacemos a Jesús mismo. Esto significa cambiar, reformar toda nuestra vida, dirigir todas nuestras acciones, palabras, pensamientos…

“El Rey responderá: Todo lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40).



San Carlos de Foucauld (1858-1916)
ermitaño y misionero en el Sahara
Sobre el Evangelio (Œuvre spirituelle, anthologie, Seuil, 1958), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,31-46


Evangelio según San Mateo 25,31-46
Jesús dijo a sus discípulos:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.

Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,

y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,

porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;

desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.

Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.

Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.

Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,

porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;

estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.

Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.

Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.

Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".


RESONAR DE LA PALABRA


Tenemos recién estrenada la Cuaresma. Hemos comenzado a caminar por esta Primera Semana y ya la Palabra de Dios se torna sumamente exigente... ¿o no? El Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto fue ayer el pórtico de entrada y, apenas lo hemos pasado, se nos proclama Mt 25, el llamado “juicio escatológico” por algunos.

¿Empezar la semana con un juicio? No, gracias, Señor... ¿podrías ir un poco más despacio? Es que es lunes y se hace muy cuesta arriba...

Y el Señor me mira, y pacientemente, vuelve a leerme la primera lectura del Levítico. Son muchos “noes”: no profanes, no explotes, no maldigas, no mientas, no critiques, no entorpezcas... En todos esos “noes” me puedo reconocer. Pero casi me pasa desapercibida otra frase que se mezcla entre ellos y se repite hasta 5 veces: “yo soy el Señor”. Como bocanadas de aire fresco entre tanta recomendación. Y es entonces, cuando veo con más luz el Evangelio de hoy: la verdad de nuestra fe y de nuestra relación con Dios se confirma en la verdad de nuestras actitudes y modos de andar por la vida, de relacionarnos con los demás. El prójimo no es la otra cara de la moneda de Dios. Es Dios mismo. Y al revés. No porque sean lo mismo, sino porque Dios ha querido unirse con la humanidad en Cristo y eso ya no tiene vuelta de hoja jamás. Por su encarnación, por su voluntad, somos “la carne de Dios”, si se permite la expresión. Tú, yo, los que nos caen mal, los que querrían vernos tropezar, los que nos quieren más que nosotros mismos... y, sobre todo, los más pequeños y pobres son ese lugar privilegiado e inequívoco donde amar, acariciar y esperar al Dios de nuestra vida. Lo sepamos o no, lo que hicimos o dejamos de hacer con ellos, con Él lo hicimos o lo dejamos de hacer... Así de simple.

Nuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

LA VOZ BENÉFICA

 

«El maligno intenta instilar tres “venenos” potentes con el fin de paralizar la misión de unidad: el apego, la desconfianza y el poder ¿Recurro a la Palabra de Dios en mis luchas espirituales? Si tengo un vicio o una tentación que se repite, ¿por qué no busco, haciendo que me ayuden, un versículo de la Palabra de Dios que responda a ese vicio? Luego, cuando llegue la tentación, lo recito, lo rezo confiando en la gracia de Cristo. Probemos, nos ayudará en las tentaciones, nos ayudará mucho, porque, entre las voces que se agitan dentro de nosotros, resonará la voz benéfica de la Palabra de Dios»


Francisco

Ángelus

26-02-2023 




     

domingo, 26 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Consejos para no sucumbir en la tentación

Leemos en la historia que, un día, un santo sacerdote encontró a un cristiano que vivía en la constante aprehensión de sucumbir a la tentación. “¿Por qué teme?, le preguntó el sacerdote. Llorando, contestó que había razón para temblar, ya que en el cielo millones de ángeles sucumbieron y, en el paraíso terrestre, Adán y Eva fueron vencidos. (…)

Mi amigo - le dijo el santo sacerdote- debe saber que el demonio es como un gran perro atado, ladra y hace mucho ruido pero sólo muerde al que se aproxima demasiado. Tenga confianza en Dios, huya las ocasiones de pecado y no sucumbirá. Si Eva no hubiera escuchado al demonio, si ella hubiera emprendido la fuga desde el momento que él le hablaba de transgredir los mandamientos de Dios, no hubiera sucumbido. Cuando sea tentado, rechace en seguida las tentaciones y si puede haga devotamente la señal de la cruz. Piense en los tormentos que enduran los reprobados por no haber resistido a la tentación, eleve los ojos al cielo y verá la recompensa del que combate, llame a su buen ángel a su socorro. Échese rápidamente en los brazos de la madre de Dios, clamando por su protección. Así estará seguro de salir victorioso de sus enemigos y los verá pronto cubiertos de confusión.

Si sucumben, mis hermanos, que eso no venga de no querer tomar los medios que el buen Dios nos ofrece para combatir. Es necesario estar bien convencidos que por nosotros mismos sólo podemos perdernos. Pero, con una gran confianza en Dios, podemos todo.


San Juan María Vianney (1786-1859)
presbítero, párroco de Ars
Sermón para el 2º Domingo después de Pascua (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d'Ars, II, Ste Jeanne d'Arc, 1982), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 4,1-11


Evangelio según San Mateo 4,1-11
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio.

Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.

Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes".

Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".

Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo,

diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".

Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".

El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor,

y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme".

Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".

Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.


RESONAR DE LA PALABRA


LAS TENTACIONES DE NUESTROS DESIERTOS

La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y del aislamiento y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano. (Papa Francisco '23)


TIEMPO DE DESIERTO

Podríamos decir con nuestro lenguaje de hoy que Jesús se toma tiempo para un retiro, para unos ejercicios espirituales.
El desierto en la cultura judía está lleno de resonancias y recuerdos. Es el lugar físico en el que un numeroso grupo de esclavos, de hombres deshumanizados, desenraizados, aprenden a caminar con otros, aprenden a ser Pueblo unido, y aprenden la libertad. Y especialmente aprenden a conocer, aceptar y fiarse de Dios. Tiempo, sudor y lágrimas les costó.
Pero además de ser un lugar físico, es también una situación vital, de encuentro consigo mismo, de revisar y reorientar la vida. Es un tiempo para discernir, para tomar decisiones, para preguntarse hacia dónde camino y con quién. Y en este «con quién» habría que incluir a las personas, a la comunidad creyente y al mismo Dios: ¿Qué pintan realmente en mi vida?
También el desierto puede ser ese «lugar» en el que a veces nos pone la vida. Cualquiera de nosotros podría describir momentos vitales en que se ha encontrado con el corazón hecho un desierto, donde parece que nada vivo puede surgir, donde se han resecado los mejores sentimientos, donde el sol de la vida lo ha dejado todo bastante seco y agrietado.
Son momentos de desierto esas ocasiones en que hay que tomar grandes decisiones sobre la propia vida, y donde, a la hora de la verdad, siempre estamos solos, porque nadie puede ni debe tomar las decisiones en nuestro lugar, y el riesgo, en definitiva, lo asumo yo.

 Es también un desierto el estado de ánimo que nos queda cuando alguien muy querido para nosotros deja de estar a nuestro lado, porque la vida lo lleva a otro lado, porque hubo un malentendido, o porque su vida se apagó para siempre.

Puede ser tiempo de desierto ese día en que hacemos silencio en nuestro interior, y nos preguntamos qué estamos haciendo, qué hemos hecho, cómo estamos viviendo... y nos da la sensación de que nos hemos equivocado grandemente, y a lo mejor no sabemos decir dónde estuvo el error, o cómo corregirlo.
Y es tiempo de desierto cuando nos sentimos tremendamente solos al asumir alguna responsabilidad, algunas decisiones, algunas opciones, que otros no comparten, o ni siquiera entienden, o que desconocen.
Como también podemos hablar de de desierto cuando el resultado de nuestros trabajos no se corresponde con el esfuerzo hecho. Cuando esa ilusión que acariciábamos se nos escapa de las manos. O cuando comprobamos que nuestros mejores amigos no lo son tanto, o que, a pesar de estar rodeados de muchísima gente estamos bastante solos. O cuando la paz familiar se fracturó dolorosamente...
Con estas pistas ya podemos poner contexto al Evangelio de hoy. Nos ha dicho el Papa en su mensaje de este año: En este tiempo litúrgico el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando nuestros compromisos diarios nos obliguen a permanecer allí donde nos encontramos habitualmente, viviendo una cotidianidad a menudo repetitiva y a veces aburrida. Debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado. Un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración.
Por tanto vayamos al desierto con el Señor. O contemos con el Señor en nuestro desierto personal y eclesial actuales.

LLEGA EL TENTADOR

Cuando todo va estupendamente en mi vida, cuando mis relaciones personales son satisfactorias, mi salud no me da sustos, mi trabajo es aceptable, mis dineros son suficientes, las condiciones sociales, económicas y políticas no son especialmente duras ... pues no hace falta calentarse mucho la cabeza, ni plantearse decisiones difíciles, ni tienen mucho espacio las tentaciones.
Pero aún en tiempos buenos, aunque nuestra vida sea un «jardín de Edén» (primera lectura), tarde o temprano se presenta el Tentador. Y lo hace especialmente en los momentos más difíciles, porque pronto supo que cuando las cosas se ponen negras y andamos debilitados por el cansancio del camino y de la vida, por la confusión y la falta de claridad, o por la falta de reflexión... es cuando viene con sus diabluras, porque más fácilmente caemos en tentación,

 «Tentador» o «diablo», son los dos nombres que usa el evangelista, sin darnos ningún otro dato sobre este personaje. Solo sus intenciones y sus métodos. Pero suficiente para poder reconocerlo y hacerle frente.
El relato del Génesis nos lo pinta bajo la figura de una serpiente, pero tiene múltiples disfraces y recursos para confundirnos (para Jesús, su querido amigo Pedro, fue instrumento de Satanás). Su objetivo siempre es el mismo: que no seamos lo que debemos ser. Que nos apartemos de la misión que Dios nos ha encomendado. Que no aceptemos nuestra condición limitada como criaturas, y nos creamos más listos que Dios. Que los infinitos recursos que Él pone a nuestro servicio se transformen en medios para dividir y enfrentar (contra la pareja, contra la creación, contra Dios mismo), dañar, destruir, crear conflictos, jugar con nuestros deseos de modo que sean ellos nuestro criterio de vida, y no discernimiento entre el bien y el mal. En definitiva su estrategia y su objetivo es: apartarnos del bien.

LAS TENTACIONES

Las tentaciones que acechan a todo hombre pueden resumirse en TRES: tanto las que sufrió Israel como Pueblo cuando anduvo errante por el desierto, como las de Jesús a lo largo toda de su vida y en diversos momentos, como las de la Iglesia misma (en esta etapa sinodal se presentan no pocas tentaciones para no avanzar e incluso dar marcha atrás), como las de cada uno de nosotros.

+ La primera es hacernos dudar de lo que realmente somos: hijos de Dios, imágenes suyas, instrumentos de Dios para hacer el bien: «si eres hijo de Dios...», es el estribillo que acompaña a cada una: convierte estas piedras en panes, bájate de la cruz, usa tus talentos y recursos solo para ti mismo, para satisfacer tu hambre, tus necesidades. En definitiva se llama egoísmo y se llama olvidar quién soy realmente y de dónde (de Quién) vengo. Esto me ocurre fácilmente cuando dejo fuera de mi vida su Palabra. Precisamente es la Palabra de lo que se sirve Jesús para rechazar cada tentación.

 + La segunda es pretender que Dios se ponga a mi servicio, usar a Dios para mis intereses, ponerle a prueba para que me resuelva mis problemas. Es una tentación muy sutil. Precisamente segundo mandamiento se refiere a ello: «usar el nombre de Dios en vano», que Dios bendiga lo que nada tiene que ver con Él, exigirle que intervenga en mi favor. Esperar que las soluciones a mis problemas vengan de fuera, de otros. Es acercarme a la oración para darle instrucciones a Dios de lo que me interesa y conviene que haga... en vez de preguntarme en su presencia lo que tengo que hacer para no tropezar y caer, cuál es su voluntad.

+ Y la tercera vendría a ser la ambición desmedida, «todo esto te daré»... Claro, siempre queremos más, siempre queremos lo mejor, nunca estamos satisfechos con lo ya conseguido, queremos triunfar, que nos admiren a cualquier precio... y por ese camino terminamos postrados a los pies de los señores de este mundo: el beneficio, la imagen, el prestigio, el consumismo depredador de la naturaleza y de los más pobres, el usar del otro para mi ventaja, etc.

En tiempo de desierto (Cuaresma) debemos estar atentos a estas tentaciones, revestidas quizá con otros ropajes, pero siempre las mismas, para plantarles cara y vencerlas.
El Papa nos ha subrayado en su mensaje que el camino cuaresmal tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Y que a Jesús hemos de seguirlo juntos, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje.

No me alargo más. Al comienzo de esta Cuaresma: si te pilla en medio de algún desierto... este Evangelio es una oportuna ayuda para discernir lo que Dios quiere de ti, y cuáles son las tentaciones que te acechan. Si no estás ahora en momento de desierto... es la ocasión mejor para hacer unos ejercicios espirituales de 40 días... revisando tu vida para poder responder más y mejor a la misión que Dios ha querido encomendarte, aunque tengas que hacerlos en medio de tu vida cotidiana.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 25 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

¡Que los corazones se vuelvan con confianza hacia tu misericordia!

Dios de gran misericordia, tú que enviaste a tu Hijo único como la más grande prueba de amor y misericordia insondable, no rechazas a los pecadores. Al contrario, con tu insondable misericordia les abriste el tesoro del que pueden sacar en abundancia, no sólo la justificación, sino toda la santidad que el alma llega a alcanzar.

Padre de gran misericordia, deseo que todos los corazones se tornen hacia ti con confianza hacia tu misericordia infinita. Nadie se justificará ante ti si tu misericordia inconmensurable no lo acompaña. Cuando tú desvelarás el misterio de Tu misericordia, la eternidad será poco para agradecerte como conviene.

¡Cómo es dulce tener en el fondo del alma lo que Iglesia nos ordena creer! Cuando mi alma está inmersa en el amor, resuelvo claramente e instantáneamente las cuestiones más difíciles. Sólo el amor es capaz de pasar precipicios y cimas de montañas. El amor, una vez más, el amor.


Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
religiosa
Pequeño diario (Petit journal, La Miséricorde divine dans mon âme, Parole et Dialogue, 2002)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 5,27-32


Evangelio según San Lucas 5,27-32
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".

El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.

Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?".

Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.

Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Otra vez Jesús escandalizando. La novedad radical de su mensaje sobre Dios y la Salvación del hombre le llevaba a romper continuamente con las estructuras y costumbres de la religión judía de su tiempo. Se acercaba a los que más sufrían; enfermos, pecadores, publicanos, prostitutas eran sus preferidos; con ellos compartía la vida, a ellos ofrecía la curación y el perdón, a ellos llamaba a la conversión, a ellos invitaba a seguirle. Y con ellos –el colmo de los colmos–, se sentaba a comer. Compartir la misma mesa para los judíos es el mayor gesto de amistad y acogida que se puede tener con alguien: es símbolo de que se quiere compartir todo, hasta la propia suerte y destino, con aquellos con quienes se comparte el pan y el vino. También nosotros, pecadores como aquellos, nos acercamos invitados por Jesús a compartir el Banquete de la Eucaristía: en él, el Señor nos declara su amistad, se encuentra con nosotros, nos entrega su vida y nosotros recibimos su perdón, su Palabra, su Amor, la Vida Nueva.

Ante aquel espectáculo de fiesta y comida compartida con pecadores indignos, vuelven de nuevo a la carga los judíos observantes: “¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?”. No conseguían entenderlo: si realmente Jesús venía de parte de Dios tendría que sentarse a la mesa con los puros y perfectos, como ellos. No comprendían que también ellos, quizás más que nadie, eran pecadores necesitados del amor y el perdón de Dios. La respuesta de Jesús no se hace esperar: Él ha venido a sanar y salvar corazones y vidas; Él ha venido para atender precisamente a los pecadores, a los que necesitan la Salvación de Dios. El problema de aquellos escribas y fariseos era el no querer reconocer que también ellos eran pecadores, necesitados por tanto del amor salvador que Jesús había venido a traer. Pero no eran conscientes de ello: se creían justos. Y así, Jesús no podía hacer nada por ellos.

Líbrenos Dios de esa terrible ceguera que nos impide ver que no somos mejores que nadie, que el pecado mancha también nuestro corazón, y que necesitamos como el que más que Jesús nos mire, nos perdone, nos ame, nos sane, nos libere, nos salve. ¡Qué inmensa felicidad cuando te das cuenta de que a pesar de no ser digno Él te invita a la mesa, te regala su vida, te perdona, te ama, transforma y convierte tu corazón y te llama a seguirle!

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 


 

viernes, 24 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Vendrán días en que el Esposo les será quitado,…”

“Alégrense cielos y que la tierra exulte” (Is 49,13) por los catecúmenos que serán rociados con el hisopo y purificados con el hisopo místico, por la fuerza del que durante su pasión bebió del hisopo y la caña. ¡Que las potencias celestes estén felices y que las almas que se unirán al Esposo místico se preparen! Escuchen la voz del que grita en el desierto: “Preparen el camino del Señor” (Is 40,3). (…)

“¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos” (So 3,14-15). “Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos” (Ez 36,25), dice el Señor, que lavará las manchas de sus hijos e hijas, con un espíritu de juicio y un espíritu de fuego. Los ángeles cantarán entorno a ustedes con estas palabras “¿Quién es esa que sube del desierto, reclinada sobre su Amado?” (Ct 8,5). El alma antes esclava ha asumido al Maestro como hermano adoptivo, afirmando su sincera elección: “¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!...Tus dientes, como un rebaño de ovejas esquiladas que acaban de bañarse: todas ellas han tenido mellizos y no hay ninguna estéril” (Ct 4,1.2). Mellizos, ya que doble es la gracia. Porque la gracia realizada por el agua y el Espíritu y es anunciada por el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Puedan ustedes al término de su ayuno, instruidos por nuestras enseñanzas, cargados de frutos de sus buenas obras, compañeros irreprochables del Esposo espiritual, obtener la remisión de sus pecados. Gracias al Dios al que pertenece la gloria, que comparte con el Hijo y el Espíritu Santo, por los siglos de siglos. Amén.


San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal 3 (Les catéchèses, coll. Les pères dans la foi 53-54, Migne, 1993), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 9,14-15


Evangelio según San Mateo 9,14-15
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?".

Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy le toca el turno al ayuno. De las tres propuestas que la Palabra de Dios nos hacía para vivir con intensidad la Cuaresma, nos centramos este primer viernes de Cuaresma en ésta. Podríamos generalizar un poco y aplicar lo que las lecturas nos dicen al esfuerzo ascético, a los sacrificios. El Evangelio recoge la queja que los judíos “observantes” plantearon a Jesús. Al parecer, sus discípulos no hacían ayuno, lo que les convertía en sospechosos de ser poco observantes para los fariseos y judíos cumplidores de la Ley. Hoy, igual que entonces, a veces juzgamos a otros sólo por las apariencias. Jesús, que siempre mira el corazón, sabía bien de las renuncias y sacrificios que aquellos discípulos habían hecho por seguirle. Lo habían dejado todo por Él y por su causa, el amor, en especial a los que más sufrían. Ese es el verdadero sacrificio que Dios quiere: la entrega de nuestra vida por Jesús y por su causa. Por eso, ¿qué importancia podía tener para ellos el ayuno, cuando habían dejado ya todo por amor a Jesús?: “¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos?”. El ayuno cristiano sólo tiene sentido si se hace por amor: como un gesto de amor que te une a Jesús en la Cruz, dando su vida por todos; y como un gesto de amor que te une a tantos crucificados de hoy en cuyos sufrimientos Cristo sigue padeciendo y muriendo.

¿No tienen valor entonces la ascesis, el sacrificio, el ayuno? Claro que lo tienen, pero sólo si son expresión de amor. Sólo si nacen del amor y nos llevan a amar más. Pobres de nosotros sí nos empeñamos en sacrificarnos sólo porque nos lo mandan así (porque lo manda la ley), o porque así voy a ser “mejor” que otros. “El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne”. Sólo cuando van unidos al amor el sufrimiento, la renuncia o el sacrificio tienen sentido: cuando nacen de tu amor a los que más sufren, a quienes quieres entregar tu vida, y de tu amor a Aquél que entregó la suya en la Cruz para salvarnos. Así, tu sacrificio, que nace del amor, se convertirá en energía y fuerza que te impulsará a amar cada vez más. Y esto se aplica a todo en el campo de la ascesis: desde el pequeño sacrificio del ayuno de un viernes o de dejar de fumar (sacrificio no tan pequeño, por cierto, que mucho es lo que cuesta) hasta la entrega completa de toda tu vida.

Cuando decidas a qué renuncias en esta Cuaresma como gesto de sacrificio, o qué pequeños o grandes sufrimientos que ya te está dando la vida vas a asumir y aceptar con buena cara, plantéate sobre todo hacerlo por amor a Jesús y por amor a los que más sufren. Que sea un medio para amar más. Ese es “el ayuno que Dios quiere”.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 23 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Para el árbol hay una esperanza” (Jb 14,7)

“Para el árbol hay una esperanza, si es cortado, aún puede reverdecer y no dejará de tener retoños” (Jb 14,7). (…) En la Escritura Santa, la madera puede simbolizar la cruz o el hombre, justo o injusto, o la sabiduría encarnada de Dios.

La madera designa la cruz cuando se dice “Pongamos madera en su pan”. Poner madera en el pan, es sujetar la madera de la cruz al cuerpo del Señor. El término “árbol” evoca también al hombre, cuando el Señor dice por la boca del Profeta: “Soy yo, el Señor, que humillé al árbol elevado y levanté al árbol humilde”. Esas palabras son conformes a las de la Verdad según el Evangelio: “Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Lc14,11). (…) El árbol es figura también de la sabiduría de Dios encarnado, de la que la Escritura dice “Es un árbol de vida para los que se aferran a ella” (Pr 3,18) y luego pregunta “Si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?” (Lc 23,31) (…)

“Para el árbol hay una esperanza, si es cortado, aún puede reverdecer y no dejará de tener retoños” (Jb 14,7). Cuando durante su pasión, el Justo es golpeado a muerte por la verdad, recubre la vida con el verde frescor de la vida eterna. El que en este mundo encontraba su fuerza en la fe, encuentra su fuerza en lo Alto en la visión beatífica. “Y no dejará de tener retoños”, ante la pasión del Justo, muchas veces aumentan los fieles, en un impulso de amor por la patria celeste. Ellos conocen el verde frescor de la vida espiritual y la alegría de haberla visto actuar en este mundo con gran fuerza, por la gloria de Dios.


San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Libro XII (SC 212, Morales sur Job, Cerf, 1974), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 9,22-25


Evangelio según San Lucas 9,22-25
Jesús dijo a sus discípulos:

"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".

Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.

Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Acabamos de comenzar la Cuaresma. Ayer mismo recibíamos la ceniza y nos recordaban la llamada de Jesús: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Y nada más comenzar, a través de sus palabras, descubrimos que la Cuaresma es acompañar al Señor en el camino hacia la Cruz. Le acompañamos, como los discípulos, camino de Jerusalén, donde “el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Nos cuesta comprenderlo y más aún llevarlo a nuestra vida, pero su camino es el de la entrega por amor hasta el final, hasta dar la vida en la Cruz. Nos mostró el camino yendo por delante de nosotros, como Buen Pastor: negándose a sí mismo, aceptando su Cruz, dando la vida por amor. Y al final del camino, esperándole, la Resurrección y la Vida.

A sus seguidores, a quienes creemos en Él, nos invita a vivir como Él vivió. No hay otro camino. “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Seguirle es entregar la propia vida, es olvidarse de sí mismo, hasta la cruz; en definitiva es amar, amar de verdad, como Él amó. Y en clave de amor es como se entiende la radicalidad del texto evangélico de hoy: el que encerrado en sí mismo, con los ojos y el corazón puestos en su propio ombligo, quiera salvar su vida, la perderá; el que, olvidándose de sí mismo y rompiendo con su yo egoísta, pierda su vida por amor a Jesús y a los hermanos, ese la salvará. No se puede ser más claro.

Iniciamos el camino siguiendo a Jesús por los caminos que conducen al Calvario. ¿Qué vas a hacer para negarte a ti mismo, perder tu vida por la causa de Jesús, abrazar tu cruz, por amar como Él nos enseñó, por seguirle? Empieza con pequeñas cosas, con pequeños gestos, con pequeñas entregas. Del Evangelio de ayer podemos sacar pistas de por dónde empezar: Oración, limosna y ayuno. Intensifica tu encuentro con el Señor en la oración y los sacramentos, haz gestos concretos de ayuda a quien más lo necesite, haz algún pequeño sacrificio, … Poco a poco. Quizás así esta Cuaresma sea distinta de otras que ya has vivido. Y cuando llegue la Pascua de Resurrección sentirás entonces estallar de alegría tu corazón con la Vida Nueva que el Resucitado te regala. Adelante… Él te llama… Él te ayudará a hacerlo. No tengas miedo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

NO APAGUEN AL ESPÍRITU

 

«El Espíritu nos hace salir, nos empuja a anunciar la fe para confirmarnos en la fe, nos empuja a ir en misión para encontrar quién somos. Por eso el apóstol Pablo recomienda: «No extingáis el Espíritu» (1 Tes 5,19), no extingáis el Espíritu. Recemos a menudo al Espíritu, invoquémoslo, pidámosle cada día que encienda en nosotros su luz. Hagámoslo antes de cada encuentro, para convertirnos en apóstoles de Jesús con las personas que encontremos. No extingáis el Espíritu en las comunidades cristianas y tampoco dentro de cada uno de nosotros»


Francisco

Audiencia General

22-02-2023 




miércoles, 22 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Cierra tu puerta y reza

Evita cuidadosamente una vana desconfianza con respecto a la conversión. ¿Puedes saber lo que logra la conversión? ¿Puedes saber la potencia del arma de la salvación y aprender lo que logra la confesión?

Ezequías, con su conversión, hizo cambiar una decisión divina ya tomada. “En aquellos días, Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: Así habla el Señor: Ordena todos los asuntos de tu casa, porque vas a morir. Ya no vivirás más” (2 Re 20,1; Is 381). Ezequías no evitó la penitencia. La palabra de la Escritura le vino a la memoria “En la conversión y en la calma está la salvación de ustedes” (Is 30,15). Se volvió hacia la muralla y desde su lecho llevó su pensamiento al cielo (el espesor de un muro no retarda las oraciones que se elevan desde un corazón piadoso): “Señor, acuérdate de mí” (Is 38,3). Es suficiente para que yo cure, que te acuerdes de mí. (…) El hombre al que la sentencia del profeta había sacado toda esperanza de sobrevivir, se vio atribuir quince años más. Mientras tanto, el sol retrocedía, en testimonio. Así, el sol retrocedió a favor de Ezequías y el sol se eclipsó a favor de Cristo. No retrocedió sino que se eclipsó, mostrando la diferencia entre los dos: Ezequías y Jesús. El primero tuvo el poder de anular una sentencia d Dios, ¿Jesús no acordaría el perdón de las faltas?

Vuélvete y llora sobre ti mismo, cierra tu puerta y reza para que tus faltas te sean remitidas. Dios apartará de ti las llamas ardientes: la confesión de las faltas posee la fuerza de apagar el fuego y domesticar leones. (…) Confiesa al Señor tus faltas de todo corazón, para obtener el perdón de pecados pasados, recibir el don celeste y ser heredero del Reino de los cielos, con todos los santos, en Cristo Jesús, a quien pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.



San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal 2 (Les catéchèses, coll. Les pères dans la foi 53-54, Migne, 1993.), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18


Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18
Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,

para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,

para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Miércoles de Ceniza: comienza la Cuaresma. Escuchamos la llamada de Dios a la conversión. Una llamada que Jesús concreta en el Evangelio de hoy en la limosna, la oración y el ayuno. Formaba parte del núcleo de la predicación de Jesús, y lo repetía doquiera que fuera y a todos los que se encontraba: “El Reino está cerca: convertíos y creed la Buena Noticia”. La llamada de Jesús parte de un anuncio, de una alegre noticia: el Reino está cerca de vosotros. En Él se personifica y con Él comienza, extendiéndose como la levadura a través de los que le sigan hasta fermentar toda la masa. No se puede entender la llamada a la conversión que el Señor nos lanza sin haber sido tocado primero por esa gran noticia de la presencia del Reino que se inicia con Jesús. Por eso, lo primero es descubrir en Jesús el Amor inmenso del Padre y su Plan de Salvación, que comienza con Él. Sólo el que se deje inflamar por el Amor de Dios en Cristo Jesús podrá iniciar un verdadero camino de conversión. Por eso, nuestro primer esfuerzo cuaresmal necesariamente ha de ser el de la oración: el encuentro personal con el Señor en los Sacramentos, en la Liturgia y en la oración personal y comunitaria. Eso sí, vividos no como pura rutina, ni para aparentar, ni como un mero esfuerzo narcisista de voluntad, sino desde el corazón, con la humildad del que se abre para dejarse hacer por el Espíritu de Dios.

Y entonces sí, cuando nos dejamos hacer por Él, nuestro corazón se vuelve a Dios, se “con-vierte” a Él. La Cuaresma es la gran oportunidad que la Iglesia nos ofrece para convertir realmente nuestro corazón a Dios. Y esto es algo que sólo Dios mismo puede hacer en nosotros si nos dejamos transformar por Él. La conversión es un don de Dios, que hay que pedir insistentemente, con “determinada determinación”. Lo único que nosotros podemos hacer es dejarnos transformar por el Espíritu, cooperando con la gracia y quitando obstáculos a su acción, especialmente los que nacen de nuestro yo egoísta y volcado sobre sí mismo. Y aquí encuentran su verdadero sentido las otras dos propuestas penitenciales de la Cuaresma: la limosna y el ayuno. La renuncia a uno mismo se verifica y realiza en actos concretos: en actos de entrega por amor a quiénes más te necesiten, en renuncias a caprichos por ofrecer una ayuda económica a los más pobres, en pequeños sacrificios, como el ayuno, con los que negarte un poco a ti mismo para amar más a Dios y al hermano.

Y cuidado, que todo nazca del corazón y todo sea por amor y para amar. Que no sea por orgullo, por sentirme mejor que otros, por aparentar, o por mero cumplimiento de leyes y normas. Nuestro yo egoísta estaría volviendo a la carga sin dejar sitio a Dios y sin dejarle convertirnos de verdad.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA 

martes, 21 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

El árbol de nuestra alma, enraizado en el valle de la humildad

Debe ser como un árbol profundamente enraizado en el valle de la verdadera humildad, para que el viento del orgullo no pueda volcar su alma, que es un árbol de amor. Dios la creó por amor, viene del amor y sólo puede vivir de amor, del santo amor de Dios. (…)

¿Cómo trasplantar este árbol en el valle y la tierra de la humildad? Sólo podemos ser humildes teniendo un verdadero conocimiento de nosotros mismos, odiando y despreciando la sensualidad. Entonces estaremos entre dos grandes montañas que reciben los asaltos de vientos contrarios: la virtud de fortaleza y la de paciencia. Más los vientos son contrarios, más el alma se fortifica y muestra su fuerza probada en la paciencia.

Entonces las virtudes se conservan y alimentan con la doctrina y la edificación del prójimo. El alma porta las flores perfumadas de sus santos pensamientos, juzgando sanamente las cosas, considerando en ella y en el prójimo la voluntad de Dios, que sólo quiere nuestro bien, y no viendo la voluntad de los hombres. También, mortificando su juicio, matando su voluntad, manteniendo y alimentando el árbol de la caridad hacia el prójimo con un ardiente deseo de la salvación de los hombres y gozando de este alimento en honor a Dios.

¡Qué hermoso es el árbol de nuestra alma! Cuando está bien plantado se adorna con la humildad del Cordero sin mancha, que nos ha dado la vida, y se ilumina con el sol de la gracia y la misericordia, que todos nuestros méritos no podrían obtener. Dios se humilló hasta el hombre al darnos al tierno Verbo. El Verbo, el Hijo de Dios, se abajó con su paciencia hasta la muerte vergonzosa de la Cruz. Nuestras acciones y virtudes únicamente adquieren méritos por su humildad y por la virtud de su preciosa sangre vertida con tanto amor.



Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Carta 69 a Maese André Vanni (Lettres I, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 9,30-37


Evangelio según San Marcos 9,30-37
Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,

porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará".

Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.

Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?".

Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.

Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos".

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:

"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Continúa el movimiento imparable hacia Jerusalén. Jesús y sus discípulos atraviesan Galilea, el lugar de la primera llamada, del primer amor, allí donde Jesús les salió al encuentro y les propuso estar con Él para hacerles partícipes del proyecto del Reino. En un lugar geográfico especial, cargado de significado para los discípulos, Jesús continúa forjando el corazón de sus seguidores en una clara relación de intimidad (no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos). En el camino de la vida les hace el segundo anuncio de su Pasión. La reacción, la esperada, una vez más la incomprensión y el miedo. ¿Quién puede entender que Dios se atreva a entregar en nuestras manos al Hijo del Hombre aún a sabiendas de lo que íbamos a hacer con Él? ¡Es tan humana la reacción de los discípulos! Es la nuestra. Las palabras del libro del Eclesiástico vuelven a ser bálsamo para nuestro frágil corazón: Hijo, prepárate para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, no te angusties… pégate a él y no te separes… confiad en él… amadlo y vuestros corazones se llenarán de luz.

Sin embargo, el dramatismo de la situación se agudiza aún más. Los discípulos son incapaces de conectar con el drama que Jesús estaba sufriendo y, acto seguido de su confesión, no tienen otra cosa mejor que hacer que ponerse a discutir sobre quién era el más importante.

Así somos de insensibles y desconcertantes. O tal vez es que el miedo y la incomprensión eran demasiado grandes para reaccionar de otra manera.

Y de nuevo la paciencia de Jesús que se sienta, otra vez en la intimidad de la casa, que llama de nuevo a los Doce para recordarles que la elección ha sido incondicional y gratuita, y explicarles de nuevo quién es realmente el primero en su Reino. Aún seguimos sin entender.

Te sugiero que leas el Oficio de Lectura del santo que hoy nos propone la liturgia: san Pedro Damiani. Termino haciendo míos para ti sus deseos: Que resplandezca en tu rostro la serenidad, en tu mente la alegría, en tu boca la acción de gracias.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 20 de febrero de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Creo, ayúdame porque tengo poca fe”

Para creer, es necesaria la acción de la gracia y de la voluntad. Lean el Evangelio. Sus contemporáneos han podido tocar a Jesús, escucharlo. Sus sentidos lo captaban, la razón mostraba que era un hombre eminente, de gran virtud. Pero para penetrar hasta el santo de santos del ser divino y creer que era el verdadero Hijo de Dios, además de milagros y profecías, era necesario un don de la gracia. Jesús lo afirmó “porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo”. Y en otra ocasión “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió” (Jn 6,44).

La fe nos viene de lo Alto. Nosotros, teniendo ese don de Dios, debemos pedir su crecimiento: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe” (Mc 9,24). Las tentaciones contra la fe siempre son posibles, pero ellas se convierten en un estimulo de la oración. Ellas rinden nuestra fe más viva y podemos apreciar mejor su carácter sobrenatural y gratuito. (…) Aprendamos a utilizar estas vacilaciones, adhiramos con más conciencia y firmeza a Cristo y su mensaje.


Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad
Vivir de la fe (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 9,14-29


Evangelio según San Marcos 9,14-29
Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas.

En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo.

El les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?".

Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo.

Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron".

"Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuando estaré con ustedes? ¿Hasta cuando tendré que soportarlos? Tráiganmelo".

Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.

Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió,

y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos".

"¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree".

Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe".

Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más".

El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto".

Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie.

Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?".

El les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Nos encontramos ya en la segunda parte del Evangelio de Marcos donde, al ritmo de las tres predicciones de la Pasión, se nos va desvelando el verdadero rostro de Jesús, rostro que quedará definitivamente revelado en la Cruz y reconocido explícitamente en la profesión de fe de un personaje menor y pagano, el centurión romano: ¡Verdaderamente éste era HIJO de DIOS! Llegar a este reconocimiento y a esta profesión de fe es el hilo de oro que recorre todo el Evangelio marcano.

El sábado pasado nos dejamos a los discípulos más íntimos de Jesús en el Monte Tabor donde, después del primer anuncio de la Pasión que los había sumido en el desconcierto, la voz del Padre les revela la verdadera identidad de Jesús: Éste es mi HIJO, el amado; escuchadlo.

Al comienzo de esta VII Semana del Tiempo Ordinario tal vez podríamos preguntarnos: ¿Cómo vamos haciendo este camino con Jesús? ¿Vamos adentrándonos en el conocimiento interno de Cristo, nuestro Señor?

Jesús es parte esencial implicada en este proceso. Es más, sabemos que pacientemente acompaña nuestros torpes pasos en la vida de fe. Es elocuente el dinamismo en el que Jesús introduce a sus discípulos. Lo podremos disfrutar a lo largo de toda la semana. Se trata de un signo distintivo del Evangelio de Marcos, en el que Jesús modela el corazón de sus discípulos en dos circunstancias espacio-temporales: el camino y la casa, el movimiento y la quietud. Jesús recorre con nosotros los vericuetos de nuestra vida cotidiana, poniéndonos, cada amanecer, en una actitud de salida continua para situarnos en el corazón de la existencia humana, allí donde le gusta revelarse misteriosamente, tan misteriosamente que tiene que recurrir a la intimidad de la casa para explicarnos lo que somos incapaces de entender por nosotros mismos. Y allí, en la intimidad de la casa, a solas con Él, poder preguntarle todas nuestras dudas… dejar en Él todos nuestros fracasos, todos nuestros sueños… ¡Cuánta paciencia! ¡Cuánta ternura!

Y es que, como dice el sabio autor del libro del Eclesiástico, toda sabiduría viene del Señor…la fuente de la Sabiduría es la Palabra de Dios que, en el tiempo culminante, se hizo carne para explicarnos en palabras y en gestos humanos que todo es posible para el que tiene fe. Esta frase que sale de labios de Jesús es el corazón del Evangelio de Marcos. Y… ¡qué necesidad tenemos de creérnosla! Quizás tengamos que suplicar, y no de cualquier forma, sino como el protagonista del Evangelio de hoy, gritando: ¡creo pero ayuda mi falta de fe! Puede ser que, en ocasiones, también nosotros nos sintamos amordazados por un espíritu mudo y sordo que no nos dejar hablar…Tenemos a nuestro alrededor demasiados hermanos vapuleados por espíritus inmundos que les impiden estar en pie de acuerdo a su condición preciosa de hijos de Dios.

Las palabras que Jesús dirige a sus discípulos son durísimas: ¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Menos mal que sabemos de su paciencia siempre inquebrantable.

Después de una jornada tan intensa no es difícil imaginar la necesidad que tendrían los discípulos de entrar en casa a solas con Jesús. ¡Qué regalo! Ojalá, nosotros sepamos disfrutarlo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA