“Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,48)
En la medida que un cristiano profesa su fe y trata de vivirla, deviene insólito tanto para los creyentes como para los no creyentes. (…) Lo insólito del cristiano es simplemente su semejanza a Jesucristo, semejanza a Jesucristo incorporada a un hombre por el bautismo y que, atravesando su corazón, llega a flor de piel. (…)
No sólo cree en Dios, sino que lo debe amar como un hijo ama a un padre amante y todopoderoso, a la manera de Cristo. (…)
No sólo ama a su prójimo como a si-mismo, sino que debe amarlo “como Cristo nos amó”, a la manera de Cristo. (…)
No sólo es hermano de su prójimo, sino del prójimo universal. (…)
No sólo da sino que comparte, presta pero no reclama, está disponible para lo que le piden y para más de lo que le piden. (…)
No sólo hermano de los que lo aman, sino también de sus enemigos. No sólo soporta los golpes, sino que no se aleja del que lo golpea.
No sólo no devuelve el mal, sino que perdona, olvida. No sólo olvida, sino que cuando le hacen un mal, devuelve un bien.
No sólo sufre y es puesto a muerte por algunos, sino que muere sufriendo para ellos. No sólo una vez sino cada vez. (…)
No sólo compartiendo lo que es de él o está en él, sino dando lo único que Dios le ha dado como propio: su propia vida. (…)
No sólo es feliz porque vive gracias a Dios y por Dios, sino porque vivirá y hará vivir a sus hermanos con Dios, para siempre.
Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer (La joie de croire, Seuil, 1968), trad.sc©evangelizo.org
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