viernes, 30 de junio de 2017

CONSTRUYE LA PAZ

Con Jesús por la mañana.
«Cada acción y cada gesto de ustedes hacia el prójimo puede construir la paz.» (Papa Francisco). Las guerras que vemos en muchos países son reflejo de las guerras que los iniciadores tienen en su corazón. ¡Qué paz podemos procurar si en el corazón hay guerras y divisiones! ¿Hay reconciliación en tu corazón? ¿Tienes paz? ¿Contribuyes a la paz? Ofrece tu día por la intención del Papa. Que hoy, cada acción hacia los demás sea precedida por el deseo de hacer el bien y construir la paz.
Con Jesús por la tarde.
«Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. Y al instante quedó purificado de su lepra» (Mt 8, 4). ¿De que deseas ser sanado? ¿Qué quieres que Dios transforme en tu corazón? Que estas palabras resuenen en tu interior: «Sagrado Corazón de Jesús, dame un corazón semejante al tuyo». Ten presente el propósito de hoy.
Con Jesús por la noche.
Recuerda a las personas y agradece. ¿Hubo quien te tendiera la mano? ¿Hubo quién hoy no te aceptó? ¿Qué puedes aprender de las experiencias que viviste con los demás? Agradece por esos maestros que te ayudaron hoy en tu crecimiento personal.

Buen día, Espíritu Santo! 30062017

¡Buen día, Espíritu Santo!
Has sido mi descanso en la noche, y serás mi descanso en el día;
Gracias porque nunca te marchas,
y sin siquiera pedirlo, te haces presente.
Gracias por Tu capacidad de Amar, de Consolar,
de Confortar, de llenar con Tu Mansedumbre lo más profundo de mi ser.
Gracias por conducirme a la Verdad,
por ser mi Cielo, por curar mis heridas,
por romper mis sorderas y hacer caer las escamas de mis ojos.
Gracias por Tu Amor Personal, eterno y cariñoso,
Derrama sobre Tu Iglesia, sobre los que confiados esperamos tus mejores regalos,
tus dones y tus carismas,
los que edifican, los que construyen sobre la derruido;
los que restauran, los que dan crecimiento.
¡Amén!


Meditación: Mateo 8, 1-4


Los Primeros Mártires de la Iglesia Romana

En la antigüedad la lepra era una enfermedad degenerativa incurable, tan temida y estigmatizante como lo sería el SIDA de hoy. Por eso, en el Israel antiguo era considerada una manifestación externa del pecado de las personas que la sufrían. En efecto, el pecado, igual que la lepra, lleva a las personas a una condición lamentable de aislamiento, conmiseración y frustración. Cuando todos trataban de aislar a los leprosos y alejarse de ellos, Jesús quiso no sólo hablar con ellos sino tocarlos, a pesar de que eso le hacía incurrir en impureza ritual.

Durante toda su vida, el Señor estuvo siempre dispuesto a sanar a cuantos le pedían ayuda o sanación, ya fuera espiritual o física. Nunca evitó tocar a los que tenían las enfermedades más temibles, y ahora tampoco deja jamás de tocar y sanar a los que tienen el corazón herido. Sin embargo, a diferencia del leproso de este pasaje, muchos de nosotros dudamos de acercarnos a Jesús. Quizá nos sentimos indignos de pedirle ayuda personal o creemos que Dios nunca se interesará en atender a personas tan débiles y propensas al pecado como nosotros.

La verdad es que el Señor nos ama con un amor eterno e incondicional y siempre ve en nosotros aquello que podemos llegar a ser, no sólo lo que somos ahora. Ve los pecados, las flaquezas y las heridas o enfermedades que tenemos con más claridad que nosotros mismos; sin embargo también ve que anhelamos recibir sanación, paz y perdón. Jesús sabe que todo corazón humano desea ser libre y sólo espera que le digamos: “Señor, si quieres, puedes curarme”, y él nos contesta diciéndonos lo mismo que le dijo al leproso: “Quiero. ¡Queda curado!”

Hagamos nosotros lo mismo que el enfermo de lepra y corramos al encuentro con Jesús, seguros de que él desea curarnos. Los milagros del Señor son señales de su triunfo absoluto sobre el poder de Satanás, ya sea que éste se haya manifestado en pecados o en enfermedades. Cristo, movido por la compasión, está siempre dispuesto a sanarnos y a fortalecer nuestra fe, para que ya no dependamos más de nuestras propias fuerzas, sino de su poder.
“Padre celestial, que nos demostraste tu amor infinito enviando a tu Hijo Jesús como el ‘sí’ a la llamada de auxilio de nuestro corazón, ahora te damos el ‘sí’ a tu amor y tu poder para sanarnos y transformarnos.”
Génesis 17, 1. 9-10. 15-22
Salmo 128(127), 1-5

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

COMPRENDIENDO LA PALABRA 300617

Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego 
Himno 30
«Jesús lo tocó diciendo: ¡quiero, queda limpio!»

Antes que brillara la luz divina,
no me conocía a mí mismo.
Viéndome entonces en las tinieblas y en la prisión,
encerrado en un lodazal,
cubierto de suciedad, herido, mi carne hinchada...,
caí a los pies de aquél que me había iluminado.
Y aquél que me había iluminado toca con sus manos
mis ataduras y mis heridas;
allí donde su mano toca y donde su dedo se acerca,
caen inmediatamente mis ataduras,
desaparecen las heridas, y toda suciedad.
La mancha de mi carne desaparece...
de tal manera que la vuelve semejante a su mano divina.
Extraña maravilla: mi carne, mi alma y mi cuerpo
participan de la gloria divina.

Desde que he sido purificado y liberado de mis ataduras,
me tiende una mano divina,
me saca enteramente del lodazal,
me abraza, se echa a mi cuello,
me cubre de besos (Lc 15,20).
Y a mi que estaba totalmente agotado
y que había perdido mis fuerzas
me pone sobre sus hombros (Lc 15,5),
y me lleva lejos de mi infierno...

Es la luz que me arrebata y me sostiene;
me arrastra hacia una gran luz...
Me hace contemplar por que extraño remodelaje
él mismo me ha rehecho (Gn 2,7) y me ha arrancado de la corrupción.
Me ha regalado una vida inmortal
y me ha revestido de ropa inmaterial y luminosa
y me ha dado sandalias, anillo y corona
incorruptibles y eternas (Lc 15,22).

Evangelio según San Mateo 8,1-4. 
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio". 


RESONAR DE LA PALABRA

Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:
Las palabras y las acciones son las dos formas principales como se expresa el ser humano y mediante las que conocemos a las personas. El problema es que no siempre van unidas, y a veces unas contradicen a las otras.
En Jesús, las palabras y las acciones van siempre unidas. Porque su vida estaba unificada, en su referencia única y profunda con el Padre.
Hoy le vemos haciendo lo que hizo durante toda su vida: sanar, dar vida. Entre toda la gente que le seguía, en medio de toda su ocupación, Jesús acoge al que se le acerca pidiéndole la salud. Era uno de los considerados “impuros”. Y Jesús, rompiendo las convenciones de su tiempo, le toca y le dice: “¡Quiero, queda limpio!”.
Jesús cumple así lo escrito siglos atrás: “sanar corazones desgarrados y vendar las heridas”. Durante su vida, lo hizo con sus palabras y con sus acciones. Ha tocado el dolor de la humanidad para redimirlo. Lo hizo suyo, especialmente en la cruz. Era necesario que fuera así, porque “lo que no es asumido, no es redimido”.
Desde entonces, ningún dolor está “dejado de la mano de Dios”; todas las situaciones, todos los sufrimientos, personales y comunitarios, está acompañados por el espíritu de Aquel que nos amó y se entregó por nosotros.
Jesús quiere hoy también sanar nuestro corazón y nos envía a colaborar con él en su obra sanadora, acercándonos y tocando a los “leprosos” y marginados de hoy. ¿Qué le respondes?

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 29 de junio de 2017

MENSAJEROS DE DIOS

Con Jesús por la mañana.
«La Iglesia los quiere hombres de oración, maestros de oración, que enseñen al pueblo que les ha sido confiado por el Señor que la liberación de toda cautividad es solamente obra de Dios y fruto de la oración, que Dios, en el momento oportuno, envía a su ángel para salvarnos de las muchas esclavitudes y de las innumerables cadenas mundanas. También ustedes sean ángeles y mensajeros de caridad para los más necesitados» (Papa Francisco). Ofrece tu día por la intención del mes, y reza por los obispos y cardenales de todo el mundo.
Con Jesús por la tarde.
«De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme» (Jn 21, 19). ¿Amas a Jesús con todo el corazón? ¿Sirves al Reino de Dios desde tu vida cotidiana, haciendo con amor y esmero tu tarea diaria? Tú puedes seguir a Jesús desde tu vida de familia, con tus amigos, en tu trabajo, ¡Allí construyes el Reino! Dile a Jesús desde el fondo del corazón: “Aquí estoy, Señor, no tienes que buscar a nadie más”.
Con Jesús por la noche.
Repasa el día. ¿Crees que vas creciendo interiormente? ¿Hay alguna cosa que te incomodó de tus acciones, pensamientos, deseos? ¿Hay algo que quieras agradecer especialmente? Entrega esta noche a tu Padre del cielo, tus preocupaciones.

Buen día, Espíritu Santo! 29062017

¡Buen día, Espíritu Santo,
Divino y Santo Consolador!
Tesoro de Bendiciones, Dueño de la Vida,
En las horas de soledad, cansancio y pena, ¡Ven!
En los tiempos de fracaso, en las pérdidas y decepciones, ¡Ven!
Cuando los otros me fallen, cuando yo falle a los otros: ¡Ven!
Cuando la enfermedad me visite, la incapacidad me atrape,
la depresión gane espacios, ¡Ven!
En cada alegría, cada palabra, en cada gesto y en cada silencio: ¡Ven!
Al consagrarte mi jornada, consagro en el Altar de Tu Corazón mi corazón,
y desde mi corazón a los míos, a los que caminan cerca,
a los que decidieron caminar más lejos, a los que me esperan,
a aquellos a los que espero.
Amén.


Meditación: Mateo 16, 13-19


San Pedro y San Pablo, Apóstoles

La solemnidad de San Pedro y San Pablo es una de las más antiguas del año litúrgico, pues aparece en el santoral incluso antes que la fiesta de la Navidad. En el siglo IV ya existía la costumbre de celebrar tres misas, una en la Basílica de San Pedro, otra en la de San Pablo Extramuros y otra en las Catacumbas de San Sebastián, donde se escondieron las reliquias de los apóstoles durante algún tiempo.

San Pedro y San Pablo son dos de las columnas principales de la Iglesia. Pedro es el elegido por Cristo para ser “la roca” de la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” Frágil y apasionado, Pedro acepta su misión y afronta cárceles y maltratos por el nombre de Jesús. Pedro es el amigo entrañable de Cristo, que se arrepiente de haber negado a su maestro, el hombre impetuoso y generoso que reconoce en Jesús al Dios hecho hombre, al Mesías prometido.

Los Hechos de los Apóstoles narran en esta solemnidad la liberación prodigiosa de Pedro de la cárcel. Con esta intervención milagrosa, Dios ayudó a que su apóstol prosiguiera su misión, que por cierto no era fácil, pues implicaba un camino complejo y arduo, que al final lo conduciría al martirio en Roma, donde hasta hoy la tumba de Pedro es punto principal de incesantes peregrinaciones de todas las partes del mundo.

Pablo, por su parte, fue conquistado por la gracia divina en el camino de Damasco y de perseguidor de los cristianos se convirtió en apóstol de los gentiles. Después de su encuentro con Jesús, se entregó sin reservas a la causa del Evangelio. Pablo es el apóstol fogoso e incansable que recorre el mundo conocido de la época para anunciar la buena nueva de la salvación en Cristo Jesús. Sabe que se le ha dado una misión, una responsabilidad, una tarea que no puede declinar.

También tiene Pablo como meta lejana la capital del Imperio, Roma, donde, juntamente con Pedro, predicaría a Cristo, único Señor y Salvador del mundo. Por la fe, también él derramaría un día su sangre, uniendo para siempre su nombre al de Pedro en la historia de la Roma cristiana.
“San Pedro y San Pablo, intercedan por mí ante el Señor, les ruego, para que yo no me atemorice cuando tenga que enfrentar rechazo o persecución por mi fe en Cristo Jesús.”
Hechos 12, 1-11
Salmo 34(33), 2-9
2 Timoteo 4, 6-8. 17-18

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

COMPRENDIENDO LA PALABRA 290617

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia 
3 Sermón para la Fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo
«Yo soy el menor de los apóstoles; no es mérito mío, llevar este nombre» (1Co 15,19)

      Es con razón, hermanos, que la Iglesia aplica a los apóstoles San Pedro y San Pablo estas palabras del sabio: "Son hombres de misericordia, cuyos beneficios no caen en el olvido; los bienes que dejaron a la posteridad siguen existiendo» (Sb 44,1-11). Sí, bien podemos llamarlos hombres de misericordia: porque han obtenido misericordia para ellos mismos, porque están llenos de misericordia, y porque es en su misericordia que Dios nos los ha dado.

      Ved, en efecto, qué misericordia han obtenido. Si interrogáis a san Pablo sobre este punto..., él os dirá de sí mismo: "Yo empecé siendo un blasfemo, un perseguidor; pero he obtenido misericordia de Dios" (1Tm 1,13). En efecto, ¿quién no conoce todo el mal que hizo a los cristianos de Jerusalén...e incluso en toda Judea?... En lo que toca a san Pedro, tengo otra cosa que deciros, pero una cosa tan sublime, que es única. En efecto, si Pablo ha pecado, lo ha hecho sin saberlo, ya que no tenía la fe; Pedro, por el contrario, tenía los ojos bien abiertos en el momento de su caída (Mt 26, 69s). "Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20)... Si san Pedro ha podido ascender a un grado tal de santidad después de haber sufrido una caída tan fuerte ¿quién podrá ahora desesperarse, por poco que quiera salir también de sus pecados? Observad lo que dice el Evangelio: «Salió y lloró amargamente» (v. 75)...

      Habéis visto qué misericordia obtuvieron los apóstoles, y ahora ¿quién no será absuelto de sus faltas pasadas como lo fueron antes? ... Si has pecado, ¿Pablo no ha pecado antes? Si has tenido una caída, Pedro ¿no hizo una más profunda que tú? Sin embargo, uno y otro, haciendo penitencia, no sólo obtuvieron la salvación sino que han llegado a ser grandes santos, e incluso se han convertido en los ministros de la salvación, los maestros de la santidad. Haz tú del mismo modo, hermano, ya que es por ti que la escritura los llama "los hombres de misericordia».
Evangelio según San Mateo 16,13-19. 
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". 
RESONAR DE LA PALABRA

Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:
Hoy es una fiesta grande. Celebramos la vida de dos personas, dos personajes, que son dos “grandes” del cristianismo: San Pedro y San Pablo. Tan diferentes en su origen, en su camino, en su manera de ver las cosas... y los dos son pilares de la Iglesia...
Pedro... pescador, llano, del pueblo. La misma impulsividad para confesarle –“Tú eres el Mesías”- que para rechazar sus caminos de cruz. La misma generosidad para dejarle la barca que para ofrecerse a dar la vida por él. La misma sinceridad para intentar salvar el pellejo negándole que para llorar amargamente por haberle negado... Jesús le llamó “piedra”, pero también “satanás”. Al final, esa mirada que lo comprende todo y nada condena le rehabilitó, le levantó y le puso en su sitio: ni tan arriba, ni tan abajo. Y desde ahí, como hermano de sus hermanos, pudo seguir caminando, sirviendo a la Iglesia, hablando, discutiendo, haciendo las obras de Jesús, luchando, entregándose...
Pablo... judío donde los haya. Fariseo y perseguidor de la Iglesia en sus orígenes. Lo tenía todo muy claro... hasta que Dios le tocó el corazón y los ojos y todo quedó patas arriba. Tardó un tiempo en re-colocarse. Pero cuando lo hizo, abrazó el nuevo camino con el mismo ardor que el anterior. Predicó a unos y a otros. Escribió a muchos. Hizo equipo con otros. Discutió y concilió. Suscitó y acompañó la fe de muchas comunidades. Y cuando le tocó dar la vida, no se la guardó...
Pedro y Pablo. Tan distintos... Al final, la vida les unificó: en su amor a Cristo, en su celo por llevar a otros la Buena Noticia, en su muerte violenta a causa de la fe.
Hoy también hay muchos cristianos que caminan, caen, se levantan... que combaten su combate y corren hacia la meta. Con distintos acentos. Unidos en la diversidad, comulgando en lo importante.
Seguro que tú también eres uno de ellos. Por eso, hoy también es tu día.
Felicidades, y a seguir caminando.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

La autocompasión y el soñar con los ojos abiertos forman parte del camino a la depresión

Si te sientes triste, no te dejes llevar por las ilusiones, más bien dirige tu atención a algo que merezca la pena y verás cómo aquello desaparece.

No es necesario repetir que el joven debe cuidarse de caer en este peligro tan terrible. ¡No sigas ese camino! Aparta las señales que le preceden: la tristeza sin sentido y el sentimiento de soledad. ¡Oponete con todas tus fuerzas! Si te sientes triste, no te dejes llevar por las ilusiones, más bien dirige tu atención a algo que merezca la pena y verás cómo aquello desaparece.

Si empiezas a auto-compadecerte o a recordar lo bueno que eres, aleja inmediatamente todos esos pensamientos, lleno de severidad y decisión para contigo mismo, purificando tu mente y limpiándola de todo lo que hay ahí. Humillarte, para disipar esa vanidad, voluntaria o espontáneamente, será como arrojar agua a un fuego que arde.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Calea spre mântuire, traducere de Bogdan Pârâială, Editura Bunavestire, Bacău, 1999, p. 78) Doxologia

¡No olvides lo importante que es tener un confesor!

Todo cristiano tiene derecho a elegir su padre espiritual.

Si no conoces bien la voluntad de Dios, búscate un buen confesor. Porque no todos tenemos la posibilidad de conocer bien las Escrituras y los tratados de los Santos Padres, ¿no? Pero, un padre espiritual es muy necesario. Todo cristiano tiene derecho a elegir su padre espiritual; no estás obligado a elegir al sacerdote que te bautizó o al párroco de tu vecindario, ni al padre de la institución en donde trabajas, no. Es tu elección. Tú decides quién será tu confesor, tú sabes a quién confiarle tu vida espiritual.

(Traducido de: Părintele Adrian Făgeţeanu, Viaţa mea. Mărturia mea ‒ Interviuri de Andrei Dârlău, volum coordonat de Ciprian Voicilă, Editura Areopag, București, 2011, p. 65) - Doxologia

Juzgar a los demás es siempre una forma de orgullo

Por eso, la Palabra de Dios llama a esta clase de personas “falsos”. El cristiano, después de haber sido sanado por la Palabra y el Espíritu de Dios, recibe una correcta visión de su propia constitución espiritual y de la de los demás.

El hombre que se deja guiar por el pensamiento mundano y carnal es incapaz de juzgar correctamente, tanto su propio estado interior como el de los demás. Él se juzga a sí mismo y a los otros de acuerdo a la forma en que se imagina a sí mismo y según el aspecto exterior de los demás, siempre guiado una forma equivocada de pensar. Por eso, la Palabra de Dios llama a esta clase de personas “falsos”. El cristiano, después de haber sido sanado por la Palabra y el Espíritu de Dios, recibe una correcta visión de su propia constitución espiritual y de la de los demás.

Esa profana forma de pensar, golpeando como una viga al prójimo que ha errado, siempre lo perturba, no raras veces lo extravía, jamás produce algún beneficio y, además, carece de toda fuerza sobre el pecado. Al contrario, el pensamiento espiritual obra sobre las debilidades espirituales del prójimo, apiadándose de él, sanándole y salvándole. Cuando se recobra el entendimiento espiritual, las debilidades y pecados de nuestros semejantes empiezan a parecernos insignificantes, siendo redimidos por nuestro Señor y fácilmente sanados por medio de la contrición... esas mismas faltas y debilidades que, según nuestra anterior forma de pensar, eran inmensas e importantísimas. Resulta, entonces, fácil de reconocer que era nuestra pervertida mente lo que les otorgaba aquella magnitud de antes.

Esa forma forma de pensar, mundana, carnal, ve en el otro pecados que ni siquiera existen. Por eso, quienes se dejan atrapar por un fervor excesivo caen, usualmente, en el pecado de juzgar y condenar a sus semejantes, convirtiéndose, así, en marionetas de los espíritus impuros.

(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Despre înșelare, Editura Egumenița, 2010, Galați, pp. 13-14) - Doxologia.

miércoles, 28 de junio de 2017

Decir No

Con Jesús por la mañana.
«Entre otras cosas, esta guerra contra el mal comporta decir no al odio fratricida y a los engaños de los que se sirve; decir no a la violencia en todas sus formas; decir no a la proliferación de las armas y a su comercio ilegal» (Papa Francisco). ¿Eres capaz de postergar tu comodidad por ayudar a otros? Colabora con la paz no critiques a otros, no juzgues apresuradamente, no te quejes ante las incomodidades. Ofrece lo que te molesta por la intención del mes como tu contribución personal a la paz.
Con Jesús por la tarde.
«Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?» (Mt 7, 16). ¿Te esfuerzas en todo lo que haces o eres tibio ante tus responsabilidades? ¿Buscas el bien para tus hermanos? ¿Cómo son los frutos que entregas? Pregúntate en el silencio de tu corazón frente a cada momento que vivas: “¿Qué bien puedo hacer en esta situación?”.
Con Jesús por la noche.
Explorar tu interioridad. ¿Qué situaciones te hacen feliz? ¿Cómo experimentaste los encuentros que tuviste hoy? Apaga los dispositivos que te distraen y haz silencio. ¿Con qué sentimientos cierras el día? Agradece por todo lo que el día de hoy te presentó.

Buen día, Espíritu Santo! 28062017

Buen día, Espíritu Santo!


Las tentaciones de JESÚS


San Ignacio de Loyola descubre, con manifiesta pericia, la estrategia del "mal espíritu" en sus tentaciones cuando se trata de obstaculizar la obra del Señor en quienes buscan seguirlo sinceramente.
Esta fue la táctica que empleó también con Jesús. Las tentaciones que el Hijo de Dios sufrió durante su ayuno van marcadas profundamente con esta misma característica de presentarse "a partir de un bien" (Mat 4,1-11 y paralelos). Mas, en su entraña, iban dirigidas, diabólicamente, a un fin que hubiera dado al traste con la misión salvífica de Jesús. Pretendían, nada menos, que apartarlo de la voluntad del Padre; en definitiva, volverlo hacia un mesianismo material y político. Satanás se esfuerza en separar a Jesús de la intimidad con Dios, que señala necesariamente dicho nombre, sugiriéndole un mesianismo que sabe perfectamente no estar conforme con la misión de siervo recibida por Cristo en el Bautismo.

Se trata de tentaciones mesiánicas. Jesús tiene aún la posibilidad de orientar ese mesianismo en un sentido contrario a la voluntad de Dios. Como en los orígenes del mundo, la obra de Dios quedará destruida por una elección que no tenga el apoyo divino.
Las tentaciones de Jesús "nacen de su condición de siervo". Van dirigidas sutilmente al corazón mismo de su confianza incondicional en el Padre. Satanás pretende abrir a Jesús los ojos, como a Adán, para que vea lo incongruente que es su manera de actuar con los hombres y se desentienda del Padre, constituyéndose en Mesías propio e independiente. Satanás se encierra en el mismo círculo que lo perdió: la soberbia, la autosuficiencia hasta el desprecio de Dios; construir su mundo aparte, por sí y para sí.
La lección de Jesús es admirable y sumamente práctica: no es Dios el que tienta, pero permite situaciones en las que realmente seamos probados. De esas tentaciones, por su peligrosidad sacada de la experiencia, es de las que los cristianos, siguiendo las enseñanzas de Cristo en el Padrenuestro, piden ser librados. La tentación de Cristo resulta tan cruel y peligrosa que El mismo quiere que oremos para semejantes situaciones se le ahorren a la Iglesia y a los Cristianos.
El cristiano tiene asignada una impresionante tarea, nacida de la trascendencia de su realidad bautismal: reproducir en sí la imagen del Primogénito entre muchos hermanos, Cristo Jesús (Rom 8, 27-29).
Desde aquí hay que tratar de ver la tentación: La esencia de ésta ha de entenderse partiendo de que el hombre, como ser deficiente, está ordenado a una perfección, que lo trasciende. El impulso a la perfección personal y, por lo tanto, moral, es su orientación hacia su prójimo y hacia Dios. Tal impulso o tendencia sólo se realiza en la medida de la apertura a la trascendencia, al misterio de Dios experimentado, pero incomprensible.
Aquí es donde comienza nuestro drama. Palabra exacta, no porque la tentación haya de consumarse ciegamente en un fracaso humano-divino, sino por el peligro manifiesto de no realizar nuestro gran destino y porque la perfección a la que decimos estar ordenados se ha de realizar muchas veces en el dolor, aunque de él, como de la muerte de Cristo, surja pujante la glorificación.

Repitámoslo para no ser infantilmente sorprendidos: la tentación de Cristo es modélica. Esto quiere decir, entre otras cosas, que si el Padre permitió que su Hijo fuera tentado sutil y duramente, permitirá circunstancias en la que seremos presa codiciada de los ataques del mal. También aquí es oportuna la advertencia de un teólogo en su informe al episcopado de su nación: "Algo importante esta sucediendo: es como un despertar del Espíritu. La necesidad de discernimiento es urgente; debemos caer en cuenta de que las fuerzas del mal intervienen más cuando algo de importancia se produce".
Como cristianos y dirigentes de la renovación, debemos recordar una verdad que, vivida y experimentada en propia carne, es necesario repetir: Las raíces del mal se hunden en nosotros profundamente. Los impulsos espontáneos del hombre en cuanto "carnal", es decir no animado por el Espíritu, están potencialmente en nosotros, dispuestos a asaltarnos. Aun cuando hayamos sido "injertados" en Cristo, hemos de seguir luchando continuamente para mantener nuestra auténtica libertad (Rom 6,12; Col 3,5). La tentación dramática entre el impulso al bien y el impulso al mal, pone al hombre en una situación desgraciada de la que es liberado solamente por Cristo (cfr. Rom c.7). El líder (o servidor) de la Renovación Carismática que se ha entregado seriamente al Señor para hacer de Él, el centro de toda su vida, y se ha responsabilizado con una misión tan importante en la Iglesia, se verá expuesto a una persecución enconada del enemigo de Jesús.
Por su condición de cristiano que aspira a vivir su bautismo y por el bien que el Señor puede hacer por su medio en los demás, se convierte en un bocado exquisito para Satanás. Dios, en sus designios de salvación, permitirá que sea tentado. El maligno pretenderá apartarlo del Señor, hacer infructuosa su obra y querrá llegar lo más lejos posible. Las tentaciones vendrán de diversos campos: de nosotros mismos, en nuestra condición carnal de hombres no dominados por el espíritu del enemigo de Dios que también juega su influjo sobre nosotros.
El dirigente de la Renovación no escapará a esta realidad. Tendrá que recorrer el mismo camino de Cristo.
Pero también, como el Señor, cuenta con la fuerza del Espíritu de Jesús. No hay por qué turbarse. Existen un poder y un amor que el Padre Celestial ha puesto a su disposición en la persona del Espíritu Santo. Ha de confiar y aprender a utilizar lo que está siempre a su alcance.

Notas del autor:
1. La tentación es una realidad espiritual tan común que excusa toda legitimación. La experiencia cotidiana nos habla demasiado elocuentemente de este acontecimiento que enrola a todos, buenos y malos.
Si en algún capítulo se podrían aducir citas que avalaran lo que en el cuerpo de la instrucción se dice, es en éste, precisamente, en que cabria mas abundancia, y excelencia de nombres y de obras.
Por esto, porque en todo manual de alguna solvencia se encentra tratado con relativa abundancia, no hemos querido hacer uso de citar lo que el lector puede hallar fácilmente. Las obras clásicas tanto antiguas como modernas no olvidan este aspecto fundamental y hasta se prodigan en su trato. Igualmente se puede afirmar de los diccionarios de espiritualidad. Sobre todo los más recientes; por citar uno, el Nuevo Diccionario de Espiritualidad: le dedica páginas densas que es preciso leer con detenimiento para extraer el rico contenido que allí se atesora.

2. Queremos, no obstante lo dicho, hacer algunas excepciones:

- San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús -piensan muchos maestros de la vida espiritual- señalan las dos grandes cimas de lo que inspiradamente se ha escrito sobre el tema.
- San Alfonso María de Ligorio y San Francisco de Sales han pasado a ser autores tan leídos como amados por el pueblo cristiano.
- San Bernardo y el P. Alonso Rodríguez en su camino de perfección (suprimidas o pasadas por alto algunas páginas ingenuas del segundo), siguen siendo maestros mayores de la vida espiritual.
- R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior. Buenos Aires, 1944.
- K. Rahner, en la multiplicidad de sus escritorios también aborda felizmente este campo y, específicamente, en "Sobre el problema del camino gradual hacia la perfección cristiana", Estudios de Teología, Taurus, Madrid, 1961, 13-33.
- S.G. Arzubialde, Teología spiritualis (El camino espiritual del seguimiento de Cristo), Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1989-
- (Varios) Sabiduría de la Cruz, Madrid, 1981.

- G. Thils, Existencia y santidad en Jesucristo, Sígueme. 1987. 

Meditación: Mateo 7, 15-20


San Ireneo, obispo y mártir

Cuidado con los falsos profetas. (Mateo 7, 15)

Decimos que algo es falso cuando ese algo no es en realidad lo que parece ser. A esto se refería el Señor cuando decía que hay lobos feroces que se hacen pasar por ovejas, vale decir, “profetas” falsos que a primera vista parecen inofensivos, pero cuyos mensajes son dañinos. ¿Qué es lo que persigue el falso profeta? Separar a los fieles desprevenidos de la custodia del Señor, del mismo modo como un lobo separa a las ovejas de la protección del pastor.

Cuando Mateo escribió su Evangelio también había supuestos profetas que anunciaban mensajes diferentes del que proclamaban los apóstoles. Las cartas de Pablo mencionan estos problemas y situaciones (Gálatas 1, 7-9; 6, 12), pero ciertamente no debe haber sido fácil para las comunidades discernir cuál era la verdad.

De aquí la importancia de las palabras de Jesús sobre los falsos profetas. La advertencia del Señor es muy fuerte: “Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán” (Mateo 10, 15-16). Jesús usa esta misma imagen cuando envía a los discípulos en su misión evangelizadora: “Los envío como ovejas en medio de lobos” (Lucas 10, 3).

Lo que importa en este texto es el don del discernimiento. No es fácil discernir los espíritus. A veces, sucede que intereses personales o de grupos llevan a algunos a declarar como falsos a discípulos auténticos que anuncian las verdades que les incomodan. Esto fue lo que aconteció con Jesús. Fue perseguido y condenado a muerte como falso profeta por las autoridades religiosas de la época, porque él denunciaba el pecado y la corrupción que veía en ellos.

Pero la recomendación del Señor no va sólo para los falsos profetas que vemos en el mundo. ¿Y qué sucede conmigo mismo?

Los seguidores de Cristo Jesús también tenemos que dar buen “fruto”, es decir, un buen testimonio de vida. Esto significa ser coherentes en lo que hablamos y lo que hacemos, para que no nos convirtamos en profetas falsos. Conviene pues juzgarnos a nosotros mismos por los frutos que da el árbol de nuestra vida personal.
“Espíritu Santo, ayúdame a reconocer el fruto de mis palabras y acciones. Confío en tu ayuda para saber discernir si estoy dentro de tu voluntad o si voy por un camino equivocado.”
Génesis 15, 1-12. 17-18
Salmo 105(104), 1-4. 6-9

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

DAR BUENOS FRUTOS

Juan Taulero (c. 1300-1361), dominico en Estrasburgo 
Sermón 7
Dar buenos frutos

      En un viñedo, se remueve la tierra que hay alrededor de los pies de la vid y se escardan las malas hierbas. También el hombre debe escardarse, tan profundamente atento debe estar a lo que pudiera haber todavía en él de esas hierbas y arrancarlas desde el fondo de su ser, para  que el Sol divino pueda acercársele de manera más inmediata y billar en él. Si tú dejas que la fuerza de lo alto haga su obra..., el sol llega a ser esplendoroso, lanza sus rayos ardientes sobre los frutos y les hace ser cada vez más transparentes. Su dulzura es cada vez mayor, la piel que los envuelve es cada vez más delgada. Los obstáculos que se interponen llegan a ser, finalmente, tan tenues que reciben sin cesar los toques divinos de muy cerca. Tan a menudo y de inmediato que uno se gira hacia él, se encuentra siempre en el interior del brillante divino Sol con mucho más esplendor que todos los soles que jamás han brillado sobre el firmamento. Y así en el hombre todo es deificado hasta el punto que no siente, ni gusta, ni conoce nada en verdad más que Dios, con un conocimiento fundamental, y este conocimiento sobrepasa en mucho el modo de conocer de nuestra razón.

      Finalmente se arrancan también las hojas de los sarmientos para que el sol pueda llegar sobre los frutos sin encontrar obstáculo alguno. E igualmente pasa con los hombres: todo lo que hace de intermediario, cae y todo lo reciben de manera inmediata. Caen las oraciones, las representaciones de los santos, las prácticas de devoción, los ejercicios. Ahora bien, que el hombre se guarde mucho de rechazar estas prácticas antes que caigan por sí mismas. Cuando se llega a este grado, el fruto resulta tan indeciblemente dulce que ningún razonamiento puede comprenderlo... Ya no se es más que uno con la dulzura divina, de forma que nuestro ser está totalmente penetrado del Ser divino en el que el hombre se pierde como una gota de agua en un gran barril de vino... En este estado las buenas intenciones, la humildad, no son sino una simplicidad, un misterio tan esencialmente suave que apenas se llega a tomar conciencia de ello.

Evangelio según San Mateo 7,15-20. 
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.


RESONAR DE LA PALABRA

Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:
En el Evangelio de hoy, Jesús nos da un criterio para distinguir las apariencias de la verdad: mirar los frutos, fijarnos en los efectos de lo que hacemos o decimos.
Así es el Reino de Dios: una pequeña semilla que se la conoce por sus efectos. No por su apariencia, no por su ostentación… A veces, incluso, puede parecer insignificante. Sin embargo, sin que se sepa cómo, va creciendo y dando fruto.
Así fue la vida de Jesús. Comparado con la inmensidad de la historia, treinta y tres años de vida son un pequeño momento del tiempo de la humanidad. Y vista desde fuera, su vida puede parecer un fracaso: maestro de unos pocos seguidores, entregado por los que antes le aclamaban, asesinado como se ajusticiaba a los malhechores… Y, sin embargo, ahí están sus frutos: un puente entre Dios y la humanidad que nada ni nadie podrá ya destruir; un fuego en el centro de la historia, que nada ni nadie podrá apagar; una semilla de vida nueva, disponible para quien la quiera acoger y cultivar.
Jesús es el árbol sano que da frutos sanos. Quien se acerca a Él, recibe salud y se le curan sus heridas para poder ser, también, portador de buenos frutos, por el Espíritu.
“Por sus frutos los conoceréis”.
Gracias, Señor, por sanar mis raíces
y llamarme a dar, en mi vida,
los frutos del Espíritu:
amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre y dominio de sí.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 27 de junio de 2017

También la fe es un don de Dios

Cuando alguien quiere alcanzar la humildad, siempre encuentra muchos obstáculos. Pero si obtiene la fe y cree en las palabras de Dios, todos esos obstáculos desaparecen.

Como bien saben, hermanos míos, nunca ayuné con severidad, ni tampoco hice largas vigilias, ni sacrificios o esfuerzos semejantes y rigurosos. Nunca sometí mi cuerpo, sino que, conociendo mi indignidad, siempre pensé en mis propios pecados, acusándome sólo a mí mismo; así, humillándome, nuestro Todopoderoso y Misericordioso Dios me libró de todo mal, como dice David: “Me humillé y así fui salvado”.

Para decirlo en pocas palabras, siempre creí solamente en las palabras de Dios y el Hombre, y mi Dios me recibió, junto a Él, en esta fe. Y es que, cuando alguien quiere alcanzar la humildad, siempre encuentra muchos obstáculos. Pero si obtiene la fe y cree en las palabras de Dios, todos esos obstáculos desaparecen. Y es fácil obtener la fe, si lo deseamos con toda el alma. Porque la fe es un don de nuestro Bondadosísimo Dios, que nos fue dado de forma natural para mantenerlo siempre en la fuerza de nuestro libre albedrío. [...]

Esta es la razón de la venida del hombre al mundo: encontrar en todo el motivo para alabar a Dios, Quien le otorgó también conocer a su Benefactor y Protector, para que busque cómo agradecerle con palabras y obras, y así hacerse merecedor de otras bondades y dones, grandes y eternos, de parte de Suya.

(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Învățături, volumul II, Editura Credința Strămoșească, 2003 - Publicado en Doxología.

La vela, expresión visible del alma

En la natural llama de la vela vemos, de hecho, la Luz de Cristo, Quien nos exhorta bellamente con estas palabras: “Yo soy la Luz del mundo; quien me siga no caminará entre tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Juan 8, 12).


En la natural llama de la vela vemos, de hecho, la Luz de Cristo, Quien nos exhorta bellamente con estas palabras: “Yo soy la Luz del mundo; quien me siga no caminará entre tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Juan 8, 12). La vela es la expresión visible de nuestra alma, porque refleja lo que debería vivir en nuestro interior: la Luz de Cristo. Nuestra efímera lucha en este mundo, con todas sus tentaciones y pruebas, tiene como propósito nuestro mismo fortalecimiento espiritual y la investidura de nuestra alma con la luz de las virtudes y de una vida de acuerdo a la voluntad y mandamientos de Dios.

La simbología de la luz del alma nos es explicada claramente en la parábola de las diez vírgenes, al preparar sus lámparas para recibir al novio en la medianoche (Mateo 25, 1-13). Al mismo tiempo, David confiesa que “El Señor es mi luz y mi salvación” (Salmos 26, 1).

Los Santos Padres nos explican que la vela, además de irradiar la luz del alma que la porta, demuestra también la fe en Dios; nos recuerda, asimismo, lo que es nuestra vida terrenal, que arde y se extingue inevitablemente. El beato Jerónimo dice: “Los cirios encendidos nos dan a entender que los santos (cristianos) murieron envueltos en la luz de la fe y ahora brillan en la luz de la gloria, en la patria celestial” (Obispo Calínico de Botosani, “Las santificaciones, obra del Espíritu Santo”).

Por todas estas razones, es importante que en los hogares cristianos haya siempre una vela encendida, no sólo para demostrar, por un lado, la belleza interior del alma en la que mora el Espíritu Santo, sino también para guiar a los demás al Reino de Cristo.

“¡Vengan y reciban la luz!”, nos llama el sacerdote en la gran festividad de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Recibimos una luz tabórica, la Luz de Cristo y nos convertimos, así, en hijos de la Luz y colaboradores del Logos, Quien es “el Camino, la Verdad y la Vida”. (Codrin Constantin Iliescu)

Publicado Doxologia

La repetición constante de la “Oración de Jesús”

La “Oración de Jesús” debe ser pronunciada así: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí”.

La “Oración de Jesús” debe ser pronunciada así: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí”.

Sea que simplemente esté sentado, o que comas, camines, viajes o hagas cualquier otra cosa, repite siempre esta oración con fervor, porque destruye a los enemigos que no se ven, de la misma forma que el soldado elimina a sus adversarios utilizando su lanza.

Grábatela en tu mente, que no te avergüence pronunciarla dondequiera que estés. Y, cuando tu boca se canse, repítela sólo con tu mente. La repetición perseverante de la oración con la boca engendra la oración con la mente, y de ésta nace la oración desde el corazón.

(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Velicikovski de la Neamţ, Crinii țarinei sau Flori preafrumoase adunate pe scurt din Dumnezeiasca Scriptură, Editura Bisericii Ortodoxe din Moldova, Orhei, 1995, p. 26) Publicado por Doxología

Ama al que es Único, para que todos te amen

Cuando la Gracia Divina se manifiesta, atrae a todo lo que tiene a su alrededor, con su amor.


El anciano Anfiloquio daba el siguiente consejo: “Ama al que es Único, para que todos te amen. No sólo los demás te amarán, sino también los seres irracionales, porque, cuando se manifiesta la Gracia Divina, atrae a todo lo que tiene a su alrededor, con su amor. Y no sólo te amarán, sino que también te respetarán, porque en tu rostro brillará pura y casta la faz de Aquel a quien tú amas y adoras”.

(Traducido de: IPS Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos? Pledoarie pentru o viaţă morală curată, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2004, p. 38) - publicado por Doxología

25 Años de Ordenación Episcopal

27 de junio de 2017
Junto a los cardenales presentes en Roma, Papa Francisco presidió una misa en ocasión del XXV aniversario de su Ordenación Episcopal en la Capilla Paolina del Palacio Apostólico, también conocida como la “Capilla de las Lágrimas” ya que es el lugar donde el nuevo Papa va a llorar, inmediatamente después de ser elegido y antes de presentarse al pueblo en la Plaza de San Pedro.
Francisco en su homilía habló del diálogo de Dios con Abrám y planteó 3 imperativos: levántate - mira - espera. Como tomando conciencia de la edad avanzada de varios de los cardenales presentes, el Papa dijo, con un toque de humor: “la mayoría de los que estamos aquí ya somos ancianos con la misma edad de Abrám, a nosotros también Dios nos dice levántate, mira y espera”.
“Alguno que no nos quiere bien dice que somos la gerontocracia de la Iglesia pero no sabe lo que dice” afirmó Francisco para continuar: “nosotros somos los abuelos y tenemos que transmitir nuestros sueños a los jóvenes para que se conviertan en profecía. Ellos están esperando”.

Haciendo hincapié en la figura de abuelos, el Santo Padre concretizó que deben ser abuelos “a los cuales nuestros nietos miran”, también abuelos “que deben dar un sentido a la vida con su experiencia”, abuelos “no cerrados en la melancolía de nuestra historia, sino abiertos para darla”, y concluyó pidiendo al Señor que les conceda a todos esta gracia; la gracia de sentir ser los abuelos del pueblo de Dios.



En la primera Lectura hemos escuchado como continúa el diálogo entre Dios y Abram, aquel diálogo que comenzó con aquel “Vete. Vete de tu tierra…” (Gén 12,1). Y en esta continuación del diálogo, encontramos tres imperativos: “¡Levántate!”, “¡Mira!” “¡Espera!” Tres imperativos que marcan el caminoque debe recorrer Abram y también el modo de hacer, la actitud interior: levántate, mira, espera.

“¡Levántate!” Levántate, camina, no estés detenido. Tú tienes un deber, tú tienes una misión y debes cumplirla en camino. No permanezcas sentado: levántate, en pie. Y Abram comenzó a caminar. En camino, siempre. Y el símbolo de esto es la tienda. Dice el Libro del Génesis que Abram andaba con la tienda y cuando se detenía tenía la tienda. Abram jamás hizo una casa para sí mismo, mientras existía este imperativo: “¡Levántate!” Solamente construyó un altar: la única cosa. Para adorar a Aquel que le ordenaba levantarse, estar en camino, con la tienda. “¡Levántate!”

“¡Mira!” Segundo imperativo. “Alza ahora tus ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y hacia el sur, y hacia el oriente y hacia el occidente”. (Gén 13,14). Mira. Mira el horizonte, no construyas muros. Mira siempre. Y sigue adelante. Y la mística del horizonte es que cuanto más se va adelante, el horizonte está siempre más lejos. Ir más allá con la mirada, ir más allá, adelante, caminando pero hacia el horizonte.

Tercer imperativo: “¡Espera!” Está ese diálogo hermoso: “Tú me has dado tanto, pero el heredero será este doméstico” – “El heredero saldrá de ti, nacerá de ti. ¡Espera! (cfr. Gén 15,3-4). Y esto, dicho a un hombre que no podía tener herencia, ya sea por su edad que por la esterilidad de la esposa. Pero será “de ti”. Y tu herencia – de ti – será “como el polvo de la tierra. Si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada”. (Gén 13,16). Y un poco más adelante: “Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia”. Y Abram creyó y el Señor se lo contó por justicia (cfr Gén 15,5-6). En la fe de Abram inicia aquella justicia que Paolo mencionará más adelante en la explicación de la justificación. “¡Levántate! ¡Mira!” – el horizonte, nada de muros, el horizonte – “¡Espera!” Y la esperanza es sin muros, es puro horizonte.

Pero cuando Abram fue llamado, tenía más o menos nuestra edad: estaba por pensionarse, por jubilarse para descansarse… Comenzó a aquella edad. Un hombre anciano, con el peso de la vejez, aquella vejez que trae los dolores, las enfermedades… Pero tú, como si fueras un jovencito, ¡levántate, ve, ve! Como si fueras un scout: ¡ve! Mira y espera. Y esta Palabra de Dios es también para nosotros, que tenemos una edad que es como aquella de Abram… más o menos. Hay algunos jóvenes aquí, pero la mayoría de nosotros tiene esta edad. Y a nosotros el Señor hoy nos dice lo mismo: “¡Levántate, mira, espera!” Nos dice que no es la hora de encerrar nuestra vida, que no cerremos nuestra historia, que no resumamos nuestra historia. El Señor nos dice que nuestra historia está abierta todavía: está abierta hasta el final, está abierta con una misión. Y con estos tres imperativos nos indica la misión: “¡Levántate!” “¡Mira!” “¡Espera!

Alguien que no nos quiere dice que somos la gerontocracia de la Iglesia. Es una mofa del destino. No entiende lo que dice. No somos ancianos: somos abuelos. Y si no sentimos esto, debemos pedir la gracia de sentirlo. Abuelos a los cuales nuestros nietos miran. Abuelos que deben darles un sentido de la vida, con nuestra experiencia. Abuelos no encerrados en la melancolía de nuestra historia, sino abiertos para dar esto. Y para nosotros, este “levántate, mira, espera” se llama “soñar”. Nosotros somos abuelos llamados a soñar y a dar nuestro sueño a la juventud de hoy: lo necesitan. Porque ellos tomarán de nuestros sueños la fuerza para profetizar y llevar adelante su deber.

Me viene en mente aquel pasaje del Evangelio de Lucas (2,21-38), de Simón y Ana: dos abuelos. Pero ¡cuánta capacidad de soñar tenían estos dos! Y todo este sueño lo contaron a San José, a la Virgen, a la gente… Y Ana iba hablando de aquí para allá y decía: “¡Es Él, es Él!” Y contaba el sueño de su vida. Y esto es lo que hoy el Señor nos pide: que seamos abuelos. Que tengamos la vitalidad de dar a los jóvenes, porque los jóvenes lo esperan de nosotros. Que no nos cerremos, que demos lo mejor de nosotros: ellos esperan de nuestra experiencia, de nuestros sueños positivos para llevar adelante la profecía y el trabajo.

Pido al Señor para que nos dé a todos nosotros esta gracia. También para aquellos que todavía no son abuelos: vemos el presidente de los obispos del Brasil: es un jovencito, ¡pero llegarás! La gracia de ser abuelos, la gracia de soñar, y dar este sueño a nuestros jóvenes: lo necesitan.

Francisco

Mini-SERMÓN de FRANCISCO - 27.06.2017

«Alguien que no nos quiere dice que somos la gerontocracia de la Iglesia. Es una mofa del destino. No entiende lo que dice. No somos ancianos: somos abuelos. Y para nosotros, este “levántate, mira, espera” se llama “soñar”. Nosotros somos abuelos llamados a soñar y a dar nuestro sueño a la juventud de hoy: lo necesitan. Porque ellos tomarán de nuestros sueños la fuerza para profetizar y llevar adelante su deber»
Francisco
Misa Acción de Gracias por sus 25 años de ordenación episcopal
27.06.2017
viñeta: Leonan Faro


Mini-SERMÓN de Francisco

«El cristiano no sabe a dónde va. Va guiado. Y esto es como una primera dimensión de nuestra vida cristiana: despojarse. Pero, despojarse ¿para qué? ¿Para una ascesis firme? ¡No, no! Para ir hacia una promesa. Nosotros somos hombres y mujeres que caminamos hacia una promesa, hacia un encuentro, hacia algo –una tierra, dice a Abrahán– que debemos recibir en herencia»
Francisco
Homilía en Santa Marta 26.06.2017
viñeta Leonan Faro



Guerra profunda

Con Jesús por la mañana.
«Existe una guerra más profunda que todos debemos combatir. Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y elegir el bien, dispuestos a pagar en persona. He aquí el seguimiento de Cristo, he aquí el cargar la propia cruz: esta guerra profunda contra el mal. ¿De qué sirve declarar la guerra, tantas guerras, si tú no eres capaz de declarar esta guerra profunda contra el mal?» (Papa Francisco). Ofrece tu día por la intención del Papa. Reflexiona ¿Qué dimensiones de tu vida necesitan un cambio? Empieza hoy con un pequeño paso hacia el cambio.
Con Jesús por la tarde.
«No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos» (Mt 7, 6). Eres hijo predilecto y amado de Dios ¿Tomas conciencia del valor que tienes para Él? ¿Te comportas de acuerdo a tu dignidad de bautizado? Deja resonar en tu corazón: “Padre Nuestro”.
Con Jesús por la noche.
Vivir en la verdad. ¿Qué situaciones te alejan de los demás, de Dios y de ti mismo? ¿Qué actitudes tuyas dañan a otros? ¿En qué aspectos reconoces tus talentos? Recuerda: la verdad sobre ti mismo y lo que vives te hará libre.

 

La tentación en la vida cristiana


Precisamente, porque reproducir en nosotros la vida de la Trinidad puede malograrse por el pecado, toda la Escritura, muy especialmente el Nuevo Testamento, describe la vida del hombre como una lucha. En ella no será posible vencer sin la ayuda del Espíritu Santo.
Pablo y Juan son quienes con mayor insistencia y dramatismo han descrito este vivir cristiano, que oscila entre la tentación y la paz, la dicha y la tranquilidad, el gozo y el sufrimiento por el Reino de los Cielos. Pero siempre se ve alentado por la esperanza, no defraudada, de la ayuda divina pedida humildemente por la oración (ljn 2,15-17; 4,4-6; 5,4-5; ICor 9,24-27; ITim 6,12; 2Tim 4,7-8).
Este drama doloroso que se presenta en la vida del cristiano, a veces con aristas muy agudas, le muestra que su vida en Cristo se ve asediada de peligros, expuesta a perecer o a de tenerse en su florecimiento y profundización. Pero la visión real de los riesgos no debe llevar al cristiano al desaliento, sino a una humilde y filial confianza en el Señor cuyo poder supera las fuerzas del mal y cuya ayuda se le promete. A ella debe cooperar con un esfuerzo comprometido.

No es, por lo tanto, una insuficiencia trágica la que gravita sobre el cristiano. Posee una capacidad indiscutible para superar la triple fuerza que se opone en su camino hacia Cristo (Rom 7,24-25; Jn 16,33; Mt 12,29). Y una prueba manifiesta de su poder es que el Espíritu Santo ruega, en el cristiano y por el cristiano, con gemidos inenarrables, al Padre (Rom 8,12-27). Por eso, aun con la conciencia del poder enemigo, vive en la paz serena del que se siente protegido y capaz de superar todos los peligros. Para él, la salvación, el crecimiento en Cristo la existencia según la vida trinitaria, son objeto de esperanza (Rom 8,24).
El concilio Vaticano II ha tocado el tema con una realidad profundamente alentadora. La vida cristiana -resumimos su doctrina- se va desarrollando progresivamente en medio de tentaciones y tribulaciones; tiene necesidad de renovarse continuamente con la ayuda de la gracia de Dios. Pero ésta nunca falta al cristiano. Más aún, todos y cada uno estamos llamados a la perfección, y para ello contamos con la ayuda misericordiosa y abundante del Padre, en Cristo, por el Espíritu Santo.

Siendo, por lo tanto, nuestra condición terrena imperfecta, somos, no obstante, invitados a perfeccionarnos en Cristo Jesús, de cara a la perfección escatológica o definitiva en la otra vida, en el mismo Jesucristo. 

Buen día, Espíritu Santo! 27032017

¡Buen día, Espíritu Santo!
Alegría es lo que tiene mi corazón al despertarse,
alegría que sembró tu Presencia velando en mi,
orando por mi;
Y si lleno de esperanza estoy, es por Ti.
Y si mi andar comienza sereno, es por Ti.
¡Sólo y únicamente por Tí!
Que nada silencie mi clamor:
¡Ven a sostener en el día Tu obra!
Mira, Tú conoces éste paño,
sabes mis límites, conoces el entretejido de mi existencia, por eso, ¡Ven!
Encamina todo lo que, fruto de malas decisiones, dio errado.
¡Ven a iluminar mi entendimiento!
Que mis decisiones nazcan guiadas por Tu Gracia y,
al terminar mi día, contemple en alegría
Tu Paso Victorioso por mi.


Meditación: Mateo 7, 6. 12-14


San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia

La puerta y el camino que llevan a la vida son angostos y difíciles (Mateo 7, 14).

Reflexionemos en lo que significan una puerta estrecha y un camino angosto. Por una puerta angosta no entra más que una persona a la vez y por una senda angosta tiene que ir uno detrás de otro.

Hay caminos que pasan por lugares desérticos donde no hay agua ni vegetación; otros pasan por bosques donde hay que abrirse camino entre los matorrales, es decir, en ambos casos se requiere esfuerzo y determinación para seguir adelante y, naturalmente, se necesita una buena dosis de fe, confianza en la providencia divina y el gozo que da el Espíritu Santo.

Pero mientras vamos avanzando, conviene mantenerse atentos a lo que nos ofrece el entorno: tal vez hermosos paisajes de alboradas o puestas de sol, campos floridos, montañas nevadas, incontables pajarillos que cantan alegremente, y de vez en cuando nubarrones, truenos y tormentas. Unas veces vamos muy alegres y despreocupados; otras un poco tristes o aquejados de dolores o problemas sin resolver. ¿No se parece esto a la vida cristiana?

O sea que al entrar por la puerta angosta no debemos obstaculizar la entrada de otros, sino todo lo contrario, y avanzar por el camino en forma ordenada y estando conscientes de que hay hermanos que van caminando también. Es menos la gente que va por este camino que por el ancho, pero esa es una razón más que suficiente para mantenernos todos unidos, porque necesitamos las fortalezas y los talentos de cada uno para ayudarnos en nuestras propias debilidades y carencias. En ciertos puntos del camino, alguien puede necesitar tu ayuda para no quedarse rezagado, y en otros casos, tú te sentirás agradecido de que haya hermanos allí para ayudarte a ti.

¡Qué maravilloso es que Dios nos haya llamado a todos los fieles a ir por este camino hacia la salvación! A veces puede ser una travesía con dificultades o incluso peligros, pero a cada paso, estás rodeado de gran belleza y gloria y por fieles hermanos que están dispuestos a ayudarte a seguir adelante. ¡Todos podemos disfrutar de la peregrinación!
“Amado Señor, gracias por conducirme por el camino de la vida; es angosto, pero contigo no tengo ningún temor. Gracias, también, por darme fieles compañeros de viaje.”
Génesis 13, 2. 5-18
Salmo 15(14), 2-5

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros