La vida de la Madre del Señor fue un Gólgota lleno de dolor y cruz, lleno de sufrimiento y humildad.
La vida de la Madre del Señor fue un Gólgota lleno de dolor y cruz, lleno de sufrimiento y humildad, lleno de llanto y suspiros; desde su nacimiento hasta el sepulcro tuvo enemigos, queriendo quitarla del sitial en donde se hallaba. Su vida estuvo llena de lágrimas y alegrías hasta su Dormición, cuando su Hijo muy amado tomó entre Sus santos brazos su alma refulgente y purísima, llevándola, Él mismo, a Su Reino. Con su boca, la Madre del Señor gustó siempre de la copa de los sufrimientos, redimiendo el error de Eva con sus tristezas.
Pero sus lágrimas no cayeron en vano, porque con ellas fructificó nuestra salvación. Sus dolores juntaron los nuestros, para mitigarlos. Ella vino a consolar los dolores de todas las madres del mundo. Cuando los sacerdotes del templo la confiaron a José, María era una muchacha huérfana y pobre, sin dote alguna, porque su único haber en este mundo eran sus lágrimas.
(Traducido de: Diacon Gheorghe Băbuț, Maica Domnului, ocrotitoarea României, Editura Pelerinul Român, Oradea, 1992, p. 38)
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