jueves, 22 de junio de 2017

Meditación: Mateo 6, 7-15


San Juan Fisher, obispo y Santo Tomás Moro, mártires

Ustedes deben orar así. (Mateo 6, 9).

Pensemos en un niño pequeño que juega con esos bloques de plástico que tienen formas de pirámides, cuadrados o cilindros y que él debe insertar en una caja con agujeros de las mismas formas. Es una idea simple, pero mientras el pequeño no practique ni desarrolle su capacidad de coordinación, le costará alinear las formas y ajustar correctamente los bloquecitos a través de los agujeros.

A veces la oración se parece a ese juego de niños. ¿Cómo es que debo hacer mi oración? ¿Por qué debo pedir? ¿Cuál es una oración eficaz? El Señor enseñó a sus discípulos a orar, pero lo hizo limitándose a los elementos esenciales de la oración, vale decir, hacerlo en forma sencilla, a menudo y con la mente y el corazón centrados en Dios. El Padre Nuestro, tan conocida, es no sólo una bella plegaria, sino un modelo de lo que debe ser la oración.

Por ejemplo, la mejor oración no es siempre aquella en la que decimos muchas palabras; de hecho, mientras menos hablamos, más tiempo tenemos para escuchar a Dios. A veces, nuestras palabras, aunque bien intencionadas y pronunciadas con devoción, pueden ahogar lo que Dios quiere decirnos.

En la paz y la sencillez podemos entrar mejor en contacto con la voluntad de Dios. Podemos adorarlo (“santificado sea tu nombre”) y someternos a sus designios (“hágase tu voluntad”). Luego, podemos confiar que él proveerá para nosotros (“Danos hoy nuestro pan de cada día”) y reconciliarnos con él y con los demás (“perdónanos… como nosotros perdonamos”).

Si nos dedicamos a orar diariamente y hacemos el esfuerzo de cambiar nuestros deseos y puntos de vista, nuestro Padre nos impartirá un sentido más profundo de su voluntad y los planes que tiene para nosotros.

Esta es la clave de una oración “eficaz”. Si nos hacemos el propósito de dedicar tiempo y atención a Dios, someternos a él y escucharle, empezaremos a vivir y actuar como él quiere. Podremos adorarle con mayor sinceridad e intensidad, podremos interceder por otros con más confianza y aprenderemos a arrepentirnos mejor de nuestras faltas y errores.
“Amado Señor Jesús, gracias por enseñarme a orar correctamente. Ayúdame a seguir tu guía, para que mi oración sea sincera y eficaz.”
2 Corintios 11, 1-11
Salmo 111(110), 1-4. 7-8

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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