sábado, 24 de junio de 2017

Meditación: Lucas 1, 57-66. 80


La Natividad de San Juan Bautista

Hoy honramos a San Juan Bautista que tuvo muchos atributos impresionantes: su inquebrantable celo por el Señor, la pasión con que predicaba, la negación de sí mismo y su humildad al reconocer que su primo Jesús era el Mesías.

Incluso antes de nacer, saltó de alegría en el vientre de su madre ante la presencia de María y Jesús. Pensemos: un bebé no nacido aún, totalmente ajeno a lo que sucede en el mundo exterior, que escucha el dulce sonido de la voz de la Virgen María y se llena tanto del gozo del Espíritu Santo al punto de que se pone a saltar de alegría.

Esto nos hace recordar a Rebeca, la esposa de Isaac, cuyos mellizos no nacidos también se movían mucho. Cuando ella le preguntó al Señor por qué ocurría esto, él le dijo que algo espiritual y profético sucedía en su interior (Génesis 25, 23). El rey David también bailaba cuando llevaba el Arca de la Alianza a su lugar de honor en Jerusalén. ¿Por qué? Porque amaba tanto a Dios que no podía contenerse (2 Samuel 6, 14-15), y el profeta Isaías anunciaba que cuando la gloria del Señor se manifestara, los cojos saltarían de alegría (Isaías 35, 6).

Así vemos que nuestro espíritu sabe reconocer a Dios en cualquier parte, sea lo que sea que hagamos o quiénes seamos. Es algo intrínseco de nuestro espíritu, seamos bebés no nacidos, como Juan, gente importante, como el rey David, o como los pobres y afligidos que menciona Isaías. Es parte de lo que somos los humanos y el Espíritu Santo quiere vivificar y sacar a la luz, porque es preciso que todos reconozcamos a Jesucristo, nuestro Señor, y nos regocijemos en su presencia, cualquiera sea la manera en que él desee manifestarnos su presencia, como lo hizo para Juan.

Es pues éste un gran día de fiesta en la Iglesia, porque recordamos a San Juan Bautista por todo lo que hizo por Jesús y por nosotros. Juan es verdaderamente uno de los santos más grandes de la Iglesia; pero no olvidemos que la relación que él tuvo con Jesús es algo que todos podemos experimentar y todos podemos saltar de alegría mientras nos preparamos en este mundo para la venida de Jesucristo, nuestro Rey y Señor.
“Jesucristo, Salvador mío, permite que yo logre percibir tu santa presencia cuando tú quieras manifestármela, para llenarme de alegría y adoración.”
Isaías 49, 1-6
Salmo 139(138), 1-3. 13-15
Hechos 13, 22-26

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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