jueves, 31 de marzo de 2016

Oración de liberación de la casa

En nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén!

Oración de liberación de la casa 1

Padre de infinita bondad, estoy consagrándote mi casa, este lugar en que vivo junto a mis familiares.
Muchas casas se tornan un lugar de peleas, de disputas por herencias, de deudas financieras, llantos y sufrimientos. Algunas son escenarios de adulterio, otras se transforman en un lugar de odio, venganza, prostitución, pornografía, robos, tráficos de drogas, falta de respeto, enfermedades graves, enfermedades psicológicas, agresividad, muertes y abortos.

A veces, mientras la casa es construida, alguien, por los más diversos motivos, maldice a los dueños o a los materiales de construcción usados. Eso no es bueno para el lugar en que vivimos. Por eso te pido, Señor, retira todo eso de mi hogar.

Si el terreno, en el cual está la casa, fue motivo de disputas judiciales y herencias mal resueltas, que puede haber generado muertes, accidentes, violencias y agresividad, te pido Señor que nos bendigas y apartes de nosotros todo ese mal.

Sé que el enemigo se aprovecha de esas situaciones para instalar su cuartel general, pero también sé que Tú tienes el poder de expulsar de aquí todo mal. Por eso, pido que el demonio vaya directamente a tus pies y no regrese más a esta casa.

Hoy tomé la decisión de consagrar esta casa a Ti. Te pido que, asi como fuiste a la casa de los novios de Caná de Galilea y realizaste allí tu primer milagro, vengas hoy a mi casa y expulses todo mal que pueda estar arraigado y las posibles maldiciones impregnadas en ella.

Por favor, Cristo Señor, expulsa ahora, con tu poder, todo mal, toda falsa enfermedad, espíritu de separación, adulterio, de problemas financieros, los espíritus malignos de agresividad, de desobediencia, de bloqueos afectivos y familiares, toda y cualquier consagración, hechizo o invocación de muertos, simpatías o uso de cristales, todo tipo de barullo (cite aquí las incomodidades que perturban su hogar).

Que esos males sean expulsados, ahora, de este lugar, en nombre de Jesús, y que no regresen nunca más, pues esta casa ahora pertenece a Dios y está consagrada a Él.
Señor, te pido, expulsa de aquí toda agresividad entre hermanos, toda discordia, falta de respeto y violencia entre padres e hijos, entre el matrimonio que vive aquí, entre los habitantes de esta casa y los vecinos.

Que los ángeles de Dios vengan a vivir con nosotros. Que cada cuarto, sala, baño, cocina, pasillo y área externa sean habitados por ellos. Que nuestra casa sea una fortaleza, habitada y protegida por los ángeles del Señor, para que toda nuestra familia permanezca en oración, en fidelidad de amor a Dios, para que habite en ella la paz y la plena concordia.

¡Muchas gracias Señor, por atender mis oraciones! Que cada día te podamos servir, haz que seamos siempre agradecidos por tu bendición. Señor esta casa te pertenece. ¡Quédate con nosotros Señor! ¡Amén!

Padre Vagner Baia – Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
fuente Portal Canción Nueva en español


La adoración eucarística es nuestra defensa

Hoy nuestra defensa delante ante los problemas que enfrentamos en nuestra casa, con los hijos, con el matrimonio, con nuestra familia está en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento.


Cuando vivimos un día de adoración, colocamos el ostensorio, como lo hizo Clara de Asís, para que el Señor derrote a los enemigos que quieren hacernos daño y destruir nuestras familias, nuestros hijos, nuestro matrimonio.
Cada vez que hacemos esto, es una guerra que vivimos, una batalla.
Coloquemos el ostensorio, levantemos el Santísimo Sacramento, para que el propio Cristo Jesús sea adorado y sea amado en esta Tierra de Santa Cruz.

Recibimos muchos testimonios fruto de estos días de adoración, Son sanaciones, liberaciones, reconciliaciones, conversiones, verdaderos milagros que ocurren durante la adoración al Santísimo Sacramento.
A través de la adoración al Santísimo Sacramento, estamos rescatando familias enteras para Dios. Estamos rescatando los lugares santos, nuestras familias, que estaban en las manos del enemigo y en la mira de su destrucción.
¡Dios les bendiga!

Del libro “ Eucaristia nosso tesouro”
Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
Adaptación del original publicado por Portal en Canción Nueva

Rosario contra los poderes infernales

Rosario contra los poderes de las tinieblas en favor de la familia
“Vivan con sobriedad y estén alerta.
El diablo, su enemigo, ronda como león rugiente buscando a quien devorar.
Háganle frente con la firmeza de la fe”
I Pedro 5,8-9

Oración para familia

Estoy rezando este Rosario haciendo una cruzada contra los poderes de las tinieblas en favor de mi familia. En estos tiempos en que nuestras familias han sido atacadas desde todos los frentes, por el pecado, por los medios de comunicación y por diversas enfermedades espirituales, miedo, depresión, síndrome de pánico y otras tantas psico-afectivas. Sin mencionar los problemas financieros, físicos y vinculares, por eso, ¡vamos a rezar!
Aprende a rezar

Credo
– Un Padre Nuestro
– Diez Ave María
– Gloria
– Exorcismo: Levántese Dios, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María, de San Miguel Arcángel y toda la milicia celeste, que se dispersen sus enemigos y huyan delante de Ti todos los que quieran hacernos daño, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

PRIMERA DECENA:
Contemplamos como Jesús nos dio un ejemplo brillante de lucha contra santanas y su reino (Mateo 4,1-11).
Un Padre Nuestro… Diez Ave María… Gloria… Exorcismo

SEGUNDA DECENA:
Contemplamos como Jesús venció la muerte y al infierno con su pasión y muerte en la Cruz (Lucas 23,33-48).
Un Padre Nuestro… Diez Ave María… Gloria… Exorcismo

TERCERA DECENA:
Contemplamos como la Cruz de Cristo se tornó una señal de terror para satanás (Juan 19,34-35).
Un Padre Nuestro… Diez Ave María… Gloria… Exorcismo

CUARTA DECENA:
Contemplamos Dios Padre le concedió a la Virgen María la fuerza de aplastar la cabeza de la serpiente infernal (Génesis 3,15).
Un Padre Nuestro… Diez Ave María… Gloria… Exorcismo

QUINTA DECENA:
Contemplamos como Jesús le dio a la Virgen María poder sobre satanás por todos los tiempos (Juan 19,25-27).
Un Padre Nuestro… Diez Ave María… Gloria… Exorcismo

-Oración final:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
-Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
-Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Cuenten con mis oraciones

Padre Luizinho
Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
fuente Portal Canción Nueva en español

Vivir, revivir y replantear

Cuando quiero vivir lo nuevo, también se renueva todo

En este tiempo de Pascua, del memorial de la Pasión de Cristo, tan llena de significados y misterios, me refiero a los pensamientos de aquellas personas que me buscan en el consultorio o incluso en las conversaciones informales, en los correos electrónicos y comentarios en el blog para hablar de sus angustias y de la voluntad de vivir el nuevo.



Vivir lo nuevo, muchas veces, es revivir, incluso emocionalmente, aquellos dolores que nos consumen por un tiempo, pero de los cuales tenemos que quitar solamente las lecciones necesarias para seguir adelante. Con esto, no quiero que pienses que estoy dispensando tu sufrimiento, por el contrario, quiero que tú hagas conmigo una reflexión sobre lo que eres, lo que piensas, o lo que viviste y lo que a ti te gustaría retomar en la Pascua de tu vida.

Vivir la novedad de la Pascua es replantear, darle un nuevo significado a tus caminos con un intenso deseo de transformar tu vida. Si tienes dolor y resentimiento, ¿por qué no perdonar? ¿Por qué no darle una nueva oportunidad a aquella amistad que creías haber perdido? ¿Por qué no resucitas el matrimonio que no tenías más esperanza de retomar?

Si hablamos de la misericordia de Dios, acepta que Él, en la figura del sacerdote, perdone tus faltas, acepte el acto del perdón en tu vida. Tenemos memoria, por eso no vamos a olvidarnos, pero no hagamos de esto un marco de dolor y de condenación eterna en nuestras vidas.

Si buscas convertirte en lo que menos te gusta, de los comportamientos de los cuales quieres librarte, sigue firme en un propósito, pero no intentes huir o actuar con comportamientos de fuga ante la primera dificultad. Puede ser difícil, pues el camino tendrá muchas piedras, pero tú vas a recoger frutos sabrosos al continuar en este camino. Es en este momento es que entra tu fe en Aquel que te fortalece y te da la fortaleza en el camino. Fe en aquel tratamiento médico que haces; pero al cual no le das tanta confianza; fe que tu perseverancia hará que encuentres un nuevo trabajo para sustentarte a ti y a tu familia. Sin embargo, también hay un factor muy importante para que todo esto suceda: no importa tu fe, si no persistes, si no persigues tu objetivo.

No seas un espectador de tu propia vida; si está difícil, busca ayuda; si levantarte es más pesado de lo que puedes soportar, levanta tus manos, deja de lado tu orgullo y pide ayuda. El consuelo vendrá, muchas veces de donde menos crees. No quieras resolver todas tus necesidades de una vez. Organiza tus pensamientos, pon en un papel las cosas que te gustaría hacer para vivir mejor, pon prioridades, imagínalas paso a paso; no quieras que todo se transforme en un abrir y cerrar de ojos.

Sé, en esta Pascua, un testimonio de vida nueva.
Usa la fe y actitud que, tantas veces, incentivas en los demás, pero que no tienes coraje de asumir para ti. Vive intensamente esta Pascua, no solamente como un evento católico o una fiesta para celebrar e intercambiar chocolates, vive cada minuto de tu vida como una verdadera Pascua para la vida entera.

Elaine Ribeiro
Colaboradora de la comunidad Canción Nueva
fuente Portal Canción Nueva

Como si nunca antes lo hubiesen escuchado

¡Ha resucitado y vive para siempre!

Hermanos míos: Lo que tengo que decirles lo han oído otras veces, pero me gustaría que no pareciera lo de siempre.
Es necesario que les suene a nuevo, que les de la impresión de que no lo han oído nunca.
Olviden un momento la rutina: esas reflexiones a veces tan monótonas que apenas les rozan la piel.
Olviden un momento la vida diaria: las discusiones caseras, los huesos que duelen, las jaquecas, las rabietas de los niños, las respuestas que no llegan, el hambre de tanta gente y los pelmazos que no dejan vivir.

¡Hoy quisiera que mis palabras sonaran a nuevas!
Si de verdad toman en serio lo que hoy les voy a decir, ¡la vida de ustedes será nueva! Empezarán a vivir de una forma distinta, la rutina cotidiana tendrá una profundidad desconocida, las celebraciones religiosas les traspasará el alma, la alegría que nadie puede quitar será su huésped, incluso la muerte será una puerta llena de posibilidades, la vida será una ruta acompañada por la esperanza, la misma enfermedad tendrá una cara desconocida.
Para que entiendan bien lo que voy a decirles, es necesario que el Señor esté con ustedes… que levantemos el corazón… ¡que demos gracias al Señor nuestro Dios!
Hermanos, esto es lo que hoy tengo que decirles:
Jesús de Nazaret, el hijo de José y de María, el muerto y sepultado, ¡Ha resucitado y vive para siempre!

La muerte ha sido vencida: el muro impenetrable, la oscuridad existencial, el mal constante que nos envuelve, la queja permanente ya no son verdades del todo.

Alguien ha roto el misterio, ha trocado la noche en aurora luminosa, ha iniciado una nueva creación.
Oiganlo todos: ¡Cristo esta vivo!
Ustedes jóvenes, que les asusta la dureza de la vida:
Cristo resucitado fortalece su inquietud contra la injusticia.
Ustedes padres y madres de familia, Cristo vivo resplandece en el amor fiel que se tienen, ilumina y sostiene la entrega generosa a los hijos.
Ustedes solteros y solteras, Cristo resucitado los hace fecundos, pone en sus manos otro modo de crear vida, construye otra familia no según la carne y la sangre, sino según el Espíritu de hijos y hermanos.
Ustedes hombres y mujeres de la tercera edad, Cristo resucitado vive con ustedes, no permite que se reseque su alma, con Él hasta el final llegarán llenos de vida.
Ustedes, enfermos, Cristo vivo está con ustedes en la cruz de su dolor, con ustedes se pone en las manos del Padre, con ustedes cruza la frontera de la vida sin fin.
Ustedes, pobres de la tierra, únanse a Cristo resucitado, Él está animando su lucha por salir de la miseria, por lograr que los respeten y los escuchen; Él está dentro de ustedes y se identifica con ustedes.
Ustedes, los que luchan por la justicia, libertad, amor, y dignidad de todo ser humano, sepan que Cristo resucitado los está sosteniendo, les patrocina la tarea, les asegura que resucitarán y su vida será todo un éxito.

Hermanos:
Cristo, el amigo de los niños, el que perdona a la adúltera, el cercano a los enfermos, el que se sienta con los pecadores, el que quiere a las prostitutas, el que da pan al hambriento, el que acepta a todo hombre, sigue haciendo lo mismo.

No dejen de acercarse a su presencia, crean en él, enciendan las velas en su vida resucitada… ¡Vengan y vean! ¡Experimenten una vida nueva!

¡Feliz Pascua de Resurrección para todos!

José David Bogado Lisboa

Como si nunca antes lo hubieran leído2

¿Qué te impide resucitar?

 ¡Jesús resucitó! ¡Aleluya! 

Siento que el Señor quiere darnos un deseo de encuentro con El en el día  final. Día en que lo miraremos en los ojos, Lo abrazaremos y nos encontraremos con El cara a cara. Esta es la seguridad que nos trae la Vigilia Pascual.
Tengo una buena noticia para ti: ¡Jesús resucitó! ¡Aleluya! Proclamamos a El la eternidad y la gloria de los siglos sin fin. El Cristo Señor nos proteja y nos guarde.

Al comenzar la celebración de la Vigilia Pascual estaba todo oscuro, el cirio Pascual se prendió y fue entrando entre nosotros. Aquella luz fue entrando y a paulatinamente fuimos prendiendo nuestras velas y pasando unos a los otros la llama de la resurrección. Por menor que parezca la llama, ella es suficiente, porque se distribuye por el anuncio que vamos proclamando con toda nuestra fuerza.
En medio de toda muerte existe una semilla de resurrección. La luz es Cristo entre su Pueblo. Escuchamos la proclamación de la Pascua del Señor y fuimos envueltos por cada proclamación y todas ellas nos prepararon para el canto del “Gloria”. El altar fue "armado" con velas, cruz, manteles y flores. Todo se practicó antes para que pudiesen percibir que el silencio se quebró por el ruido de la resurrección. 

¡Nuestro Dios está resucitado! ¡El está entre nosotros! Todo cambió.
Tal vez hoy, en muchos lugares aun se encuentre un sepulcro cerrado por alguna piedra, donde aún hay muerte, violencia, corrupción y derrota. ¿Cuál es la piedra que aún está en tu vida y te impide tocar el milagro? ¿Qué te impide resucitar?

Aquellas mujeres se levantaron temprano para perfumar el Cuerpo del Señor. En el camino, probablemente pensaron quien podría moverles la piedra. Y nosotros también nos preguntamos: ¿Quién podrá mover la piedra? Necesitamos dar un paso hacia adelante, con nuestra fe.

Jesús aún estaba en el sepulcro pero ellas lo querían ver. Si nosotros no tenemos el coraje de dar un paso, nada pasará. Necesitamos proseguir aunque sea en la oscuridad y en la madrugada, como hicieron aquellas mujeres, de lo contrario no podremos ver las sorpresas de Dios. Cuando ellas llegaron, la piedra ya había sido retirada. El obstáculo que las impedía había sido removido.

Nosotros también encontramos las piedras de la desesperanza, de la cultura de la muerte, de la depresión y del abatimiento en nuestro camino pero necesitamos dar un paso en dirección al Señor. Aunque no sepamos como mover la piedra, no podemos quedarnos inmóviles. No pensemos en el tamaño ni en el peso de la piedra, no digamos que es imposible pues quien mueve la piedra es el mismo Dios. El quiere sacarte de la condición de muerte, angustia y tristeza, El quiere que resucites con El.
La primera sorpresa que aquellas mujeres encontraron fue la piedra removida del lugar. La segunda sorpresa fue ver que Jesús ya no estaba ahi, El había resucitado.
Haz como aquellas mujeres, busca al Señor y sé sorprendido por El.

Solo experimenta las maravillas del Señor quien se pone a caminar.
¿Dónde es el encuentro con Dios?
Que tu corazón vuelva a ese lugar. 
Escuchamos en las lecturas que aquel pueblo que sería liberado de Egipto comenzó a reclamar. Eran esclavos entonces porqué reclamaban si estaban siendo liberados? porque lamentablemente tenemos la tendencia de acomodarnos. Es más fácil no creer y quedarnos parados pues tenemos miedo de lo que el Señor nos va a pedir. Preferimos el realismo del menos, a la promesa del más. Dios para nosotros no tiene solo la primera experiencia que viviste con El, tiene mucho más para nuestra esperanza.
Reavivemos nuestra fe.

Preferir el menos a la promesa del más, produce en nosotros un proceso de corrupción. Esta historia de no salir de nuestro comodismo produce dos cosas muy dificiles: la mediocridad y la tibieza.
Por eso, Dios hace un movimiento en la liturgia de hoy, El no nos quiere parados, nos quiere en movimiento. Nos quiere sorprender.
Considérate muerto para el pecado y vivo para Dios a partir de la noche pascual. Imagínate cuando los discípulos fueron a Galilea y encontraron a Jesús resucitado, con su Cuerpo glorioso. Allí estaba la seguridad para aquellos discípulos, no existe más muerte, ella fue vencida y tenemos la seguridad de que existe un lugar que nos espera, donde no hay dolor ni llanto, donde Dios será todo en nosotros. Donde existirá alegría plena, no habrá vacíos. Será alabanza. ¡Qué deseo tan grande!

No podemos perder el primer fervor, el primer amor.
Dios nos quiere revelar el cielo, la vida eterna. Se que quieres conocer el abrazo del Cristo Resucitado de forma muy concreta, el mismo abrazo que los discípulos recibieron. Y el Señor quiere darles ese abrazo. ¿Quieres vivir para Dios? Tal vez ya vivas, entonces basta disponer más a tu alma, pues Dios tiene milagros para ti.

Padre Roger Luis
Comunidad Canción Nueva
Retiro de Semana Santa 2015

DOLOR COMPARTIDO ES DOLOR AMENIZADO

DOLOR COMPARTIDO ES DOLOR AMENIZADO
(Don de lágrimas - parte XXII)



Hay una cosa que aprendí de rodillas: si lloro mientras oro; si, en la oración las lágrimas brotan no solamente de los ojos sino sobretodo de mi corazón, comparto con Dios mi dolor. Es de ese compartir que nace mi amor por Dios. Y es en el “no-compartir” que el acaba.
La gente solo consigue amar a Dios después de ver que él no nos abandonó en medio de nuestros sufrimientos –después de ver que el está cercano a nosotros. Y, en el exacto momento en que por las lágrimas abro mi corazón delante de él, el sufrimiento pierde fuerza y el dolor disminuye. Dolor compartido es dolor amenizado, dice San Agustín.

Un hombre llamado Evagrio era discípulo de San Gregorio Nacianceno y vivió hacia el año 399. El había aprendido de su maestro y enseñaba a todos que en la oración se debe siempre pedir el don de lágrimas, pues ellas tienen la gracia de suavizar toda dureza. Es por eso que quien llora se calma. Y si llora tocado por el don del Espíritu Santo recibe, entonces, una tranquilidad llena de paz, y una calma felíz reposa en su corazón. Es como dice el salmista: “Señor, mi corazón no se llena de orgullo, mi mirar no se levanta arrogante. No procuro grandezas, ni cosas superiores a mi. Al contrario, mantengo en calma y sosiego mi alma; tal como un niño en el seno materno, así está mi alma en mi mismo. Israel, pon tu esperanza en el Señor, ahora y para siempre” Salmo 130
El corazón después del llanto es como la tierra después de la lluvia.
Los aires quedan más livianos, todo queda más limpio, cierto fresco se hace sentir y la tierra se vuelve más fértil. De la misma manera, después de las lagrimas viene la calma (cfr. Tob 3,22), y una paz llena de vida abraza la gente por dentro.

Las lágrimas se derraman en el momento en que la cabeza cede espacio al corazón y deja que él hable. Es por eso que, en el corazón y en este don, el corazón encuentra la paz, porque puede desahogarse.
Son muy interesantes los descubrimientos que las personas hacen al recibir la compunción del corazón. Alguien que experimentó el don de lágrimas me contó: “Soy de una generación que le estaba prohibido llorar desde niño. Los padres encontraban que dar una educación rígida, evitando demostrar emociones, era una manera de preparar mejor para la vida. A lo largo de la vida fui desarrollando más el lado racional y escondiendo el emocional. Ser emotiva era señal de fragilidad. Conseguí cambiar cuando comencé a participar de grupos de oración de la Renovación Carismática Católica y estoy consiguiendo evolucionar en esa área. Creo que muchos problemas psicológicos surgen, porque tenemos vergüenza de mostrarnos como somos realmente: frágiles y pequeños delante de Dios”. Descubrir algo así es una verdadera liberación.

Existen ciertas cosas que la gente sólo consigue liberar cuando las cuenta a alguien. Es así que el corazón se libra de un mal que lo oprime: manifestándolo, colocándolo afuera, hablando, gimiendo o llorando. Dolor compartido es dolor amenizado. Dolor disimulado, escondido, disfrazado es dolor multiplicado. Personas que guardan todo para sí y no revelan sus sentimientos no tarden en manifestar enfermedades. No es verdad cuando se dice que hombre que es hombre no llora. La verdad es que hombre que no se permite llorar queda dolorido. Una mujer que no abre su corazón entra en amargura.
Hoy vemos muchas personas en busca de formas de relajamiento, técnicas de meditación y autocontrol. Quieren encontrar nuevamente un sentido para su vida, quieren liberarse de la tristeza, del descontrol emocional, y vaciarse de tensiones. Ciertamente experimentarían gran alivio y sanaciones profundas si, rompiendo con los preconceptos, pidiesen a Dios el don de lágrimas y permitiesen que el Espíritu Santo penetrase hondo en sus corazones, liberándolas de sus resentimientos, opresiones y toda especie de trastorno y confusión.
Cuando el Espíritu Santo nos visita con ese llanto inspirado, abre nuestro corazón no para quedarse cultivando dolor, sino para admitir que secretamente el todavía late en nuestro corazón.
Solamente cuando hombre y mujer admiten el propio dolor y de él huyen, es que pueden dominarlo y transformarlo. No se vence el dolor huyendo de él, sino abrazándolo y comprendiéndolo.

Márcio Mendes
Libro: “O dom das lágrimas”
Editora: Canção Nova.
Adaptación Del original en português

ME ARREPIENTO DE NO HABER LLORADO

ME ARREPIENTO DE NO HABER LLORADO
(Don de lágrimas - parte XXIII)

Hace un tiempo atrás pasé por una dificultad que me humilló bastante. Al encontrar que la situación era injusta, me endurecí. No vertí una sola lágrima siquiera. No me permití llorar delante de las personas que me enfrentaban ni aún después de largo tiempo. Lo confieso: ¡cuánto mal me hizo aquello! Era como si me hubiese intoxicado con todos aquellos sentimientos ruines que no permití que las lágrimas purificasen. Demoré años en purgar aquel disgusto y poner fin a aquella angustia que me había herido. Para los otros, fue una victoria haberme mantenido rígido, de pie, sin dar señales de aparente fragilidad.
Antes, yo hubiese llorado y me hubiese dejado tocar por el dolor y por el sufrimiento.
Ciertamente, habría superado todo aquello mucho más rápido. Solamente cuando acepté lo que me sucedió, y lloré mi dolor, Dios pudo curarme.
Hace tiempo encontré una señora en Río de Janeiro. Era una madre en búsqueda de su hijo. Secuestraron al joven a la vista de todos. Pero nadie osaba testimoniar. Ya habían pasado seis años desde que él fue llevado. Ella ciertamente sabía que su hijo ya no vivía más. ¿Qué hacer en una situación sobre esa? ¿Qué decir? No hay qué decir. La abracé. Lloramos juntos. Es necesario llorar las muertes de las personas que amamos. Es necesario llorar su partida. No por causa de ellas, sino por nuestra causa, nosotros lo necesitamos.
En el don de lágrimas se cumple la promesa de Jesús: “Yo los aliviaré y daré descanso a sus corazones” (cfr. Mt 11,28-29) El llanto desata el nudo en la garganta, desaprieta el alma y suaviza el dolor. Las lágrimas curan nuestros dolores y transforman la salud de la persona que se fue con la certeza de que vamos a reencontrarla. Solo el Espíritu Santo tiene el poder de transformar la salud en esperanza.
Cuando estamos impedidos de hacer cualquier cosa, cuando estamos impotentes, y no podemos pagar la deuda que creció descontroladamente, cuando no conseguimos convencer a aquella persona de volver a casa o cuando el resultado de los exámenes revela que la dolencia es incurable, las lágrimas se vuelven nuestro único recurso para aguantar el peso del dolor y la dureza del sufrimiento.
Dios, que está siempre atento y que de nosotros nunca quita los ojos, dice: “Oí tu oración, y vi tus lágrimas. Por eso voy a curarte” (II Reyes 20,5)
No tengamos dudas: Él viene a nosotros y nos ayuda.
En el don de lágrimas, Dios nos libera, alivia nuestro dolor y nos cura. Cuando aceptamos el dolor y el sufrimiento, tomamos posesión de él, el se vuelve nosotros, y solo así podemos ofrecerlo a Dios. Entonces, el padre de los Cielos como un habilidoso escultor, va disolviendo en nuestras lágrimas el barro de nuestras miserias, dolores y desgracias para hacer de todo eso una realidad nueva.
Hay un nuevo comienzo, y así la propia vida se renueva todas las veces que cayendo de rodillas en oración, rasgamos el corazón delante del Señor.

Márcio Mendes
Libro: “O dom das lágrimas”
Editora: Canção Nova.
Adaptación Del original en português

SALMO 8

Salmo 8
“¡Señor, dueño nuestro,
Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”

Soy un enamorado de la naturaleza. Amo los cielos y la tierra, los ríos y los árboles, las montañas y las nubes. Puedo sentarme enfrente del mar, fuera de la esfera del tiempo, y mirar con ojos de eternidad el juego de las olas y las rocas, ajedrez de blancas crestas y oscuras sombras sobre el tablero sin límites de la creación. Puedo contemplar el curso de un río y el bailar de las aguas y el cantar de las piedras y sentir su alegría como mi propia alegría en mi correr hacia el mar. Puedo sentarme bajo un árbol y sentir su vida como mía en el surgir de la savia desde las raíces ocultas hasta las hojas bailarinas. Puedo flotar a la deriva con una nube, volar con un pájaro o, sencillamente, quedarme sentado con una flor, sentada ella misma en el color y la fragancia de su vida desde el rincón oscuro de la selva en el que nace y muere.

Me identifico con la naturaleza… porque la naturaleza eres Tú.

La naturaleza recoge el frescor de tus dedos, la vida de tu aliento, el temblor de la majestad de tu presencia, la serena alegría de tu bendición de paz. Disfruto de una puesta de sol, porque es obra exclusivamente tuya, y no hay mano humana que pueda retocarla; y, como es exclusivamente tuya, me trae en imagen virgen el mensaje directo de tu presencia. Y disfruto cuando en la oscuridad de la noche que habla de intimidad te veo trazar sobre el cielo tu firma de estrellas. ¿Entiendes ahora por qué me gusta mirar al cielo por la noche para descifrar con fe y con amor el código secreto de su caligrafía celeste?

“Contemplo el cielo, obra de tus dedos, 
la luna y las estrellas que has creado”, 
y me digo a mí mismo con alegre orgullo. 
“Señor, Dios nuestro, 
‘¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”

En medio de esa maravilla me veo a mí mismo. “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?” Átomo de polvo en un mundo de luz. Pero en ese átomo que soy yo hay toda otra creación más maravillosa que el cielo y las estrellas. La maravilla de mi cuerpo, el secreto de mis células, el relámpago de mis nervios, el trono de mi corazón. Y el temblor de mi alma, la centella de mi entendimiento, el gozo de sentir y la locura de amar. La maravilla que llevo dentro, y tu firma también sobre ella. Sonrío cuando me dices que me has hecho rey de la creación, solo inferior a ti. Sé de mi pequeñez y mi grandeza, de mi dignidad y mi nada, y reconociendo ambos extremos acepto con sencillez la corona de rey de la creación, la de dentro y la de fuera, quiero disfrutar de ambas plenamente, de los ríos y de las montañas tanto como de la conversación y del humor: de las palabras de los hombres y del murmullo de los bosques, de familia y estrellas, amigos y árboles, libros y pájaros, vientos y música, silencio y oración…; disfrutar de todo como sé que tú quieres que yo disfrute para gozo de mi corazón y gloria de tu nombre.

“¡Señor, dueño nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”

p. Carlos Valles sj

LAS DOS CARAS DEL PERDÓN

"El perdón tiene dos caras: el darlo y el recibirlo.
Aunque a primera vista, darlo pueda parecer lo más difícil, a menudo no somos capaces de perdonar a otro cuando nosotros no hemos sabido recibir perdón.
Únicamente, como personas que han aceptado el perdón, podemos encontrar la libertad para darlo a nuestra vez.
¿Por qué es tan difícil recibir el perdón? Cuesta decir: 'sin tu perdón no puedo olvidar lo que pasó entre nosotros. Sólo tú puedes liberarme de ello'.
Esto requiere no sólo aceptar que hemos herido a alguien, sino también la necesaria humildad para reconocer nuestra dependencia de los demás. Sólo cuando podamos recibir el perdón de lo demás, podremos darlo."

"Perdonar de corazón a otro es un acto de liberación. Liberamos a esa persona de los vínculos negativos que existen entre nosotros....Pero no es solo eso. También nos liberamos a nosotros mismos de la carga de ser 'el ofendido'. Mientras no perdonamos a quien nos ha ofendido, seguimos llevando la ofensa con nosotros o, peor aún, la arrastramos con nosotros como una pesada carga.
La gran tentación es obstinarnos en la cólera que sentimos hacia nuestros enemigos y creernos 'los ofendidos y los heridos' por ellos.
Por tanto, el perdón no solo libera al otro, sino que también nos libera a nosotros mismos.
Es el camino hacia la libertad de los hijos de Dios. "

Henri Nouwen

Meditación: Lucas 24, 35-48

Cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. (Lucas 24, 35)

El extraordinario Maestro a quien los discípulos habían seguido durante tres años, con quien habían recorrido toda Palestina y a quien habían visto morir en la cruz, se presentaba ahora ante ellos y les decía que en efecto había resucitado de entre los muertos. ¡Era como para que la vida les cambiara por completo! ¿Acaso se quedaría usted indiferente si hubiera presenciado lo mismo?

Para que los discípulos estuvieran seguros de que su muerte no había sido accidental, Jesús les abrió el entendimiento, para que comprendieran que en él se cumplía todo lo que profetizaban las Escrituras hebreas sobre el Mesías. En efecto, de principio a fin, Jesucristo es el cumplimiento de todo lo que Dios había prometido a través de los siglos.

Cada suceso, cada promesa profética, cada oración y cada comentario de sabiduría que aparece en la Escritura es parte de un mosaico minuciosamente construido para revelar algún aspecto de Jesús y de su amor a su pueblo.

Hoy mismo, 2000 años después de la resurrección, Jesucristo sigue personificando la totalidad de la revelación de Dios a la humanidad. Además, Cristo ha resucitado en gloria para compartir la esperanza y el gozo de su resurrección con todo su pueblo. El Señor desea que todos recibamos su vida divina y lleguemos a experimentar la victoria sobre el pecado y la muerte.

Jesús abrió la mente de los discípulos para que lo reconocieran en la Escritura, y también desea hacer lo mismo con nosotros. Leyendo sus palabras y meditándolas en el corazón, podemos experimentar su amor y su presencia. Quiere que sepamos que Dios siempre tuvo el deseo de entregar a su Hijo, para que nos reconciliáramos con el Padre y fuéramos partícipes de su vida divina. Ahora lo único que hace falta es que los creyentes hagamos un acto de fe e invitemos al Señor a que venga a nuestro corazón, haga allí su morada y permanezca con nosotros hasta aquel glorioso día en el que él mismo nos lleve de la mano a la presencia de Dios.
“Padre celestial, envíanos al Espíritu Santo para que nos revele a tu Hijo Jesús. Llénanos de gratitud, Señor, por la vida nueva que nos ofreces y abre nuestros ojos para que veamos lo maravilloso que es el plan que nos has revelado en las palabras de la Sagrada Escritura.”
Fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros


Don de lágrimas - Parte XXIX

SI CREES,
VERÁS LA GLORIA DE DIOS
(El don de lágrimas - Parte XXIX)

Hay una situación en el Evangelio que nos ayuda a entender esa elección que debemos hacer y el paso en fe que debemos dar. Se trata de aquel pasaje del capítulo 11 del Evangelio de San Juan. Marta y María, apenas supieron que Jesús se acercaba a su aldea, corrieron a su encuentro y, lanzándose a sus pies, se pusieron a llorar y a decir: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto!” (Juan 11,32) También nosotros, sabiendo que para Dios nada es imposible, muchas veces decimos: “Jesús, si hubieses intervenido, ese mal no habría sucedido! ¿Dónde estabas, Señor, mi Dios, cuando clamé por ti? Si hubiese escucha mi oración, mi hijo no habría muerto!”

Otras veces, con esperanza de que él atienda nuestros pedidos somos rápidos en clamar: “Señor, sáname de mi enfermedad! Libérame de esa angustia! Dame un enamorado, concédeme un marido! Jesús, haz que tenga suerte en mis proyectos! Atiende, Señor, este mi deseo para que pueda ser feliz!” Jesús no desprecia esas oraciones, muy por el contrario, él se conmueve con ellas. Dice el Evangelio que ante las lágrimas y, oraciones de María, Jesús quedó tan emocionado que se puso a llorar. El, por lo tanto, no quiere dejarnos esclavos de las lamentaciones, no quiere dejarnos en ese estado de preocupación y tristeza en el que no vemos nada a no ser nuestro dolor y nuestros problemas. Jesús no quiere salvarnos de nuestros problemas sin al mismo tiempo salvarnos de la falta de fe.
Por esa razón, cuando Marta se lamenta y ya no cree que exista una salida para toda aquella situación, Jesús le dice: “Si crees, verás la gloria de Dios”. Pero, más que resucitar a su hermano, Jesús quería resucitar el corazón destrozado por la tristeza. El personalmente le había dicho: “Yo soy la resurrección y la vida”. Jesús quería darle no la solución a un problema, sino algo diferente, que es la solución a todos sus problemas –una fuerza secreta suficientemente poderosa para vencer el mundo y la muerte si fuese preciso.
Marta es colocada delante de una elección y nosotros con ella: ¿insistirá en quedar lamentándose, presa de una situación que no consigue cambiar, o dejará caer por tierra toda melancolía y se llenará de esperanza, confiando en aquel que le dice “verás la manifestación del poder de Dios?” Parece que Marta hizo la elección correcta porque, dice la Palabra de Dios, no solamente ella, sino muchos que estaban allí vieron todo eso y creyeron en Jesús. ¡Feliz elección! ¡Bendito cambio! Marta había ido a Jesús a buscar alivio para su sufrimiento y allí encontró doblemente la vida: vida para su hermano, pero sobretodo la resurrección de su corazón por la fe. Felices aquellos que comenzaron a leer este libro en busca de consuelo y aquí, en estas páginas encontraron la salvación!
También nosotros necesitamos tomar decisiones. ¿Serán nuestras lágrimas un llanto de tristeza y desesperación o serán lágrimas ardientes de quien espera en Jesús porque en él cree? ¿Estamos entre aquellos que se volvieron esclavos de sus lamentos y no consiguen ni quieren liberarse, o entre aquellos que creen que todo concurre para el bien de los que aman a Dios? Estamos todos delante de aquella elección decisiva que hará una verdadera diferencia y cambiará de una vez por todas el rumbo de nuestras vidas.

Ciertamente, el Espíritu Santo ya movió tu corazón a hacer la elección correcta y por eso mismo podemos decir: “Jesús, nosotros creemos en ti! Más que tus favores y beneficios, te queremos a ti, Señor! No nos basta cualquier consuelo, queremos ser llenos del Espíritu Santo y de fe. Queremos ser liberados de todo espíritu de tristeza y de muerte. Antes aún de cualquier cura física, Señor, queremos la resurrección de nuestro corazón por la fe. ¡Ven a liberarnos, Jesús!
Ordena, Señor que sea retirada la piedra que nos mantiene aprisionados en nuestros sepulcros. Ordena que sean desatadas esas fajas de egoísmo que nos amarran a una vida mezquina y no nos dejan preocupar con nada a no ser nuestros intereses particulares. Queremos sí, ser atendidos en todos nuestros pedidos, pero eso de nada sirve si tú, Señor, no nos salvas de la fuente de toda tristeza que se llama pecado. Sálvanos, Señor Jesús! Es a ti que escogemos.
Abandonamos todo rencor, melancolía y lamentación para quedar contigo y contigo permanecer”.
Aún después de haber tomado una decisión y haber hecho nuestra elección puede suceder que una pregunta nos asalte el corazón: “Querido Jesús, ¿cómo es que eso se va a realizar? ¿Cómo pueden los que lloran estar alegres? ¿Será que conseguiremos aguantar? ¿De dónde vendrá esa fuerza que nos hará soportar?”

El cardenal Ives Congar exclama: “…más aún, ¿cuál es esa “fuerza todopoderosa” con la que debemos amarrarnos “en el Señor”, sino la de su Espíritu?!”
El Espíritu Santo es la respuesta.
El es la explicación. Cuando el Espíritu Santo viene a nosotros y nos toca, las cosas ya no son más como antes. Todo cambia. El motivo por el cual ahora, con Jesús, los que lloran reciben alegría y se vuelven felices es el mismo por el cual los apóstoles se llenan de esperanza: el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. ¿Cómo puede estar triste quien recibió tanto amor? ¿Cómo puede no estar feliz quien tiene certeza de que va a resucitar para reinar con Jesús? Pues de aquellos que hoy lloran es el Reino de los cielos.
¡¿Qué es un sufrimiento pasajero, cuando una eternidad sin sufrimiento y sin dolor nos espera?!
Si realmente quieres saber por qué los que lloran se alegrarán, yo te digo: es porque de ellos es el Reino de los cielos. De hecho está escrito: “Nuestra tribulación presente, momentánea y ligera, nos proporciona un peso eterno de gloria inconmensurable. Porque no miramos las cosas que se ven, y sí las que no se ven. Pues las cosas que se ven son temporales y las que no se ven son eternas” (II Cor 4,17)

Nuestro sufrimiento de hoy puede parecer eterno, pero no lo es. Sin duda alguna él va a pasar porque es momentáneo y ligero. Pero el bien que nos espera no sólo es grande, sino eterno. Y eso es mucho mejor. Al final de cuentas, de qué sirve tener de todo en este mundo y vivir plácidamente, si yo no puedo vivir para siempre? Jesús cuestiona: ¿de qué vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Pero cuando la gente no cree que el Espíritu Santo tiene el poder de resucitarnos, cuando la gente no consigue creer que él nos hará entrar en la vida eterna, el más pequeño sufrimiento se vuelve insoportable. Todo es difícil para quien perdió la esperanza.
San Simeón, el santo de las lágrimas, decía que no es necesario esperar que el cuerpo muera para experimentar la fuerza de la alegría y el poder de la resurrección del Espíritu Santo. El dice que si quieres podrás experimentarlo ahora!
“Es por el Espíritu Santo que se produce la resurrección de todos. Y no estoy hablando de la resurrección final de los cuerpos… sino de aquella que sucede todos los días, de las almas muertas, regeneración y resurrección espiritual”. Si la resurrección del cuerpo está guardada para el último día, existe una resurrección que Dios quiere dar ahora, es la resurrección del corazón. Entonces Simeón insistía: “Si, les suplico que nos esforcemos, mientras todavía vivimos en esta vida, en ver y contemplar a Dios, porque si fuimos juzgados dignos de verlo aquí abajo sensiblemente, no moriremos, la muerte no tendrá dominio sobre nosotros. No, no esperemos la vida futura para verlo, sino desde ahora luchemos para contemplarlo”.

Quien tiene certeza de que Jesús venció a la muerte nunca queda triste, nunca queda de mal humor.
Sabe que no morimos y que la muerte no tiene más dominio sobre nosotros. Si llora… llora confiado… llora en oración y tiene confianza de que Dios lo atenderá.
Cierta vez, tuve un sueño. Veía una gran cruz, y del medio de ella brotaba un agua limpia, cristalina y refrescante. El agua vertía con fuerza y borbotaba. Su barullo era como las voces de muchas oraciones. Las personas iban llegando a la fuente. Ellas venían de todos lados. Se veía en su semblante que estaban abatidas por el sufrimiento. Algunas hasta se arrastraban.
Pero, entonces, cuando llegaban hasta el agua, lavaban sus rostros y bebían. De repente poníanse de pie, se llenaban de una fuerza y de una alegría tan grande que cantaban. Muchos que ya habían bebido y se lavaban buscaban baldes y tinajas, jarras y tazas y corrían para llevar a los que estaban distantes. Varios de los que estaban postrados, pesados y llenos de disgustos se levantaron rápidamente para llevar de esa agua a las personas de su familia que habían quedado en sus casas. Donde el agua salpicaba, todo volvía a la vida.

Estaban todos encharcados cuando, encima de ellos un ángel gritó: “Es el Espíritu de Dios. Quien tiene sed venga y reciba de gracia del agua viva que resucita y hace vivir” Los que oyeron se abrazaban entre lágrimas y repetían unos a otros aquello que el ángel había dicho.
¿Qué gracia es esa capaz de realizar tan feliz cambio?
Es el Espíritu Santo.
Permíteme gritarte lo mismo que el ángel gritaba: “Es el Espíritu de Dios. Quien tiene sed venga y reciba de gracia del agua viva que resucita y hace vivir”.
Esa es la palabra que enjuga toda lágrima, Él es el Espíritu que consuela, solo él puede verdaderamente confortar en el dolor: porque conforta curando y reanima salvando. Esa es el agua que Dios quiere darme a mí y a ti.
Ella es la garantía de que nuestras lágrimas no son en vano.
Lavemos en ella nuestros ojos llorosos. Bebamos de esa fuente.

¡Sí! Debemos beber, sino también es necesario llevar esa agua, esa fuerza, esa vida con nosotros a nuestras casas, a nuestros vecinos, a los trabajos y donde fuésemos, a fin de dar alegría a quien no la tiene. Si alguien pregunta: “¿Qué descubriste de nuevo en éste libro que estás leyendo? ¿Qué hay de maravilloso en este “Don de lágrimas”?, responde simplemente: “Descubrí la felicidad. Descubrí que si lloro por causa de Dios, Dios mismo convertirá mi llanto en victoria. Descubrí que Dios recoge todas las lágrimas y que mi sufrimiento no tendrá comparación con la alegría que me espera.”
Podemos rezar con la palabra de Dios porque, hoy, ésta es también nuestra oración: “Vos recogiste mis lágrimas en tus odres; ¿no está todo escrito en tu libro? Siempre que me invoques, tus enemigos retrocederán: bien sé que Dios está conmigo. Es en Dios, cuya promesa proclamo, es en Dios que pongo mi esperanza; nada temo: ¿qué mal me puede hacer un ser de carne? Los votos que hice, Oh Dios, debo cumplirlos; te ofreceré un sacrificio de alabanza, porque de la muerte libraste mi vida, y de la caída preservaste mis pies, para que ande en la presencia de Dios, en la luz de los vivos” Is 55,9-14
Dios no solo recogió cada una de nuestras lágrimas, sino que abrió las puertas del cielo. El pueblo escogido ha descubierto, en el correr de su historia, que Dios no resiste nuestras lágrimas. Un libro que cuenta un poco de esa experiencia afirma: “lo que guardan las puertas del Cielo las abren para admitir esas lágrimas derramadas durante la oración y colocarlas delante del Santo Rey, ya que Dios participa de las penas del hombre”. Afirma que el cielo siente por la tierra, valle de lágrimas, lo mismo que un hombre siente por una mujer. “Cuando el Rey se aproxima de la Señora y la encuentra triste, le concede todo lo que ella desea. Y, como su tristeza es reflejo de la del hombre, Dios se compadece. Feliz es el hombre que llora mientras está orando! Cada una de las puertas del Cielo se abre a la oración: Oh, Señor, abre tú mis labios y mi boca proclamará tu alabanza! Es por medio de esa oración que nosotros obtenemos hijos, los medios para subsistir y la propia vida” (O. Zohar)
Es feliz todo aquel que descubrió que el dinero no compra las cosas que realmente tienen valor. Las cosas más preciosas de la vida solo Dios puede conceder, y el la da a quien clama en oración.
Feliz el hombre que llora mientras está orando, porque cada una de las puertas del cielo se abre para que entre su oración.

Cuando el mundo te desafía y, con insolencia se burla de tus lágrimas preguntando: ¿Dónde está tu Dios?, cuando sin ningún escrúpulo insinúa que de nada sirve tu llanto y tus oraciones, ofreciendo enseguida sus respuestas fáciles, y sus consuelos vacíos, agárrate de tu fe y repite para ti mismo porque es verdad: “Puedo hasta sufrir y llorar mientras el mundo ríe; pero coraje, alma mía, coraje! Porque aquel para quien todo es posible no fallará y él prometió: tu tristeza se ha de transformar en alegría (Juan 16.20)

Más vale esperar en la verdad que ilusionarme en una alegría de apariencias”.
Sin miedo, dile al mundo: “Tú no me engañas más. Conozco tus falsas alegrías. También yo fui víctima de tus ilusiones. Pero, ahora, estoy un paso al frente, pues mientras conozco (-porque ya lo experimenté-) tu alegría pasajera, tu no conoces la alegría que Dios me da. Es alegría en las tribulaciones y después de las tribulaciones. Es alegría que no pasa.
Mundo, yo conozco la fuerza que actúa en vos, pero vos no conocés la fuerza que actúa en mi. Y mayor es lo que está en mi que aquello que está en ti, oh mundo! (cfr. 1 Jn 4,4)
Entre tú y yo, apenas uno de nosotros es el tonto, y créeme; no soy yo”

Marcio Mendes
Libro: “O dom das lágrimas”
Editorial Canção Nova.
Adaptación del original en portugués

Salmo 8

Salmo 8
“¡Señor, dueño nuestro,
Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”

Soy un enamorado de la naturaleza. Amo los cielos y la tierra, los ríos y los árboles, las montañas y las nubes. Puedo sentarme enfrente del mar, fuera de la esfera del tiempo, y mirar con ojos de eternidad el juego de las olas y las rocas, ajedrez de blancas crestas y oscuras sombras sobre el tablero sin límites de la creación. Puedo contemplar el curso de un río y el bailar de las aguas y el cantar de las piedras y sentir su alegría como mi propia alegría en mi correr hacia el mar. Puedo sentarme bajo un árbol y sentir su vida como mía en el surgir de la savia desde las raíces ocultas hasta las hojas bailarinas. Puedo flotar a la deriva con una nube, volar con un pájaro o, sencillamente, quedarme sentado con una flor, sentada ella misma en el color y la fragancia de su vida desde el rincón oscuro de la selva en el que nace y muere.

Me identifico con la naturaleza… porque la naturaleza eres Tú.

La naturaleza recoge el frescor de tus dedos, la vida de tu aliento, el temblor de la majestad de tu presencia, la serena alegría de tu bendición de paz. Disfruto de una puesta de sol, porque es obra exclusivamente tuya, y no hay mano humana que pueda retocarla; y, como es exclusivamente tuya, me trae en imagen virgen el mensaje directo de tu presencia. Y disfruto cuando en la oscuridad de la noche que habla de intimidad te veo trazar sobre el cielo tu firma de estrellas. ¿Entiendes ahora por qué me gusta mirar al cielo por la noche para descifrar con fe y con amor el código secreto de su caligrafía celeste?

“Contemplo el cielo, obra de tus dedos, 
la luna y las estrellas que has creado”, 
y me digo a mí mismo con alegre orgullo. 
“Señor, Dios nuestro, 
‘¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”

En medio de esa maravilla me veo a mí mismo. “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?” Átomo de polvo en un mundo de luz. Pero en ese átomo que soy yo hay toda otra creación más maravillosa que el cielo y las estrellas. La maravilla de mi cuerpo, el secreto de mis células, el relámpago de mis nervios, el trono de mi corazón. Y el temblor de mi alma, la centella de mi entendimiento, el gozo de sentir y la locura de amar. La maravilla que llevo dentro, y tu firma también sobre ella. Sonrío cuando me dices que me has hecho rey de la creación, solo inferior a ti. Sé de mi pequeñez y mi grandeza, de mi dignidad y mi nada, y reconociendo ambos extremos acepto con sencillez la corona de rey de la creación, la de dentro y la de fuera, quiero disfrutar de ambas plenamente, de los ríos y de las montañas tanto como de la conversación y del humor: de las palabras de los hombres y del murmullo de los bosques, de familia y estrellas, amigos y árboles, libros y pájaros, vientos y música, silencio y oración…; disfrutar de todo como sé que tú quieres que yo disfrute para gozo de mi corazón y gloria de tu nombre.

“¡Señor, dueño nuestro, 
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”

Comprendiendo La Palabra

“La paz esté con vosotros”

     El corazón de cada cristiano debería representar, en miniatura, a la Iglesia católica, puesto que el mismo Espíritu hace, tanto de la Iglesia entera como de cada uno de sus miembros, el Templo de Dios (1C 3,16). De la misma manera que se debe a él la unidad de la Iglesia, pues si la dejara a su propio arbitrio se dividiría en numerosas partes, asimismo es él quien hace que el alma sea una, a pesar de sus diversos gustos y facultades, de sus tendencias contradictorias. De igual manera que da la paz a todas las naciones que, por su misma naturaleza disienten unas de otras, así pone al alma a un sometimiento ordenado y establece que la razón y la conciencia sean soberanas y tengan sometidos los aspectos inferiores de nuestra naturaleza… Y estemos ciertos que estas dos operaciones de nuestro divino Consolador dependen la una de la otra. Mientras los cristianos no busquen la unidad y la paz en su propio corazón, jamás la misma Iglesia no estará en paz y unidad en el seno de este mundo que la envuelve. Y de manera muy semejante, mientras la Iglesia en todo el mundo esté en este lamentable estado de desorden que constatamos, no habrá particularmente ningún país, simple porción de esta Iglesia, que no se encuentre él mismo en un estado de gran confusión religiosa.

    Es ésta una cosa sobre la cual debemos poner toda nuestra actual consideración, porque ella va a temperar nuestras esperanzas y a disipar nuestras ilusiones; no podemos esperar la paz dentro de nuestra casa si estamos en guerra con los de fuera.

Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra 
Sermones propios del Día, nº 10

RESONAR LA PALABRA - 31 MAR 2016

Evangelio según San Lucas 24,35-48. 
Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto." 

RESONAR DE LA PALABRA
No podemos dejar pasar la oportunidad de vivir y sentir la vida. La primavera recién estrenada hace estallar por doquier la vida. Las vidastronchadasinesperadamente por ideologías irracionales, o por cualquier enfermedad o accidente... nos hacen caer en la cuenta de que la vida no es nuestra, que se nos escapa, que no sabemos cuánto tiempo dispondremos de ella.
       Hay que hacer vibrar a todos nuestros sentidos (¿quién dijo que son solo cinco?), activarlos, sacarlos de su letargo, para que sientan y nos hagan llegar toda la grandeza de lo que son capaces de percibir. 
       El amor y la vida entran por los sentidos. Ver, gustar, oír, tocar son oportunidades de sentir la vida.
        Como también emocionarse, sobrecogerse, asombrarse, querer crecer, soñar despiertos, amar y dejarse amar, pensar y sentirse uno mismo, descubrirse en paz...
        Ver a quien tengo la oportunidad de querer, de aceptar, de conocer. Visitarle, estar juntos. Mirar los paisajes y los rostros... sin cámara, sin querer retenerlos.
        Saborear la compañía alrededor de la mesa compartida, preparada con gusto, con detalle, con sencillez. Y brindar, y conversar mientras comemos, y gustar los platos sin prisas...
        Oír todas las melodías y sonidos que me rodean un día cualquiera por doquier, pero sin cables ni audífonos: la brisa y las risas, las conversaciones, los gritos de los niños y hasta las voces calladas de los que aman y se entregan sin hacer ruido.
        Tocar todo lo que comunica cariño, suavidad, ternura. Abrazar, saludarse, sonreír, acariciar la guitarra, al perro, y también la mano anciana... Dejar que te acaricie el agua de la lluvia y el invisible viento. 
¡Esto es vivir resucitados! 
¡Cómo cambia mi vida cuando mis sentidos todos revivin, resucitan, y se ponen al servicio de la resurrección!
         Cuando llega la noche después de un día de prisas, agobios y ocupaciones, y trato de recogerme en silencio para orar, a veces sólo me sale: ¡Estoy agotado! ¡Este ritmo de vida es tremendo! Hay días que parece que no se acaban nunca, y otros que transcurren como un suspiro. Pero todos llenos de sensaciones, de sentimientos, de mensajes... 
         Pero hay que experimentar, como estos discípulos, que Jesús anda «en medio de todo», percibir su presencia, intuir su mirada y su voz con esa palabra serena y contagiosa: «Paz a vosotros», para entender que resucitar es vivir la vida en plenitud. Hace falta «sentir la vida que se vive». Orar así: repasando, intuyendo, profundizando y rumiando lo vivido. 
        Esta vida es complicada y difícil a veces, y nos parece ver «fantasmas» y nos quedamos atónitos. La rutina, la desgana, las personas «tóxicas» y amargadas, los miedos, los errores, las prisas y las presiones de todo tipo, nuestra cabezonería...  nos la complican mucho. 
        La experiencia de la resurrección de Jesús, que se presenta «en medio», abriendo puertas, soplando Aire, curando parálisis, disolviendo miedos, compartiendo la mesa (que eso significa ser «compañero»), haciéndonos entender las cosas. Nos hace capaces de relativizar, de escuchar la opinión de quien sabe más que yo, de esperar con paciencia el desarrollo de los acontecimientos. Y de vivir, en lo cotidiano, una vida plena.
        Vivir es algo más que estar vivos. La vida es un regalo, un tesoro, una oportunidad, alegría, tristeza, triunfos y fracasos... y tantas otras cosas. Pero ¡hay que vivirla, leerla, orarla, contemplarla! 
 Decía, con su humor socarrón, Gloria Fuertes:
Cuando estés recién muerto
aún con la tibia fría;
aún con las uñas cortas,
querrás hacer algo
-lo que podrías hacer ahora-
y ya habrán cerrado las tiendas y los portales,
y ya será muy tarde para llegar a tiempo
a los que hoy te aman. 
(GLORIA FUERTES, Advertencias)
         Cuando me he atrevido a vivir (que no es lo mismo que «estar vivo»), me he dado cuenta de lo que es SENTIR. SENTIR LA VIDA que me llega por todos los sentidos que tengo (que sigo sin saber cuántos son, pero muchos). Intentar no perder detalle de todo lo que me rodea, y de todo lo que me pasa, también lo que duele, fastidia y descoloca. 
        Ilusionarme con aprender cada día, hacer y recrear las cosas, conocer gente nueva y refrescar mi relación con los de siempre, sorprender... y dedicarme un poco de tiempo. No es egoísmo. Es recogerme para darme. Lo dicen mucho mejor los poetas:
¡CUÁNTO AMAMOS LA VIDA!
Hoy quisiera gritar a todos mi alegría y decirles:
¡Hermanos, cómo amo la vida!
El núcleo de nuestra vocación cristiana
está en un amor apasionado por la vida.
La vida que hemos recibido y la que vamos dando cada día.
Vida con color de amaneceres y crepúsculos.
Vida que palpita en cada ser,
que se escurre entre los dedos a medida que se cuentan los días y los años.
Vida que nadie nos quita.
Vida que, cuando decidimos darla, no tenemos miedo a perder.
Somos personas apasionadas por la vida.
Esa vida que es resplandor, signo y Palabra del Maestro.
Cada rostro, cada pueblo, las experiencias humanas,
el dolor, al alegría, la fiesta.
La incertidumbre y la ansiedad.
La amenaza y el cobijo.
El triunfo y el fracaso.
La soledad y el cariño.
La amistad y su ruptura.
La búsqueda, la ilusión, el encuentro y la renuncia.
¡Todo es vida!
Amamos intensamente la vida con todos sus paisajes y perfiles:
los montes y las llanuras, los mares y los ríos,
los pueblos pequeños y los antiguos, las ciudades nuevas y tumultuosas.
Los caseríos silenciosos y los barrios oscuros y húmedos de la gran ciudad.
¡Todo es vida, incluso la muerte!
La vocación cristiana es llamada a la vida,
pasión por la vida que nos hace a la vez
frágiles y vulnerables, fuertes y arriesgados.
Es certeza de lo firme 
en medio de las tempestades y terremotos.
                                                      Mª JOSÉ CARAM, OP, VR 02/3
            La Pascua me trae fuerza, porque me recuerda que Jesús, gracias a la resurrección, anda en medio de todo, y parece liberarme cada vez que me siento derrotado, cansado, sin fuerzas. Y cuando me descubro frágil, con faltas, habiendo hecho daño a otra persona... y leo que «en su nombre se anunciará el perdón de los pecados a todos los pueblos», me siento revivir. 
             Me cuesta sentir todavía el perdón de algunos fallos pasados, o rehacerme y cambiar actitudes... Tal  vez me pasa como a los discípulos, que «no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos». Me falta comprender y creer que «todo lo que está escrito en la Ley, los Profetas y los Salmos, tenía que cumplirse». 
          Pero poco a poco el Resucitado me irá abriendo el entendimiento y el corazón, para que vaya día a día experimentando la resurrección. Sintiéndome vivo, contagiando vida. La vida de Éste que anda siempre en medio de nosotros.

Que el Resucitado esté contigo, en medio de tus cosas
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Comentario publicado por Ciudad Redonda

Buen día, Espíritu Santo

Buen día, Espíritu Santo!
Ternura y Amor de Dios que conservas, sustentas y devuelves a la Vida!
Bendito seas en mis “despertares”, ¡Bendito seas hoy siempre!
Tú eres quien abres en la mañana nuestro entendimiento,
Tú quien da movilidad a nuestros letargos,
Tú eres Aquel quien da firmeza a nuestros pasos,
Tú quien aquietas toda tempestad y tormento;
Bendito Tú, Santo entre los santos!
A tu Nombre vuelva el vigor perdido,
La esperanza quebrantada,
La caridad adormecida.
En estos tiempos de consuelo que el Padre nos regala,
¡Ven,  llénanos de Ti
y desde Ti renueva la faz de todo lo creado,
en lo pequeño de mi tierra,
allí donde Tu gracia quiere crecer,
Lluvia de misericordia haz hoy caer.
Amén.



miércoles, 30 de marzo de 2016

Buenas Noches, Espíritu Santo!

“Gracias Padre por permitirnos estar a Tu lado un día más,
por Tu infinito amor, verdadero y nutritivo,
Amor que reconcilia y abraza;
Amor que resucita y da nueva Vida;
Amor que sostiene y fortalece;
Amor que conforta y consuela;
Que une y reúne;
Amor que alegra y pacifica;
Amor sin el cual no podemos vivir.
Amor que da significado a nuestra existencia, 
y razón de ser a lo que hacemos
Amor que es la esencia de lo somos.
Al terminar la jornada y agradecerte
la presencia de Tu Espíritu Santo reinando y controlando nuestro ser,
te pedimos que durante la noche
hagas crecer en nosotros el amor de Cristo,
el Amor a Cristo.
Y así al despertar al nuevo día, seamos útiles para llevar bendición al mundo.
Nos arrodillamos a orar delante de Ti Padre,
creador de todo lo que existe,
tanto en el cielo como en la tierra.
Te pedimos que nuestros Ángeles de la Guarda velen nuestro descanso;
que en la noche Tu obra continúe en nosotros,
haciéndonos cristianos fuertes de ánimo.
y podamos mantenernos firmes en el amor por Ti y por los demás.
Amén.


Don de Lágrimas parte XXVII

TODO CAMBIA CUANDO TOMAMOS LA DECISIÓN CORRECTA
( Don de lágrimas - parte XXVII)

¿Cómo hará Jesús para hacernos entender que es preciso hacer una elección y tomar una decisión? Todos nuestros clamores y lágrimas deben estar vueltos a la voluntad de Dios que quiere nuestra salvación (cfr. Heb 5,7) Jesús podría atender ràpidamente nuestros pedidos y realizar todos nuestros deseos. El no tendría dificultad ninguna en hacer eso. Con todo, eso no sería un bien, sino un mal. Sería como un padre que se preocupa sólo en agradar al hijo, pero es incapaz de decirle un “no” y educarlo para la vida.
¿Qué es más fácil para Jesús, decir: “Lázaro ven a afuera” o “Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”? Sin dudas alguna es mucho más fácil, para Dios, hacer a un muerto volver a vivir que introducir a alguien en el Paraíso. Devolver la vida a un cadáver dependería solamente de él y de nadie más. Pero, para salvar a una persona, Dios depende de la voluntad de ésa persona. Ella necesita querer.
Necesita hacer una elección y tomar una decisión.
Es el Espíritu Santo que nos instruye ahora por la Palabra de Dios, y nos orienta para hacer la elección correcta –aquella que nos hará felices. Dios “puso delante de ti el agua y el fuego, extiende la mano para aquello que deseas. La vida y la muerte, el bien y el mal están delante del hombre; lo que él escoja, eso le será dado” (cfr. Ecl 15,14-18.)
Estamos delante de dos reinos: el reino de la muerte donde actúa satanás, aquel que Jesús llamó homicida y mentiroso; y el Reino de Dios, donde opera la Vida Eterna que es el propio Cristo Señor. Orígenes, que se encuentra entre los Padres de la Iglesia, decía que, sea antes de recibir la gracia del Espíritu Santo, sea después de haberla recibido, será siempre a fuerza de luchas y sacrificios, de sudor y de violencia, de privaciones y tribulaciones que la gente podrá vencer y sobrepasar las tinieblas del alma y contemplar la luz del Espíritu Santo. Porque el Reino de los cielos sufre violencia y son los violentos que lo conquistan pues es a través de muchas tribulaciones que debemos entrar en el Reino de los Cielos (cfr. Hech 14,22).
Orígenes va todavía más lejos afirmando que el Reino de los cielos está dentro de nosotros. Y afirma: “Por lo tanto, que no nos vengan a decir, aquellos que continuamente no toman en serio violencia, privaciones, rechazo y aflicción: “Nosotros tenemos el Espíritu Santo dentro de nosotros”, pues sin obras, sin los sudores y los sacrificios de la virtud, nadie obtiene recompensa” Dios mismo nos muestra a través del Evangelio, de las cartas de San pablo, y por medio de la vida de muchos hombres y mujeres que fueron fieles a Dios, que la gracia es dada a los que obedecen a Dios, y aceptan libremente participar con sus sufrimientos de la cruz y de los sufrimientos de Jesús. Nosotros estamos aquí porque escogimos estar con Dios. Nosotros queremos obedecer la palabra de Jesús: “Busca en primer lugar el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas serán dadas por añadidura” (Mc 6,33)
Márcio Mendes
Libro "O dom das lágrimas"
Editorial Canção Nova - Adaptación del original en português.


Nunca solos


Después de 35 años de casada, Josefina Soto quedó viuda a causa del cáncer devastador que atacó a su marido, quien fue llamado por Dios el 9 de marzo de 1999, hace 17 años. Aunque Josefina reconoció que no es fácil vivir sin compañía en una casa tan grande, aseguró no estar sola, pues vive una vida llena de Dios y es Él quien la acompaña en el diario vivir.
Silencio que se disfruta
Con tres hijos ya adultos, con una vida propia hecha, Josefina compartió que la formación espiritual es la base para su vida.
“Mi formación espiritual fue desde muy niña con los jesuitas. Esa formación es la base de mi vida, siempre he estado muy unida al Señor. Aprendí de niña, sin saberlo, el don de la oración de contemplación, lo supe cuando inicié en Talleres de Oración y Vida y el padre Ignacio Larrañaga me lo dijo”,compartió Josefina quien tuvo el privilegio de atender al padre Ignacio en dos ocasiones.
Josefina dijo estar segura de que es la oración lo que la mantiene de pie, además de su servicio como guía de Talleres.
“Tengo tres hijos excelentes, cada uno con su vida, a los cuales no les puedo exigir que vengan constantemente. El 9 de marzo mi marido cumplió 17 años que se fue y los he pasado siempre amparada por Dios, nunca me he sentido sola”,afirmó.
Estos 17 años han sido para Josefina, más que de soledad, de un silencio que disfruta y le sirve para reflexionar.
“Para mí no es soledad, es un silencio en el que se disfruta, en el que se puede hacer uno muchas preguntas aunque no siempre vienen las respuestas. Es oración, es una entrega a Dios, un agradecimiento constante, vivir la vida saboreando aún cuando no todos los planes salgan bien, aceptar con paz lo que viene cada vez”,expresó la entrevistada. 
Momentos difíciles
Josefina compartió que vive su silencio llena de agradecimiento hacia Dios por haberle prestado a un hombre bueno que conoció en la adolescencia. “Conocí a mi marido un 9 de marzo, a los 16 años, y 42 años después, un 9 de marzo, el Señor se lo llevó. Esos 42 años me lo prestó para que me fortaleciera con su alegría, con sus enojos y con su don de gente”, dijo.
Cuando su marido agravó Josefina no tuvo oportunidad de pensar en qué iba a hacer cuando quedara sola sino se dedicó a cuidarlo y estar con él. “Nunca tuve tiempo de pensar en eso, al contrario, un día antes de que el falleciera se lo entregué a Dios en la Hora de la Misericordia, no era posible que padeciera tanto sufrimiento”, compartió.
Entregar a su marido en las manos de Dios no fue fácil. “Me costó mucho entregarlo al Señor. Cuando se fue, se cayó todo, vino la desesperación y la tristeza, pero le agradecí a Dios que lo dejara descansar”, expresó.
Hasta este momento, la tristeza que en contadas ocasiones le llega a Josefina es cuando desayuna, come o cena sola, pero siempre tiene dos lugares en su mesa.“Siempre hay un invitado, tengo al Señor. No está la presencia física y es cuando se siente la tristeza, pero sé que Él está conmigo”.
No hay soledad con Dios
Aunque Josefina aseguró que tiene una vida tranquila, siempre se mantiene activa, imparte talleres de oración, cose, teje, limpia, hace oración, prepara temas, elabora manteles para las capillas del Seminario y roquetes para los seminaristas.
“Ese es mi ritmo de vida, me faltan horas. No ha sido fácil, he tenido muchas situaciones en  que el Señor me ha hecho ver en donde y por qué me necesita. Llevo más de 20 cirugías, pero las angustias y tristezas me han dado fortaleza”,afirmó esta mujer de 75 años, para quien la soledad existe sólo en la persona que no tiene a Dios en su corazón.
Josefina finalizó diciendo: “Un hombre o una mujer de oración jamás están solos. La oración es la comunicación con un Dios que está en todo. Hay que darse un tiempo para la oración y jamás se sentirán solos”.