martes, 29 de marzo de 2016

RESONAR DE LA PALABRA - 29 MAR 2016

Evangelio según San Juan 20,11-18. 
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. 

RESONAR DE LA PALABRA
             Corría esta mujer hacia el sepulcro. A terminar los ritos de la sepultura, que habían quedado a medias.Pero quería, sobre todo, reencontrar lo que estaba perdido sin remedio. O lo que le quedaba de lo que fue: unos restos.
         Parece muy humano ese empeño de agarrarse al pasado, «embalsamar» la historia para que «aguante» un poco más, quedar aprisionados y enredados por los recuerdos... hasta el punto de tener delante lo totalmente nuevo... y no verlo.
           María tiene que «volverse» (Convertíos para recibir el Espíritu Santo, que dice nuestra primera lectura), dar la espalda a la tumba, para mirar lo que está delante, mirar y aceptar la realidad, dejarse de añoranzas y... para poder reconocer a su Señor. Tiene que renunciar a su pasado, por muy fantástico que haya sido,para descubrirse nueva, para abrirse a una nueva presencia, a una nueva relación, a una nueva misión. Aunque sea importante conservar el amor, las relaciones personales, porque son parte de lo que somos, y el amor es más fuerte que la muerte. Esto no lo ha descubierto aún con toda su fuerza.
Lo cierto es que la resurrección de Jesús tiene mucho de ruptura con el pasado. Hay muchas cosas que con él se han quedado  viejas, superadas, obsoletas:

Una Ley que se antepone al bien de las personas y desemboca con frecuencia en legalismo
Una idea de Dios prisionero de un Templo, de unas castas, de unos méritos, de unos ritos...
Un modo de practicar el culto que se olvida de la misericordia, y que es ajeno a la vida cotidiana
Un estilo de sacerdocio alejado del pueblo, lleno de privilegios, puros «funcionarios»
Un templo con el velo rasgado (vacío), que nos invita a relacionarnos con Dios «en espíritu y verdad»
Un modo de entender al ser humano: donde tantos quedan tirados al borde del camino, mientras los «buenos» pasan de largo, sin «aproximarse»
Un modo de interpretar la Escritura, que ha supuesto la condena del Señor,  
         Precisamente por esto los cristianos no debiéramos ser «CONSERVADORES». Necesitamos, sí, una memoria histórica que nos haga mirar el presente con ojos transformadores, que actualice la salvación en las nuevas circunstancias. Como decía Isaías: Mirad, que hago nuevas todas las cosas. ¡Y tanto! Mirad qué «nuevo» es el Señor Resucitado. Y mirad qué «nueva» queda María Magdalena después de su encuentro con el «Jardinero».
            Lo nuestro no son los «museos», ni los mausoleos,  ni las viejas glorias. No es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor. Hay que «soltar», pero manteniendo la búsqueda, siempre la búsqueda. Magdalena encuentra por salir de madrugada a buscar. Ellos, los discípulos, no había ido a buscar nada todavía. 
El Dios de la vida es el Dios del presente y del futuro, que no deja de repetirnos:
- No temáis
- Paz a vosotros
- Id...
           Hay muchas cosas que hay que dejar que mueran, e incluso ayudarlas a morir, porque son del mundo viejo, porque son historia, porque llegan a ser una auténtica losa inamovible, un sepulcro sin sentido. 
           El Resucitado y sus apóstoles tienen que ser encontrados en otro sitio: Delante, abriendo caminos, dando buenas noticias, liberando de esclavitudes, espantando sombras, secando lágrimas, denunciando a los «vosotros» que matan la vida y pisotean al débil... Sin dejarnos contaminar por «esta generación perversa».
Y le dijo también:
No te sujetes tampoco
tú a ti misma,

no pierdas un minuto
en abrazarme los pies.
Son pies para el camino.
¡Pues al camino los tuyos!
Anúnciales a los míos que estoy vivo.
Y a ti que te vean viva.

              (JL BLANCO VEGA)
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
COMENTARIO publicado por Ciudad Redonda

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