sábado, 30 de marzo de 2013

Justificados Gratuitamente


“Todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. Él fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre... De esa manera, Dios ha querido mostrar su justicia: en el tiempo presente, siendo justo y justificando a los que creen en Jesús. (Rom 3, 23-26).

Hemos llegado al culmen del Año de la fe y a su momento resolutivo. ¡Esta es la fe que salva, "la fe que vence al mundo" (1 Jn 5,5)! La fe – apropiación por la cual hacemos nuestra, la salvación obrada por medio de Cristo, y nos revestimos con el manto de su justicia. Por una parte está la mano extendida de Dios que ofrece al hombre su gracia; por la otra, la mano del hombre que se extiende para acogerla mediante la fe. La "nueva y eterna alianza" está sellada con un apretón de mano entre Dios y el hombre.

Tenemos la posibilidad de tomar, en este día, la decisión más importante de la vida, aquella que nos abre las puertas de la eternidad: ¡creer! ¡Creer en que "Jesús murió por nuestros pecados y ha resucitado para nuestra justificación" (Rom 4, 25)! En una homilía pascual del siglo IV, un obispo pronunciaba estas palabras excepcionalmente modernas y existenciales: "Para cada hombre, el principio de la vida es aquel, a partir del cual Cristo ha sido inmolado por él. Pero Cristo es inmolado por el en el momento en el cual reconoce la gracia y se hace consciente de la vida que le ha sido procurada por aquella" (Homilía pascual del año 387, en SCh 36, p. 59 s.).

¡Qué extraordinario! Este Viernes Santo, celebrado en el Año de la fe y ante la presencia del nuevo sucesor de Pedro, podría ser, si lo queremos, el principio de una nueva vida. El obispo Hilario de Poitiers, convertido al cristianismo en edad adulta, repensando en su vida pasada, decía: "Antes de conocerte, yo no existía".

Aquello que se requiere es solamente que no nos escondamos como Adán después de la culpa, que reconozcamos tener necesidad de ser justificados; que no nos auto-justifiquemos. El publicano de la parábola subió al templo e hizo una breve oración: "Oh Dios, ten piedad de mí, pecador". Y Jesús dice que aquel hombre regresó a casa "justificado", es decir, hecho justo, perdonado, hecho criatura nueva; creo que cantando alegremente en su corazón (Lc 18,14). ¿Qué había hecho de extraordinario? Nada, se había puesto en la verdad ante Dios, y es lo único que Dios necesita para actuar.
***
Como quien, en la escalada de una pared alpina, habiendo superado un paso peligroso, se detiene un momento para recuperar el aliento y admirar el nuevo panorama que se ha abierto ante él, así hace también el apóstol Pablo al inicio del capítulo 5 de la Carta a los Romanos, después de haber proclamado la justificación mediante la fe: 
“Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”. (Rom 5, 1-15).

Son efectuadas hoy, desde los satélites artificiales, fotografías a rayos infrarrojos de enteras regiones de la tierra y del entero planeta. ¡Cómo aparece diferente el panorama visto desde lo alto, a la luz de aquellos rayos, en comparación con aquello que vemos con la luz natural y estando dentro! Recuerdo una de las primeras fotos satelitales difundidas en el mundo; reproducía la entera península del Sinaí. Muy diferentes eran los colores, más evidentes los relieves y las depresiones. Es un símbolo. También la vida humana, vista a los rayos infrarrojos de la fe, desde las alturas del Calvario, es diferente de lo que se ve “a simple vista”. 


Todo – dijo el sabio del Antiguo Testamento – sucede igual, del justo hasta el impío... “Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad”. (Ecl 3, 16, 9, 2). Y en efecto, en todos los tiempos se ha visto la iniquidad triunfante y a la inocencia humillada. Pero para que no se crea que en el mundo hay algo fijo y seguro, he aquí, nota Bossuet, que a veces se ve lo contrario, es decir la inocencia sobre el trono y la iniquidad sobre el patíbulo. ¿Pero qué concluía Qoelet? Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción”. (Ecl 3, 17). Encontró el punto de vista que nuevamente pone el alma en paz.
Aquello que el Qoelet no podía saber y que nosotros más bien sí sabemos es que este juicio ya se ha dado: "Ahora dice Jesús – caminando hacia su pasión–, ha llegado el juicio de este mundo, ahora será echado fuera el príncipe de este mundo, y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí "(Jn 12, 31-32).
En Cristo muerto y resucitado, el mundo alcanzó su meta final. El progreso de la humanidad avanza hoy a un ritmo vertiginoso, y la humanidad ve abrir ante sí nuevos e inesperados horizontes fruto de sus descubrimientos. Y también, se puede decir que ya ha llegado el final de los tiempos, porque en Cristo, subido a la derecha del Padre, la humanidad ha alcanzado a su meta final. Ya comenzaron los cielos nuevos y la tierra nueva. 


A pesar de todas las miserias, las injusticias y las monstruosidades existentes sobre la tierra, en él ya se inauguró el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos lo contrario, pero el mal y la muerte realmente están vencidos para siempre. Sus fuentes se han secado; la realidad es que Jesús es el Señor del mundo. El mal ha sido radicalmente vencido por la redención por él obrada. El mundo nuevo ya ha comenzado.


Una cosa sobretodo aparece diversa, vista con los ojos de la fe: ¡la muerte! Cristo entró en la muerte como se entra en una prisión oscura; pero salió de ella por la pared opuesta. No ha regresado de donde había venido, como Lázaro que vuelve a la vida para morir de nuevo. Abrió una brecha hacia la vida que nadie podrá cerrar jamás, y por la cual todos pueden seguirlo. La muerte no es más un muro contra el que se estrella toda esperanza humana; se ha convertido en un puente hacia la eternidad. Un "puente de los suspiros", tal vez porque a nadie le gusta morir, pero un puente, ya no más un abismo que todo lo traga. "El amor es fuerte como la muerte", dice el Cantar de los Cantares (8,6). ¡En Cristo ha sido más fuerte que la muerte!
En su "Historia eclesiástica del pueblo inglés", Beda el Venerable narra cómo la fe cristiana hizo su ingreso en el norte de Inglaterra.
Cuando los misioneros venidos de Roma llegaron a Northumberland, el rey del lugar convocó al consejo de dignatarios para decidir si se les debía permitir o no, difundir el nuevo mensaje. Algunos de los presentes se mostraron a favor, otros en contra. Era invierno y afuera había nieve y ventisca, pero la habitación estaba iluminada y cálida. En cierto momento, un pájaro salió de un agujero de la pared, sobrevoló asustado un rato por la sala, y luego desapareció por un agujero en la pared opuesta.
Entonces se levantó uno de los presentes y dijo: “Oh rey, nuestra vida en este mundo es como ese pájaro. No sabemos de dónde venimos, por un poco de tiempo gozamos de la luz y del calor de este mundo, y luego desaparecemos de nuevo en la oscuridad, sin saber a dónde vamos. Si estos hombres son capaces de revelarnos algo del misterio de nuestras vidas, debemos escucharlos”. 
La fe cristiana podría retornar a nuestro continente y en el mundo secularizado por la misma razón por la que hizo su entrada: como la única que tiene una respuesta segura que dar a los grandes interrogantes de la vida y de la muerte.
***
La cruz separa a los creyentes de los no creyentes, porque para unos es un escándalo y una locura, y para otros es el poder de Dios y la sabiduría de Dios (cf. 1 Cor 1, 23-24); pero en un sentido más profundo, ésta une a todos las hombres, creyentes y no creyentes. “Jesús tenía que morir [...] no solo por una nación, sino que también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11, 51 s.). Los nuevos cielos y la tierra nueva pertenecen de derecho a todos y son para todos: porque Cristo murió por todos.
La urgencia que nace de todo aquello es evangelizar: "El amor de Cristo nos impulsa, al pensar que uno murió por todos" (2 Cor 5,14). ¡Nos impulsa a la evangelización! Anunciamos al mundo la buena nueva de que "ya no hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, me libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte" (Rom 8, 1-2).

Hay una narración del judío Franz Kafka que es un fuerte símbolo religioso y adquiere un significado nuevo, casi profético, escuchado el Viernes Santo. Se titula "Un mensaje imperial". Habla de un rey que, en su lecho de muerte, llama junto a sí a un súbdito y le susurra un mensaje al oído. Es tan importante aquel mensaje que se lo hace repetir, a su vez, al oído. Luego despide con un gesto al mensajero que se pone en camino. Pero oigamos directamente del autor lo que sigue de la historia, marcada por el tono onírico y casi de pesadilla típico de este escritor:
"Extendiendo primero un brazo, luego el otro, se abre paso a través de la multitud como ninguno. Pero la multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. ¡Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría! En cambio, qué vanos son sus esfuerzos; todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio interno, de las cuales no saldrá nunca. Y aunque lo lograra, no significaría nada: todavía tendría que esforzarse para descender las escaleras. Y si esto lo consiguiera, no habría adelantado nada: tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante. Y cuando finalmente atravesara la última puerta --aunque esto nunca, nunca podría suceder--, todavía le faltaría cruzar la ciudad imperial, el centro del mundo, donde se amontonan montañas de su escoria.
Allí en medio, nadie puede abrirse paso a través de ella, y menos aún con el mensaje de un muerto. Tú, mientras tanto, te sientas junto a tu ventana y te imaginas tal mensaje, cuando cae la noche".

Desde su lecho de muerte, Cristo confió a su Iglesia un mensaje: "Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Todavía hay muchos hombres que están de pie junto a la ventana y sueñan, sin saberlo, con un mensaje como el suyo. Juan, acabamos de oírlo, dice que el soldado traspasó el costado de Cristo en la cruz "para que se cumpliese la Escritura que dice: «Mirarán al que traspasaron»" (Jn. 19, 37). En el Apocalipsis añade: "He aquí que viene entre las nubes, y todo ojo le verá, aún aquellos que le traspasaron; y por él todos los linajes de la tierra harán lamentación" (Ap 1,7).


Esta profecía no anuncia la venida final de Cristo, cuando ya no será el momento de la conversión, sino del juicio. En su lugar describe la realidad de la evangelización de los pueblos. En ella se verifica una misteriosa, pero real venida del Señor que les trae la salvación. Lo suyo no será un grito de desesperación, sino de arrepentimiento y de consuelo. Es este el significado de la escritura profética que Juan ve realizada en el costado traspasado de Cristo, es decir de Zacarías 12, 10: "Y derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén, un espíritu de gracia y de súplica; y mirarán hacia mí, al que ellos traspasaron".
La evangelización tiene un origen místico; es un don que viene de la cruz de Cristo, de aquel costado abierto, de aquella sangre y de aquella agua. El amor de Cristo, como aquel trinitario, del que es la manifestación histórica, es "diffusivum sui", tiende a expandirse y alcanzar a todas las criaturas "especialmente a las más necesitadas de su misericordia". La evangelización cristiana no es conquista, no es propaganda; es el don de Dios para el mundo en su Hijo Jesús. Es dar a la Cabeza la alegría de sentir fluir la vida desde su corazón hacia su cuerpo, hasta vivificar sus miembros más alejados.
Tenemos que hacer todo lo posible para que la Iglesia no se convierta nunca en aquel castillo complicado y atestado descrito por Kafka, y para que el mensaje pueda salir de ella libre y feliz como cuando inició su recorrido. Sabemos cuáles son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios, empezando por aquellos que separan a las varias iglesias cristianas entre ellas, el exceso de burocracia, las partes de ceremoniales, leyes y controversias pasadas, convertidas en escombros.
En el Apocalipsis, Jesús dice que Él está a la puerta y llama (Ap 3,20). A veces, como señaló nuestro Papa Francisco, no llama para entrar, sino que llama desde dentro para salir. Salir hacia las "periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia y de la indiferencia religiosa, y de cada forma de miseria".

Sucede como con algunos edificios antiguos. A través de los siglos, y para adaptarse a las exigencias del momento, se les ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos. Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las exigencias actuales, es más, éstas son un obstáculo, y entonces se hace necesario tener el valor de derribarlas y reportar el edificio a la simplicidad y linealidad de sus orígenes. Esta fue la misión que recibió un día un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damián: "Ve, Francisco, y repara mi Iglesia".
"¿Y quién es capaz de cumplir semejante tarea?", se preguntaba aterrorizado el Apóstol frente a la tarea sobrehumana de ser en el mundo "el perfume de Cristo", y he aquí su respuesta que vale también hoy: "no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida”. (2 Cor 2, 16; 3, 5-6).
Que el Espíritu Santo, en este momento en cual se abre para la Iglesia un tiempo nuevo, pleno de esperanza, despierte en los hombres que están en la ventana la espera del mensaje, y en los mensajeros, la voluntad de hacerlo llegar a ellos, también al precio de la vida

Ausencia y Esperanza


SÁBADO SANTO

"Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección (Circ 73).

Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. 

Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

Es el día de la ausencia.
El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.
Descansa: "consummatum est",
"todo se ha cumplido".
Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra.
El anonadamiento, es elocuente.
"Fulget crucis mysterium":
"resplandece el misterio de la Cruz."

El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.

Es un día de meditación y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos, atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande" (Job. 2, 13).

Eso sí, no es un día vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran lecciones ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.

El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado:
"...se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero".

viernes, 29 de marzo de 2013

Agua Viva en nuestros desiertos


Una nueva capacidad


Lo que los ojos no ven

26/03/2013

Tener ojos espirituales debería ser el sueño de todos los jóvenes que buscan guiar su vida por la Palabra de  Dios.
Ojos espirituales” es la capacidad, en el medio de toda confusión del día a día, de ver las señales que el Señor va revelando en los acontecimientos de nuestras vidas. Cuando estamos inmersos en nosotros mismos, en los problemas o incluso en el atropello de la vida, no conseguimos ver lo que Dios nos propone, la novedad a la que Él nos invita a vivir.
En el libro de Judith, tenemos la Palabra: “Todos tus caminos son previamente elegidos y tus juicios son marcados por su providencia” (cap. 9.5).
Esto nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de, aún sin entender el “no” que Dios nos da, seguir creyendo que Él sabe lo que es mejor para nosotros. Aun cuando no entendemos lo que él nos motiva a vivir, necesitamos hacer la experiencia de ver con los ojos de la fe.
Así como lo hizo Abraham, que ni siquiera comprendiendo porque Dios le pedía en sacrificio el hijo de la promesa, fue capaz de ver con los “ojos de águila” que la providencia de Nuestro Señor va más allá de nuestras expectativas. Sólo con esta seguridad de la fe fue capaz de responder al hijo cuando lo pregunto sobre el cordero para el holocausto. “Entonces Isaac dijo a Abraham: Padre mío.
-Le respondió:- ¿Qué hay, hijito?
Prosiguió Isaac: Llevamos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?.
Abraham le respondió: Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío. Y continuaron juntos el camino” 
Génesis 22, 7-8
A pesar de no entender cuando escuchamos el “no” que Dios nos da, continuamos creyendo que él sabe lo que es mejor para nosotros.
La seguridad de que Dios sabía dónde lo estaba conducido, le dio a Abraham la firmeza de afirmar que la providencia Divina se manifestaría. Él traía en sí la seguridad que el Señor no se retracta en Sus promesas.
En un momento difícil de la vida, cuando no conseguía ver más allá de mi dolor, el Señor me hizo una promesa. Desde entonces, esta promesa guía mis pasos. En un momento de dolor, Dios me dijo con voz clara: “Porque yo sé muy bien lo que haré por ustedes; les quiero dar paz y no desgracia y un provenir lleno de esperanza, oráculo del Señor” (Jer 29-11).
Por eso, cuando me exalto por una dificultad, luego me viene el recuerdo de la promesa que Él mismo hizo. Voy tranquilizando mi corazón, fijo mis ojos en el Señor y digo: “¡Confía, corazón!
El Señor tu Dios cuida de ti, aunque los ojos humanos no pueden ver,
Él está trabajando en tu favor y no tardará en cumplir sus promesas

Por: Reneila Paiva
Traducción: Thaís Rufino de Azevedo
fuente: destrave.cancaonova.com 

jueves, 28 de marzo de 2013

Silenciar para oír al Señor

Hay varios tipos de silencio.
Muchos se sumergen en él apenas para huir o para dormir.
otros hacen uso de mil técnicas a fin de simplemente relajarse;
otros ejercitan la meditación con el pensamiento bloqueado, suspendido en un silencio vacío,
juzgando así elevarse.
Algunos enmudecen por capricho o por mal humor,
y así muchos otros...
El verdadero silencio es aquel que nos coloca delante de Dios.
Esta experiencia enriquece nuestros valores,
reflexiones, sentimientos e ideas y más:
en lo íntimo del alma forma las convicciones
y enraíza las virtudes;
allí se definen las líneas maestras de la lucha personal por mejorar
cada día un poco más.

Tenemos el hábito de hablar mucho
y casi no sabemos escuchar.
Hay pobreza de palabras
porque hay pobreza de silencio.
Solo tendremos posibilidad de responder con prontitud a Dios
y a los hermanos si nos ejercitamos en la escucha.

"El Señor se puso junto a él y lo llamó como
lo había hecho las otras veces: ¡Samuel, Samuel!
Y él respondió: habla que tu siervo escucha"
cfr. 1Sam 3,10

Pidamos hoy al Señor
que nos enseñe a silenciar
para que podamos oír Su voz
a ejemplo del Profeta Samuel.

Jesús, en Vos confío!


martes, 26 de marzo de 2013

Cuando oramos...

¡El cielo viene hasta nosotros!

Esta es una verdad a la cual Dios nos llama:
nuestra oración, independientemente del estado en que nos encontramos,
ella es la fuerza motriz para que los Ángeles y Santos entren en acción
y vengan en nuestro auxilio.
Esta es la vida sobrenatural para la cual Dios nos quiere unidos.
"Conocerán la verdad, y la verdad los hará hombres libres" (Jn 8,32)

Aprovecha este momento y reza al Señor.
Presenta tus necesidades, tus pedidos.
Preséntale tu situación de salud, tus problemas.
Pide por tus hijos, padres, por tu matrimonio y tu empleo.
¡No pides sólo! ¡Los ángeles y santos están contigo!
Ellos rezan con nosotros, reforzando y presentando
nuestras oraciones y, principalmente,
nuestra vida al Señor.

Cuando oramos juntos, el propio Jesús,
que es el principal intercesor,
se pone en medio nuestro como intercesor,
así también sucede con la Virgen María.
Toda oración tiene su efecto,
aún cuando no lo percibamos.
Cuando oramos el cielo se hace presente.
Un pedacito de él desciende hasta nosotros.

Recemos: ¡Ven, Señor Jesús!

Mons. Jonas Abib
Fundador Comunidad Canción Nueva
Fuente: Mensaje del día portal www.cancaonova.com
adaptación y traducción del português



domingo, 24 de marzo de 2013

Noche del encuentro - Marzo 2013

Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María,
morada de pureza y santidad,
cubre mi alma con tu protección maternal
a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús,
responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad.
Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón
que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo.
Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores.
Protégeme siempre.
Amén

El tiempo

Llega el tiempo en que los adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad...!

Encuentro

La unidad se entreteje en la fraternidad.
La fraternidad nace del amor.







Entendiendo...

Entiende el significado del
DOMINGO DE RAMOS
El Domingo de Ramos marca el inicio de la Semana Santa, que mezcla los gritos de hosannas con los clamores de la Pasión de Cristo. El pueblo recibe a Jesús agitando sus ramos de olivos y palmeras. Los ramos significan la victoria: “Hosanna al Hijo de David: bendito sea el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel, hosanna en las alturas”.
Los ramos presentados por el pueblo nos remiten al sacramente del bautismo, por medio del cual nos tornamos hijos de Dios y responsables por la misión de nuestra Iglesia. Y el acto de llevar los ramos a nuestra casa nos recuerda que estamos unidos a Cristo en la lucha por la salvación del mundo.
La procesión con los ramos tiene como objetivo representar la peregrinación que cada cristiano realiza sobre la Tierra buscando la vida eterna junto al Señor. Este acto nos recuerda que somos peregrinos en este mundo y que nuestro lugar es el cielo, de donde vinimos y hacia donde debemos volver.
Finalmente, la Santa Misa del Domingo de Ramos trae la narración de San Lucas sobre la Pasión de Jesús: su angustia mortal en el Huerto de los Olivos, la sangre vertida con sudor, el beso traicionero de Judas, la prisión, los malos tratos en las manos de los soldados en la casa de Anas, Caifás; su juicio ante Pilatos, después, delante de Herodes, su condenación, el pueblo vociferando “crucifícalo, crucifícalo”; las bofetadas, las humillaciones, el camino recorrido hasta el Calvario, la ayuda del Cireneo, el consuelo de las santas mujeres, el terrible madero de la cruz, el diálogo de Jesús con el buen ladrón, su muerte y sepultura.
El Maestro nos enseña con hechos y ejemplos que su Reino, de verdad, no es de este mundo. Él no vino a derrocar al Cesar o a Pilatos sino a derrumbar a un enemigo mucho peor e invisible, el pecado. Y para eso fue necesario que se inmole; aceptar la Pasión, pasar por la muerte para destruirla; perder la vida para ganarla.

Profesor Felipe Aquino
Traducción: Exequiel Alvarez
Fuente: Portal www.cancionnueva.com




¡Buen día...!

¡Buen día, Espíritu Santo!
Ven a afirmar nuestros pasos,
Ven a iluminar nuestro andar.
Que el sendero este marcado por tus mandatos y preceptos.
Que las obras de nuestro día hablen de Ti.
Manifiesta en la mañana,
¿qué podemos hacer juntos hoy?

Domingo de Ramos en comunidad

Foto

¿Por qué las tribulaciones no pasan?

Un gran desafío de la vida cristiana es el modo como comprendemos el sufrimiento. No se trata de una tarea muy complicada una vez que nos colocamos a la luz de la vida de Jesucristo. Vamos directo al asunto, se trata de nuestra participación en el Misterio Pascual de Cristo que es continuo y envuelve todo nuestro vivir!

Nuestras tribulaciones son nuestra vida en concreta participación con los dolores de Cristo y su Iglesia. Para quien es cristiano es así!
Por lo tanto, considerar las tribulaciones un problema es un retroceder en nuestra vida cristiana. Vivir las pruebas en el Misterio Pascual es el camino justo que quien quiera crecer!

Eres tú quien escoge!
Tu hermano
Ricardo Sá

fuente: www.cancaonova.com
adaptación y traducción del português

Ora por mi

¡Buen día, Espíritu Santo!
Sella con Tu Amor nuestro día,
danos la oportunidad de recibir con gozo tus bendiciones.
¡Visítanos!
Consuela al triste.
Levanta al deprimido.
¡Amén!


La Comunidad de oración



El grupo de oración es como una pileta llena de agua,
llena de Espíritu Santo,
donde nos tiramos de cabeza para sumergirnos en el amor y en los dones de Él.
El mundo es tan árido y la guerra espiritual que enfrentamos diariamente
es tan ardua que, si no tuviésemos al menos una vez por semana,
la gracia de poder bucear en el Espíritu Santo con los hermanos,
orando con ellos libremente en el lenguaje de los ángeles,
alabando y cantando juntos, viviríamos fatalmente como quien vive en el desierto.
Nuestros grupos de oración precisan ser cálidos, acogedores, no barullentos.
Precisan estar llenos de la presencia de Dios, del Espíritu Santo, repletos de oración.
Precisan ser lugares donde realmente nos ayudemos unos a otros y nos animemos con cantos,
con la música, con la alabanza, con la oración espontánea, con gestos.
Conducidos y ayudados por personas llenas de alabanza,
llenas de alegría, llenas de Palabra de Dios,
de manera que podamos ser, cada semana,
un grupo sobre el cual el Espíritu se derrame.
El grupo de oración precisa ser simple, espontáneo.
Es preciso acabar con los vicios de posesión, y de posición.
“¡Ése es mi lugarcito en el grupo de oración, es mío. Soy yo quien lo va a hacer y nadie más!” Y lo peor son las sillas cautivas: “Ese lugar es mío, Ay de quién osare tocar mi lugar, mi silla cautiva!”
¡El coordinador no es dueño del grupo!
De manera que quien debe coordinar el grupo precisa ser alguien de discernimiento,
dócil a las mociones del Espíritu Santo.
No es como aquel dirigente que todavía tiene las riendas en sus manos, bien seguro de sí.
El Espíritu Santo anda, y camina deprisa; si estás asegurando aún las riendas en tus manos, ¡estarás deteniéndolo!
Es muy importante que nuestros grupos de oración sean grupos de derramamiento del Espíritu Santo, porque precisamos de más fuerza de lo Alto pues la vida nos deja secos y duros; el día a día, el trabajo de casa, la familia, el mundo, nos desgastan.
Por eso, el propio Jesús nos dice:
“Recibirán una fuerza, la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes; y serán entonces mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” Hch. 1,8

Mons. Jonas Abib.
Fundador Comunidad Canción Nueva.
Fuente: www.cancaonova.com
Adaptación y traducción del português

El perdón como fuente de vida

Uno de los temas centrales del evangelio es el perdón como fuente de vida que abre un camino y orienta una conducta. Esto tiene un profundo sentido salvífico y es signo de la presencia de Dios. Jesús, en este sentido, fue siempre motivo de escándalo: "porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos" (C.I.C 589). ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios? (Mc. 2, 7), es la permanente crítica a Jesús.
El evangelio de este domingo nos muestra uno de estos pasajes en la escena de la mujer adúltera que iba a ser dilapidada (Jn. 8, 1-11), y es presentada a Jesús. Luego de un silencio en el que Jesús comenzó a escribir en el suelo, les responde: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". Al quedarse solo con la mujer, porque los acusadores se fueron retirando, Jesús le dice: "Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante". No hay una aprobación de la conducta de la mujer, sí una crítica a la intención de los acusadores pero, sobre todo, una palabra de perdón que orienta el camino a la mujer.
El perdón no se queda en la falta cometida sino que se abre a una vida nueva. Podríamos decir que la vida de una persona no queda encerrada en su pasado sino que está abierta, por la gracia del perdón, hacia el futuro. En este sentido es iluminador aquel pasaje en el que Jesús, valorando el cambio de actitud de uno de los hijos, les advierte a sus discípulos que deben estar atentos: "porque los publicanos y las prostitutas pueden precederlos en el Reino de los Cielos" (Mt. 21, 31). A sus discípulos les recuerda que el pasado no es una garantía absoluta para ellos, en esas mujeres y en los publicanos, les dice, está la posibilidad de un cambio que las introduzca en una vida nueva. El Señor no se fija tanto en el pasado, en el "curriculum vitae", en lo que podemos presentar, sino en el futuro, en lo que estamos dispuestos a hacer. En última instancia, nos está diciendo, nuestra verdad está delante de nosotros. El perdón se inscribe en esa actitud de conversión y de gracia que proviene de Dios, que como Padre no abandona a sus hijos, incluso en el pecado: "Dios no envío a su Hijo para juzgar al mundo, sino para salvarlo" (Jn. 3, 17). El perdón es signo de vida y camino de esperanza.
Este perdón, que tiene su fuente en Dios y nos es comunicado por Jesucristo, no es olvido de la falta cometida, sino que busca un cambio de vida y nos introduce en la dinámica creativa de la gracia. Hablamos de un hombre nuevo. En Cristo se cumple la profecía de Isaías: "No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas, yo estoy por hacer algo nuevo" (Is. 43, 18-19). Si no descubrimos en Jesucristo el poder de este perdón que proviene de Dios no lo hemos conocido, haremos de él un buen predicador de temas morales, pero no será la presencia de Dios que: "tanto amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga la Vida eterna". (Jn. 3, 16). Esta presencia de Jesucristo es actual, la podemos recibir de su Palabra y en los Sacramentos que nos ha dejado en la Iglesia. Cuaresma nos propone actualizar esta Vida Nueva para la que hemos sido creados.
Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor que siempre está cerca y a nuestra espera.


Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz.
fuente: Portal Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz.

Sólo eso...

LA VERDAD,
SOLAMENTE LA VERDAD


La verdad contiene en sí la fuerza de transformarnos y hacer de nosotros hombres y mujeres nuevos y fuertes.
Cuanto más vivimos en la verdad, tanto mas somos lanzados a superar los desafíos propuestos por la vida.

La verdad tiene nombre: Jesús, es por Él que somos libres, aunque algunas veces duela.

Pidamos al Señor la gracia de colocar hoy toda nuestra vida bajoSu Luz, para que veamos todas las cosas como, de hecho, ellas son.

¿Vamos a vivir hoy en la verdad?
"Conoceréis la verdad y la verdad los hará libres" Jn. 8,32

Jesús, en Vos confío!

Luzia Santiago.
Co-Fundadora Comunidad Canção Nova.
Fuente: www.cancaonova.com
adaptación y traducción del português

Miércoles de Victoria - Marzo 2013

Foto: III Miércoles de Mes... ¡Miércoles de Victoria!
Noche para celebrar las Victorias de Dios en nuestras vidas.
¿nos preparamos?

Jesús y la ternura

"Lo que más me impresiona de Jesús es su ternura, su misericordia.
Jesús perdona siempre, te está esperando para perdonarte,
para volverte a ubicar.
Jesús no se cansa de perdonar.
Si nosotros nos apartamos mucho de Jesús se nos va endureciendo el corazón."
Card. Jorge Bergoglio.

Foto: "Lo que más me impresiona de Jesús es su ternura, su misericordia. Jesús perdona siempre, te está esperando para perdonarte, para volverte a ubicar. Jesús no se cansa de perdonar. Si nosotros nos apartamos mucho de Jesús se nos va endureciendo el corazón." Card. Jorge Bergoglio.
¡Buen día, Espíritu Santo!
Tú eres Lámpara de Gracia que alumbras mis tinieblas,
Confío en tu auxilio y me siento invencible.
Porque caminando Contigo me rodea tu Amor.
Anima me ser, dame vivir este día con pasión y alegría,
Y en el Nombre de Jesús reciba Bendición.
Amén!

Homilia Inicio ministerio

"Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado, y es también el onomástico de mi venerado predecesor: le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud.

Saludo con afecto a los hermanos cardenales y obispos, a los presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su presencia a los representantes de las otras iglesias y comunidades eclesiales, así como a los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. Dirijo un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.

Hemos escuchado en el Evangelio que "José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer" (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¨de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: "Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo" (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús.

¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. Y José es "custodio" porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.

Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra San Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios.

Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen "Herodes" que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.

Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos "custodios" de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para "custodiar", también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.

Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.

Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¨de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.

En la segunda lectura, San Pablo habla de Abraham, que "apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza" (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza. Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.

Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.

Imploro la intercesión de la Virgen María, de San José, de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, de San Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Recen por mí. Amén".

SS Francisco.
Foto
¡Buen día, Espíritu Santo!
Madrugamos Contigo...
¡Que madrugue en nosotros tu misericordia!
¡Que despunte el Sol que Nace de lo Alto!
¡Que se levante tu Gracia,
y Brille en nosotros Tu Santa Faz!
Este es el tiempo oportuno,
Tu Amor está grande con nosotros
y estamos alegres!
Amén!

Nuestra Fuerza

PONGAMOS EN ACCIÓN
NUESTRA VERDADERA FUERZA


La única fuerza capaz de volver éste mundo más humano, más fraterno y más justo es el amor.
No nos preocupemos en hacer grandes cosas, sino más bien comencemos a amar a quien está a nuestro lado, con gestos simples, concretos, y grandes cambios acontecerán.

Sé que nuestra naturaleza es resistente, pero si tomamos la firme decisión de amar a nuestro prójimo, la gracia de Dios nos ayudará y nada nos faltará, como dice el salmista: "El Señor es mi pastor que me conduce; nada me faltará" (cfr. Sal 22)

El deseo del corazón de Jesús es que nos amemos unos a otros; Es Él quien nos dió este mandamiento, y si nos lo dio, también nos dará la gracia de vivirlo, porque es esencial a nosotros la vivencia del amor.

Jesús, enséñanos a amar como el Señor nos ama.
Gracias, Señor!

Luzia Santiago.
Co-Fundadora Comunidad Canção Nova.
Fuente: mensaje del día www.cancaonova.com
Adaptación y traducción del portugês.
¡Buen día, Espíritu Santo!
Ven a orar en mí!
Ilumina mis oscuridades,
enciende en Tu Fuego mis tibiezas,
Enséñame el lenguaje de la misericordia.
No permitas que el abatimiento ponga en mí su nido.
Ni la tristeza acampe,
ni el orgullo domine,
ni el desasosiego gobierne.
¡Amén!


¿Oramos por nuestro Santo Padre Francisco y
la Iglesia toda?


"Padre Bueno,
que siempre escuchas el clamor de tu pueblo,
te pedimos por nuestro pastor, el papa Francisco.

Anímalo y dale fuerzas con tu Espíritu,
para que unido a los obispos pastores
de todas las iglesias diocesanas del mundo,
guíe la vida de los cristianos
por las huellas del camino de Jesús.

En el espíritu de san Francisco de Asís, Señor,
te pedimos ser una Iglesia pobre y fraterna,
con un corazón abierto y compasivo a los que sufren,
a los que no tienen lugar, a los que son excluidos,
a los que padecen violencia, a los enfermos de toda dolencia,
a los que dejan su tierra como migrantes,
y a los niños, jóvenes y mayores que mueren por la droga,
en todos ellos, y en muchos otros, vemos tu rostro sufriente,
y queremos, como enseñó Francisco al besar al leproso,
dar muestras concretas de un amor que haga crecer la vida.

Queremos ser, con el papa Francisco,
con nuestros obispos pastores,
con todas las comunidades cristianas,
una Iglesia sencilla y servidora,
que anuncie con alegría el Evangelio de Jesús,
que ame y cuide la naturaleza y la Tierra, casa de todos,
que trabaje junto a otros para hacer un mundo de hermanos,
que se alegre con María, y con Ella se haga fuerte en la fe y la esperanza,
porque para Dios “no hay nada imposible”.

Que así sea

Marcelo A Murúa
Buenas Nuevas.