viernes, 29 de marzo de 2013

Una nueva capacidad


Lo que los ojos no ven

26/03/2013

Tener ojos espirituales debería ser el sueño de todos los jóvenes que buscan guiar su vida por la Palabra de  Dios.
Ojos espirituales” es la capacidad, en el medio de toda confusión del día a día, de ver las señales que el Señor va revelando en los acontecimientos de nuestras vidas. Cuando estamos inmersos en nosotros mismos, en los problemas o incluso en el atropello de la vida, no conseguimos ver lo que Dios nos propone, la novedad a la que Él nos invita a vivir.
En el libro de Judith, tenemos la Palabra: “Todos tus caminos son previamente elegidos y tus juicios son marcados por su providencia” (cap. 9.5).
Esto nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de, aún sin entender el “no” que Dios nos da, seguir creyendo que Él sabe lo que es mejor para nosotros. Aun cuando no entendemos lo que él nos motiva a vivir, necesitamos hacer la experiencia de ver con los ojos de la fe.
Así como lo hizo Abraham, que ni siquiera comprendiendo porque Dios le pedía en sacrificio el hijo de la promesa, fue capaz de ver con los “ojos de águila” que la providencia de Nuestro Señor va más allá de nuestras expectativas. Sólo con esta seguridad de la fe fue capaz de responder al hijo cuando lo pregunto sobre el cordero para el holocausto. “Entonces Isaac dijo a Abraham: Padre mío.
-Le respondió:- ¿Qué hay, hijito?
Prosiguió Isaac: Llevamos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?.
Abraham le respondió: Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío. Y continuaron juntos el camino” 
Génesis 22, 7-8
A pesar de no entender cuando escuchamos el “no” que Dios nos da, continuamos creyendo que él sabe lo que es mejor para nosotros.
La seguridad de que Dios sabía dónde lo estaba conducido, le dio a Abraham la firmeza de afirmar que la providencia Divina se manifestaría. Él traía en sí la seguridad que el Señor no se retracta en Sus promesas.
En un momento difícil de la vida, cuando no conseguía ver más allá de mi dolor, el Señor me hizo una promesa. Desde entonces, esta promesa guía mis pasos. En un momento de dolor, Dios me dijo con voz clara: “Porque yo sé muy bien lo que haré por ustedes; les quiero dar paz y no desgracia y un provenir lleno de esperanza, oráculo del Señor” (Jer 29-11).
Por eso, cuando me exalto por una dificultad, luego me viene el recuerdo de la promesa que Él mismo hizo. Voy tranquilizando mi corazón, fijo mis ojos en el Señor y digo: “¡Confía, corazón!
El Señor tu Dios cuida de ti, aunque los ojos humanos no pueden ver,
Él está trabajando en tu favor y no tardará en cumplir sus promesas

Por: Reneila Paiva
Traducción: Thaís Rufino de Azevedo
fuente: destrave.cancaonova.com 

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