sábado, 30 de enero de 2021

Buen día, Espíritu Santo! 30012021

 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 300121


El viento cesó y vino una gran calma

Tu corazón esta sacudido por las olas; el ultraje ha suscitado en ti el deseo de venganza. Y ya está: te has vengado..., y has naufragado. ¿Por qué? Porque Cristo se durmió en ti, es decir, tú te has olvidado de Cristo. Despierta, pues, a Cristo, acuérdate de Cristo, que Cristo se despierte en ti... ¿Te has olvidado de la palabra que dijo estando en la cruz: «Padre, perdónalos porque no saben lo que se hacen»? (Lc 23,34). El que se durmió en tu corazón rechazó vengarse.

Despierta, acuérdate de Él. Su recuerdo es su palabra, es su mandamiento. Y cuando habrás desvelado a Cristo en ti, te dirás a ti mismo: «¿Qué clase de hombre soy yo para quererme vengar?... El que ha dicho: 'Dad y recibiréis; perdonad y seréis perdonados' (Lc 6,37) no me acogerá si me vengo. Así es que, reprimiré mi cólera, y mi corazón hallará el descanso». Cristo mandó al mar y el mar se calmó... Despierta a Cristo, deja que te hable. «¿Quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!» ¿Quién es este que hasta el mar le obedece? «Suyo es el mar porque él lo hizo» (Sl 94,5); «todo ha sido creado por él» (Jn 1,3). Será mejor que imites a los vientos y al mar: obedece a tu Creador. El mar escucha la orden de Cristo ¿y tu serás sordo? El mar obedece, el viento se calma, y ¿tú seguirás soplando?... Habla, actúa, urde maquinaciones, ¿no es esto soplar y rechazar calmarte al mandato de Cristo? Cuando tu corazón está turbado, no dejes que las olas te sumerjan.

Y si, sin embargo, el viento nos derriba –porque no somos más que hombres- y excita las pasiones malas de nuestro corazón, no nos desesperemos. Desvelemos a Cristo, para poder seguir nuestro viaje sobre un mar calmado y llegar a la patria.


San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 63

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,35-41


Evangelio según San Marcos 4,35-41
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".

Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.

Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".

Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos todos:

“Vayamos a la otra orilla”, les dijo Jesús. Uno se lo imagina diciéndonoslo a nosotros, cristianos de hoy, en medio de esta crisis sanitaria, económica, social, global… La Iglesia, también enfrentada a su propia crisis, debe escuchar al Señor que nos invita a movernos, a cambiar perspectivas, pastorales, estructuras, modos de entender la fe y de vivirla. Vayamos; no podemos quedarnos quietos, ni mirar eternamente atrás, ni dejarnos llevar de la desesperación.

Aquellos discípulos se pusieron en marcha y, con él en la barca, se lanzaron hacia un futuro nuevo, incierto, fiados sólo en El. “Vamos a la otra orilla”. También hoy se desatan tempestades. Terribles: rompiendo contra la frágil barca de la Iglesia en medio de un mundo que parece encaminarse hacia su propia destrucción.

“Maestro: ¿no te importa que perezcamos?” Y es que a todos nos llega la hora de la desesperación. Y sentimos que ya no podemos más. Y nos parece que nos hundimos. Que ni la Iglesia ni la fe van a resistir. Que el ser humano está irremisiblemente perdido… No tengamos miedo en decírselo a EL, en gritarle: ¡Maestro!, ¡que no podemos más!… Que nos hundimos. Que me estoy hundiendo…

El responde. Siempre lo hace. No sabremos cuándo o cómo, pero lo hace. Y de nuevo escuchamos aquellas palabras suyas: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” Nos habíamos olvidado de quién es el que va con nosotros en la barca, y de que nos ama, y de que no nos dejará solos nunca.

El viento cesa y llega la calma. Ahí fuera aún es de noche. La otra orilla todavía no se ve. Los relámpagos siguen amenazando con nuevos temporales. No sabemos hacia dónde vamos ni qué nos esperará allá, ni cómo será la nueva Iglesia, ni cómo pondremos en marcha un mundo nuevo. Pero todo llegará.

El está. No le veíamos, pero está: increpa al viento y enmudece al mar. Y el corazón se pacifica, poco a poco: El está aquí. Renace la fe, y con ella la esperanza.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 29 de enero de 2021

Buen día, Espíritu Santo! 29012021

 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 290121


Dios vela sobre los que esperan

Mi Dios, estoy tan persuadido que velas sobre los que en tí esperan, que nada nos puede faltar cuando esperamos todo de tí. Por eso he resuelto vivir en el futuro sin ninguna preocupación y descargar sobre tí todas mis inquietudes: "Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo tú, Señor, aseguras mi descanso" (Sal 4,9).

Los hombres pueden ser despojados de bienes y del honor, las enfermedades pueden sacarme las fuerzasy los medios para servirte, hasta puedo perder la gracia por el pecado. Pero jamás perderé mi esperanza. La conservaré hasta el último instante de mi vida. Todos los demonios harán en ese momento vanos esfuerzos para arrancármela, pero yo "me acuesto en paz y en seguida me duermo". Otros pueden esperar la felicidad de sus riquezas o de sus talentos. O se apoyan sobre la inocencia de sus vidas, el rigor de sus penitencias, la magnitud de su limosna o el fervor de sus oraciones. Pero "sólo tú, Señor, aseguras mi descanso". 

Señor, mi total Confianza, eres mi misma confianza. Esta confianza no engaña jamás. "¿Quién confió en el Señor y quedó confundido?" (Eclesiástico 2,11 Vg.)


San Claudio de la Colombière (1641-1682)
jesuita
Acto de confianza en Dios (Écrits spirituels, Christus n° 9, DDB, 1982), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,26-34


Evangelio según San Marcos 4,26-34
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra:

sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.

Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?

Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,

pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".

Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender.

No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos:

Un día más comparto con vosotros lo que en mi corazón queda resonando después de leer las lecturas de este viernes. Me ha llenado de paz.

Me he sentido invitado por Dios mismo a “recordar aquellos días primeros…”, cuando comenzaba mi búsqueda vocacional por el camino de la fe; o aquellos primeros encuentros con Dios en la oración que removieron mi vida; o aquellas primeras experiencias misioneras y pastorales en las que Dios tocaba el corazón de aquellos jóvenes, niños, parejas, adultos…

De vez en cuando necesitamos volver a recordar aquel “primer amor” en nuestra relación con Dios, cuando se fraguaban las decisiones fundamentales de la vida y de la fe. Con el tiempo han podido venir dificultades de todo tipo, tiempos duros, equivocaciones y errores, quizás incluso el desánimo o la desesperanza, la apatía o la acedia. Necesitamos volver a aquellos primeros tiempos de enamoramiento, de compromiso, de radicalidad, de fuerza… y recuperar, ahora más realistas, aquel Amor del que, como Fuente, todo mana.

También nos hace falta paciencia, como también nos dice Pablo hoy, “para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa”. Y es que en las situaciones que vivimos hoy día en todo el mundo lo más fácil es desanimarse y abandonar toda lucha. Necesitamos recordar, es decir, volver a pasar por el corazón, aquel primer Amor. Y necesitamos paciencia confiada y activa, para seguir caminando y luchando, en medio de tanta negatividad.

Os invito a uniros al salmo de hoy y a orar despacio, haciendo suyas cada uno sus palabras: “Confía en el Señor y haz el bien… Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará… El Señor te tiene de la mano…”

Y termina tu oración, con en el corazón lleno de paz, escuchando a Jesús cómo te explica que el reino de Dios se parece a aquella semilla que va germinando y creciendo sola, sin saber cómo, hasta dar su fruto…, aunque sea como el grano de mostaza: la más pequeña de las semillas… Y descansa en El.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 28 de enero de 2021

Llamada a germinar en el corazón

 

La Fuerza de la Palabra


PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 27 de enero de 2021
Catequesis 22. La oración con las Sagradas Escrituras


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera detenerme sobre la oración que podemos hacer a partir de un pasaje de la Biblia. Las palabras de la Sagrada Escritura no han sido escritas para quedarse atrapadas en el papiro, en el pergamino o en el papel, sino para ser acogidas por una persona que reza, haciéndolas brotar en su corazón. La palabra de Dios va al corazón. El Catecismo afirma: «A la lectura de la sagrada Escritura debe acompañar la oración —la Biblia no puede ser leída como una novela— para que se realice el diálogo de Dios con el hombre» (n. 2653). Así te lleva la oración, porque es un diálogo con Dios. Ese versículo de la Biblia ha sido escrito también para mí, hace siglos, para traerme una palabra de Dios. Ha sido escrito para cada uno de nosotros. A todos los creyentes les sucede esta experiencia: una pasaje de la Escritura, escuchado ya muchas veces, un día de repente me habla e ilumina una situación que estoy viviendo. Pero es necesario que yo, ese día, esté ahí, en la cita con esa Palabra, esté ahí, escuchando la Palabra. Todos los días Dios pasa y lanza una semilla en el terreno de nuestra vida. No sabemos si hoy encontrará suelo árido, zarzas, o tierra buena, que hará crecer esa semilla (cf. Mc 4,3-9). Depende de nosotros, de nuestra oración, del corazón abierto con el que nos acercamos a las Escrituras para que se conviertan para nosotros en Palabra viviente de Dios. Dios pasa, continuamente, a través de la Escritura. Y retomo lo que dije la semana pasada, que decía san Agustín: “Tengo temor del Señor cuando pasa”. ¿Por qué temor? Que yo no le escuche, que no me dé cuenta de que es el Señor.

A través de la oración sucede como una nueva encarnación del Verbo. Y somos nosotros los “tabernáculos” donde las palabras de Dios quieren ser acogidas y custodiadas, para poder visitar el mundo. Por eso es necesario acercarse a la Biblia sin segundas intenciones, sin instrumentalizarla. El creyente no busca en las Sagradas Escrituras el apoyo para la propia visión filosófica o moral, sino porque espera en un encuentro; sabe que estas, estas palabras, han sido escritas en el Espíritu Santo y que por tanto en ese mismo Espíritu deben ser acogidas, ser comprendidas, para que el encuentro se realice.

A mí me molesta un poco cuando escucho cristianos que recitan versículos de la Biblia como los loros. “Oh, sí, el Señor dice…, quiere así…” ¿Pero tú te has encontrado con el Señor, con ese versículo? No es un problema solo de memoria: es un problema de la memoria del corazón, la que te abre para el encuentro con el Señor. Y esa palabra, ese versículo, te lleva al encuentro con el Señor.

Nosotros, por tanto, leemos las Escrituras para que estas “nos lean a nosotros”. Y es una gracia poder reconocerse en este o aquel personaje, en esta o esa situación. La Biblia no está escrita para una humanidad genérica, sino para todos nosotros, para mí, para ti, para hombres y mujeres en carne y hueso, hombres y mujeres que tienen nombre y apellidos, como yo, como tú. Y la Palabra de Dios, impregnada del Espíritu Santo, cuando es acogida con un corazón abierto, no deja las cosas como antes, nunca, cambia algo. Y esta es la gracia y la fuerza de la Palabra de Dios.

La tradición cristiana es rica de experiencias y de reflexiones sobre la oración con la Sagrada Escritura. En particular, se ha consolidado el método de la “lectio divina”, nacido en ambiente monástico, pero ya practicado también por los cristianos que frecuentan las parroquias. Se trata ante todo de leer el pasaje bíblico con atención, es más, diría con “obediencia” al texto, para comprender lo que significa en sí mismo. Sucesivamente se entra en diálogo con la Escritura, de modo que esas palabras se conviertan en motivo de meditación y de oración: permaneciendo siempre adherente al texto, empiezo a preguntarme sobre qué “me dice a mí”. Es un paso delicado: no hay que resbalar en interpretaciones subjetivistas, sino entrar en el surco vivo de la Tradición, que une a cada uno de nosotros a la Sagrada Escritura. Y el último paso de la lectio divina es la contemplación. Aquí las palabras y los pensamientos dejan lugar al amor, como entre enamorados a los cuales a veces les basta con mirarse en silencio. El texto bíblico permanece, pero como un espejo, como un icono para contemplar. Y así se tiene el diálogo.

A través de la oración, la Palabra de Dios viene a vivir en nosotros y nosotros vivimos en ella. La Palabra inspira buenos propósitos y sostiene la acción; nos da fuerza, nos da serenidad, y también cuando nos pone en crisis nos da paz. En los días “torcidos” y confusos, asegura al corazón un núcleo de confianza y de amor que lo protege de los ataques del maligno.

Así la Palabra de Dios se hace carne —me permito usar esta expresión: se hace carne— en aquellos que la acogen en la oración. En algunos textos antiguos surge la intuición de que los cristianos se identifican tanto con la Palabra que, incluso si quemaran todas las Biblias del mundo, se podría salvar el “calco” a través de la huella que ha dejado en la vida de los santos. Esta es una bonita expresión.

La vida cristiana es obra, al mismo tiempo, de obediencia y de creatividad. Un buen cristiano debe ser obediente, pero debe ser creativo. Obediente, porque escucha la Palabra de Dios; creativo, porque tiene el Espíritu Santo dentro que le impulsa a practicarla, a llevarla adelante. Jesús lo dice al final de un discurso suyo pronunciado en parábolas, con esta comparación: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas —del corazón— lo nuevo y lo viejo» (Mt 13,52). Las Sagradas Escrituras son un tesoro inagotable. Que el Señor nos conceda, a todos nosotros, tomar de ahí cada vez más, mediante la oración. Gracias.

LA FUERZA DE LA PALABRA


«La Palabra de Dios, en los días “torcidos” y confusos, asegura al corazón un núcleo de confianza y de amor que lo protege de los ataques del maligno. Así la Palabra de Dios se hace carne —me permito usar esta expresión: se hace carne— en aquellos que la acogen en la oración. La vida cristiana es obra, al mismo tiempo, de obediencia y de creatividad. Un buen cristiano debe ser obediente, pero debe ser creativo. Obediente, porque escucha la Palabra de Dios; creativo, porque tiene el Espíritu Santo dentro que le impulsa a practicarla, a llevarla adelante»

«La Biblia no está escrita para una humanidad genérica, sino para todos nosotros, para mí, para ti, para hombres y mujeres en carne y hueso, hombres y mujeres que tienen nombre y apellidos, como yo, como tú. Y la Palabra de Dios, impregnada del Espíritu Santo, cuando es acogida con un corazón abierto, no deja las cosas como antes, nunca, cambia algo. Y esta es la gracia y la fuerza de la Palabra de Dios»


Francisco

Audiencia General 

27-01-2021 




Buen día, Espíritu Santo! 28012021

 

Buen día, Espíritu Santo! 28012021

 

miércoles, 27 de enero de 2021

LA SALVACIÓN ESTÁ EN EL AMOR

 

Quien desata el amor dentro de nosotros somos nosotros mismos. Amar es ante todo una decisión. Decídete por el amor. La consigna para ti es: "No tengas miedo de amar". Muchos no tienen el valor de amar, porque han sufrido mucho, han sufrido en la familia, en el matrimonio, se vieron afectados por enfermedades, negocios, hijos, desengaños amorosos. Tal vez hayas sufrido mucho y, por supuesto , no quieres volver a sufrir. Por eso dejó de amar para no sufrir. Independientemente de los eventos, es en el dar con amor que la salvación es para ti. Es en el dar amor que las personas con las que te relacionas se salvarán. A pesar de las decepciones, los problemas familiares, el amor. Decídete por amor. ¡Que Dios los bendiga!


Tu hermano,Monseñor Jonas Abib


 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 270121


«Los otros son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto»

¡Con toda certeza, no hay «una palabra segura y que merece ser acogida sin reservas» (1Tes 1,15) si no es tu Palabra todopoderosa, Señor! Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente saltó desde las estancias del Padre (Sab 18,14s) hasta un pesebre para animales, que de momento nos habla mejor a través de su silencio. «El que tenga oídos para oír, que oiga» lo que nos dice este santo y misterioso silencio del Verbo eterno. (...)

¿Acaso hay algo que inculque la regla del silencio con tanto peso y autoridad, nada que reprima el inquieto mal de la lengua y las tempestades de la palabra (...), que la silenciosa Palabra de Dios entre los hombres? «No ha llegado la palabra a mi lengua» (Sl 138,4) parece proclamar la Palabra todopoderosa cuando se somete a su madre. Y nosotros ¿con qué insensatez decimos: «La lengua es nuestra fuerza, nuestros labios nos defienden, quién será nuestro amo? (Sl 11,5). ¡Qué dulce sería para mí poder guardar silencio, desaparecer y callarme, incluso para el bien, a fin de poder poner mayor atención, estar más recogido, y poder escuchar las palabras y el significado sagrado de este divino silencio! ¡Cuán bueno sería para mí entrar en la escuela del Verbo la misma cantidad de tiempo que el mismo Verbo ha guardado silencio en la escuela de su madre (...)!

«El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Pongamos, hermanos, toda nuestra devoción en meditar a Cristo envuelto en los pañales con que su madre le cubrió, a fin de ver en el gozo eterno del Reino, la gloria y la belleza con la que su Padre le habrá revestido.



Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157)
abad cisterciense
5º Sermón para la Navidad

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 4,1-20


Evangelio según San Marcos 4,1-20
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.

El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:

"¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.

Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.

Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda;

pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.

Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.

Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno".

Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".

Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.

Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola,

a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón".

Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?

El sembrador siembra la Palabra.

Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.

Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría;

pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos:

Sobre el Evangelio de hoy todos hemos escuchado muchos comentarios, y todos sabríamos hacer una aplicación sencilla a nuestra vida y nuestra misión. El sembrador hace llegar la semilla de la Palabra a todos, pero cada uno la recibe de modos diferentes: en el camino sin protección alguna, entre piedras sin tierra donde echar raíces, entre zarzas que ahogan los brotes tiernos, o como tierra buena. El mismo Jesús se encarga de explicarles la parábola a sus discípulos.

Podemos fijarnos hoy en los distintos públicos a los que se dirige Jesús… Fijaos: Jesús primero relata la parábola a un gran gentío que se había acercado a él, con motivaciones seguramente muy diversas. La explicación vendrá luego, en cambio, para un pequeño grupo de seguidores que quieren vivir lo que Jesús les va enseñando… La muchedumbre ejemplifica la diversidad de terrenos de la propia parábola. Entre ellos habría quienes solo buscaban intereses egoístas, quizás sólo un sanador que les curara; quienes solo irían atraídos por la curiosidad; quiénes irían ya con sus planes de descubrir cómo acabar con él; y al fin quiénes sí tenían el corazón dispuesto para recibir la Palabra y dejarse transformar por ella… Estos últimos son la tierra buena: han escuchado el mensaje de Jesús, han creído en él, y están dispuestos a cambiar su modo de vivir.

Podemos preguntarnos qué buscamos nosotros en Jesús. Es evidente que también nos acercamos a escucharle. Quizás hacemos oración con la Palabra y celebremos la Eucaristía muchos días, quizás le buscamos en el rostro de los más pobres y sufrientes a los que nos acercamos. Pero… ¿qué hay en nuestro corazón? Quizás nos muevan otros intereses: ¿defender nuestras ideas, normas y seguridades?, ¿soluciones fáciles a nuestros problemas?, ¿nuestros miedos y angustias?… Quizás sí que vayamos a su encuentro con la sola intención de escuchar al Señor y cumplir su voluntad, pero nos falte profundidad y raíz. Quizás nuestro corazón esté demasiado atado por otros deseos, económicos, materiales, o los ideales narcisistas del yo, como para dejarnos llevar por el Espíritu y que la Palabra nos transforme.

Pidamos al Señor para que nos ayude a limpiar el corazón para ser tierra buena, que acoge la Palabra y se deja hacer por ella, hasta dar buenos frutos. Que así sea…

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 26 de enero de 2021

PENSAMIENTOS

 


Buen día, Espíritu Santo! 26012021

 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 260121


Timoteo y Tito, sucesores de los apóstoles

Cristo Señor, Hijo de Dios vivo, que vino a salvar del pecado a su pueblo y a santificar a todos los hombres, como El fue enviado por el Padre, así también envió a sus Apóstoles (Jn 20,21), a quienes santificó, comunicándoles el Espíritu Santo, para que también ellos glorificaran al Padre sobre la tierra y salvaran a los hombres "para la edificación del Cuerpo de Cristo" (Ef., 4,12), que es la Iglesia. En esta Iglesia de Cristo, el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, a quien confió Cristo el apacentar sus ovejas y sus corderos(Jn 21,15s), goza por institución divina de potestad suprema, plena, inmediata y universal para el cuidado de las almas...

Pero también los Obispos, por su parte, puestos por el Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores de las almas, y juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, son enviados a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno. Ahora bien, Cristo dio a los Apóstoles y a sus sucesores el mandato y el poder de enseñar a todas las gentes y de santificar a los hombres en la verdad y de apacentarlos. Por consiguiente, los Obispos han sido constituidos por el Espíritu Santo, que se les ha dado, verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores...

Los Obispos, como legítimos sucesores de los Apóstoles y miembros del Colegio Episcopal, reconózcanse siempre unidos entre sí y muestren que son solícitos por todas las Iglesias, porque por institución de Dios y exigencias del ministerio apostólico, cada uno debe ser fiador de la Iglesia juntamente con los demás Obispos. Sientan, sobre todo, interés por las regiones del mundo en que todavía no se ha anunciado la palabra de Dios y por aquellas en que, por el escaso número de sacerdotes, están en peligro los fieles de apartarse de los mandamientos de la vida cristiana e incluso de perder la fe. Por lo cual pongan todo su empeño en que los fieles sostengan y promuevan con ardor las obras de evangelización y apostolado.



Concilio Vaticano II
Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos “Christus Dominus”, 1-2,6 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana rev.)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 10,1-9


Evangelio según San Lucas 10,1-9
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.

Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.

¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.

No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.

Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.

Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.

En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;

curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos la fiesta de San Timoteo y San Tito. “Querido hijo”, comienza la carta que San Pablo dirige a Timoteo. Hay una cercanía, un cariño y una profundidad espiritual tremendas en ella. Timoteo es un hijo querido a quien se siente entrañablemente unido Pablo. La fe compartida en Cristo y el amor que nace de saberse hermanos en Él crea unos lazos muy profundos. Pero aún más que hermanos: entre Pablo y Timoteo hay una relación de padre a hijo. Pablo ha sido padre en la fe y en la vocación de Timoteo; también ha sido Pablo quien impuso sus manos sobre Timoteo, compartiendo con él el envío recibido por el Espíritu. Aunque no es el único que le vio nacer en la fe: también su madre y su abuela, a las que también alude la carta…

Y es que la fe, al igual que cada modo concreto de vivirla, aunque son dones en último término de Dios, los recibimos de otros que nos los transmiten: nuestros padres, madres o abuelos en la fe y en la vocación. La vivencia de la fe, al igual que las llamadas de Dios, nos llegan mediadas por otros que, en momentos o etapas concretas de nuestra historia personal, nos ayudaron a vivirlas compartiendo con nosotros sus propias vivencias de fe. Todos podemos recordar a esas personas. Es un buen día hoy para dar gracias a Dios y pedirle por ellos y ellas. Y si podemos también, para darles las gracias directamente.

También es un buen día para recordar a otros a los que nosotros hemos transmitido nuestra fe o la inquietud de una posible llamada de Dios. Oremos, como Pablo, por ellos, alegrémonos con ellos, demos gracias a Dios por ellos. Y continuemos transmitiendo el Espíritu con nuestra vida, nuestras manos y nuestra palabra a todos los que podamos, “reavivando” así “el don recibido de Dios”. Y a seguir tomando parte “en los duros trabajos del Evangelio”. Que el Señor, y los Santos Timoteo y Tito, nos ayuden a hacerlo.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 25 de enero de 2021

COMBATIR EL MAL

 

«La conversión es un cambio decisivo de visión y de actitud. De hecho, el pecado —sobre todo el pecado de la mundanidad, que es como el aire, está por todas partes— trajo al mundo una mentalidad que tiende a la afirmación de uno mismo contra los demás, e incluso contra Dios. Esto es curioso: ¿cuál es tu identidad? Muchas veces sentimos que en el espíritu del mundo se expresa la propia identidad con términos “contra”. En el espíritu del mundo es difícil expresar la propia identidad con términos positivos y de salvación. Se hace contra los demás y contra Dios. Y a este fin, la mentalidad del mundo, la mentalidad del pecado, no duda en usar el engaño y la violencia. El engaño y la violencia. Vemos lo que sucede con el engaño y la violencia: codicia, deseo de poder y no de servicio, guerras, explotación de la gente… Esta es la mentalidad del engaño, que ciertamente tiene su origen en el padre del engaño, el gran mentiroso, el diablo. Él es el padre de la mentira, así lo define Jesús»


Francisco

Ángelus

24-01-2021 





Las apariencias engañan

Las apariencias engañan
"sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos." (Is 53,2)

Es natural juzgar hechos y personas por las apariencias. Pero el Señor no nos juzga de esa manera. En primer lugar, mira nuestro corazón y la intención con la que actuamos.

Muchas veces nos decepcionamos porque, al dejarnos guiar por la antipatía o la simpatía del momento, nos formamos una opinión sobre las personas y, cuando descubrimos que no son como imaginamos, terminamos alejándonos de ellas.
Acerquémonos hoy a los que nos rodean, buscando conocer su historia, porque, seguramente, el otro puede necesitar nuestra ayuda. Asumamos una postura diferente en este día: acerquémonos unos de los otros, porque la distancia crea barreras y juicios, mientras que la acogida y la caridad edifican a todos.
Dios es bueno y su amor abraza a toda criatura.

¡Jesús, en Vos confío!
Luzia Santiago
Fuente Comienza bien tu día a día
Editora Canción Nueva

Gran san Pablo, ¡fuiste llevado del error a la verdad!


Gran san Pablo, ¡fuiste llevado del error a la verdad!

¡Trinidad eterna y única Deidad! ¡Deidad, esencia única en tres personas! ¿Puedo compararte a una viña con tres ramas? Hiciste al hombre a tu imagen y semejanza para que fuera marcado con la impronta de la Trinidad y la Deidad, en las tres facultades que posee en el alma única. Por eso, no sólo te es semejante sino que también se une a Tí. (...)

Gran san Pablo, habías entrado en esta verdad, tú que sabías bien de dónde venías, adónde ibas y con qué camino. Porque habías conocido tu principio y tu fin y el itinerario a seguir. Con esta consideración, las tres facultades de tu alma se unieron a las tres personas divinas. Tu memoria adhería al Padre por el claro recurso que él es el principio del que procede todo: no sólo todo lo que es, sino también las personas divinas. No podías no ver que él es tu propio principio. Tu inteligencia, unida al Hijo, al Verbo, escrutaba a fondo el orden dispuesto por la sabiduría del Verbo. Según ella las criaturas retornan a su fin, que se identifica a su principio. Tu voluntad la habías unido al Espíritu Santo amando de corazón este amor, esta clemencia. Lo sabías, ella es la causa de toda la creación, de todas las gracias que recibiste sin ningún mérito de tu parte. Sabías que en todas tus obras, la divina clemencia sólo tenía una finalidad: tu beatificación.

Por eso, un día cómo ese, llevado por el Verbo del error a la verdad, luego de haber recibido el favor de un arrebatamiento en el que contemplabas la divina esencia en tres personas, de retorno a tu cuerpo, mejor dicho, a tus sentidos, sólo retuviste la visión del Verbo encarnado. Pero estabas totalmente impregnado.

Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Conocer solamente a Jesús Crucificado (Jésus Christ notre Résurrection, Cerf, 1980)

Buen día, Espíritu Santo! 25012021

 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 250121


Gran san Pablo, ¡fuiste llevado del error a la verdad!

¡Trinidad eterna y única Deidad! ¡Deidad, esencia única en tres personas! ¿Puedo compararte a una viña con tres ramas? Hiciste al hombre a tu imagen y semejanza para que fuera marcado con la impronta de la Trinidad y la Deidad, en las tres facultades que posee en el alma única. Por eso, no sólo te es semejante sino que también se une a Tí. (...)

Gran san Pablo, habías entrado en esta verdad, tú que sabías bien de dónde venías, adónde ibas y con qué camino. Porque habías conocido tu principio y tu fin y el itinerario a seguir. Con esta consideración, las tres facultades de tu alma se unieron a las tres personas divinas. Tu memoria adhería al Padre por el claro recurso que él es el principio del que procede todo: no sólo todo lo que es, sino también las personas divinas. No podías no ver que él es tu propio principio. Tu inteligencia, unida al Hijo, al Verbo, escrutaba a fondo el orden dispuesto por la sabiduría del Verbo. Según ella las criaturas retornan a su fin, que se identifica a su principio. Tu voluntad la habías unido al Espíritu Santo amando de corazón este amor, esta clemencia. Lo sabías, ella es la causa de toda la creación, de todas las gracias que recibiste sin ningún mérito de tu parte. Sabías que en todas tus obras, la divina clemencia sólo tenía una finalidad: tu beatificación.

Por eso, un día cómo ese, llevado por el Verbo del error a la verdad, luego de haber recibido el favor de un arrebatamiento en el que contemplabas la divina esencia en tres personas, de retorno a tu cuerpo, mejor dicho, a tus sentidos, sólo retuviste la visión del Verbo encarnado. Pero estabas totalmente impregnado.



Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Conocer solamente a Jesús Crucificado (Jésus Christ notre Résurrection, Cerf, 1980), trad. sc©Evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-18


Evangelio según San Marcos 16,15-18
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".


RESONAR DE LA PALABRA


Hermanos y hermanas:

Este lunes, coincidiendo con la fiesta de la conversión de San Pablo, termina el octavario de oración por la unidad de los cristianos. En este contexto, escuchar la llamada de Jesús a ir al mundo entero y proclamar el Evangelio, me ha llevado a pensar en aquellos que hoy día la están escuchando y están respondiendo. La llamada es universal, a todo cristiano, laicos, seglares y sacerdotes, sí, y también a los cristianos de todas las Iglesias, no sólo la católica. No solo nosotros anunciamos la buena nueva a los pobres: en todas las Iglesias cristianas lo hacen, y a veces tan bien o mejor que nosotros. Conozco a dos grandes evangelizadores de iglesias evangélicas, pastor y una pastora, que anuncian la Buena Nueva a los que más sufren en realidades sociales muy difíciles. Cuánto ganaríamos si empezáramos a reconocernos como hermanos, a aceptarnos respetando nuestras diferencias, y a colaborar en la misión de anunciar y construir el Reino. Gracias a Dios, algunos pasos ya se han ido dando.

San Pablo respondió a la llamada de Jesús con un cambio radical de vida, pasando de ser perseguidor de los cristianos a anunciar a Cristo a todos en las diversas culturas con las que se encontró. Es el encuentro con el Señor el que le cambió la vida; también es así en nuestra experiencia como cristianos. Eso sí, de maneras diferentes: ese encuentro puede ser repentino o progresivo, puede ser desde fuera de la fe, o ya perteneciendo a diversas iglesias cristianas. Pero la conversión, la escucha de la llamada y el compromiso evangelizador surgen siempre del encuentro personal con Jesús. No hay otro camino: en la oración personal y comunitaria, en la escucha de la Palabra, en los pobres, en los sacramentos que cada Iglesia reconozca…

Necesitamos encontrarnos con Jesús. Todo lo nuevo nace de ese encuentro. La novedad del Reino, y con ella, la novedad de la unidad reconstruida de los cristianos y la novedad de una humanidad justa, pacífica, fraterna y respetuosa con la naturaleza.

Javier Goñi

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 24 de enero de 2021

En Cristo coinciden la verdad y la caridad.


Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!... La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14). A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse «llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos.

Nosotros, en cambio, tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es «adulta» una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad. Debemos madurar esta fe adulta; debemos guiar la grey de Cristo a esta fe. Esta fe —sólo la fe— crea unidad y se realiza en la caridad. A este propósito, san Pablo, en contraste con las continuas peripecias de quienes son como niños zarandeados por las olas, nos ofrece estas hermosas palabras: «hacer la verdad en la caridad», como fórmula fundamental de la existencia cristiana. En Cristo coinciden la verdad y la caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, la verdad y la caridad se funden. La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como «címbalo que retiñe» (1 Co 13, 1).

HOMILÍA DEL CARDENAL JOSEPH RATZINGER
DECANO DEL COLEGIO CARDENALICIO
Lunes 18 de abril de 2005

Buen día, Espíritu Santo! 24012021

 

COMPRENDIENDO LA PALABRA 240121


«Dejando a su padre en la barca..., se marcharon con él»

Quien se deja conducir como un niño por el camino de la obediencia, alcanzará el Reino de los Cielos prometido a los que se hacen como ellos (Mt 19,4). La obediencia condujo a la mujer de estirpe real, desde la casa de David a la humilde casita del pobre carpintero de Nazaret. El mismo condujo a las dos personas más santas fuera del seguro cercado de este modesto hogar, para llevarles por caminos campestres, y en el establo de Belén colocó al Hijo de Dios en un pesebre.

En pobreza elegida libremente, el Salvador y su Madre recorrieron los caminos de Judea y Galilea, viviendo de las limosnas de los creyentes. Desnudo y sin nada colgaba el Señor en la cruz, y dejó el cuidado de su Madre en manos del discípulo amado (Jn 19,25s).

Por eso Él exige la pobreza a los que quieren seguirlo. El corazón del hombre tiene que estar libre de toda atadura a los bienes terrenales, de la preocupación por ellos, de su dependencia y de las ansias de poseerlos si quiere pertenecer totalmente al divino Esposo.



Santa Teresa Benedicta de la Cruz
Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
Para la primera profesión de la Hermana Miriam de santa Teresita

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 1,14-20


Evangelio según San Marcos 1,14-20
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:

"El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia".

Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores.

Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".

Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.

Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó,

y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.


RESONAR DE LA PALABRA


EL NACIMIENTO DEL REINO

“Establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos” (Papa Francisco). 

El Domingo de la Palabra que hoy celebramos es una invitación a acercarnos a ella como Palabra de Vida, transformadora, que nos interpela, que espera de nosotros una respuesta, que nos hace de algún modo contemporáneos y protagonistas de lo que en ella se nos narra. Vamos a intentarlo con el Evangelio de hoy.

Lo primero es darnos cuenta que la escena de hoy no es «simplemente» la presentación de unos personajes que van a acompañar a Jesús en su tarea misionera. Tampoco es «simplemente» la descripción histórica de cómo comenzó todo, de manera que nosotros quedaríamos como espectadores lejanos de lo que allí les ocurrió a algunos llamados por Jesús. Uno de los objetivos de los evangelistas es ayudar a las futuras generaciones a conocer y seguir a Jesús, y con ese criterio (no sólo) redactan los evangelios.

Y es significativo que en los primeros pasos de Jesús en su tarea misionera busque unos discípulos, unos compañeros que irán siendo transformados por él, y que interactúan también entre ellos. O sea: que el Reino que trae Jesús comienza por formar una comunidad, y que sus seguidores le responden personalmente, claro está, pero su respuesta supone aceptar y caminar con otros que el Señor va escogiendo. 

También es relevante que el «escenario» que elige Jesús para dar comienzo a su misión no es el sagrado Templo ni en la Ciudad Santa, ni en un contexto religioso: es en el lago, en Galilea, en el lugar de la vida cotidiana de las gentes. Como lo es también qué «perfil» busca Jesús: no son especialistas en la Ley, no están especialmente formados intelectualmente, no consta que sean «fieles cumplidores» de los muchos preceptos judíos, ni forman parte de ninguna de las castas político-religiosas de la época: son gente normal. De algunos sabemos que eran pescadores, o un cobrador de impuestos (mal visto y despreciado por su profesión). De otros no sabenos gran cosa. No era lo habitual que el Rabino eligiese a sus discípulos. Era justamente al revés. Y además Jesús les invita a seguirle sin explicaciones, sin proyecto (bueno: ser "pescadores de hombres", pero seguramente no lo entendieron mucho de momento), sin promesas... y sin excusas, en exclusividad (dejando redes, mostradores de impuestos...). No busca «seguidores» a tiempo parcial, ni quiere que los trabajos, la familia, etc estorben en su seguimiento. Se trata de «estar con él» como prioridad absoluta.

Poco antes de estas llamadas, y como un eco de la predicación de Juan Bautista, proclama: «Convertíos y creed en el Evangelio». Pero es un eco y un tono diferente al del Precursor: Está encabezado por una Buena Noticia (=Evangelio) de Dios, no hay asomo de amenazas (como las de Juan o de Jonás, por ejemplo: la ciudad será destruida...). Se trata de que Dios (su Reino) está cerca y eso despierta la esperanza, las expectativas, la alegría, el consuelo de las gentes, sobre todo de los que están peor. 

Esa cercanía de Dios no está «atada» a un lugar, ni a unas prácticas religiosas, ni a una doctrina, ni tiene más condiciones que «creer» en esa presencia cercana y bondadosa de Dios. Jesús aquí no reprocha ni menciona el pecado o el arrepentimiento. Su llamada a la conversión significa y supone un cambio de mentalidad, capaz de abrirse a la novedad que Jesús trae con su presencia y su Evangelio. Es lo mismo que le decía a Nicodemo: «hay que nacer de nuevo», hay que hacer limpieza mental y vital de muchas cosas que se han aprendido y bloquean o condicional o limitan el auténtico encuentro con Dios. Precisamente los que no quisieron cambiar su mentalidad, para seguir con lo de siempre y como siempre y defenderlo y protegerlo a toda costa... serán precisamente los que le lleven a la cruz.

En cuanto al «acento» y contenido principal de su misión es la preocupación primordial de su Padre Dios por el hombre. Y habrá de ser la preocupación y tarea principal de sus seguidores de entonces y de todos los tiempos: los hombres, ser «pescadores de hombres». Buscar las «ovejas perdidas», acoger a los «hijos pródigos», poner la tierra patas arriba hasta que aparezca la moneda que se perdió. Por tanto, su Evangelio no será una colección de doctrinas, ni ritos, ni prácticas, ni... ¡Será la «cercanía», «acercarse» en el nombre de Dios al que tiene hambre, sed, falta de justicia, está desnudo, enfermo, el marginado, el que no tiene derechos...! Esta es la Buena Noticia. Esto es lo que Jesús «hará», del verbo «hacer», acompañado por sus palabras: buscar, perdonar, sanar, bendecir... Y el grupo de discípulos que le acompañan tendrán que «visibilizar» con sus hechos, actitudes, prioridades y palabras («ved cómo se aman») la propuesta de vida de Jesús.

Pues... nada más (¡y nada menos!). Ahora se trata de ver qué me dice personalmente esta palabra en estos momentos de mi vida: orarla, aceptarla, asumirla en la propia vida y... caminar con otros por las nuevas Galileas.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

Recibe las primicias 24012021


Cuando la noche parece mas noche y comienza el día de mayor Luz,
Llena mi corazón.
Te entrego mis debilidades y mis tibiezas;
Mis imposibles y mis desesperanzas.
Hazme sobre el Altar fuerte y fiel;
Retira toda oscuridad.
Dame manos y voz de profeta,
¡Dame, Señor, un corazón adorador!

sábado, 23 de enero de 2021

BUEN DÍA ESPÍRITU SANTO 23012021

 


JESÚS SE DA HASTA EL EXTREMO


Jesús se da hasta el extremo (Jn 13,1)

Oh Jesús, alimento de las almas que sobrepasa toda realidad natural, este pueblo inmenso se dirige a ti clamando. Se esfuerza para dar a su vocación humana y cristiana un nuevo impulso, para embellecerla con virtudes interiores, siempre dispuesto al sacrificio del que tú eres la misma imagen por la palabra y por el ejemplo. Tú eres el primero de nuestros hermanos; tú has andado primero el camino de cada uno de nosotros; tú has perdonado las faltas de todos. Y tú llamas a todos a dar un testimonio de vida más noble, más activo, más comprensivo.

Jesús, “pan de vida” (Jn 6,35), el solo y único alimento esencial del alma, acoge a todos los pueblos a tu mesa. Ella hace presente la realidad divina sobre la tierra, la prenda de las bondades celestiales, la certeza de un entendimiento dichoso entre los pueblos y una lucha pacífica de cara al verdadero progreso y a la civilización. Alimentados por ti y de ti, los hombres serán fuertes en la fe, gozosos en la esperanza, activos en la caridad. Las buenas voluntades triunfarán de las trampas tendidas por el mal; triunfarán del egoísmo, de la pereza. Y los hombres rectos y temerosos de Dios escucharán levantarse de la tierra, de la cual la Iglesia quiere ser la imagen aquí abajo, los primeros ecos misteriosos y suaves de la ciudad de Dios. Tú nos conduces a los buenos pastos; tú nos proteges. Muéstranos, Jesús, los bienes de la tierra de los vivos (Sl 26,13).



San Juan XXIII (1881-1963)
papa
Plegaria a Jesús en el Santísimo Sacramento

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 3,20-21


Evangelio según San Marcos 3,20-21
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer.

Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos, paz y bien.

Hay muchos lugares en el mundo que son centros de peregrinación. Para algunas religiones, es obligatorio, al menos una vez en la vida, visitarlos (La Meca, por ejemplo, para los musulmanes, o Jerusalén para los judíos del tiempo de Jesús). Para los católicos siempre es un sueño visitar Roma, Lourdes, Fátima o Santiago de Compostela. Son lugares donde se siente algo especial, hay una atmósfera concreta, son centros de espiritualidad.

Antes del nacimiento de Jesús, el culto estaba unido a un templo determinado, el de Jerusalén. Con Jesús, la situación cambia. El “santo de los santos” ya no está oculto dentro de una tienda en medio de otra. El Santo se ha hecho presente, uno de nosotros, para ser accesible en cualquier lugar.

Y cambia el modo de adorar a Dios. El autor de la Carta a los Hebreos remarca la diferencia entre los sacrificios del Antiguo Testamento y el sacrificio de Jesús. La sangre de los animales ha sido sustituida por la sangre de Cristo, y se constituye en el sacrificio definitivo. Ya no nos obligan las antiguas normas y ritos veterotestamentarios. La sangre de Cristo nos ha facilitado las cosas. Con su sangre nos ha redimido. Lo recordamos cada día, en la Eucaristía. “Sus heridas nos han curado y su sangre nos da la salvación”, cantamos en Semana Santa. Es algo nuevo, algo que solo el Hijo de Dios encarnado podía hacer.

Tan radical es la novedad de Jesús, que no le entiende ni su propia familia. Se lo quieren llevar, pensando que estaba mal de la cabeza. Les asustaba lo que Jesús estaba haciendo en su pequeño mundo. Y no solo. Su fama se extendía con mucha rapidez. “No le dejaban ni comer”. Es normal que la familia no lo viera claro. Muchas personas se sienten así, cuando intentan vivir su vida de fe en serio. A su alrededor no hay mucha comprensión (son “bichos raros”) y no digamos nada si se habla de una vocación al sacerdocio o a la vida consagrada. Cuántas vocaciones han tenido que luchar contra la oposición de los padres o de los amigos.

Son momentos para decidir de Quién nos hemos fiado, en Quién hemos puesto los ojos (sabiendo Que Él nos miró primero) y permanecer fieles en su amor. En nuestra vida diaria, también tenemos momentos de flojera, de cansancio, de sentir que lo que hacemos no tiene sentido. Es bueno volver la vista atrás, recordar los momentos vividos cerca del Señor y, apoyados en su amor, seguir hacia delante, con mucha fe, con todo el amor de que seamos capaces, y siempre con esperanza.

Nuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA